Lilith Blair (ID)

Sus pasos resonaban furiosos por aquella sala. Los presentes sabían que algo había logrado que su señora enfureciera y aquello nunca era una buena señal. En sus ojos se podía ver la decepción, el enfado, las ganas de retorcerle el cuello a alguien hasta dejarlo sin respiración. Sin embargo su rostro se mantenía completamente impasible. Era difícil averiguar en lo que realmente estaba pensando aquella mujer. Después de todo, Lilith siempre había sido un enigma para aquellos que la rodean. Aun cuando era una niña, era difícil para sus padres averiguar lo que pasaba por su cabeza. Pero volvamos al momento que estamos narrando ahora, sus ágiles pasos la llevaron hasta una sala donde esperaba un hombre de piel nívea y ojos negros como la noche.

Se mostraba completamente serio y regio, espalda recta, mirada desafiante. Aun cuando estaba atado de pies y manos y colgado en la mitad de la sala se podría decir que aquel hombre lucía como si fuera un auténtico conde, un marqués tal vez. Pero aquella rata no era más que un rufián que se las daba de hombre rico y poderoso. Pero en realidad no era nadie, no si lo comparábamos con el poder que aquella mujer poseía. El poder que había ganado a lo largo de los años y no es que tuviera muchos encima. Sin embargo, aquella mujer había demostrado que nadie era capaz de interponerse en su camino.

Que todo aquello que deseaba terminaba por tenerlo entre sus manos. Por muy pequeño que fuera, por muy absurdo que fuera su capricho, estaba acostumbrada a conseguirlo y no permitía que nada ni nadie se interpusiera en su camino para conseguirlo. Ilusos eran aquellos que creían poder detenerla, que realmente pensaban que podrían interponerse en su camino y terminar con el mundo de tinieblas y sombras que había creado alrededor de su nombre, alrededor de aquel símbolo que la representaba. Como una frágil mariposa que busca un lugar donde reposar. Pero que en realidad, aquellas pequeñas criaturas poseen una simbología mucho más tétrica, mucho más oscura. Así es nuestra protagonista, alguien que de primeras puede parecer completamente dulce y encantadora, inofensiva e incluso indefensa. Pero cuando descubres un pedazo de su vida, de su modo de pensar y de actuar, comprendes que, al igual que las mariposas, encierra mucho más de lo que parece a simple vista.

Con este pensamiento en mente, podemos continuar con aquello que tenemos entre manos. Lilith, que es como la llaman desde hace años, hizo su aparición. Ataviada con un hermoso vestido violeta, con dibujos de flores y mariposas bordadas en oro. Con unos zapatos elegantes de tacón y el pelo suelto que casi llegaba arrastrar por el suelo, adornado con unos leves tirabuzones que se creaban en la punta de los mismos. Su rostro continuaba inexpresivo mientras miraba al hombre colgante frente a ella, quien alzó el rostro nuevamente desafiando a la mujer una vez que esta apareció. Pero no venía sola, junto a ella caminaba un inmenso lobo del tamaño de un caballo, negro como la noche y con los ojos rojos. Bien parecía que aquella criatura había salido del mismísimo averno y sin embargo no se trataba más que de un lobo de Hallstat. No obstante, si uno lo piensa bien, aquella tierra estaba endemoniada.

–  Parece que al final no lograste escapar – su voz sonó extrañamente dulce. Aunque si lo piensas bien, aquella voz iba totalmente acorde con la apariencia de nuestra joven madame. Frágil, delicada, se movió casi flotando por la sala mientras admiraba el cuerpo del cautivo, dejando al lobo sentado en la puerta. Sin una orden de su señora no daría un solo paso dentro de aquella habitación y por el momento, no era necesario. – Es difícil escapar de una zorra que sería capaz de seguirte hasta el piso más profundo y oscuro del infierno, aunque si lo pienso bien, seguro que has salido de allí – la voz de aquel hombre sonó tosca, rasposa, cansada incluso. Aquello sacó una leve sonrisa en los labios de la joven que, sin perder detalle continuaba caminando alrededor del hombre. Una vez se encontró de nuevo frente a él permitió a sus ojos contemplar la vestimenta pulcra y detallada de aquel sujeto que bien podría hacerse pasar por alguien de la nobleza. – El traje no hace al hombre Cameron. Por mucho que quieras, aparentar no sirve de nada – sus palabras eran duras y frías por mucho que su voz sonara dulce y relajada.

Una risotada fue lo primero que salió de los labios de aquel hombre – Entonces tu deberías dejar de aparentar ser una jovencita sofisticada, después de todo solo eres la bastarda de un noble con una esclava barata – Aquellas palabras hicieron enfurecer a la joven. Sin embargo, y como nos tiene a todos acostumbrados, su rostro no cambio un ápice. Fue uno de los hombres que se encontraban en la sala los que golpearon el rostro del cautivo con fuerza. Un puñetazo lo suficientemente fuerte como para romperle el labio y verlo sangrar. La mujer levantó entonces la mano para que aquella agresión no continuara – Basta, aún tengo que hablar algunas cosas con nuestro invitado – Fue en aquel momento en el que realmente Cameron sintió aquel escalofrío en el cuerpo que sienten los condenados a muerte.

Estaba seguro de que no saldría vivo de allí y que por mucho que le contara y le confesara todo cuanto quisiera saber aquella mujer no le perdonaría la vida. No después de lo que había provocado, no después de lo que había hecho. – Solo tengo una pregunta para ti, ¿por qué? No veo la necesidad ni comprendo el motivo de tus acciones. Tal vez si llegase a comprenderlas, podría pensar en perdonar lo que hiciste. – Esperó entonces una contestación por parte del hombre. Este la miraba extrañado, realmente no procesaba las palabras que le estaba dedicando la mujer. Estaba perdido, confuso y cada vez más y más nervioso. Comenzó a sudar, comenzó a pensar que realmente aquella mujer había perdido el juicio, aunque si había una posibilidad de salir vivo de aquella situación no iba a desaprovecharla.

Comenzó entonces a relatar una historia sin mucho orden cronológico, se notaba que los nervios le jugaban una mala pasada. – Después de aquello no recuerdo mucho más, estaba borracho y colocado, recuerdo que me dijo algo que no me gustó y entonces la golpeé, aunque fueron un par de veces. Con el último golpe tropezó y se golpeó la cabeza contra el pico de la cómoda. –  Seguía relatando mientras la mujer escuchaba con atención mientras acariciaba lentamente la cabeza del animal que movía suavemente las orejas sin perder de vista al hombre. Sus ojos rojos parecían juzgarle, como si fuera el demonio pensando a que nivel del tártaro podía enviarlo. – Supongo que me asusté y mientras aún seguía colocado decidí librarme del cuerpo e inventarme cualquier excusa para cuando se dieran cuenta de su desaparición –  Al parecer había terminado de contar la historia con la que excusar su comportamiento. Fue entonces que la madame alzó la cabeza para mirarle – Entiendo, así que en vez de llamar a alguien que pudiera atenderla y dejar la cosa en un accidente, preferiste acabar con ella y enterrarla de mala manera en un oscuro callejón – Ante sus palabras, el hombre se encogió.

Ya no parecía tan galante como antes, ya no estaba tan seguro de sí mismo ni de sus acciones. – En ese caso, supongo que como tú no pensaste en darle una oportunidad a ella, yo tampoco tengo por qué dártela a ti. Es hora de darte el mismo trato –  fue entonces que chasqueó los dedos de la mano que anteriormente acariciaba al animal y este, ni corto ni perezoso, se levantó de donde estaba y colocó sus patas delanteras sobre los hombros de aquel hombre, abrió sus fauces y mientras la victima de aquel horror gritaba horrorizada el animal cerró la mandíbula y mordió. Lilith se alejó un par de pasos para que la sangre no salpicara su vestido nuevo, tan solo se quedó allí admirando el trabajo de su animal. Primero desgarró parte de su cara. Luego siguió con su brazo, pierna, abdomen. El animal se iba entreteniendo torturando a su presa. Después de todo, mientras su ama no dijera lo contrario podía entretenerse destrozándolo mientras lo devoraba. Cuando los gritos cesaron, volvió a chasquear los dedos y el animal, con la boca y parte del pelaje ensangrentados, se alejaron de lo que ahora era un cadáver a medio comer. – Deshaceos de eso, ni siquiera merece ser engullido totalmente por mis animales – mientras el lobo se relamía y seguía a su dueña por el lugar para llegar a la zona donde le darían un baño. Nuestra joven pensaba en sus nuevos movimientos. Tenía muchas cosas que hacer: drogas que mover y prostíbulos que abrir para llenar con las joyas más exóticas que pudiera conseguir por los mares.

Pero tal vez ahora mismo os preguntéis quién es esta joven y cómo ha logrado levantar un imperio de drogas y prostitución. Y para eso es mejor que leáis el siguiente diario Diario