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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Lun 12 Abr 2021 - 13:10}

Querido Ignorante:

Esta es la cuarta carta que escribo. No sé a razón de qué me molesto. Nunca hay respuesta, pero por otro lado, no las escribo buscando una. Me gusta hablar. Dar un orden y sentido a mis proyectos antes de proceder a hacerlos realidad. Escribir acerca de ello ayuda a que la imagen se vuelva poco a poco más nítida en mi cabeza.  Y luego, una vez cojo la aguja, la tinta fluye con tanta facilidad como si fuera agua. En realidad, es una mala comparación. Pintar con agua me resulta terriblemente complicado; las acuarelas nunca han sido mi especialidad. Los tatuajes, por otro lado… me apasionan.

Quizá debería hacer un inciso para aclarar por qué me he tomado la libertad de llamarte Ignorante. Envío estas cartas cogiendo una dirección al azar de un viejo libreto de direcciones del North Blue. Sé que es posible que esté desactualizado y la mitad de las direcciones no existan ya, o hayan cambiado de nombre. Es bastante probable que esta carta se pierda en el océano o acabe tirada en alguna pila de descartes. O no. Realmente, nunca me he parado a pensar cómo funciona el correo. Siguen cogiendo mis cartas, así que imagino que no les importa demasiado que gaste un poco de su tiempo. Tampoco es como si pudiera preguntarles. De una forma u otra, el resultado es el mismo: tú ignoras mi nombre y yo el tuyo. Pero soy yo la que está escribiendo, por lo que el dudoso honor de llevar el mote de Ignorante recae en ti. Mala suerte. Haberme escrito antes.

En cualquier caso, me estoy yendo por las ramas. Hoy, querido Ignorante, quiero hablarte de mi próximo proyecto. Plumas. Sí, lo sé, no parece demasiado impresionante. Pero he estado practicando. Es difícil hacer que parezcan… vivas. Mucho menos en piel, lógicamente. El margen de maniobra es ajustado. Creo que precisamente eso es lo que hace que me guste el reto. ¿Alguna vez te has parado a mirar a un petirrojo, a un águila? Incluso una gallina o un gallo pueden darte la idea que busco compartir. Cada pluma está compuesta de cientos, sino miles, de pequeñas partes. ¿Cómo puede uno transmitir eso sólo con la ayuda de una diminuta aguja? La forma en que se colocan unas sobre otras, moviéndose a una para ayudar a insultar a la gravedad. Un pequeño aleteo y, de pronto, el suelo deja de ejercer su atracción. No literalmente, claro, pero desde luego lo parece. Quiero inmortalizarla, la osadía. Un par de alas que parezcan a punto de echar a volar con cada giro de hombros y de cuello.

No para mí, claro. No es mi estilo. No necesito alas para alzarme sobre el suelo, o al menos no planeo necesitarlas. Sin embargo, quiero verlas hechas. Solo por saber que puedo, ¿entiendes? Y por supuesto, es una muestra de habilidad. Todo aquello que dé más precisión a mis movimientos siempre es bienvenido.

Pero bueno, basta de hablar de mí, querido Ignorante. ¿Qué es de ti? ¿Me contestarás alguna vez? Me pregunto si te resultará extraña mi costumbre o si compartirás conmigo cierta curiosidad por ver quién puede haber al otro lado de este pequeño rectángulo de papel.

Te manda sus mejores deseos y una sonrisa desde la otra punta del mar,

La Otra Ignorante,

I


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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Mar 13 Abr 2021 - 0:29}

Querida ignorante:

Esta es la primera vez que yo te escribo, y tampoco tengo muy claro por qué. Tal vez porque me puede la curiosidad y quiero saber quién se esconde detrás de esa "I", aunque si he entendido algo de ti será, probablemente, la inicial de "Ignorante". No es que desconfíe de tu posible nombre, claro, pero pareces tener un sentido del humor cuanto menos curioso. Cautivador, en parte, si no estuvieses dirigiéndote a un total desconocido. O desconocida. De pronto, si asumimos que no sepas a dónde has enviado la carta, yo sé más de ti que tú de mí, y soy un poco menos ignorante gracias a una información que tal vez no pretendías darme. O quizá sí. ¿Quién sabe? Es posible que seamos ignorantes solo de forma pasajera y con el tiempo seamos... ¿Sapientes? ¿Conocedoras? Dado que tú has tenido la cortesía de aliviar mi ignorancia, ¿cómo no corresponderte de la misma forma?

En realidad, cuanto más lo pienso, más razones encuentro para dedicarte unas palabras. Supongo que la más importante es que me aburro un poco desde que Eli no está. Bueno, más bien desde que yo no estoy. Eli espero que siga estando; sería una pena que no. De todos modos, aunque la echo de menos, es mejor así. Que vaya, tampoco es como si estuviese escribiendo esto para contarte mis penas, querida Ignorante -con I mayúscula-. En realidad me gustaría pensar que tienes algún nombre, pero no conozco ninguno que empiece por esa letra y no creo que resulte productivo buscarlo; al fin y al cabo, es probable que nunca te conozca y, si lo hago, podrías presentarte. De hecho, como gesto de buena voluntad, yo soy A. A de Alice, aunque puedes llamarme Anette, Anastasya o Andrea. Eso sí, solo respondo a Alice.

Tal vez el segundo motivo por el que respondo a esta carta sea que yo también necesito un ancla de cordura. Mi vida lleva tiempo siendo una locura, más del que me gustaría, y está bien reencontrarme con la pluma de vez en cuando. Aunque se me va la mano a ratos -espero que disculpes los dibujos que hay al margen de la página, es casi instintivo-, no estoy acostumbrada a escribir tanto texto seguido, pero ayuda a organizar los pensamientos. En cierto modo, esta carta ha sido un alivio que me ha hecho sonreír. En el buen sentido, claro. Aunque creo que no todo el mundo es capaz de entender eso, pero no importa.

Los tatuajes... Podrían ser una tercera razón. No sé cómo se llaman exactamente, pero las plumas son básicamente palos huecos con muchos pelitos, o cerdas como las de un cepillo. No sé cómo se llaman, pero sí que son increíblemente aerodinámicas. A mí me encantaría poder volar, pero seguramente se me romperían los brazos en los primeros aleteos. No parece una perspectiva muy halagüeña, pero si es cierto que haces tatuajes y tienes cierto talento podría estar dispuesta a dejarte experimentar con mi cuerpo. Siempre y cuando no te apoyes muy fuerte, tengo una clavícula disponible para que juegues cuanto quieras. Aunque, claro, eso implicaría que nos conociésemos, y dudo que eso suceda. Ni siquiera sé adónde enviar esta carta. Pero me la voy a jugar; al fin y al cabo, la suerte sonríe a los valientes.

Deseosa de conocerte en un rinconcito del North Blue, se despide por esta vez

Alice la ignorante.

PD: No quiero alas en la espalda, solo un par de plumas. No soy esa clase de chica.
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Mar 13 Abr 2021 - 9:37}

Querida Ya no tan Ignorante:

Lo siento, no he podido resistirme. Me gusta tu nombre, en realidad. Muy delicado; imagino que se te ajusta. No quiero gastarlo banalmente. El mío, tal y como sospechas, empieza por I. Si me queda bien o no, creo que es demasiado pronto como para juzgarlo de forma eficaz.

Yo también espero que Eli siga estando, pero me gustaría aún más que tú también lo estuvieras para cuando acabe estas líneas. Es increíble lo fácilmente que se muere la gente hoy en día. Diría que es cosa de esta isla maldita, pero lo cierto es que más allá del mar la violencia y el egoísmo son exactamente iguales aunque lleven otros nombres. C'est la vie, supongo. Pero me gustaría que tú en particular siguieras viva. Ha sido una sorpresa descubrir esta carta en mi buzón cuando no hay nadie más que pueda o quiera escribirme. Quizá otra impulsiva con un libro de direcciones, supongo, pero de ser el caso resultaría imprudente responder. No demos alas a un posible complejo de egomanía; para hacer locuras me basto y cualquier copia debería ser desechada.

Lo cierto es que he sonreído leyendo tus palabras. Nunca me había parado a pensar cómo reaccionaría alguien al oír mis pensamientos incoherentes; hay cierta belleza en saltar las primeras impresiones habituales para ir directamente a los jugosos detalles que nos hacen ser quienes somos. Y tú en concreto pareces alguien muy interesante.

La locura es una dama caprichosa. Si te aferras a lo que te han enseñado y tratas de aparentar normalidad, crece y te envuelve añadiendo paranoia a la mezcla. Es mucho más sencillo alterar el significado de normalidad, o más bien desdibujarlo por completo. Si todo el mundo está loco, ¿acaso alguien lo está de verdad?

Me alegra haber conseguido una sonrisa sincera. Son tremendamente escasas por aquí y tengo ciertos estándares para estas cosas. Me gusta la buena calidad y mi olfato me dice que esa la ha tenido. Leyéndote se me ocurre que una forma de solucionar tu problema sería, sencillamente, eliminando aletear de la ecuación. Sin embargo, todavía estoy lejos de conseguir yo misma una respuesta y no quiero dar alas – jeje- a tu imaginación. La pintura es mucho más confiable en ese sentido. Conque plumas… ah, supongo que al final sí que nos parecemos un poco. Meteré un par de diseños en el sobre, a ver si alguno acaricia tus sentidos. Una buena pluma debe dar un cosquilleo solo con mirarla. Como ya te he dicho, tengo ciertos estándares.

En cualquier caso, de momento por aquí la vida es un tanto rutinaria. Estoy procrastinando mientras te escribo esta carta  y en cuanto coloque el punto y final volveré a encorvarme sobre mis patines para terminar de repararlos. No puedo evitarlo, siempre me sobrepaso y acaban de vuelta en el taller. Por otro lado, para algo los construí y mentiría si dijera que no era en parte para rehacerlos una y otra vez. Tengo a mi querida mascota, Edipo, a mi lado pidiendo mimos. Me he planteado hacerle algo de joyería para que luzca. Algo discretito, por supuesto. Mi lobo no es una fulana. Aunque si lo fuera, sería la mejor. Se le da de fábula dar abrazos.

¿Tú qué dices, Alice? ¿Rojo o blanco?

De momento, me despido. Esta vez, la carta va a tiro fijo y espero que con eso sea suficiente para que te llegue. Iré afilando la aguja de tatuar.

Un saludo desde otro rinconcito del North Blue,

de otra Casi Ignorante,

Illje.


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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Miér 14 Abr 2021 - 2:15}

Querida Illje,

¿Qué me contestarías si te dijese que llevo un rato mirando tu nombre? Es la primera vez que lo leo, y no tengo muy claro que sepa pronunciarlo. Espero haber acertado, porque suena mucho mejor cuanto más lo pienso y me dolería que te hayan castigado con la pronunciación más imperfecta de tu propio nombre. Pero resulta curioso, porque si bien Alice es un nombre que puede encajar conmigo, no esperaba otro de ti que el que has utilizado. ¿Qué esperar de ti sino lo inesperado? Sin saber nada más de ti, ya podemos decir que estás hecha a medida para tu nombre. Pero es curioso cuando lo piensas, ¿no te parece? Ninguna de las dos hemos elegido cómo deben llamarnos; ¿tiene eso sentido? Hemos tenido suerte, tal vez, de que hayan acertado con ellos o, por el contrario, hemos crecido para encajar en esos nombres. Me gusta pensar que he hecho el nombre a mí, como quien se pone unos zapatos buenos. Al principio sería lustroso pero incómodo, y ahora que está algo gastado puedo utilizarlo sin cansarme. Al menos, si mi nombre fuese un zapato.

Disculpa el caligrama, para mí dibujar es tan natural que se me va la mano.

En realidad es una pena que nadie más te haya respondido. Tienes una letra bonita y cierto ingenio que resulta interesante; al menos, eso parece por cómo escribes. Debe ser frustrante que no te respondan, la verdad, y no lo entiendo. Suele irritarme lo que no entiendo, sobre todo cuando resulta tan difícil de verle el sentido. Aunque tal vez no se deba a ti, sino a que no mucha gente está mentalmente preparada para tener una relación epistolar. ¿Me creerías si te dijese que hasta el día de hoy, esta es la segunda carta que escribo en mi vida? Escribir requiere un esfuerzo mucho más consciente que hablar; mucho más exigente que cantar, o que bailar incluso. Mis tachones lo corroboran, aunque pueda dibujar gatitos encima para disimularlo. En realidad, soy bastante menos interesante de lo que parece, pero no suelo ser impulsiva. Podría romperme una pierna si doy un paso en falso. Literalmente.

Ante tu pregunta... Definitivamente sí. Siempre habrá alguien más loco, más peligroso, más fuerte. No hay casi ninguna circunstancia que iguale a todo el mundo, y algo tan heterogéneo como la locura, tan lleno de dobles sentidos y al mismo tiempo carente de ninguno, es casi imposible de normalizar. De una forma u otra, cada loco es anormal. Sin embargo, ¿eso quiere decir que por no estar locas no seamos anormales? En el buen sentido, por lo menos.

Y ya puestas en materia, el segundo boceto es precioso; muy conceptual. No me atrae del todo tener realismo en mi piel, pero también empiezo a estar aburrida del negro. He hecho este boceto para que te hagas una idea, más o menos. No sé por qué tengo ganas de hacerme un efecto acuarela, pero llevo mucho tiempo sin demasiado color en mi vida y tu llegada parece una forma de traerlo de vuelta. ¿Por qué no grabarlo a tinta? En realidad, tú eres la artista en este campo, seguro que se te ocurre algo incluso mejor.

Sobre Edipo... Espero que no tenga problemas de mamá, sería muy alegórico y no te dejaría en buen lugar, pero siempre rojo. No sé de qué color es tu perro, pero los rubíes son lo más. Al final del día, los diamantes solo son un lápiz con estrés, pero el rubí... El rubí es lo que necesita la mejor fulana. Igual hoy no lo es, pero si no le cortas las alas podría acabar siéndolo -si es que él quiere, claro-.

Te espero al otro lado del mar cuando desees. Tengo vino y relojes.

Atentamente,

Alice.
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Miér 14 Abr 2021 - 13:32}

Estimada Alice:

Espero que no hayas tratado de pronunciarme como si fuera un jamón. Entendería la confusión, hasta cierto punto, pero me gustaría considerarme un poquito más refinada. Ciertamente, los nombres son cosas peculiares. Te leo y me gustaría decirte que estoy de acuerdo, aunque en mi caso he tenido algo más de libertad a la hora de llamarme. Alterno entre mi nombre y mi pseudónimo, que no viene al caso, como quien se pone una careta para ir a trabajar. Aunque al fin y al cabo eso es lo que estoy haciendo, aun si tengo un buen motivo. ¿Es la venganza un buen motivo? Por propia protección, podría decir también, pero eso sería solo rascar la superficie. Pero más allá de las caretas, lo cierto es que me gusta mi nombre. No sé quién me lo puso, pero le estoy agradecida.

Es cierto que la cosa se complica cuando incluyes los apellidos en la ecuación, al menos para mí. Mi padre y mi madre, dos historias igual de parecidas que dos copos de nieve. Nada y todo a la vez. No soy capaz de escoger solo uno, así que los voy cambiando de orden como quien cambia de zapatos. Es mucho más cómodo así.

El caligrama es hermoso y me hace pensar que tus manos también deben serlo. Dedos largos, finos, sin asperezas. Seguramente cojas mal la pluma, igual que la mayoría de los que la utilizamos. No aprietas apenas al dibujar e incluso en tus palabras tachadas hay cierta delicadeza. Acaricias el papel en lugar de rascarlo, como me pasa a mí. O por lo menos, es la impresión que me da. Es bonito. Quizá haya vuelto a mi papel de Ignorante, pero lo aceptaré con gracilidad si se da el caso.

Cada loco es anormal, pero siendo algo tan habitual no puedo sino preguntarme ¿es la normalidad algo anormal llegado cierto punto? Cualquiera pensaría que teniendo cada uno ciertos rasgos de locura, la normalidad no es más que un sesgo en realidad inalcanzable. No me gustan los moralismos, la verdad. Es imposible que llueva a gusto de todos y he comprobado varias veces que mi locura no es sino el pan de cada día de unos y el infierno de otros; no hay vara de medir que se nos ajuste a todos. Lo mejor es seguir el ritmo de la corriente y buscar el son que más te llene, loco o no, anormal o anodino.

El boceto es hermoso. Me has hecho sacar las pinturas y ahora un océano de color ha estallado en mi mesita auxiliar. Diría que es porque he practicado mucho, pero lo cierto es que no debería haber intentado llevarlas todas a la vez y ahora además de varios arcoíris no planificados soy la orgullosa poseedora de cuatro moratones en la pierna. Oh, bueno. Esos también irán cambiando de color hasta desaparecer. De una forma u otra, me he puesto a ello y creo sin lugar a dudas que quedará hermoso en tu clavícula. Te dejo alguna idea, como ya es costumbre.

Edipo no era Edipo hasta que tuvo problemas de mamá, pero le quiero igual. Le han encantado los rubíes y se pasea con el mismo orgullo que la fulana favorita de la madame. Creo que le caerás bien, a mí ya me has encandilado. Al fin y al cabo me seduces con la promesa de bebidas y engranajes y he tenido que subirme a mi barco.  

Me gustaría decirte cuando llegaré, pero no lo tengo claro. La navegación no es mi fuerte, así que me muevo con un navegante prestado. Supongo que de esta forma mantenemos el misterio, hasta el último segundo.

Un delicado abrazo hasta más ver,

Illje Kolvenik



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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Vie 16 Abr 2021 - 16:58}

Querida Illje,

¿Acaso hay forma de coger mal una pluma? O más bien, ¿hay manera correcta de cogerla? En tanto que sirve a un propósito, juzgar si algo es mejor o peor en base a determinadas convenciones sociales no hace sino separarnos de lo que realmente importa. ¿Cuál es la forma correcta de mirar? La que permite ver, claro, ¿y la de sentir? Ni siquiera se puede responder, aunque también haya una finalidad tras cada emoción. Soy capaz de escribir, y apenas llega a ser molesto tras un rato, pero aun así es la postura que mejor se adapta a mis manos. ¿No es eso cogerla bien? Sujetarla mal, desde mi punto de vista, implicaría posar las barbas sobre el papel. Aunque, curiosamente, con una finalidad menos trascendental resultaría que esa es la forma correcta. Dime, Illje, ¿te gustan las cosquillas? A mí no me gustan especialmente, pero claro, para la mayoría no son peligrosas. ¿Tú eres peligrosa, Illje?

Yo difícilmente podría serlo. No soy especialmente grande, y curiosamente me parezco a un pájaro mucho más que en el ansia de volar. Tengo, efectivamente, los dedos largos, al menos proporcionalmente hablando. La verdad es que mentiría si dijese que no acabo de medirlos, pero el resultado era esperado; al fin y al cabo, mi instrucción como dama implicó educación musical. Porque, sí, me enseñaron a ser una dama. Que aprendiera o no ya es otra historia, pero algo siempre se queda dentro de ti, como un pequeño poso. Igual que cuando conoces a alguien nuevo. En cierto modo, hay un poco de ti en mí. ¿No te resulta increíble? Da igual la distancia, o que nunca nos hayamos visto las caras. Por esa pequeña casualidad, por esa carta a una ignorante, estamos conectadas.

Sinceramente, me preocupa el destrozo que te puedas haber hecho en la pierna. Espero que al menos los arcoíris hayan quedado bonitos, pero no pasaba nada por practicar sobre algo más... menos... ¿Tú? Bueno, supongo que tendrías un plan mientras lo hacías. La pluma es preciosa, de verdad. Como te decía, me encantaría ver cómo queda en mi hombro una vez seas más cara que letra. Yo no sé de dedos, vaya, pero si dibujas tan bien deben ser también largos. Y callosos. Aunque espero que te los cuides, la piel áspera es de las cosas más desagradables que hay.

Sobre Edipo tengo mis dudas. Si realmente es un niño de mamá tal vez sienta celos. No me gustaría que me mordiesen, no es una sensación agradable. Creo. En realidad, no recuerdo que nadie me haya mordido nunca. De todos modos me alegro de que le hayan gustado los rubíes, y que puedas permitírtelos hace mucho más segura la idea de verte. Como mínimo, si bien no quita el riesgo de que me mates, anula en gran medida el de un robo. A no ser que hayas robado esos rubíes, pero no pareces esa clase de persona. De las que repiten delito, quiero decir. Te volverías predecible, y por cómo hablas... Creo que nada más lejos de la realidad.

Si vas a venir a visitarme tienes que saber, además, que hay una serie de normas: La primera es que como desmontes mis relojes más te vale rearmarlos y ponerlos a funcionar. La segunda, que si bebes en mi casa espero que no te atrevas a hacerlo sin mí. Hay alguna más, pero sinceramente, ¿a quién le importa? Hace años que no sentía esta emoción, y aunque no te voy a negar que me siento un poco tonta, estoy ilusionada.

Me gustaría que mantuvieses el misterio, pero lamento decirte que sé cuándo llegarás, aunque aún no lo diré porque eso influiría en tu decisión. Por ahora, solo espero que no llegues tarde o te quedarás sin pastas. Y nadie quiere eso.

Un abrazo,

Alice.
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Sáb 17 Abr 2021 - 11:26}

Agarró la carta y la dobló con sumo cuidado. Con una sonrisa en la cara, la introdujo en el reloj. Era una pieza hermosa, bañada en oro. Pequeñita, hecha para descansar cómodamente entre las clavículas gracias a una delicada cadenita de oro. Su frente era sobrio pero elegante, con los números romanos indicando sutilmente el paso de las horas frente a una pequeña cubierta de cristal abombado. Se le podía dar cuerda gracias a un minúsculo mecanismo en el lado y, justo encima, un botón lo abría por la mitad revelando un hueco. No era muy grande, pero sí lo suficiente como para contener una fotografía, un dibujo o… una carta. Fue ahí donde escondió su última respuesta antes de devolver la pieza a la cajita en la que planeaba regalarla. Se quedó mirándolo ufana unos minutos, antes de guardarlo en su bolsillo y salir a cubierta.

La carta:

Estaban a nada de llegar. Hallstat cada vez se acercaba más y más, por lo que había ido a arreglarse para estar bien presentable. Era una ocasión especial, al fin y al cabo. Vestía un kimono de seda blanco y azul claro que se ajustaba a su piel con tanta naturalidad como podía una prenda hacerlo. Se había adornado la cabeza con un recogido alto, hecho con multitud de pequeñas trenzas y mechones sueltos que enmarcaban su cara. Añadió varias hebillas con flores de porcelana y se maquilló con delicadeza para resaltar sus ojos traviesos. Estaba preciosa cuando se miró al espejo y lo sabía. Ni por un momento pensó que estaba exagerando; si había alguna ocasión para vestirse por lo más alto, era esa.

Pagó al navegante en cuanto el barco atracó y mientras él se perdía por el pueblo, ella hizo lo mismo. Llevaba sus patines, como siempre, por lo que echó a rodar guiándose por un mapa. Al costado llevaba una cartera que contenía sus útiles de tatuaje y un kit de emergencias médico junto con alguna cosa más. Sentía que podían necesitarlo.

No le costó demasiado llegar…  o al menos eso creía. Si no se había equivocado de dirección, el enorme edificio tras la valla era su destino. Cambió sus patines a zapatos de tacón y aguardó, insegura de cómo proceder. No había exactamente un timbre o algo parecido por el lugar. Miró a Edipo, que había ido con ella, pero el lobot tampoco sabía qué hacer. Al final, se encogió de hombros y sacó una hoja de papel de su bolsa. Escribió un breve: 'He llegado. I. y con un par de dobleces lo transformó en un avioncito de papel. Cogió algo de carrerilla y con un salto bien apuntado, lo coló tras la verja y hacia la lejanía. Perfecto.

Ahora solo quedaba esperar.


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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Sáb 17 Abr 2021 - 13:33}

¿En serio te parecía correcto ese paripé? Nunca he tenido nada en contra de que tuvieras amigas, y debo reconocer que esa tal Illje me caía bastante bien, pero... ¿De verdad? Estabas cambiando tu rutina por alguien a quien no conocías de nada, por una broma entre desconocidas. De todos modos, resultaba agradable ver que de vez en cuando sonreías sin que nada te doliese. Seguramente yo sea el único que puede distinguirlo, pero por eso tiene más valor. Tal vez me esté volviendo un romántico, pero mientras hacías los preparativos, día tras día, no pude evitar sentirme entre agobiado y confuso. Era entrañable, sí, pero todo lo que hacías... Hasta cierto punto comprendo que eligieras cada día el vestido más bonito que tenías, e incluso que cada mañana preparases una mesa en el jardín. Era una broma inofensiva, ¿pero madrugar más? Todo para hacer algo de ejercicio de buena mañana. ¿Crees que me engañabas? Querías impresionarla. A alguien que no sabías si iba a llegar o no.

Tuviste suerte de que llegara.

Para aquel entonces, la broma ya se había convertido en costumbre. Te levantaste y, en ayunas, practicaste un rato de yoga. Ese día tocaba descarga, así que limitaste el impacto a su mínimo. Tras eso entraste a la ducha y te enjabonaste con vainilla negra, respirando profundamente para impregnar tu olfato de su aroma. Como siempre, recorriste meticulosamente tu cuerpo con la esponja dibujando trazos como si tu piel fuese un lienzo, con toda la suavidad de la que pudiste hacerlo. Tras la ducha te embadurnaste con crema hidratante, seguramente más de la que necesitabas. De hecho, por los veinte minutos que pasaste esperando a dejar de brillar, mucha más de la que necesitabas. Por suerte, pudiste ponerte un poco de desodorante mientras tanto y unas gotas de perfume de vainilla -¿te he dicho ya que hay más olores?-; también elegiste tu ropa.

Normalmente no repetías color dos días seguidos, pero ese día te sentías muy azul. Decidiste ponerte lencería bonita -no la mejor, pero sí la más cómoda- de color azul zafiro, con un mínimo encaje; sobre ella una camisa blanca, más ajustada de lo que me gustaría, y las mangas a cuadritos. En realidad, creo que sería más interesante llamarlo pechera, o camisola, porque dudo que un vestido que no te cubre los pechos lo llevaras sin nada por encima. No al menos en una situación ordinaria. Pero tenía el forro burdeos, era agradable. Y con el lacito ya, te quedaba adorable.

Abotonaste la faja, dejando los broches dorados relucir sobre tu abdomen. No te maquillaste -aún-, pero sí te peinaste. Normalmente te hacías una coleta, pero últimamente optabas por un moño atado, eso sí, por ese enorme lazo rojo. Eres rica, ¿recuerdas? No necesitas llevar siempre los mismos complementos. Salvo el collar, claro. El collar te sentaba demasiado bien como para no llevarlo.

Antes de desayunar preparaste la mesa. Mantel rojo, dos sillas perfectamente alineadas a ciento quince grados, una botella de vino y una tetera que se mantenía sobre un pequeño calentador de carbón a la temperatura exacta para que no se enfriase. También una botella de vino, tazas y un par de copas. Algo sencillo e improvisado. O al menos sería improvisado si no lo hicieras cada mañana. Aunque lo de robar una galleta estaba bien. Me gustan las galletas de mantequilla.

Seguiste con tu rutina. Nadie llegaba a la villa de noche, todos los barcos atracaban antes de mediodía y vivías cerca del mar, así que te aseguraste de hacer las tareas más cómodas -y que menos manchaban- al principio: El paseo por los viñedos, la comprobación de las barricas, hablar con el jefe de plantación... Las tareas que, si bien no te llenaban, no se te hacían demasiado duras como para evadirlas. Además, se te daba bien. Lo que no podías esperar era que, yendo de un lado a otro, un avioncito de papel se te clavara exactamente en el moño. Tampoco habrías esperado que tú, con esos pequeños zapatitos de mínimo tacón que te ponías casi a diario desde hacía años, fueras a saltar en el sitio de emoción. Demasiada emoción. Au.

Caminaste deprisa hacia la mesa, e hiciste llamar a Nicholas. El mayordomo apareció al momento, casi, y mientras te acomodabas en tu asiento -el más acolchado- le hiciste abrir la puerta. Sacaste un libro con muchos dibujos de debajo del mantel y te pusiste a leer mientras esperabas, fingiendo serenidad y manteniendo la espalda cuanto más erguida, mejor. Al menos para las primeras impresiones, lo ideal era ser una dama.
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Lun 19 Abr 2021 - 10:30}

Alguien tenía dinero. Debería haberlo supuesto al ver que la dirección se correspondía con una propiedad enorme con terrenos incluidos y verja para rodearlo, pero no fue hasta ver al mayordomo que cayó en la cuenta. ¿Ah, cómo se saludaba en estas situaciones? Las reverencias no se le daban bien.

Sonrió y agradeció con una inclinación de cabeza cuando el hombre le abrió la puerta. Fue a preguntarle a dónde debería ir, pero empezó a caminar y seguirlo pareció la mejor opción. Pronto, no pudo evitar sonreír con todavía más ganas. ¡Todo estaba preparado!

Una mesa alargada, un mantel colorido y los ingredientes imprescindibles para una buena fiesta del té ya colocados elegantemente: pastas, galletitas, té y vino. Delicioso. Había también dos sillas, una ocupada y una reservada para ella. La ignoró, por supuesto. La conejita había venido a conocer a la Que Ya no Ignoraba y no podía esperar para ponerle cara.

Olía a vainilla y estaba leyendo. Vio de refilón de qué se trataba y su sonrisa no tardó en imitar la del gato en el dibujo. ¿Alicia en el país de las Maravillas? Qué adecuado.

-Feliz no cumpleaños. O sí. Feliz día, en cualquier caso.

Quizá sí era su cumpleaños y había irrumpido en la fiesta sin saberlo, pero si solo iba a haber otro invitado prefería que fuera ella. Miró a Alice, recordando todas las cartas que habían intercambiado. No eran muchas, pero le habían dado muchas ganas de conocerla. Era bonita, mucho. Delicada, también. Solo por fuera, eso sí; podía ver la seguridad en sus ojos, aunque ahora parecía un tanto nerviosa. No la culpaba, ella también lo estaba. ¡Iban a juego! Azul y blanco. Le gustaba su estilo, cada detalle revelaba su buen gusto. También en eso se parecían y se alegró. Parecía que iba a hacer una amiga.

-Por lo visto llego justo a tiempo. Me alegro. Es un placer conocerte, Alice.

Fue a darle un abrazo, pero se detuvo. Algo le decía que esa no era la mejor de las ideas. En su lugar, conteniendo la risa, probó a hacer una pequeña reverencia. Quedó algo burlona y torpe, pero también dulce. Quizá fue el mirarle a los ojos mientras todavía estaba aguantando la postura.

Al final, se puso en pie y fue a ocupar su asiento en el otro extremo de la mesa. Le pidió al mayordomo una taza de té y mientras se la servía, deslizó la pequeña cajita que contenía el reloj colgante a lo largo de la mesa, para dejársela a mano.

-Siento no haber respondido tu última carta. Te he traído algo que creo que lo compensará.

Tenía la sensación de que no tardaría en encontrar el compartimento secreto. Una vez lo hiciera, llegaría hasta la carta. Y cuando sus ojos se posaran en las últimas líneas, ella alzaría su tacita de té con una sonrisa.

-Salud.


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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Lun 19 Abr 2021 - 15:48}

¿Cuántas veces habías leído ya ese libro? Casi podías, solo con los dibujos, recordar las líneas a las que acompañaban. El árbol en medio del prado, el libro sin dibujos -dentro del libro con muchos dibujos-, el gato gordo de la hermana... Y el conejo. El dibujo del conejo, ubicado en la página diecinueve, era de los más elaborados que poseía el libro. Elegante, pulcro, adorable y bien resuelto a nivel técnico. Evocaba todo el significado del libro, y si no fuese la enésima vez que lo leías desde hacía semanas seguramente yo también lo habría disfrutado. Pero en lugar de leer contigo, me dediqué a juzgar en silencio tus mejillas sonrosadas. En serio, ¿por qué estabas tan nerviosa?

Por momentos levantabas tímidamente la mirada durante apenas un segundo, intentando que si repentinamente cruzabas miradas con ella no se diese cuenta, pero muriéndote de ganas por saber cómo era. Yo tenía curiosidad también, para qué negarlo. Nunca habías tenido muchas amigas, ni gente de confianza en general, y la posibilidad de que eso fuese poco a poco cambiando resultaba enternecedor. ¡Y se estaba acercando!

Contuviste una sonrisa de emoción cuando empezaste a escuchar sus pasos más de cerca. Venía junto a Nicholas, ataviada con ropas orientales de color blanco y azul. ¿También habría elegido su ropa interior a juego? ¿Sería rojo el forro del kimono? Esas preguntas que no sé si partían de ti o de mí, pero que despertaron cierta curiosidad en los dos. ¿También ella habría cuidado el momento con tanto mimo? ¿Se habría molestado en hacer del momento algo especial? Por un lado querías que sí, porque lo era, pero por otro deseabas que no, porque podría convertirse en algo cotidiano. Querías que fuese algo cotidiano. Una amiga a la que ver asiduamente. Te la merecías, además.

Llegó frente a ti, y cerraste el libro casi al momento. Dejándolo en la mesa te levantaste mientras ella saludaba, y te colgaste de su cuello en un abrazo que te hizo sonreír mucho de dolor. Pero también te hizo llorar de felicidad. Bien pensado, habías hecho bien en no maquillarte.

- Bienvenida, Illj... ¿Eso son orejas de conejo?

No era lo único anormal en ella, aunque sí lo más llamativo. De hecho, pasaste por alto el hecho de que al abrazarla tu cabeza se hundía en sus pechos, pero ahora que te fijabas era muy alta. Más alta que cualquier mujer que hubieses visto hasta el momento, en realidad, y aun por encima llevaba tacones. ¿Tendría también colita de conejo? ¡Un pomponcito!

Ese pensamiento fue total y absolutamente tuyo. Yo no tuve nada que ver.

Terminaste invitándola a tomar asiento. Ella se disculpó por no haber contestado y, a cambio, ofrecía tributo en forma de regalo. La miraste con cierta desconfianza, frunciendo los labios. ¿Tenías que regalarle algo? ¡No habías comprado nada! También podrías haberle pintado algo, pero habías pasado bastante poco por tu estudio últimamente -a veces un poco al atardecer, o ya en la noche-, pero el riesgo de mancharte era algo que habías tomado por inasumible.

- Yo... No tengo nada, pero toma este libro -dijiste-. Va de conejos que llegan tarde, y de las fantásticas aventuras de una buena fiesta del té. Aunque seguro que ya lo conoces.

Se lo tendiste con cierta timidez, pero no tardaste demasiado en abalanzarte sobre la caja. La abriste con ansia y descubriste en su interior un reloj de collar. La miraste con suspicacia. Nunca habías pensado en un reloj de collar, entre otras cosas porque acabaría molestando entre tus pechos o no podrías llegar a mirarlo. Tampoco querías dar una excusa a las miradas lascivas, pero... Te lo pusiste al momento. También encontraste la carta.

- Esto es juego sucio.
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Mar 20 Abr 2021 - 12:45}

El abrazo le cogió por sorpresa. Sin embargo, lo devolvió al instante. ¡Era pequeñita! O ella muy grande. Pero se colgó de ella con entusiasmo y no pudo sino rodearla mientras se reía. Ella también se alegraba de conocerla al fin. Era mucho mejor de lo que había imaginado y lo cierto es que lo había imaginado bastante.

Un momento perfecto, que se deslizaba como mermelada sobre la primera tostada de la mañana. Dulce y sin esfuerzo. Un buen momento. El abrazo se rompió en cuanto notó sus orejas. La conejita se inclinó para que pudiera tocarlas si gustaba.

-Sip. La colita va a juego. Mi abuela era una mink, mi padre medio y a mí me ha tocado ser simplemente adorable.

Era la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. En realidad, había más cosas que había heredado, tanto de su padre como de su abuela, pero nada que quisiera sacar a relucir en las primeras impresiones. ¿Podían considerarse primeras impresiones? Recordaba la imagen mental que se había formado tras la primera carta. Tan diferente y tan parecida a la vez. Sus manos eran exactas a las que se había imaginado. ¿Todo lo demás? Nunca podría haberlo adivinado. Lo prefería así.

Aceptó el libro, aunque no quería que pensara que le había llevado el regalo buscando otro. Solo quería hacérselo, pero lógicamente no podía rechazar el suyo. Además, las ilustraciones eran exquisitas y la historia una que le encantaba. Lo guardó con delicadeza en su bolsa mientras sonreía encantada.

-No por conocerlo me gusta menos. Muchas gracias, Alice.

Ella también podía ser una señorita cuando se lo proponía. Observó con atención cómo se ponía su reloj, deleitándose con su reacción hasta que no pudo evitar echarse a reír. Oh, había salido a la perfección.

-Ey, nunca dije que jugase limpio. Pero me alegro de que te guste.

Dio un sorbo al té y los ojos se le agrandaron. Era bueno, muy bueno. De hecho, ahora que se fijaba, cada detalle de la mesa a la que estaba sentada estaba cuidado con ojo crítico y experto. El olor de las pastas le hacía la boca agua y las botellas de vino eran de calidad. Se arrebujó en la silla, completamente a gusto. No contaba con tan buen recibimiento, pero desde luego lo agradecía.

-Gracias por el desayuno. Hoy no había comido nada, así que viene bien. El té está delicioso, me encanta. Y… me alegro de haber llegado. Y de conocerte, por fin. Es un placer, Alice.


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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Mar 20 Abr 2021 - 16:14}

- ¿Mink? -Parpadeaste, incrédula. Nunca habías escuchado esa palabra antes, mucho menos podrías haber imaginado que algo produjese, por herencia parental, que se desarrollasen orejas de animal-. Bueno, supongo que adorable sí que eres. ¿Pero no es molesto para sentarse?

Era adorable. Todo en ella decía suave, y lo que no mullido. No sabías qué era un mink, pero a falta de más datos trataste de asumir que sería alguna clase de fauno, o ninfa peluda. En el caso de Illje, le había tocado nacer como conejita, aunque te preguntaste varias veces si sería menos adorable con algún otro animal. ¿Cuernecillos de cabra? ¿Tal vez unas orejitas de gato? ¿Orejas de sabueso? Sí, definitivamente, esas le habrían quedado algo mal con el pelo rosa. Y con la cara. Y en general. Los sabuesos eran probablemente los perros más feos después de los carlinos -si bien los bull terrier entraban en el podio muy de cerca-, aunque en realidad, te planteaste que si alguien podría vestir esas orejonas horribles y lucirlas como el mejor de los vestidos, esa fácilmente sería Illje.

Leíste la carta en cuanto la tuviste entre las manos, lanzándole miradas suspicaces a cada instante. "Así que cuando la lea será tarde", pensaste, frunciendo los labios en un momento determinado. ¿Tarde para qué? La estabas leyendo justo a tiempo, que era cuando debía ser. Además, te gustaba su letra. Era firme y llena de filigranas, cuidada y de eles largas, como orejitas de conejo. Ahora lo entendías. También te alegró saber que no se había tatuado la pierna en medio de un frenesí creativo. Aunque habría sido apoteósico verla enseñarte el muslo a través del kimono para mostrar la pieza, lo cierto era que te inspiraba mucha más confianza sabiendo que no iba tatuándose por impulso. Al menos no esa vez.

- Yo estaba esperándote para desayunar -contestaste-. Estaba a punto de empezar sin ti, pero has aparecido justo a tiempo.

Doblaste la carta de vuelta y la guardaste en el interior del reloj. Tal vez no estabas segura de ser la otra cara de una moneda con orejas de conejo -aunque te hacía cierta gracia la idea de ser la cruz con colita de pompón-, pero sí estabas segura de que esa carta era lo más valioso que tenías. No tenías tanto cariño a tus padres y no tenías una fotografía de Eli que meter -de hecho, tal vez si volvieses a verla hoy no la reconocerías-, por lo que Illje se había ganado el puesto de lo más parecido a una amiga que tenías. No, no parecido. Era tu amiga. Te había llamado ignorante y te había dicho que podía tatuarte. Solo por esa vez, decidí no quejarme. No es como si pudieses escucharme tampoco, pero lo cierto es que lo de la pluma de acuarela resultaba interesante. Me gustan las plumas.

- Es lógico que te encante, en esta casa solo entra lo mejor. -Espera. ¿Le guiñaste el ojo? ¡Le guiñaste el ojo!-. Algo bueno tenía que tener el dinero, ¿no? -Echaste la cabeza atrás, con cierto orgullo. No podrías haber reunido en diez vidas lo que te había costado levantar la villa y restaurar sus edificios, pero habías recuperado casi toda la inversión en cinco años. En poco menos de uno más podrías dejar de gastar tus ahorros-. Para algo que sirve... Buen té y mejores pastas.

El dinero no compraba amigos, ni arreglaba tu enfermedad. Podía pagar criados que te ayudasen, gente que se ocupase de cargarte cuando te rompías y gente que te facilitase las cosas, pero el dolor no se iba por mucho que pagases. Pero claro, mejor tenerlo y poder comprar cojines mullidos que llorar sobre un cartón, ¿no?
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Jue 22 Abr 2021 - 22:47}

-Significa humanos peludos.- comentó con una pequeña sonrisa. No se le había pasado por la cabeza que podía no conocer la palabra, pero lo cierto era que fuera de Zou no había tantos de los suyos. Ni siquiera estaba segura de que debiera llamarlos así, dado que ella era solo un cuarto y nunca había vivido en la isla. Su cultura en ese sentido era poco más que los breves encuentros con su padre y lo que había sacado de los libros.- En realidad somos una raza propia; grandes guerreros, de corazón fuerte. Zou es nuestra isla natal, se encuentra a lomos de un enorme elefante llamado Zunisha.- Hizo una pequeña pausa y se removió un poco en la silla.- No, por lo general no molesta. Aunque es un poco como respirar, en cuanto piensas en ello no puedes dejar de notarlo y a veces roza contra el respaldo.

Probó una de las pastas y en seguida la había devorado. Estaban ricas y muy frescas. No pudo evitarlo, le gustó que hubiera esperado por ella para desayunar. Claro que eso le despertaba preguntas, porque Alice no sabía qué día iba a llegar y la única manera de esperarla era… bueno, o hacerlo todos los días o acertar a la primera y mentir. Y aunque estaba segura de que a Alice se le daría genial mentir si quería, no creía que le estuviera mintiendo Al fin y al cabo, no tenía motivos para ello. No sabía de dónde salía esa creencia, pero le daba la impresión de ser así. Le gustaba. Hacía mucho tiempo que nadie se tomaba tantas molestias por ella y es que cuando estaba de viaje costaba aparcar un par de horas para mimarse como se merecía. Agarró un bollito relleno de crema, ufana y contenta.

Se echó a reír al escucharla. Sí, tenía razón. Solo entraba lo mejor y por eso ella estaba ahí. Iba a juego con los deliciosos pasteles y los vestidos y el vino de calidad. Era fácil cogerle cariño a Alice cuando tenían tantas cosas en común. En un arrebato, cambió sus patines de los tacones a las ruedas finas y tras dejar su taza con delicadeza en la mesa, la recorrió de un solo impulso para quedarse a su lado. Le hizo un gesto al mayordomo para que moviera la silla y volvió a sentarse allí. Todavía sonriendo con ilusión, abrió la cartera que había traído consigo.

-Tienes razón, pero por suerte para ti, esto no va a costarte ni un solo berrie.- Poco a poco, empezó a sacar sus pinturas y a colocarlas en la mesa. No es que pensara empezar aquí y ahora, pero quería enseñárselas. Los colores eran vibrantes y llamaban la atención con cada tono del arcoíris puesto entre ellas.

-Si te soy sincera… me alegro de que me dejes hacer esto. Será hermoso, te lo prometo.


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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Dom 25 Abr 2021 - 15:08}

Cuando te explicó lo que eran los minks arqueaste una ceja, mirando de refilón sus brazos. No tenía ninguna marca de depilación reciente, pero claro, ya había explicado que en su caso era una cuarta parte, traduciéndose en orejitas adorables y un pompón en el trasero. Te reíste cuando aclaró que era como respirar, aunque te molestó darte cuenta de que estabas respirando; más te molestó al entrarte hipo, pero te echaste a reír. De hecho, cada vez que el hipo iba interrumpiendo tu risa te reías con más fuerza... Hasta que fue molesto, por lo menos.

Pediste agua con un gesto de la mano, y Nicholas te sirvió un vaso de inmediato. Illje iba comiendo una pasta mientras tú tratabas de sorber entre la risa y el hipo. No sé cómo no provocaste un desastre encima de la mesa pero, contra todo pronóstico, lograste calmarte lo suficiente como para que solo quedara una risita residual y dolor a la altura del diafragma. Aunque, igual que respirar, el dolor parecía desvanecerse cuando dejabas de pensar en él. Una vez te acostumbrabas, no importaba. Hasta que pensabas en ello. Se te escapó una sonrisa vacía.

- Con lo que me estás costando en pastas, solo faltaría -contestaste, sacándole la lengua, pero te quedaste de piedra al ver los botecillos de tinta. No parecían una infinidad, pero como pintora sabías que un pequeño bote de pigmento bien usado servía para un montón de cosas. En el caso de la piel no tenías muy claro si funcionaría del mismo modo, pero con lo que había debía ser más que suficiente-. Son preciosos -dijiste, con los ojos llenos de luz.

No era como si quisieses empezar al momento, pero tu primer impulso fue coger un botecillo. Esperaste unos segundos, mirándola, y agarraste el más bonito de todos; curiosamente uno rosa. Parecía hacer olas a intervalos regulares, como si tuviese alguna clase de degradado interno un tanto extraño, pero al mismo tiempo muy mágico. Te recordaba a los esmaltes de uñas, pero al mismo tiempo no. Era muy raro.

- Es una oferta un tanto descarada a una dama, ¿no crees? -preguntaste, con fingida inocencia-. Acabamos de conocernos y ya piensas en que me desnude para ti.

Decidiste no abrir el vino. Si iba a tatuarte pronto era lo que peor te venía. De hecho, teniendo en cuenta las tonterías que estabas diciendo, lo peor que podías hacer en ese momento era tomar algo que te hiciese parecer más borracha. Además, el verde esmeralda era más bonito.
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Vie 30 Abr 2021 - 11:28}

La risa era contagiosa. La de Alice, más. En cuanto empezó a hipar Illje no pudo contenerse y en cuestión de segundos estaban las dos riendo a carcajadas como idiotas. Era la clase de risa tonta que hace que te duela el estómago y te preguntes de qué te estás riendo con tantas ganas, ¡si no hacía ni tanta gracia! Pero no podía parar y para cuando la risa murió por su propio pie, se sentía genial. Simplemente, genial. Ella también pidió un vaso de agua al mayordomo, que no parecía ser capaz de sonreír o, por decir algo, tener alma. Cumplía todas las órdenes al instante e Illje no sabía si admirarle o compadecerle.

Se centró en Alice y en los botecitos de tinta. Sí, eran preciosos. Y pequeños también, porque la tinta era cara. La buena, al menos. Y la de color, todavía más.

-Siempre me aseguro de comprar tinta de calidad. He visto tatuajes infectados por tratar de ser tacaño en tinta antes y me dan escalofríos cuando lo pienso. Además, todo buen perfume viene en frasco pequeño. Estos no huelen, pero seguro que aplica igual.

Miró con curiosidad mientras ella cogía el botecito rosa. Sus ojos se desviaron casi sin darse cuenta hasta su clavícula. Era tan blanca… iba a tener que rodear al rosa de alguna sombra para que destacase o se perdería entre su piel. Pero no pasaba nada, contaba con eso. Sin delineado y quitando el negro de la ecuación, los colores quedarían hermosos incluso si parecían fundirse con su tono. Al amanecer y al atardecer sería cuando más bonitos se veían, en contraste con la luz anaranjada. Sonrió. No podía esperar para verlo.

Iba a proponerle empezar cuando una sombra plateada apareció de la nada y le tiró al suelo. La conejita cayó de la silla, embestida por el Lobot, que había terminado de investigar los alrededores. Se echó a reír mientras le acariciaba las orejitas. Se había separado de ella en la puerta para dar una vuelta a la propiedad, intuía que para poder avisarla en caso de amenaza. Le gustaba hacer esas cosas, a su lobito malcriado. Se puso en pie y le hizo dar la vuelta para mirar a Alice. Se agachó al lado del lobo y acariciándole el lomo, le levantó un poco la cabeza para que Alice pudiera ver los rubíes.

-Te presento a Edipo, mi lobito robot. Te dije que los rubíes le sentaban de muerte, tenías razón.

La tenía. Edipo era una puta cara y en contraste con el metal plateado las joyas resaltaban una barbaridad, pero en el buen sentido. Illje regresó a su asiento y volvió a colocar cuidadosamente todas las botellitas de pimiento. El lobito se sentó y se quedó a su lado, apoyando la cabeza en su pierna. Menudo niño mimado.


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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Vie 30 Abr 2021 - 16:39}

- Por eso yo no crecí más -respondiste. En realidad probablemente tuviese más que ver en eso tu enfermedad que otra cosa, pero tampoco se podía decir que estuviese tan mal, ¿no? Como mínimo eras más guapa que Eli, y Eli era muy guapa.

Illje había comprado tinta de gran calidad; incluso tú te dabas cuenta de ello, y entendías el motivo. Por fortuna nunca te había sucedido, pero al final del día un tatuaje era esencialmente una herida abierta que requería cuidado y mimo; también mientras te la hacían. Las agujas debían ser nuevas, la sala estar perfectamente limpia, las manos del -la, en este caso- artista desinfectadas y el lienzo de la modelo absolutamente aseado. En principio, parecía que todo podía llegar a cumplirse ese día; Illje había resultado ser mucho más pulcra de lo que habrías llegado a imaginar cuando la pensabas ensayando diseños sobre su propia pierna y, aunque parecía igual de hiperactiva, sabía de lo que hablaba.

Por un momento, mientras estabas dejando el bote de pintura sobre la mesa, sentiste la mirada de la conejita clavada en ti. Sonreíste internamente; en cierto modo te gustaban algunas miradas furtivas. No todas, casi ninguna... Pero las de una amiga siempre podían verse más como un halago que como una amenaza. Ibas a hacerle un comentario mordaz al respecto, pero cuando estabas a punto de abrir la boca la sombra de un animal se abalanzó sobre su cuerpo, derribándola. Sacaste por puro instinto un cuchillo de bajo la falda, pero para cuando razonaste que no podrías atravesar el metal de su cuerpo Illje te estaba presentando a Edipo, y tus ojos se abrieron como platos.

- ¡Oh Dios santo! -exclamaste. Tal vez tu tono fue extraordinariamente agudo, pero ni te diste cuenta-. ¡Es adorable! ¿Has fabricado un lobot? -Lobot era una apocopación de lobo y robot un tanto estúpida, pero la habías dicho. No sé cómo se te pudo ocurrir, pero ahí estaba: Había ocurrido-. Y sí, definitivamente le quedan muy bien los rubíes. -La miraste fijamente por un instante-. ¿Puedo tocarlo?

Sentías mucha curiosidad, y si ella te lo permitía -y el animal no te rugía- le rascarías detrás de las orejas y la tripita. Seguramente su tacto no sería similar a ningún animal que hubieses tocado hasta el momento, pero aun así si se comportaba como un perro nada apuntaba a que no fuesen a gustarle las cosquillas en el mismo sitio, ¿no?
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Dom 2 Mayo 2021 - 11:23}

No perdió ojo del cuchillo. Apareció de repente, debajo de la falda, ante la vista del peligro. Claro que Edipo no era un peligro, pero eso ella no lo sabía. Tan solo había visto una sombra extraña y antes de razonar de qué se trataba se había lanzado a protegerlas a las dos. Illje sonrió de oreja a oreja, halagada. Esa reacción más que nada le decía que ambas tenían en común más de lo que se había imaginado.

La alarma y la precaución pronto se fueron volando. No había desconfianza que pudiera aguantar los ojitos de su lobot y esta vez no fue la excepción. ¡Entendió en seguida lo que era! La conejita asintió vigorosamente, encantada.

-¡Exacto! Y claro, siempre que te deje. ¿Tú qué dices, vas a portarte bien?

Al contrario que Alice, Edipo todavía tenía un rastro de desconfianza en el rostro. Solo un poco, porque a la vez movía la cola de lado a lado encantado con la atención. Menudo traste. Illje se sentó a su lado, el kimono desparramándose por la hierba, y comenzó a acariciarle el lomo tranquilamente. No era cálido exactamente, tampoco frío. La textura que había tallado para similar el pelaje que tendría normalmente no era rugosa sino suave entre cada cresta.

Agarró con cuidado una de las manos de Alice y se la posó en la cabeza a Edipo para que pudiera acariciarle ella también. No se apartó de su lado, porque sabía que al condenado hijo de mamá le tranquilizaba que no se fuera muy lejos. Así, Alice sería capaz de mimarlo todo lo que quisiera y más.

-En realidad, además de hacer de mascota es una asistenta genial. Me despierta, me trae cosas y coordina los robots de limpieza para que ordenen cuando no estoy. Lo cierto es que le quiero un montón.

Sin Edipo, se sentiría sola. No siempre, pero algunos días. No era la primera vez que lo pensaba y siempre le molestaba un poquito, una picazón en el pecho a la que trataba de no prestar atención. Tenía demasiado que hacer como para preocuparse por no tener gente a su alrededor. Además, había conocido a Alice. ¿Qué probabilidad había de que eso sucediera? Pero había sucedido y estar allí, al sol, con ella, le hacía feliz. Le daba ganas de sonreír.

De repente, se acordó de lo que estaban hablando antes de que Edipo interrumpiera. Miró a su alrededor y entendió que pese a que le encantaría, allí no podía hacerle el tatuaje. Era cuestión de tiempo que el polvo o una mosca inepta aparecieran.

-Alice, ¿me enseñarías tu casa? Si te apetece, podemos empezar con el tatuaje en alguna habitación.

En realidad, no necesitaba mucho espacio. Una superficie horizontal para colocar sus cosas, desinfectantes y entumecedores inlcuidos y un sofá o algo parecido para que ella se tumbase. La que ella prefiriera estaría bien. Además, tenía curiosidad de ver cómo era la enorme casona por dentro. ¿Estaría también ella sola en semejante lugar? No sabía si estaba preparada para conocer a los padres de nadie. En cualquier caso, le seguiría. Era lo que más le apetecía hacer.


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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Dom 2 Mayo 2021 - 12:47}

Volviste a dejar el cuchillo en su sitio. El movimiento había sido tal vez precipitado, haciendo que el hombro te doliese un poco. Aun así la ilusión por acariciar al animal hizo que apenas reparases en ello, pese a que parecía sentirse todavía algo desconfiado. Eso no te parecía bien en absoluto.

- Ah, así que puedes colarte en mi jardín sin permiso pero luego desconfías tú de mí, ¿ah? -lo reprendiste, aireando la mano con el índice levantado-. ¡Muy mal, Edipo! Muy mal. En mi casa hay que comportarse.

Illje decidió echarte un cable sentándose junto a él, acariciándole el lomo para que se relajase. Tú no sabías mucho de animales, pero tenías claro que las manos siempre debían pasar por debajo de su cabeza para que se sintiesen seguros; y si Edipo era más perro que robot, seguramente también tuviese ese instinto de ponerse nervioso cuando algo le pasaba por encima; ni tú ni él queríais eso. De todos modos, siguiendo ese pequeño paso conseguiste llegar hasta detrás de sus orejas, rascándolo con suavidad. No era blando, ni peludo, ni tus dedos se hundían en su pelaje -que estaba grabado sobre la chapa-, pero resultaba agradable en cierto modo. No era una sensación totalmente natural, sino ajena, pero eso lo hacía sentir a un tiempo extraño y exótico, como una alfombra de tercipelo gastado con tacto frío.

- Nunca habría esperado ver un robotito -dijiste. Aunque sabías que podían existir, teóricamente, organismos artificiales de determinada inteligencia, ver a uno tan de cerca resultaba sorprendente-. ¿Así que tienes problemas con mami? -preguntaste mientras ibas pasando por su cuello, rascando y acariciando. Sonaba como un xilófono-. ¿Quién es el robotito más mono de mamá Illje? -Vale, estabas poniendo tono de idiota. Era un cacho de metal, por el amor de Dios-. Tú... Sí, tú... Tú eres adorable, ¿a que sí?

Illje pareció sentirse un poco celosa. O a lo mejor simplemente se había dado cuenta de que estabas poniendo voz de idiota y quería salvarte. El caso es que preguntó si querías enseñarle la casa, si tenías una habitación vacía... No evitaste fruncir levemente los labios sin dejar de sonreír, dedicándole una mirada pícara a la conejita.

- Claro, sin problema. Hay un montón de sitios donde dejarme marca. -Le guiñaste un ojo. ¿De verdad pretendías hacer algo o solo estabas tomándole el pelo?-. Vamos, te la enseñaré.

Ayudaste a recoger los botecitos de pintura y te levantaste junto a ella, indicándole el camino. Por suerte estabais al borde de la escalera y subir era sencillo. La guiaste hasta la puerta principal, abierta, y a través de cada cuadro que habías pintado desde que estabas allí. Muchos eran irreales paisajes, otros amaneceres y atardeceres de Hallstat; unos pocos, autorretratos. Uno solo, el último que habías pintado en casa.

Le explicaste que tal vez la mansión era demasiado grande para enseñársela entera, pero que era libre de curiosear por ella todo lo que quisiese. Tenías más espacio del que necesitabas, mucho más del que podías usar y al final más de nueve de cada diez habitaciones se usaban muy pocas veces. Pero para el momento elegiste una especial: Paredes azul cielo y paneles de madera blanca, a juego con vuestra ropa, y un tinte azulado en los cristales que dotaba al espacio de una atmósfera mágica. No solías utilizarla, pero en ese momento había una camilla de masajes en el centro y un intrincado sistema para hacer dar buena iluminación blanca a lo que fuera que se tumbase ahí. Sin embargo, en las paredes había amontonados decenas de lienzos y caballetes, cubiertos por sábanas gruesas que evitaban la degradación de tus pinturas.

Sí, te iban a convertir en lienzo en tu propio taller.

- ¿Te parece un buen sitio? -preguntaste. Estaba limpio, era amplio y la iluminación resultaba, al menos para ti, ideal. Solo faltaba el visto bueno de la artista.
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Lun 3 Mayo 2021 - 18:32}

Se rió con ganas al escuchar a Alice reprender a Edipo, pero el animal no pareció amilanarse. Movió las orejas un par de veces y giró la cabeza como si no comprendiera lo que le estaba diciendo. Illje sabía que entendía a la perfección, por lo que solo quedaba razonar que se estaba haciendo el tonto. Sin embargo, le dejó acariciarle incluso después de que Illje apartara la mano discretamente. Pese a que no creía que hubiese funcionado de estar ella fuera de su rango de visión, seguía siendo una victoria. Y él parecía disfrutar los mimos y los halagos. Mentiría si dijera que ella no le hablaba igual a solas, pero ver a Alice haciendo lo mismo era un espectáculo que le alegraba.

Y entonces, vinieron las fichas. La sonrisa de la conejita creció al recibir el guiño y le siguió tranquilamente al interior de la mansión. No estaba segura de si se estaba imaginando el doble sentido de sus palabras. Y si no se lo estaba imaginando, ¿era buena idea? Contrario a lo que pudiera parecer, no quería dejarle marca. Tras las cartas y el rato que habían pasado juntas tenía una idea aproximada de lo que le ocurría a la chica y sabía que por más divertido que pareciera a priori, lo lamentaría horas, si no minutos después. Todo lo bien que se lo pudieran pasar juntas iba a doler como el infierno, vaya. Aunque claro, a Illje no le había dicho nada de su enfermedad y no era quién de decirle qué era bueno para ella. Al final, mientras paseaban cuadro tras cuadro, resolvió pensar en ello una vez hubiera acabado el tatuaje, si volvía a ver una señal parecida. Al fin y al cabo, quizá sí se lo había imaginado.

Las pinturas eran hermosas. Paisajes que no conocía, a los que parecía poder viajar solo con acercar la mano al lienzo un poco más de lo que sería de buena educación. Resistió el impulso, pero no pudo evitar rezagarse unos segundos para ver con más tranquilidad el autoretrato. Era hermoso y de alguna manera, también triste. Le gustaba.

Llegaron al fin a una sala que solo podía definirse como tranquila. Paredes y ventanas azules, suelo blanco a juego con su ropa. Cualquiera diría que no era la elección más adecuada para un taller de pintura, pero imaginó que Alice compartía su afición por las manchas de colores. Al fin y al cabo, los lienzos y caballetes se alineaban en las paredes, aguardando a que el trabajo que iban a llevar a cabo terminase para poder volver a sus anteriores posiciones. Y es que en el centro les esperaba una camilla y una luz, bastante potente. La conejita sonrió y se adelantó para jugar con la posición de la lámpara y empezar a colocar sus instrumentos en una mesita auxiliar que tenía la camilla.

-¡Esto es perfecto! Ven aquí, por favor. Ponte cómoda y descubre la clavícula.

Le dio unos segundos de intimidad mientras se giraba para esterilizar todo a conciencia, sus manos incluidas antes de colocarse un par de guantes blancos de vinilo. Una vez estuviera preparada, pasaría un algodón empapado en alcohol en la zona elegida y pegaría el borrador de lo que se convertiría en tatuaje. Una hermosa y estilizada pluma, en simple tinta azul, se convertiría en el mapa de la obra a pintar.

-¿Qué te parece? Puedo hacerlo más grande o más pequeño. También podemos ajustar la postura, si quieres.

Se preguntaba si debería hablarle de lo otro que había traído. Al final, de forma desinteresada, sacó un tubito de crema.

-Oh, por cierto. Si te interesa, con esto podrás ahorrarte el dolor. Anestesia la zona lo bastante como para que no se sienta la aguja, solo haría falta esperar unos minutos a que hiciera efecto.

En realidad, estaba nueva y la había traído ex profeso para ella, pero decidió ahorrarse ese dato. Era mayorcita para tomar sus propias decisiones.



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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Lun 3 Mayo 2021 - 22:28}

Tu estudio siempre hacía que sonrieses con cierto orgullo. Solías pasar horas en ese lugar, revisando fotos y organizando bodegones. Habías movido los maniquíes al almacén, por suerte, pero también solías simular escenas vivas a través de ellos. En cierto modo, te hacía sentir muy bien que a Illje le hubiesen gustado. No como cuando padre te felicitaba por ello, no como cuando madre elogiaba tu tesón... No. Simplemente, te alegraba que alguien lo apreciase por lo que era. Que fuese ella, era un plus.

Esperaste con paciencia mientras la conejita se encargaba de ponerlo todo a su gusto. Tú podías encargarte de llevar camillas, luces y rollos de papel, pero al final ella también debía estar cómoda. Ajustó su asiento, dejó un sinfín de aparatejos que conocías lejanamente en la mesita auxiliar y adaptó las luces a las necesidades que tenía en ese momento. Probablemente una vez te tumbases necesitara corregir la posición un poco más, pero aun así era bonito de ver; resultaba pulcra y organizada, todo lo que no había parecido al enviar cartas al azar a desconocidos, o al aparecer en una casa tan extraña con apenas un par de rondas de correspondencia. Era una persona muy curiosa, pero estaba claro que había dos caras en ella: Por un lado, la conejita impredecible y caótica que estaba tomando el té contigo, y por el otro la mujer rigurosa que se preparaba para hacerte un tatuaje. No sabías cuál de las dos te gustaba más.

Pero ahí estaba la gracia.

- ¡Claro! -contestaste-. Dame un segundo.

Le diste la espalda. No sabías si el pudor era necesario frente a otra chica, pero lo mantuviste. Desabrochaste el fajín del vestido por un momento y te quitaste las mangas. Por suerte la falda seguía ceñida a la cadera o se te habría caído. Te deshiciste de la camisa meticulosamente, doblándola en ocho partes, y estuviste a punto de ponerte de vuelta las mangas antes de darte cuenta de que tu clavícula estaría cubierta por ellas. Aun así abotonaste de nuevo la cintura, acercándote con cierta vergüenza a ella.

Doblaste tu brazo izquierdo para cubrir tu pecho. No te era tan natural como con el derecho, pero lo necesitabas relajado, así que torpemente desenganchaste el cierre y dejaste que la tira resbalase hacia tu brazo. Tal vez no era necesario tanto margen, pero era ropa a la que le tenías cariño y no querías que se manchase de tinta. Además, ella no tenía por qué ver nada.

- ¿Y si haces dos o tres? Como si se cayesen -sugeriste. Tal vez estabas pidiendo demasiado-. Así pueden bajar sobre el omóplato, y puedes probar varios modelos.

Esperaste a que se decidiese pacientemente, notando el adhesivo con el panel tintado pegarse en tu piel. Era una sensación entre lo desagradable y el placer que no sabrías describir del todo bien. Una vez acabó te tumbaste en la camilla, soltando por fin tus pechos. Menos mal, se te empezaba a cansar el brazo; también rechazaste la anestesia con un gesto.

- Mientras no te apoyes muy fuerte todo irá bien. -Cerraste los ojos, hundiendo la cabeza en el hueco de la camilla, descargando tu cabello sobre el hombro izquierdo-. Las agujas son lo de menos.
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Miér 5 Mayo 2021 - 17:20}

Le dio su privacidad, por supuesto. Espió con el rabillo del ojo pero solo hacia el suelo, para ver cuando cambiaba de postura y se colocaba en la camilla, en caso de que necesitase ayuda. Le pareció bastante cómodo que las mangas del vestido fueran piezas aparte y tomó nota de buscarse algo semejante.

Guardó la anestesia con un simple asentimiento cuando ella la rechazó. No era nadie para negarle ese dolor. Había gente que lo necesitaba como una droga y aunque no creía que fuera su caso, seguía siendo su cuerpo. Existe una relación especial con él y con el cómo lo marcamos. Illje lo sabía y no pensaba contaminar ese proceso. Escuchó su sugerencia y tras pensarlo un poco, borró el primer calco. Pasó un algodón con alcohol para terminar de arrastrar la tinta corrida y agarró un rotulador especial, para esos menesteres. Tenía la punta tremendamente fina, pero era justo lo que necesitaba.

Se inclinó sobre ella con infinito cuidado y poco a poco, empezó a dibujar sobre su piel. La primera pluma quedó ligeramente en diagonal, apuntando hacia su costado. Pronto otras se le unieron, de diferentes tamaños y formas. Algunas perfectamente ordenadas, otras un tanto revueltas. Le pidió que se incorporara un poco para poder acabar el diseño alrededor del hombro. De esta forma, en lugar de quedar aislado en la clavícula, parecía que le estuvieran abrazando. Al final, sonrió y dejó el rotulador. Le enseñó lo que había hecho con ayuda de un espejo y dejó que hiciera las puntualizaciones que considerara. Las tuvo en cuenta e hizo los retoques que hacían falta. Al final, entre ambas lograron un diseño orgánico y hermoso. Pero estaba a punto de serlo todavía más.

Tenía toda la intención de no utilizar tinta negra en el diseño; solo colores para la joven pintora. Agarró primero un azul clarito, casi celeste y tras avisarle, comenzó. Al principio hizo discretamente pequeñas pausas, para que pudiera acostumbrarse a la sensación. Fue alargando poco a poco el tiempo de tatuado, parando solo para cambiar de color. Así, poco a poco, pluma a pluma su trabajo fue cobrando vida.

No sonreía. Cuando trabajaba, su cara era la imagen de la concentración mientras supervisaba cada uno de sus propios movimientos. Pulso de hierro y trazos tan ligeros como la caricia de un colibrí hicieron en el hombro y la clavícula de Alice un diseño espectacular y delicado. Colorido pero no estridente, parecía que alguien acabara de soplar un arcoíris de plumas sobre ella.

Sudaba. No tenía muy claro el tiempo que había pasado. Desinfectó la zona, la cubrió de crema cicatrizante, papel transparente y por fin se permitió sonreír.

-Es precioso. Gracias por dejarme hacer esto.

Era sincera. Sabía que el tatuaje era de ella, pero se lo había pasado tan bien que todavía estaba llena de adrenalina y ver su dibujo en la piel de la jovencita le llenaba de orgullo y alegría.


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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Jue 6 Mayo 2021 - 0:08}

Eso estaba mejor. Relajada sobre la camilla el roce del rotulador iba marcando tu piel con delicadeza. No era doloroso, como casi todo, sino más bien neutro; incluso alcanzarías a decir que resultaba agradable. No sabías del todo bien definir qué era agradable y qué no, a decir verdad; había distintos grados de dolor, algunos menos molestos y otros más, y sensaciones que te hacían sentir cierta placidez, algunas veces haciendo del dolor un precio justo. Otras, uno barato. Tal vez describías así lo agradable: Aquello por lo que valía la pena sufrir. Sí, definitivamente, esa era una buena definición.

Te ladeaste ligeramente para que pudiese dibujar en tu hombro sin complicaciones, y resististe la sonrisa cuando su tinta llegó. La aguja siempre portaba aquella actitud inclemente, zumbando como una abeja sin dejarte un segundo de respiro; se trataba de un dolor plácido, apenas molesto en realidad, pero dolor al fin y al cabo. No te temblaba el cuerpo por él, estabas mentalizada para recibirlo e Illje se movía con minuciosa profesionalidad de un lado a otro de tu hombro, retirando el exceso de tinta y la sangre con delicadeza cuando hacía falta, tomando pausas de vez en cuando que, a decir verdad, te ofendieron un poco.

- Si necesitas descansar tanto te va a costar seguirme el ritmo -insinuaste en una de ellas, con un tono de... ¡Oh dios mío! No estabas insinuando; ¡Te estabas insinuando!

Te costó contener una carcajada. No te habría importado reírte, en realidad, pero si tu cuerpo convulsionaba sería más complicado para la artista tatuarte, e incluso alguna raya podría acabar mal puesta. No te importaría dejarte tatuar toda la espalda por ella, pero si tenías que estamparla de plumas preferías que fuese una decisión consciente más que por cubrir errores de los que eras culpable. Al final del día estos contaban la historia de tu vida; no querías uno tan aleatorio de pronto. Más plumas era una decisión estética; más plumas en mitad de la espalda por un rayón era una mala decisión. Aunque yo creo que le estabas dando demasiadas vueltas; en realidad te preocupaba. ¿Pero el tatuaje o la insinuación?

Cuando todo terminó tuviste mucho cuidado al levantarte. Ibas a pedirle que cerrase el broche de tu sostén, pero por una vergüenza impropia en ti preferiste hacerlo con una sola mano. No fue el espectáculo más erótico del mundo, pero debo reconocer que fue una demostración de flexibilidad fuera de lo común. Aunque, bueno, siempre habías sido muy flexible.

Caminaste hacia el espejo que utilizabas para los autorretratos, un gran panel de cristal decorado con marcos dorados y negros. Antes de verte la espalda percibiste lo extraño que se veía tu pecho con el sujetador a medio poner, así que tomaste la decisión de soltarte ambas tiras. El Apocalipsis no inició, nada escapó de su sitio y la única diferencia fue que no debías intentar corretear o saltar o... Bueno, todo saldría a saludar. Y, al menos para eso, sí eras una dama.

- Gracias a ti -contestaste con sinceridad-. Es el tatuaje más bonito que nunca me han hecho.

La miraste con alegría, olvidando el pudor por un segundo. Solo por un segundo, porque al instante te cubriste con vergüenza el pecho.
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Jue 6 Mayo 2021 - 17:10}

Sus palabras le llegaron como un eco lejano, pero sonrió brevemente antes de seguir tatuando. Podía decir lo que quisiera, pero no iba a dejar que su ego interviniera en cómo hacía su trabajo. En realidad, esas pausas las hacía siempre que tenía la suerte de tatuar a alguien… tuviera permiso o no. De esa forma podía calibrar las reacciones de la persona y al final le había ayudado a mejorar su técnica con la aguja. Cuando empezó, presionaba demasiado. La tinta sangraba y aunque el efecto que hacía podría llamarse de acuarela, no es más que un desastre cuando lo que se pretende es una línea recta. Ahora, podía hacer esbozos tan ligeros que parecían hechos por casualidad, llenos de movimiento y emoción. El dibujo en el hombro de Alice… había resultado ser el ejemplo perfecto.

Mientras la joven se vestía y se miraba al espejo, la conejita aprovechó para levantarse, cerrar los ojos unos segundos y estirarse. No sabía cuánto tiempo llevaba sentada, pero sí que no había sido poco. Luego, comenzó a limpiar pulcramente sus instrumentos y a guardar todos los colores uno a uno. Solo cuando por fin terminó fue al lado de Alice. Le gustaba el espejo en el que se estaba mirando; era grande y elegante.

No pudo evitar sonreír al ver cómo se cubría el pecho. La conejita hizo un gesto tonto con la mano, como quitándole importancia.

-Oh, descuida. Tienes un pecho bonito, no es nada de lo que avergonzarse.

En verdad, entendía el pudor. Y sabía que su respuesta posiblemente no le ayudase para nada a sentirse menos avergonzada. Pero por otro lado, quizá hiciera que se sonrojase más y eso era divertido. Se giró para no reírse y aprovechó para apagar las luces auxiliares y terminar de dejar todo como se lo había encontrado. Ante todo, educación. Luego, volvió a girarse hacia ella y se encogió de hombros.

-¿Qué te parece si estrenamos esa botella de vino que había en el jardín? Tiene buena pinta.

Antes era una mala idea; ahora, solo una interesante. La crema cicatrizante evitaría un desastre rojo sobre la bonita ropa de Alice y si tomaban bastantes copas, pronto el dolor que debía estar sintiendo en el hombro se diluiría en el olvido. Además, podrían brindar y contarse chismes. Y, por último pero no por ello menos importante, era una buena botella de vino. La había visto de reojo y sabía que valía la pena. ¿Qué mejor manera de estrenarla que celebrar un nuevo tatuaje?

-Yo solo tengo dos, pero si quieres… puedo enseñártelos. Así tendremos algo de qué hablar.


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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Jue 6 Mayo 2021 - 18:42}

Probablemente una de las peores cosas que una persona podría escuchar mientras cubría su pecho con pudor era esa. Estaba por debajo de "tranquila, si ya las he visto" o "mejor cúbrelas" -sobre todo de esa última-, pero seguía resultando bastante incómoda.

- Es injusto si yo no veo el tuyo -contestaste casi por instinto, notablemente ruborizada. No entiendo por qué tenías la necesidad constante de llevar la última palabra, pero te iba a traer muchos problemas en el futuro. Aun así no dejaste de cubrirte el pecho con las manos, y previendo que alguien como Illje sería capaz de realmente enseñarte sus pechos saliste disparada por la puerta. Una pena que estuviera cerrada-. ¡Au!

El coscorrón resonó en toda la habitación. Por suerte no te rompiste nada, y repito: por suerte. ¡Por mucha suerte! Casi te caíste al suelo, pero lo evitaste en el último momento. Eso sí, rebotaste de una forma contra la madera que me hizo sentir mareado. Retrocediste con las manos en la cabeza cubriéndote la frente. Lo primero que hiciste fue palparla para comprobar que no había un chichón -igualmente le pondrías hielo, pero si no había era bastante previsible que no saliese-, pero tardaste casi un minuto hasta ser capaz de abrir los ojos, enrojecidos y lagrimeantes.

- ¿Sabes qué? Me vendrá bien esa copa -determinaste, con un hilillo de voz.

Mientras avanzabais hacia la mesita del jardín te desviaste por un pasillo del recibidor, llegando hasta las cocinas. Allí agarraste el primer delantal que pudiste, aunque cuando te viste con el mensaje rosa de "eat my" y la carita de un conejo sobre el tejido blanco te hizo replantearte volver y coger otro, pero por lo menos habías cubierto tu pecho. Lo que no podías cubrir era tu estupefacción segundos antes de darte cuenta de que hablaba de sus dos tatuajes. Eso era lo que quería enseñarte: Sus tatuajes. No había ninguna intención oculta por la que tuvieras que preocuparte.

- Oh, sí... Seguro que sí -contestaste, fingiendo naturalidad no muy bien-. Yo puedo enseñarte también los míos. Pero después del vino.

Llegasteis junto a la mesita donde el vino esperaba y te sentaste allí, respirando tan profundamente como podías para tratar de relajarte, llamando a Nicholas para que se ocupase de abrir la botella. Hacía mucho tiempo que no sentías tanta necesidad de tomarte una copa, pero la ibas a aprovechar al máximo; u corazoncito no podía con tantas emociones.

- ¿Podrías traerme un poco de hielo, Nick? -solicitaste con una sonrisa-. Me he despistado en la cocina y me va a hacer mucha falta. ¿Por favor?
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La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] Empty Re: La fuerza del hábito [Priv Illje - Alice] {Lun 10 Mayo 2021 - 14:01}

Fue a contestarle, seguramente algo ingenioso y lleno de picardía. Seguramente, porque lo que ocurrió en realidad fue que Alice se estampó contra la puerta y la conejita se giró para esconder su sonrisa. Lo que fuera a decir se perdió en el olvido.

Cuando volvió a girar la cabeza unos segundos después la vio con los ojos cerrados, de pie con las manos en la cabeza. Fue hasta ella y se quedó a su lado hasta que abrió los ojos, un tanto preocupada. Tuvo que morderse la lengua y apretar las manos para no tratar de asegurarse de que estaba bien. Tenía la sensación de que no le gustaría que se pasara; a poca gente le gustan las enfermeras, por lo menos en su hábitat natural. Pese al fetiche, las de verdad estaban tristemente poco apreciadas.

Por suerte, estaba bien. Dolorida, pero nada que una buena copa de vino no pudiera paliar. Sonrió aliviada y salió de la habitación acompañándola. Miró a su alrededor intrigada cuando llegaron a las cocinas y no pudo evitar reírse al ver el delantal. Quería robárselo y no solo para que siguiera adorablemente ruborizada; con ese conejo y esos colores, debería ser suyo. Sin embargo, lo dejó estar sin decir nada y pronto estuvieron de vuelta en el jardín.

Mientras Nick iba a por el hielo, Illje sirvió dos generosas copas y le tendió una con una pequeña sonrisa. Todavía parecía algo alterada, pero no podía reprochárselo. Por suerte, allá fuera todo estaba calmado y era cuestión de tiempo que la tranquilidad regresara. Ya era casi mediodía y el sol calentaba los jardines dejándolo todo dorado y agradable. Illje se recostó en su silla al lado de Alice y suspiró mientras daba un sorbito al vino. Sabía tan bueno como había imaginado.

No pasó mucho hasta que el mayordomo regresó con el hielo. La conejita lo tomó con una sonrisa y colocó algunas de las piedras en una de las elegantes servilletas de tela. Un par de ágiles movimientos, un nudo y un lacito y en seguida había una bolsita helada que no tardó en poner con delicadeza en la frente de Alice.

-Solo por si acaso.- comentó antes de volver a su sitio.- Los moratones pueden ser un… dolor de cabeza, pero con esto al menos te ahorras el chichón.

Se dio cuenta del mal chiste después de hacerlo y se llevó la palma a la cara, sin soltar nada más al respecto que un gruñido y otro sorbo de vino. Oh, definitivamente hacía falta. Luego se acordó de lo que le había dicho antes y dejó con cuidado la copa en la mesa, antes de girarse para que Alice le viera la espalda… y la nuca.

-El otro realmente no es apenas bonito, así que prefiero empezar con este.

Se apartó un par de pelos rebeldes con delicadeza y dejó a la vista las dos delicadas flores rojas, talladas a cuchillo en su piel.

-Sé que técnicamente no es un tatuaje, pero siempre me ha gustado así que… quería enseñártelo. Me la hizo mi… maestro, ya hace muchos años. Se le daba bien todo lo que tuviera filo.

Era cierto. El viejo samurái tenía la paciencia para hacer cortes milimétricos y dibujos hermosos. En cuanto le había visto realizar uno por primera vez, le había pedido que la marcara de la misma manera. Años después, cuando el hombre ya estaba muerto y enterrado, se alegraba de tener ese pequeño y bonito recuerdo de los años que había pasado con él. Además, resultaba un excelente tema de conversación. O por lo menos, eso pensaba la conejita.


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