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Historias ocultas Empty Historias ocultas {Lun 6 Nov 2023 - 18:16}

CAPÍTULO 1
-¿Y eso cómo hace que te sientas? -preguntó Justin mirándolo directamente a los ojos.

Incomodidad. No podía describirlo de otra forma. No sabía cómo, pero aquel hombre había conseguido atravesar el blindaje emocional de Rokuro, consiguiendo que se desahogara con él. A ojos del ninja, toda una proeza. Pero una proeza que le incomodaba.

-La verdad es que no lo sé -admitió, sincero-. Hay días en los que preferiría no seguir ciertas órdenes, pero siempre he sido capaz de llevarlas a cabo. Siempre. Y no te hablo solo desde que me uní al Cipher Pol, incluso desde antes. Bueno, tienes mi expediente, sabes de lo que te hablo.

-Sí, pero me gustaría que me lo contases tú.

Rokuro suspiró. Se encogió de hombros y reposó la espalda en el cómodo sofá en el que estaba sentado. ¿De qué le iba a servir hablar sobre su pasado en Yakubogashima? Sí, había sufrido un ataque durante la última misión. Lo aceptaba. Lo había aceptado desde el primer momento. Pero hablar de la nación ninja... Aquello le sobrepasaba.

-Preferiría no hacerlo -Agachó la cabeza, ligeramente avergonzado-. Quizás otro día, ¿vale?

-Está bien -dijo Justin. Hizo unas pocas anotaciones en su cuaderno y lo cerró-. Pero en algún momento tendremos que hablar de ello, lo sabes. Desde que ocurrió el... incidente, has avanzado mucho, pero para que pueda seguir ayudándote necesitas abrirte. Tú solo piénsalo, ¿vale? Si quieres puedes irte, nos vemos en la próxima sesión.

Rokuro se puso en pie y se despidió realizando un pequeño gesto con la cabeza. Justin le devolvió una cálida sonrisa y le abrió la puerta. Una vez fuera, se sintió algo perdido. "Es un buen hombre" se dijo mientras paseaba, deambulando, alargando el camino hasta su estancia. Sabaody era un lugar agradable, o al menos algunos de sus manglares lo eran. Lo consideraba un lugar adecuado para su retiro temporal.

Porque había solicitado la baja voluntaria a la agencia.

Hacía pocas semanas, Rokuro había sufrido una situación demasiado estresante durante una de sus misiones. En aquel momento, parecía que el mundo se le caía encima, y padeció un cuadro de ansiedad bastante grave, o eso dijeron los expertos.

Normalmente los altos cargos no se preocupaban en exceso de la salud mental de sus agentes. Se contentaban conque fuesen diligentes y capaces de no revelar información delicada, así que mientras no cagasen las misiones podían perder la cabeza. Había habido casos de esquizofrénicos con tendencias autodestructivas que ostentaban cargos importantes, pero Rokuro no quería acabar así. Sabía que algo no estaba bien con él y necesitaba ponerle solución. No creía que el trabajo fuese la causa de sus problemas. Quizás fuera un detonante, pero no el causante. Aun así, tomó la difícil decisión de poner tierra de por medio y solicitar una baja.

Para tener un trabajo de funcionario sus condiciones laborales eran un tanto penosas. Exceptuando el sueldo, apenas si tenía derechos. Siempre lo había sabido, pero hasta el momento no se había encontrado en una situación que realmente le perjudicase. Le costó horrores que le permitieran abandonar el cuerpo de forma temporal, y todo bajo la condición de que debía visitar de forma periódica y rutinaria al excelentísimo Justin Delaoca, el jefe del departamento de salud mental del Cipher Pol. Resultaba curioso que tuvieran en la agencia un departamento de ese tipo sabiendo la poca importancia que le daban los oficiales al tema. Por suerte, aquella era la salida de Rokuro para lograr un descanso indefinido de sus labores. Un tiempo que usaría para desconectar y solucionar sus problemas.

Las sesiones con Justin parecían ser útiles. Rokuro siempre se había mostrado receloso ante los desconocidos, aunque trabajasen para el Gobierno Mundial. Sí, había aprendido a confiar en la gente, pero para eso los demás tenían que ganarse primero su confianza. Sin embargo, a los pocos minutos de la primera sesión, Justin consiguió que Rokuro le contase todo lo sucedido en el incidente. No solo eso, sino que logró que hablase sobre sus experiencias en el cuerpo y sus relaciones con los demás compañeros, que nunca habían sido demasiado buenas. Incluso hizo que le contase sus sensaciones respecto al hecho de no haber ascendido aun habiendo trabajado tan duro. Sabía que no era bien recibido para algunas personas; no había realizado el extenuante entrenamiento desde niño que la gran mayoría había recibido. Se había unido hacía relativamente poco tiempo, comparado con los otros agentes, y a muchos no les hacía gracia. Rokuro lo sabía y lo aceptaba, pero aun así no podía evitar sentir malestar por el desprecio que recibía. Por eso, el poder expresarlo ante Justin, resultaba aliviador.

Y con todo, aún no había encontrado la fuente de sus problemas. Sí, hablar con Justin ayudaba, pero al salir de la sesión se sentía igual de desubicado que al principio. Desahogarse no solucionaba todos sus problemas, y no estaba seguro de como atajarlo todo. El psicólogo le había dado alguna pauta de meditación, y le recomendó leer unos textos sobre la ansiedad, pero a la hora de seguir sus prácticas resultó una tarea de lo más insulsa.

Siguió andando, sabiendo que solo estaba alargando la inevitable llegada a la casa que había alquilado, una pequeña estructura, simple, capaz de alojar a una persona, sus pocas pertenencias y que permitía el acceso a comodidades básicas como un baño o una cocina. En realidad, era un cuchitril, pero estaba alejado de los bloques de viviendas y, más importante, alejado de las zonas más peligrosas de la isla. No le daban miedo los malos barrios del lugar; su trabajo consistía en buscar problemas en las zonas más problemáticas del mundo, quizás por eso prefería evitar alojarse en zonas similares.

Cuando llegó a su casa abrió la nevera, estudiando por décima vez en el día su contenido aún sabiendo que no había cambiado. La cerró, sin ganas de comer algo, y se dirigió a la habitación contigua que era su dormitorio. Se sentó en el borde de la cama y se frotó las sienes, masajeándolas, intentando relajarse.

De pronto, el sonido de un cristal rompiéndose le hizo volver la vista lo suficiente para ver como un proyectil pasaba al lado de su rostro, trazando un pequeño corte del que manaba sangre a su paso. El proyectil se clavó en la pared detrás suyo, pero Rokuro ya se había levantado, directo a la ventana en busca del lanzador. Dedicó un tiempo prudencial a estudiar el exterior desde la ventana, pero no encontró nada sospechoso. Volvió al interior y se dirigió al proyectil: un kunai con una nota atada en la anilla. La desató, desdobló el papel y leyó.

HOY, MEDIANOCHE
PARQUE DE ATRACCIONES
NO FALTES

"No puede ser" pensó, fatídico, comprendiendo que su fin estaba cerca.

CAPÍTULO 2
Para Rokuro, una de las peores cosas de haberse criado en una aldea ninja era saber que, si alguien se había tomado tantas molestias para enviar una mortífera citación, tú debías acudir al encuentro.

No estaba seguro de quién podría haberle dejado el mensaje, pero tenía ciertas sospechas. El kunai, la forma de desaparecer sin dejar rastro... Aquello había sido obra de un ninja, uno particularmente hábil si había conseguido acercarse tanto sin dejarse ver, aunque Rokuro no estuviera con la guardia alta. No se trataba solo de los últimos días, dónde por su cabeza solo rondaban preocupaciones relacionadas al incidente, sino que desde hacía un tiempo se había relajado respecto a su antiguo yo. De joven había aprendido a dormir con un ojo abierto, ya que era parte de su entrenamiento, pero el Cipher Pol no lo había necesitado; no aparecían instructores a horas intempestivas de la noche con la intención de matarte. Era una de las pocas ventajas que ofrecía la agencia en comparación a Yakubogashima.

"Tendré que apostar guardias" se dijo, asumiendo que debía de solucionar ese mal hábito de relajarse que había adquirido. Sacó de uno de sus bolsillos un pergamino y lo extendió sobre el suelo. En él habían dibujados varios perros, de distintos tamaños y razas. También extrajo otro pergamino y lo extendió de la misma forma. A diferencia del primero, en este habían dibujados una serie de cuervos, todos negros. Apoyó cada una de sus manos sobre un pergamino, y al momento los dibujos empezaron a empujar hacia arriba, creciendo y separándose de los pergaminos. En un momento, habían aparecido ante él cuatro perros y ocho cuervos, todos creaciones suyas.
-Vuestro cometido será vigilarme a mí y vigilar esta casa -ordenó-. Os dividiréis en dos grupos, formados por dos perro y cuatro cuervos cada uno. Mientras yo esté aquí dentro, aguardareis fuera de la casa, vigilantes, y si veis o sentís algo sospechoso me lo haréis saber. Primero ladrad o graznad, alto y bien fuerte, y después venís a buscarme. Si veis que corro algún peligro físico, debéis defenderme.

Los dibujos parecieron asentir y en un instante se movieron siguiendo sus indicaciones. A continuación, sacó un baúl de debajo de su cama. Lo abrió y comenzó a extraer varias armas arrojadizas, unos pocos sellos explosivos, sus ropas ninja y a Susurro de Oscuridad, la shinobigatana que se había llevado consigo al abandonar la isla.

Sujetó la espada, desenvainándola y observándola como si fuera la primera vez. La hoja no poseía ninguna ondulación, al contrario que la mayoría de las espadas de ese estilo, sino que poseía una línea recta que la cruzaba al completo, de arriba abajo. El cuero rojo del mango, que en otra ocasión hubiera sido reconfortante al tacto, ahora mismo le causaba rechazo. "No, todavía no" pensó mientras envainaba el arma y volvía a dejarla en el baúl.

CAPÍTULO 3
Hacía ya varias horas desde la puesta de sol. Rokuro se había vestido con sus ropas ninja, compuestas por el ceñido traje negro bajo una armadura ligera, las vendas blancas alrededor de los brazos y el rostro, y la capa rojo sangre, para subir a los tejados de Sabaody. Se encontraba apoyado en el borde de una azotea, sobre una calle poco transitada y mal iluminada. Abajo, dos de sus perros corrían, buscando cualquier posible peligro, mientras los cuervos del grupo sobrevolaban la zona o se posaban en los tejados, cumpliendo sus órdenes.

Rokuro sintió un pequeño golpe en un bolsillo situado a la altura de su pecho, y al momento asomó la cabeza de un pequeño Takarashi. El águila chilló levemente, como quejándose, mientras lanzaba miradas a los cuervos que volaban alrededor.

-Ya lo hemos hablado -le explicó Rokuro-. No estamos en una misión, y no siempre tienes que estar cubriéndome las espaldas. Por una vez, aprovecha tú que puedes y descansa; te lo mereces.

Parecía que el pequeño águila iba a protestar, pero volvió a meter la cabeza del tamaño de una avellana en el bolsillo y se arrebujó. Takarashi siempre había estado ahí para Rokuro, y este lo agradecía desde lo más hondo de su corazón, pero no le gustaba abusar de su servicial amigo. Ahora que no tenía que hacer frente a misiones del Cipher Pol, pensaba dejar que el plumífero disfrutase de unas buenas vacaciones.

"Ya va siendo hora" decidió. Recordando su entrenamiento, hizo acopio de las sombras a su alrededor para envolverse en ellas. Las sombras, más similares a brumas oscuras, comenzaron a girar en torno a él, hasta cubrirlo por completo dejándolo oculto bajo una capa de oscuridad. Su ropa, su pelo e incluso su piel, todo él, se había vuelto tan oscuro como la misma noche, y no emitía ningún sonido. Así, cubierto de oscuridad, se puso en pie junto al borde de la azotea y se dejó caer. Abajo uno de sus perros comenzó a ladrar, quizás nervioso ante la visión de su creador y dueño cayendo contra el suelo hacia una muerte segura, pero unos pocos metros antes de tocar el suelo Rokuro comenzó a patear, ejerciendo tal fuerza sobre el aire que comenzó a cambiar su trayectoria y a desplazarse de forma paralela al suelo. Poco a poco, fue elevándose en el aire con pequeños saltos hasta quedar por encima de los edificios de la zona, y desde allí se dirigió hacia el parque de atracciones.

En el Cipher Pol había aprendido el Geppou, la técnica que le permitía golpear el aire con tal fuerza que podía usarlo para impulsarse, tal y como estaba haciendo en esa ocasión. Para alguien visto desde abajo podía parecer que estaba volando, aunque en realidad lo que hacía era saltar de forma continuada, impulsándose con el propio aire una y otra vez; en el preciso instante que dejase de saltar, comenzaría a caer.

Sobrevoló la zona cercana al parque de atracciones. Al contrario que por el día, cuando el sitio estaba a rebosar de personas, apenas si quedaban dos o tres locales abiertos. Los puestos turísticos y las tiendas de la zona eran un cebo fabuloso para atraer toda clase de turistas que buscaban visitar el famoso parque de atracciones, pero al cerrar por la noche ya no quedaba nada que atrajese a este tipo de visitantes. Los únicos sitios que seguían teniendo la luz encendida eran unas pequeñas tascas donde algunos borrachos terminaban de dejarse el sueldo en alcohol.

Rokuro pasó de largo y alcanzó finalmente el parque de atracciones. Los portones de entrada estaban cerrados, pero incluso sin ser capaz de usar el Geppou hubiese sido capaz de superarlos sin demasiada dificultad. En esta ocasión, por sencillez, decidió entrar haciendo uso de la técnica del Rokushiki.

Una vez dentro, descubrió que en la noche el parque resultaba mucho más tétrico que durante el día. Solo lo había visitado una vez, por curiosidad, y apenas disfrutó de ninguna atracción -no sentía esa emoción de la que hablaba la gente al bajarse de las atracciones, quizás porque estaba acostumbrado a las emociones de su trabajo-. Allí, de noche, sin nadie a su alrededor y con el chirrido del metal empujado por el frío viento, no sentía que estuviese en Sabaody Park, sino en otro lugar muy diferente. Como si hubiera cruzado un portal a otro mundo.

Sacó un kunai, y lo lanzó a su izquierda. El proyectil chocó en el aire contra otro igual, creando unas pocas chispas y desviándose mutuamente de sus trayectorias originales.

-No estás tan oxidado como pensaba -dijo una voz amortiguada.

Una sombra apareció, mostrándose ante él. No era una persona demasiado grande, portando una constitución media. Vestía con un típico traje ninja negro y cubría su rostro con una máscara que representaba a un demonio, prueba de que era un ninja de alto grado. Esas máscaras se las concedían a muy pocos en Yokubogashima.

-Tú... ¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Rokuro, sorprendido. Ya había comprendido de quién se trataba-. ¿Qué es lo que quieres?

-Oh, por favor -dijo mientras se quitaba la máscara mostrando un rostro envejecido, duro pero con arrugas, y de pelo canoso-. ¿Es que necesito una excusa para visitar a mi nieto?

CAPÍTULO 4
Okada Satoru era, a todas luces, un ninja ejemplar, casi legendario. Se trataba del antiguo líder clan Okada, y ya desde joven se había destacado por ser especialmente hábil y astuto. Sus trampas eran imposibles de detectar, sus asesinatos no eran descubiertos si él no lo quería y era notablemente respetado entre sus iguales. Y también era el abuelo de Rokuro.

-Te has vuelto más fuerte -dijo finalmente Satoru, tras el silencio que se había formado entre la pareja-. Puedo sentirlo.

-¿Por qué estás aquí? -insistió Rokuro-. Deberías estar en la Yakubogashima, disfrutando de tu retiro y torturando al resto de mis hermanos, maldito viejo.

-Rokuro... -Se detuvo, dejando la frase inacabada-. Muy bien.

En un abrir y cerrar de ojos Satoru desapareció ante la mirada de su nieto. De inmediato, Rokuro se puso en guardia, preparándose para lo peor. Sacó un cuchillo kunai que sujetó fuertemente mientras inspeccionaba con rapidez su entorno. Detrás suyo estaba el gran portón que daba acceso al parque. Rokuro podía oír escarbar a los perros que había dejado atrás, intentando colarse en el recinto, mientras los cuervos sobrevolaban la zona.

De pronto, una serie de shurikens, surgidos de múltiples direcciones, volaron hacia Rokuro. Los esquivó por los pelos, y avanzó hacia delante para evitar una nueva andanada de shurikens. De repente, los proyectiles arrojadizos no paraban de aparecer, y Rokuro no podía más que avanzar para evitarlos. Repelía los que podía con su arma, pero no era suficiente. No tardó en sentirse guiado por las trampas de Satoru. ¿Qué pretendía aquel viejo? ¿No había tenido suficiente con amargarle su infancia junto a su padre y sus hermanos? ¿Tenía que aparecer ahora, justo en el momento en el que más tranquilidad buscaba?

-¡Déjalo ya! -gritó, furioso. Los cuervos chillaban. Rokuro solía ser una persona calmada, pero todo lo que tenía que ver con su familia lo alteraba.

Dio un paso y notó como se tensaba un hilo en su tobillo. Al instante todas las atracciones del parque se encendieron y comenzaron a funcionar, aunque no había nadie para usarlas.

La luz de las atracciones en pleno movimiento comenzó a entremezclarse con las sombras. La noria giraba sin cesar, mientras el tiovivo daba cada vez más vueltas, casi mareando a Rokuro. Intentó buscar con la mirada a su abuelo, en vano. Había demasiados lugares para ocultarse: los puestos de comida, los distintos carteles, varias atracciones, incluso la entrada a la casa del terror. Y todo combinado con una serie de burbujas que crecía de la extraña hierba del suelo. Había demasiadas distracciones, y era difícil centrarse en encontrar a Satoru. Y, desde luego, el maldito viejo lo sabía.

-Debes hacerte más fuerte -susurró una voz detrás suya.

Rokuro saltó en la dirección contraria, girando en el aire para observar al recién aparecido Satoru. Sí, sin duda era un maestro del sigilo y el escondite, eso no podía negarlo. Sin embargo, ¿por qué montar todo ese numerito para tan solo hablar de fuerza? No lo comprendía.

-Pero si has dicho que me he vuelto más fuerte -replicó-. No lo entiendo. ¿No has venido a matarme?

Y entonces Satoru, con una expresión de incredulidad, se echó a reír. Fue una risa sincera, cuyas carcajadas resonaron en todo el lugar. Rokuro se quedó perplejo, pues nunca había visto reír a su abuelo.

-Tan desconfiado como siempre -comentó al terminar de reírse-. Supongo que es justo, no te lo hice pasar muy bien de pequeño -suspiró-. Verás, Rokuro, chico, la vejez da a uno mucho en lo que pensar. Hay cosas, pocas, pero las hay, de las que me arrepiento. Especialmente lo relacionado contigo y con Ichiko.

Rokuro no respondió. Se quedó inmóvil, con la mirada fija en él. ¿Por qué tenía que nombrarla a ella? ¿No era suficiente tortura su presencia? No, en realidad no pretendía torturarle, lo sabía. Sencillamente, todavía no estaba preparado para afrontar todo su pasado.

-Me da igual, viejo. Hemos pasado muchos años sin vernos, podemos volver a dejar que pasen otros tantos. No quiero saber nada de ti ni del clan.

Se giró y comenzó a caminar en dirección contraria a su abuelo. El parque seguía funcionando, con una música temática de fondo. No tardaría en atraer miradas indeseadas.

-Tu padre se equivocaba -dijo su abuelo-. Yo me equivocaba. Solo te pido que charles un poco con este pobre anciano. Nada más.

La confesión de su abuelo le pilló por sorpresa. Detuvo sus pasos, pero no miró atrás. No estaba seguro de ser capaz de contener las lágrimas al hacerlo. Y entonces varios recuerdos se agolparon en su cabeza. Recuerdos en los que era un niño, entrenando hasta la extenuación, mientras le gritaban, le insultaban, le decían que era una deshonra, un bueno para nada. Un inútil que no era más que un estorbo, y que muerto valdría más. ¿De verdad Satoru estaba admitiendo haber errado en cada una de esas situaciones? Apretó los dientes, con rabia, mientras unas pequeñas lágrimas surgían de sus ojos y descendían hasta fundirse con las vendas que le cubrían el rostro.

-Vale -dijo finalmente-. Sígueme.

CAPÍTULO 5
-¿Y qué te gusta hacer?

Otra de las preguntas de Justin. El psicólogo insistía en que Rokuro debía conocerse, hacer un poco de introspección, y despejar la mente realizando actividades con las que se sintiese feliz y en calma.

-Me gusta... Entrenar.

-Entrenar, ¿seguro? ¿Y lo has estado haciendo últimamente? -Rokuro, incapaz de mentir al hombre, negó con la cabeza. Estaba pasando por tantas cosas que era incapaz de centrarse en el entrenamiento. Justin se ajustó las gafas y continuó hablando con calma-. Está bien, no pasa nada. Al fin y al cabo, estás en una época de descanso. Llevas entrenando sin parar desde que eras joven, casi un niño, y no te has detenido ni un instante en tu vida. Yo no creo que te guste entrenar, tan solo forma parte de tu rutina. Es algo a lo que estás acostumbrado y que conoces, casi como tu lugar seguro.

-No creo que sea mi lugar seguro -objetó-. Es cierto que el entrenamiento no siempre me resulta tan placentero como a muchos otros obsesos con el poder, pero tampoco puedo decir que sea algo que deteste. El entrenamiento es, sencillamente, entrenamiento. Gracias a lo que he aprendido a través de él he logrado superar muchas situaciones difíciles. Para mí es más bien como una herramienta útil. Mi lugar seguro sería otra cosa.

-¿Otra cosa? -levantó una ceja-. ¿Y no tienes ni idea de lo que pueda ser?

-Pues... Diantres, siempre haces lo mismo. Sí, tengo una idea -se quedó callado, pero Justin no dijo ni hizo nada, solo se le quedó mirando. Al final, sucumbió a la presión-. Me gusta la música.

-¿La música? Vaya, nunca te hubiera tomado por alguien a quién le gustasen las artes.

-Pues sí, me ha gustado la música desde siempre, y más recientemente me he interesado por la pintura. Estas dos son cosas que... ¿¡Cómo lo haces!?

Rokuro miró a Justin, mitad sorprendido mitad molesto. Aquel extraño don que tenía el psicólogo resultaba abrumador en ocasiones. Y menos mal que no estaban hablando de su infancia. Rokuro se había mostrado reacio a hablar del tema, especialmente desde la aparición de su abuelo. Aunque claro, esta escena sí que se la había sonsacado. La opinión de Justin era sencilla: Satoru estaba haciendo un esfuerzo por acercarse a su nieto y, dada la situación actual, se merecía ser recompensado. Así que finalmente Rokuro acabó por acoger a su abuelo en su pequeña casa, y hasta el momento se había portado bien. No molestaba ni estorbaba, y no sacó temas delicados. Las conversaciones eran triviales, como las que cualquier jovenzuelo tendría con su abuelo. Y aquello le gustaba. No lo expresaba, pero así era. Aunque sabía que no duraría para siempre.

-¿Hacer el qué? -preguntó levantando una ceja-. Yo no hago nada.

-Sí, sí que lo haces. Me haces preguntas y consigues que te de respuestas cuando a veces no quiero o ni yo mismo conocía las respuestas. Es frustrante, ¿sabes? Como si no tuviera control sobre mí mismo cuando hablo contigo.

-¿Y eso te da miedo?

-Sí... Me asusta no ser capaz de tomar libremente mis decisiones. Me asusta ser una marioneta sin corazón que solo hace... ¡Ya estás otra vez!

Justin se echó a reír tranquilamente y se volvió a ajustar las gafas.

-Yo pienso que solo estás buscando una excusa porque no estás acostumbrado a abrir tu corazón. No pasa nada, es un proceso que cuesta, y estás logrando grandes avances. Estoy orgulloso -miró el reloj en la pared-. Aunque se nos ha acabado el tiempo por hoy. ¿Nos vemos en la siguiente sesión?

-Sí... -suspiró-. Hasta la próxima, doctor.

"Con que música, ¿eh?". Sí, hacía tiempo que no dedicaba un rato a tocar música, pero tocar de verdad. Las últimas veces solo había sacado su flauta para realizar genjutsus acústicos con los que atrapar a sus objetivos en ilusiones. Aquello era mero trabajo, nada que ver con el hecho de tocar por y para el propio placer.

En esta ocasión se desvió de su camino para llegar a la casa, decidido a volver a tocar. Buscó un lugar apartado, rodeado de varios árboles, y sacó su flauta, volviendo a tocar como en su juventud. Takarashi asomó tímidamente su cabeza por un bolsillo, embelesado por la música. Tanto la flauta como el águila habían pertenecido en el pasado a su hermana, la gran shinoichi. Tras la muerte de Ichiko Rokuro había pasado a cuidar de Takarashi y, en recuerdo a su hermana, se quedó con su flauta. La misma flauta que no había parado de tocar tras su muerte junto al ave durante días y días que se convirtieron en semanas. Fue con aquella misma flauta que había desarrollado su primera técnica, un simple jutsu ilusorio que hacía creer al rival que estaba atado e inmovilizado. Aquella había sido la herencia de Ichiko, y Rokuro la había abrazado con fuerza. En aquellos momento, tocar la flauta y componer música era una especia de homenaje hacia su hermana.

-Vaya, esa melodía es extraña.

Rokuro se detuvo y se volvió hacia el origen de la voz, alterado. Se calmó un poco al ver que se trataba de su abuelo, aunque se sentía algo avergonzado. No terminaba de sentirse cómodo tocando delante de otras personas; lo hacía por y para él, para que junto a Takarashi pudieran recordar a Ichiko.

-Sí, las notas transmitían una sensación de confusión, como si pretendiesen sonar de una forma pero acabasen haciéndolo de otra muy diferente. Qué curioso. ¿En qué estás pensando, chico?

-Pienso que es de mala educación espiar a tus nietos y sorprenderlos sin previo aviso -contestó, molesto por la interrupción.

-No pretendía importunarte, pero creo que va siendo hora de que hablemos. He disfrutado mucho estos días contigo, pero hay cosas más importantes que tú y que yo. Cosas que no podemos obviar.

Rokuro suspiró, tal y como se había vuelto costumbre en él. Sabía que su abuelo tenía razón, pero le costaba dársela a ese maldito viejo. Sí, habían sido unos días muy buenos, pero no podían hacer que olvidara todo lo vivido en su infancia. Había aceptado las disculpas de su abuelo, pero había sentimientos que eran más difíciles de mitigar.

-¿Qué es todo eso de lo que quieres hablarme? Sé que no estás aquí por casualidad, y sí, he estado evitando algunas conversaciones contigo. Conversaciones difíciles. Ni tú ni nadie del clan me lo puso fácil. Nunca.

-Rokuro... Lo sé, sé que no lo tuviste fácil. En aquel momento estábamos ciegos creyendo que la fuerza y el poder lo era todo, y con un chico débil como tú no tuvimos piedad. Aquel fue uno los mayores errores que cometimos.

-¿Y padre? ¿El piensa como tú? -preguntó Rokuro, levemente esperanzado, aunque ya conocía la respuesta.

-Tu padre ya no cree que seas un completo inútil, no al menos después de saber tu habilidad con los genjutsus. Pero ya te había rechazado, y es tan terco y testarudo que no dará atrás a su veredicto. Quizás, si él pudiera ver en el hombre que te has convertido, pudieras hacerle cambiar de opinión.

-No, abuelo. No quiero hacerle cambiar de opinión. No quiero encontrarme con él. Ese hombre era un tirano que solo veía en sus hijos herramientas. Y si la herramienta estaba rota, la desechaba. Así era y así será. Además, no tengo nada que demostrar.

-Aún así, debes volverte más fuerte. Más de lo que puedas imaginar.

Rokuro lo miró, inquisitivo. ¿Por qué aquella insistencia con la fuerza y el poder? Resultaba similar a su niñez en la que debía entrenar por hacerse más fuerte y superar a los otros clanes. Sin embargo, había un pequeño matiz en su voz que lo volvía diferente. ¿Era preocupación?

-Dime qué ocurre, abuelo.

-Se avecinan tiempos turbulento para el mundo ninja, Rokuro. He recibido informes de mis espías apostados en diferentes islas. Todos hablan de un extraño grupo que se está empezando a movilizar.

-¿Un extraño grupo? ¿Por qué no me hablas claro? Ya no soy un crío.

-Sí, un extraño grupo -declaró Satoru-. No sé mucho más al respecto. Pero la información que he descubierto es perturbadora. ¿Recuerdas a Umisuke, el maestro de tu hermano?

Rokuro hizo memoria. Umisuke había sido el maestro del tercer hijo de su padre, un ninja especializado en los jutsus acuáticos. Algo bastante lógico si tenías en cuenta de que se trataba de un gyojin. También era uno de los pocos ninjas de fuera de Yokubogashima que Rokuro había conocido y de los que tenía constancia de que podían entrar en la isla. Normalmente, su isla natal era una nación aislacionista. La habilidad nata de su hermano con los jutsus acuáticos y el gran renombre de Umisake eran el motivo por el que se le habían abierto las puertas en la isla como maestro instructor.

-¿El maestro de Saburo? ¿El gyojin? Sí, lo recuerdo ¿qué es lo que pasa con él?

-Forma parte de ese grupo. Se cree que junto a otros individuos de igual talento. E igual de peligrosos. No se sabe prácticamente nada de ellos. Ni sus identidades, ni sus números, ni sus objetivos. Y eso es lo realmente extraño.

-Ya veo. ¿Y crees que ese grupo es peligroso?

-No lo creo, lo sé. Muchos años a mis espaldas como para no saber reconocer el peligro. Necesitamos estar preparados, pues la amenaza que representan es inimaginable. ¿Lo entiendes Rokuro?

¿Una amenaza inimaginable? Su abuelo no era de los que se inventaban cosas ni tenían a ser exagerados. Siempre había sido riguroso y serio, sobre todo al tratar de temas importantes y que tenían que ver con la seguridad del clan. Si su abuelo estaba seriamente preocupado, era toda la justificación que necesitaba para estarlo él también. "Otra preocupación más" se reprochó.

-Yo... Sí, lo entiendo, abuelo.

Su abuelo asintió, satisfecho por el momento, y se sentó junto a su nieto. Rokuro seguía sintiéndose algo incómodo, pero no dijo nada.

-Eres un buen chico, nada que ver con tus hermanos. No sé cómo no me di cuenta.

-¿Qué es de ellos? -quiso saber de pronto. No sentía ningún apego hacia su familia, pero la curiosidad era demasiado grande. Y la información era poder. Saber cosas solía ser más útil que no saberlas.

-Jiro es una copia de tu padre. Ya ha obtenido el título de Ninja Superior, y se está preparando para cuando le toque heredar el puesto de Akuma como líder del clan. Y Saburo es su perrito faldero. Por su cuenta es muy habilidoso, pero siempre ha tenido la necesidad de seguir a su hermano a dondequiera que vaya.

-Por lo que dices pareciera que no han cambiado, viejo.

-En realidad sí que han cambiado, aunque puede que a peor. Son mis nietos y siempre los querré, pero la edad me ha hecho que hay cosas más importantes que el hecho de ser un buen ninja.

-¿Y de los otros qué sabes?

-El muy imbécil de Goro se unió a una tripulación pirata al poco después de que te marcharas de la isla. Ahora es capitán de su propio barco, y se ha ganado los millones que piden por su cabeza -escupió al suelo, molesto-. Mira que hacer eso después de lo que le pasó a Ichiko. Siempre miró por sí mismo, sin pensar en los demás. Shiro se fue de viaje de crecimiento y autodescubrimiento. Aunque era un buen ninja, nunca estuvo del todo de acuerdo con el sistema de la isla. Se lavó las manos en cuánto pudo.

No le sorprendió escuchar todo aquello. Sus hermanos habían seguido sus caminos, al igual que había hecho él, y lo cierto es que parecían seguir siendo los mismos chicos que había dejado atrás. No les apreciaba, pero había cierto consuelo en que algunas cosas no cambiasen.

-Vuestra partida fue un duro golpe para el clan, ¿sabías? Tu padre fue muy cuestionado. Dejar que fueran tres de los hijos de la línea principal era algo inaudito. Los otros clanes intentaron arrebatarle el poder a los Okada, y casi estalla una guerra civil.

-Eso no me importa, abuelo. Por lo que me has dicho, en esa isla ya no queda nada que me importe.

-Aún está Yaorozu.

Rokuro se ruborizó al instante, girando la cabeza hacia otro lado. Su abuelo estalló en risas.

-¿Te creías que no lo sabía? Cuando creías que nadie te estaba viendo, siempre la mirabas. Desde la distancia, nunca te acercaste. Tampoco es que te hubiésemos dejado, pero podrías haberlo intentado.

-Yo no era nadie. Ella no se habría fijado en alguien como yo.

-¡Qué sentimental! Esas cosas no se saben hasta que no las intentas, tonto. Vamos, en pie, ya hemos hablado bastante. Ahora toca entrenar.
Okada Rokuro
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Historias ocultas Empty Re: Historias ocultas {Lun 6 Nov 2023 - 18:30}

CAPÍTULO 6
El entrenamiento de su abuelo había sido tan intensivo como recordaba, totalmente exhaustivo. El primer día Satoru le hizo mostrarle todas sus habilidades, sin dejarse ni una. Y, aunque poseía una gran variedad de técnicas, ninguna fue suficiente para hacerle frente.

-¡Estás loco! -le gritó Rokuro después de ser golpeado con fuerza.

-¿Loco? No, estoy siendo amable. Si fuera cualquier otro ya te habría matado ocho veces. Te has hecho más fuerte, y tienes mucho potencial por delante, pero has descuidado tu entrenamiento -recriminó su abuelo.

-No lo he hecho. He entrenado a diario.

-Sí, para esa panda de rufianes y asesinos. No me mires así. No voy a juzgar tus decisiones, pero el entrenamiento que has hecho con ellos no es el adecuado para ti. Tampoco lo era el que hacías cuando eras niño, quizás por eso te costaba crecer al ritmo de los demás. No, tu entrenamiento debe ser más específico, eso es todo.

Rokuro gruñó, en parte porque sabía que tenía razón. Su abuelo era rotundo en sus afirmaciones porque eran todas ciertas, y Rokuro no tenía formas de rebatirlas. Interiormente maldecía a aquel viejo.

-¿Cómo lo has hecho para evitar mis genjutsus? -preguntó, cambiando de tema. Había intentado pillarle por sorpresa con sus técnicas ilusorias, pero no habían servido de nada.

-Con práctica. Cuando sabes que se trata de una ilusión, es fácil evitarla. Por ejemplo, cuando me hiciste ver cadenas, no me quedé atrapado pensando que era el fin. Intenté liberarme y descubrí que nunca estuve encadenado. Tu genjutsu de sueño es bueno, pero muy lento. No es adecuado para el combate directo, ya que te limitas mientras no consigas dormir al adversario. El de pesadilla fue molesto, pero ya no hay nada que consiga asustarme. Y el de la oscuridad es el más inútil que posees.

-¿Perdona? -escupió, molesto. Su técnica no era inútil, al contrario, le había servido en múltiples ocasiones.

-Lo que oyes. Que te haya servido en una o dos ocasiones contra unos debiluchos no la vuelve algo útil. Cualquier persona mínimamente poderosa podría superar con facilidad esta técnica. Para que lo entiendas, ahora voy a cerrar los ojos. Tú atácame como quieras.

Rokuro tuvo serias dudas, pero no las comunicó. Al contrario, se dispuso a hacerle caso a su abuelo. Si ese viejo estaba tan loco como para permitir que le atacasen con los ojos cerrados, no era su problema. Lanzó un shuriken, que fue esquivado con facilidad. Al instante, extrajo un cuchillo kunai se abalanzó sobre su abuelo, dispuesto a atravesarle con él. No pretendía causarle una herida mortal, pero de una cuchillada en el brazo o la pierna no se iba a librar.

Sin embargo, su abuelo esquivó todos y cada uno de sus ataques con suma gracia mientras mantenía los ojos cerrados. Era sorprendente.

-¿Cómo lo has hecho? -preguntó Rokuro, sorprendido.

-Verás, existe un poder inherente a todos los seres vivos en este mundo. Ese poder es...

-¿El haki?

-¿Sabes sobre el haki? ¿Y aún así te sorprende que pueda evitar tus ataques?

-Pero el haki que yo conozco es diferente. No es para esquivar, sino para defenderte o atacar. Creas una capa alrededor de tu cuerpo que...

-Ya veo lo que pasa aquí. Conoces el haki, sí, pero solo el haki de armadura. Existen otros dos tipos de haki, además del mencionado. El que yo he usado es el haki de observación, que permite sentir la presencia de los seres vivos y predecir sus acciones. Realmente útil, si me lo preguntas.

-Espera un momento. ¿Sentir presencias? ¡Eso significa que da igual cómo me esconda u oculte, la gente puede descubrirme! ¿Cómo es posible?

-Tranquilo chico, no es para tanto. Dominar el haki de observación requiere años, y hay métodos para contrarrestarlo. Además, los usuarios de esta habilidad no van por ahí probando a ver si hay gente escondida a sus alrededores. Siempre que no llames la atención ni nadie se espere tu presencia, puedes quedarte tranquilo.

Rokuro, más aliviado, asintió.

-¿Y cuál es el tercer tipo de haki?

-Uno más complejo. Al contrario que los otros dos, el tercer haki no lo puede aprender cualquier persona. Es un poder que solo unos pocos elegidos pueden poseer. Un usuario de este haki es aún más extraño que cualquier persona que haya dominado los otros dos.

Hizo un esfuerzo por absorber toda la información. Quería aprender, al menos, ese poder para sentir presencias y evitar ataques. Sin duda sería realmente en el futuro. "Eso si eres capaz de volver a trabajar" se dijo, contrariado. Sí, estaba entrenando para ser más, pero si no era capaz de superar aquella ansiedad que sentía cuando levantaba a Susurro de Oscuridad, no iba a ir a ningún lado. Era capaz de intentar herir a su abuelo porque, al fin y al cabo, había confianza. Pero si se tratase de cualquier otra persona lo dudaba seriamente. Había hecho avances en las sesiones con el psicólogo, Justin lo había reconocido, pero no sabía cuándo iba a terminar todo aquello. Tal vez, nunca.

Y aún así debía entrenar.

-Con esto ya me queda más claro cómo debes entrenar -le explicó su abuelo-. Eres hábil, y has aprendido todo tipo de habilidades que sin duda te serán útiles. Y ya ni hablemos de tu ninjutsu. Esas creaciones tuyas son increíbles, sí, con mucho potencial. Pero lo que realmente tienes que trabajar es esto -dijo, señalándole.

-¿Esto? ¿Esto qué?

-Tú. Tienes que trabajar en ti, en tu cuerpo y tu mente. Te has centrado mucho en las técnicas a lo largo de tu vida, y has dejado de lado el entrenamiento personal. Tus habilidades ninja, por ejemplo, no son malas, pero he visto a ninjas muy inferiores a ti lanzando mejor esos kunais, y podrías ser más rápido y ágil, o reaccionar con más velocidad. Aunque lo que menos has trabajado y lo que te vuelve realmente letal es tu mente.

-Mi mente -repitió sin estar convencido.

-Sí, tu mente. Tu cabeza, tu inteligencia, tu cerebro, llámalo como quieras, pero se trata de tu mente. Nunca destacaste por ser alguien físicamente superior, pero tu mente siempre estuvo despierta y afilada. Allí dónde otros caían, tú prevalecías gracias a tu ingenio y tu capacidad mental. Y, aunque no vamos a descuidar otros aspectos, nos vamos a centrar en tu mente, que es la única herramienta que realmente pueda salvarte la vida algún día.

"Qué bien" pensó, desesperanzado. ¿Cómo diantres iba a trabajar la mente? No era un músculo que pudiese ejercitar como los bíceps o los trapecios.

-Ven, ayúdame a montar esta mesa -dijo su abuelo.

Entre los dos abrieron una mesa pegable y Satoru sacó de entre sus pertenencias un tablero y varias piezas.

-¿Y esto? -preguntó Rokuro curioso y a la par extrañado.

-Es tu entrenamiento. Vamos a jugar ajedrez.

CAPÍTULO 7
Rokuro estaba saliendo de su reunión con Justin una vez más, tan tranquilo como podía estar una persona después de que otra le abriera en canal y revolviera sus tripas en busca de aquella comida que le había sentado mal. En esta ocasión había estado a punto de hablar sobre Yakubogashima en profundida, y no solo por el aire como en otras ocasiones. Las pocas veces que había mencionado su hogar natal era porque todo lo que decía ya estaba reflejado en sus informes y no estaba contando nada nuevo. Sin embargo, a medida que hablaba con Justin, se iba abriendo cada vez más. Supuso que era lo normal, ya que había pasado bastante tiempo desde que habían empezado a reunirse. Y lo cierto es que cada vez se sentía mejor. No sentir la presión del trabajo día tras día era aliviador, y la repentina aparición de Satoru, a su extraña manera, le hacía sentir que por primera vez estaba viviendo una vida normal.

A pesar del agotador entrenamiento.

Si en una cosa no había cambiado el viejo era en lo serio que se tomaba los entrenamientos. Era estricto como el que más, y no perdonaba ni una, aunque también era justo decir que mostraba más mano izquierda que hacía varios años.

Desde que habían empezado, Rokuro no había tenido descanso alguno salvo sus ocho horas de sueño por las noches; aquello era intocable según Satoru. Al principio de la jornada siempre empezaban con ejercicios básicos de los entrenamientos ninja. Al parecer no era tan diestro con los shurikens y kunais como debía, y eso era inadmisible. Como ninja de Yakubogashima, gustase o no, su abuelo no podía permitir que fuese lanzando armas arrojadizas como si fuese de cualquier aldeucha de Wano. No, los ninjas de Yakubogashima tenían cierta impronta, y todo lo contrario era avergonzarlos.

Por eso mismo se pasaba las mañanas lanzando las armas contra todo tipo de objetivos. Algunos más cerca, otros más lejos. Unos estáticos, y mientras, otros en movimiento. Como era de suponer, los objetivos más cercanos y quietos eran más sencillos, esos casi nunca los fallaba, pero los otros eran más difíciles y erraba en casi todos. Su abuelo le había dicho que no se preocupase, que era normal, pero sus ojos no decían lo mismo. Rokuro nunca había sobresalido como el resto de sus hermanos, y Satoru no estaba seguro de qué métodos usar para seguir enseñándole.

Aún así, su rutina no variaba. Después de las prácticas con shurikens venía el auténtico entrenamiento físico. Satoru le hacía cargar con una pesada piedra mientras le obligaba a esquivar sus propios ataques. A veces golpeaba cuerpo a cuerpo, mientras que otras desaparecía y lanzaba ataques a distancia. Rokuro se veía obligado a moverse lo más rápido que podía para esquivar mientras estaba atento a cualquier posible ataque furtivo. Durante ese entrenamiento no podía relajarse ni un instante, necesitando estar pendiente de cualquier cosa extraña o que le diera una pista sobre el siguiente movimiento de su abuelo. En teoría cargar con aquella pesada roca le fortalecería, aumentando su fuerza y resistencia, y lo mismo para su velocidad y agilidad si aprendía a esquivar cargando con ese peso. Pero claro, aquello era en la teoría. En la práctica Rokuro no estaba tan convencido, aunque aquel pensamiento le venía a la mente cuando se encontraba tan cansado que esquivar se volvía prácticamente imposible y acababa por recibir toda clase de golpes.

Por último, llegaban las partidas de ajedrez. Cualquier hubiera dicho que se trataría del entrenamiento más sencillo de la historia, pero era todo lo contrario. Cuando llegaba la hora de sentarse a jugar, Rokuro ya se encontraba físicamente exhausto, y en su estado era mucho más difícil pensar que de costumbre. Cuando llegaba la hora de jugar, solo pensaba en ir a descansar y le era mucho más difícil concentrarse. Como añadido, Satoru había demostrado ser tan fiero en el combate como en el ajedrez, demostrando no tener piedad. Y, como castigo, Rokuro debía dar una vuelta a la isla corriendo cada vez que perdía, lo que era casi siempre.

Los días comenzaron a pasar rápido. Rokuro, a pesar de las dificultades iniciales había comenzado a sobreponerse. Los entrenamientos, poco a poco, se habían ido volviendo más fáciles, y Satoru parecía contentarse con el avance. Había comenzado a acertar muchas más dianas que antes, y solo fallaba las más difíciles. Después, cuando pasaban al entrenamiento de la piedra, había empezado a moverse con mayor soltura y a ver venir desde más lejos los ataques de su abuelo, lo que le permitía esquivar con más antelación. Su fuerza se fue viendo incrementada, comenzando a usar cada vez piedras mayores, y Rokuro notaba que su cuerpo se estaba volviendo más fuerte y resistente. Cada vez le dolían menos los ataques de su abuelo.

El entrenamiento físico había pasado a convertirse en una parte más de su día a día, y el notar los avances le motivaba a seguir hacia delante. Con el ajedrez ocurría igual y, aunque seguía perdiendo bastante, cada vez era menos, por lo que cada vez tenía que dar menos vueltas a la isla. Todo gracias a que había aprendido a estudiar a su adversario, registrar sus movimientos, y a desarrollar nuevas estrategias para derrotarlo. Tal y como había dicho Satoru, aquel era un maravilloso entrenamiento para la vida real, dónde nunca sabía con qué te ibas a enfrentar.

Gracias su mejora en los entrenamientos, empezó a acabarlos cada vez antes, ganando más tiempo para sí. Ese tiempo empezó a utilizarlo, tal y como le había recomendado el psicólogo, para hacer música. Le gustaba tocar la flauta, y la había tenido abandonada demasiado tiempo. No sabía cuándo le tocaría volver a las filas de la agencia, así que pretendía aprovechar todo el tiempo posible para dedicárselo a la música.

Tiempo atrás era capaz de componer canciones increíbles, aunque todas ellas sugestionadas por sus emociones. Si estaba triste, tocaba una melodía triste. Si estaba feliz, tocaba una melodía feliz. Si estaba enfadado, tocaba una melodía cargada de furia. Ahora le ocurría igual, aunque no terminaba de comprender qué es lo que estaba sonando. Pasaba con suavidad y rapidez sus dedos a través del frío metal, buscando las mejores notas, pero sentía que era como lo había dicho su abuelo en el momento en el que le encontró tocando: pretendía hacer un sonido, pero surgía otro diferente, prácticamente contrario. Era muy confuso.

Sacudió la cabeza y continuó tocando. No había perdido su capacidad como músico, aunque sí que estaba un poco oxidado. Sin embargo, con varias sesiones de música, logró no solo desoxidarse sino mejorar su habilidad musical. No podía explicarlo, porque ni él mismo lo entendía, pero sus manos se movían por la flauta con una soltura sin igual, permitiéndole cada vez tocar mejores melodías. Aquello le aportaba una sensación increíble, casi indescriptible. Aunque seguía siendo incapaz de hacer que las notas sonasen como quería, su composición no se veía afectada, produciendo un sonido inconstante pero bello.

Esto, junto a las reuniones periódicas con Justin, se habían convertido en su nuevo día a día. ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Semanas? ¿Meses? Rokuro no estaba seguro, no llevaba la cuenta, pero sí que había sido bastante tiempo. El suficiente para saber que algo estaba mal.

CAPÍTULO 8
-¿Entonces algo anda mal?

-Sí, así es -confirmó Rokuro.

-Pero ¿el qué? -preguntó Justin, echándose hacia delante para mostrar su preocupación.

-Pues... no lo sé. Es una sensación. Como cuando alguien te mira por detrás. Es imposible saber que esa persona te está mirando, porque no puedes verlo, pero puedes sentir su mirada clavada en tu cuello. Pues igual. Ahora mismo todo está muy tranquilo. Y eso no está bien.

-¿No está bien que todo esté tranquilo?

-¡Exacto! Bueno, no, claro que está bien, pero no lo está. Joder, me estoy explicando fatal.

Justin trató de tranquilizarle.

-No te preocupes, estoy aquí para escucharte. A ver si lo he entendido. Estás dedicando este tiempo de descanso a ti mismo, lo cuál es genial, pero sientes que algo va mal. ¿Tiene que ver con tu abuelo?

-No, no. Mi abuelo se está portando, la verdad. Sigue siendo un hijo de perra indeseable, ¡y cómo juega al ajedrez! Pero no tiene nada que ver con él. Por primera vez.

-¿Entonces, quizás, es porque no te encuentras cómodo haciendo todo lo que haces?

-No lo creo. Al principio era difícil, pero he aprendido a compaginarlo todo y a incluir estas reuniones. Yo diría que sí, que estoy muy cómodo.

-Así que es eso -concluyó el psicólogo-. No te ofendas cuando te diga que, lo que te ocurre, es que tienes miedo.

Rokuro no se ofendió. Sin embargo, se quedó sentado, pensativo. Miedo. Quizás era verdad. Miedo al cambio.

-Te has acomodado, y no hay nada malo en ello, pero ahora te preocupa que tu situación pueda volver a cambiar. Tienes miedo. Sobre todo, miedo a enfrentarte a tu pasado.

Rokuro se recostó, admitiendo para sí que tenía razón. Había avanzado mucho, pero seguía habiendo una pequeña cosa que le carcomía por dentro. ¿Estaba lo suficientemente bien como para volver a usar a Susurro de Oscuridad? ¿Había superado su crisis de ansiedad? ¿Tenía alguna forma de saberlo?

-Háblame de lo que te pasa. Si no, no podré ayudarte.

Rokuro no quería. No sabía cómo empezar. Pero tenía que hacerlo. Era lo único que le quedaba por hacer. Desde que había comenzado a entrenar había hecho grandes avances, y se sentía mejor que al principio de sus reuniones con Justin. Aún así, también sentía que no podía seguir avanzando más. Que podía volverse todo lo fuerte que quisiese, que no iba a poder mejorar. Sí, quizás hablar con Justin fuese la mejor opción. Quizás, la única opción.

Y entonces lo soltó todo sobre el incidente. No sobre el incidente que le había hecho pedirse la baja, sino sobre uno mucho anterior. Sobre cuando su hermana seguía viva.

-Ocurrió una tarde gris. Una tripulación pirata invadió mi isla. Nunca supimos cómo atravesaron la niebla que hacía de barrera natural sin que nos diésemos cuenta, pero llegaron y desembarcaron. Y atacaron con todo lo que tenían. Mi pueblo es muy belicoso, pero nadie se espera un ataque como ese. Además, la mayor parte de los habitantes son mercenarios, nosotros mismos somos el principal producto que ofrece la isla para obtener dinero, por lo que la mayoría de nuestros efectivos están siempre fuera cumpliendo alguna que otra misión. Éramos pocos, y nos pillaron por sorpresa. Llamaron a la batalla incluso a los más pequeños que apenas habían recibido entrenamiento, como yo. Fue la primera vez que vi morir a mis compañeros, y puedo asegurar que fue el peor día de mi vida. Fue el día en el que lo perdí todo.

Rokuro había comenzado a sollozar. Se tranquilizó, se limpió las lágrimas y los mocos, y continuó hablando.

-Era un crío, inexperto. No sé a quién se le ocurrió enviarme a mí a pelear, con lo débil que era. No tardaron en fijarse en mí y en identificarme como el eslabón más débil. Fueron a por mí, pero apareció mi hermana. Ella sí que era fuerte, rápida, ágil, y podía acabar con ellos con mucha facilidad. Yo estaba asombrado, la admiraba, y también me había distraído. No vi de donde había salido el arquero, pero me apuntaba a mí. Y mi hermana sí lo vio. Corrió lo más rápido que pudo y, cuando me di cuenta, se había interpuesto ante la flecha para salvarme. Pero yo sé la verdad. Yo la maté. Ella murió por mi culpa, así que yo la maté.

Justin le ofreció un pañuelo. Rokuro cogió tres.

-Gracias por contármelo -dijo el psicólogo con una cálida sonrisa acogedora-. Tuvo que haber sido horrible, pero ya pasó. Fue hace mucho, y no fue culpa tuya.

-Sí, sí que lo fue, igual que aquella chica.

-¿Aquella chica? ¿La del incidente?

-Sí, esa chica. Su padre era un revolucionario, había atentado contra el Gobierno en más de una ocasión. ¿Por qué se tuvo que interponer? Hizo igual que mi hermana, se puso en medio del ataque. Yo solo iba a por su padre, a ella la iba a dejar en paz, pero se abalanzó justo cuando iba a atravesar a su padre con Susurro de Oscuridad y no pude retirarme a tiempo.

-Lo comprendo, pero está bien. No ha sido culpa tuya. No lo ha sido.

-Sí, sí que lo ha sido, ¿no lo ves? Hago daño a personas inocentes sin proponérmelo. No sirvo para nada, salvo para matar, y ni siquiera lo hago bien.

-Eres más de lo que crees, Rokuro. Te conozco bien, llevamos hablando mucho tiempo tú y yo. La culpa no es tuya, sino de tu entorno. Te hicieron ser así, te utilizaron, y a la vez te destrozaron. No es tu culpa, no te culpes.

-Yo... No lo sé.

-Tú piensa en lo que te he dicho, ¿vale? La sesión termina aquí por hoy. Nos vemos en la siguiente, Rokuro.

Se terminó de limpiar las lágrimas y salió de la reunión. Por una parte se sentía liberado al haberlo contado por primera vez, pero también se sentía vulnerable. Era una sensación de lo más extraña, pero no quería seguir dándole vueltas a la cabeza. Normalmente hubiera aprovechado el rato libre para ir a tocar, pero necesitaba pensar en otra cosa. Tocar música con la flauta de su hermana en aquel momento podía ser doloroso. Demasiado doloroso para su corazón.

-Rokuro, ¿estás bien? -preguntó la voz de su abuelo.

A estas alturas ya se había acostumbrado a las apariciones esporádicas de Satoru. Su abuelo había viajado hasta Sabaody específicamente por él, y el tiempo que no pasaban entrenando se aburría bastante. Siempre acababa dando vueltas por ahí, o vigilando a Rokuro. No por tenerlo controlado, sino porque no sabía qué más hacer. Para ser un hombre que presumía de sabiduría y madurez, parecía un niño en ocasiones.

-Yo... No quiero hablar de ello, ¿vale? Estoy bien, solo necesito un rato.

-Vale... Esto... Una cosa. ¿Ese hombre era tu psicólogo?

-Viejo, lo del psicólogo no te lo conté para que te anduvieras metiendo en mis asuntos privados. Te lo conté porque estabas empeñado en qué cojones tenía que hacer varias tardes a la semana en vez de entrenar. No quiero que te metas en mi vida más de lo imprescindible, ¿entendido?

-Eres un tonto.

-¿Cómo has dicho? ¿A qué viene eso?

-Lo que has oído. Cuando me contaste lo del psicólogo no me gustó un pelo, pero lo respeté porque creía que eras lo que necesitabas. Sin embargo, te han estado engañando. Ese hombre está jugando contigo, se ve a la legua. No me había dado cuenta hasta ahora, pero lo he visto en esta isla moviéndose por sitios en los que un agente decente no se metería.

-No, eso no puede ser.

-Pues es así, y si no me crees, pregúntale en tu siguiente reunión. Será posible, mira que has sido tonto. ¿Acaso le investigaste o te creíste todo lo que te dijo porque viene de querido Gobierno Mundial?

-Ya basta, viejo.

Satoru gruñó, pero se calló. Dio media vuelta y comenzó a caminar para irse.

-Venga, síguele, y verás que tengo razón. Maldito idiota, a veces te pareces a tu padre más de lo que dos admitiréis.

Y finalmente se alejó de Rokuro, desapareciendo.

CAPÍTULO 9
Rokuro no lo pudo evitar. Su abuelo lo había dejado intranquilo, aunque le costaba dudar de Justin. Siempre tan calmada, tan agradable. ¿Por qué dedicar tanto tiempo a escucharle y a intentar ayudarle? No tenía sentido.

Justin no dejaba de ser un agente del Cipher Pol. Había hecho méritos para ganarse un respetado puesto como el que ostentaba, y lo más probable es que, si frecuentaba los sitios que le había dicho Satoru fuese por alguna misión. Claro, su único trabajo no iba a ser darle terapia a Rokuro, ¿no?

Rokuro se movió entre los bajos fondos de la isla. Había seguido, con confianza en no haber sido descubierto, a Justin hasta allí, Sí, estaba claro que no era un lugar para él. El sitio estaba plagado de drogadictos, criminales y diferentes personajes peligrosos con los que uno no querría juntarse, pero Rokuro también había visitado sitios así antes, cuando una misión lo requería. Quizás Justin tuviese un contacto en la zona, o estaba intentando conseguir información de algún tipo.

Le siguió hasta un local, un tugurio de mala muerte. Con facilidad se infiltró en el interior del lugar sin ser visto. La ventaja de haber estado entrenando intensivamente las últimas semanas, no, los últimos meses, eran que sus capacidades habían mejorado de sobremanera. Ahora se veía más capaz que nunca.

El sitio tenía poca seguridad. Nada espectacular más allá de varios guardaespaldas apostados en diferentes sitios. También parecía ser el típico lugar con una sala de reuniones secreta en la parte trasera. Rokuro avanzó hasta el fondo, sin causar sospechas, y avanzó hasta la primera puerta entreabierta que encontró.

-¿Lo has conseguido, al fin? -preguntó una voz que solo podía ser la de Justin-. Ya iba siendo hora.

-Joder, esto no ha sido nada fácil. He tenido que mover muchos hilos, y mucha buena gente se ha jugado la vida para obtenerlo. He perdido a hombres por este estúpido trozo de papel -objetó una voz desconocida.

-No me seas quejica, siempre puedes encontrar más hombre, sobre todo ahora que vas a ser alguien muy rico ¿Alguien lo ha leído? Espero que hayas seguido mis indicaciones.

-No, nadie lo ha leído. El mero hecho de leer eso puede matarte, ¡a nadie se le pasaría por la cabeza! El único motivo por el que me metí en esto es porque me prometiste mucho dinero.

-Sí, así es. Mis jefes te enviarán el dinero por el medio habitual. Ha sido un placer hacer negocios contigo, Grumpy.

-Bah, chorradas. Lárgate ya, cuánto menos tiempo esté eso aquí, mejor para mí.

Rokuro se alejó, buscando un punto para ocultarse. ¿Qué era lo que había escuchado? Un intercambio, de eso estaba seguro. Pero ¿qué es lo que había comprado Justin? No podía ser nada legal, pero no se le ocurría qué podría haber estado buscando. ¿Y tendría una misión secreta en Sabaody, el mismo lugar en el que debía atenderle? Maldición, era mucha casualidad. Rokuro comenzaba a temer que su abuelo tuviera razón.

Salió corriendo del lugar, y fue hasta la casa que había alquilado. La vida le había hecho que siempre esperase lo peor, y eso estaba haciendo en ese momento. Se puso su traje ninja, preparó todo lo necesario y, sí, también recogió a Susurro de Oscuridad. Algo en su interior le decía que lo necesitaría.

Al cabo de un rato, cuando se estaba haciendo de noche, se presentó en el lugar dónde se reunía con Justin, que era también el mismo sitio en el que se alojaba. Vestido con sus ropajes ninja, tocó la puerta. Un poco de cortesía, ya que aún no estaba seguro de su culpabilidad.

-¿Rokuro? ¿Qué haces aquí? -preguntó Justin tras abrir la puerta.

-Déjame pasar, tenemos que hablar -dijo Rokuro, entrando sin ser invitado.

Justin no le impidió el paso, pero parecía algo nervioso.

-Justin, empezabas a caerme bien, pero he visto algo muy extraño hoy. ¿Qué hacías en los bajos fondos? ¿Qué es eso que compraste?

-Nada. No es nada. Pensé que querías hablar de tus problemas, pero será mejor que te vayas. Esto no te incumbe.

Rokuro miró a los ojos a Justin, ejerciendo una presión increíble. Justin le devolvió la mirada, pero no pudo evitar desviarla a un maletín que tenía en la mesa. Rokuro se movió hacia el maletín, dispuesto a comprobar su contenido, pero Justin se movió más rápido, cogiéndolo de la mesa.

-¡He dicho que te vayas! ¡Largo! -gritó Justin-. Como no te vayas, no te volveré a atender. ¿Lo entiendes?

-Me da igual. Quiero saber qué hay ahí. Dímelo, y me iré tranquilo.

Se acercó al psicólogo. Si no quería mostrarle lo que había dentro del maletín, le obligaría. Levantó un brazo, buscando el maletín, pero entonces Justin atacó. Como una bestia acorralada, comenzó a lanzar ataques a la desesperada. Utilizó el maletín como arma, y golpeó a Rokuro en la cabeza, tirándolo al suelo. De pronto, la habitación se volvió borrosa. "Qué fuerte -logró pensar-. De no ser por el entrenamiento del abuelo, me hubiera hecho más daño".

-Joder, ¿ves lo que has hecho? Yo no quería hacerte daño, al contrario. ¿Ves lo que hace nuestro entorno? Nos utiliza, nos vuelve contra nosotros. El Gobierno Mundial hace lo que quiere con las personas, y le da igual todo. No son el gran adalid de la justicia que quieren aparentar ser. Son crueles, taimados y egoístas. Solo buscan el poner, y lo demás no les importa. Te han hecho sufrir, me han hecho sufrir, han hecho sufrir a muchas personas. Pero te conozco, te conozco desde nuestro primer encuentro. Tú eres un buen hombre, Rokuro. Dentro de ti, lo sé. Solo estás en el lado equivocado. Pero eso tiene fácil solución.

-Eres un traidor, ¿verdad? -dijo Rokuro. Era la deducción obvia, pero no por ello menos dolorosa.

-¿Traidor? ¿Traidor a qué? ¿Traidor a un gobierno corrupto que solo siembra el mal? Entonces sí, soy un traidor. Pero nunca voy a traicionar a la auténtica causa. No siempre estuve en el lado correcto, ¿sabes? Yo antes era como tú, joven e ingenuo, pero descubrí lo que era realmente importante. Aún así, aguanté. Aguanté porque sabía que podía salvar a personas como tú, personas abrumadas por la maldad del Gobierno Mundial. Yo no te culpo, Rokuro. Yo les culpo a ellos. Ellos son los culpables. Ellos deben desaparecer.

Rokuro intentó incorporarse. Se encontraba mareado; el golpe que había recibido había impactado en un mal sitio. Sin embargo, terminó por ponerse en pie.

-¿Estás con la Revolución? -preguntó, todavía mareado.

-Sí, claro que sí. ¡Ellos son los auténticos justicieros!

-Yo... No sé dónde hay justicia, y dónde no, pero aún estando de baja no puedo hacer la vista gorda ante un acto como este. No sé qué es lo que tienes en ese maletín, pero no debe ser nada bueno. Sea lo que sea, solo encrudecerás el conflicto. ¡Podrías desatar una guerra, involucrando a muchos inocentes!

-No, no será así. Y aunque fuera el caso, el Gobierno Mundial debe caer. ¿Es que no lo ves?

-Justin, yo creía que querías ayudarme a volver a mi trabajo.

-Y así era, pero tu auténtico trabajo no debería ser este. Todavía estás a tiempo de salvarte, Rokuro. Únete a mí, y derrotemos al Gobierno Mundial.

-Lo siento, pero no puedo.

Rokuro se abalanzó otra vez sobre Justin, en esta ocasión buscando acabar con el, no robarle el maletín. No pretendía matarlo, pero sí dejarlo inconsciente. Justin, por su parte, no se dejó. Soltó el maletín a un lado y se entregó a la batalla. Fue un enfrentamiento encarnizado. El psicólogo también era un experto en el Rokushiki, y el combate duró tanto tiempo que Rokuro nunca supo cuánto fue. Había momentos en los que no sabía si Justin usaba defensa propia o pretendía acabar con él para no dejar testigos de su traición, pero eso fue otra cosa que nunca supo. Lo que sí supo es que, aunque no por mucho, Justin era superior a él. Lo suficiente para sobrepasarle y tumbarle al suelo en múltiples ocasiones. La casa se había quedado revuelta, con los muebles destrozados, para paredes destruidas y todo patas arriba.

-Lo siento mucho, Rokuro. Me habías caído bien.

Justin, aprovechando que Rokuro estaba en el suelo, desenvainó a Susurro de Oscuridad de la espalda del ninja. Levantó el arma, buscando apuñalarle.

Entonces sonó la música. Rokuro había sacado su flauta y, tirado en el suelo, había comenzado a tocarla, casi desesperado. Justin, ansioso por acabar con todo, bajó la espada. Junto a la música, se escuchó el sonido del metal atravesando la carne, y la sangre salpicó el suelo. Y un grito de dolor recorrió la estancia. Pero la música seguía sonando.

Justin se había clavado la espada en su propio pie, en vez de hacerlo sobre Rokuro. La música se intensificó. Rokuro estaba sudando, y la música era cada vez más angustiosa, pero seguía vivo. Justin volvió a intentar clavarle la espada, pero esta vez se atravesó el muslo, cayéndose al suelo.

Rokuro aprovechó la situación para ponerse en pie y recuperar su arma, sacándola de la pierna del psicólogo.

-¿Qué me has hecho? -exigió saber Justin-. ¿Qué es esto?

-"Esto" es un genjutsu. Una técnica ilusoria. No me había dado cuenta cuando empecé a componer la pieza, pero ha resultado ser una técnica auditiva de alto nivel. Esta técnica reflejaba mi estado, reflejaba cómo me hacía daño a mí mismo sin querer. Tal y como te ha pasado. La verdad, estoy sorprendido.

-No, eso es imposible. No, no... no... ¡Detente!

Rokuro levantó la espada, y la dejó caer acabando con la vida de Justin.

-Fíjate, al final me ayudaste a volver a empuñarla.

CAPÍTULO 10Rokuro se presentó ante la sede más cercana del Cipher Pol. Tras acabar con su psicólogo, su tiempo de baja se podía dar por terminado. Había recogido sus pertenencias de Sabaody, que eran pocas, y se había despedido de su abuelo. El viejo refunfuñó, pero no le impidió irse.

-Prepárate para lo que pueda venir -fueron sus últimas palabras.

Irse de Sabaody no fue tan fácil como había pensado. A pesar de todo, había sido una buena etapa para sí mismo, y siempre la recordaría con añoranza. Pero todo se acababa, tanto lo bueno como lo malo, y había llegado la hora de volver al trabajo.

En la sede del Cipher Pol se reunió con uno de los agentes superiores.

-Señor, soy el agente Okada Rokuro, nombre en clave Kurokage. Solicito mi reincorporación al cuerpo de inteligencia.

-Agente Rokuro -dijo su superior-. Ahora mismo necesitaríamos que el psicólogo que le fue asignado recomendase su vuelta a la agencia.

-Eso va a ser un poco difícil.

Sacó una bolsa, de la que extrajo la cabeza cercenada de Justin, gafas incluidas.

-¡Por el amor de una madre, ¿qué ha hecho?

-No se alarme, agente. El señor Justin, antiguo encargado de psicología del Cipher Pol, era un infiltrado y un traidor. Se había unido a la causa revolucionaria e intentó que yo me uniera con él. Tome, aquí tiene las pruebas.

Dejó sobre la mesa el maletín que con tanto recelo había protegido Justin.

-Esto... ¡No puede ser! ¿Cómo obtuvo esto?

-El señor Justin hizo una serie de negocios para obtener esos documentos. Como puede observar, son información de lo más confidencial, una prueba de Justin era un traidor. Y también es una prueba de que puedo volver al trabajo.

-Pero... ¡Imposible! Estos documentos hablan de aquel periodo. No, no solo hablan de él. Se escribieron durante el mismo...

-Sí, son información crucial del Siglo Vacío.

-Agente, esto que ha traído es información clasificada del más alto. Esta información debe ser eliminada de inmediato, supone un gran peligro.

-Así es. Por eso me he tomado la molestia por usted. Debería soltar el papel...

El sonido de una mecha empezó a sonar mientras el agente inspeccionaba la información. Por la parte de atrás, había un sello pegado, que estaba consumiéndose. El agente soltó de pronto el papel, que explotó consumiéndose en el acto.

-La información ha sido eliminada. Ahora, ¿hablamos de mis condiciones laborales?

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Historias ocultas Empty Re: Historias ocultas {Vie 1 Dic 2023 - 20:11}

Primero de todo, disculpas por la tardanza. Yo, la persona encargada de este diario, no ha tenido una semana muy buena en lo que a salud y horas de sueño se refiere. Por tanto, vamos a ir directos al grano en vez de pararnos a centrarnos en minucias como la trama o las faltas de ortografía (te comiste algunas letras, cuidado) y vamos allá.

Te llevas 1118 px y vamos con las peticiones.

Son muchas. Voy a dártelas porque como dices han pasado muchos meses (aunque estaría bien que se especificaran, pero bueno) y este diario relata tu ausencia en el foro, pero la próxima vez intenta no pasarte con la lista de la compra (o definir bien el tiempo pasado)

Ganas 112 doblones, y a tu total (contando estos) se les resta 390.

Te llevas también los informes y los reportes.
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Historias ocultas Empty Re: Historias ocultas {Dom 3 Dic 2023 - 18:01}

¡Hola, muy buenas!

Acepto y agradezco la moderación. Para lo próxima vez repasaré mejor el diario, para así evitar las faltas de ortografía, y más importante aún, tendré en cuenta lo de las peticiones. Tras hablarlo por el Discord me ha quedado más claro y lo atajaré mejor.

¡Muchas gracias!
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Historias ocultas Empty Re: Historias ocultas {Mar 19 Dic 2023 - 12:36}

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Historias ocultas Empty Re: Historias ocultas {}

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