Viktor Krov
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Siento tener que comunicaros que los sucesos que se van a relatar en este diario no van a ser alegres y si estáis junto a algún infante recomiendo sacarle de la habitación antes de continuar. El diario que vais a leer tiene partes extremadamente desagradables y nadie os culpará si decidís cerrar la pestaña, apagar el ordenador y distraeros con un paseo bajo la agradable luz del sol, permaneciendo con ello ajenos a los sucesos que aquí serán narrados. Sin embargo, si os gustan las historias que muestran cuan cruel puede llegar a ser el ser humano… Os aconsejo que agarréis unos aperitivos, os centréis en la pantalla y os preparéis para leer la historia del joven Viktor, donde presenciaremos los 6 días más importantes antes del inicio de su destino como cazarrecompensas.
Mi nombre, por si os lo preguntáis, no es necesario en esta historia, pero, tras 5 tranquilos años, me veo en la triste obligación de regresar a mi vieja máquina de escribir, actualizada ahora a un teléfono móvil, y volver a documentar un relato de estas características.
Capítulo 1: Bienvenido al mundo.
Nuestra triste historia comienza en la isla de Ferma, una pequeña isla dedicada a la agricultura del Reino de Ilusia. La isla estaba regida por el barón de Ferma que, junto a su hija y yerno, procuraban sacar el máximo provecho a esas tierras, trabajando junto a los poco más de 50 trabajadores y esclavos que vivían allí. Los extensos campos de trigo reflejaban el duro trabajo que les había llevado ganar la batalla a los bosques que antaño cubrían por completo esa isla y que se habían visto reducidos a unas 7 hectáreas, conservadas exclusivamente para el uso y disfrute del barón cuando quería ir a cazar.
Si algo destacaba en aquella pequeña isla era la casa señorial. Una enorme edificación de piedra blanca, situada encima de una colina desde la que gobernaba todos los campos de trigo y que contrastaba con el resto de edificaciones de la isla, de una simpleza abrumadora, gracias a su sobrecargado y pomposo estilo arquitectónico en el que lo que más destacaba eran los leones, cincelados con sumo detalle y de un blanco tan puro que, a esas horas de la noche, reflejaban sin impedimentos la hermosa luz de la luna llena que bañaba la isla.
Cualquier otro día nadie habría osado encender una luz por la noche en aquella casa. El barón era muy estricto con los horarios de sueño y cualquier luz, por mínima que fuese, estaba terminantemente prohibida después de cenar. Aunque, al igual que hace casi 4 años, algo especial estaba pasando ese día y las luces en una de las habitaciones de la casa así lo reflejaban.
- “¡Viktor, ve al baño y trae más toallas limpias!" - Exigió con tono preocupado una anciana sirvienta, de largas trenzas canosas y que mediría cerca de 2 metros, a un pequeño esclavo, de no más de 4 años y que destacaba por tener unas grandes orejas puntiagudas, el pelo negro como el carbón y una piel mucho más blanca de lo normal, que mantenía la mirada en el suelo al mismo tiempo que se agarraba con fuerza una elegante bufanda que tapaba la mitad de su rostro y que, curiosamente, contrastaba con la simpleza de los harapos que llevaba.
- “¡Sí, señora!” - Con sólo esa afirmación y sin apartar la mirada del suelo, el pequeño niño, utilizando la puerta de servicio, salió velozmente de la única habitación iluminada de la casa, en la que la hija de la familia estaba dando a luz al futuro heredero de aquella granja.
Los angostos pasillos secretos por los que se movía el pequeño esclavo habrían sido un inconveniente para cualquier otro, pero Viktor pasaba la mayor parte de su tiempo metido ahí dentro y había memorizado aquellos pasadizos como si fueran la palma de su mano. Gracias a esto pudo llegar al pomposo baño, recoger las toallas y volver a la habitación en menos de 3 minutos, haciendo gala de una velocidad impropia de un niño normal de su edad.
Nada más cruzar Viktor el umbral de la puerta, un grito agudo e irritante taladró la cabeza de todos los presentes. - “Llegas tarde. Quédate ahí y no molestes." - Recriminó la anciana al pequeño niño mientras le quitaba con fuerza una de las toallas limpias, envolviendo hábilmente al pequeño bebé antes de entregárselo a su madre, una hermosa joven con un cabello de un negro puro, de unos 25 años y que, pese al notable agotamiento físico y mental, mantenía una gentil sonrisa en su delgado rostro mientras trataba de calmar al recién nacido meciéndole entre sus delgados brazos.
- “¿Dónde está su padre?" - Preguntó con voz débil y con un tono casi imperceptible de tristeza debido al recuerdo fugaz de lo sucedido hace casi un lustro.
Mientras la anciana se giraba en dirección a la ventana para ver los jardines y encendía el den den mushi de su oreja para tratar de localizar al padre de la criatura, Viktor seguía inmóvil al lado de la puerta de servicio, siendo, como de costumbre, ignorado por el resto de personas y esperando nuevas órdenes que acatar. El bebé, por su parte, seguía taladrándole la cabeza con su agudo llanto y, pese a que lo tenía prohibido, Viktor había levantado ligeramente la cabeza para poder ver cómo era su futuro amo, encontrando una bola de carne, tapada hasta la cabeza con la toalla que había llevado, y que no paraba de llorar mientras intentaba abrir los ojos, consiguiéndolo poco a poco.
El silencio se hizo absoluto en el momento en el que Viktor y el bebé, que recién pudo ver por primera vez el mundo que le rodeaba, cruzaron miradas. Aquél pequeño e indefenso ser, con unos pocos instantes de vida y protegido por los brazos de una madre que ignoraba lo que estaba sucediendo, estaba sintiendo un miedo primigenio capaz de helar la sangre del más valiente y que, en esos momentos, atenazaba sus pulmones y le impedían respirar, incapaz de apartar la mirada de esos ojos rojos que reflejaban un alma siniestra y más oscura que la noche más cerrada.
Apenas pasaron un par de segundos antes de que una gran mano impactara en el rostro del pequeño esclavo. - “¡Idiota!” - El grito de la anciana matrona rompió el silencio justo antes de que el pequeño cuerpo de Viktor golpease contra la pared del fondo, asustando con ello a la joven madre que pedía explicaciones con la mirada a la criada que la había acompañado toda su vida, protegiendo entre sus brazos al pequeño recién nacido que había retornado su llanto de forma aún más escandalosa. - “No pasa nada, señorita Irina. El joven esclavo no preparó el vino antes de subir y ha ralentizado la llegada de su esposo.” - Mintió con un tono dulce que contrastaba enormemente con lo que había sucedido hace unos instantes.
- “No hace falta que seas tan dura con el pequeño." - Respondió con tono amable mientras giraba la cabeza lo suficiente como para ver a Viktor levantarse torpemente, con la cabeza gacha y ajustando su elegante bufanda al mismo tiempo que las lágrimas caían poco a poco de sus ojos y empapaban la lujosa tela. - “Vete a descansar. Has hecho un buen trabajo ayudando a la vieja Kostya a traer al pequeño Fyodor al mundo”.
- “Gracias, se-señora.” - Tartamudeó con voz temblorosa Viktor antes de retirarse usando la puerta de servicio, sabiendo el castigo que le esperaría esa noche por parte de la anciana sirvienta que, en esos momentos, sonreía falsamente a la joven madre tras lanzar una mirada fulminante al pequeño sirviente antes de que desapareciese en la oscuridad de la casa.
Si alguien con algo de luz hubiese estado en ese mismo lugar, podría haber visto al pequeño Viktor caminando sin rumbo por los angostos y oscuros pasillos, llorando de forma ahogada y con su lujosa bufanda abierta, manchada de lagrimas y revelando el horrendo rostro del niño, extrañamente similar al de un murciélago y, ahora, hinchado y surcado por las lagrimas del pequeño semimink.
- “No vales para nada. Eres un inútil.” - La voz de la anciana sirvienta invadió sus pensamientos. No era la primera vez que aquella voz aparecía para atormentarle y, desde luego, no sería la ultima. - “No mereces mirar a nadie a la cara. Eres escoria que no debería haber nacido y solo ha traído desgracias a esta familia." - Continuaba la voz de su cabeza mientras el pequeño se tiraba en el suelo, apoyando su espalda en la fría pared mientras se tapaba las orejas, intentando inútilmente ahogar la voz de la anciana.
Nuestro pequeño protagonista acababa de descubrir una de las crueles verdades del mundo. El amor y la cruel capacidad del ser humano de negárselo a determinadas personas por el simple hecho de ser diferentes. Pero tranquilo, ávido lector. Esto es sólo el comienzo de la historia y, por cruel que sea, en toda historia siempre hay un lugar para la ilusión… aunque tarde en llegar.
Capítulo 2: Hasta nunca.
Puede que para nosotros el simple hecho de pasar de capitulo no nos haya llevado más que unos segundos, pero al joven Viktor le ha llevado algo más de 2 años avanzar hasta esta nueva encrucijada de su triste historia. Si todavía queréis continuar el diario estáis en vuestro derecho. Ya os advertí al comienzo de esta historia y no volveré a hacerlo, por lo que iniciaremos con esta parte más calmada, donde el inicio de nuestro joven protagonista será aclarado. Yo, por mi parte, volveré a hacer acto de aparición en el siguiente capítulo, así que espero volver a veros allí.
En estos dos años el pequeño Viktor, pese a la reticencia del barón, se había convertido en el esclavo personal de la señorita Irina. Aquello había supuesto una mejora sustancial en su calidad de vida. Por su parte, Kostya seguía vigilando de cerca a Viktor por orden del barón, aunque esto no lo sabía nadie más que ellos.
- “Viktor, ve a buscar a mi padre y a mi esposo. Fyodor ya esta cambiado y listo para irse a su primera cacería.” - La alegre voz de la señorita Irina sirvió para que una feliz e inocente carcajada saliese del pequeño bebé, que estaba vestido con un trajecito dorado que resaltaba un pelo igual de oscuro que el de su madre y Viktor.
- “Claro. En un momento vuelvo." - Respondió con un tono igual de alegre el joven semimink, que seguía ocultando su rostro con aquella lujosa bufanda y habiendo dejado atrás los harapos, los cuales había cambiado por un refinado y agobiante traje del dorado color del trigo que sembraban en aquella isla.
- “Deben de estar en el estudio. Diles que les esperamos en el vestíbulo." - Añadió antes de que el joven semimink desapareciera por la puerta secreta.
Pese a la subida de categoría, Viktor seguía utilizando los pasillos secretos para moverse velozmente por la gigantesca casa. Su pequeño tamaño y su extraordinaria capacidad para haber memorizado todos los pasadizos le hacían perfecto para desempeñar velozmente las tareas que le encomendaba su joven ama.
- “Señor. Tiene que hacer algo respecto a su hija y esa cosa." -No había pasado ni un minuto recorriendo aquellos angostos pasadizos cuando la voz de la vieja Kostya llegó a los oídos de Viktor mientras llegaba al pasillo del estudio. - “La joven ama no tardará en darse cuenta de que le mentimos.”
La conversación, amplificada por los estrechos pasillos, llegó al oído de Viktor y le permitió escuchar aquello antes de llegar al pasillo que daba a la entrada del estudio, haciendo que aminorase el ritmo hasta ir caminando mientras trataba de pensar en qué podían mentido a la joven ama.
- “Lo sé. Pero la niña es demasiado caprichosa y no puedo negarme cuando me pide algo." - La grave voz del barón resonó en la cabeza de Viktor antes de que el ruido de una silla al arrastrarse y unos posteriores pasos pesados revelarán el movimiento del anciano. - “Esa maldita promesa de hace 6 años es lo que condenará a esta familia al final. Tendríamos que haberle matado nada más nacer.”
Hace 6 años.
La luz del frío atardecer otoñal se reflejaba sobre la fachada de la casa del barón de Ferma, haciendo que su blanca fachada adquiriera un tono dorado similar al de los campos de trigo que bañaban aquella isla.
El ajetreo en el interior de la casa anunciaba un acontecimiento importante en el núcleo de aquella familia y por tanto en la vida de todos los habitantes de aquella isla. La joven Irina se encontraba en esos momentos dando a luz a su primogénito y siendo atendida por su madre, una mujer pequeña y extremadamente delgada, vestida completamente de un negro igual de puro que el de su cabello, y la, aún mas imponente en comparación, Kostya, encerradas en una pequeña pero ostentosa habitación con todo lo necesario para llevar a buen puerto el milagro que se estaba dando.
- “Empuja un poco más, Iri." - Guiaba la que sería la abuela del pequeño mientras agarraba una toalla. - “Lo estás haciendo muy bien, sólo queda un último esfuerzo."
Segundos después y tras soltar un último grito de dolor, la joven Irina se quedó inconsciente tras lograr dar a luz al pequeño después de un parto que había empezado la mañana del día anterior y que había tenido más complicaciones de lo normal.
- “Kostya. Llama de inmediato a mi marido." - El tono serio de la señora de la casa contrastaba con la alegría que debería haber tenido tras tener a su primer nieto en brazos.
- “No pasa nada, señora Ilya. La joven Irina se ha quedado agotada después de todo el esfuerzo." - La voz de la anciana sirvienta trataba de aliviar a Ilya, aunque el grito ahogado que salió instantes después de su garganta dio toda la razón a su señora, que estaba envolviendo con una toalla al recién nacido antes de dejarlo a los pies de la cama de su madre.
- “Trae a mi marido y sólo a mi marido. Que nadie más sepa lo que sucede, Kostya." - El pequeño tamaño de su cuerpo contrastaba con el imponente aura que emitía la señora de la casa. Su convicción le dotaba de una seguridad que hacía ver pequeña a la gigante Kostya, la cuál, antes de salir por la puerta, lanzó una última mirada de preocupación y dudas al pequeño bulto silencioso que era el recién nacido.
- “Viktor." - Un suave susurro salió de los labios de su inconsciente madre, revelando con ello el nombre que quería dar a su recién nacido. Aunque nunca recordaría ese nombre.
- “No te preocupes, Viktor." - La ahora abuela se acercó al pequeño bulto que era su nieto, separando cuidadosamente la manta para ver la cara del extrañamente silencioso bebé. - “Aunque nunca lo sabrás siempre serás un Krov. La sangre de esta noble casa corre por tus venas y juro por sus fundadores que no dejaré que te hagan nada." - Concluyó segura y sin apartar la mirada del rostro de Viktor, más similar al de un murciélago que al de una persona.
De vuelta al presente Viktor acababa de llegar a la puerta, abriéndola tras anunciar previamente su llegada, sin saber que aquello significaría el fin de su vida tal y como la conocía.
- “Señor. La joven ama se encuen…” - Antes de que pudiera terminar de transmitir su mensaje, la enorme mano de Kostya le apresó el cuello y le levantó a más de dos metros de altura con una velocidad impropia de alguien de su edad.
Viktor no entendía que estaba sucediendo. El aire apenas le llegaba a los pulmones y por mucho que pataleara y tratara de aflojar el agarre de Kostya todo era inútil, dejándole únicamente la opción de buscar con la mirada al barón, para tratar de comprender que sucedía. Por su parte, el barón, un hombre espigado de unos 60 años, con larga melena y barba pelirrojas y vestido con un elegante traje negro, lo único que hizo fue sentarse de nuevo en su lujosa butaca, apoyando los brazos sobre la elaborada mesa de madera oscura llena de documentos y mirando la escena mientras mil pensamientos cruzaban su cabeza.
- “Kostya, déjale en el suelo." - La grave voz del barón inundó la habitación, consiguiendo que un temblor recorriera el cuerpo de la anciana, que soltó el cuello de Viktor al momento.
El pequeño esclavo aterrizó sobre una mullida alfombra, que amortiguó la caída de 2 metros de altura, sobre la que se quedó tosiendo mientras trataba de recuperar el aire que le había sido privado con el fuerte agarre de la anciana sirvienta, que esperaba al lado de Viktor una orden por parte del barón.
- “Cuéntame qué has escuchado." - La inquisidora mirada del barón se centró en el joven esclavo que ya había terminado de toser y se había levantado tembloroso, sin saber que estaba sucediendo pero ya acostumbrado al castigo físico.
- “Que habéis mentido a la joven ama y una promesa de hace 6 años." - Respondió con sinceridad, ajustándose la bufanda para que no se le viera parte del rostro y sin levantar la mirada, sabiendo que si lo hacía un nuevo correctivo le sería aplicado.
- “Bueno. Eso nos facilita mucho las cosas." - Empezó el barón tras soltar un suspiro de alivio, como si se estuviera quitando un gran peso de encima. - “Kostya, llama a Dragov. Dile que tenemos un nuevo esclavo para llevar a Baristan." - El tono del barón denotaba una firmeza tal que impedía cualquier movimiento por parte de Viktor, el cual se había quedado congelado y estaba empezando a comprender lo que sucedía y quién era en realidad.
-“¿Quiere que me encargue del esclavo antes?” - Preguntó la anciana mientras ponía una de sus enormes manos sobre la cabeza de Viktor para evitar que escapara. Pese a eso, tras un simple gesto de negativa con la cabeza por parte del barón, abandonó la estancia dejando a anciano y niño solos en aquella habitación.
- “Le prometí a tu abuela que no derramaríamos tu sangre y seguiré manteniendo esa promesa." - Continuo el anciano mientras se acercaba al pequeño Viktor, quedándose parado justo delante, levantando la barbilla del joven y cruzando miradas con él por primera vez desde que Viktor era un recién nacido, revelando que ambos tenían los mismos ojos, de un color rojo sangre y con una oscuridad latente en su interior capaz de amedrentar al más valiente. - “Pese a todo, tienes mas sangre de Dragón Celestial que Fyodor." - Concluyó con un ligero tono de orgullo, liberando del hechizo que atenazaba los músculos de Viktor y colocándose a su lado para, acto seguido, golpear con el dorso de la mano el cuello de su nieto. - “Hasta nunca.”
La oscuridad se hizo instantánea para Viktor, que acabaría despertando un par de días después en la sucia bodega de un barco, encadenado junto a otra veintena de niños de entre 7 y 12 años, casi todos con la mirada perdida y con varias capas de suciedad y sangre seca por encima.
Capítulo 3: Nueva vida.
Nuevamente nos encontramos y nuevamente soy portador de malas noticias, mi querido lector. Tras una larga vida, he visto todo lo que le ha pasado el pequeño Viktor y sólo narro esta historia porque he sido contratado para hacerlo y únicamente la promesa que le hice a un ser muy querido me da fuerzas para continuar y narrar los horrores que están por llegar.
Podría relatar que el viaje de Viktor en aquella embarcación fue breve y apacible, pero al hacerlo os mentiría. La bajeza moral de la tripulación comandada por Dragov era tal que, aún a día de hoy, sigo sintiendo náuseas al recordar lo que pasaron Viktor y la veintena de niños que, junto a él, vivieron lo más parecido al infierno en la tierra. Pese a todo, Viktor tuvo un pequeño golpe de suerte y fue el único afortunado que, debido a su monstruoso aspecto, cambiaba los abusos sexuales por más palizas y una tortura psicológica que le dejó varios traumas que aún perduran.
Como espero que entendáis, todo tiene un límite y tanto por mi salud mental como mi preocupación por el bienestar de la vuestra, no me permiten narrar los hechos acaecidos en aquel navío. Dicho lo cuál, saltaremos esos 5 meses en el interior de aquel navío y, al igual que ellos, atracaremos en el puerto de Baristán, lugar en el que Viktor empezaría a ver algo de luz en su vida... aunque tardaría unos años en llegar.
El crujir de la madera y chatarra que conformaban el puerto de Baristán era lo único que se podía escuchar en esa apacible noche de luna llena. Dragov, un fornido anciano, con una barba y peinado cuidados al milímetro y vestido con un impoluto traje que contrastaba con el gigantesco martillo que llevaba colgado a la espalda, escoltaba el pequeño grupo de niños que, encadenados unos a otros, bajaban en fila y con la cabeza gacha del barco que había sido su prisión desde hace meses.
- “Tiempo sin verte, Dragov. ¿Cómo ha ido la cosecha?” - Una lúgubre voz surgió de las sombras, precediendo a un espigado hombre con el curtido rostro cubierto de cicatrices y con un brazo de metal oxidado que le daba un aspecto aún mas tenebroso.
- “No me lo recuerdes, Drey. Llevo más de un año fuera de casa." - Respondió mientras le estrechaba la mano buena. - “Sólo hemos perdido a 3 esclavos. Hacía tiempo que no veía una cosecha tan dura." - Continuó mientras se giraba hacia los niños, muertos en vida y sin ninguna emoción en sus ojos.
-“No está nada mal." - Respondió mientras paseaba por delante del grupo de niños, observándolos minuciosamente para tratar de encontrar algún defecto por el que alguno le saliese más barato. - “¿Qué le pasa a este?" - Preguntó tras pararse enfrente de Viktor, que llevaba una bolsa de lino ensangrentada tapándole la cabeza y con dos pequeños agujeros asimétricos a la altura de los ojos, los cuales seguían ocultos en la oscuridad de la bolsa.
- “Ese ya está vendido. Lo de la bolsa es para no tener que verle la cara." - Dragov se acercó tranquilamente, haciendo crujir el suelo bajo sus pies debido al peso del martillo. - "Además, la pequeña rata tiene algo en su mirada que te pone los pelos de punta. Mira." - Concluyó antes de levantar la bolsa, revelando el rostro de Viktor, hinchado y cubierto de sangre seca debido a las palizas recibidas, a un Drey que, al momento de verle, retrocedió instintivamente mientras se llevaba su mano buena a la cintura, agarrando firmemente el oxidado revólver que estaba ahí colgado pero sin llegar a desenfundarlo.
“¿De dónde mierda has sacado esa cosa?” - Preguntó todavía algo alterado mientras se recomponía, sintiendo un escalofrío por toda su columna al mismo tiempo que veía como Dragov, el cual se estaba aguantando la risa, volvía a tapar el rostro de un Viktor que no se había movido ni un centímetro.
- “Era un esclavo en Ferma. No se que pacto diabólico harían allí para tener a semejante monstruo, pero me pagaron para que me lo llevara, así que no hice preguntas." - Mintió antes de agarrar a un niño más pequeño que Viktor, situado a un par de metros. - “Este de aquí no me sirve para nada. Puedes llevártelo y vendérselo a los de Landvik, que seguro que te lo cambian por una reparación en ese brazo." - Añadió mientras el niño, con la mirada perdida y una ostensible cojera, avanzaba hacia el espigado guardián del puerto.
- “Perfecto, aunque quizá me divierto antes con él. Hace mucho que no tengo un esclavo y puedo aguantar un par de días más con esta chatarra pegada al cuerpo." - Concluyó tras examinar el cuerpo del niño, que seguía inmóvil y con la mirada perdida, al igual que el resto de pequeños esclavos que se habían puesto de nuevo en marcha tras un pequeño silbido por parte de Dragov.
- “Haz lo que quieras. Si necesitas cualquier cosa Petrov está en el barco." - El brazo de Dragov se alzaba en el aire en señal de despedida, perdiéndose en la neblina nocturna mientras el pequeño grupo de esclavos le seguía, destino a los que serían sus nuevos hogares.
3 horas después sólo quedaban Dragov y Viktor, que paseaban en silencio por las oscuras calles formadas por los restos de miles de barcos, sobre los que se alzaba ahora aquella isla artificial que se había convertido en poco más que un vertedero de la maldad humana.
- “Espera aquí." - Fue lo único que dijo Dragov antes de adentrarse en una edificación de 3 plantas de altura, parecida a una gran nave industrial abandonada.
Minutos después, con Viktor justo en el mismo lugar, salió Dragov acompañado de un hombre bajito, sin nada de pelo, manchado de una especie de polvo negro por todo el cuerpo y un implante ocular en su ojo derecho, con una lente telescópica con la que estaba analizando al pequeño Viktor.
- “Nos vemos." - Se despidió, continuando recto y desapareciendo en la oscuridad de la noche junto a su martillo, silbando una característica melodía mientras dejaba al pequeño Viktor con su nuevo amo, el cual no era mucho más alto que él y en esos momentos estaba agarrando firmemente del brazo a Viktor, introduciéndole en la vieja nave sin quitarle la bolsa de la cabeza.
- “Dragov ya me ha dicho que puedes trabajar sin tener que quitarte esa bolsa.” - Los pasos del pequeño hombre eran rápidos, lo que obligaba a Viktor a acelerar el paso mientras se guiaba por su excelente oído para no tropezarse. - “Únicamente se te permitirá quitarte la bolsa cuando vayas a comer y lo harás en una habitación apartado del resto." - Continuaba el dueño de aquella nave mientras seguía avanzando por la laberíntica nave junto a un obediente Viktor que no emitía sonido alguno. - “Mañana te supervisaré y podrás cometer 3 fallos montando las balas. Al siguiente fallo no estaré ahí y te explotará en las manos." - Advirtió con tono severo antes de abrir con llave una última puerta, que daba a una pequeña habitación repleta de literas donde en esos momentos se encontraban durmiendo el resto de trabajadores. - “A las 6 de la mañana empezamos." - Concluyó antes de empujar a Viktor al interior de la habitación y volver a cerrarla con llave, dejando a Viktor tirado en el sucio suelo, inmóvil mientras empezaba a asimilar todo lo que estaba pasando y que se había librado de Dragov y sus hombres, sintiéndose con ello el niño más afortunado del mundo en aquella nueva vida que le esperaba.
Puede que penséis que llamar afortunado a Viktor es un insulto a la inteligencia. Ambos hemos visto como ha sido un esclavo desde el día que nació, sufriendo múltiples maltratos, tanto físicos como psicológicos, desde que tenía uso de razón. Pero todo ese camino le había llevado a un sitio que, si bien atemorizaría a cualquier niño de su edad, para Viktor se convertiría en el desencadenante de una de sus mayores aficiones y en el paso previo a encontrar lo que sería su primer y auténtico hogar, con el cálido amor de una verdadera madre. Pero no adelantemos acontecimientos, querido lector, y disfrutemos del camino que llevará a Viktor a ser un cazarrecompensas tan peculiar.
Capitulo 4: Día de suerte
“El destino puede llegar a ser cruel y caprichoso, pero la justicia es inherente al mismo y, por mucho que tarde en llegar, todo acaba en el lugar que merece."
Querido lector, si alguien le hubiese dicho esta frase al joven Viktor, lo más seguro es que hubiese recibido una mirada de advertencia que habría equivalido a un puñetazo en la cara por parte de alguien con menos sangre fría para controlar sus impulsos. Pese a eso, yo si estoy de acuerdo con esa frase y sé de buena tinta que el Viktor adulto también lo estaría. Pero todos hemos sido jóvenes y la dureza con la que se había criado Viktor hacía que viera el mundo con unos ojos completamente diferentes, aunque, afortunadamente, esta visión del mundo no duraría mucho más.
Los años fueron pasando en aquella fabrica y Viktor, ahora un joven de 14 años, había visto como su cuerpo y mente habían madurado en extremo debido a la dureza del entorno en el que se encontraba. Había crecido hasta alcanzar el 1,60 metros, aunque la falta de los nutrientes necesarios durante su niñez le habían dejado un cuerpo más delgado de lo normal y que le hacía verse más pequeño. Por otra parte, la ausencia de sol le había provisto a su ya pálida piel de un tono aún más fantasmagórico que, junto a su extraño cuerpo y la sucia bolsa de lino que cubría su cabeza, le daba un aspecto digno de película de terror.
- “¡Viktor!¡Tu turno!” - El grito del pequeño capataz, el mismo que le había recibido hace 7 años, se sobrepuso al ruido de la fábrica, haciendo que Viktor guardara las herramientas en su cinturón y, tras colocar una última bala en su cajetilla correspondiente, se levantara, cargando como todos los días la pesada caja que contenía lo necesario para fabricar aquellas balas, y fuese caminando hacia la misma habitación que le había sido asignada al poco de llegar.
En el trayecto tuvo que esquivar a varios de sus compañeros, los cuales volvían de haber comido y seguían tratando a Viktor de manera indiferente, como si fuese un fantasma al que no podían ver.
- “Hoy tienes 4 horas. Va a venir un cliente y no quiero que estén haciendo preguntas sobre ti cuando te vean.” - Aclaró el pequeño capataz cuando Viktor, tras subir los dos pisos de escaleras, paso por su lado, haciendo tintinear los materiales del interior de la caja debido al cansancio acumulado por la carga que llevaba.
- “Perfecto. Esperaré allí hasta que mandes a alguien.” - Respondió antes de abandonar la sala principal de la nave y adentrarse en los laberínticos pasillos que conducían a su habitación.
Unos minutos después, y con las piernas cansadas por la carga, Viktor llegó a la puerta de su habitación, pudiendo abrirla con sólo apoyar su espalda sobre ella debido a la falta de cerraduras. Una vez dentro y tras cerrar la puerta con el codo, Viktor dejó la pesada carga en el suelo antes de proceder a estirar los agarrotados músculos y tirarse en el sucio colchón que era su cama y que ocupaba casi enteramente aquella habitación, iluminada únicamente por los agujeros en el techo que dejaban pasar unos pocos rayos de luz.
- “Por fin” - Suspiró cansado mientras se quitaba el saco de lino de la cabeza, dejando ver su vampiresco rostro y un enmarañado y sucio cabello que le daba un aspecto más aterrador. Aunque lo que más destacaba era el extraño collar que portaba en su cuello y que le tenía retenido en aquella nave, pese a que no tenía pensado escapar de allí.
Tras unos minutos de descanso, Viktor se reincorporó, sentándose al borde de la cama y buscando el plato de comida que había dejado preparado por la mañana y que ya debería estar listo.
- “¡Hoy tengo suerte!” - Una sonrisa cruzó su monstruoso rostro mientras agarraba velozmente las tres enormes cucarachas que estaban en el interior del plato de gachas mohosas, dándose un festín sin saber el cruel destino que les esperaba y que ya había sellado tras aplastarles la cabeza con sus dedos. - “Una al bote y las otras dos al buche.” - Dijo alegre antes de meterse dos de ellas, manchadas con las mohosas gachas todavía, en la boca surcada por afilados colmillos y empezar a masticar mientras agarraba una pequeña botella de metal de su cinturón y guardaba en ella la tercera cucaracha que se reunía así con otra decena de insectos muertos que había ido recolectando.
Tras ese peculiar picoteo, Viktor procedió a agarrar dos grandes y pesadas bolsas del interior de la caja, las cuales tintinearon con un característico ruido metálico en cuanto aterrizaron en el suelo, junto a los pies de Viktor. Por último, el joven semimink procedió a sacar con cuidado una bolsa negra mucho más pequeña que las otras dos y repleta de polvora, dejándola con delicadeza sobre el sucio colchón antes de preparar las herramientas de su cinturón
Durante estos 7 años sólo había tenido que hacer una cosa. Viktor, siguiendo unos planos ya definidos y tras copiar el movimiento de sus compañeros, se encargaba del montaje de los diversos tipos de munición que encargaban a la fábrica. En ese tiempo había aprendido bastantes cosas sobre armas y municiones, pero lo que más le había impactado era el gusto por esas creaciones y el haber descubierto todo el potencial que tenía gracias a su particular capacidad para copiar movimientos y que, junto a unas manos que había ido entrenando durante todo ese tiempo, le permitía trabajar sin necesidad de ver bien lo que estaba haciendo. Por otra parte, la memoria casi perfecta que tenía le permitía recordar todos los diseños que se le habían presentado con solo haberlos visto y replicado una vez, lo que le convertía en uno de los esclavos más eficientes de la fábrica.
Casi 3 horas después y con toda la munición ya montada, Viktor se había recostado sobre su colchón, jugando con una bala entre sus dedos mientras veía a las moscas revolotear por su habitación y que, al igual que las cucarachas, acabarían terminando en su estómago.
- “Nos hemos perdido. Te dije que no tendríamos que habernos separado.” – Una infantil voz con tono de preocupación llegó a los oídos de Viktor, que, como de costumbre, procedió a buscar la bolsa de lino para ocultar su rostro de los demás.
- “Shhhhhh. El otro día escuché como Leo le advertía a padre de que había un monstruo en esta fábrica.” – Replicó una voz igual de infantil pero con un tono mucho más seguro.
Esto provocó que Viktor, cansado de todo aquello, se quedará inmóvil, guardando silencio absoluto y esperando que aquellos invitados cruzarán aquel pasillo sin abrir su puerta. Aunque la fortuna es caprichosa y, justo cuando estaban pasando por delante de la habitación de Viktor, una ráfaga de viento abrió con violencia la puerta, mostrando a los niños la imagen de una esquelética criatura de afilados colmillos, rostro monstruoso y ojos rojos como la sangre mirándoles directamente al alma.
- "¡AHHHHHHH!” - El grito de ambos niños invadió todos los rincones de aquella desértica planta, aunque eso a Viktor no le importaba y estaba cubriéndose velozmente el rostro con la vieja y sucia bolsa de lino.
Segundos después, antes de que Viktor pudiese cerrar la puerta de su cuarto, una imponente figura apareció de la nada detrás de los dos pequeños niños, que seguían gritando aún más fuerte tras el movimiento de Viktor, sin poder moverse del sitio e ignorando la aparición del nuevo sujeto que, sin advertencia previa, pateó con fuerza el estómago al joven semimink, consiguiendo con ello que su pequeño cuerpo saliera volando hasta impactar violentamente con la pared del fondo de su habitación, rompiéndole un par de costillas en el proceso y haciendo que la bolsa de su cabeza se cayera al sucio suelo.
- “Como muevas un solo músculo te pego un tiro en esa cara de mierda que tienes.” – La advertencia del desconocido consiguió que Viktor se quedará completamente paralizado del miedo, tumbado en el suelo mientras se agarraba el costado del dolor y con el rostro pegado al sucio suelo. – “Ya hablaré con vosotros dos. De no ser porque me habéis hecho ganar 100.000 berries, yo mismo os encerraría con esa cosa.” – Continuó, haciendo callar a los dos niños mientras se adentraba en la pequeña habitación.
- “No he hecho nada.” – Logró articular Viktor tras haber recuperado algo de aire y con un miedo que no sentía desde que abandonó el barco de Dragov, viendo como un hombre de rostro duro, de casi 2 metros y vestido con un uniforme militar de camuflaje, se acercaba calmadamente.
- “Entiéndeme. No puedo dejar que aterrorices a los críos de mi jefe y no te pase nada.” – Respondió, echando un vistazo a la habitación y agarrando del suelo la pequeña bolsa de pólvora, donde todavía quedaba un poco de aquella volátil sustancia. – “Esto es una cuestión de respeto. No es personal.” – Continuó, agachándose y usando su mano libre para agarrar con fuerza el cabello de Viktor, levantándole el rostro del suelo y viendo cómo era en realidad el monstruo del que había oído hablar. – “Esperadme al final del pasillo.” – Sentenció con voz firme a los 2 niños mientras mantenía la mirada a un Viktor que, debido a todo lo que había pasado en su niñez, sabía que no podía decir ni hacer nada para evitar lo que estaba a punto de suceder.
Los niños abandonaron sin decir una sola palabra la escena. Sabían de las habilidades de Leo y los motivos que habían llevado a su padre a contratar sus servicios de protección.
- “No me gustan nada ni tu mirada ni tu cara. Así que voy a ayudarte a solucionar eso y estaremos en paz.” – Aclaró mientras levantaba aún más el rostro de Viktor, al mismo tiempo que usaba sus dientes para abrir la bolsa de pólvora que tenía en la otra mano. - “Te aconsejo que cierres la boca.” – Continuó el guardaespaldas antes de verter el contenido de pólvora que quedaba sobre la cara de Viktor, dejando mayor cantidad en la zona de la nariz y boca.
Lo siguiente que vio Viktor fue un fogonazo de luz, seguido de un dolor indescriptible que, instantes después, desvaneció la consciencia del joven semimink de cara completamente desfigurada y que yacía en el suelo completamente inmóvil. Su verdugo, por otro lado, abandonaba tranquilamente la escena del crimen, sin remordimientos y dejando la vacía bolsa de pólvora encima del cuerpo de Viktor.
Casi una hora después, con Viktor completamente inconsciente, el pequeño dueño de la fábrica paso a buscarle, encontrándose aquella macabra escena y viendo cómo su mejor trabajador ahora yacía casi sin vida sobre un charco de sangre y trozos de carne mutilada.
Las maldiciones del dueño no dejaron a ningún familiar libre de culpa. Viendo la escena cualquiera creería que Viktor había sido el único culpable de aquel accidente por manejar mal la pólvora y el dueño, sabiendo que tratar de curar a Viktor le saldría más caro que comprar y adiestrar a un nuevo esclavo, supo que tendría que desmontar el caro collar explosivo y volver a arrastrar un cadáver hasta la fosa común que usaban los miembros de los bajos fondos de aquella isla para deshacerse de los problemas.
Los siguientes recuerdos de Viktor fueron confusos. La consciencia le iba y venía de forma intermitente, dejándole únicamente fotografías muy borrosas de un entorno que nunca había visto y, como era de esperar, terminando con el pequeño dueño de la fábrica tirándole a una montaña de cadáveres en diferentes estados de descomposición, mientras un leve ruido salía de la garganta de un Viktor que no tenía fuerzas para pedir ayuda y que, debido a los daños recibidos en los párpados y ojos, no podía parar de ver a los cadaveres.
- “No te rindas, pequeño.” – Viktor no sabía cuánto tiempo había pasado en esa montaña de cadáveres, pero la voz de una mujer logro sacarle momentáneamente del letargo en el que se encontraba, viendo acercarse lo que parecía ser la borrosa figura de una monja que, cargando una gran bolsa a su espalda, bajaba la montaña de cadáveres ágilmente.
Capitulo 5: Familia.
Me alegra volver a veros. Espero que hayáis repuesto las provisiones para continuar, puesto que de nuevo nos hayamos ante otro día clave en el pasado del joven Viktor. Aún así, en este nuevo día, tenemos 2 grandes diferencias con los que os he estado relatando en los capítulos previos. De todas formas, sentíos libres de poder saltaros los párrafos siguientes y empezar directamente en el capítulo, puesto que relataré a continuación esas diferencias y se revelará ahí una parte importante del mismo.
Si has decidido continuar no seré quién para negarte el capricho de este pequeño spoiler. La primera de estas diferencias es la más importante en el desarrollo personal de Viktor. En este día por primera vez podrá sentir en sus propias carnes el genuino calor y afecto de una auténtica familia. Siendo el descubrimiento de este amor el punto clave en la evolución del pequeño semimink y lo que impidió que tomara una senda llena de odio y rencor por el mundo.
La segunda, más anecdótica bajo mi humilde punto de vista, es el tiempo que transcurre desde el capítulo anterior, pasando apenas una semana entre los hechos acaecidos en el capítulo previo y los que estoy a punto de narrar a continuación, acercándonos cada vez más al final de este viaje en el que nos hemos embarcado y al auténtico inicio de la aventura de Viktor.
Una vez aclarados estos dos puntos procedo a desaparecer nuevamente tras mi teclado, dejando que volváis a sumergiros en el pasado de Viktor.
Los ruidos de una rudimentaria máquina de oxígeno era lo único que se oía en aquella habitación, iluminada tenuemente por una pequeña lámpara de aceite colgada en la pared, permitiendo con ello que su luz bañase la cama sobre la que Viktor, conectado al respirador, se recuperaba del ataque que había sufrido hace una semana y que le había dejado al borde de la muerte.
Las medicinas que le habían dado estaban empezando a dejar de hacer efecto, provocando con ello que, dentro de la cabeza de Viktor, empezará a librarse una pesadilla que le acompañaría y atormentaría el resto de su vida y que, en esos momentos, estaban empezando a provocar una serie de espasmos musculares en el cuerpo de Viktor, tratando de huir de la montaña de cadáveres que le perseguía en sus pesadillas.
No pasó ni un minuto antes de que despertara cubierto de sudor frío, incorporando su torso violentamente y tirando con ello el respirador que, pese a la brusquedad del movimiento, permanecía conectado a un Viktor que miraba atontado a todas partes, restregándose los ojos con la palma de la mano para intentar solucionar lo que pensaba que era un problema ocular que le provocaba alucinaciones.
Como era de esperar, el ruido del respirador cayendo al suelo alertó a los habitantes del lugar en el que se encontraba, pudiendo escuchar sus pasos acercarse velozmente.
- “¡Busca a mamá! Dile que el chico ya se ha despertado.” -Un joven de edad similar a Viktor, vestido con ropa vieja llena de remiendos, de piel rojiza y con unas agallas cruzando su cuello a ambos lados, se adentró en aquel cuarto sin vacilar. – “¡Wow! Tranquilo. No hace falta que vayas tan rápido.” – La calmada voz del chico hizo que Viktor se fijara en él, teniendo de nuevo aquella especie de alucinación en las que podía ver a través de las cosas y viendo en esos momentos como un esqueleto diferente al resto se acercaba y trataba de ponerle las manos en la cara.
Viktor, motivado por la reciente fobia que se había arraigado en el interior de su subconsciente, actuó por instinto y se arrancó el tubo que seguía conectado a su boca para, instantes después, evadir al chico y salir corriendo sin importarle nada más. Notando como el alcance de su visión variaba constantemente, sin saber porque sucedía eso y llegando a pensar que le habían drogado.
- “¡Al próximo le ato a la cama!” – Llegó a escuchar Viktor nada más abandonar aquella habitación, dejando en ella al chico maldiciendo en una lengua que no conocía.
Los siguientes minutos fueron un caos dentro de aquella casa. Viktor seguía sufriendo de aquellas extrañas visiones, haciéndole chocar con paredes y ver como una decena de esqueletos de niños de diversas edades le perseguían mientras gritaban que se detuviera. Pese a todos esos inconvenientes Viktor parecía haber dado con la salida, lo que le habría permitido escapar de aquella casa de no haberse encontrado de frente con lo que pensaba que era un esqueleto que le sacaba una cabeza y que había aparecido ante el para fundirse en un abrazo sincero y compasivo, capaz de reconfortar a cualquiera.
- “Ya pasó pequeño.” – Empezó una dulce voz que se le hizo familiar a Viktor mientras una suave y delicada mano acariciaba los ojos del asustado semimink y arreglaba los problemas de visión de Viktor, permitiéndole ver que la persona que le estaba abrazando no era un esqueleto. – “Todo va a estar bien.” – Continuó la monja, de unos 40 años, mientras Viktor, el cuál nunca había sentido algo así, empezaba a llorar al mismo tiempo que se hundía más en aquél abrazo.
Una media hora después Viktor se encontraba sentado en la misma cama en la que había despertado, apreciando más los detalles de esa habitación y dándose cuenta del crucifijo con 14 alas que estaba colgado encima de la cama, el cuál era el mismo que colgaba del cuello de la monja que estaba tratándole en esos momentos.
- “Tu boca y nariz no he sido capaz de reconstruirlas. Que seas semimink me complicó mucho las cosas, pero pude detener la hemorragia y reconstruir hasta cierto punto.” – Comenzó con tono tranquilizador la monja mientras miraba los ojos de Viktor sin apartar la mirada, como si fuera inmune al efecto que estos provocaban en los demás. – “Tus ojos, en cambio, sí que he podido salvarlos. El hecho de que tengas esos problemas de visión se debe a que tuve que utilizar un implante biónico, consiguiendo reconstruir e integrar tus ojos en su sistema operativo antes de implantártelos de nuevo. Cuando te acostumbres no notarás la diferencia y podrás controlar sus habilidades a voluntad.” – Finalizó, con un vocabulario mucho más técnico de lo que Viktor entendía, mientras sonreía amablemente y sacudía con una mano el oscuro pelo de un Viktor que no sabía cómo reaccionar y únicamente volvía a tapar la mitad inferior de su rostro con la misma camiseta llena de remiendos que llevaba puesta.
- “¿Por qué?” – Fue lo único que pudo argumentar un Viktor que estaba sin palabras, mirando atónito el amable rostro de la monja, incapaz de creer que existiera alguien con un corazón tan puro en el mundo.
- “No necesito un motivo. Todos los niños que necesitan ayuda son mis hijos y una madre no necesita motivos para ayudar a sus hijos.” – Aclaró antes de volver a fundirse en un cálido abrazo con Viktor, el cual no pudo contener las lagrimas mientras respondía abrazando también a su salvadora.
Las siguientes horas fueron un caos para el joven semimink. Viktor, que ya se había hecho con una vieja bufanda, se convirtió en el centro de atención de todo el orfanato, encontrándose a una veintena de niños de diversas razas que querían saber cómo había sido su vida antes de ser rescatado por su madre. Al final, sobrepasado por toda esa situación, acabo escapando con la excusa de ir al baño. Saliendo por la ventana del mismo y subiendo hasta el campanario de la iglesia que era su nuevo hogar.
Las vistas de aquel sitio no eran bonitas. Una explanada de chatarra y madera podrida, con varias ratas correteando por ahí, era todo lo que rodeaba al edificio en 1 km a la redonda. Pero para Viktor, que había pasado toda su vida encerrado, el sentir el viento y la cálida luz del sol del atardecer en su piel era suficiente para reconfortarle y hacerle sentir vivo.
- “No se lo tengas en cuenta. En un par de días ya no estarán tan pesados.” – La voz de uno de los huérfanos rompió el hechizo en el que se encontraba Viktor, haciéndole dar un respingo y levantarse para darse la vuelta y ver a un gyojin, de una edad similar a la suya, acercarse sin hacer ni el más mínimo ruido al caminar. – “Soy Óscar. El que fue a buscarte cuando despertaste.” – Aclaró con una gran sonrisa en su rostro mientras levantaba su puño a la altura del pecho en forma de saludo, esperando que su nuevo hermano lo chocará.
- “Viktor.” – Respondió mientras chocaba puños algo extrañado y sintiendo al momento una corriente eléctrica, lo que sorprendió aún más al joven semimink que no sabía que podía hacer eso.
- “¡Mola! Yo soy un gyojin anguila eléctrica, así que también género electricidad.” – Aclaró con una amplia sonrisa el joven gyojin, sentándose y apreciando el mismo paisaje que había estado viendo Viktor instantes antes.
- “No sabía que podía hacer esto.” – Viktor seguía de pie, con una sonrisa igual de amplia oculta bajo su bufanda, intentando volver a generar electricidad con sus dedos.
- “Mamá estuvo comentando algo de que eras un semimink o algo así durante la operación. Yo no sé cómo lo hacéis vosotros para generar electricidad, pero cuenta conmigo para ayudarte.” – Concluyó alegre, viendo cómo un ilusionado Viktor se sentaba a su lado, dispuesto a disfrutar de aquél atardecer con su nuevo hermano y, sin forzarlo, empezar a crear unos lazos de auténtica hermandad.
Capitulo 6: Este siempre será tu hogar.
Cada palabra que sale de mi teclado nos acerca cada vez más al final de esta historia y al inicio del camino que emprenderá Viktor, aunque os adelanto que en este capítulo final, situado 5 años más adelante, seguramente necesitéis una caja de pañuelos si sois de lagrima fácil.
Dicho esto, y como ya es habitual, procedo a dejaros por última vez con la continuación de la historia. Despidiéndome aquí, sin saber si volveremos a encontrarnos, y dándoos las gracias por acompañarme en este viaje por la vida de Viktor, que se ha hecho más ameno gracias a vuestra compañía.
Las nubes de tormenta habían invadido la isla de Baristán. La débil luz del amanecer apenas podía atravesar la densa capa de nubes que se había formado sobre el cementerio de barcos que era aquella isla y que, desde hace dos semanas, se encontraba bajo un intenso temporal de lluvia que había causado estragos¡en todas las zonas.
Óscar, el hermano mayor de Viktor, se había unido el día anterior al experimentados grupo de carpinteros de Baristan, encargados de ir arreglando la isla artificial sin descanso e impedir con ello que el mar se tragara por completo sus hogares.
Viktor, por su lado, se encontraba acuclillado sobre el campanario de la iglesia. Vigilando desde esa privilegiada posición, camuflado como una gárgola bajo la intensa lluvia y oscuridad que se mezclaban con su abrigo negro, empapado desde que empezó a vigilar hace 17 horas junto a su winchester envuelto en plástico para evitar que se mojara y pudiese fallar en caso de ser necesario.
- “Ya he terminado por aquí, Vik.” – La grave voz de Óscar rompió el hipnótico ruido de la lluvia, sacando a Viktor del trance de vigía en el que se encontraba y, tras levantar la máscara con aspecto de calavera animal llevarse la mano a la oreja para ajustarse el ko den den mushi. – “¿Cómo ha ido la noche?¿Algún pirata o bandido?” – Preguntó mientras Viktor aprovechaba que se había levantado la máscara para comer un par de arañas muertas.
- “Ha sido tranquila. Sobre las 3 estuvieron acechando un par de bandidos que se largaron tras recibir cada uno un disparo en la rodilla.” – Empezó Viktor mientras terminaba su peculiar desayuno.
- “¿Mamá no te ha recordado suficientes veces que primero tienes que avisar?” – Echó la bronca Óscar, con un ligero tono de orgullo tras esas palabras, sabiendo que su hermano era capaz de proteger a su familia.
- “El primer tiro fue a sus pies. No tengo la culpa si son estúpidos y siguen acercándose.” – Respondió mientras se volvía a poner la máscara que ocultaba su horrendo rostro. – “Además… Creo que Illje debería darnos algo de comisión por llevarle nuevos clientes.” – Concluyó antes de estirarse y soltar sus agarrotados músculos.
- “Gyajaja. No estaría mal. Debería haberle arrancado el brazo metálico al subnormal del puerto para enviarle también allí.” – Respondió el gyojin tras soltar una breve carcajada. – “Por cierto. Voy a llevarme todas las herramientas para ir arreglando el techo. ¿Puedes llevarte a Miri e ir a por el pescado?” – Preguntó, sabiendo que ponía a su hermano en un compromiso dada la falta de sueño pero sabiendo al mismo tiempo que no se negaría.
- “Pffff… Vale. Miri tiene que estar a punto de despertar, así que ya nos veremos cuando volvamos de casa del viejo Olaf.” – Confirmó Viktor mientras se metía dentro del campanario y empezaba a bajar por las escaleras, mojando aún más el suelo de piedra.
- “Te debo un chispazo, hermano” -Respondió alegre antes de colgar, haciendo referencia a la capacidad que tenían ambos de producir electricidad.
Casi 1 hora después Viktor y Miri, una niña de la raza de los gigantes que medía casi 6 metros de alto, se encontraban saliendo de la iglesia bajo el amparo de un gigantesco paraguas hecho por Óscar y que llevaba Miri sin problemas.
- “Viki, eres malo.” – La aguda y dulce voz de la niña contrastaba con su enorme tamaño y, pesé a mostrar malestar e incomodidad por enfadarse con su hermano mayor, su voz no podía ser más adorable.
- “Ya te he dicho que lo siento, Miri. No me he dado cuenta de que el caracolito se podía resfriar.” – Respondió Viktor, suavizando el tono mientras pensaba que era una estupidez haber dejado el ko den den mushi en casa, dentro de una caja de cerillas y tapado con una manta del tamaño de una carpa que usaba Miri para dormir.
- “Si se pone malo no dejaré que vuelvas a coger a ningún caracolito.” – Concluyó la pequeña gigante, demostrando su buen corazón con el resto de criaturas. Algo de lo que Viktor carecía completamente y los frascos llenos de insectos muertos que le servían de comida eran prueba de ello.
- “Cuando estemos en casa me pondré con Óscar a hacer una casita para los caracolitos. Así estarán mucho más cómodos y podrás tenerlos en tu cuarto.” – Viktor sabía cómo contentar a su hermana pequeña, consiguiendo al momento que una gran sonrisa se formara en su rostro y empezase a caminar dando saltitos, que hacían temblar el terreno cercano y con ello retumbar el interior del cuerpo de Viktor.
Pesé al cansancio acumulado por la falta de sueño, Viktor continuó todo el camino hablando y haciendo bromas con Miri, usando sus revólveres para hacer pequeños trucos con los que impresionarla. Haciendo que ese viaje, rodeado por cientos de ratas ahogadas y flotando en charcos que se acumulaban junto a casas derruidas por la fuerza de la lluvia, se hiciera algo ameno y divertido para la pequeña gigante.
La visita en casa del pescador fue breve. Miri se quedó esperando en la puerta mientras Viktor ponía al día al viejo Olaf, que se negó a cobrar por los 2 barriles de pescado seco que se iban a llevar. Aunque Viktor acabó dejando la bolsa de berries colgada del manillar de la entrada, aprovechando que Olaf hablaba con su hermanita.
El viaje de vuelta fue igual de ameno, con Miri cargando los dos barriles con un solo brazo y con Viktor, cada vez con más ganas de echarse a dormir un rato, haciendo trucos con sus armas para entretener a la pequeña. Aunque todo eso cambió cuando llegaron a la explanada que precedía a su hogar, momento en el que Viktor notó que algo raro pasaba al ver, gracias a su privilegiada vista dada por el bioimplante, como la puerta de su hogar estaba destrozada.
- “Miri, ve a casa de Rina.” – Viktor mantuvo un tono calmado para que su hermana no sospechara nada. Sabiendo que no podía dejarla ahí sola y mucho menos llevarla a la iglesia, la única solución era que retrocediera un centenar de metros y esperase en la casa más cercana, donde vivía una vieja amiga de su madre y dónde Viktor sabía que no había pasado nada. – “Se me ha olvidado que un barril era para ella.” – Mintió, girándose hacia su hermana, agachando la cabeza y juntando las palmas de sus manos a modo de disculpa.
- “Vale. ¡Seguro que Rina me da chuches!” – Respondió con una sonrisa antes de darse la vuelta e ir a la casa que le había indicado su hermano, el cuál ya se había dado la vuelta y estaba corriendo todo lo rápido que podía, con un revólver en cada mano e ignorando por completo la lluvia que le estaba empapando.
Decenas de horribles pensamientos cruzaron su mente en ese kilómetro, con Viktor sintiendo como sus piernas ardían pese a la fría lluvia. Con su cuerpo olvidando todo el cansancio, sustituido por un sentimiento de preocupación por su familia, por ver que estaban bien.
Justo cuando estaba llegando a la escalinata que daba a la entrada de su hogar, vio como uno de los bandidos a los que había disparado esa misma mañana estaba saliendo cubierto de sangre de la iglesia, cojeando y con una mueca de horror mientras miraba hacia el interior del edificio, sin darse cuenta de que Viktor estaba apuntándole directamente a la cabeza.
No hubo titubeo alguno por parte de Viktor. El bandido recibió el disparo a quemarropa en plena sien, muriendo sin ser consciente de lo que había pasado.
- “¡ÓSCAR!¡MAMÁ!¡BILL!” – Los desesperados gritos llamando a su familia rasgaban y dañaban sus cuerdas vocales, pero eso no le importaba a un Viktor que había entrado en la iglesia antes de que el cuerpo sin vida del bandido tocara el suelo.
La primera visión que tuvo Viktor al entrar en el amplio vestíbulo de la iglesia fue la de tres de sus hermanos pequeños degollados al lado de la entrada. La segunda fue la de su hermano, un imponente gyojin anguila eléctrica de casi 3 metros, cubierto de heridas y arrancándole la cabeza de un bocado a un bandido, teniendo a sus pies los cadáveres de otros 5. La tercera fue la de un bandido espigado, de rostro cubierto de cicatrices pero vagamente conocido y con un brazo metálico, corriendo hacia su hermano con una larga espada cubierta de sangre desenvainada.
Viktor, por acto reflejo para proteger a su hermano, disparó varias veces sus dos revólveres al mismo tiempo, alcanzando en la espalda al bandido, que cayó al suelo mientras gritaba de dolor por el traicionero ataque.
No hubo frase sentenciadora por parte de ningún hermano. Óscar, aún con la cabeza del bandido que acababa de matar en la boca, se agachó y agarró el cuello del jefe de los bandidos con una sola mano, levantándole a casi 3 metros de altura mientras le electrocutaba. Acto seguido y tras escupir la cabeza de su subordinado, bajo con todas sus fuerzas el brazo que sujetaba al único bandido que seguía con vida, estampando violentamente su cabeza contra el suelo y matándole en el acto.
Los siguientes momentos fueron confusos. Óscar abrazó a Viktor mientras ambos empezaban a llorar desconsoladamente, acercándose después a los cuerpos de sus 3 hermanos pequeños.
- “Están arriba. Mamá pudo proteger al resto.” – Fue lo único que pudo articular Óscar, desolado por la perdida de 3 de sus hermanos. Dándole a entender con ello a un Viktor incapaz de hablar, que podía ir a buscar al resto mientras él se encargaba del vestíbulo.
Viktor, tras cerrar los ojos de uno de sus hermanos asesinados, dejó a un Óscar abatido arrodillado a su lado y se alejó mientras las lagrimas surcaban su rostro, todavía oculto bajo la máscara.
Unos minutos después entro en la habitación donde aguardaban el resto de sus hermanos, asustados por no saber que había sucedido y rodeando con preocupación a su madre, que tenía el hábito de monja con una gran mancha de sangre en el abdomen.
- “Viktor… Estás bien…” – La débil voz de su madre, aliviada por ver volver a uno de sus hijos, hizo que el corazón de Viktor se rompiera del todo, derrumbándose y cayendo de rodillas al suelo mientras sus hermanos pequeños le abrazaban.
- “Ya ha pasado todo. Óscar se ha encargado.” – Fue lo único que se le ocurrió decir, tratando de calmar a sus hermanos mientras miraba preocupado a su madre. – “Miri está en casa de Rina.” – Concluyó, aliviando con ello el rostro de preocupación de su madre, que estaba tratando de reincorporarse con claros signos de dolor surcando su rostro.
- “Sabía que no dejarías que le pasara nada.” – El dolor era tal que, nada más ponerse de pie, volvió a caerse al suelo.
- “¡MAMÁ!” – El grito de preocupación de todos sus hijos fue instantáneo, aunque Viktor se hizo notar sobre el resto y pudo llegar el primero para sujetarle la cabeza delicadamente.
- “Viktor… En el armario de mi habitación… hay varios archivadores… con diarios.” – La voz de la monja se hacía cada vez más débil. – “Todos… tenéis el vuestro.” – El llanto de sus hermanos hacía que escuchar su débil voz fuera aún más complicado.
“Ya nos los darás luego. Te vas a poner bien.” – Dijo Viktor, casi como una súplica mientras trataba de que no se le rompiera la voz viendo como su madre le ponía la mano sobre la máscara, levantándola con las pocas fuerzas que le quedaban para ver por última vez el rostro de de su hijo.
- “Os quiero a todos” – Fueron las últimas palabras de su madre antes de cerrar los ojos, dejándole un rostro de paz absoluta mientras sus hijos, por otro lado, rompían a llorar aún más desconsoladamente y se lanzaban a darle un último abrazo.
Ningún hermano es capaz de recordar con claridad lo que sucedió en las siguientes horas. Óscar se encargó de enterrar a sus hermanos y su madre en el interior de la iglesia, a los pies de la gran cruz con 14 alas que se alzaba imponente en el vestíbulo. Viktor, por su lado, se dedicó a entregar cada diario a su respectivo hermano, quedándose con el suyo y subiendo al campanario para leerlo, alejado del resto, con la máscara quitada y viendo como el cielo, al igual que todos ellos, continuaba llorando en una lluvia que no cesaba.
La primera parte del diario era una descripción de cada día que había pasado en el orfanato. Se encontraban todos, desde el día que consiguió su primer revólver al día en el que disparó a Óscar en una oreja por creer tener más habilidad de la que tenía en realidad.
Leer todo eso le produjo una mezcla de sentimientos que le ponían una sonrisa en el rostro al mismo tiempo que las lágrimas no paraban de brotar de sus rojos ojos y que continuaron hasta que llegó al final del diario, encontrando una carta que no relataba los días pasados.
“No se muy bien como empezar esta carta ya que espero que nunca tengas que leerla. Han pasado ya 4 años en los que has crecido como persona hasta convertirte en todo un adulto, pasando a ayudarme junto a Óscar y conseguir entre todos crear un auténtico hogar para todos los niños abandonados.
No sé si te quedarás mucho más tiempo después de mi muerte, pero lo que sí sé es que, aunque yo ya no esté, siempre serás mi hijo y, lo que es más importante, un hombre de principios que luchará por un mundo más justo.
Recuerda que tú hogar siempre estará donde tengas tu corazón, así que parte a la aventura sin miedo cuando estés preparado. Tu familia siempre estará ahí para apoyarte cuando lo necesites, por mucho que estéis en mares diferentes.
Siempre te querré.”
Las lagrimas continuaban cayendo mientras Viktor se restregaba los ojos, activando con ello su habilidad para ver a través de las cosas y percatándose con ello de que el diario tenía un fondo falso en la contraportada con una especie de fruta en su interior.
Segundos después Viktor se encontraba mirando una cereza enorme, con espirales recorriendo toda la superficie y con un extraño y curvo rabito del que brotaba otra cereza, igual a la anterior pero muchísimo más pequeña. Aunque, justo después de agarrarla, su mirada se posó en una pequeña nota que se había quedado oculta debajo de la fruta, procediendo a leerla mientras volvía a dejar aquella extraña fruta en su escondite.
"Tu destino es tan grande como el amor que tengo por vosotros."
En cualquier otro momento Viktor habría rechazado el comerse una fruta, pero su madre les había contado historias sobre su pasado pirata y la leyenda de aquellas extrañas frutas capaces de otorgar grandes poderes a cambio de un gran precio. Por lo que aquella frase despertó algo en el interior de Viktor, ahora decidido a crear un mundo mejor para sus hermanos e iniciando con ello su destino como cazarrecompensas.
Mi nombre, por si os lo preguntáis, no es necesario en esta historia, pero, tras 5 tranquilos años, me veo en la triste obligación de regresar a mi vieja máquina de escribir, actualizada ahora a un teléfono móvil, y volver a documentar un relato de estas características.
Capítulo 1: Bienvenido al mundo.
Nuestra triste historia comienza en la isla de Ferma, una pequeña isla dedicada a la agricultura del Reino de Ilusia. La isla estaba regida por el barón de Ferma que, junto a su hija y yerno, procuraban sacar el máximo provecho a esas tierras, trabajando junto a los poco más de 50 trabajadores y esclavos que vivían allí. Los extensos campos de trigo reflejaban el duro trabajo que les había llevado ganar la batalla a los bosques que antaño cubrían por completo esa isla y que se habían visto reducidos a unas 7 hectáreas, conservadas exclusivamente para el uso y disfrute del barón cuando quería ir a cazar.
Si algo destacaba en aquella pequeña isla era la casa señorial. Una enorme edificación de piedra blanca, situada encima de una colina desde la que gobernaba todos los campos de trigo y que contrastaba con el resto de edificaciones de la isla, de una simpleza abrumadora, gracias a su sobrecargado y pomposo estilo arquitectónico en el que lo que más destacaba eran los leones, cincelados con sumo detalle y de un blanco tan puro que, a esas horas de la noche, reflejaban sin impedimentos la hermosa luz de la luna llena que bañaba la isla.
Cualquier otro día nadie habría osado encender una luz por la noche en aquella casa. El barón era muy estricto con los horarios de sueño y cualquier luz, por mínima que fuese, estaba terminantemente prohibida después de cenar. Aunque, al igual que hace casi 4 años, algo especial estaba pasando ese día y las luces en una de las habitaciones de la casa así lo reflejaban.
- “¡Viktor, ve al baño y trae más toallas limpias!" - Exigió con tono preocupado una anciana sirvienta, de largas trenzas canosas y que mediría cerca de 2 metros, a un pequeño esclavo, de no más de 4 años y que destacaba por tener unas grandes orejas puntiagudas, el pelo negro como el carbón y una piel mucho más blanca de lo normal, que mantenía la mirada en el suelo al mismo tiempo que se agarraba con fuerza una elegante bufanda que tapaba la mitad de su rostro y que, curiosamente, contrastaba con la simpleza de los harapos que llevaba.
- “¡Sí, señora!” - Con sólo esa afirmación y sin apartar la mirada del suelo, el pequeño niño, utilizando la puerta de servicio, salió velozmente de la única habitación iluminada de la casa, en la que la hija de la familia estaba dando a luz al futuro heredero de aquella granja.
Los angostos pasillos secretos por los que se movía el pequeño esclavo habrían sido un inconveniente para cualquier otro, pero Viktor pasaba la mayor parte de su tiempo metido ahí dentro y había memorizado aquellos pasadizos como si fueran la palma de su mano. Gracias a esto pudo llegar al pomposo baño, recoger las toallas y volver a la habitación en menos de 3 minutos, haciendo gala de una velocidad impropia de un niño normal de su edad.
Nada más cruzar Viktor el umbral de la puerta, un grito agudo e irritante taladró la cabeza de todos los presentes. - “Llegas tarde. Quédate ahí y no molestes." - Recriminó la anciana al pequeño niño mientras le quitaba con fuerza una de las toallas limpias, envolviendo hábilmente al pequeño bebé antes de entregárselo a su madre, una hermosa joven con un cabello de un negro puro, de unos 25 años y que, pese al notable agotamiento físico y mental, mantenía una gentil sonrisa en su delgado rostro mientras trataba de calmar al recién nacido meciéndole entre sus delgados brazos.
- “¿Dónde está su padre?" - Preguntó con voz débil y con un tono casi imperceptible de tristeza debido al recuerdo fugaz de lo sucedido hace casi un lustro.
Mientras la anciana se giraba en dirección a la ventana para ver los jardines y encendía el den den mushi de su oreja para tratar de localizar al padre de la criatura, Viktor seguía inmóvil al lado de la puerta de servicio, siendo, como de costumbre, ignorado por el resto de personas y esperando nuevas órdenes que acatar. El bebé, por su parte, seguía taladrándole la cabeza con su agudo llanto y, pese a que lo tenía prohibido, Viktor había levantado ligeramente la cabeza para poder ver cómo era su futuro amo, encontrando una bola de carne, tapada hasta la cabeza con la toalla que había llevado, y que no paraba de llorar mientras intentaba abrir los ojos, consiguiéndolo poco a poco.
El silencio se hizo absoluto en el momento en el que Viktor y el bebé, que recién pudo ver por primera vez el mundo que le rodeaba, cruzaron miradas. Aquél pequeño e indefenso ser, con unos pocos instantes de vida y protegido por los brazos de una madre que ignoraba lo que estaba sucediendo, estaba sintiendo un miedo primigenio capaz de helar la sangre del más valiente y que, en esos momentos, atenazaba sus pulmones y le impedían respirar, incapaz de apartar la mirada de esos ojos rojos que reflejaban un alma siniestra y más oscura que la noche más cerrada.
Apenas pasaron un par de segundos antes de que una gran mano impactara en el rostro del pequeño esclavo. - “¡Idiota!” - El grito de la anciana matrona rompió el silencio justo antes de que el pequeño cuerpo de Viktor golpease contra la pared del fondo, asustando con ello a la joven madre que pedía explicaciones con la mirada a la criada que la había acompañado toda su vida, protegiendo entre sus brazos al pequeño recién nacido que había retornado su llanto de forma aún más escandalosa. - “No pasa nada, señorita Irina. El joven esclavo no preparó el vino antes de subir y ha ralentizado la llegada de su esposo.” - Mintió con un tono dulce que contrastaba enormemente con lo que había sucedido hace unos instantes.
- “No hace falta que seas tan dura con el pequeño." - Respondió con tono amable mientras giraba la cabeza lo suficiente como para ver a Viktor levantarse torpemente, con la cabeza gacha y ajustando su elegante bufanda al mismo tiempo que las lágrimas caían poco a poco de sus ojos y empapaban la lujosa tela. - “Vete a descansar. Has hecho un buen trabajo ayudando a la vieja Kostya a traer al pequeño Fyodor al mundo”.
- “Gracias, se-señora.” - Tartamudeó con voz temblorosa Viktor antes de retirarse usando la puerta de servicio, sabiendo el castigo que le esperaría esa noche por parte de la anciana sirvienta que, en esos momentos, sonreía falsamente a la joven madre tras lanzar una mirada fulminante al pequeño sirviente antes de que desapareciese en la oscuridad de la casa.
Si alguien con algo de luz hubiese estado en ese mismo lugar, podría haber visto al pequeño Viktor caminando sin rumbo por los angostos y oscuros pasillos, llorando de forma ahogada y con su lujosa bufanda abierta, manchada de lagrimas y revelando el horrendo rostro del niño, extrañamente similar al de un murciélago y, ahora, hinchado y surcado por las lagrimas del pequeño semimink.
- “No vales para nada. Eres un inútil.” - La voz de la anciana sirvienta invadió sus pensamientos. No era la primera vez que aquella voz aparecía para atormentarle y, desde luego, no sería la ultima. - “No mereces mirar a nadie a la cara. Eres escoria que no debería haber nacido y solo ha traído desgracias a esta familia." - Continuaba la voz de su cabeza mientras el pequeño se tiraba en el suelo, apoyando su espalda en la fría pared mientras se tapaba las orejas, intentando inútilmente ahogar la voz de la anciana.
Nuestro pequeño protagonista acababa de descubrir una de las crueles verdades del mundo. El amor y la cruel capacidad del ser humano de negárselo a determinadas personas por el simple hecho de ser diferentes. Pero tranquilo, ávido lector. Esto es sólo el comienzo de la historia y, por cruel que sea, en toda historia siempre hay un lugar para la ilusión… aunque tarde en llegar.
Capítulo 2: Hasta nunca.
Puede que para nosotros el simple hecho de pasar de capitulo no nos haya llevado más que unos segundos, pero al joven Viktor le ha llevado algo más de 2 años avanzar hasta esta nueva encrucijada de su triste historia. Si todavía queréis continuar el diario estáis en vuestro derecho. Ya os advertí al comienzo de esta historia y no volveré a hacerlo, por lo que iniciaremos con esta parte más calmada, donde el inicio de nuestro joven protagonista será aclarado. Yo, por mi parte, volveré a hacer acto de aparición en el siguiente capítulo, así que espero volver a veros allí.
En estos dos años el pequeño Viktor, pese a la reticencia del barón, se había convertido en el esclavo personal de la señorita Irina. Aquello había supuesto una mejora sustancial en su calidad de vida. Por su parte, Kostya seguía vigilando de cerca a Viktor por orden del barón, aunque esto no lo sabía nadie más que ellos.
- “Viktor, ve a buscar a mi padre y a mi esposo. Fyodor ya esta cambiado y listo para irse a su primera cacería.” - La alegre voz de la señorita Irina sirvió para que una feliz e inocente carcajada saliese del pequeño bebé, que estaba vestido con un trajecito dorado que resaltaba un pelo igual de oscuro que el de su madre y Viktor.
- “Claro. En un momento vuelvo." - Respondió con un tono igual de alegre el joven semimink, que seguía ocultando su rostro con aquella lujosa bufanda y habiendo dejado atrás los harapos, los cuales había cambiado por un refinado y agobiante traje del dorado color del trigo que sembraban en aquella isla.
- “Deben de estar en el estudio. Diles que les esperamos en el vestíbulo." - Añadió antes de que el joven semimink desapareciera por la puerta secreta.
Pese a la subida de categoría, Viktor seguía utilizando los pasillos secretos para moverse velozmente por la gigantesca casa. Su pequeño tamaño y su extraordinaria capacidad para haber memorizado todos los pasadizos le hacían perfecto para desempeñar velozmente las tareas que le encomendaba su joven ama.
- “Señor. Tiene que hacer algo respecto a su hija y esa cosa." -No había pasado ni un minuto recorriendo aquellos angostos pasadizos cuando la voz de la vieja Kostya llegó a los oídos de Viktor mientras llegaba al pasillo del estudio. - “La joven ama no tardará en darse cuenta de que le mentimos.”
La conversación, amplificada por los estrechos pasillos, llegó al oído de Viktor y le permitió escuchar aquello antes de llegar al pasillo que daba a la entrada del estudio, haciendo que aminorase el ritmo hasta ir caminando mientras trataba de pensar en qué podían mentido a la joven ama.
- “Lo sé. Pero la niña es demasiado caprichosa y no puedo negarme cuando me pide algo." - La grave voz del barón resonó en la cabeza de Viktor antes de que el ruido de una silla al arrastrarse y unos posteriores pasos pesados revelarán el movimiento del anciano. - “Esa maldita promesa de hace 6 años es lo que condenará a esta familia al final. Tendríamos que haberle matado nada más nacer.”
Hace 6 años.
La luz del frío atardecer otoñal se reflejaba sobre la fachada de la casa del barón de Ferma, haciendo que su blanca fachada adquiriera un tono dorado similar al de los campos de trigo que bañaban aquella isla.
El ajetreo en el interior de la casa anunciaba un acontecimiento importante en el núcleo de aquella familia y por tanto en la vida de todos los habitantes de aquella isla. La joven Irina se encontraba en esos momentos dando a luz a su primogénito y siendo atendida por su madre, una mujer pequeña y extremadamente delgada, vestida completamente de un negro igual de puro que el de su cabello, y la, aún mas imponente en comparación, Kostya, encerradas en una pequeña pero ostentosa habitación con todo lo necesario para llevar a buen puerto el milagro que se estaba dando.
- “Empuja un poco más, Iri." - Guiaba la que sería la abuela del pequeño mientras agarraba una toalla. - “Lo estás haciendo muy bien, sólo queda un último esfuerzo."
Segundos después y tras soltar un último grito de dolor, la joven Irina se quedó inconsciente tras lograr dar a luz al pequeño después de un parto que había empezado la mañana del día anterior y que había tenido más complicaciones de lo normal.
- “Kostya. Llama de inmediato a mi marido." - El tono serio de la señora de la casa contrastaba con la alegría que debería haber tenido tras tener a su primer nieto en brazos.
- “No pasa nada, señora Ilya. La joven Irina se ha quedado agotada después de todo el esfuerzo." - La voz de la anciana sirvienta trataba de aliviar a Ilya, aunque el grito ahogado que salió instantes después de su garganta dio toda la razón a su señora, que estaba envolviendo con una toalla al recién nacido antes de dejarlo a los pies de la cama de su madre.
- “Trae a mi marido y sólo a mi marido. Que nadie más sepa lo que sucede, Kostya." - El pequeño tamaño de su cuerpo contrastaba con el imponente aura que emitía la señora de la casa. Su convicción le dotaba de una seguridad que hacía ver pequeña a la gigante Kostya, la cuál, antes de salir por la puerta, lanzó una última mirada de preocupación y dudas al pequeño bulto silencioso que era el recién nacido.
- “Viktor." - Un suave susurro salió de los labios de su inconsciente madre, revelando con ello el nombre que quería dar a su recién nacido. Aunque nunca recordaría ese nombre.
- “No te preocupes, Viktor." - La ahora abuela se acercó al pequeño bulto que era su nieto, separando cuidadosamente la manta para ver la cara del extrañamente silencioso bebé. - “Aunque nunca lo sabrás siempre serás un Krov. La sangre de esta noble casa corre por tus venas y juro por sus fundadores que no dejaré que te hagan nada." - Concluyó segura y sin apartar la mirada del rostro de Viktor, más similar al de un murciélago que al de una persona.
De vuelta al presente Viktor acababa de llegar a la puerta, abriéndola tras anunciar previamente su llegada, sin saber que aquello significaría el fin de su vida tal y como la conocía.
- “Señor. La joven ama se encuen…” - Antes de que pudiera terminar de transmitir su mensaje, la enorme mano de Kostya le apresó el cuello y le levantó a más de dos metros de altura con una velocidad impropia de alguien de su edad.
Viktor no entendía que estaba sucediendo. El aire apenas le llegaba a los pulmones y por mucho que pataleara y tratara de aflojar el agarre de Kostya todo era inútil, dejándole únicamente la opción de buscar con la mirada al barón, para tratar de comprender que sucedía. Por su parte, el barón, un hombre espigado de unos 60 años, con larga melena y barba pelirrojas y vestido con un elegante traje negro, lo único que hizo fue sentarse de nuevo en su lujosa butaca, apoyando los brazos sobre la elaborada mesa de madera oscura llena de documentos y mirando la escena mientras mil pensamientos cruzaban su cabeza.
- “Kostya, déjale en el suelo." - La grave voz del barón inundó la habitación, consiguiendo que un temblor recorriera el cuerpo de la anciana, que soltó el cuello de Viktor al momento.
El pequeño esclavo aterrizó sobre una mullida alfombra, que amortiguó la caída de 2 metros de altura, sobre la que se quedó tosiendo mientras trataba de recuperar el aire que le había sido privado con el fuerte agarre de la anciana sirvienta, que esperaba al lado de Viktor una orden por parte del barón.
- “Cuéntame qué has escuchado." - La inquisidora mirada del barón se centró en el joven esclavo que ya había terminado de toser y se había levantado tembloroso, sin saber que estaba sucediendo pero ya acostumbrado al castigo físico.
- “Que habéis mentido a la joven ama y una promesa de hace 6 años." - Respondió con sinceridad, ajustándose la bufanda para que no se le viera parte del rostro y sin levantar la mirada, sabiendo que si lo hacía un nuevo correctivo le sería aplicado.
- “Bueno. Eso nos facilita mucho las cosas." - Empezó el barón tras soltar un suspiro de alivio, como si se estuviera quitando un gran peso de encima. - “Kostya, llama a Dragov. Dile que tenemos un nuevo esclavo para llevar a Baristan." - El tono del barón denotaba una firmeza tal que impedía cualquier movimiento por parte de Viktor, el cual se había quedado congelado y estaba empezando a comprender lo que sucedía y quién era en realidad.
-“¿Quiere que me encargue del esclavo antes?” - Preguntó la anciana mientras ponía una de sus enormes manos sobre la cabeza de Viktor para evitar que escapara. Pese a eso, tras un simple gesto de negativa con la cabeza por parte del barón, abandonó la estancia dejando a anciano y niño solos en aquella habitación.
- “Le prometí a tu abuela que no derramaríamos tu sangre y seguiré manteniendo esa promesa." - Continuo el anciano mientras se acercaba al pequeño Viktor, quedándose parado justo delante, levantando la barbilla del joven y cruzando miradas con él por primera vez desde que Viktor era un recién nacido, revelando que ambos tenían los mismos ojos, de un color rojo sangre y con una oscuridad latente en su interior capaz de amedrentar al más valiente. - “Pese a todo, tienes mas sangre de Dragón Celestial que Fyodor." - Concluyó con un ligero tono de orgullo, liberando del hechizo que atenazaba los músculos de Viktor y colocándose a su lado para, acto seguido, golpear con el dorso de la mano el cuello de su nieto. - “Hasta nunca.”
La oscuridad se hizo instantánea para Viktor, que acabaría despertando un par de días después en la sucia bodega de un barco, encadenado junto a otra veintena de niños de entre 7 y 12 años, casi todos con la mirada perdida y con varias capas de suciedad y sangre seca por encima.
Capítulo 3: Nueva vida.
Nuevamente nos encontramos y nuevamente soy portador de malas noticias, mi querido lector. Tras una larga vida, he visto todo lo que le ha pasado el pequeño Viktor y sólo narro esta historia porque he sido contratado para hacerlo y únicamente la promesa que le hice a un ser muy querido me da fuerzas para continuar y narrar los horrores que están por llegar.
Podría relatar que el viaje de Viktor en aquella embarcación fue breve y apacible, pero al hacerlo os mentiría. La bajeza moral de la tripulación comandada por Dragov era tal que, aún a día de hoy, sigo sintiendo náuseas al recordar lo que pasaron Viktor y la veintena de niños que, junto a él, vivieron lo más parecido al infierno en la tierra. Pese a todo, Viktor tuvo un pequeño golpe de suerte y fue el único afortunado que, debido a su monstruoso aspecto, cambiaba los abusos sexuales por más palizas y una tortura psicológica que le dejó varios traumas que aún perduran.
Como espero que entendáis, todo tiene un límite y tanto por mi salud mental como mi preocupación por el bienestar de la vuestra, no me permiten narrar los hechos acaecidos en aquel navío. Dicho lo cuál, saltaremos esos 5 meses en el interior de aquel navío y, al igual que ellos, atracaremos en el puerto de Baristán, lugar en el que Viktor empezaría a ver algo de luz en su vida... aunque tardaría unos años en llegar.
El crujir de la madera y chatarra que conformaban el puerto de Baristán era lo único que se podía escuchar en esa apacible noche de luna llena. Dragov, un fornido anciano, con una barba y peinado cuidados al milímetro y vestido con un impoluto traje que contrastaba con el gigantesco martillo que llevaba colgado a la espalda, escoltaba el pequeño grupo de niños que, encadenados unos a otros, bajaban en fila y con la cabeza gacha del barco que había sido su prisión desde hace meses.
- “Tiempo sin verte, Dragov. ¿Cómo ha ido la cosecha?” - Una lúgubre voz surgió de las sombras, precediendo a un espigado hombre con el curtido rostro cubierto de cicatrices y con un brazo de metal oxidado que le daba un aspecto aún mas tenebroso.
- “No me lo recuerdes, Drey. Llevo más de un año fuera de casa." - Respondió mientras le estrechaba la mano buena. - “Sólo hemos perdido a 3 esclavos. Hacía tiempo que no veía una cosecha tan dura." - Continuó mientras se giraba hacia los niños, muertos en vida y sin ninguna emoción en sus ojos.
-“No está nada mal." - Respondió mientras paseaba por delante del grupo de niños, observándolos minuciosamente para tratar de encontrar algún defecto por el que alguno le saliese más barato. - “¿Qué le pasa a este?" - Preguntó tras pararse enfrente de Viktor, que llevaba una bolsa de lino ensangrentada tapándole la cabeza y con dos pequeños agujeros asimétricos a la altura de los ojos, los cuales seguían ocultos en la oscuridad de la bolsa.
- “Ese ya está vendido. Lo de la bolsa es para no tener que verle la cara." - Dragov se acercó tranquilamente, haciendo crujir el suelo bajo sus pies debido al peso del martillo. - "Además, la pequeña rata tiene algo en su mirada que te pone los pelos de punta. Mira." - Concluyó antes de levantar la bolsa, revelando el rostro de Viktor, hinchado y cubierto de sangre seca debido a las palizas recibidas, a un Drey que, al momento de verle, retrocedió instintivamente mientras se llevaba su mano buena a la cintura, agarrando firmemente el oxidado revólver que estaba ahí colgado pero sin llegar a desenfundarlo.
“¿De dónde mierda has sacado esa cosa?” - Preguntó todavía algo alterado mientras se recomponía, sintiendo un escalofrío por toda su columna al mismo tiempo que veía como Dragov, el cual se estaba aguantando la risa, volvía a tapar el rostro de un Viktor que no se había movido ni un centímetro.
- “Era un esclavo en Ferma. No se que pacto diabólico harían allí para tener a semejante monstruo, pero me pagaron para que me lo llevara, así que no hice preguntas." - Mintió antes de agarrar a un niño más pequeño que Viktor, situado a un par de metros. - “Este de aquí no me sirve para nada. Puedes llevártelo y vendérselo a los de Landvik, que seguro que te lo cambian por una reparación en ese brazo." - Añadió mientras el niño, con la mirada perdida y una ostensible cojera, avanzaba hacia el espigado guardián del puerto.
- “Perfecto, aunque quizá me divierto antes con él. Hace mucho que no tengo un esclavo y puedo aguantar un par de días más con esta chatarra pegada al cuerpo." - Concluyó tras examinar el cuerpo del niño, que seguía inmóvil y con la mirada perdida, al igual que el resto de pequeños esclavos que se habían puesto de nuevo en marcha tras un pequeño silbido por parte de Dragov.
- “Haz lo que quieras. Si necesitas cualquier cosa Petrov está en el barco." - El brazo de Dragov se alzaba en el aire en señal de despedida, perdiéndose en la neblina nocturna mientras el pequeño grupo de esclavos le seguía, destino a los que serían sus nuevos hogares.
3 horas después sólo quedaban Dragov y Viktor, que paseaban en silencio por las oscuras calles formadas por los restos de miles de barcos, sobre los que se alzaba ahora aquella isla artificial que se había convertido en poco más que un vertedero de la maldad humana.
- “Espera aquí." - Fue lo único que dijo Dragov antes de adentrarse en una edificación de 3 plantas de altura, parecida a una gran nave industrial abandonada.
Minutos después, con Viktor justo en el mismo lugar, salió Dragov acompañado de un hombre bajito, sin nada de pelo, manchado de una especie de polvo negro por todo el cuerpo y un implante ocular en su ojo derecho, con una lente telescópica con la que estaba analizando al pequeño Viktor.
- “Nos vemos." - Se despidió, continuando recto y desapareciendo en la oscuridad de la noche junto a su martillo, silbando una característica melodía mientras dejaba al pequeño Viktor con su nuevo amo, el cual no era mucho más alto que él y en esos momentos estaba agarrando firmemente del brazo a Viktor, introduciéndole en la vieja nave sin quitarle la bolsa de la cabeza.
- “Dragov ya me ha dicho que puedes trabajar sin tener que quitarte esa bolsa.” - Los pasos del pequeño hombre eran rápidos, lo que obligaba a Viktor a acelerar el paso mientras se guiaba por su excelente oído para no tropezarse. - “Únicamente se te permitirá quitarte la bolsa cuando vayas a comer y lo harás en una habitación apartado del resto." - Continuaba el dueño de aquella nave mientras seguía avanzando por la laberíntica nave junto a un obediente Viktor que no emitía sonido alguno. - “Mañana te supervisaré y podrás cometer 3 fallos montando las balas. Al siguiente fallo no estaré ahí y te explotará en las manos." - Advirtió con tono severo antes de abrir con llave una última puerta, que daba a una pequeña habitación repleta de literas donde en esos momentos se encontraban durmiendo el resto de trabajadores. - “A las 6 de la mañana empezamos." - Concluyó antes de empujar a Viktor al interior de la habitación y volver a cerrarla con llave, dejando a Viktor tirado en el sucio suelo, inmóvil mientras empezaba a asimilar todo lo que estaba pasando y que se había librado de Dragov y sus hombres, sintiéndose con ello el niño más afortunado del mundo en aquella nueva vida que le esperaba.
Puede que penséis que llamar afortunado a Viktor es un insulto a la inteligencia. Ambos hemos visto como ha sido un esclavo desde el día que nació, sufriendo múltiples maltratos, tanto físicos como psicológicos, desde que tenía uso de razón. Pero todo ese camino le había llevado a un sitio que, si bien atemorizaría a cualquier niño de su edad, para Viktor se convertiría en el desencadenante de una de sus mayores aficiones y en el paso previo a encontrar lo que sería su primer y auténtico hogar, con el cálido amor de una verdadera madre. Pero no adelantemos acontecimientos, querido lector, y disfrutemos del camino que llevará a Viktor a ser un cazarrecompensas tan peculiar.
Capitulo 4: Día de suerte
“El destino puede llegar a ser cruel y caprichoso, pero la justicia es inherente al mismo y, por mucho que tarde en llegar, todo acaba en el lugar que merece."
Querido lector, si alguien le hubiese dicho esta frase al joven Viktor, lo más seguro es que hubiese recibido una mirada de advertencia que habría equivalido a un puñetazo en la cara por parte de alguien con menos sangre fría para controlar sus impulsos. Pese a eso, yo si estoy de acuerdo con esa frase y sé de buena tinta que el Viktor adulto también lo estaría. Pero todos hemos sido jóvenes y la dureza con la que se había criado Viktor hacía que viera el mundo con unos ojos completamente diferentes, aunque, afortunadamente, esta visión del mundo no duraría mucho más.
Los años fueron pasando en aquella fabrica y Viktor, ahora un joven de 14 años, había visto como su cuerpo y mente habían madurado en extremo debido a la dureza del entorno en el que se encontraba. Había crecido hasta alcanzar el 1,60 metros, aunque la falta de los nutrientes necesarios durante su niñez le habían dejado un cuerpo más delgado de lo normal y que le hacía verse más pequeño. Por otra parte, la ausencia de sol le había provisto a su ya pálida piel de un tono aún más fantasmagórico que, junto a su extraño cuerpo y la sucia bolsa de lino que cubría su cabeza, le daba un aspecto digno de película de terror.
- “¡Viktor!¡Tu turno!” - El grito del pequeño capataz, el mismo que le había recibido hace 7 años, se sobrepuso al ruido de la fábrica, haciendo que Viktor guardara las herramientas en su cinturón y, tras colocar una última bala en su cajetilla correspondiente, se levantara, cargando como todos los días la pesada caja que contenía lo necesario para fabricar aquellas balas, y fuese caminando hacia la misma habitación que le había sido asignada al poco de llegar.
En el trayecto tuvo que esquivar a varios de sus compañeros, los cuales volvían de haber comido y seguían tratando a Viktor de manera indiferente, como si fuese un fantasma al que no podían ver.
- “Hoy tienes 4 horas. Va a venir un cliente y no quiero que estén haciendo preguntas sobre ti cuando te vean.” - Aclaró el pequeño capataz cuando Viktor, tras subir los dos pisos de escaleras, paso por su lado, haciendo tintinear los materiales del interior de la caja debido al cansancio acumulado por la carga que llevaba.
- “Perfecto. Esperaré allí hasta que mandes a alguien.” - Respondió antes de abandonar la sala principal de la nave y adentrarse en los laberínticos pasillos que conducían a su habitación.
Unos minutos después, y con las piernas cansadas por la carga, Viktor llegó a la puerta de su habitación, pudiendo abrirla con sólo apoyar su espalda sobre ella debido a la falta de cerraduras. Una vez dentro y tras cerrar la puerta con el codo, Viktor dejó la pesada carga en el suelo antes de proceder a estirar los agarrotados músculos y tirarse en el sucio colchón que era su cama y que ocupaba casi enteramente aquella habitación, iluminada únicamente por los agujeros en el techo que dejaban pasar unos pocos rayos de luz.
- “Por fin” - Suspiró cansado mientras se quitaba el saco de lino de la cabeza, dejando ver su vampiresco rostro y un enmarañado y sucio cabello que le daba un aspecto más aterrador. Aunque lo que más destacaba era el extraño collar que portaba en su cuello y que le tenía retenido en aquella nave, pese a que no tenía pensado escapar de allí.
Tras unos minutos de descanso, Viktor se reincorporó, sentándose al borde de la cama y buscando el plato de comida que había dejado preparado por la mañana y que ya debería estar listo.
- “¡Hoy tengo suerte!” - Una sonrisa cruzó su monstruoso rostro mientras agarraba velozmente las tres enormes cucarachas que estaban en el interior del plato de gachas mohosas, dándose un festín sin saber el cruel destino que les esperaba y que ya había sellado tras aplastarles la cabeza con sus dedos. - “Una al bote y las otras dos al buche.” - Dijo alegre antes de meterse dos de ellas, manchadas con las mohosas gachas todavía, en la boca surcada por afilados colmillos y empezar a masticar mientras agarraba una pequeña botella de metal de su cinturón y guardaba en ella la tercera cucaracha que se reunía así con otra decena de insectos muertos que había ido recolectando.
Tras ese peculiar picoteo, Viktor procedió a agarrar dos grandes y pesadas bolsas del interior de la caja, las cuales tintinearon con un característico ruido metálico en cuanto aterrizaron en el suelo, junto a los pies de Viktor. Por último, el joven semimink procedió a sacar con cuidado una bolsa negra mucho más pequeña que las otras dos y repleta de polvora, dejándola con delicadeza sobre el sucio colchón antes de preparar las herramientas de su cinturón
Durante estos 7 años sólo había tenido que hacer una cosa. Viktor, siguiendo unos planos ya definidos y tras copiar el movimiento de sus compañeros, se encargaba del montaje de los diversos tipos de munición que encargaban a la fábrica. En ese tiempo había aprendido bastantes cosas sobre armas y municiones, pero lo que más le había impactado era el gusto por esas creaciones y el haber descubierto todo el potencial que tenía gracias a su particular capacidad para copiar movimientos y que, junto a unas manos que había ido entrenando durante todo ese tiempo, le permitía trabajar sin necesidad de ver bien lo que estaba haciendo. Por otra parte, la memoria casi perfecta que tenía le permitía recordar todos los diseños que se le habían presentado con solo haberlos visto y replicado una vez, lo que le convertía en uno de los esclavos más eficientes de la fábrica.
Casi 3 horas después y con toda la munición ya montada, Viktor se había recostado sobre su colchón, jugando con una bala entre sus dedos mientras veía a las moscas revolotear por su habitación y que, al igual que las cucarachas, acabarían terminando en su estómago.
- “Nos hemos perdido. Te dije que no tendríamos que habernos separado.” – Una infantil voz con tono de preocupación llegó a los oídos de Viktor, que, como de costumbre, procedió a buscar la bolsa de lino para ocultar su rostro de los demás.
- “Shhhhhh. El otro día escuché como Leo le advertía a padre de que había un monstruo en esta fábrica.” – Replicó una voz igual de infantil pero con un tono mucho más seguro.
Esto provocó que Viktor, cansado de todo aquello, se quedará inmóvil, guardando silencio absoluto y esperando que aquellos invitados cruzarán aquel pasillo sin abrir su puerta. Aunque la fortuna es caprichosa y, justo cuando estaban pasando por delante de la habitación de Viktor, una ráfaga de viento abrió con violencia la puerta, mostrando a los niños la imagen de una esquelética criatura de afilados colmillos, rostro monstruoso y ojos rojos como la sangre mirándoles directamente al alma.
- "¡AHHHHHHH!” - El grito de ambos niños invadió todos los rincones de aquella desértica planta, aunque eso a Viktor no le importaba y estaba cubriéndose velozmente el rostro con la vieja y sucia bolsa de lino.
Segundos después, antes de que Viktor pudiese cerrar la puerta de su cuarto, una imponente figura apareció de la nada detrás de los dos pequeños niños, que seguían gritando aún más fuerte tras el movimiento de Viktor, sin poder moverse del sitio e ignorando la aparición del nuevo sujeto que, sin advertencia previa, pateó con fuerza el estómago al joven semimink, consiguiendo con ello que su pequeño cuerpo saliera volando hasta impactar violentamente con la pared del fondo de su habitación, rompiéndole un par de costillas en el proceso y haciendo que la bolsa de su cabeza se cayera al sucio suelo.
- “Como muevas un solo músculo te pego un tiro en esa cara de mierda que tienes.” – La advertencia del desconocido consiguió que Viktor se quedará completamente paralizado del miedo, tumbado en el suelo mientras se agarraba el costado del dolor y con el rostro pegado al sucio suelo. – “Ya hablaré con vosotros dos. De no ser porque me habéis hecho ganar 100.000 berries, yo mismo os encerraría con esa cosa.” – Continuó, haciendo callar a los dos niños mientras se adentraba en la pequeña habitación.
- “No he hecho nada.” – Logró articular Viktor tras haber recuperado algo de aire y con un miedo que no sentía desde que abandonó el barco de Dragov, viendo como un hombre de rostro duro, de casi 2 metros y vestido con un uniforme militar de camuflaje, se acercaba calmadamente.
- “Entiéndeme. No puedo dejar que aterrorices a los críos de mi jefe y no te pase nada.” – Respondió, echando un vistazo a la habitación y agarrando del suelo la pequeña bolsa de pólvora, donde todavía quedaba un poco de aquella volátil sustancia. – “Esto es una cuestión de respeto. No es personal.” – Continuó, agachándose y usando su mano libre para agarrar con fuerza el cabello de Viktor, levantándole el rostro del suelo y viendo cómo era en realidad el monstruo del que había oído hablar. – “Esperadme al final del pasillo.” – Sentenció con voz firme a los 2 niños mientras mantenía la mirada a un Viktor que, debido a todo lo que había pasado en su niñez, sabía que no podía decir ni hacer nada para evitar lo que estaba a punto de suceder.
Los niños abandonaron sin decir una sola palabra la escena. Sabían de las habilidades de Leo y los motivos que habían llevado a su padre a contratar sus servicios de protección.
- “No me gustan nada ni tu mirada ni tu cara. Así que voy a ayudarte a solucionar eso y estaremos en paz.” – Aclaró mientras levantaba aún más el rostro de Viktor, al mismo tiempo que usaba sus dientes para abrir la bolsa de pólvora que tenía en la otra mano. - “Te aconsejo que cierres la boca.” – Continuó el guardaespaldas antes de verter el contenido de pólvora que quedaba sobre la cara de Viktor, dejando mayor cantidad en la zona de la nariz y boca.
Lo siguiente que vio Viktor fue un fogonazo de luz, seguido de un dolor indescriptible que, instantes después, desvaneció la consciencia del joven semimink de cara completamente desfigurada y que yacía en el suelo completamente inmóvil. Su verdugo, por otro lado, abandonaba tranquilamente la escena del crimen, sin remordimientos y dejando la vacía bolsa de pólvora encima del cuerpo de Viktor.
Casi una hora después, con Viktor completamente inconsciente, el pequeño dueño de la fábrica paso a buscarle, encontrándose aquella macabra escena y viendo cómo su mejor trabajador ahora yacía casi sin vida sobre un charco de sangre y trozos de carne mutilada.
Las maldiciones del dueño no dejaron a ningún familiar libre de culpa. Viendo la escena cualquiera creería que Viktor había sido el único culpable de aquel accidente por manejar mal la pólvora y el dueño, sabiendo que tratar de curar a Viktor le saldría más caro que comprar y adiestrar a un nuevo esclavo, supo que tendría que desmontar el caro collar explosivo y volver a arrastrar un cadáver hasta la fosa común que usaban los miembros de los bajos fondos de aquella isla para deshacerse de los problemas.
Los siguientes recuerdos de Viktor fueron confusos. La consciencia le iba y venía de forma intermitente, dejándole únicamente fotografías muy borrosas de un entorno que nunca había visto y, como era de esperar, terminando con el pequeño dueño de la fábrica tirándole a una montaña de cadáveres en diferentes estados de descomposición, mientras un leve ruido salía de la garganta de un Viktor que no tenía fuerzas para pedir ayuda y que, debido a los daños recibidos en los párpados y ojos, no podía parar de ver a los cadaveres.
- “No te rindas, pequeño.” – Viktor no sabía cuánto tiempo había pasado en esa montaña de cadáveres, pero la voz de una mujer logro sacarle momentáneamente del letargo en el que se encontraba, viendo acercarse lo que parecía ser la borrosa figura de una monja que, cargando una gran bolsa a su espalda, bajaba la montaña de cadáveres ágilmente.
Capitulo 5: Familia.
Me alegra volver a veros. Espero que hayáis repuesto las provisiones para continuar, puesto que de nuevo nos hayamos ante otro día clave en el pasado del joven Viktor. Aún así, en este nuevo día, tenemos 2 grandes diferencias con los que os he estado relatando en los capítulos previos. De todas formas, sentíos libres de poder saltaros los párrafos siguientes y empezar directamente en el capítulo, puesto que relataré a continuación esas diferencias y se revelará ahí una parte importante del mismo.
Si has decidido continuar no seré quién para negarte el capricho de este pequeño spoiler. La primera de estas diferencias es la más importante en el desarrollo personal de Viktor. En este día por primera vez podrá sentir en sus propias carnes el genuino calor y afecto de una auténtica familia. Siendo el descubrimiento de este amor el punto clave en la evolución del pequeño semimink y lo que impidió que tomara una senda llena de odio y rencor por el mundo.
La segunda, más anecdótica bajo mi humilde punto de vista, es el tiempo que transcurre desde el capítulo anterior, pasando apenas una semana entre los hechos acaecidos en el capítulo previo y los que estoy a punto de narrar a continuación, acercándonos cada vez más al final de este viaje en el que nos hemos embarcado y al auténtico inicio de la aventura de Viktor.
Una vez aclarados estos dos puntos procedo a desaparecer nuevamente tras mi teclado, dejando que volváis a sumergiros en el pasado de Viktor.
Los ruidos de una rudimentaria máquina de oxígeno era lo único que se oía en aquella habitación, iluminada tenuemente por una pequeña lámpara de aceite colgada en la pared, permitiendo con ello que su luz bañase la cama sobre la que Viktor, conectado al respirador, se recuperaba del ataque que había sufrido hace una semana y que le había dejado al borde de la muerte.
Las medicinas que le habían dado estaban empezando a dejar de hacer efecto, provocando con ello que, dentro de la cabeza de Viktor, empezará a librarse una pesadilla que le acompañaría y atormentaría el resto de su vida y que, en esos momentos, estaban empezando a provocar una serie de espasmos musculares en el cuerpo de Viktor, tratando de huir de la montaña de cadáveres que le perseguía en sus pesadillas.
No pasó ni un minuto antes de que despertara cubierto de sudor frío, incorporando su torso violentamente y tirando con ello el respirador que, pese a la brusquedad del movimiento, permanecía conectado a un Viktor que miraba atontado a todas partes, restregándose los ojos con la palma de la mano para intentar solucionar lo que pensaba que era un problema ocular que le provocaba alucinaciones.
Como era de esperar, el ruido del respirador cayendo al suelo alertó a los habitantes del lugar en el que se encontraba, pudiendo escuchar sus pasos acercarse velozmente.
- “¡Busca a mamá! Dile que el chico ya se ha despertado.” -Un joven de edad similar a Viktor, vestido con ropa vieja llena de remiendos, de piel rojiza y con unas agallas cruzando su cuello a ambos lados, se adentró en aquel cuarto sin vacilar. – “¡Wow! Tranquilo. No hace falta que vayas tan rápido.” – La calmada voz del chico hizo que Viktor se fijara en él, teniendo de nuevo aquella especie de alucinación en las que podía ver a través de las cosas y viendo en esos momentos como un esqueleto diferente al resto se acercaba y trataba de ponerle las manos en la cara.
Viktor, motivado por la reciente fobia que se había arraigado en el interior de su subconsciente, actuó por instinto y se arrancó el tubo que seguía conectado a su boca para, instantes después, evadir al chico y salir corriendo sin importarle nada más. Notando como el alcance de su visión variaba constantemente, sin saber porque sucedía eso y llegando a pensar que le habían drogado.
- “¡Al próximo le ato a la cama!” – Llegó a escuchar Viktor nada más abandonar aquella habitación, dejando en ella al chico maldiciendo en una lengua que no conocía.
Los siguientes minutos fueron un caos dentro de aquella casa. Viktor seguía sufriendo de aquellas extrañas visiones, haciéndole chocar con paredes y ver como una decena de esqueletos de niños de diversas edades le perseguían mientras gritaban que se detuviera. Pese a todos esos inconvenientes Viktor parecía haber dado con la salida, lo que le habría permitido escapar de aquella casa de no haberse encontrado de frente con lo que pensaba que era un esqueleto que le sacaba una cabeza y que había aparecido ante el para fundirse en un abrazo sincero y compasivo, capaz de reconfortar a cualquiera.
- “Ya pasó pequeño.” – Empezó una dulce voz que se le hizo familiar a Viktor mientras una suave y delicada mano acariciaba los ojos del asustado semimink y arreglaba los problemas de visión de Viktor, permitiéndole ver que la persona que le estaba abrazando no era un esqueleto. – “Todo va a estar bien.” – Continuó la monja, de unos 40 años, mientras Viktor, el cuál nunca había sentido algo así, empezaba a llorar al mismo tiempo que se hundía más en aquél abrazo.
Una media hora después Viktor se encontraba sentado en la misma cama en la que había despertado, apreciando más los detalles de esa habitación y dándose cuenta del crucifijo con 14 alas que estaba colgado encima de la cama, el cuál era el mismo que colgaba del cuello de la monja que estaba tratándole en esos momentos.
- “Tu boca y nariz no he sido capaz de reconstruirlas. Que seas semimink me complicó mucho las cosas, pero pude detener la hemorragia y reconstruir hasta cierto punto.” – Comenzó con tono tranquilizador la monja mientras miraba los ojos de Viktor sin apartar la mirada, como si fuera inmune al efecto que estos provocaban en los demás. – “Tus ojos, en cambio, sí que he podido salvarlos. El hecho de que tengas esos problemas de visión se debe a que tuve que utilizar un implante biónico, consiguiendo reconstruir e integrar tus ojos en su sistema operativo antes de implantártelos de nuevo. Cuando te acostumbres no notarás la diferencia y podrás controlar sus habilidades a voluntad.” – Finalizó, con un vocabulario mucho más técnico de lo que Viktor entendía, mientras sonreía amablemente y sacudía con una mano el oscuro pelo de un Viktor que no sabía cómo reaccionar y únicamente volvía a tapar la mitad inferior de su rostro con la misma camiseta llena de remiendos que llevaba puesta.
- “¿Por qué?” – Fue lo único que pudo argumentar un Viktor que estaba sin palabras, mirando atónito el amable rostro de la monja, incapaz de creer que existiera alguien con un corazón tan puro en el mundo.
- “No necesito un motivo. Todos los niños que necesitan ayuda son mis hijos y una madre no necesita motivos para ayudar a sus hijos.” – Aclaró antes de volver a fundirse en un cálido abrazo con Viktor, el cual no pudo contener las lagrimas mientras respondía abrazando también a su salvadora.
Las siguientes horas fueron un caos para el joven semimink. Viktor, que ya se había hecho con una vieja bufanda, se convirtió en el centro de atención de todo el orfanato, encontrándose a una veintena de niños de diversas razas que querían saber cómo había sido su vida antes de ser rescatado por su madre. Al final, sobrepasado por toda esa situación, acabo escapando con la excusa de ir al baño. Saliendo por la ventana del mismo y subiendo hasta el campanario de la iglesia que era su nuevo hogar.
Las vistas de aquel sitio no eran bonitas. Una explanada de chatarra y madera podrida, con varias ratas correteando por ahí, era todo lo que rodeaba al edificio en 1 km a la redonda. Pero para Viktor, que había pasado toda su vida encerrado, el sentir el viento y la cálida luz del sol del atardecer en su piel era suficiente para reconfortarle y hacerle sentir vivo.
- “No se lo tengas en cuenta. En un par de días ya no estarán tan pesados.” – La voz de uno de los huérfanos rompió el hechizo en el que se encontraba Viktor, haciéndole dar un respingo y levantarse para darse la vuelta y ver a un gyojin, de una edad similar a la suya, acercarse sin hacer ni el más mínimo ruido al caminar. – “Soy Óscar. El que fue a buscarte cuando despertaste.” – Aclaró con una gran sonrisa en su rostro mientras levantaba su puño a la altura del pecho en forma de saludo, esperando que su nuevo hermano lo chocará.
- “Viktor.” – Respondió mientras chocaba puños algo extrañado y sintiendo al momento una corriente eléctrica, lo que sorprendió aún más al joven semimink que no sabía que podía hacer eso.
- “¡Mola! Yo soy un gyojin anguila eléctrica, así que también género electricidad.” – Aclaró con una amplia sonrisa el joven gyojin, sentándose y apreciando el mismo paisaje que había estado viendo Viktor instantes antes.
- “No sabía que podía hacer esto.” – Viktor seguía de pie, con una sonrisa igual de amplia oculta bajo su bufanda, intentando volver a generar electricidad con sus dedos.
- “Mamá estuvo comentando algo de que eras un semimink o algo así durante la operación. Yo no sé cómo lo hacéis vosotros para generar electricidad, pero cuenta conmigo para ayudarte.” – Concluyó alegre, viendo cómo un ilusionado Viktor se sentaba a su lado, dispuesto a disfrutar de aquél atardecer con su nuevo hermano y, sin forzarlo, empezar a crear unos lazos de auténtica hermandad.
Capitulo 6: Este siempre será tu hogar.
Cada palabra que sale de mi teclado nos acerca cada vez más al final de esta historia y al inicio del camino que emprenderá Viktor, aunque os adelanto que en este capítulo final, situado 5 años más adelante, seguramente necesitéis una caja de pañuelos si sois de lagrima fácil.
Dicho esto, y como ya es habitual, procedo a dejaros por última vez con la continuación de la historia. Despidiéndome aquí, sin saber si volveremos a encontrarnos, y dándoos las gracias por acompañarme en este viaje por la vida de Viktor, que se ha hecho más ameno gracias a vuestra compañía.
Las nubes de tormenta habían invadido la isla de Baristán. La débil luz del amanecer apenas podía atravesar la densa capa de nubes que se había formado sobre el cementerio de barcos que era aquella isla y que, desde hace dos semanas, se encontraba bajo un intenso temporal de lluvia que había causado estragos¡en todas las zonas.
Óscar, el hermano mayor de Viktor, se había unido el día anterior al experimentados grupo de carpinteros de Baristan, encargados de ir arreglando la isla artificial sin descanso e impedir con ello que el mar se tragara por completo sus hogares.
Viktor, por su lado, se encontraba acuclillado sobre el campanario de la iglesia. Vigilando desde esa privilegiada posición, camuflado como una gárgola bajo la intensa lluvia y oscuridad que se mezclaban con su abrigo negro, empapado desde que empezó a vigilar hace 17 horas junto a su winchester envuelto en plástico para evitar que se mojara y pudiese fallar en caso de ser necesario.
- “Ya he terminado por aquí, Vik.” – La grave voz de Óscar rompió el hipnótico ruido de la lluvia, sacando a Viktor del trance de vigía en el que se encontraba y, tras levantar la máscara con aspecto de calavera animal llevarse la mano a la oreja para ajustarse el ko den den mushi. – “¿Cómo ha ido la noche?¿Algún pirata o bandido?” – Preguntó mientras Viktor aprovechaba que se había levantado la máscara para comer un par de arañas muertas.
- “Ha sido tranquila. Sobre las 3 estuvieron acechando un par de bandidos que se largaron tras recibir cada uno un disparo en la rodilla.” – Empezó Viktor mientras terminaba su peculiar desayuno.
- “¿Mamá no te ha recordado suficientes veces que primero tienes que avisar?” – Echó la bronca Óscar, con un ligero tono de orgullo tras esas palabras, sabiendo que su hermano era capaz de proteger a su familia.
- “El primer tiro fue a sus pies. No tengo la culpa si son estúpidos y siguen acercándose.” – Respondió mientras se volvía a poner la máscara que ocultaba su horrendo rostro. – “Además… Creo que Illje debería darnos algo de comisión por llevarle nuevos clientes.” – Concluyó antes de estirarse y soltar sus agarrotados músculos.
- “Gyajaja. No estaría mal. Debería haberle arrancado el brazo metálico al subnormal del puerto para enviarle también allí.” – Respondió el gyojin tras soltar una breve carcajada. – “Por cierto. Voy a llevarme todas las herramientas para ir arreglando el techo. ¿Puedes llevarte a Miri e ir a por el pescado?” – Preguntó, sabiendo que ponía a su hermano en un compromiso dada la falta de sueño pero sabiendo al mismo tiempo que no se negaría.
- “Pffff… Vale. Miri tiene que estar a punto de despertar, así que ya nos veremos cuando volvamos de casa del viejo Olaf.” – Confirmó Viktor mientras se metía dentro del campanario y empezaba a bajar por las escaleras, mojando aún más el suelo de piedra.
- “Te debo un chispazo, hermano” -Respondió alegre antes de colgar, haciendo referencia a la capacidad que tenían ambos de producir electricidad.
Casi 1 hora después Viktor y Miri, una niña de la raza de los gigantes que medía casi 6 metros de alto, se encontraban saliendo de la iglesia bajo el amparo de un gigantesco paraguas hecho por Óscar y que llevaba Miri sin problemas.
- “Viki, eres malo.” – La aguda y dulce voz de la niña contrastaba con su enorme tamaño y, pesé a mostrar malestar e incomodidad por enfadarse con su hermano mayor, su voz no podía ser más adorable.
- “Ya te he dicho que lo siento, Miri. No me he dado cuenta de que el caracolito se podía resfriar.” – Respondió Viktor, suavizando el tono mientras pensaba que era una estupidez haber dejado el ko den den mushi en casa, dentro de una caja de cerillas y tapado con una manta del tamaño de una carpa que usaba Miri para dormir.
- “Si se pone malo no dejaré que vuelvas a coger a ningún caracolito.” – Concluyó la pequeña gigante, demostrando su buen corazón con el resto de criaturas. Algo de lo que Viktor carecía completamente y los frascos llenos de insectos muertos que le servían de comida eran prueba de ello.
- “Cuando estemos en casa me pondré con Óscar a hacer una casita para los caracolitos. Así estarán mucho más cómodos y podrás tenerlos en tu cuarto.” – Viktor sabía cómo contentar a su hermana pequeña, consiguiendo al momento que una gran sonrisa se formara en su rostro y empezase a caminar dando saltitos, que hacían temblar el terreno cercano y con ello retumbar el interior del cuerpo de Viktor.
Pesé al cansancio acumulado por la falta de sueño, Viktor continuó todo el camino hablando y haciendo bromas con Miri, usando sus revólveres para hacer pequeños trucos con los que impresionarla. Haciendo que ese viaje, rodeado por cientos de ratas ahogadas y flotando en charcos que se acumulaban junto a casas derruidas por la fuerza de la lluvia, se hiciera algo ameno y divertido para la pequeña gigante.
La visita en casa del pescador fue breve. Miri se quedó esperando en la puerta mientras Viktor ponía al día al viejo Olaf, que se negó a cobrar por los 2 barriles de pescado seco que se iban a llevar. Aunque Viktor acabó dejando la bolsa de berries colgada del manillar de la entrada, aprovechando que Olaf hablaba con su hermanita.
El viaje de vuelta fue igual de ameno, con Miri cargando los dos barriles con un solo brazo y con Viktor, cada vez con más ganas de echarse a dormir un rato, haciendo trucos con sus armas para entretener a la pequeña. Aunque todo eso cambió cuando llegaron a la explanada que precedía a su hogar, momento en el que Viktor notó que algo raro pasaba al ver, gracias a su privilegiada vista dada por el bioimplante, como la puerta de su hogar estaba destrozada.
- “Miri, ve a casa de Rina.” – Viktor mantuvo un tono calmado para que su hermana no sospechara nada. Sabiendo que no podía dejarla ahí sola y mucho menos llevarla a la iglesia, la única solución era que retrocediera un centenar de metros y esperase en la casa más cercana, donde vivía una vieja amiga de su madre y dónde Viktor sabía que no había pasado nada. – “Se me ha olvidado que un barril era para ella.” – Mintió, girándose hacia su hermana, agachando la cabeza y juntando las palmas de sus manos a modo de disculpa.
- “Vale. ¡Seguro que Rina me da chuches!” – Respondió con una sonrisa antes de darse la vuelta e ir a la casa que le había indicado su hermano, el cuál ya se había dado la vuelta y estaba corriendo todo lo rápido que podía, con un revólver en cada mano e ignorando por completo la lluvia que le estaba empapando.
Decenas de horribles pensamientos cruzaron su mente en ese kilómetro, con Viktor sintiendo como sus piernas ardían pese a la fría lluvia. Con su cuerpo olvidando todo el cansancio, sustituido por un sentimiento de preocupación por su familia, por ver que estaban bien.
Justo cuando estaba llegando a la escalinata que daba a la entrada de su hogar, vio como uno de los bandidos a los que había disparado esa misma mañana estaba saliendo cubierto de sangre de la iglesia, cojeando y con una mueca de horror mientras miraba hacia el interior del edificio, sin darse cuenta de que Viktor estaba apuntándole directamente a la cabeza.
No hubo titubeo alguno por parte de Viktor. El bandido recibió el disparo a quemarropa en plena sien, muriendo sin ser consciente de lo que había pasado.
- “¡ÓSCAR!¡MAMÁ!¡BILL!” – Los desesperados gritos llamando a su familia rasgaban y dañaban sus cuerdas vocales, pero eso no le importaba a un Viktor que había entrado en la iglesia antes de que el cuerpo sin vida del bandido tocara el suelo.
La primera visión que tuvo Viktor al entrar en el amplio vestíbulo de la iglesia fue la de tres de sus hermanos pequeños degollados al lado de la entrada. La segunda fue la de su hermano, un imponente gyojin anguila eléctrica de casi 3 metros, cubierto de heridas y arrancándole la cabeza de un bocado a un bandido, teniendo a sus pies los cadáveres de otros 5. La tercera fue la de un bandido espigado, de rostro cubierto de cicatrices pero vagamente conocido y con un brazo metálico, corriendo hacia su hermano con una larga espada cubierta de sangre desenvainada.
Viktor, por acto reflejo para proteger a su hermano, disparó varias veces sus dos revólveres al mismo tiempo, alcanzando en la espalda al bandido, que cayó al suelo mientras gritaba de dolor por el traicionero ataque.
No hubo frase sentenciadora por parte de ningún hermano. Óscar, aún con la cabeza del bandido que acababa de matar en la boca, se agachó y agarró el cuello del jefe de los bandidos con una sola mano, levantándole a casi 3 metros de altura mientras le electrocutaba. Acto seguido y tras escupir la cabeza de su subordinado, bajo con todas sus fuerzas el brazo que sujetaba al único bandido que seguía con vida, estampando violentamente su cabeza contra el suelo y matándole en el acto.
Los siguientes momentos fueron confusos. Óscar abrazó a Viktor mientras ambos empezaban a llorar desconsoladamente, acercándose después a los cuerpos de sus 3 hermanos pequeños.
- “Están arriba. Mamá pudo proteger al resto.” – Fue lo único que pudo articular Óscar, desolado por la perdida de 3 de sus hermanos. Dándole a entender con ello a un Viktor incapaz de hablar, que podía ir a buscar al resto mientras él se encargaba del vestíbulo.
Viktor, tras cerrar los ojos de uno de sus hermanos asesinados, dejó a un Óscar abatido arrodillado a su lado y se alejó mientras las lagrimas surcaban su rostro, todavía oculto bajo la máscara.
Unos minutos después entro en la habitación donde aguardaban el resto de sus hermanos, asustados por no saber que había sucedido y rodeando con preocupación a su madre, que tenía el hábito de monja con una gran mancha de sangre en el abdomen.
- “Viktor… Estás bien…” – La débil voz de su madre, aliviada por ver volver a uno de sus hijos, hizo que el corazón de Viktor se rompiera del todo, derrumbándose y cayendo de rodillas al suelo mientras sus hermanos pequeños le abrazaban.
- “Ya ha pasado todo. Óscar se ha encargado.” – Fue lo único que se le ocurrió decir, tratando de calmar a sus hermanos mientras miraba preocupado a su madre. – “Miri está en casa de Rina.” – Concluyó, aliviando con ello el rostro de preocupación de su madre, que estaba tratando de reincorporarse con claros signos de dolor surcando su rostro.
- “Sabía que no dejarías que le pasara nada.” – El dolor era tal que, nada más ponerse de pie, volvió a caerse al suelo.
- “¡MAMÁ!” – El grito de preocupación de todos sus hijos fue instantáneo, aunque Viktor se hizo notar sobre el resto y pudo llegar el primero para sujetarle la cabeza delicadamente.
- “Viktor… En el armario de mi habitación… hay varios archivadores… con diarios.” – La voz de la monja se hacía cada vez más débil. – “Todos… tenéis el vuestro.” – El llanto de sus hermanos hacía que escuchar su débil voz fuera aún más complicado.
“Ya nos los darás luego. Te vas a poner bien.” – Dijo Viktor, casi como una súplica mientras trataba de que no se le rompiera la voz viendo como su madre le ponía la mano sobre la máscara, levantándola con las pocas fuerzas que le quedaban para ver por última vez el rostro de de su hijo.
- “Os quiero a todos” – Fueron las últimas palabras de su madre antes de cerrar los ojos, dejándole un rostro de paz absoluta mientras sus hijos, por otro lado, rompían a llorar aún más desconsoladamente y se lanzaban a darle un último abrazo.
Ningún hermano es capaz de recordar con claridad lo que sucedió en las siguientes horas. Óscar se encargó de enterrar a sus hermanos y su madre en el interior de la iglesia, a los pies de la gran cruz con 14 alas que se alzaba imponente en el vestíbulo. Viktor, por su lado, se dedicó a entregar cada diario a su respectivo hermano, quedándose con el suyo y subiendo al campanario para leerlo, alejado del resto, con la máscara quitada y viendo como el cielo, al igual que todos ellos, continuaba llorando en una lluvia que no cesaba.
La primera parte del diario era una descripción de cada día que había pasado en el orfanato. Se encontraban todos, desde el día que consiguió su primer revólver al día en el que disparó a Óscar en una oreja por creer tener más habilidad de la que tenía en realidad.
Leer todo eso le produjo una mezcla de sentimientos que le ponían una sonrisa en el rostro al mismo tiempo que las lágrimas no paraban de brotar de sus rojos ojos y que continuaron hasta que llegó al final del diario, encontrando una carta que no relataba los días pasados.
“No se muy bien como empezar esta carta ya que espero que nunca tengas que leerla. Han pasado ya 4 años en los que has crecido como persona hasta convertirte en todo un adulto, pasando a ayudarme junto a Óscar y conseguir entre todos crear un auténtico hogar para todos los niños abandonados.
No sé si te quedarás mucho más tiempo después de mi muerte, pero lo que sí sé es que, aunque yo ya no esté, siempre serás mi hijo y, lo que es más importante, un hombre de principios que luchará por un mundo más justo.
Recuerda que tú hogar siempre estará donde tengas tu corazón, así que parte a la aventura sin miedo cuando estés preparado. Tu familia siempre estará ahí para apoyarte cuando lo necesites, por mucho que estéis en mares diferentes.
Siempre te querré.”
Las lagrimas continuaban cayendo mientras Viktor se restregaba los ojos, activando con ello su habilidad para ver a través de las cosas y percatándose con ello de que el diario tenía un fondo falso en la contraportada con una especie de fruta en su interior.
Segundos después Viktor se encontraba mirando una cereza enorme, con espirales recorriendo toda la superficie y con un extraño y curvo rabito del que brotaba otra cereza, igual a la anterior pero muchísimo más pequeña. Aunque, justo después de agarrarla, su mirada se posó en una pequeña nota que se había quedado oculta debajo de la fruta, procediendo a leerla mientras volvía a dejar aquella extraña fruta en su escondite.
"Tu destino es tan grande como el amor que tengo por vosotros."
En cualquier otro momento Viktor habría rechazado el comerse una fruta, pero su madre les había contado historias sobre su pasado pirata y la leyenda de aquellas extrañas frutas capaces de otorgar grandes poderes a cambio de un gran precio. Por lo que aquella frase despertó algo en el interior de Viktor, ahora decidido a crear un mundo mejor para sus hermanos e iniciando con ello su destino como cazarrecompensas.
Viktor Krov
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Peticiones
Antes de nada gracias por atrevernos a leer este diario. Todavía me falta pillar el ritmo por lo que cualquier crítica o consejo se agradece.
En cuanto a las peticiones no sé si alcanza para un PU especial en destreza y/o velocidad dado que la naturaleza del diario no es de entrenamiento. De todas formas estos dos atributos se usan bastante a lo largo del diario por lo que si veis adecuado perfecto.
El implante biónico esta pedido como regalo a la espera de corrección final (he editado la parte correspondiente del fic en la que se explica)
Luego el tema de la paramecia de manipulación me gustaría que fuese la moa moa no mi que está esperando corrección. De todas formas lo he dejado sin aclarar.
He tenido que poner las peticiones fuera del primer mensaje porque desde el móvil me daba un error raro sobre la longitud del mensaje y no se llegaban a ver
Por último volver a daros las gracias y deciros que este formato de narrador rompiendo la 4 pared seguramente sea de un solo uso, ya que queria hacer un guiño a un diario que subí hace bastante xD
Antes de nada gracias por atrevernos a leer este diario. Todavía me falta pillar el ritmo por lo que cualquier crítica o consejo se agradece.
En cuanto a las peticiones no sé si alcanza para un PU especial en destreza y/o velocidad dado que la naturaleza del diario no es de entrenamiento. De todas formas estos dos atributos se usan bastante a lo largo del diario por lo que si veis adecuado perfecto.
El implante biónico esta pedido como regalo a la espera de corrección final (he editado la parte correspondiente del fic en la que se explica)
Luego el tema de la paramecia de manipulación me gustaría que fuese la moa moa no mi que está esperando corrección. De todas formas lo he dejado sin aclarar.
He tenido que poner las peticiones fuera del primer mensaje porque desde el móvil me daba un error raro sobre la longitud del mensaje y no se llegaban a ver
Por último volver a daros las gracias y deciros que este formato de narrador rompiendo la 4 pared seguramente sea de un solo uso, ya que queria hacer un guiño a un diario que subí hace bastante xD
Bueno, lo primero de todo disculpa la tardanza, ahora que estoy aquí y he podido leerme tu diario podemos proceder a tu moderación. De nuevo te agradezco la paciencia que has tenido esperando esto, así que no me voy a ir más por las ramas.
la Historia del pequeño Viktor es una historia triste con más sombras que luces, de todas formas las cosas, a diferencia de lo que suele ser más común, dan un giro a mejor en vez de a peor para el protagonista. Obviamente sin perder la parte de pérdida dramática, no vamos hacer que nuestro protagonista aprenda lo que es el amor si no se lo quitamos luego, es teoría básica de desarrollo de personaje.
En cuanto a la escritura, poco que añadir, ha faltado uno o dos acentos y he visto alguno de más, pero nada del otro mundo. Te recomendaría que el formato de los párrafos lo prolongaras un poco, ha habido unos cuantos que podrían estar juntos. Pero esto es crítica constructiva más que algo que afecte al resultado del diario.
Ahora la parte que a todos nos interesa, te llevas un PU especial de Velocidad (20 doblones), el implante y la akuma no mi (70 doblones), a parte de 1076 Px y 17 doblones (restando lo que cuesta lo que pides)
la Historia del pequeño Viktor es una historia triste con más sombras que luces, de todas formas las cosas, a diferencia de lo que suele ser más común, dan un giro a mejor en vez de a peor para el protagonista. Obviamente sin perder la parte de pérdida dramática, no vamos hacer que nuestro protagonista aprenda lo que es el amor si no se lo quitamos luego, es teoría básica de desarrollo de personaje.
En cuanto a la escritura, poco que añadir, ha faltado uno o dos acentos y he visto alguno de más, pero nada del otro mundo. Te recomendaría que el formato de los párrafos lo prolongaras un poco, ha habido unos cuantos que podrían estar juntos. Pero esto es crítica constructiva más que algo que afecte al resultado del diario.
Ahora la parte que a todos nos interesa, te llevas un PU especial de Velocidad (20 doblones), el implante y la akuma no mi (70 doblones), a parte de 1076 Px y 17 doblones (restando lo que cuesta lo que pides)
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Buenas, lo primero de todo gracias por la corrección y la crítica y no te preocupes por la tardanza, el diario era bastante largo y todos tenemos obligaciones.
La corrección la acepto con gusto y trataré de estar más atento con los acentos y fijarme más en la longitud de los párrafos
Un saludo
La corrección la acepto con gusto y trataré de estar más atento con los acentos y fijarme más en la longitud de los párrafos
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Gobierno Mundial OPD
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