[rol moderado] La caida de la marina //Saiiko

El sonido de la puerta crujiendo al abrirse fue todo lo que el tabernero necesitó escuchar para darse cuenta de lo que estaba pasando. Salió corriendo de la cocina y saltó la barra, agarrando un cuchillo de gran extensión de debajo de la mesa y lanzándose contra la puerta para seguir a la mujer que se iba sin pagar aquella comida, que había desaparecido del plato a pesar de estar en "mal estado". - ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! ¡Que me se van sin pagá! - gritaba en un tono vulgar mientras se tropezaba con otro hombre que estaba tirado en el suelo, impidiendo así que pudiera atrapar a la joven de cabellos azules.

Sin embargo sus palabras llegaron hasta los oídos de los marines que se encontraban fuera de la taberna, haciendo que corrieran hasta la puerta para ver a una chica de cabellos azules salir con un pañuelo en la mano. Se miraron el uno al otro y de inmediato se dieron cuenta de que había una gran cantidad de posibilidades de que fuera la persona que estaban buscando, por lo que descolgaron sus rifles de sus hombros y apuntaron a la mujer. - ¡Detente! ¡No des un paso más o abriremos fuego! - gritó uno de los marines. Eran tan solo tres reclutas, pero estaban armados y podían causar mucho daño si se lo proponían.

Confundido el tabernero se giró para contemplar la barra y antes de seguir acusando a la muchacha de algo que quizás no habría hecho decidió acercarse para buscar el dinero. Aquello distrajo a los marines que no vieron como sus rifles estaban siendo atacados, girando el cañón de los mismos con tremenda facilidad con algo que parecía ser un látigo. Sin embargo esos látigos habían crecido desde el suelo, algo completamente imposible para una persona normal. Uno de los marines disparó por instinto al ver cómo su rifle era doblado provocando una explosión que destrozó el cañón por completo y que resonó entre las calles de la ciudad. - Es... Ella... ¡Posee el poder de una akuma! - gritó con la voz ligeramente temblorosa, sintiendo alivio al ver como se marchaba por la esquina. - Nosotros solos no podremos con ella, tenemos que pedir refuerzos... - dijo el marine mirando a uno de sus compañeros, el más joven y rápido. Este de inmediato marchó corriendo hacia la base con el objetivo de informar a su superior y convertir aquello en una alerta de nivel superior. Los otros dos marines tragaron saliva, desenfundaron sus espadas y siguieron el camino por donde la de cabello azul se había marchado.

En su camino se encontraron a otros tres marines reclutas que parecían algo exhaustos, pero que cargaban sus rifles y parecían listos para abrir fuego cuando fuera necesario. - ¿Qué ha pasado? ¡Hemos oído un disparo! - dijo el que parecía el portavoz de aquella patrulla de tres. Los marines le explicaron la situación y de inmediato, con la sensación de estar más protegidos si iban todos juntos, comenzaron a buscar por las calles a la chica. - No hay ni rastro... Quizás se haya metido en alguna de las casas de la zona... - sugirío el marine que había accionado el gatillo de su rifle en el momento en el que fue inutilizado, dejando su cara manchada de color oscuro. Tras esta afirmación comenzaron a llamar cada uno a una puerta, para comprobar si había interrumpido en la casa de algún vecino para esconderse.

No muy lejos de allí, en lo más alto de Shellstown, el que estaba a cargo de la base era informado acerca de los incidentes que se estaban desarrollando en la aldea. - ¿Cómo? ¿Que la mujer de cabello azul tiene el poder de una fruta del diablo? - cuestionó para asegurarse de si había escuchado bien. Tras esto, ordenó que todas las fuerzas disponibles salieran de la base con el objetivo de capturarla viva o muerta, no podían dejar que una amenaza de ese calibre estuviera libre por aquel mar.

Mientras tanto, los marines habían llegado hasta la casa donde Saiiko, la joven de cabellos azules, permanecía escondida con un rehén. Dos veces llamaron a la puerta, hasta que los marines se cansaron de esperar y comenzaron a aporrear la puerta para tirarla abajo. - ¡Habra la puerta! ¡Habra la puerta o será acusada de proteger o esconder a un criminal! - gritó el marine enfadado. En aquella puerta habían cinco reclutas en total, de los cuales dos de ellos habían perdido su rifle. A manos de la peliazul, la anciana comenzó a revolverse e intentar liberarse, así como intentar morder a su carcelera con inútil resultado, pues se había dejado la dentadura postiza en su dormitorio. Efectivamente, aquella anciana estaba babeando la mano de Saiiko.

A la anciana todavía le temblaban las canillas cuando, tan solo dos minutos más tarde de que la joven ladrona se marchara, un destacamento marine entró en la casa y comenzó a atender a los reclutas heridos, desafortunadamente todos ellos habían muerto. El cabo al mando de aquel lugar era un hombre corpulento, con músculos tan grandes que parecía que fuera a ser capaz de partir por la mitad una casa sin siquiera tener intención de hacerlo en cualquier momento. Era muy creído, por lo que siempre trataba de alardear de su fuerza e incitaba a los más débiles que lo retaran para que vieran su enorme poder. Además, portaba un guantelete de metal en su mano derecha que hacía que sus golpes fueran más devastadores. No es que utilizara la cabeza a la hora de combatir sino que se dejaba llevar por su fuerza bruta, pero tenía cabeza después de todo.


En aquel momento iba sin camiseta, paseando sus músculos por todo el pueblo. Con un simple interrogatorio sacó toda la información que necesitaba de la anciana que había sido retenida en su hogar y caminó hasta el exterior, donde se encontraban el resto de marines que se llevaban los cuerpos de los reclutas que habían caído ocultos bajo telas. - Escuchadme, reclutas de pacotilla. Esto es una situación seria. Por lo que me ha contado esa vieja, la fugitiva podría estar ocultándose bajo una túnica oscura. Interroguen a cualquier persona sospechosa y no duden en disparar si es necesario, yo me haré cargo. - dijo sin ningún respeto hacia la anciana que los observaba cabreada detrás del Cabo. - ¡Ustedes! Corran al puerto y prohíban la entrada o salida de cualquier barco, no podemos dejar que escape de la isla. El resto avísen a todos los ciudadanos y comiencen a evacuarlos hacia la base. ¡Ningún lugar está a salvo de esa demente! Yo me ocuparé de ella... ¡¡Como que mi nombre es Granonford!! - ordenó mientras comenzaba a caminar por las calles de Shellstown.

Un solo gesto fue suficiente para que dos hombres ignoraran las órdenes que acababa de dar y lo acompañaran, corriendo por encima de las azoteas de los edificios. Eran los mejores tiradores de todo Shellstown, francotiradores que cubrirían las espaldas de su superior desde las alturas. Eran dos hermanos que se decía que podían suceder al encargado de aquella isla cuando él se marchara, debido a que su fuerza era casi similar y su puntería era legendaria según decían las muchachas del pueblo. Poseían una capa blanca que utilizaban para camuflarse en los tejados de los edificios, pues era de un color muy parecido y así era más difícil identificarlos. La ciudad estaba siendo evacuada hacia la base de los marines, y Granonford utilizó su cabeza para determinar el camino de huida de la muchacha. Había huellas de sangre en el suelo que corrían hacia un lado de la calle, sangre de los reclutas que ella había asesinado y que ahora delataría la posición de la fugitiva.

Las comenzó a seguir hasta que fueron demasiado tenues para indicar la ruta tomada por ella, así que comenzó a gritar para tratar de provocarla. - ¡¡El puerto está cerrado!! ¡Y me han dicho que los usuarios de akuma no nadáis muy bien! - dijo el musculoso hombre a pleno pulmón. - ¡No hay más habitantes que puedan esconderte! ¡No hay sitio donde correr en esta pequeña isla! ¡Si quieres irte tendrás que matarme primero! - gritó mientras utilizaba su puño derecho, el del guantelete, para golpear una columna de piedra decorativa. Esta se resquebrajó y cayó en pedazos a sus pies, retando a la peliazul a salir. Mientras tanto, los dos francotiradores se apostaron en los tejados tapados por sus túnicas blancas para evitar ser descubiertos y esperaron a que alguien apareciera, cubriendo las espaldas de su superior con sus rifles.

Todo había salido a pedir de boca, la joven fugitiva había caído en la trampa del cabo sin demasiado esfuerzo por parte de él. Por toda la ciudad sonaba una sirena muy similar a las de los bombardeos, sonido que significaba que había alguien potencialmente peligroso en la isla y que debían evacuar hacia la base marina. Por ello, la ciudad se había convertido en una ciudad fantasma sin más civiles que salir heridos. - Vaya, vaya, ahí estás... - dijo el corpulento hombre, mas no tuvo tiempo de decir nada más pues la peliazul se lanzó al ataque a una velocidad que le costó seguir. Acto seguido lanzó una patada directa a la cara del cabo no sin antes levantarse del suelo con sus manos tomando una posición invertida. Mas no era suficiente para pillar al cabo desprevenido, y este se cubrió con su guantelete de metal en la trayectoria del ataque buscando reducir el daño al máximo.

Sin embargo aquella joven y delgada muchacha poseía más fuerza de la que aparentaba, además del poder de una fruta del demonio. El golpe dio de lleno en el guantelete que no pudo reducir los daños por completo y siguió la trayectoria de la patada, golpeando al cabo en la cara y haciendo que se desequilibrara y tuviera que apoyarse en una pared cercana para no caerse. - Maldita perra... - escupió mientras un hilillo de sangre salía de su labio. - No obstante no escaparás de mí, ¡ni de mi formación triangular! - gritó mientras se reía. Acto seguido, se lanzó hacia la chica como si fuera un toro embistiendo con el propósito de arrollarla, mas la estrategia de formación triangular consistía en algo más.

Los francotiradores apostados en las alturas tenían órdenes esplícitas de disparar de forma cruzada a ambos lados de la mujer justo cuando el cabo la embistiera. De esta forma, si trataba de esquivar la embestida hacia uno de los dos lados posibles (izquierda o derecha) recibiría un disparo de los francotiradores, mientras que si no lo hacía recibiría un cabezazo del cabo con la cabeza más dura de todo Shellstown. Una de sus opciones para escapar era adelantarse o retrasarse de su posición actual, pero es difícil de escapar de un toro huyendo en línea recta.

Cabezazo en formación triangular: [AF]

Detalles:

El cabo se acarició la frente angustiado por el dolor de haber embestido contra aquella corteza. Los ataques como aquel no funcionarían, pues poseía el poder de una akuma no mi capaz de otorgarle defensa ante su fuerza bruta. Sin embargo tenía muy claro cómo debían de ser las cosas: Si no puedes destrozar algo es que no has aplicado la suficiente fuerza bruta. Estaba preparado para su siguiente ataque sobre el cual depositaría todo su poder, mas antes debía de hacer algo con la muchacha pues parecía que era ella la que iba a pasar a la ofensiva. Sin embargo fue demasiado para que le diera tiempo a moverse, y solo pudo sentir el resquebrajarse del cristal de sus gafas (y probablemente de algo más) al recibir un tremendo puñetazo que lo lanzó por los aires un par de metros, hasta quedar tirado en el suelo casi inconsciente.

De inmediato los dos francotiradores descendieron de los tejados y se interpusieron entre el cabo herido y la fugitiva, dispuestos a defenderlo con todo lo que hiciera falta. No eran expertos combatientes cuerpo a cuerpo pero sabían defenderse, aunque su idea principal era la de eliminarla antes de que pudiera acercarse. Sin siquiera mediar una palabra, uno de los dos francotiradores disparó una ráfaga de tres disparos que, aunque iban orientados hacia la mujer, de dar en su objetivo no lo harían en un lugar crítico. Sin embargo el otro hombre disparó un único disparo directo al cuerpo de la joven una fracción de segundo más tarde que su compañero, de modo que el primer ataque fuera un señuelo haciendo que fuera más difícil de esquivar.

Ataque de los hermanos francotiradores: AIF

Post de combate, no hay demasiado que comentar.:

- Imperdonable... ¡Imperdonable! - dijo el cabo que se había levantado y observaba los cuerpos de sus subordinados en el suelo. Estaba furioso, respiraba con agitación como si fuera un animal a punto de embestir a su oponente. Sus ojos divisaron a la mujer de pelo azul como si fuera una presa esperando ser devorada y comenzó a correr hacia ella sin pensar siquiera. Sabía muy bien lo que tenía que hacer. - ¡Golpe del tigre de hierro! - pronunció lanzando su puño derecho, el del guantelete de metal, haciendo un movimiento de gran fuerza al traspasar la energía desde la cadera y las piernas. Era la técnica más poderosa del cabo y había un detalle muy importante en su ejecución. Estaba a diez metros de la fugitiva.

El golpe de su puño en el aire provocó que una gran masa de viento saliera disparada hacia ella con el único objetivo de golpearla y destruirla. Era como un rifle de aire comprimido, pero con tanta fuerza que podría destrozar una casa. Tras esto, el cabo cayó de rodillas al suelo y jadeó tragando el aire que le rodeaba, intentando respirar pues su cuerpo se había desgastado enormemente. Si su ataque fallaba estaba a merced de la mujer de azul cabello.

No muy lejos de allí, en el puerto de Shellstown, se estaban produciendo trifulcas pues los marines habían cortado la entrada y salida de barcos al mar. Los barcos pesqueros tenían que salir a trabajar su oficio mas era imposible debido a que lo habían prohibido. En el puerto había varios barcos pequeños que servían para este propósito, cargados de redes, arpones y diversos materiales de pesca. Había también otro navío perteneciente a la marina y que era el único barco del gobierno por la zona, pues los demás pertenecientes a aquel cuartes se encontraban en las islas vecinas.

Una vez la cabeza del cabo golpeó el suelo inconsciente la mujer tenía vía libre para escapar de la isla. Todos los demás reclutas estaban asegurando el bienestar de los ciudadanos por lo que no se fijarían en la fugitiva tratando de escapar a menos que esta diera un espectáculo. Esta llegó de forma cautelosa al puerto, su única salida, lugar donde encontró algunos barcos privados y un barco del gobierno. Un hombre de avanzada edad que allí se encontraba escuchó la petición de la joven y dejó lo que estaba haciendo para responderle. - Qué más quisiera yo, preciosa... - le dijo, parecía un pervertido. - Me encantaría llevarte conmigo en mi barca jee-je... Pero esos estúpidos de la marina no dejarán salir a ninguna embarcación hasta que hayan solucionado lo que sea que tienen que hacer en el pueblo. Si no salimos pronto es posible que empiece a llover, lo cual es un fastidio... - le explicó mientras se hurgaba un dedo en la nariz y sacaba un moco distraidamente.

El barco de la marina no era un gran navío de combate, pero era suficiente para mantener el miedo entre los pueblerinos y que no salieran a mar abierto. Estaba anclado a tan solo cien metros del lugar donde se encontraba la mujer de pelo azul, mas no había demasiada actividad en la cubierta. Unos hombres transportaban unas cajas y un guardia vigilaba la entrada al barco. Además de eso, había un hombre que vigilaba que ningún barco saliera. Parecía que estuvieran preparándose para partir, quizás tenían la falsa ilusión de capturar a la fugitiva y transportarla de inmediato a una prisión más segura.

- ¡Alto! ¡Giiiiiiiiren a la izquierda! - se escuchó una voz no muy lejos de la localización de Saiiko. Era una patrulla de reclutas que estaba reconociendo la zona en busca de cualquier cosa sospechosa, y se dirigían directamente a donde la fugitiva se encontraba. ¿Esconderse? ¿Huir? ¿Robar un barco? ¿Enfrentarse a ellos? Sea como fuere tenía que tener cuidado, pues los cañones del barco de la marina parecían estar deseando ser disparados.

Los hombres de la marina se dirigieron barco por barco interrogando a todos los pueblerinos, preguntando si habían visto a una mujer de pelo azul. Uno de ellos señaló al barco donde Saiiko se encontraba, mas cuando los reclutas llegaron no encontraron a ninguna mujer que encajara en la descripción. - ¡Oye tú! ¡Sí tú la del pelo verde! - dijeron como si fueran a detenerla. Una vez estuvieron a su lado hicieron un saludo al estilo marina y continuaron con las preguntas. - ¿Ha visto a una joven de su edad con el cabello de color verde? Es de vital importancia para nosotros, y podría estar tratando de escapar de la isla. - se explicó. Antes de que la joven pudiera responder, el pervertido con el que ella se encontraba se adelantó y con voz seria y ligeramente molesta regañó a los reclutas. - ¿¡Cómo se atreven a insinuar siquiera que esta bella dama pudiera haber tenido relación alguna con la fugitiva!? ¡No digan estupideces y marchense de aquí! ¡Fuera de mi propiedad! ¡Fuera les digo! - carraspeó.

Una vez los marines se hubieron alejado el hombre se giró y con pose seria continuó preparando el barco. Tras unos segundos farfulló algo, le costaba decirlo pero no podía evitarlo. - Así que tú eres la fugitiva... Es obvio saberlo cuando tu pelo ha cambiado de color ante la llegada de esos reclutas... Estoy dispuesto a prestarte uno de mis barcos, no son muy grandes pero servirán para llegar a la siguiente isla. Además, yo también partiré para que los marines me persigan a mí, un señuelo, y que tú puedas escapar. - comentó su plan. - Sin embargo... - añadió mientras una pequeña sonrisa iba apareciendo en su rostro y se ponía ligeramente rojo. - Debes prometerme que volverás a la isla para pasar una noche conmigo, cuando todos se calmen... - dijo con movimiento insinuante de cejas.

Aquella podía ser la única manera de escapar de aquella isla pasando desapercibida, pero la perspectiva de tener que pasar una noche con aquel hombre podía ser... perturbadora. No tenía que cumplirlo por supuesto, pero hay gente que anteponen su palabra a cualquier otra cosa. El mar estaba en calma, hasta un novato podría cruzar el pacífico mar que los rodeaba para salir de allí. ¿Qué haría la fugitiva?

Sin vacilar habías acabado con la fuente de tus problemas, la única manera que tenían de impedir que escaparas de aquella isla. Los marines reclutas que habían en aquel barco intentaron evitar la explosión, pero no fueron suficiente rápidos y tuvieron que saltar al mar justo cuando la explosión se realizaba. Hubo una gran cantidad de heridos que tuvieron que ser salvados de las frías aguas y los tratamientos médicos que realizaron inmediatamente después. Justo cuando llegaste a la cubierta del barco visualizaste al anciano, aterrizando en su bote haciendo que este hablara contigo una última vez. - Fugitiva-chan, debéis marchar ahora. Utilizad este bote, tan solo debéis desplegar este mástil de aquí y utilizar la brújula y el mapa, todo al oeste, y así saldréis de estas aguas controladas por la marina. - le decía mientras se preparaba para lanzarse al mar. - No te preocupes por mí, soy un gran nadador, jejeje... Quizás te he ayudado porque yo, tiempo atrás, también ui pirata y quería vivir aventuras. Creo que eres de ese tipo de piratas que pueden traer más bien que mal, no me hagas avergonzarme. - dijo antes de saltar al agua y volver al puerto a nado.

Un estruendo, la destrucción del arsenal del barco. Todos los marines estaban tratando de salvar a los heridos de aquel barco, evacuándolo de la enorme explosión que acababa de acontecer que provocaba el completo hundimiento del mismo. Quizás aquella acción le costaría un gran precio por su cabeza, pero ahora tenía vía libre para salir del territorio circundante a aquella isla. Alzaste el mastil, tomaste la brújula y te lanzaste hacia mar abierto deseando que lo que hubiera delante, justo al Oeste, fuera donde el viejo le había querido llevar.

Detalles:

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