Pensaba que me mirabas a mi. [Privado ♦ Pasado][Sinyae]

Shell Town, isla dominada prácticamente por la Marina, si... definitivamente esa isla irradiaba un aroma rancio a justicia que directamente terminaba asqueándome un poquito. Me encontraba en el puerto, justamente bajando recién de la embarcación que me había traído a cambio de asistir un poco con algunas tareas fuera lavar la cubierta o cosas así, tampoco es que me molestara mucho eso así que le daba poca importancia; No tomó demasiado tiempo la isla en empezar a impresionarme un poco debido a la cantidad de gente que deambulaba por sus calles, parecían demasiado tranquilos como para ser un lugar en el cual habían tantos Marines que daba un poco de asco, o al menos rechazo ante tanta presencia de la justicia deambulando por aquel lugar. De todas maneras... no venía a esta isla para pensar en ello, sino para despejar un poco la mente, a demás estaba de paso... el próximo barco que tomara rumbo a Loguetown o a Isla de Dawn lo tomaría sin dudarlo ni un solo segundo; El día estaba bonito, soleado y levemente nublado, con una temperatura no mayor a los 24ºC, por lo que estaba... bueno, agradable a decir verdad.

Mi estómago rugió mientras caminaba alejándome paso a paso del puerto de la isla. Puse mi mano diestra sobre mi abdomen y bajé un poco mi mirada. —"Madre que los parió... hace dos horas comí y ya tengo hambre de nuevo... me conformaría con una fémina, pero vamos... mejor le doy de comer a este barril sin fondo o terminará quejándose cual bestia corrupia."— pensé en ese momento, empezando a olfatear levemente el aire sintiendo un aroma peculiar y bastante conocido. Era un pequeño restaurante no demasiado llamativo en el cual vendían varias comidas conocidas, entre ellas el Ramen. Sonreí un poco relamiéndome disimuladamente los labios e inmediatamente empecé a dirigirme hacia aquel lugar, ya empezando a pensar cual platillo podría ordenar... dinero no me faltaba afortunadamente por ahora, por lo que eso era lo de menos ahora mismo; Una vez llegué al local, me senté en una de las sillas y fue entonces cuando un camarero se acercó, que me dejó el menú y avisando que vendría dentro de unos minutos para tomar mi orden.

Pasaron unos minutos y el mozo se acercó con una pequeña libretilla en sus manos, pronto para empezar a anotar la orden.
—Bien... un Ramen de barbacoa con doble ración de carne, para bebida un té Oolong, y por último de postre... me gustaría tal vez tres Dangos dulces, rellenos con anko.— especificaba cada detalle con suma precisión. Luego de eso, el mozo se retiró asintiendo con la cabeza y haciendo una leve reverencia, dejándome una pequeña cesta de pan un par de minutos luego informándome que la comida ya estaba en camino. Empecé a comer el pan de a bocados pequeños, al final de cuentas era gratis así que no tenía que preocuparme mucho por esos detalles... solamente me preguntaba si habría algo interesante que hacer en aquella isla, y fue entonces... cuando ella apareció, cruzando la puerta de aquel local, cautivando mi vista como si se tratara de la mayor obra de arte que antes haya visto... bueno, hasta que vea una mejor al menos.

Su mirada se cruzó con la mía en aquel momento, algo que me creó más curiosidad debido a que una leve sonrisa se dibujó en su rostro a medida que me iban trayendo la comida y ella se sentaba en su asiento. Siendo atendida por aquel mesero, directamente denoté que de nuevo volvía a mirarme y que me sonreía con esa expresión tan tranquila. Le devolví la sonrisa solamente que por mi lado era una un poco más confiada, seductora inclusive... pero no era por gusto, sinceramente era algo que ya me salía automáticamente como si fuese un reflejo automático de mi subconsciente de que siempre que llegaba a ver a una hermosa mujer frente a mi, tenía que comportarme así: Encantador, seductor y caballeroso ante todo; haría una osadía, sin titubear tomé los platillos al menos el bol de Ramen y el vaso con té Oolong humeante, y me dirigí hacia la mesa en donde aquella chica se había sentado. Puse todo sobre la mesa aunque no era demasiada cantidad, y directamente me senté en la silla que estaba frente a la de ella.

—Pensaba que me mirabas a mi, y a juzgar por tu sonrisa... he de suponer que no te molesta que me siente contigo.— así de directo hablaba, no tenía temor a que me fuera a cambiar la cara de un segundo al otro a una más molesta y que me terminara echando de su mesa o evidentemente, que ella se levantara y se fuera a otra, pero... no perdía nada con ser un poco "atrevido" y osar a sentarme con ella. —Digamos que nadie merece estar sentado comiendo solo, mucho menos una bella chica como lo eres tú.— agregaba a nuestra fugaz conversación. El Ramen humeando al igual que el té, no tenía ganas de comerlo ahora o me terminaría quemando la lengua sin duda alguna, y posiblemente terminaría quedando como un idiota... ¿o tal vez así estaba quedando ahora por hablarle de ese modo a una total desconocida? Igual, la quedé mirando fijamente a los ojos y me encogí un poco de hombros, no porque me intimidara... realmente a mi no me intimidaba nada ni nadie, pero sino más bien porque me había olvidado del gesto más cortés que toda persona debería tener a la hora de presentarse ante alguien que no conoce...

—Disculpe mi falta de cortesía, señorita... mi nombre es Mark Kjellberg.— pausé por un momento mis palabras inclinando un poco mi cabeza a modo de "reverencia" improvisada, y acto seguido al momento de volver a mirar sus ojos, reanudé mis palabras. —Estaría más que encantado de saber su nombre, si no es mucha molestia... ¿no te molesta que me siente aquí contigo, verdad? Serías afortunada de tener a alguien como yo sentado en la misma mesa que tú, ¿sabes? No es como si se encuentre a un ejemplar de perfección así como yo en todos lados.— decía con tanto ego que directamente me sudaba por los poros o que de mi cabello salían las palabras "egocéntrico" y "narcisista" como si fueran piojos o algo por el estilo. Si, así era yo... demasiado confiado de mis cualidades tanto físicas como de labia con las mujeres, no era mucho problema el actuar de ese modo con ellas, pero no por eso iría a dejar mi principal manera de ser solamente por querer conquistar a una chica, más con una belleza como la que poseía quien estaba ahora frente a mi.

—Oh claro, le miraba porque me causó curiosidad y no quería parecer mal educada.— pausó ella por unos segundos antes de proseguir. —Gracias por querer acompañarme, no me molesta en absoluto. Me gusta conocer personas en los viajes que hago, no hay problema, adelante señor.— agregó. Yo solamente sonreí de medio labio y me quedé cruzado de brazos por unos momentos, pensando en qué decirle o mejor dicho cómo hacerlo para no sonar demasiado... desubicado, por así decirlo.
—¿Señor? No lo tomaré como una ofensa... directamente se la edad que tengo, ¿pero represento más de 25 años... lindura?— preguntaba yo en un tono que denotaba cierta picardía como ella también parecía tener. Me agradaba ese tipo de chicas que no se negaban a una charla, cómoda y tranquila y obviamente, entretenida... ¿cómo no sería entretenida teniéndome a mí como compañero, verdad? ¡Hah! Pero bueno, dejemos de hablar de mi grandeza, y directamente sigamos en lo que nos importa; Se presentó por el nombre de Sinyae Newgate... ¿porqué me sonaba tanto ese nombre exactamente? O bueno, mejor dicho su apellido... era casi como si lo tuviera en la punta de la lengua y directamente no me saliera inevitablemente. Sonreí de medio labio algo encantador y le tomé gentilmente la mano izquierda, inclinando apenas un poco mi cuerpo hacia adelante y depositando un suave beso en el dorso de esta.

—Es un verdadero placer, señorita Sinyae.— empecé diciendo para luego escuchar su voz nuevamente, a lo que atentamente escuché, tomando silencio nuevamente por mi parte. —¿Ya veo, así que debo considerarme una dama afortunada, dentro de este restaurante? Bueno, también usted debería considerarse afortunado señor Kjellberg, porque está siendo acompañado con la única chica de este lugar.— dijo ella, a lo que yo inicialmente solté una pequeña risotada, la verdad que tenía razón... metros a la redonda y no había ninguna chica, al menos no joven y bonita como ella.
—En eso te doy la razón, cielo... debo estar agradecido directamente al poder tener el gusto de poder compartir una comida con alguien tan bella como usted. Admito que quizás deba ser yo el más afortunado.— dije en un tono que demostraba mi exceso de confianza con las mujeres, no se me daba mal al final de cuentas charlar con estas. De todas maneras, mientras avanzaba tranquilamente la charla, de vez en cuando comía un poco en silencio aquel platillo de Ramen, disfrutando de su sabor y degustando este con mi paladar. Escuché de nuevo la voz ajena pero esta vez de una manera un tanto más... bueno, extrañada. ¿Cazador me había dicho? ¿Sería que me conoce o solamente llegó a deducirlo por si sola? Cualquiera fuera la razón, aquello dibujó una notable sonrisa en mi rostro, para luego limpiarme un poco la boca con una servilleta descartable y acceder a aquel amable ofrecimiento.

—Si me lo ofreces de ese modo, Sinyae... no podría negarme nunca a una sonrisa tan bonita como la tuya.— dije acercando mi cabeza a aquel cubierto que sostenía ligeramente el trozo de pastel, atrapándolo con mis labios y comiendo aquel bizcochuelo endulzado, a lo que directamente suspiré un poco, encantado por el sabor... como bueno, toda la comida en si me gustaba, no tenía problemas con ello, pero la situación en si también lo ameritaba. Acto seguido volví a sentarme derecho en mi silla y me quedé mirando de brazos cruzados a Sinaye, con una sonrisa de medio labio dibujada en mi rostro, denotando algunas miradas curiosas y ajenas, que seguramente ya se estarían pasando la película por dentro. —Y dígame... señorita Sinyae, ¿qué le trae a Shelltown? Claro, si no resulta ofensivo el que pregunte algo así.— decía acomodándome un poco la cabellera hacia atrás con un manotazo leve y lento. —Yo por mi lado, me gusta el orden que tiene... la Marina no es como si estuviera encima de uno todo el tiempo. Aparte, misteriosamente siempre encuentro a una bella mujer con la cual compartir una cómoda charla... ¿no crees que no fue mera coincidencia nuestro cruce de miradas?— agregaba a nuestra charla, enarcando una ceja y apoyando un codo sobre la mesa, mirándola expectante y seductor, quería averiguar más sobre aquella muchacha... me causaba curiosidad, mucha a decir verdad...

—¿Gustarme? Tal vez, que me lo hayas dado tú... ese detalle si que me ha encantado.— admitía abiertamente y sin titubear ni un solo segundo en lo dicho. ¿Porqué debía ocultar lo que me gustaba y lo que no? Mis gustos son eso, míos y de nadie más. La manera en que los digo o no eso ya quedaba por mi parte; Escuchando su voz, parecía ser como si mil ángeles cantaran, la verdad que me creaba cierta curiosidad aquella chica, más que nada porque... bueno, aunque me nacía por dentro esas ganas de engatusarla, preguntándome cómo serían sus labios contra los míos, como sería pasar mis manos gentilmente por su cintura delineando cada curva de su cuerpo con la yema de mis dedos... ¡Ah! ¡No, que sino me babeo todo y no es plan! —Y en cuanto a lo de los cumplidos... cielo, que sepas que no los digo porque si, para intentar cortejarte... aunque si lo estoy intentando, no por eso me limitaría a halagar tal hermosura que tengo frente a mis ojos.— le guiñé un ojo de forma seductora, para luego soltar una ronca pero suave risotada, comiendo un poco más de Ramen y luego acto seguido bebiéndome el té Oolong de un solo trago, lo caliente y sutilmente endulzado que estaba calmaba mi garganta rasposa.

—¿Lo que me trae aquí?, sinceramente suelo viajar de aquí y allá en busca de aventuras, historias, tesoros arqueológicos. Soy arqueóloga y disfruto de mi trabajo, aunque un lugar esté lleno de Marines o Piratas. No me impide lograr mis objetivos.— respondió ante mi pregunta. Me crucé de brazos mientras asentía levemente con la cabeza, ¿así que arqueóloga? Nada mal, aunque no tenía pinta de tal, a decir verdad... ¿quien soy yo para decir de apariencias, verdad? Cuanto más hermosa fuera la chica, mejor sería para todos, más aún rompiendo los estereotipos que se tienen usualmente dependiendo de ciertas profesiones. A lo que no me había preparado era lo que dijo después, algo que quizás me lo podría haber tomado con ofensa, pero en vez de eso, cuando le escuché soltar aquellas palabras con tanta confianza, directamente una potente carcajada que resonó por todo el lugar se hizo presente, hasta el punto en que las demás personas me quedaron mirando algo extrañados, sorprendidos más que nada porque no se esperaban tal vozarrón por parte mía. "Don Juan" llegó a decirme, puse una mueca como diciendo "Ah, mira tú... ¿así que Don Juan?", claramente no me esperaba una respuesta así por parte de ella, pero de todos modos me lo tomaría con humor, al final de cuentas... si, soy un Casanova, un Don Juan directamente no tiene suerte con las mujeres, yo si.

—¿Así que Don Juan? Íbamos bien hasta que oscureció el cielo.— bromeaba llevándome una mano a la nuca por unos momentos acomodando mi azulada y desordenada cabellera. —¿Ley de atracción, dices? Entonces... ¿estás confirmando que te sientes atraída hacia mi? Aunque no me sorprendería, me gustaría escucharlo salir de ese par de apetecibles labios que decoran tu rostro.— subí y bajé ambas cejas de forma fugaz y veloz, guiñándole un ojo de manera pícara, soltando una risa entre dientes. —Y bueno... ahora quizás tenga un motivo más para viajar por el mundo... a ver si coincidimos más veces en otras islas, Sinyae... no me molestaría en absoluto pensar que me estás persiguiendo o que simplemente el destino quiere que nos encontremos una y otra vez. Haz adivinado con suma facilidad que soy un Cazador... pero no lo digas en voz alta, cielo... no me gusta mucho ser vigilado por quienes deambulan por aquí, ¿sabes? Siento que me asesinan con la mirada, a diferencia de ti que me encantas.— agregaba a nuestra tranquila, curiosa pero entretenida charla. sonriendo juguetón. Terminaba de consumir aquel Ramen, teniendo ahora solamente que esperar por el postre. El mesero se llevó los platillos vacíos y dijo que tomaría unos minutos en traer el postre, así que por eso no me preocuparía al momento.

—De todas maneras, tal vez tengamos diferentes definiciones personales de lo que significa la susodicha "Ley de atracción", ¿gustarías explicarme qué significa para ti, preciosa?— pedía yo con amable tranquilidad, apoyando el codo derecho sobre la mesa y mi mejilla diestra contra la palma de esa mano, esperando pacientemente la respuesta de la contraria. No me molestaba devorarla con la mirada, mordiéndome de vez en cuando el labio inferior mientras me deleitaba viendo sus ojos, recorriendo la linea de su mentón, subiendo poco a poco hasta sus labios, en los cuales me posaba por unos momentos antes de volver a sus orbes oculares.

Su explicación era convincente, a decir verdad... encantadora. Era curioso el simple hecho de que no me sintiera sumamente atraído a devorar sus labios antes de que siguiera hablando, no era puro "Bla bla bla" en mi cabeza. No, en vez de eso, ponía cierta atención en lo que ella decía. Confirmó que directamente le gustaría conocerme más, ¿en serio, tan así? Vaya, al parecer si tenía habilidad con las mujeres y no es broma, inclusive a alguien que recién conocía, y al parecer era la primera que no me intentaba degollar a la primera oportunidad que tuviera, le tenía que reconocer por ello. —La Ley de atracción , mi querido Mark, es aquella ley que habla sobre el poder, que tenemos nosotros los seres humanos para atraer cosas buenas a nuestra vida, esta  puede ser manejada con voluntad o sin ella. Es una práctica de la “nueva era” . Sólo vives el día a día deseando algo, y a medida que vayas deseándolo pasa. Quizás tú deseabas encontrar a alguien el día de hoy.— dijo ella bastante convencida de sus palabras al parecer, a lo que yo sonreí de medio labio, gustoso de aquel momento y directamente le seguí la corriente, comiendo aquella fresa muy lentamente, de un solo mordisco pero llegaron mis labios a acariciar la yema de sus dedos y el filo de sus uñas muy delicadamente. Separé mis labios de su mano, pasándole una servilleta por estos lentamente mientras la miraba a los ojos.

—Sinyae... te propongo algo.— pausé mis palabras dejando algo de dinero sobre la mesa, el suficiente como para pagar no solo mi comida, sino también la de ella. Dejando a modo de pisapapeles el salero que estaba ahí dispuesto sobre la mesa de la contraria, para luego levantarme del asiento y seguir sosteniendo su mano, invitándola a levantarse conmigo. —¿Qué tal si nos vamos de aquí? Hay un bello lugar en esta isla, no muy lejos de aquí... en donde se puede presenciar el bello atardecer que se oculta entre las olas del mar.— propuse mientras le dedicaba una encantadora y caballerosa mirada, inclinando un poco mi cuerpo hacia adelante como a modo de reverencia mientras esperaba pacientemente que ella aceptara o no, dependiendo de la reacción y respuesta sería lo que haría después. De hecho, no faltaba demasiado para ese momento del día, el cielo lentamente se estaba comenzando a teñir de ese característico anaranjado con horizontes azulados, amarillentos, violáceos... bueno, una gama tonal sumamente interesante a la par de hermosa y tranquilizante, justamente un lugar perfecto para llevar a una chica, ¿verdad que si?

—¿Qué dices, vienes conmigo o te quedas aquí a ver qué más pasa? Aunque te haré un adelanto, no pasará nada.— susurré escudando mi voz, mirando hacia los lados como si me preocupara mucho que me leyeran los labios u escucharan mis palabras. Hice una leve pausa y luego besé de nuevo el dorso de su mano, pero esta vez jalé suavemente de su brazo, casi que forzándola a que se levantara. Posé la otra mano en su cintura y así, volteé con ella en brazos, inclinando mi cuerpo hacia adelante y por ende el suyo hacia atrás, como paso de "Tango" por así decirlo. Acerqué mi rostro al suyo de tal manera que la punta de nuestras narices quedaron rozando entre si, y dándome el ímpetu de seguir, hablé sobre sus labios, los cuales se encontraban a escasa distancia los unos de los otros. —Te seré breve... besaría tus labios ahora mismo, pero... no me gusta arruinar la privacidad que podríamos tener a donde te invito.— luego de decirle aquello en un suave murmullo mientras la gente nos miraba raro, le guiñé un ojo y nos enderecé a los dos, soltando su cuerpo y evidentemente su mano, dándome la media vuelta y comenzando a caminar hacia la salida de aquel local, a paso lento... sin prisa pero sin pausa, esperando... que de un momento al otro, recibiera la respuesta de la contraria como aprobación, y si no aceptaba... bueno, mucho no se podía hacer más que seguir mi camino...