La ciudad del comienzo ¡Orange Town! [Kaín y yo]

El barco llegaba al fin a Orange Town. Émile suspiró aliviado y se dirigió a su camarote a recoger su maleta de viaje con sus pertenencias y a Hades y Averno, sus pistolas. Se enganchó las fundas a los lados del cinturón, y para ocultar estas se vistió con su gabardina. Tras esto, se preparó para salir con la maleta al hombro. Era un joven apuesto de unos diecinueve años, alto y delgado. Su pelo era de color castaño claro, algo largo y formaba remolinos. Tenía los ojos color caoba, un rasgo ligeramente diferente al de su padre, en cuyo caso son color oscuro. Vestía una camiseta blanca impoluta y sin arrugas por debajo de la gabardina, vaqueros y mocasines. Justo cuando iba hacia la puerta del camarote, se miró en el espejo y vio que le comenzaba a salir barba. Suspiró con evidente frustración y se detuvo para afeitarse. Odiaba su barba porque le hacía parecerse aun más a su padre físicamente, y no quería nada de él. Se tomó su tiempo para afeitarla a conciencia y no dejar ni la más leve sombra de barba. Una vez quedó satisfecho con el resultado, guardó la cuchilla de nuevo en la maleta y salió.

Una barca acercó a los pasajeros hasta el puerto, dado que el barco era de demasiado calado para el pequeño pantalán pesquero. Émile bajó de la misma, respiró el aire fresco y miró al cielo. "Por fin en casa" pensó. Sin embargo rechazó al instante aquel pensamiento. Su casa era la Cripta del Tiempo, y su única familia su amado maestro Lao Xuan. Aquellos familiares eran perfectos desconocidos para él. Nunca les había visto y dudaba que le creyesen si les decía que era Lion D. Émile. Sobre esas fechas se supone que debería tener un año de vida, pero su estancia en la Cripta había hecho que el tiempo pasase diferente para él. Mientras para el resto habían pasado doce meses y medio, para él habían pasado diecinueve años. Era ya casi adulto cuando se suponía que debía estar aun aprendiendo a hablar. Se sentía descolocado sólo de pensarlo, y sabía que mucha gente le tomaría por un loco si les contaba su historia.

Se detuvo en mitad de la calle, aun cerca del puerto, sin saber a dónde ir. ¿Debía presentarse en la taberna de su difunta madre, ahora regentada por su tío John, o sería mejor dar antes un paseo por la ciudad? "En fin, no tengo mucho que hacer, y de todos modos no se dónde está ese sitio." Tomó una calle al azar y comenzó a caminar por ella, observando a su alrededor con curiosidad. Era una ciudad más bien pequeña y de casas antiguas, pero para Émile que estaba acostumbrado a la soledad de la Cripta era un lugar grande y bullicioso. Sin tener muy claro a dónde ir, entró a una taberna, a la que se accedía por unas escaleras. Estaba instalada en un sótano, por lo que las ventanas eran pequeñas y estaban situadas a la altura del techo casi. Por esto era un lugar bastante oscuro y tétrico. Había poca gente, en su mayoría viajeros. Algunos le miraron con cierto desaprobación por su vestimenta, y uno incluso con hostilidad. Bastó con que Émile les sostuviese la mirada con determinación y sin vacilar, y que apartase ligeramente la gabardina enseñando la funda de Hades a su cinto para que mirasen hacia otro lado y le dejaran tranquilo. La funda estaba hecha en cuero negro y tenía una chapa metálica en forma de pentáculo rojo. Se sentó a la barra, y el tabernero (un hombre calvo y corpulento con un parche en el ojo) se le acercó al instante limpiando una jarra con un trapo.

- ¿Qué va a ser?

- Un café bien cargado - respondió, dejando la maleta en la silla de al lado.

Kaín sobrevolaba, inquieto, las tranquilas aguas del East Blue en dirección a Orange Town. Había escuchado rumores sobre alguien que se hacía pasar por su amigo y compañero, Quimera Karl. Lion D. Karl, también conocido como el Terror del East Blue... Al cazador no se le ocurría un motivo para jugarse la vida suplantando al marine. No era una persona especialmente piadosa, y tenía una reputación casi tan terrible como su fuerza en combate. El hecho de que existiera alguien tan loco, o tan desesperado, como para hacerse pasar por el marine en su tierra natal era algo que intrigaba a Kaín hasta el punto de preocuparle. Y no era algo habitual que el peliblanco se preocupara.

Kaín se desplazaba entre islas en el tercer nivel de transformación de su akuma, en el cual, si no se quitaba la camisa, tenía el aspecto de un culturista con una camisa una talla menor de la que le correspondía, por no mencionar las antenas, pinzas, exoesqueleto rojo negruzco y el bulto que le hacían sus dos brazos extra bajo la abrochada camisa, dándole un aspecto ciertamente cómico. Pero Kaín nunca había gozado del don de la vergüenza, por lo que no se preocupaba de detalles como aquellos. Su mente estaba totalmente ocupada imaginando al pobre loco que se hacía pasar por el marine más poderoso que conocía, el único hombre, aparte de sus maestros, a quien Kaín respetaba y consideraba más fuerte que el.


El aterrizaje a las afueras de Orange Town fue como siempre. Ruidoso, vistoso y aparatoso. Kaín solía aterrizar adrede en lugares con arena para levantar una polvareda y volver a su forma humana antes de que esta se disipara, ocultando así su poder a los curiosos. Además, la sensación de dejarse caer en picado era algo que le encantaba.

Una vez en tierra, tras recuperar su forma humana, el cazador se ajustó bien su corbata roja sobre su camisa negra y se ató con fuerza los rojos cordones de sus botas negras, que se habían desatado durante el picado. Sonriendo, se irguió y comenzó a caminar hacia el interior de la ciudad, con la esperanza de no tardar demasiado en encontrar a aquel impostor.


Apenas había recorrido el cazador unos cientos de metros, divisó a su objetivo, más no era lo que se esperaba. El "impostor" era un crío, no llegaría a los 20, y era muy parecido a Karl de joven, aunque era evidente que no se hacía pasar por el. De hecho, su modo de vestir contrastaba bastante con el del marine. Aquel joven llevaba un atuendo de lo más formal, camisa, vaqueros, hasta mocasines. Todo adornado con una elegante y oscura gabardina. Kaín, observándolo con ojo crítico, lo vio entrar en una taberna de mala muerte, el típico antro situado en un bajo donde los aventureros de la peor calaña mojaban sus gaznates.

-Con esas pintas, se lo van a merendar.- Dijo en voz alta, sin dirigirse a nadie en particular. Acto seguido decidió entrar tras el.

El cazador entró a tiempo para ver como el elegante joven sostenía la mirada a un par de tipejos con pinta de aventureros de poca monta. Acto seguido el joven enseñó a aquel hombre, evidentemente hostil, dos hermosas pistolas, que a todas luces eran especiales o, como mínimo, hechas a medida o personalizadas. Aquel detalle arrancó una sonrisa del antes preocupado rostro de Kaín. El cazador rebuscó en sus bolsillos hasta que encontró lo que buscaba y, sin sacar la mano de este, se acercó al joven y se sentó junto a el, en el lado opuesto al de la maleta.

-Para mi un zumo de naranja. Y yo invito al joven.- Dijo con una sonrisa al fornido camarero, que asintió sin darle importancia mientras murmuraba para si, en un tono más alto de lo que pensaba: "Mientras me paguéis, como si os morís aquí dentro". Kaín ignoró al tosco tabernero, acostumbrado a aquellos ambientes, y miró al joven con curiosidad.- Antes de que me preguntes nada, déjame decirte que tienes estilo, pero te falta algo... Ten.- Dijo con confianza mientras extraía de su bolsillo una corbata roja idéntica a la suya y la depositaba frente al joven, colgando de un clavo que sobresalía de la destartalada barra. -Encantado, mi nombre es Kaín.- Pronunció con tono amable mientras le tendía la mano en gesto de amistad.

Émile no daba crédito. Un hombre de pelo blanco que andaría sobre los treinta y algo se sentó a su lado y dijo que le invitaba él. En semejante antro de mala muerte no debía confiarse fácilmente de un desconocido, así que dejó su brazo derecho colgando en lugar de apoyarlo sobre la barra, para estar listo para desenfundar a Hades en caso de peligro. Por un momento miró con cierto desdén al tabernero, que se alejaba de ellos murmurando improperios, y volvió a mirar al extraño. Este le dio una impresión bastante jovial y alegre, pues le dijo que tenía bastante estilo mientras miraba su ropa con aprobación y le tendió una corbata roja. El orgulloso joven fue incapaz de no sonreír ante el halago, y aceptó la corbata con un gesto de agradecimiento. Se la ajustó con cuidado y meticulosidad, pretendiendo dejar el nudo perfectamente anudado y la corbata lisa. En cuanto se vio satisfecho con el resultado, le apretó la mano con firmeza, más confiado, y se presentó:

- Encantado, Kaín. Mi nombre es Émile. La verdad es que vos también tenéis muy buen estilo.

En ese momento llegó el tabernero refunfuñando por lo bajo y dejó una taza de un café negro como la noche y un vaso de zumo. El chico tomó la taza con elegancia, le sopló y tomó un sorbo. Estaba bastante caliente y no era el mejor café del mundo, pero le recompuso del largo viaje. Le dio otro sorbo y lo tragó de inmediato, pues estaba demasiado caliente para tratar de saborearlo siquiera. Sosteniendo el café entre las manos, recordó las tardes en el refugio con su maestro. Este también solía servir las bebidas prácticamente hirviendo, por lo que estaba ya acostumbrado hasta cierto punto. Acordarse de aquello le puso un poco melancólico, pero ocultó sus emociones y olvidó esos pensamientos, centrándose en el hombre que tenía delante de nuevo.

- Contadme, Kaín, ¿qué ha motivado que me invitaseis? Y sobre todo, ¿qué hace un hombre con vuestra clase en este lugar?

Tenía una duda en su mente. Kaín le había saludado con mucha confianza, y algo en su mirada y su actitud le hacía sospechar que aquello no era una simple cortesía. ¿Quién era en realidad aquel hombre peliblanco? Sus ojos eran de color rojo, un detalle que Émile decidió anotar en su mente para tenerlo en cuenta. Era un detalle bastante raro y que le permitiría seguirle la pista en el futuro si era necesario. Preguntando a la gente si habían visto a alguien de pelo blanco y ojos rojos sabría por dónde había pasado. "Pero, ¿en qué cojones estoy pensando? No tengo por qué ser tan desconfiado. Tal vez este hombre sea simplemente alguien cordial y amable" Mientras pensaba todo esto, mantenía una actitud entre jovial y neutra, sin dejar traslucir sus pensamientos.

- Y, ¿a qué se dedica un hombre como vos? Dudo que seáis un labriego o un tendero precisamente.

Kaín observó con cuidado como el joven se ponía la corbata y se la ajustaba a la perfección, tomándose su tiempo. Sonrió. Definitivamente, le gustaba aquel joven que se presentó como Émile. Y su simpatía hacia el creció aun más cuando el chico lo trató de "Vos". Hacía demasiado tiempo que Kaín no se encontraba a nadie con quien mantener una agradable y civilizada charla aunque claro, había cosas que Kaín prefería a las agradables y civilizadas charlas.

El cazador escuchó la pregunta del joven y percibió perfectamente una sombra de duda en su actitud. Normal, después de todo, lo que acababa de suceder no era algo que sucediera todos los días. Con una sonrisa en los labios, se dispuso a contestar a su interlocutor.

-La respuesta a esas dos preguntas es la misma. Tienes estilo, y de vez en cuando agradezco la compañía de alguien con gusto para vestir. Te vi entrar en este sitio y me entró la curiosidad por que haría alguien tan distinguido como tu en un tugurio como este.- En ese instante el tabernero sirvió lo que habían pedido, mientras atravesaba al cazador con la mirada. El peliblanco vació su vaso de zumo de un tirón y lo dejó en la barra con una ligera mueca de desaprobación mientras escuchaba la última pregunta del joven Émile. Kaín no pudo disimular una sonrisa. Si aquel joven era, como pensaba, familiar de su compañero Karl, aquello podía ser realmente entretenido.

-Tienes buen ojo, Émile, y tutéame, por favor, no merezco un trato tan cortés como ese. No soy labriego ni tendero. Me dedico a vagar de un lado a otro ayudando a quien lo necesita y, de vez en cuando, pongo fin a los sueños de algún pobre diablo a cambio de una modesta paga.- Dijo, sonriendo ampliamente tras terminar la frase. Decidió no decirle al joven Émile nada sobre Karl por el momento, pues se lo estaba pasando en grande.

-¡Tabernero!- Dijo con voz firme, pero sin gritar.- Sírveme otro zumo. Exprimido hace menos de un mes, si puede ser.- Añadió con tono jocoso, quejándose por el anterior vaso.

"Pues no es directo ni nada" pensó Émile. El hombre dijo que le había agradado y llamado la atención su aspecto, y que además quería saber qué hacía alguien como él en un lugar así. "Qué hago yo aquí me pregunto yo." Se había metido en el lugar por mera inercia, y porque era el primer sitio que había visto. Bebió otro sorbo del café, que ya se había enfriado un poco más, y siguió escuchando las palabras del peliblanco. Este parecía algo molesto con el sabor de su zumo, pues hizo una mueca tras bebérselo. A continuación le pidió que no le tutease y por sus palabras sobre a lo que se dedicaba Émile intuyó que era alguna clase de mercenario. Sin embargo no llevaba ningún arma a la vista, lo cual era extraño. El animado hombre le pidió al camarero otro zumo haciendo un comentario un tanto cruel aunque muy merecido sobre el zumo del bar.

- De acuerdo, Kaín. Te tutearé como me pides - dijo, con una leve risa, animado - No es habitual ver a hombres de acción vestir de manera tan impecable como tú, aunque en eso coincidimos - dijo, en una clara alusión a su ocupación.

Ahora estaba realmente interesado en el hombre. Elegante, sociable y además un combatiente. Que alguien así se hubiese interesado por él por un mero ramalazo de curiosidad se le antojaba cuanto menos increíble, pero insistir en el tema no sería juicioso por muchos motivos. Además ahora tenía otros intereses en aquel hombre. Si era un mercenario, tal vez sería un buen entrenamiento para ponerse a prueba antes de su enfrentamiento con su padre. Podía retarlo a un combate amistoso y de paso aprovechar para intentar conocerle mejor a través de su estilo de lucha. Siempre se le dio bien (especialmente gracias a las enseñanzas del maestro Lao) analizar a la gente a través de su forma de jugar (principalmente al ajedrez) o de comportarse. Y eso tal vez le aportase nuevos datos para aclarar un poco qué ocurría realmente ahí. Émile cruzó las manos, mirándole y dijo:

- A lo mejor sería interesante medir nuestras fuerzas en un reto amistoso. Hay cierta persona a la que quiero vencer y antes de eso necesito hacerme todo lo fuerte que pueda. ¿Qué me dices, Kaín?

Cogió la taza de café y se la acabó, mientras le miraba con curiosidad esperando su respuesta. Esperaba que aceptase, pues además de por los otros motivos tenía una enorme curiosidad por ver cómo peleaba Kaín. No parecía especialmente fuerte, y tampoco portaba ningún arma. A lo mejor era usuario, y eso haría el reto aun más interesante.

Kaín se sorprendió un poco al escuchar la oferta de Émile. Aquello confirmaba, sin duda alguna, que aquel joven era familiar de Karl. El cazador sonrió ampliamente. Llevaba los guanteletes ocultos en una de las faltriqueras que pendían de su cinto, por lo que parecía una persona bastante normal. El peliblanco se puso en pie con una sonrisa y tiró unos cuantos berries sobre la barra sin dirigir la vista hacia el tabernero.

-Me encantaría, Émile. No hay nada que me guste más que un buen combate de calentamiento para matar el tiempo.

Sin decir nada más, salió a la calle y se alejó unos cinco metros del bar, situándose en medio de la calle. Esperó a que Émile saliera para quitarse la prótesis de su mano derecha, una mano artificial perfectamente detallada que llegaba hasta la mitad del antebrazo, y apoyarla con cuidado contra una pared, al lado de un niño que jugaba. Lo miró con una sonrisa.

-Te la presto un rato. Trátala bien, jovencito.- Dijo mientras le revolvía el pelo con la otra mano. Acto seguido volvió al centro de la calle y realizó unos sencillos ejercicios de estiramiento de brazos y pies, aparentemente relajado, esperando a ver que haría Émile.

Salieron del bar y se pusieron a calentar. Émile se quitó la corbata y la dejó sobre su maleta. Se fijó en que Kaín se quitaba una prótesis de su brazo derecho. Le faltaba la mitad del antebrazo. ¿Iba a pelear así? ¿Cómo se habría hecho semejante herida? En cualquier caso, Émile no era tonto. Si aun estando lisiado seguía combatiendo como mercenario, o era un loco, o no tenía otra forma de ganarse la vida o es que era realmente fuerte.

- Un rasguño imponente - comentó con una sonrisa sarcástica - ¿Estás seguro de que podrás pelear con ese cortecito? - preguntó, medio burlón.

Comenzó a estirar las piernas, preparándose para el combate. Decidió que primero lo tantearía cuerpo a cuerpo. Si resultaba ser demasiado duro, combatiría con sus pistolas. Una vez acabó de estirar se colocó frente a Kaín en una posición básica del Sokudan y lo evaluó con la mirada. No debía confiarse, así que atacaría duro desde un principio. Podía intentar aprovecharse de la falta de brazo atacándole por ese brazo, pero eso sería demasiado obvio. "Lo mejor será hacer algo totalmente inesperado."

- Prepárate, porque allá voy.

Se plantó frente a él de un salto, y fingió rodearle por la derecha para golpearle por ese lado. Repentinamente paró su avanza clavando el pie izquierdo en el suelo y le lanzó un rodillazo con la pierna derecha al estómago. Acto seguido, le diese o no, retrocedería un paso largo y le golpearía desde un poco más lejos con una doble palmada en el pecho.

- Sokudan, Impulse combo! [AIF]

Kaín escuchó a su contrincante con una sonrisa en los labios. Era osado, y eso le gustaba. Decidió no contestar a la provocación de Émile y, en su lugar, se quedó totalmente quieto, sin adoptar siquiera una posición de guardia. Estaba confiado, pues el chico era bastante joven y, pese a que Kaín había visto sus pistolas, el joven no las desenvainó, por lo que el cazador no tenía ningún miedo.

En ese instante Émile adoptó una posición que Kaín reconoció a la perfección. Aquel chico conocía el Sokudan, el arte marcial de Karl. Aquello despejó toda posible duda. Ahora el cazador solo necesitaba divertirse un poco y ver si aquel chico era tan interesante como su familiar.

El ataque de su rival fue rápido, como no, por algo utilizaba el Sokudan. Pero, pese a su velocidad, el haki observación de Kaín lo advirtió de sus intenciones. Decidió sorprender algo a Émile y retrocedió un poco el pie derecho, simulando girarse para bloquearlo, cuando en realidad su única intención era afianzarse bien al suelo. Luego activó su haki armadura y resistió los tres golpes de su enemigo sin moverse ni un ápice, con una sonrisa en los labios.

-No se si es por que esas caricias no me han hecho ni cosquillas o porque ya he visto tus pistolas, pero dudo mucho que con ese nivel de dominio del Sokudan te especialices en combate cuerpo a cuerpo.- Dijo con una sonrisa mientras se rascaba con indolencia las zonas golpeadas. Era probable que su comentario del Sokudan intrigara a su rival por lo que, tras decir eso, se lanzó hacia delante y proyectó su muñón contra el pecho de Émile.

Golpe con el muñón. (AIF)

Acto seguido retrocedió con un pequeño salto y miró fijamente a su rival.

-Yo me tomo los entrenamientos muy en serio, deberías hacer lo mismo, Émile.

Notó una fuerte resistencia al golpear a Kaín. Se quedó bastante sorprendido. Había sido como pegarle a una pared. Le dolían la palma de las manos y las rodillas. Entonces le dijo que con ese nivel de dominio del Sokudan estaba claro que no peleaba cuerpo a cuerpo. A continuación le dijo en una clara reprimenda que él se tomaba en serio los entrenamientos. Émile se quedó bastante sorprendido por el hecho de que hubiese reconocido su Sokudan. Que lo hubiese visto implicaba que se había cruzado con un guerrero del mismo, pero la mayoría de monjes no solían salir de la isla. En aquel momento había muy pocos iniciados no monjes por el mundo. Uno era su padre, otro era un aprendiz renegado de Lao y otro él. Por lo que sabía, no habría más de seis o siete más. Aun tratando de pensar en cómo podía conocer aquel arte marcial, no fue capaz de anteponerse al golpe de Kaín. El muñón le dio en el pecho y lo tiró para atrás. "Tendré que ponerme serio." Rodó hacia atrás y se levantó de un salto, desenvainando a Hades y Averno. Las pistolas brillaron mientras concentraba su energía en ellas.

- No se cómo conoces el Sokudan, pero ya que insistes iré en serio. Sokudan move, ¡Shadow!

A una velocidad increíble, corrió hacia un edificio. Aprovechando la inercia, saltó contra el muro, se impulsó en este con gran destreza y voló por los aires. Desde arriba apuntó a Kaín con ambas pistolas mientras el extremo de ambos cañones brillaban con intensidad.

- ¡Energy Burst! [AI]

Disparó una lluvia de tiros de energía de color azul intenso. Aquellos tiros no eran tan potentes como una bala normal, aunque sí más rápidos. Terminó su salto con una pirueta pasando por encima de Kaín y cayendo a unos tres metros de él, de pie. Se giró hacia este apuntándole de nuevo.

El golpe impactó de lleno, pero no hizo demasiado daño. Después de todo, Kaín tampoco había imprimido demasiada fuerza en el golpe. Émile desenvainó sus pistolas y le informó de que se lo tomaría en serio y, justo después, utilizó el Shadow, que tan bien conocía ya Kaín, para impulsarse contra una pared y dispararle una ráfaga de balas desde el aire, justo encima de su posición.

Kaín pudo ver perfectamente que sus pistolas brillaban y que no disparaba balas normales, por lo que se cubrió con los brazos hacia arriba, tratando de minimizar el daño en el cuerpo. Las balas golpearon sus brazos, causándole quemaduras poco profundas, pero bastante dolorosas. Salvo una bala que golpeó su rodilla izquierda, consiguió bloquear las demás con los brazos.

Aquello le había dolido, pero si eso era todo lo que el joven podía hacer, Kaín no tendría ni que tomárselo en serio. Se giró hacia Émile y le sonrió mientras se frotaba los antebrazos uno contra el otro.

-Eso no ha estado mal del todo, Émile, pero creo que, ahora mismo, hay demasiada diferencia de nivel entre nosotros. Eres fuerte, pero aun eres demasiado joven y...- De pronto una curiosa idea cruzó la mente de Kaín.-... Y de esa forma nunca serás más fuerte que Karl.

La única intención de Kaín con esas palabras era motivar al joven Émile. Lo que el cazador ignoraba completamente era que Lion D. Karl era la persona a quien Émile quería derrotar.

Algo en la mente de Émile hizo "crack". La mención a su padre lo dejó primero sorprendido y luego terriblemente furioso. Apretó con fuerza las pistolas y comenzó a rechinar los dientes. No sabía de que conocía Kaín a su padre, o cómo sabía que quería vencerlo... pero aquel comentario le había tocado hondo. De todos modos, algo en su interior sabía que no le faltaba razón. Apenas había logrado tocar a aquel hombre, ¿cómo iba a derrotar a su padre, un capitán marine de renombre, si casi no había logrado herir a Kaín?

- ¿No decías que te tomabas esto en serio? ¡Pues atácame, o lo haré yo!

Dijo estas palabras con rabia y dio un salto hacia atrás, alejándose más de él. Le apuntó con ambas pistolas y comenzó a concentrar energía en estas. Esta vez tardó un poco más, pues no tenía intención de disparar una ráfaga de balas normales. Tenía algo más preparado. De repente los agujeros de los cañones comenzaron a brillar con intensidad mientras Émile mostraba una mueca feroz de rabia.

- Hellish shot! [AMF]

Disparó ambas pistolas a la vez. Hubo una gran explosión de luz y dos bolas de energía avanzaron a toda velocidad hacia Kaín. Esta vez no serían simples quemaduras, si no disparos muy potentes que explotarían al golpearle.

Aquel comentario le había afectado más de lo que Kaín pretendía. Era evidente que el joven se lo había tomado mal, muy mal. Tanto que Kaín borró su sonrisa de su rostro, temiéndose que se acercara algo grande.

El joven retrocedió y sus pistolas comenzaron a acumular energía y a brillar de una forma bastante llamativa. En cuanto Émile las alzó y apuntó con ellas a Kaín, el cazador supo que aquel ataque no sería como las cosquillas del anterior. Flexionó las rodillas y se preparó para reaccionar ante lo que se avecinaba. Un instante antes de que su enemigo disparara, advertido por su haki observación, utilizó su técnica similar al Shadow para desplazarse a gran velocidad lateralmente, esquivando en el último instante los dos disparos, que explotaron al tocar la pared. La explosión golpeó la espalda de Kaín, pero le causó más dolor que daños. Se giró para observar la pared y vio dos grandes cráteres en ella con un radio bastante grande. Aquel había sido un ataque realmente contundente.

-Vaya, ahora que te lo empiezas a tomar en serio, creo que sería un insulto no hacer lo mismo, Émile.- Dijo mientras abría una de las bolsas que colgaban de su cinto e introducía en ella las dos manos para sacarlas, momentos después, enfundadas en sus guanteletes de acero, los Cestus de Nemea. Aquellos guanteletes suplían a la perfección su mano perdida, además de duplicar su fuerza en combate. Sonrió mientras hacía sonar los huesos de su única mano.- Ese último ataque me ha parecido ligeramente asesino para ser un entrenamiento... Como a mi me gusta.- Añadió al final, con entusiasmo. Aquel chico le gustaba. Le recordaba a el en muchos aspectos.

-Bueno, creo que te has ganado el derecho a que te ataque de verdad, jovencito. ¿Sabes? El Sokudan no es el único estilo de lucha con un movimiento veloz como el Shadow...- En ese preciso instante Kaín salió disparado hacia Émile utilizando su propia técnica de velocidad para acercarse a el y propinarle una patada directa al torso.

-¡Burst... Arrow! (AF)

El ataque avanzó a gran velocidad hacia Kaín. Por un momento pareció que iba a impactarle, pero este se echó en un movimiento increíblemente ágil hacia un lado. Los proyectiles de energía impactaron contra la pared, y la onda expansiva empujó a su rival por la espalda. Sin embargo este mantuvo el equilibrio. Cambió de actitud totalmente. Ahora parecía que iba a ponerse serio de verdad. Sacó unos guanteletes metálicos y se los puso en ambos brazos. En su brazo derecho, el guantelete se le ajustó al muñón. Émile enarcó una ceja, sorprendido, al ver que movía los dedos de este como si tuviera mano por debajo. Sin embargo ya había visto bastantes cosas raras últimamente, así que no le dio excesiva importancia. Tras eso Kaín le dijo que se había ganado el derecho a un ataque directo, e insinuó que podía hacer algo parecido al Shadow. Acto seguido se lanzó hacia él a una velocidad monstruosa, enviándole una patada directa al pecho. Émile trató de echarse a un lado, pero el peliblanco era demasiado veloz, y el golpe le impactó en el hombro izquierdo. Salió disparado hacia atrás y se golpeó contra un muro, cayendo al suelo aturdido. Le dolía a horrores el hombro y la cabeza le daba vueltas. Trató de mover este, pero notó un dolor punzante muy intenso. "Me ha debido sacar el hombro del sitio." Se levantó como pudo, ignorando el dolor y dejando el brazo colgando.

- Eres fuerte - dijo con una risa cansada acompañada de toses - Pero aun no has visto mi auténtico poder. Tendrás la suerte de ser la persona con quien estrene esto. Obtuve este poder hace muy poco, y aun no lo he probado.

Hablaba, por supuesto, de su akuma. Hacía unas semanas que se había enterado estando en Loguetown de que un mercader rico había comprado una akuma no mi y que esa noche un grupo de mercenarios bien armados la trasladaría a casa del mismo. Se había unido al grupo que pretendía robarla, y una vez la tuvo se escapó frente a las mismísimas narices de sus compañeros con la fruta. Los ladrones querían venderla, pero él necesitaba el poder que le daría. Sabía exactamente qué fruta era y por eso la ansiaba. La Tenshi Tenshi no mi modelo Lucifer, consideraba la zoan más poderosa, una fruta capaz de hacer frente a la de su padre.

- Ahora verás el poder de un auténtico demonio.

Un aura rojiza comenzó a envolverle. Émile se guardó las pistolas y cargó contra Kaín a puño descubierto empleando el Shadow, en un ataque parecía casi suicida. Cuando estaba a un metro escaso de este, hubo un estallido de luz roja y se transformó en un ser más corpulento y algo más alto. Un humanoide de piel grisácea con garras metálicas, un traje de cuero, alas como de ángel pero de color negro y una protuberancia ósea que le cubría la cabeza y la mitad superior del rostro con una forma que recordaba a un pico. Tenía tres ojos, todos de color rojizo, y colmillos. La mera presencia del ser imponía temor y respeto. Cerró su mano derecha y le lanzó un poderoso puñetazo al pecho, mientras su brazo iba dejando una estela de energía negra.

- Hell´s Punch! [AB]

Tras el golpe, impactase o no, habría un potente destello de luz "oscura" y Émile volvería a su forma humana, cayendo de rodillas agotado, jadeando y con el puño derecho ensangrentado.

Kaín impactó de lleno con su golpe y pudo ver el dolor en los ojos de su oponente pero, lejos de amilanarse, el joven Émile se vino arriba. Entonces el familiar de Karl soltó una brabuconada, lo típico en críos de aquella edad contra los que Kaín luchaba. Pero algo en el era diferente a los demás. Kaín no sabría decir si fue la resolución en sus ojos, el tono de seguridad y confianza o la presencia general del joven, pero Kaín realmente creyó en las palabras del joven y, viendo lo que acababa de suceder con la pared a su espalda, decidió tomar precauciones. Es cierto que no se había defendido demasiado bien de los ataques del peliblanco, pero era indudable que aquel chico poseía una capacidad ofensiva asombrosa, así que el cazador decidió, solo por si acaso, comerse una de sus Rumble Balls. Decidió que había tomado la decisión correcta cuando su rival hizo una mención a un auténtico demonio.

Émile cargó de frente contra Kaín, armando su puño para golpear en lo que parecía, una simple carga suicida. Pero el aviso que Émile le acababa de dar no había pasado desapercibido. Mientras el joven se acercaba a Kaín, el cuerpo de este encogía ligeramente mientras su puño derecho crecía hasta alcanzar el metro de diámetro. El haki armadura lo recubría.

Pero entonces un potente destello cegó a Kaín y, preocupado por lo que pudiera pasar, este se transformó de golpe en su forma de Hormidura. Le crecieron dos brazos más, su cuerpo se recubrió de un denso y oscuro exoesqueleto y dos espadas le brotaron de la mandíbula. Colocó sus tres brazos tras el primero para ayudar a amortiguar el golpe. Por encima de su brazo, un instante antes de la colisión, pudo ver el aspecto que había adoptado Émile y entonces entendió su referencia a los demonios.

El golpe fue terriblemente violento, tanto que Kaín, pese a toda su defensa, salió despedido hacia atrás a gran velocidad y se estampó contra un muro con una fuerza tremenda, profiriendo un grito de dolor. Si hubiera utilizado para cubrirse el brazo izquierdo, en el cual si tenía mano, en lugar del vacío guantelete del derecho, probablemente se hubiera roto varios huesos de la misma. Tras comprobarlo, el cazador observó que los Cestus de Nemea, con los que había bloqueado hasta balas de cañón, estaban algo agrietados. Aquel ataque había sido de una fuerza absurda.

El cazador alzó la vista para volver a ver a Émile, tirado en el suelo y con el brazo ensangrentado tras el terrible ataque. Al parecer su habilidad era poderosa, pero instantánea. Comenzó a andar hacia Émile con calma, disimulando el dolor de la espalda por el impacto contra la pared, y le sonrió mientras volvía a su forma humana.

-Creo que ha estado bastante bien para un combate de entrenamiento, Émile. Eres joven, pero posees un poder asombroso.- Dijo refiriéndose, obviamente, a su akuma.- No me gustaría ser tu enemigo.- Le tendió su mano izquierda con gesto amigable.- ¿Que tal si descansamos un poco y hablamos? Si seguimos así nos vamos a arruinar las camisas, y me gustaría evitar esa tragedia.

Émile quedó tirado en el suelo, tras el ataque, confuso y dolorido. No entendía muy bien lo que le había pasado. Al transformarse había sentido una rabia enorme, y un instinto homicida que no era habitual en él. Nada habitual. Detestaba matar, y cuando peleaba procuraba evitar inflingir heridas mortales. "La fruta ha tenido algo que ver, estoy seguro. Noté algo realmente extraño al liberar su poder. Algo casi... maligno." Alzó la cabeza, jadeando, y vio a Kaín avanzando hacia él. Volvía estar en forma humana, pero durante su ataque le había visto transformarse en un ser de color negro y cuatro brazos. Este le elogió y le tendió la mano izquierda. Agradecido, se agarró a él para levantarse y se sacudió el polvo de los pantalones.

- Un descanso suena bien, pero no se a dónde podríamos ir. Y me temo que si esto sigue así - dijo, mirando su mano herida - acabaré empapando la mía de sangre.

Tenía la mano desollada, como si le hubiesen arrancado la piel de cuajo. Escocía a horrores, y sangraba lenta pero profusamente. Su forma completa era exageradamente poderosa. Sin embargo debía aprender a controlarse en ella. Si cada vez que la usase se desgajase el cuerpo de esa manera y se volviese tan violento, podría acabar siendo un arma de doble filo muy peligrosa para él mismo. Fue hasta donde estaba su maleta. Metió la corbata dentro de esta (pues no podía volverse a ponérsela con la mano así, y no quería empaparse de sangre) y la tomó con la mano izquierda.

- Bueno, tú dirás a dónde vamos, Kaín. Es mi primera vez en esta ciudad. Por cierto, ¿era ese poder una akuma?

Kaín escuchó con calma a Émile y sonrió al ver su mano. Aquel ataque había sido tan poderoso que lo había dañado incluso a el.

-Tranquilo, Émile, entre mis múltiples talentos se encuentra la medicina. Conozco un buen local en esta ciudad. Es pequeño y los dueños tienen un aspecto realmente zafio, pero tienen los mejores naranjos de la isla... Y dicen que también hay muy buen café.- Dijo, recordando que no había mucha gente que compartiera su extraña obsesión por el cítrico. Comenzó a caminar en dirección al local del que le había hablado.- Sígueme. La Gran Corona no está lejos. En cuanto lleguemos te curaré esa mano. Por cierto... ¿Sabes jugar al ajedrez? El dueño tiene un juego que es una obra de artesanía magnífica.

Émile sonrió ante las palabras de Kaín. La expectativa de tomar algo para recobrar fuerza, que le revisase la mano y una partida de ajedrez eran muy halagüeñas. Le encantaba aquel juego y estaría encantado de echar unas partidas con el luchador. Lo consideraba una actividad perfecta para analizar a otras personas y observar su forma de comportarse. A través del juego podía ver cual era su verdadero carácter. A veces se dejaba ganar o se ponía en situaciones arriesgadas para sí mismo con tal de ver la reacción de su oponente. La diversión del ajedrez no se limitaba para él al juego en sí o a la victoria; iba más allá.

- ¿Que si se jugar? ¡Es mi juego favorito! - dijo con una sonrisa - Sería un placer echar una partida contigo.

Fueron juntos hasta el local que conocía Kaín, un sitio pequeño pero bien iluminado y agradable. Como había dicho el peliblanco, los dueños no eran especialmente educados, pero lo compensaban con un zumo excelente y unos bollos deliciosos. Por recomendación de este, probó el zumo, y le gustó tanto que pidió otro vaso. Con un hambre atroz, devoró cuatro bollos de tamaño considerable, tras lo cual soltó un suspiró de satisfacción y se acomodó en su asiento. Su mano había cesado de sangrar, y la tenía toscamente vendada con tela de una camisa vieja que se le había roto entrenando.

- [i]Bueno, compañero, ¿podrías echarme un vistazo a la herida y jugamos una partida a ese ajedrez?[/i

El dueño lo trajo en ese momento, pues ya se lo había pedido. El propio tablero se plegaba sobre sí mismo, haciendo de caja. Estaba hecho en maderas elegantes y barnizadas. Con aprobación, Émile lo abrió y admiró las figuras. Estaban talladas a mano, pero hechas con precisión milimétrica. En vez de las figuras habituales, representaban a soldados y piezas de ejércitos. Los peones eran infantería con lanzas. La torre era un gigante armado con una maza. El caballo era un jinete samurai armado con una nodachi. Por último, el alfil era un espadachín, la reina una geisha y el rey un general samurai. Comenzó a colocar las piezas en su sitio con una media sonrisa de aprobación.