La Marina acecha [Privado] [Yuu-Annie] [Pasado]

Annie se colgó de la barandilla para ver como las olas salvajes rompían contra la popa del barco. Casi resbala en varias ocasiones por estar haciendo el tonto en el barco y lo peor es que no habría nadie para sacarla del mar. Aunque bueno, Robin no podría ayudar mucho porque hacía lo mismo que ella. Aquel niño era una copia barata suya aunque un poco más inteligente, pero igual de loco para cometer locuras.

La albina se echó hacia atrás y se puso de pie en la barandilla entre balanceos. La fresca brisa marina rozaba su piel, el olor a sal la inundaba. ¡Qué bueno escapar de Skellige! Tan solo se había llevado malos tormentos de aquel lugar durante dos años, ahora ya podía seguir haciendo lo que le diera la gana sin tener que dar explicaciones a nadie.

A lo lejos se encontraba Shellstown, ya había visitado aquel pequeño pueblecito y se pasó un buen día cazando en aquellos mágicos bosques con un pirata llamado Ushio. Por desgracia no volvió a saber nada más de él, esperaba que le fuera bien allá donde estuviera.

El Victory atracó en el pequeño puerto y la arquera preparó todo para bajar; después, tiró la tabla hasta el muelle para poder bajar. Robin se quedó en cubierta viendo como se iba. Estaba al cargo del barco mientras ella no estuviera y así él podría aprovechar para hacer sus cosas.

La albina en cuanto pisó tierra se desperezó. Que bueno volver a andar por un suelo sólido, no como el barco que se tambaleaba de un lado para otro. La zona portuaria estaba repleta de estibadores. Entre gritos y parloteos se hacía muy difícil encontrar algo de calma. Los puestos ofrecían cantidad de cosas que harían brillar los ojos, pero Annie nunca poseía el dinero suficiente para comprarse sus caprichos. El poco que tenía era para arreglar el barco e ir alimentándose poco a poco. Cuando fuera rica iba a despilfarrarlo por todo lo que tuvo que pasar.

Ayden sobrevolaba el cielo y cayó en picado hasta aterrizar sobre el hombro de la muchacha. Esta pasó el dedo por la cabeza del águila y sonrió. Sin embargo, en cuanto llegaron a una plazoleta algo fue mal. Ayden salió disparado hacia un hombre que había en la fuente. Annie le gritó para que se detuviese, pero el ave hizo oídos sordos. Últimamente estaba muy revoltoso.

El águila hacía caso omiso a los gritos que pegaba su dueña. Últimamente estaba muy revoltoso y no entendía el por qué. Cosas de aves... quería creer, ¿acaso entendía de aves? Lo único que sabía era los diversos apodos que le ponían los habitantes de Skellige, como el Águila, Gorrioncillo o Halconcillo, porque era ágil y libre, incapaz de domarse. Un espíritu de libertad, fiero e indómito. A veces se sonrojaba al pensar en esas cosas, en cierto modo le subía el ego que hablasen así de ella. Aunque la mayoría de veces era para hablar mal, pero qué se le iba hacer, nadie se libraba de esos comentarios.

Annie corrió hasta el centro de la plazoleta, en donde un hombre parecía enfadado por el jaleo que estaba armando. ¡Solamente era Ayden picándole! ¿De qué se quejaba? Pensó Annie arqueando las cejas. Se cruzó de brazos y escuchó todos los insultos que recibía su querida mascota. En cuanto terminó se acercó hasta él sin llamar al águila.

-Si sigues insultándole no se irá.

La albina se acercó más al hombre con la cara enfurruñada. Seguramente su mascota hubiese visto algo brillante que le puso nervioso. Cuando tenía catorce años le había enseñado a perseguir cosas brillantes para después poder venderlas, era como un método de supervivencia en Skellige y, al parecer, él aún no se había olvidado de como se hacía. Cierto era que ya no necesitaban conseguir dinero ni se morían de hambre, pero las viejas costumbres nunca se abandonan del todo.

-¡Yo soy su dueña! - Exclamó apretando los puños. - ¡Suéltale ahora mismo!

A Annie no le gustaba nada que aquel desconocido agarrase de esa manera a Ayden, podía hacerle daño o algo peor, cabrearlo. Entonces si que ensañaría con picarle los ojos. Sin embargo, la arquera no dudaría en darle una buena paliza al muchacho si este le hacía alguna herida a su águila. Ella estiró el brazo y movió los dedos, haciendo una señal para que se acercase.

-Ven a mi, Ayden - Habló con tranquilidad esperando a que el moreno lo soltara y viniera a posarse en su hombro. Luego le miró de arriba abajo y no pudo evitar esbozar una sonrisa.

Annie arqueó una ceja. Aquel hombre iba de listillo, pero ella conocía bien todo lo que ocurría a su alrededor. Criarse en la calle era una ventaja ante situaciones como esta. Siempre había alguien intentando aprovecharse de cualquiera y la albina lo sufrió muchas veces. Aunque no por ello salió beneficiada de diversos tratos, más bien perjudicada. Sin embargo, esto no era Skellige y las gentes de otros mares probablemente fuesen diferentes. Desde luego a todos aquellos que conoció en sus travesías resultaron ser especiales...

La arquera se cruzó de brazos escuchando las palabras del moreno. Seguía sin comprender por qué Ayden estaba tan revoltoso desde Avaros y el encuentro con el adorable rubito. Ni que estuviera celoso. Annie guardó silencio unos segundos y después esbozó una sonrisa para hacerle la burla al hombre.

-Ey, ey, ey - hizo un aspaviento con las manos -. Vas muy rápido tu. No sé nada de ti, ¿y ya me estás invitando a tomar algo? ¿Tu mami no te ha dicho que es peligroso acercarse a desconocidos?

Después de casi matar a su águila la albina seguía un poco resentida y no olvidaría fácilmente aquel trato. Sin embargo, él tenía algo de razón. Por una vez no iba a dejar que sus enfados lo estropeasen todo. Quizás... podría sacar algo de provecho si aceptaba. Nunca había que dejar escapar oportunidades.

-Ayden está dolido - Dijo mirando a su mascota -. Puedo aceptar la invitación si es en un sitio muy caro. No conozco nada de Yotsuba, así que te sigo - comentó mientras se acercaba a él.

Estaba segura de que el hombre conocería lugares caros. Para una vez que la invitaban a algo no iba a ir a un sitio cutre y, si tenían comida, mucho mejor. Solo de pensarlo se le hacía la boca agua. Ella sola cocinando en el Victory no era muy entretenido y últimamente los víveres escaseaban en el barco. A ver si encontraba pronto una pequeña fortuna. Cada vez se le acumulaban más problemas de dinero.

Annie comenzaba a pensar que había sido una mala idea aceptar esa oferta. Aquel hombre le suscitaba desconfianza. Sobre todo cuando el moreno decidió posar su brazo rodeándola por el cuello. Intentó moverse un poco como si intentara librarse de él, pero al parecer él agarraba fuerte. La arquera no era la primera vez que se topaba con hombres así; sin embargo, siempre salía bien parada de la situación, se escaqueaba fácilmente y ella haría lo mismo esta vez.

Guardó silencio durante el trayecto, escuchando con atención todo lo que tenía que decir el hombre. Parecía el típico presuntuoso intentando llamar la atención con anécdotas suyas. Ayden daba vueltas en el cielo, siempre vigilante por lo que pudiera pasarle a su dueña. Llegaron enseguida al restaurante cuya fachada impactaba a las personas. Aquel lugar estaba hecho para la gente rica, ¿acaso alguien como ella sería bien recibida ahí dentro? Su aspecto demostraba todo lo contrario.

El mesonero enseguida captó la atención de los dos; sin embargo, cuando se soltaron Ayden bajó hasta posarse en su hombro, pero el camarero no tardó en advertirle de que no podían entrar animales en su establecimiento. Annie miró a Ayden con una mueca de triste y este echó a volar en dirección al Victory.

Los dos entraron y se sentaron en unas mesas grandes cuyas sillas parecían tener adornos de plata. Increíble, pensó la arquera, cuanto lujo. La exaltación de... ¡espera un momento, ni siquiera sabía su nombre! ¿En que estaría pensando cuándo aceptó? Annie suspiró con resignación. Ya que él había elegido todo no se iba a oponer. Era su momento de escapar. Lo que menos le había gustado era que la trataran de pareja con ese desconocido, ¿qué habría pensado Therax de ella si la viese en esa situación? No querría ni imaginárselo.

Se levantó y se acercó por detrás, poniéndole la excusa de que debía ir al baño con una falsa sonrisa. Sin embargo, al girar la esquina del local no se adentró en los servicios si no que se dirigió hacia la puerta. El camarero de antes intentó pararla, pero esta le hizo guardar silencio con el dedo. Tras eso abandonó el local rumbo al Victory. Debía irse pronto de aquella isla si no quería volver a verlo.