Entre las Garras Verdes [Público]

El archipiélago Boin era un lugar realmente extraño. Para Rokuro, acostumbrado a los poblados y ciudades con sus barrios pobres plagados de criminales y delitos junto al hambre y la pobreza, aquello era un cambio refrescante, aunque no por ello era un cambio a mejor.

—Espero que no seas alérgico al polen —comentó a su compañero. Se trataba de un joven soldado legionario que tendría más o menos su edad, aunque le sacaba por lo menos dos cabezas.

Durante el viaje no había tenido mucho tiempo para tratar con el joven; las numerosas tormentas que tuvieron que afrontar para alcanzar el archipiélago habían requerido la ayuda de todos los tripulantes, incluso la de aquellos que no eran marineros, como era el caso de Rokuro. Durante varios días había llovido sin cesar, y las olas habían amenazado con volcar el barco del Gobierno una y otra vez, aunque finalmente habían alcanzado las costas de Boin sanos y salvos. Solo habían perdido a un hombre: un marinero borrachuzo que se creía más listo que nadie por llevar años navegando. Si sus compañeros de tripulación habían sentido algo de pena por su pérdida, no lo habían demostrado.

En cualquier caso, habían llegado a su destino y era la hora de empezar la misión. Hacía varias semanas le había llegado información al Gobierno Mundial sobre un peligroso grupo de piratas que se escondían en la isla. Como solía ocurrir, sus superiores no habían entrado en detalles, pero le explicaron que habían enviado a un destacamento legionario y que desde su última comunicación, justo antes de adentrarse en la isla, no habían vuelto a recibir noticia alguna sobre ellos. Su misión consistía en explorar la isla, descubrir qué había sido de los legionarios y encontrar el rastro de los piratas. Y si era posible, neutralizar la amenaza que suponían esos piratas. «Y por si fuera poco, tengo que cuidar del novato» pensó Rokuro, sin tener todavía una opinión clara sobre el joven.

En un principio le extrañó que le enviaran a una misión junto con un soldado raso. Sí, dos personas llamarían mucho menos la atención que un amplio grupo de avanzadilla, como había sido el caso del destacamento perdido. Sin embargo, por lo que le habían dado a entender a Rokuro, el chico era poco menos que un inexperto. «Aunque puede que no lo sea tanto». Lo cierto es que tenía sus sospechas sobre el joven. ¿De verdad habían enviado a un novato a una misión tan peliaguda o realmente no era tan novato y estaba allí para vigilar a Rokuro? El ninja no había hecho nada, que él supiera, para que asuntos internos se le tirase encima, pero tras un tiempo dentro de la agencia de espionaje había aprendido a sospechar incluso de su sombra. Sin embargo, tenía órdenes, y su principal cometido era cumplirlas.

Se llevó dos dedos a la boca, silbó, y Takarashi bajó del cielo en picado, desplegando las alas en el último segundo para frenar y aterrizar sobre la cubierta del barco.

—Llévanos a la isla —pidió al águila en un tono no carente de respeto.

El águila chilló, y rápidamente su cuerpo comenzó a crecer hasta alcanzar varias veces el tamaño de una persona, haciendo que el barco se inclinase ligeramente bajo sus garras. Extendió un ala y la posó sobre la cubierta a modo de rampa para que Rokuro y Rylanor, el legionario, pudieran subir. Rokuro fue el primero y, una vez estuvo sentado sobre su espalda, le hizo un gesto al joven para que siguiera su ejemplo.

—Ten cuidado con las plumas —avisó—, es muy sensible.

Sabía que la vida militar era dura y el mar inclemente. Eso no hacía, sin embargo, que no fuese doloroso perder a alguien en una tormenta. Su nombre era William, pero Rylanor solía llamarle Bill. Se trataba de un marinero de mediana edad con un ojo vago y un par de dientes de menos, dado al humor negro y amistoso. No era el mejor amigo de Rylanor, pero en el tiempo que había tratado con él había aprendido a apreciar sus chistes y su presencia ayudaba a aligerar los rigores de la rutina militar. Así que cuando la tormenta se lo llevó, lloró su muerte en silencio. Desde entonces, había hecho honor al viejo borracho bebiendo a su memoria al atardecer y echando una parte de su ración diaria de grog por la borda.

Sin embargo, la vida seguía. Tenía una nueva tarea. La decuriona Arpad le había recomendado al magíster Aulo para actuar como los ojos y oídos de la Legión en una operación conjunta con el Cipher Pol. Una banda pirata se había refugiado en el archipiélago Boin. No tenía claro por qué eran un objetivo tan importante como para movilizar tanto a un agente de la misteriosa organización de inteligencia del Gobierno como a un buque de guerra de la Legión. En cualquier caso, por lo que sabía, la Legión cortaría la retirada de la banda por mar mientras el agente les daba caza en el interior de la isla.

Había oído historias de sus compañeros sobre los peligros de aquellas islas. Si lo que contaban era cierto, todo en el interior de ellas era carnívoro e intentaría comerle si se despistaba. Así pues, se había preparado adecuadamente. Pidió permiso para pasarse por el almacén del carpintero de abordo y tomó prestadas dos láminas de metal (desconocía si era hierro u otro) que plegó con su habilidad y convirtió en dos paños que se ató al brazo izquierdo.

Una vez listo y en cubierta, se acercó al agente. Era un hombre extraño. Iba tan tapado que solo se le veían los ojos. Rylanor se preguntó si aquella indumentaria realmente ayudaría a su trabajo. Cierto era que dificultaba reconocerle, ¿pero no le hacía automáticamente más sospechoso y fácil de localizar en una multitud? "Eso es solo si se presenta así en mitad de una ciudad o un sitio público. En otras circunstancias..." razonó el joven. Soltó un silbido de admiración cuando el águila a la que el agente había llamado se convirtió en una enorme bestia capaz de cargarlos a los dos sin problemas.

- Sorprendente, ¿es el poder de una akuma no mi?

Se preguntó si sería una habilidad de su aliado o si el águila sería la usuaria. Le faltaban datos para atinar a adivinar de qué akuma no mi podía tratarse, pero se le ocurrían al menos un par de candidatas. No sin cierto cuidado, trepó a la espalda del ave y se sentó como pudo tras Rokuro.

- ¿Vamos a volar así, sin silla ni sujec...?

No tuvo tiempo a terminar su pregunta, pues había empezado tarde. El águila ya estaba en movimiento. Con un gruñido de sorpresa, se agarró como pudo y se preparó para el vuelo.

“Acababas de entrar en una tripulación de quienes no sabias nada, solo habías tratado con su capitán y lo primero te tocaba hacer era mirar los suministros para comprobar su estado, algo que no te importaba puesto que era parte de tus obligaciones como cocinero del barco…” no paraba de repetir eso en mi cabeza mientras miraba el estado en el que se encontraban todos los alimentos, muchos estaban en mal estado a pesar de que aun no estaban caducados, otros ya lo estaban, mientras que lo único que estaba bien era tan poco que sería imposible que duraran mucho.

- No me puedo creer que esto este en este estado tan lamentable, ¿Quién se encargaba de esto? – dije mientras miraba todo con decepción.

Después de deshacerme de todo lo que no se podía conservar y tras explicar el estado de todo con mi nuevo capitán me sugirió que fuera a buscar yo mismo las provisiones, ya que decía que me haría bien vivir alguna aventura y que así compensaría todo ese tiempo que estuve encerado, pero no me hacia ni pizca de ilusión. Intente convencer de que me acompañara alguien al menos pero seguía con la idea de que tenía que ser yo solo.

Por una parte me alegraba no tener que lidiar con otra persona en esto ya que no tenía mucha intención de confiar en los demás tan alegremente y estaba seguro de que por mucho que Yor dijera que era divertido vivir aventuras no iban a ser todas como un cuento infantil, hay demasiada maldad en los corazones humanos y yo lo sabía muy bien. Todo eso era algo que me guardaba para mi pues él tenía metido en la cabeza que sería una buena experiencia para mí.

“Quizá es porque no me lo podía permitir por mi visión oscura de los humanos” me repetían las palabras de mi maestro junto con el recuerdo de sus caricias en mi cabeza alborotando mi pelo.

-Supongo que no me queda más remedio que aceptar, pero que quede claro que no me gusta la idea – le dije un poco susurrando a Yor.

Me aliste como buenamente pude para no llamar mucho la atención, con una gabardina algo desaliñada para que pareciera que era un simple viajero y Yor me ayudo a esconder mis grandes alas negras para que pareciera el equipaje “solo espero que sea suficientemente creíble” y sin nada más que el dinero para los suministros y mi arma me subí al bote.

Mi objetivo parecía ser el archipiélago Boin, era el destino más cercano a nuestra ubicación y así no me arriesgar a dejarlos mucho tiempo con pocos suministros.

-Tendré suerte ya que nadie me tachara de pirata – dije para mí mismo, pues nadie sabía aun que me había unido a una tripulación y eso me libraría de ese problema con la marina, por ahora.

En silencio desenvaine mi arma admirando la empuñadura y recordando a mi padre, pues este arma había pertenecido a él en vida y por suerte fue de las pocas cosas que logré salvar de la casa, empecé a recordar todos los momentos que lo vi entrenando y enseñando a mi hermano mayor a usarla. “Suerte que siempre se me había dado bien analizar todos los movimientos” ya que después siempre los lograba reproducir casi a la perfección con solo verlos una o dos veces. Me sentía triste de no tenerlos conmigo pero al menos mi maestro me enseño a usar eso de manera positiva para lograr mi objetivo.

No tarde mucho en llegar a tierra y en poder anclar el bote, así que vigilando un poco con la vista los alrededores empecé mi búsqueda intentando pasar desapercibido.

Cuando escuchó la pregunta del legionario, se sorprendió. No la pregunta sobre si la habilidad de Takarashi se debía a una fruta del diablo, la cuál había obviado deliberadamente, sino la pregunta sobre volar sin ninguna clase de silla de montar. Rokuro le lanzó a Rylanor una extraña mirada, pensativo, y al momento volvió a lo suyo. Lo cierto es que nunca se le había pasado por la cabeza usar nada similar. A fin de cuentas, Takarashi no era un medio de transporte, sino su fiel compañero. Y por lo que había escuchado sobre aquel lugar al que se dirigía, probablemente más tarde se alegrase de que les hubiese acompañado.

El archipiélago Boin era un sitio extraño, algo fuera de la lógica humana. Era una tierra, si es que se le podía llamar así, plagada de misteriosas y peligrosas plantas que atraían a aún más extrañas y peligrosas bestias para convertirlas en su almuerzo. O aquella era la información que habían compartido con él. De ser así, a Rokuro le sorprendía que una tripulación pirata hubiera optado por un sitio tan extraño para esconderse. Y aún más que pudieran sobrevivir allí. Si eran lo suficientemente habilidosos para hacerlo, serían un grupo difícil de tratar.

Tal y como se había imaginado, adentrarse en aquel lugar no fue en absoluto complicado.

—Bien hecho, amigo —dijo Rokuro al ave mientras le acariciaba el pico—. Ahora vuelve a mi bolsillo y descansa un rato, que te lo mereces.

El águila pegó un chillido, y tan obediente como cabía esperar en él, empezó a reducir su tamaño hasta ser más menudo que un polluelo, y voló directo a uno de los bolsillos secretos en la capa del peliblanco.

—No hemos tenido una presentación adecuada —le dijo a su compañero, que era en quién recaía su atención en ese momento, levantando la mirada hacia arriba—. Soy el agente Kurokage, del Cipher Pol, aunque imagino que ya lo sabías. No voy a cuestionar tus habilidades ni tus méritos; por algún motivo te habrán elegido para esta misión. Seamos profesionales y démoslo todo para cumplir con éxito nuestro deber.

Tras aquel intercambio de palabras Rokuro procedió a mostrarle el Den Den Mushi que portaba en su muñeca izquierda.

—¿Sabes qué es esto? —preguntó mientras mostraba a un pequeño caracol negro—. Es un Kuro Den Den Mushi. Se usa para interceptar conversaciones de otros Den Den Mushis, aunque normalmente solo capta fragmentos de las conversaciones. Ahora mismo no creo que escuchemos ninguna conversación, pero no está de más intentarlo.

Activó el Kuro Den Den Mushi, atento por si escuchaba cualquier cosa que le diese alguna pista. Si no llegaba a escuchar nada, comenzaría a internarse en la isla, en busca de algún rastro que seguir.

Nuevo miedo desbloqueado: volar sobre una montura sin sujeciones. El viaje fue corto, pero bastó para ponerle los pelos de punta y hacerle apretar las piernas en torno al torso del ave. Saber que lo único que le separaba de caer al mar era su habilidad para mantener el equilibrio sobre un pájaro en pleno vuelo era un pensamiento aterrador. No se quejó al respecto, pero cada vez que el cuerpo del ave se movía por el batir de las alas o se inclinaba con las corrientes de aire, Rylanor apretaba los dientes en respuesta y se agarraba con más fuerza. Por suerte no parecía que eso fuera ni de lejos suficiente para hacer daño al águila.

Cuando por fin aterrizaron, el legionario bajó de un salto, con un suspiro de alivio. Esperaba no tener que pasar por esa experiencia nunca más en su vida. Caminó un poco para desentumecer sus piernas, doloridas tras apretarlas todo el viaje, mientras examinaba el entorno con desconfianza. No tardó en percibir que algo estaba muy mal en aquel sitio: las plantas se movían como mecidas por el viento, pero apenas soplaba la brisa. Mientras vigilaba el entorno, el agente comenzó a hablarle.

- Soldado Rylanor, 5ª centuria de la 17ª cohorte del Ejército Auxiliar de Paraíso - respondió, dando un pisotón en suelo y llevándose la mano derecha a la frente, al estilo militar.

Kurokage le causó sentimientos enfrentados: por un lado su porte y su mirada traslucían autoridad y fuerza. Como militar ante (suponía) un compañero más experimentado, aunque perteneciese a otra rama, no podía evitar sentir respeto. Por otro, sus palabras y su actitud transmitían una condescendencia con la que no terminaba de sentirse cómodo. Por lo que le había informado su decuriona, el agente Kurokage era un agente auxiliar. En otras palabras, era su igual a nivel jerárquico, salvando las distancias. Aunque visto de otra manera, era cierto que el Cipher Pol era la élite del Gobierno y el agente medio era más hábil y estaba mejor preparado que el legionario medio.

- Sí, sé lo que es un Kuro Den Den Mushi - respondió, procurando ser cortés y evitar un tono que dejase traslucir acritud. Sin demasiado éxito, claro, ocultar sus pensamientos nunca habían sido lo suyo - Haré cuanto esté en mi mano por facilitar el éxito de su misión, agente.

Tal vez debería haberse callado que sabía lo del caracol. No había sido tan pedante, su existencia no era conocimiento de andar por casa. Mientras avanzaban, Rylanor hizo un esfuerzo activo por mantenerse lo más lejos posible en todo momento de las plantas más grandes. Un esfuerzo en vano, pues el lugar era una auténtica jungla. Era imposible avanzar sin pasar cerca de ellas.

Algo llamó su atención en el suelo: una huella de calzado. Lo preocupante era que la huella era notablemente más grande que la bota de Rylanor, que siempre había tenido problemas para encontrar zapatos de su talla por tener pies grandes. Buscó la atención del agente levantando la mano en silencio y luego apuntó hacia el rastro con el dedo índice.

Trate de ser lo más discreto posible mientras examinaba toda la vegetación que había, cada cual más peculiar que el anterior, era interesante lo extraño y peligroso que se veía todo, intente acercarme para examinar una planta y de pronto intento atraparme, intuí que muchas de ellas podrían ser plantas carnívoras esperando a una presa inocente o descuidada para atraparla, casi como me estuvo a punto de pasar. Decidí mantenerme alejado de las plantas que me parecieran más sospechosas y las que intentaran atacarme solo tendría que usar un movimiento de mi arma para deshacerme de ellas.

-Interesante flora – me di cuenta de que algunos animales estaban dirigiéndose a unas frutas – supongo que atraen a los animales con sus frutos y cuando bajan la guardia los devoran…

Intente no adentrarme mucho para poder encontrar algunos alimentos para poder llevarme conmigo que supiera que no serian ni trampas ni venenosos, en el fondo me alegre de que no tuviera que lidiar con nadie y supongo que no me harían pagar por tomar algunos frutos de aquí.

Sentía que quizás este lugar estaba guardando cosas realmente interesantes para poder usar como ingredientes así que analizando con cuidado empecé a tomar algunos, realmente era fascinante todo lo que había allí y me decidí a tomar algunas plantas que no parecieran muy peligrosas para poder ver si alguna podría usarse aunque fuera algo simple como decorar un plato en una bulliciosa mesa.

De pronto un ruido me hizo sentir como que no era el único en la isla pero no sabría decir si era porque había otros animales o si realmente había personas en esta isla, ¿habitantes o “invitados” como yo? ¿Quizás solamente fuera mi imaginación?

Lentamente tome mi arma intentado ocultar entre algunos árboles para poder comprobar si que era lo que estaba escuchando, mire de de subir algún árbol como con unas torpes alas inutilizables y con sigilo me mantuve en la oscuridad mientras iba controlando lo que iba moviéndose.