Okada Rokuro
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Una vez más, una nueva misión. Otro trabajo rutinario en busca de la supremacía del Gobierno Mundial. En cierto modo esta misión era diferente a la mayoría, pues no debía realizar ningún asesinato. Su reciente ascenso le había dado acceso a misiones más importante y de distintas índoles, demostrando así que era capaz de sobresalir en toda clase de situaciones. En teoría. Rokuro no estaba tan seguro de qué pensar. El ascenso también había venido cargado de responsabilidades, como la de instruir a jóvenes reclutas.
Rokuro no tenía apenas tenía idea sobre cómo enseñar, y los pocos conocimientos que tenía al respecto no los consideraba aptos para la práctica. Tendría que improvisar y mostrar al joven cómo se trabaja a través del ejemplo. «Espero que sea alguien capaz» se descubrió pensando. Sin duda, aquello facilitaría su trabajo. Aunque lo que más le preocupaba era la naturaleza de la misión.
El Gobierno Mundial se estaba volviendo más osado en los últimos tiempos, como demostraba si actual trabajo. Les habían encomendado, ni más ni menos, el sabotaje de la estación de trenes marítimos de Ennies Lobby. La descripción de la misión utilizaba un lenguaje realmente técnico, pero su cometido venía a ser realizar un acto terrorista. Por muy estratégica que pudiese resultar la maniobra, no dejaba de ser un atentado. Detener todo el sistema de trenes, aunque fuese de forma temporal, afectaría en muchos ámbitos a la isla. Era un plan ambicioso, pero a la vez parecía incluso sencillo.
Solo necesitaban obtener un plano de la estación y acceso a la sala de máquinas. Sin embargo, antes de idear ninguna estrategia, esperó a encontrarse con su recién adquirido aprendiz. Primero quería saber de qué era capaz antes de trazar ningún plan. Por mucho que se tratase de un recluta, no pensaba ir detrás suyo como una niñera. Era un hombre de la Legión, y como tal, debía mostrarse independiente y capaz según las circunstancias.
Para esta ocasión, como estaba en una isla que pertenecía a la Liga de los Mares, decidió ir con un atuendo poco habitual con el que la gente no pudiera reconocerle. No era un experto en infiltración como muchos de sus compañeros, pero sabía cómo pasar desapercibido. Sí que había optado por vestirse con su traje de agente, pero quedaba oculto bajo una gabardina negra de cuello alto. A su vez ocultaba su cabello blanco con una boina negra.
Las órdenes habían sido reunirse en el mismo lugar en el que iban a llevar a cabo la operación: la estación de trenes. Tenía sentido; era un lugar público con todo tipo de transeúntes, por lo que no iban a parecer sospechosos al reunirse allí. Además, era perfecto para comenzar a estudiar la distribución del lugar, las pautas de movimientos de los guardias de la zona y, en general, el obtener información provechosa. ¿Quizás debería explicarle todo eso al recluta?
Con todo eso en su mente se apoyó en una pared. Sacó un periódico y lo abrió de par en par, fingiendo que lo leía, mientras levantaba ocasionalmente la vista en busca de su nuevo compañero, que respondía al nombre de Salem Nizar.
Rokuro no tenía apenas tenía idea sobre cómo enseñar, y los pocos conocimientos que tenía al respecto no los consideraba aptos para la práctica. Tendría que improvisar y mostrar al joven cómo se trabaja a través del ejemplo. «Espero que sea alguien capaz» se descubrió pensando. Sin duda, aquello facilitaría su trabajo. Aunque lo que más le preocupaba era la naturaleza de la misión.
El Gobierno Mundial se estaba volviendo más osado en los últimos tiempos, como demostraba si actual trabajo. Les habían encomendado, ni más ni menos, el sabotaje de la estación de trenes marítimos de Ennies Lobby. La descripción de la misión utilizaba un lenguaje realmente técnico, pero su cometido venía a ser realizar un acto terrorista. Por muy estratégica que pudiese resultar la maniobra, no dejaba de ser un atentado. Detener todo el sistema de trenes, aunque fuese de forma temporal, afectaría en muchos ámbitos a la isla. Era un plan ambicioso, pero a la vez parecía incluso sencillo.
Solo necesitaban obtener un plano de la estación y acceso a la sala de máquinas. Sin embargo, antes de idear ninguna estrategia, esperó a encontrarse con su recién adquirido aprendiz. Primero quería saber de qué era capaz antes de trazar ningún plan. Por mucho que se tratase de un recluta, no pensaba ir detrás suyo como una niñera. Era un hombre de la Legión, y como tal, debía mostrarse independiente y capaz según las circunstancias.
Para esta ocasión, como estaba en una isla que pertenecía a la Liga de los Mares, decidió ir con un atuendo poco habitual con el que la gente no pudiera reconocerle. No era un experto en infiltración como muchos de sus compañeros, pero sabía cómo pasar desapercibido. Sí que había optado por vestirse con su traje de agente, pero quedaba oculto bajo una gabardina negra de cuello alto. A su vez ocultaba su cabello blanco con una boina negra.
Las órdenes habían sido reunirse en el mismo lugar en el que iban a llevar a cabo la operación: la estación de trenes. Tenía sentido; era un lugar público con todo tipo de transeúntes, por lo que no iban a parecer sospechosos al reunirse allí. Además, era perfecto para comenzar a estudiar la distribución del lugar, las pautas de movimientos de los guardias de la zona y, en general, el obtener información provechosa. ¿Quizás debería explicarle todo eso al recluta?
Con todo eso en su mente se apoyó en una pared. Sacó un periódico y lo abrió de par en par, fingiendo que lo leía, mientras levantaba ocasionalmente la vista en busca de su nuevo compañero, que respondía al nombre de Salem Nizar.
Salem Nizar
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¡Mi primera misión de verdad! La verdad es que no había escuchado demasiado a mamá sobre los detalles, solo sabía que tenía que encontrarme con un tal Rokuro que tenía pinta de ser un poco intenso y aburrido, pero no importaba. La emoción de que me confiaran por fin hacer algo relevante era mayor, ¡explotar trenes! O al menos eso es lo que se me había venido a la cabeza. Que se jodan los marines, seguro que ellos no idean planes tan guays, razón por la que eran objetivamente peores a la Legión, sí señor.
Como se supone que debía ir desapercibido para esta misión, fui con mis ropas de civil, nunca había sido fan de ir de uniforme. Iba con un abrigo demasiado grande para mi, dentro guardaba mi cuchillo de combate. Él prefería que lo dejara ahí dentro porque había espacio y era cómodo. Mis pantalones cargo con múltiples bolsillos para poder llevar cosas importantes como caramelos, canicas, un caleidoscopio y… Ah, sí, cosas menos relevantes como el den den mushi para estar en contacto con mis compañeros, información de la misión… Por supuesto mis preciados guantes sin dedos para poder usar mis habilidades y, bueno, una camiseta de cuello alto. Cuando llegué a la estación, me senté en uno de los bancos, moviendo los pies que me colgaban hacia delante y atrás. Tarareé una tonta canción, mirando el paisaje. El morado cielo le daba un toque de lo más bonito a la escena, casi hacía que no le prestara mucha atención a cómo bailaban un vals las ratas alrededor de un trozo de salchicha que lloraba por haberse separado de su trozo de pan.
Vale, puede que estés pensando que estoy perdiendo un poco el tiempo, ¡y no es así del todo! Estaba mirando el lugar para intentar averiguar dónde estaba mi contacto, observaba lo que hacía la gente, los guardias… Era muy gracioso cómo todo el mundo estaba loco a su manera. Fijé entonces la mirada en un hombre que se había quedado particularmente quieto, parecía estar especialmente ido de la cabeza. O al menos eso me dijo el periódico que tenía entre las manos, me miró fijamente y soltó algo por el estilo “Ey Salem, este tío raro lleva un buen rato en la misma página, no creo que me esté leyendo…” Asentí, agradeciendo la información de mi animado objeto inanimado y de un saltito me fui acercando hasta él. Una vez estuve delante de él, le sonreí enseñando todos los dientes.
-¿Eres quien no deben saber quién es, pero yo sí? Ya sabes, Rokuro, ¿no?.- Solté una pequeña risa-. Soy Salem Nizar, el legionario. Espero que mi mundo de maravillas pueda ayudarte en tu misión, ¡me estoy jugando la noche de juegos de los viernes!
Como se supone que debía ir desapercibido para esta misión, fui con mis ropas de civil, nunca había sido fan de ir de uniforme. Iba con un abrigo demasiado grande para mi, dentro guardaba mi cuchillo de combate. Él prefería que lo dejara ahí dentro porque había espacio y era cómodo. Mis pantalones cargo con múltiples bolsillos para poder llevar cosas importantes como caramelos, canicas, un caleidoscopio y… Ah, sí, cosas menos relevantes como el den den mushi para estar en contacto con mis compañeros, información de la misión… Por supuesto mis preciados guantes sin dedos para poder usar mis habilidades y, bueno, una camiseta de cuello alto. Cuando llegué a la estación, me senté en uno de los bancos, moviendo los pies que me colgaban hacia delante y atrás. Tarareé una tonta canción, mirando el paisaje. El morado cielo le daba un toque de lo más bonito a la escena, casi hacía que no le prestara mucha atención a cómo bailaban un vals las ratas alrededor de un trozo de salchicha que lloraba por haberse separado de su trozo de pan.
Vale, puede que estés pensando que estoy perdiendo un poco el tiempo, ¡y no es así del todo! Estaba mirando el lugar para intentar averiguar dónde estaba mi contacto, observaba lo que hacía la gente, los guardias… Era muy gracioso cómo todo el mundo estaba loco a su manera. Fijé entonces la mirada en un hombre que se había quedado particularmente quieto, parecía estar especialmente ido de la cabeza. O al menos eso me dijo el periódico que tenía entre las manos, me miró fijamente y soltó algo por el estilo “Ey Salem, este tío raro lleva un buen rato en la misma página, no creo que me esté leyendo…” Asentí, agradeciendo la información de mi animado objeto inanimado y de un saltito me fui acercando hasta él. Una vez estuve delante de él, le sonreí enseñando todos los dientes.
-¿Eres quien no deben saber quién es, pero yo sí? Ya sabes, Rokuro, ¿no?.- Solté una pequeña risa-. Soy Salem Nizar, el legionario. Espero que mi mundo de maravillas pueda ayudarte en tu misión, ¡me estoy jugando la noche de juegos de los viernes!
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La persona con la que debía reunirse resultó ser un chico bajito, con el pelo morado y un aire de juventud ignorante. En resumen: un niño. ¿En serio le permitían ser legionario? Sentía que tenía mucho trabajo por delante.
En cuanto el niño empezó a hablar dejó caer el periódico, le tapó una mano con la boca y con la otra lo agarró del abrigo y lo empujó contra la pared.
—Calla —susurró, alertándolo. Miró hacia los lados, asegurándose de que nadie estaba atento a ellos—. ¿Cómo se te ocurre decir lo que eres en voz alta durante una misión encubierta? —Entonces le soltó; tampoco pretendía ser un abusón. Se llevó una mano a la cabeza y continuó susurrando—. Me presentaré. Soy el agente Kurokage, y en esta misión seré no solo tu superior sino también tu instructor. Al parecer, debido a algunas cualidades tuyas, tus superiores quieren que aprendas parte de mi oficio. Esto no es algo que se pueda aprender en un solo día, pero podemos empezar a asentar una buena base.
Miró al chico de arriba abajo, estudiándolo. Con su físico poco podía hacer. Podía teñirle el pelo de negro y hacer que se pusiera lentillas de colores poco llamativos, pero no dejaba de ser una decisión personal a la que no podía empujarle. No al menos en esta misión. No destacaba tanto como lo hacían Jojo o Matt, y ellos sí que eran agentes del Cipher Pol. Decidió dejarlo estar, aunque tenía seguro que si la instrucción iba a ser algo a largo plazo tendría que trabajar en ello.
Afortunadamente la ropa del chico era adecuada; en eso no tenía ninguna pega. Le hacía hasta tener esperanzas, aún habiendo visto lo poco comedido que era. Tampoco se quejaba; había trabajado con gente aún más rara. Tan solo debía acostumbrarse a sus peculiaridades y conseguir enfocarlas de forma beneficiosa.
—Dicho esto, Salem, un placer conocerte. Si tienes cualquier duda al respecto puedes preguntar sin problema. Es más, prefiero que lo hagas a que te quedes callado haciéndome creer que lo has comprendido pero en realidad no. Dicho esto, cuéntame un poco sobre ti. Con el tiempo he aprendido que para trabajar con alguien, lo mejor es conocerlo. ¿Qué te gusta hacer? ¿Cómo te uniste a... tu cuerpo? ¿Y de qué eres capaz?
Mientras hablaba con el muchacho comenzó a caminar, instándole con un gesto a que le siguiera. El objetivo era pasar por dos transeúntes más que se encontraban en la zona por motivos cotidianos, manteniendo una conversación de lo más ordinaria. Si conseguían conversar en un tono de voz bajo y andaban con normalidad, pasarían totalmente desapercibidos a la par que podrían ir urdiendo sus planes.
En cuanto el niño empezó a hablar dejó caer el periódico, le tapó una mano con la boca y con la otra lo agarró del abrigo y lo empujó contra la pared.
—Calla —susurró, alertándolo. Miró hacia los lados, asegurándose de que nadie estaba atento a ellos—. ¿Cómo se te ocurre decir lo que eres en voz alta durante una misión encubierta? —Entonces le soltó; tampoco pretendía ser un abusón. Se llevó una mano a la cabeza y continuó susurrando—. Me presentaré. Soy el agente Kurokage, y en esta misión seré no solo tu superior sino también tu instructor. Al parecer, debido a algunas cualidades tuyas, tus superiores quieren que aprendas parte de mi oficio. Esto no es algo que se pueda aprender en un solo día, pero podemos empezar a asentar una buena base.
Miró al chico de arriba abajo, estudiándolo. Con su físico poco podía hacer. Podía teñirle el pelo de negro y hacer que se pusiera lentillas de colores poco llamativos, pero no dejaba de ser una decisión personal a la que no podía empujarle. No al menos en esta misión. No destacaba tanto como lo hacían Jojo o Matt, y ellos sí que eran agentes del Cipher Pol. Decidió dejarlo estar, aunque tenía seguro que si la instrucción iba a ser algo a largo plazo tendría que trabajar en ello.
Afortunadamente la ropa del chico era adecuada; en eso no tenía ninguna pega. Le hacía hasta tener esperanzas, aún habiendo visto lo poco comedido que era. Tampoco se quejaba; había trabajado con gente aún más rara. Tan solo debía acostumbrarse a sus peculiaridades y conseguir enfocarlas de forma beneficiosa.
—Dicho esto, Salem, un placer conocerte. Si tienes cualquier duda al respecto puedes preguntar sin problema. Es más, prefiero que lo hagas a que te quedes callado haciéndome creer que lo has comprendido pero en realidad no. Dicho esto, cuéntame un poco sobre ti. Con el tiempo he aprendido que para trabajar con alguien, lo mejor es conocerlo. ¿Qué te gusta hacer? ¿Cómo te uniste a... tu cuerpo? ¿Y de qué eres capaz?
Mientras hablaba con el muchacho comenzó a caminar, instándole con un gesto a que le siguiera. El objetivo era pasar por dos transeúntes más que se encontraban en la zona por motivos cotidianos, manteniendo una conversación de lo más ordinaria. Si conseguían conversar en un tono de voz bajo y andaban con normalidad, pasarían totalmente desapercibidos a la par que podrían ir urdiendo sus planes.
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Lo miré divertido, se había puesto muy nervioso de la nada. No sería muy difícil saber que yo era un legionario, después de todo mi familia entera lo era. En el caso de ser atrapado, en cuanto se supiese mi apellido, sería solo cuestión de tiempo que el resto saliese a la luz. Pero bueno, como al parecer este chico era mi superior y me habían dicho que me comportara, asentí, dándole la razón. Cuando empezó a caminar, lo seguí, poniendo las manos en mi espalda mientras disfrutaba del paseo.
-¿Sobre mí? Mmm… Me gusta mucho explorar, el mundo está lleno de locuras, ¿no te da a veces la sensación de que eres el único cuerdo en un mundo distorsionado?- Mientras comenté aquello, vi como una boca de incendios meaba sobre un perro, solía pasar bastante-. Me uní a mi cuerpo por nacimiento, pero si hablas de mi trabajo, es tradición familiar.
Cuando me preguntó por mis habilidades no pude evitar sonreír, era el orgullo de la familia Nizar. Mientras tarareaba una cancioncilla me llevé la mano al cinto, abriendo una cajetilla con caramelos en su interior. Al entrar en contacto con mis dedos, la forma mutó en ángulos prácticamente imposibles, daba igual cuántas veces lo hiciera, nunca se había repetido una figura. Tras aquello, como si de una moneda se tratara, con un golpe del pulgar levanté el snack, abriendo luego la boca para que cayera justo en ella. Luego, volví a mirar a Kurokage, su capa ondulaba en el aire como si no tuviera gravedad. En otra ocasión no habría estado seguro de desvelarle mi fruta del diablo, pero en principio nuestras organizaciones trabajaban juntas y me habían dicho una y otra y otra y otra vez que tenía que portarme bien con él.
-Tengo la habilidad de una fruta del diablo, me da la habilidad de transformar en componentes alucinógenos todo lo que toque… Puedo más o menos decidir de qué va, pero tengo que entrenarlo más… ¡Por suerte conmigo no funciona!- Imaginate si lo hiciera, a saber qué mundo me mostraría. Quizá en ese nuevo mundo no vería las nubes de algodón en el cielo o las hadas de colores que vivían en los semáforos-. También me enseñaron a pelear cuerpo a cuerpo, ya sabes, como una serpiente. Por desgracia mis músculos se fueron de vacaciones y se perdieron, pero igual con un poco de suerte los vuelvo a encontrar. Mientras tanto, tengo que procurar ser rápido y letal para no alargar los combates.
Volví a dirigir la atención al agente del Cipher Pol. La verdad es que deberían buscarse un mejor nombre, si no tuvieras idea de qué hacen, no sabrías lo que esperar al oír el nombre. Sin embargo, un legionario inspiraba fuerza y valentía solo con el propio nombre, significaba algo por sí mismo.
-Bueno, ninja, ¿puedo preguntar lo mismo sobre ti? Espera, perdón, pregunta equivocada, por supuesto que puedo, tengo lengua y cuerdas vocales, la pregunta sería si al hacerlo recibiría alguna reprimenda…- Sonreí, mostrando los dientes-. ¿Daría miedo el castigo en caso de que hiciera algo que no te gustara?
-¿Sobre mí? Mmm… Me gusta mucho explorar, el mundo está lleno de locuras, ¿no te da a veces la sensación de que eres el único cuerdo en un mundo distorsionado?- Mientras comenté aquello, vi como una boca de incendios meaba sobre un perro, solía pasar bastante-. Me uní a mi cuerpo por nacimiento, pero si hablas de mi trabajo, es tradición familiar.
Cuando me preguntó por mis habilidades no pude evitar sonreír, era el orgullo de la familia Nizar. Mientras tarareaba una cancioncilla me llevé la mano al cinto, abriendo una cajetilla con caramelos en su interior. Al entrar en contacto con mis dedos, la forma mutó en ángulos prácticamente imposibles, daba igual cuántas veces lo hiciera, nunca se había repetido una figura. Tras aquello, como si de una moneda se tratara, con un golpe del pulgar levanté el snack, abriendo luego la boca para que cayera justo en ella. Luego, volví a mirar a Kurokage, su capa ondulaba en el aire como si no tuviera gravedad. En otra ocasión no habría estado seguro de desvelarle mi fruta del diablo, pero en principio nuestras organizaciones trabajaban juntas y me habían dicho una y otra y otra y otra vez que tenía que portarme bien con él.
-Tengo la habilidad de una fruta del diablo, me da la habilidad de transformar en componentes alucinógenos todo lo que toque… Puedo más o menos decidir de qué va, pero tengo que entrenarlo más… ¡Por suerte conmigo no funciona!- Imaginate si lo hiciera, a saber qué mundo me mostraría. Quizá en ese nuevo mundo no vería las nubes de algodón en el cielo o las hadas de colores que vivían en los semáforos-. También me enseñaron a pelear cuerpo a cuerpo, ya sabes, como una serpiente. Por desgracia mis músculos se fueron de vacaciones y se perdieron, pero igual con un poco de suerte los vuelvo a encontrar. Mientras tanto, tengo que procurar ser rápido y letal para no alargar los combates.
Volví a dirigir la atención al agente del Cipher Pol. La verdad es que deberían buscarse un mejor nombre, si no tuvieras idea de qué hacen, no sabrías lo que esperar al oír el nombre. Sin embargo, un legionario inspiraba fuerza y valentía solo con el propio nombre, significaba algo por sí mismo.
-Bueno, ninja, ¿puedo preguntar lo mismo sobre ti? Espera, perdón, pregunta equivocada, por supuesto que puedo, tengo lengua y cuerdas vocales, la pregunta sería si al hacerlo recibiría alguna reprimenda…- Sonreí, mostrando los dientes-. ¿Daría miedo el castigo en caso de que hiciera algo que no te gustara?
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Cuánto más escuchaba hablar a Salem, más raro se le hacía, aunque había cosas en las que coincidía con él. ¿El único cuerdo en un mundo de locos? Así era como se sentía la mayor parte del tiempo, cuando trataba con todo tipo de gente irracional. Al menos, de momento, Salem parecía ser algo comedido, aunque un poco excéntrico.
Otra cosa que comprendía era la tradición familiar. Él mismo se había criado como ninja porque era lo que esperaban todos en su isla. Exactamente, era más bien que no tenía otra opción. Era su deber y obligación entrenarse como ninja, sobre todo siendo parte de la rama principal del clan Okada. A veces se preguntaba qué habría sido de no haber seguido el camino del ninja, pero nunca encontraba una respuesta. Todos los recuerdos que poseía, desde que era casi un bebé, eran entrenando para enorgullecer a su clan y a la isla entera. Nunca se había desviado del camino, y a día de hoy se consideraba tan ninja como el que más. Bajo esas condiciones pensar en qué podría haber sido le resultaba imposible.
Miró a Salem, interesado en lo que comenzó a decir. «¿Componente alucinógenos?» Eso podía ser realmente útil. Rokuro era capaz de inducir pequeñas ilusiones a través de la música que tocaba, pero se veía limitado. Los venenos y alucinantes naturales podían llegar a ser más duraderos y eran menos sospechosos. Si Salem poseía ese tipo de habilidad, podía hacer cosas realmente increíbles. En cierto sentido empezó a comprender por qué se lo habían asignado a él.
Rokuro le miró. ¿Qué se le pasaría por la mente? Su última pregunta era... Extraña como poco. Como si algún tipo de idea retorcida se estuviera incubando en su cabeza, a la espera de la respuesta para decidir eclosionar.
—Como ya sabes, soy agente del Cipher Pol. Habitualmente me encargo de misiones de neutralización y extracción de información, aunque no siempre es así. He aprendido y desarrollado múltiples habilidades que me permiten desenvolverme de forma versátil en toda clase de situaciones. También te diré que no te preocupes por tus músculos. Si te dedicas en cuerpo y alma al entrenamiento, acabarás por hacerte más fuerte. La clave es la constancia.
Entonces Rokuro se volvió serio de pronto, clavando su profunda mirada en los ojos de Salem. Necesitaba trasmitir toda su autoridad en aquel momento.
—El problema no sería el castigo, sino las consecuencias. Yo no te voy a castigar por hacer tu trabajo aunque no lo hagas exactamente como yo te digo, pero si lo haces mal y metes la pata habrá gente que no estará contenta con el resultado. Y no hablo mí, sino de algo más grande —Suavizó el tono—. De todas formas hay una jerarquía por algo, y es nuestro deber cumplirla.
Otra cosa que comprendía era la tradición familiar. Él mismo se había criado como ninja porque era lo que esperaban todos en su isla. Exactamente, era más bien que no tenía otra opción. Era su deber y obligación entrenarse como ninja, sobre todo siendo parte de la rama principal del clan Okada. A veces se preguntaba qué habría sido de no haber seguido el camino del ninja, pero nunca encontraba una respuesta. Todos los recuerdos que poseía, desde que era casi un bebé, eran entrenando para enorgullecer a su clan y a la isla entera. Nunca se había desviado del camino, y a día de hoy se consideraba tan ninja como el que más. Bajo esas condiciones pensar en qué podría haber sido le resultaba imposible.
Miró a Salem, interesado en lo que comenzó a decir. «¿Componente alucinógenos?» Eso podía ser realmente útil. Rokuro era capaz de inducir pequeñas ilusiones a través de la música que tocaba, pero se veía limitado. Los venenos y alucinantes naturales podían llegar a ser más duraderos y eran menos sospechosos. Si Salem poseía ese tipo de habilidad, podía hacer cosas realmente increíbles. En cierto sentido empezó a comprender por qué se lo habían asignado a él.
Rokuro le miró. ¿Qué se le pasaría por la mente? Su última pregunta era... Extraña como poco. Como si algún tipo de idea retorcida se estuviera incubando en su cabeza, a la espera de la respuesta para decidir eclosionar.
—Como ya sabes, soy agente del Cipher Pol. Habitualmente me encargo de misiones de neutralización y extracción de información, aunque no siempre es así. He aprendido y desarrollado múltiples habilidades que me permiten desenvolverme de forma versátil en toda clase de situaciones. También te diré que no te preocupes por tus músculos. Si te dedicas en cuerpo y alma al entrenamiento, acabarás por hacerte más fuerte. La clave es la constancia.
Entonces Rokuro se volvió serio de pronto, clavando su profunda mirada en los ojos de Salem. Necesitaba trasmitir toda su autoridad en aquel momento.
—El problema no sería el castigo, sino las consecuencias. Yo no te voy a castigar por hacer tu trabajo aunque no lo hagas exactamente como yo te digo, pero si lo haces mal y metes la pata habrá gente que no estará contenta con el resultado. Y no hablo mí, sino de algo más grande —Suavizó el tono—. De todas formas hay una jerarquía por algo, y es nuestro deber cumplirla.
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Escucharlo hablar era un poco aburrido, aunque tenía que hacerlo. Un poco como lavarse los dientes o hacer la cama. No me gustó lo de dedicarle tanto esfuerzo al entrenamiento. Ni mi cuerpo ni mi alma estaban en sintonía desde que tenía uso de razón y yo no era quién para decirles lo que tenían que hacer. Cuando fijó en la mirada, me quedé estático, observando los pozos de sus ojos. En ellos pude observar sombras arremolinándose en torno de un huracán, su rostro se desdibujó por un segundo y me mareé. Cuando sus palabras volvieron a fluir, todo me fue quedando más claro. No pude evitar soltar una risita, tenía todo el sentido del mundo. Sí, quizá en parte era porque tenía que mejorar, pero Kurito había dado en el clavo con lo de que había algo más grande. Podía escuchar a mis padres susurrándome al oído algo como:
“¡Salem! Puede que no te guste el trabajo, pero hay gente a la que le gusta menos la gente que no quiere trabajar. Y siempre hay quienes te pueden reemplazar. Y siempre hay quienes pueden obligarte a ser reemplazado. Así que pon una sonrisita y a darle al asunto.”
Suspiré, haciendo un puchero por un segundo hasta que recordé que mi nuevo compañero no podía leer mentes. como no quise señalar ese defecto suyo, abrí la boca para hablar de nuevo.
-Sí, jefe, hay una jerarquía igual que los leones mandan sobre los gatos, lo entiendo. Por eso seré bueno y pararemos un tren a toda velocidad. ¿Alguna vez te has subido a uno? Yo solo en sueños, aunque no recuerdo si ese sueño ocurrió de verdad.- Me callé unos segundos, mirando la estación de trenes de nuevo. Empezaba a ver patrones-. ¿Hay algo que debería saber? A nadie le gusta ir a una fiesta sin saber cual es el código de vestimenta.
Mi primera misión de campo. Aunque en este no había flor alguna, solo mucha agua y mucha gente. Agua marina, con suerte, si me portaba bien, Kuro me dejaría darme un baño de agua marina, con suerte a él no le habían dicho que lo tenía prohibido. Eso si las cosas salían bien y no moríamos, la gente se muere todo el rato. De hecho, estoy casi seguro de que hay más gente muerta que viva, por lo menos de las cuatro de la tarde a las cinco. De todos modos, Kurito no parecía ser un blando. Esta agradable charla me había bastado para ver un poco su comportamiento. Parecía ser muy consciente de su alrededor, estaba atento de lo que ocurría sin demostrar apenas que lo estaba. Como un medium que siente las cosas a su alrededor, solo que este seguramente habría hecho algo de lo de poner el cuerpo y alma en entrenar como había dicho antes.
“¡Salem! Puede que no te guste el trabajo, pero hay gente a la que le gusta menos la gente que no quiere trabajar. Y siempre hay quienes te pueden reemplazar. Y siempre hay quienes pueden obligarte a ser reemplazado. Así que pon una sonrisita y a darle al asunto.”
Suspiré, haciendo un puchero por un segundo hasta que recordé que mi nuevo compañero no podía leer mentes. como no quise señalar ese defecto suyo, abrí la boca para hablar de nuevo.
-Sí, jefe, hay una jerarquía igual que los leones mandan sobre los gatos, lo entiendo. Por eso seré bueno y pararemos un tren a toda velocidad. ¿Alguna vez te has subido a uno? Yo solo en sueños, aunque no recuerdo si ese sueño ocurrió de verdad.- Me callé unos segundos, mirando la estación de trenes de nuevo. Empezaba a ver patrones-. ¿Hay algo que debería saber? A nadie le gusta ir a una fiesta sin saber cual es el código de vestimenta.
Mi primera misión de campo. Aunque en este no había flor alguna, solo mucha agua y mucha gente. Agua marina, con suerte, si me portaba bien, Kuro me dejaría darme un baño de agua marina, con suerte a él no le habían dicho que lo tenía prohibido. Eso si las cosas salían bien y no moríamos, la gente se muere todo el rato. De hecho, estoy casi seguro de que hay más gente muerta que viva, por lo menos de las cuatro de la tarde a las cinco. De todos modos, Kurito no parecía ser un blando. Esta agradable charla me había bastado para ver un poco su comportamiento. Parecía ser muy consciente de su alrededor, estaba atento de lo que ocurría sin demostrar apenas que lo estaba. Como un medium que siente las cosas a su alrededor, solo que este seguramente habría hecho algo de lo de poner el cuerpo y alma en entrenar como había dicho antes.
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―Bien, me alegro de ver que lo comprendes ―comentó tras escuchar al recluta. A pesar de sus comentarios inconexos, parecía tener algo de sesera. No dejaba de ser joven, y los chicos como él estaban buscando su lugar en el mundo; a veces había que ser comprensivo. Volvió a mirar a su alrededor, asegurándose de que no había nadie sospechoso que les siguiera o espiase―. Lo primero que deberías saber es que, para hacer tanto este tipo de trabajo como cualquier otro, se necesita planificación y preparación. Por mi parte prefiero realizar los trabajos de forma sigilosa y discreta, sin llamar la atención más de lo necesario. Sí, podríamos colocar una bomba, destruir varios trenes y... ―Se quedó callado mientras pasaba alguien cerca de ellos y esperó a que se alejase para continuar hablando―...y hacerlo pasar por un atentado terrorista, pero también podríamos estar matando a cientos de personas inocentes. Además, si no levantamos sospechas será menos probable que la Marina acabe echándole la culpa al Gobierno. ¿Entiendes?
Rokuro no estaba seguro de si estaba explicándole las cosas de la mejor forma. Tampoco le había dicho nada del otro mundo, pero tenía que empezar por lo básico y hacerle entender ciertos conceptos. Aún así, la mejor forma que él conocía de aprender era mediante la práctica.
―Aún con todo, como te decía antes, hace falta planificación. Lo primero que necesitamos, antes de hacer nada, es conseguir información para estructurar un plan. En este caso, necesitamos conocer los trenes que hay, por donde pasan y todas las líneas existentes. ¿Cómo crees que podríamos conseguir esa información?
Dejó la pregunta en el aire, esperando que Salem buscase por sí solo la respuesta. No podía dárselo todo masticado. Habían muchas formas distintas de conseguir la información como obtenerla de los propios trabajadores, hacer un estudio de la zona o robarla de las oficinas, entre otras. Cualquier método era viable a su manera, aunque lo normal era elegirlo según lo que necesitases. Podías querer pasar más inadvertido o llamar la atención, todo dependía del objetivo final.
Rokuro, antes de comenzar la misión, ya había empezado a formarse una idea sobre cómo debían actuar, aunque también se había dado cuenta de que debía dejar que el chico adquiriese experiencia.
―Muy bien, vamos a probar como tú dices ―propuso―. Así sabremos qué tan capaz eres.
Quizás no era de sus mejores ideas, pero tenía que dejar que el chico aprendiese de sus errores si se equivocaba o que se regocijase en sus aciertos si su plan salía bien.
Rokuro podría haberse mostrado preocupado, pero nada más lejos de la realidad. A fin de cuentas, siempre podía recurrir al plan alternativo.
Rokuro no estaba seguro de si estaba explicándole las cosas de la mejor forma. Tampoco le había dicho nada del otro mundo, pero tenía que empezar por lo básico y hacerle entender ciertos conceptos. Aún así, la mejor forma que él conocía de aprender era mediante la práctica.
―Aún con todo, como te decía antes, hace falta planificación. Lo primero que necesitamos, antes de hacer nada, es conseguir información para estructurar un plan. En este caso, necesitamos conocer los trenes que hay, por donde pasan y todas las líneas existentes. ¿Cómo crees que podríamos conseguir esa información?
Dejó la pregunta en el aire, esperando que Salem buscase por sí solo la respuesta. No podía dárselo todo masticado. Habían muchas formas distintas de conseguir la información como obtenerla de los propios trabajadores, hacer un estudio de la zona o robarla de las oficinas, entre otras. Cualquier método era viable a su manera, aunque lo normal era elegirlo según lo que necesitases. Podías querer pasar más inadvertido o llamar la atención, todo dependía del objetivo final.
Rokuro, antes de comenzar la misión, ya había empezado a formarse una idea sobre cómo debían actuar, aunque también se había dado cuenta de que debía dejar que el chico adquiriese experiencia.
―Muy bien, vamos a probar como tú dices ―propuso―. Así sabremos qué tan capaz eres.
Quizás no era de sus mejores ideas, pero tenía que dejar que el chico aprendiese de sus errores si se equivocaba o que se regocijase en sus aciertos si su plan salía bien.
Rokuro podría haberse mostrado preocupado, pero nada más lejos de la realidad. A fin de cuentas, siempre podía recurrir al plan alternativo.
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El ninja hablaba mucho. Se preocupaba mucho. Me aburría mucho. ¡Pero se me da muy bien disimular! Por supuesto que había muchas variantes en cualquier momento sobre cualquier cosa, el sol nunca amanecía del mismo color incluso; a veces ni con la misma forma. Pero una vez las cosas se ponían en marcha, hasta los más infalibles de los planes se podían ir a la mierda en un parpadeo. Fui asintiendo, dándole la razón porque sé de buena gana que lo que la mayoría de la gente quiere es tener la razón todo el tiempo. Solté una risita cuando se calló al pasar ese desconocido, ¿no era más sospechoso dejar de hablar de repente que cambiar de conversación?
-Es verdad, luego los cadáveres dejan unas manchas terribles que no se pueden limpiar ni de coña.- Dije mientras terminaba de observar la estación-. Y no parece que aquí haya un buen servicio de limpieza.
Me paré de golpe, apoyándome en uno de los muros mientras silbaba felizmente. Cuando me preguntó aquello, volví a dirigir mi atención hacia él. Me mordí las mejillas, pensando un poco antes de responder. La verdad es que se me habían ocurrido un par de cosas, pero no es que me gustase demasiado ser sutil.
-Mmmm… Bueno, antes he visto un puesto de venta de billetes un poco apartado, la ventanilla estaba sucia y desde lejos olía a inseguridad. Creo que podría entrar y conseguir los documentos.
Una vez me dio el visto bueno le dije que se quedara ahí para ponerme manos a la obra. Me acerqué al puesto que había comentado y me asomé por el cristal para que me viese la persona que había dentro. La mujer que atendía el lugar no parecía demasiado avispada, se notaba que estaba en las nubes y no lo decía porque su silla fuese una. Miré el resto de la estancia, no vi ningún tipo de altavoz ni nada por el estilo, perfecto para lo que quería hacer. Una vez me vio, se sorprendió de que alguien se presentara allí; me imagino que quien tomara la decisión de poner esto en un lugar tan poco práctico de la estación sería despedido. Le sonreí a la mujer, mostrando mi encanto juvenil. El lado bueno de ser pequeño y hermoso era que la gente se relajaba más a tu alrededor y te creían dócil.
-Buenos días, ¿qué puedo hacer por ti?
-Uh… He perdido a mi familia y no los encuentro…- Dije poniendo ojos de cocodrilo. Qué bien actúo.
-Oh, bueno, pues en ese caso deberí…
-¡Tengo miedo! No conozco este sitio, venimos de vacaciones y nadie quiere ayudarme.- La interrumpí en mitad de su frase-. Por favor…
La mujer dudó unos segundos. ¿En serio? Que se supone que soy un niño indefenso y asustado, debería querer ayudarme enseguida. Igual debería reportar la conducta de esta tipa a La Legión.
-Sí, perdona, vamos a buscarlos, deja que salga. Total, no viene casi nunca nadie aquí…- Comentó por lo bajo aquello último.
-¿Puedo quedarme aquí? Me duelen los pies de caminar, porfi…
Alargué la última vocal hasta que recibí una respuesta afirmativa, por lo que sonreí muy satisfecho. Una vez la mujer me dejó quedarme dentro de su garito, empecé a buscar lo que quería. Sobre una mesa vi un montón de papeles esparcidos. Me llevé la mano a la barbilla mientras que a los papeles empezaron a crecerle ojos y boca, empezando a montar un barullo entre gritos.
-¡Silencio! Vamos a ver, necesito horarios, informe de trenes y dónde se guardan. ¿Cual de vosotros tiene todo eso?
Tras discutirlo un poco, finalmente me llevé unos cuantos, poniendo otros encima para que no se supiese que había cogido nada. Eso es lo que hacía cuando cogía chuches del cajón y no quería que nadie se enterara. Cuando volví con Roku, no pude evitar sonreír ampliamente.
-Es verdad, luego los cadáveres dejan unas manchas terribles que no se pueden limpiar ni de coña.- Dije mientras terminaba de observar la estación-. Y no parece que aquí haya un buen servicio de limpieza.
Me paré de golpe, apoyándome en uno de los muros mientras silbaba felizmente. Cuando me preguntó aquello, volví a dirigir mi atención hacia él. Me mordí las mejillas, pensando un poco antes de responder. La verdad es que se me habían ocurrido un par de cosas, pero no es que me gustase demasiado ser sutil.
-Mmmm… Bueno, antes he visto un puesto de venta de billetes un poco apartado, la ventanilla estaba sucia y desde lejos olía a inseguridad. Creo que podría entrar y conseguir los documentos.
Una vez me dio el visto bueno le dije que se quedara ahí para ponerme manos a la obra. Me acerqué al puesto que había comentado y me asomé por el cristal para que me viese la persona que había dentro. La mujer que atendía el lugar no parecía demasiado avispada, se notaba que estaba en las nubes y no lo decía porque su silla fuese una. Miré el resto de la estancia, no vi ningún tipo de altavoz ni nada por el estilo, perfecto para lo que quería hacer. Una vez me vio, se sorprendió de que alguien se presentara allí; me imagino que quien tomara la decisión de poner esto en un lugar tan poco práctico de la estación sería despedido. Le sonreí a la mujer, mostrando mi encanto juvenil. El lado bueno de ser pequeño y hermoso era que la gente se relajaba más a tu alrededor y te creían dócil.
-Buenos días, ¿qué puedo hacer por ti?
-Uh… He perdido a mi familia y no los encuentro…- Dije poniendo ojos de cocodrilo. Qué bien actúo.
-Oh, bueno, pues en ese caso deberí…
-¡Tengo miedo! No conozco este sitio, venimos de vacaciones y nadie quiere ayudarme.- La interrumpí en mitad de su frase-. Por favor…
La mujer dudó unos segundos. ¿En serio? Que se supone que soy un niño indefenso y asustado, debería querer ayudarme enseguida. Igual debería reportar la conducta de esta tipa a La Legión.
-Sí, perdona, vamos a buscarlos, deja que salga. Total, no viene casi nunca nadie aquí…- Comentó por lo bajo aquello último.
-¿Puedo quedarme aquí? Me duelen los pies de caminar, porfi…
Alargué la última vocal hasta que recibí una respuesta afirmativa, por lo que sonreí muy satisfecho. Una vez la mujer me dejó quedarme dentro de su garito, empecé a buscar lo que quería. Sobre una mesa vi un montón de papeles esparcidos. Me llevé la mano a la barbilla mientras que a los papeles empezaron a crecerle ojos y boca, empezando a montar un barullo entre gritos.
-¡Silencio! Vamos a ver, necesito horarios, informe de trenes y dónde se guardan. ¿Cual de vosotros tiene todo eso?
Tras discutirlo un poco, finalmente me llevé unos cuantos, poniendo otros encima para que no se supiese que había cogido nada. Eso es lo que hacía cuando cogía chuches del cajón y no quería que nadie se enterara. Cuando volví con Roku, no pude evitar sonreír ampliamente.
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Había llegado la hora de saber si el recluta valía para su trabajo. Tenía un plan, o al menos decía haber ideado uno con observar un poco los alrededores. Eso demostraba su capacidad de adaptación y resolución.
Cuando el pequeño salió hacia su objetivo, Rokuro se quedó a lo lejos esperando. ¿Qué haría a continuación? ¿Utilizaría la fuerza? ¿Usaría alguna triquiñuela? Permaneció tranquilo, atento, mientras se preparaba para una posible intervención. Sin embargo, una mujer salió del puesto mientras Salem permaneció dentro. No estaba seguro de qué había hecho, pero de momento no parecía haber levantado ninguna sospecha por lo que permaneció quieto en su rincón. Al cabo de un par de minutos más, apareció Salem, feliz de la vida.
Tenía una amplia sonrisa en la cara y una sarta de documentos en la mano. Recogió los papeles y los estudió, descubriendo que Salem había logrado cumplir satisfactoriamente con su trabajo. Había conseguido un listado completo con todas las líneas de tren y sus horarios, y aún más sorprendente, había conseguido un listado de los trenes de mercancías del día junto a la carga que transportaban y hacia dónde se dirigían.
―Buen trabajo ―le dijo a Salem―. Discreto y eficaz. Ahora podemos empezar con nuestro plan.
Buscó un lugar, dentro de la estación, pero apartado. Encontró un banco detrás de un muro por el que transitaba poca gente. Normalmente era más eficaz buscar una base temporal en la que establecerte y poder organizarte, pero en esta ocasión se trataba de una misión relámpago. No disponía de toda la información que le hubiera gustado, pero las órdenes eran firmes: hacer el trabajo antes de que acabase el día.
―Esto es perfecto, Salem ―comentó Rokuro enfrascado con las listas―. Esta información era lo que necesitábamos para dar el golpe de gracia. Si pudiéramos... Necesitamos acceso a la sala de control.
Miró a la cara a Salem.
―La mejor forma de saboteo es causar un alboroto que provoque un escándalo. Por ejemplo, si descubrieran que uno de los operadores encargados de dirigir las rutas de esta ―señaló un tren que transportaba grano y ganado para después señalar otro que transportaba productos químicos inflamables― ha cometido un error y los ha hecho colisionar... No sé si sabes a dónde quiero llegar.
Colarse en la sala de controles, hacer una catástrofe capaz de conmocionar a medio Water Seven y echarle el muerto a otro no iba ser fácil, pero sin duda sería efectivo.
Cuando el pequeño salió hacia su objetivo, Rokuro se quedó a lo lejos esperando. ¿Qué haría a continuación? ¿Utilizaría la fuerza? ¿Usaría alguna triquiñuela? Permaneció tranquilo, atento, mientras se preparaba para una posible intervención. Sin embargo, una mujer salió del puesto mientras Salem permaneció dentro. No estaba seguro de qué había hecho, pero de momento no parecía haber levantado ninguna sospecha por lo que permaneció quieto en su rincón. Al cabo de un par de minutos más, apareció Salem, feliz de la vida.
Tenía una amplia sonrisa en la cara y una sarta de documentos en la mano. Recogió los papeles y los estudió, descubriendo que Salem había logrado cumplir satisfactoriamente con su trabajo. Había conseguido un listado completo con todas las líneas de tren y sus horarios, y aún más sorprendente, había conseguido un listado de los trenes de mercancías del día junto a la carga que transportaban y hacia dónde se dirigían.
―Buen trabajo ―le dijo a Salem―. Discreto y eficaz. Ahora podemos empezar con nuestro plan.
Buscó un lugar, dentro de la estación, pero apartado. Encontró un banco detrás de un muro por el que transitaba poca gente. Normalmente era más eficaz buscar una base temporal en la que establecerte y poder organizarte, pero en esta ocasión se trataba de una misión relámpago. No disponía de toda la información que le hubiera gustado, pero las órdenes eran firmes: hacer el trabajo antes de que acabase el día.
―Esto es perfecto, Salem ―comentó Rokuro enfrascado con las listas―. Esta información era lo que necesitábamos para dar el golpe de gracia. Si pudiéramos... Necesitamos acceso a la sala de control.
Miró a la cara a Salem.
―La mejor forma de saboteo es causar un alboroto que provoque un escándalo. Por ejemplo, si descubrieran que uno de los operadores encargados de dirigir las rutas de esta ―señaló un tren que transportaba grano y ganado para después señalar otro que transportaba productos químicos inflamables― ha cometido un error y los ha hecho colisionar... No sé si sabes a dónde quiero llegar.
Colarse en la sala de controles, hacer una catástrofe capaz de conmocionar a medio Water Seven y echarle el muerto a otro no iba ser fácil, pero sin duda sería efectivo.
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¿Discreto? Mierda, entonces no había hecho un muy buen trabajo. Me gusta destacar por encima del resto, por eso no se me da muy bien el sigilo. Simplemente pensé que si no sabía esconderme lo mejor sería ponerme a plena vista, nadie suele sospechar de alguien que está en todos los focos porque ¿cómo iba siquiera a intentar algo si todos le estamos mirando? Y cuando todo el mundo mira algo, nadie lo observa. Seguí al jefe de la operación felizmente, sentándome en el banco que había escogido para planear. Era un buen sitio la verdad, ni siquiera las piedras parecían muy enteradas de que estaban ahí.
-Gracias, me gustan los halagos, que no paren.- Dije sin ningún tipo de vergüenza-. No ha sido muy difícil, la gente que se cree más lista que los demás suele cometer más errores. Menos mal que yo soy estúpido.
Cuando hizo que prestara atención a su plan, mis ojos se dirigieron a los papeles. Intenté disimular la cara de aburrimiento que me causaba tener que poner mi foco de atención en algo así; por suerte pronto los trenes empezaron a salir de la tinta de los folios, simulando la situación que Roku me estaba explicando. Podía verlo con mis propios ojos, un pobre idiota en su centralita, siendo manipulado por mis poderes para que se quedase dormido o lo que fuera, nosotros, hábiles agentes del orden, creando un poquito de caos al tirar de alguna de las palancas que controlasen las vías. Siempre había una palanca, aunque supongo que tampoco me quejaría demasiado si en su lugar hubiera un panel de control, sería entendible.
-¿Cómo hacemos para que no nos descubran? No es que sea la persona menos llamativa del mundo, no hay mucha gente con el pelo morado en Water Seven. Supongo que todavía no habrá llegado la moda hasta aquí.
Me quedé callado unos segundos, intentando llegar a algo más allá del plan. Me apreté la frente con una mano, estrujando el cerebro para que así se diese más prisa en elaborar algún plan chulo, de esos que siempre salen bien a la primera. Porque seguro que tienen que existir aunque no los haya visto nunca. Mmm… ¡Oh! ¡Eso podría estar bien, sí!
-Podríamos intentar pillar a dos trabajadores por sorpresa y robarles sus uniformes, así podríamos acceder a las zonas de mantenimiento sin levantar sospechas ni preocuparnos por las cámaras. Te dejo a ti decidir el uniforme primero, me siento generoso hoy. Seguro que es un plan infalible, creo que lo leí en algún sitio. Suele ser bastante utilizado en los libros de espías.
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Aquel muchacho parecía prometedor. Tenía un aire distraído, como si estuviera la mayor parte del tiempo en otro mundo, y eso sin comentar su personalidad infantil... Pero era eficiente y eficaz. Había cumplido todos sus cometidos hasta el momento, y sus ideas resultaban tan buenas como las de cualquier otro. Puede que incluso mejores que las de la mayoría.
Si bien Rokuro no era demasiado dado a disfrazarse, aquella misión requería una infiltración. Y una buena, a ser posible. Como había dicho el recluta, iban a tener que robar los uniformes de los trabajadores. Así que, el primer paso, era buscar el cuarto de empleados. Una vez allí, podrían robar algún uniforme de las taquillas, o secuestrar a dos trabajadores para usar los suyos.
—Sí, eso haremos —dijo convencido, tras meditarlo con calma. Al principio había tenido ciertas reticencias con el joven, pero demostraba ser muy capaz—. Vamos al cuarto de empleados.
Le explicó cómo se iban a mover: Rokuro iría por delante, estudiando el lugar. Se hacía una idea de sus dimensiones y de cómo estaba distribuido, pero nunca estaba de más fijarse en los detalles. Después, a unos pocos metros de distancia, le seguiría Salem.
—No te pegues a mí, pero tampoco te acerques demasiado. Mantén un perfil bajo, lleva la cabeza gacha y no mires a la gente más de tres segundos a los ojos —le explicó—. Y lo más importante, vigila que no nos siga nadie. Si notas a alguien sospechoso, te acercas a mí y me susurras su descripción física y su ubicación aproximada. Yo me encargaré del resto.
Con el plan elaborado, se puso en marcha. Parecía hora punta, y los pasillos de la estación de trenes comenzaban a llenarse de toda clase de transeúntes. También había unas pocas personas, sentadas en el suelo, bien pidiendo dinero o bien ofreciendo espectáculos callejeros como tocar el violín para ganarse el pan de ese día. Aunque su atención estaba enfocada en los guardias de seguridad. No parecían gran cosa, pero al llenarse la estación de viajantes también había aumentado la seguridad. Vaya, sí que tenían estudiados sus picos de alto volumen. Quizás no resultase tan sencillo provocar un revuelo, aunque tenían que intentarlo.
Rokuro finalmente reparó en una entrada lateral por la que pasaban algunos hombres con mochilas. Algunos entraban frescos con una sonrisa en la boca, mientras que otros salían de allí desanimados y con ojeras. Tenía todo el aspecto de entrada del servicio.
Si bien Rokuro no era demasiado dado a disfrazarse, aquella misión requería una infiltración. Y una buena, a ser posible. Como había dicho el recluta, iban a tener que robar los uniformes de los trabajadores. Así que, el primer paso, era buscar el cuarto de empleados. Una vez allí, podrían robar algún uniforme de las taquillas, o secuestrar a dos trabajadores para usar los suyos.
—Sí, eso haremos —dijo convencido, tras meditarlo con calma. Al principio había tenido ciertas reticencias con el joven, pero demostraba ser muy capaz—. Vamos al cuarto de empleados.
Le explicó cómo se iban a mover: Rokuro iría por delante, estudiando el lugar. Se hacía una idea de sus dimensiones y de cómo estaba distribuido, pero nunca estaba de más fijarse en los detalles. Después, a unos pocos metros de distancia, le seguiría Salem.
—No te pegues a mí, pero tampoco te acerques demasiado. Mantén un perfil bajo, lleva la cabeza gacha y no mires a la gente más de tres segundos a los ojos —le explicó—. Y lo más importante, vigila que no nos siga nadie. Si notas a alguien sospechoso, te acercas a mí y me susurras su descripción física y su ubicación aproximada. Yo me encargaré del resto.
Con el plan elaborado, se puso en marcha. Parecía hora punta, y los pasillos de la estación de trenes comenzaban a llenarse de toda clase de transeúntes. También había unas pocas personas, sentadas en el suelo, bien pidiendo dinero o bien ofreciendo espectáculos callejeros como tocar el violín para ganarse el pan de ese día. Aunque su atención estaba enfocada en los guardias de seguridad. No parecían gran cosa, pero al llenarse la estación de viajantes también había aumentado la seguridad. Vaya, sí que tenían estudiados sus picos de alto volumen. Quizás no resultase tan sencillo provocar un revuelo, aunque tenían que intentarlo.
Rokuro finalmente reparó en una entrada lateral por la que pasaban algunos hombres con mochilas. Algunos entraban frescos con una sonrisa en la boca, mientras que otros salían de allí desanimados y con ojeras. Tenía todo el aspecto de entrada del servicio.
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Intenté mantener una expresión seria a lo que me decía a pesar de lo extremadamente aburrido que sonaba. Entendía que había que tener cierto cuidado, ¿pero no es un poco estúpido tomarse tantas precauciones en una estación de tren? Actuar más sospechoso no parece muy lógico, pero bueno, asentí al jefe porque no tenía que rechistarle nada.
-No te preocupes, antes miré un rato y creo que los únicos que son raros en este sitio somos nosotros.
Por contentar al chico estuve atento a nuestro alrededor, siempre me había preguntado qué llevaría la gente en todas esas maletas de diferentes tamaños y colores. Había que tener cuidado de no meter cosas calientes en maletas azules por razones obvias. Miré con atención la entrada de servicio, pensando en qué hacer a continuación. Entrar podía ser peligroso ya que podían verme y dar voces de alarma, pero no podíamos simplemente encargarnos del par que estuviera fuera. Abrí mi abrigo para coger un frasco del bolsillo interior, ahí guardaba algunas chuches de lo más interesantes. Simplemente cogí dos y volví a guardar el frasco. Sin decirle nada a mi compi, caminé directamente hacia la puerta, las vocecitas me decían que en principio debería haber otra pareja de trabajadores a punto de salir. Menos mal que había alguien que hacía los cálculos por mi.
Una vez abrí la puerta vi a dos hombres que charlaban amistosamente hasta que los interrumpí. Les saludé con la mano sin dejar de caminar hacia ellos y una vez estuve cerca aproveché la confusión para ponerle en la boca a uno de ellos la chuche, dándole un golpe después para que se lo tragara. El otro guardia, ya en… Bueno, en guardia, fue a atacarme con el puño ya que estaba demasiado cerca de él como para que pudiera sacar la porra. En vez de parar el golpe, aproveché la inercia para enroscarme alrededor de su cuerpo y gracias al giro pude acabar sentado sobre sus hombros. Apreté los muslos contra su cuello, haciendo que se tambaleara de un lado a otro y abriese la boca de forma inútil para que le entrara aire. De nuevo, aproveché la situación para darle de comer y luego aflojé las piernas, de modo que al tragar aire tragó la chuche.
Me bajé de él, limpiando un poco el polvo de la ropa y suspiré. Había sido facilito y pronto vi como sus expresiones se relajaban bastante, de modo que solté una risilla.
-Muy bien, tú serás Finzo y tú serás Funzo, más os vale portaros bien conmigo. Soy un chico muy sensible…
-No te preocupes, antes miré un rato y creo que los únicos que son raros en este sitio somos nosotros.
Por contentar al chico estuve atento a nuestro alrededor, siempre me había preguntado qué llevaría la gente en todas esas maletas de diferentes tamaños y colores. Había que tener cuidado de no meter cosas calientes en maletas azules por razones obvias. Miré con atención la entrada de servicio, pensando en qué hacer a continuación. Entrar podía ser peligroso ya que podían verme y dar voces de alarma, pero no podíamos simplemente encargarnos del par que estuviera fuera. Abrí mi abrigo para coger un frasco del bolsillo interior, ahí guardaba algunas chuches de lo más interesantes. Simplemente cogí dos y volví a guardar el frasco. Sin decirle nada a mi compi, caminé directamente hacia la puerta, las vocecitas me decían que en principio debería haber otra pareja de trabajadores a punto de salir. Menos mal que había alguien que hacía los cálculos por mi.
Una vez abrí la puerta vi a dos hombres que charlaban amistosamente hasta que los interrumpí. Les saludé con la mano sin dejar de caminar hacia ellos y una vez estuve cerca aproveché la confusión para ponerle en la boca a uno de ellos la chuche, dándole un golpe después para que se lo tragara. El otro guardia, ya en… Bueno, en guardia, fue a atacarme con el puño ya que estaba demasiado cerca de él como para que pudiera sacar la porra. En vez de parar el golpe, aproveché la inercia para enroscarme alrededor de su cuerpo y gracias al giro pude acabar sentado sobre sus hombros. Apreté los muslos contra su cuello, haciendo que se tambaleara de un lado a otro y abriese la boca de forma inútil para que le entrara aire. De nuevo, aproveché la situación para darle de comer y luego aflojé las piernas, de modo que al tragar aire tragó la chuche.
Me bajé de él, limpiando un poco el polvo de la ropa y suspiré. Había sido facilito y pronto vi como sus expresiones se relajaban bastante, de modo que solté una risilla.
-Muy bien, tú serás Finzo y tú serás Funzo, más os vale portaros bien conmigo. Soy un chico muy sensible…
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Todo parecía ir bien. Tenían la información, tenían un plan y, sobre todo, tenían formación y disciplina. En ningún momento Rokuro dudó de sus posibilidades, contrario a cómo solía pensar. Aquel joven había demostrador ser más competente de lo que se había mostrado, y estaba aprendiendo, una vez más, a no juzgar por la apariencia.
«¿Pero qué diantres...? —fue lo primero que pensó antes de que el estúpido chico decidiese ignorar sus órdenes. Decidió adelantarle y entrar por su cuenta por la entrada del« servicio. Sin órdenes, sin un plan, tan solo... ¿Improvisando?—. «No puede ser».
Cuando lo alcanzó se encontró a dos trabajadores, uno de ellos tirado en el suelo. ¿Finzo y Funzo? La realidad era que Rokuro volvía a tener serias dudas sobre el chaval.
—Salem, no puedes hacer las cosas así —recriminó el peliblanco, lanzando una severa mirada al joven soldado. Los trabajadores habían sido drogados por su subordinado, así que nadie les estaría escuchando—. Te di unas órdenes, y soy yo quién está a cargo de la misión. Si me vuelves a desobedecer, escribiré un informe negativo sobre ti a tus superiores. Dicho esto, ponte la ropa de ese hombre —Señaló al que estaba todavía de pie—. Yo me pondré la del otro.
Rokuro se cambió. Se quitó la boina y la gabardina y cambió su traje con corbata negra por un uniforme de guardia. Por suerte, estos también tenían una especie de gorra. Se la puso y buscó un sitio en el que encerrar a los dos alucinados que había dejado Salem por el camino. Cogió a uno de ellos y lo guió hacia un cuarto con taquillas. Eran lo suficientemente grandes para esconder a una persona, si es que se apretujaba allí dentro. Afortunadamente, el poder alucinógeno de Salem era capaz de atontar a las personas hasta límites insospechados, volviéndolas de lo más manipulables.
Le hizo señas al joven para que hiciese lo mismo con el otro hombre. Además, guardó su propia ropa en el interior de la taquilla y después la cerró con llave.
—¿Cuánto tiempo dura tu habilidad en las otras personas? —quiso saber—. Porque ese será nuestro tiempo límite para realizar la misión.
«¿Pero qué diantres...? —fue lo primero que pensó antes de que el estúpido chico decidiese ignorar sus órdenes. Decidió adelantarle y entrar por su cuenta por la entrada del« servicio. Sin órdenes, sin un plan, tan solo... ¿Improvisando?—. «No puede ser».
Cuando lo alcanzó se encontró a dos trabajadores, uno de ellos tirado en el suelo. ¿Finzo y Funzo? La realidad era que Rokuro volvía a tener serias dudas sobre el chaval.
—Salem, no puedes hacer las cosas así —recriminó el peliblanco, lanzando una severa mirada al joven soldado. Los trabajadores habían sido drogados por su subordinado, así que nadie les estaría escuchando—. Te di unas órdenes, y soy yo quién está a cargo de la misión. Si me vuelves a desobedecer, escribiré un informe negativo sobre ti a tus superiores. Dicho esto, ponte la ropa de ese hombre —Señaló al que estaba todavía de pie—. Yo me pondré la del otro.
Rokuro se cambió. Se quitó la boina y la gabardina y cambió su traje con corbata negra por un uniforme de guardia. Por suerte, estos también tenían una especie de gorra. Se la puso y buscó un sitio en el que encerrar a los dos alucinados que había dejado Salem por el camino. Cogió a uno de ellos y lo guió hacia un cuarto con taquillas. Eran lo suficientemente grandes para esconder a una persona, si es que se apretujaba allí dentro. Afortunadamente, el poder alucinógeno de Salem era capaz de atontar a las personas hasta límites insospechados, volviéndolas de lo más manipulables.
Le hizo señas al joven para que hiciese lo mismo con el otro hombre. Además, guardó su propia ropa en el interior de la taquilla y después la cerró con llave.
—¿Cuánto tiempo dura tu habilidad en las otras personas? —quiso saber—. Porque ese será nuestro tiempo límite para realizar la misión.
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Me quedé en silencio mientras me regañaba, no era nada justo. La gente siempre hacía eso, cuando ayudabas, no lo hacías bien a no ser que te lo hubieran pedido antes y que lo hicieses exactamente como te lo habían pedido. No tenía sentido alguno que me estuviera llevando una bronca cuando había conseguido lo que necesitábamos en probablemente menos tiempo del que habría llevado de cualquier otro modo. Seguramente sería algún tipo de autoestima frágil o necesidad de control, ese tipo de gente siempre quiere ser líder cueste lo que cueste. Pensado todo esto, le sonreí.
-Tienes razón, lo siento jefe, creí que si me hacía valer un poco conseguiría más méritos. No volverá a ocurrir.
Me cambié de ropa también, por mucho que no me gustara la idea. ¿A qué idiota se le habrá ocurrido? Era una pena que tuviese que dejar atrás mi fabuloso estilo de moda, pero a veces la responsabilidad requería sacrificios. Procuré llevar mis botecitos en caso de que algo se torciese de forma inesperada, aunque bueno, si me iban a castigar por ello igual debería dejar que nos pillen y nos encarcelen… Bueno, ya decidiré qué hacer cuando llegue el momento. El traje me venía un poco grande, pero bueno, no es que yo fuese bajito sino que estaba muy concentrado. Hablando de concentración, esta se fue al garete cuando Kuro me hizo aquella pregunta.
-Nunca me he parado a hacer los cálculos… No creo que den ningún problema, lo que tenemos que hacer no debería tomar mucho tiempo, pero sí quieres una respuesta clara: Más tiempo del que necesitamos, menos del que me gustaría.
Tras decir aquello, también escondí al otro hombre como se me ordenó. Me costó un poco ya que mis músculos no eran algo de lo que sentirse orgulloso, no al menos por ahora. Con suerte pronto se me caerían los músculos de leche y me saldrían unos impresionantes de verdad. Estuve a punto de seguir caminando por los pasillos, pero por una vez el sentido del deber me hizo parar en seco y esperar las órdenes del espía del CP. Lo miré con cierto interés y luego dirigí mi mirada al pasillo que teníamos enfrente.
-En cuanto me dé las órdenes adecuadas, recorreré ese pasillo como si fuese un topo y esto una madriguera, señor. No se arrepentirá.- Solté una pequeña risa-. Si no, me quedaré aquí parado aún a riesgo de aburrirme, estoy dispuesto a hacer sacrificios.
-Tienes razón, lo siento jefe, creí que si me hacía valer un poco conseguiría más méritos. No volverá a ocurrir.
Me cambié de ropa también, por mucho que no me gustara la idea. ¿A qué idiota se le habrá ocurrido? Era una pena que tuviese que dejar atrás mi fabuloso estilo de moda, pero a veces la responsabilidad requería sacrificios. Procuré llevar mis botecitos en caso de que algo se torciese de forma inesperada, aunque bueno, si me iban a castigar por ello igual debería dejar que nos pillen y nos encarcelen… Bueno, ya decidiré qué hacer cuando llegue el momento. El traje me venía un poco grande, pero bueno, no es que yo fuese bajito sino que estaba muy concentrado. Hablando de concentración, esta se fue al garete cuando Kuro me hizo aquella pregunta.
-Nunca me he parado a hacer los cálculos… No creo que den ningún problema, lo que tenemos que hacer no debería tomar mucho tiempo, pero sí quieres una respuesta clara: Más tiempo del que necesitamos, menos del que me gustaría.
Tras decir aquello, también escondí al otro hombre como se me ordenó. Me costó un poco ya que mis músculos no eran algo de lo que sentirse orgulloso, no al menos por ahora. Con suerte pronto se me caerían los músculos de leche y me saldrían unos impresionantes de verdad. Estuve a punto de seguir caminando por los pasillos, pero por una vez el sentido del deber me hizo parar en seco y esperar las órdenes del espía del CP. Lo miré con cierto interés y luego dirigí mi mirada al pasillo que teníamos enfrente.
-En cuanto me dé las órdenes adecuadas, recorreré ese pasillo como si fuese un topo y esto una madriguera, señor. No se arrepentirá.- Solté una pequeña risa-. Si no, me quedaré aquí parado aún a riesgo de aburrirme, estoy dispuesto a hacer sacrificios.
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—Comprendo el querer destacar —dijo Rokuro, suavizando la voz—. Pero eres un legionario de facto, no un simple recluta que todavía anda en su adiestramiento. Seguir el código de conducta y comportamiento es imprescindible en nuestro trabajo, y seguir las órdenes al pie de la letra es parte de ello.
Una vez terminó con su charla, como si fuese un comprensivo profesor explicando el fallo del alumno y ayudándolo a mejorar, se adentró en la instalación haciendo señas a Salem para que le siguiese. «No tenemos que preocuparnos por los dos guardias —razonó Rokuro, pensando en la respuesta del soldado a su pregunta—, pero cuánto antes lo hagamos mejor. No hay tantos trenes que transporten las mercancías que nos interesan».
—Tenemos que buscar la sala de control —dijo, susurrando—. Vamos a permanecer juntos hasta encontrarla. Si nos cruzamos a alguien, saludamos formalmente, o mejor, solo asentimos con la cabeza si nos saludan ellos. Muéstrate seguro y camina con decisión. Que no te vean dudar, o pueden saltar sospechas.
Tal y como le había dicho al chico, caminó con determinación y confianza, como si supiera hacia dónde se dirigía. Sin embargo, también buscaba con la mirada el membrete que dijera «Sala de Control». Por el camino se cruzaron a un par de guardias, dos chicos de la limpieza, y una chica algo confusa a la que no paraban de caérsele los folios. Si fuera una agente y se la hubiera encontrado en medio de Ennies Lobby, la habría tachado de inútil e incompetente, pero la habría ayudado a recoger sus papeles. En esta situación, en cambio, solo la tachó de inútil e incompetente.
«Aquí» pensó al encontrar la puerta con el nombre que buscaba. La abrió, entró con normalidad y la dejó abierta para que pasara Salem. Cuando los dos se encontraron dentro, la cerró con llave.
En el interior había varios puestos de megafonía vía Den Den Mushi, conectados seguramente a los diferentes conductores de los trenes, con trabajadores sentados frente a ellos dando diferentes indicaciones. También había dos guardias, bastante robustos, comprobando que todo estaba bien.
—Siguiente lección, chico —le dijo al chico sabiendo que la tapadera no iba a durar mucho más—. Neutralización de guardias.
Sacó un kunai, lanzándolo contra uno de los guardias. Sorprendido, lo esquivó por los pelos, pero reaccionó rápido y se abalanzó sobre Rokuro. Le encaró, dispuesto a realizar su trabajo, pensando en si Salem sería capaz de hacer lo mismo con el otro.
Una vez terminó con su charla, como si fuese un comprensivo profesor explicando el fallo del alumno y ayudándolo a mejorar, se adentró en la instalación haciendo señas a Salem para que le siguiese. «No tenemos que preocuparnos por los dos guardias —razonó Rokuro, pensando en la respuesta del soldado a su pregunta—, pero cuánto antes lo hagamos mejor. No hay tantos trenes que transporten las mercancías que nos interesan».
—Tenemos que buscar la sala de control —dijo, susurrando—. Vamos a permanecer juntos hasta encontrarla. Si nos cruzamos a alguien, saludamos formalmente, o mejor, solo asentimos con la cabeza si nos saludan ellos. Muéstrate seguro y camina con decisión. Que no te vean dudar, o pueden saltar sospechas.
Tal y como le había dicho al chico, caminó con determinación y confianza, como si supiera hacia dónde se dirigía. Sin embargo, también buscaba con la mirada el membrete que dijera «Sala de Control». Por el camino se cruzaron a un par de guardias, dos chicos de la limpieza, y una chica algo confusa a la que no paraban de caérsele los folios. Si fuera una agente y se la hubiera encontrado en medio de Ennies Lobby, la habría tachado de inútil e incompetente, pero la habría ayudado a recoger sus papeles. En esta situación, en cambio, solo la tachó de inútil e incompetente.
«Aquí» pensó al encontrar la puerta con el nombre que buscaba. La abrió, entró con normalidad y la dejó abierta para que pasara Salem. Cuando los dos se encontraron dentro, la cerró con llave.
En el interior había varios puestos de megafonía vía Den Den Mushi, conectados seguramente a los diferentes conductores de los trenes, con trabajadores sentados frente a ellos dando diferentes indicaciones. También había dos guardias, bastante robustos, comprobando que todo estaba bien.
—Siguiente lección, chico —le dijo al chico sabiendo que la tapadera no iba a durar mucho más—. Neutralización de guardias.
Sacó un kunai, lanzándolo contra uno de los guardias. Sorprendido, lo esquivó por los pelos, pero reaccionó rápido y se abalanzó sobre Rokuro. Le encaró, dispuesto a realizar su trabajo, pensando en si Salem sería capaz de hacer lo mismo con el otro.
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