Salem Nizar

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Cuando Salem volvió a su cuerpo, tuvo poco tiempo para tomar una decisión. Su otro yo parecía haber sido lo suficientemente inteligente, o estúpido según la perspectiva, de robar una pieza de piedra marina. No sabía cómo lo había hecho, no podía recordar demasiado cuando no estaba en control de su cuerpo, solo pequeños flashes de momentos sacados de contexto. Juntar esas piezas a veces era lo único que lo mantenía vivo, al menos podía ver lo que ocurría fuera para no estar totalmente perdido cuando volviera a flote. Sabía que estaba en la base del G-8, había sido trasladado allí por orden de su familia para que un tal Blaze lo pusiera bajo su mando. Lo que nadie vio venir es que fuera capaz de deshacerse de la influencia de los poderes de su fruta. No sabían que Salem había inducido a su otro yo mediante hipnosis para que se sintiera extrañamente atraído al agua de mar y a la piedra marina, aparte de eso, su cuerpo seguía siendo el mismo sin importar la personalidad, por lo que se defendía bien en cuanto a ser escurridizo y ágil. Por eso había podido entrar y salir del almacén con la piedra en su cuerpo.
Ahora solo tenía que volver a su puesto y actuar con normalidad. Intentar salir de la isla sin que lo detectasen sería imposible, había puestos de control que sería imposible sortear por la distribución y forma de la isla y; por supuesto, no sería muy creíble que tuviera que irse de repente cuando se descubra que falta parte del inventario. Por eso estaba yendo hacia su superior, para que cuando se descubriera el pastel, él ya estuviera fuera de sospechas. El muchacho ya planearía alguna forma de escapar cuando no estuviera en una base militar altamente vigilada, no era estúpido. Ahora solo caminaba tranquilamente por los pasillos, con la calma de alguien que solo está haciendo su trabajo rutinario.
No tardó en llegar hasta donde estaba Blaze, había tenido que preguntar un par de veces, pero no fue demasiado complicado. Supuso que tal vez fuera porque estaba al tanto de que hoy tenían que verse, lo que hizo que en cierta parte le preocupara que también hubiera sido informado de su… Excentricidad. De todos modos era lo mejor que podía hacer, si se escaqueaba, irían a buscarlo de todos modos. Por eso, simplemente hizo el saludo marcial cuando estuvo enfrente del oficial.
-Se presenta el soldado Salem Nizar, señor.- Miró entonces al que se suponía sería su mentor y oficial. Por un segundo se sintió pequeño, la mirada y porte del legionario fueron suficientes para saber que era bueno en su trabajo-. A partir de hoy estaré bajo su mandato, seré de ayuda en todo lo posible y haré que se sienta orgulloso, señor.
Hubo un tiempo en el que el joven legionario creía de verdad en la causa. Ahora; sin embargo, no sabía muy bien qué pensar sobre La Legión, una facción que lo estaba usando a pesar de que su fruta prácticamente debía clasificarse como enfermedad mental. Se suponía que eran los buenos y que debían ayudarlo a ponerse mejor. Por otra parte, entendía que era lo único que se interponía entre el orden y el caos. Sin duda, no sabía muy bien cuál era su opinión, lo único que tenía claro era que quería tener el control e irse a algún lugar donde lo curaran, si es que acaso era posible. Después, ya pensaría si volver o no al cuerpo militar.
Ahora solo tenía que volver a su puesto y actuar con normalidad. Intentar salir de la isla sin que lo detectasen sería imposible, había puestos de control que sería imposible sortear por la distribución y forma de la isla y; por supuesto, no sería muy creíble que tuviera que irse de repente cuando se descubra que falta parte del inventario. Por eso estaba yendo hacia su superior, para que cuando se descubriera el pastel, él ya estuviera fuera de sospechas. El muchacho ya planearía alguna forma de escapar cuando no estuviera en una base militar altamente vigilada, no era estúpido. Ahora solo caminaba tranquilamente por los pasillos, con la calma de alguien que solo está haciendo su trabajo rutinario.
No tardó en llegar hasta donde estaba Blaze, había tenido que preguntar un par de veces, pero no fue demasiado complicado. Supuso que tal vez fuera porque estaba al tanto de que hoy tenían que verse, lo que hizo que en cierta parte le preocupara que también hubiera sido informado de su… Excentricidad. De todos modos era lo mejor que podía hacer, si se escaqueaba, irían a buscarlo de todos modos. Por eso, simplemente hizo el saludo marcial cuando estuvo enfrente del oficial.
-Se presenta el soldado Salem Nizar, señor.- Miró entonces al que se suponía sería su mentor y oficial. Por un segundo se sintió pequeño, la mirada y porte del legionario fueron suficientes para saber que era bueno en su trabajo-. A partir de hoy estaré bajo su mandato, seré de ayuda en todo lo posible y haré que se sienta orgulloso, señor.
Hubo un tiempo en el que el joven legionario creía de verdad en la causa. Ahora; sin embargo, no sabía muy bien qué pensar sobre La Legión, una facción que lo estaba usando a pesar de que su fruta prácticamente debía clasificarse como enfermedad mental. Se suponía que eran los buenos y que debían ayudarlo a ponerse mejor. Por otra parte, entendía que era lo único que se interponía entre el orden y el caos. Sin duda, no sabía muy bien cuál era su opinión, lo único que tenía claro era que quería tener el control e irse a algún lugar donde lo curaran, si es que acaso era posible. Después, ya pensaría si volver o no al cuerpo militar.
Blaze Aswen

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Blaze ese día se tomó las cosas con un poco más de calma que de costumbre. No había intentado superar su marca de tiempo al entrenar, y en lugar de ducha había tomado un baño largo. Normalmente tomaba una sencilla ducha de veinte minutos para asegurar un aseo pulcro y mentalizarse de cara al día que le esperaba, pero aquella mañana tenía la agenda casi completamente libre. Casi. Como si no lo hubiese ojeado ya un par de veces había abierto el informe de Salem Nizar de nuevo, releyendo detenidamente las principales observaciones que el instructor había tenido a bien compartir. No le agradaba la expresión "como una regadera", y el término "subnormal" no era nada profesional, además de ser clínicamente incorrecto. También había un par de notas positivas, aunque no sabía hasta qué punto "flexible como una prostituta de lujo en el barrio más cotizado de Venicci" era realmente halagador. De hecho, si de él dependiese, la persona responsable de aquellas palabras no volvería a adiestrar un cadete. Eso, si le permitía seguir formando parte de sus filas.
No obstante, había superado su instrucción. Sabía de algún que otro soldado más cuyo informe había estado lleno de contradicciones en el pasado; Salem podía bien ser un prometedor talento víctima de un sistema en el que no encajaba del todo o un inútil que le habían asignado con la feble esperanza de hacerlo entrar en vereda. Si supiesen lo extremadamente mal que se le daba a él enseñar seguramente habrían pensado en otra persona, pero tampoco había hecho un gran esfuerzo por discutir la decisión de sus superiores. Al fin y al cabo, ¿cómo negarse al viaje a Navarone y la exención de tareas administrativas por unos días? Había sido especialmente activo en los últimos meses y tenía tantos informes atrasados que habían empezado a acumularse en su mesa, generándole un estrés que le hizo de golpe comprender ciertas manías de su padre.
Aun así cuando salió del habitáculo que le habían prestado -un sencillo dormitorio con baño y un cubículo que podía hacer las veces de despacho- todavía era temprano para muchos soldados. Había elegido un traje azul medianoche con camisa blanca y una corbata roja. En lugar de su chaquetón llevaba la insignia del cuerpo de inteligencia con su rango sobre el pecho, y aunque llevaba sus armas no cargaba ni una sola botella de agua; justificar una manía como esa despertaría demasiadas preguntas que no podía permitirse responder. Llevaba la carpeta con el informe bajo el brazo, pero en esa ocasión tan solo rememoraba los pormenores en su cabeza. Había cosas que no tenían sentido en él, pero no quería darle demasiada importancia.
Esperó con las manos tras la espalda en el patio, alejado de las maniobras que los destinados permanentes en ese lugar estaban tomando. Cuando llegó el soldado Nizak, Blaze observó con mirada severa al muchacho, poco más que un niño, que se presentaba ante él. No dejó entrever el cierto horror que sintió al darse cuenta de que no solo era muy bajito -más que Yor, que ya era decir-; estaba mucho más flaco que en la fotografía que le habían proporcionado. El objetivo de la instrucción era crear soldados, no torturar a un crío.
- Mi mentor me golpeaba el hígado cuando hablaba sin permiso -contestó secamente-. Me alegro de que no tengas ese miedo. -Cerró el puño, que lentamente acercó hacia su cara hasta rozarla-. No hables sin permiso o tendré que volver a hacerlo. -Esperaba que hubiese entendido la broma-. Acom... Ven conmigo.
Se aseguró de que lo siguiese y guio al muchacho hasta el comedor. A esa hora ya no quedaba casi nadie, pero aún nadie había empezado a limpiar. Tenían algo de tiempo para conocerse y, de paso, para hacer que comiese algo. Blaze señaló un asiento para que se acomodara y cogió una bandeja, asegurándose de llevar un desayuno nutritivo a Salem. Necesitaba comer; iba a convertirlo en un soldado, y eso requería estar bien alimentado.
También llevó un café para él.
- Gachas y huevos; podría ser peor -anunció, sentándose frente al soldado. Tras eso se quedó en silencio por un momento, cavilando-. ¿Por qué te enrolaste, soldado?
Sentía curiosidad. Quería comprenderlo, también. Para poder enseñarle tenía que saber qué buscaba allí, y qué quería dar. De qué podía ofrecer ya se encargarían más adelante.
No obstante, había superado su instrucción. Sabía de algún que otro soldado más cuyo informe había estado lleno de contradicciones en el pasado; Salem podía bien ser un prometedor talento víctima de un sistema en el que no encajaba del todo o un inútil que le habían asignado con la feble esperanza de hacerlo entrar en vereda. Si supiesen lo extremadamente mal que se le daba a él enseñar seguramente habrían pensado en otra persona, pero tampoco había hecho un gran esfuerzo por discutir la decisión de sus superiores. Al fin y al cabo, ¿cómo negarse al viaje a Navarone y la exención de tareas administrativas por unos días? Había sido especialmente activo en los últimos meses y tenía tantos informes atrasados que habían empezado a acumularse en su mesa, generándole un estrés que le hizo de golpe comprender ciertas manías de su padre.
Aun así cuando salió del habitáculo que le habían prestado -un sencillo dormitorio con baño y un cubículo que podía hacer las veces de despacho- todavía era temprano para muchos soldados. Había elegido un traje azul medianoche con camisa blanca y una corbata roja. En lugar de su chaquetón llevaba la insignia del cuerpo de inteligencia con su rango sobre el pecho, y aunque llevaba sus armas no cargaba ni una sola botella de agua; justificar una manía como esa despertaría demasiadas preguntas que no podía permitirse responder. Llevaba la carpeta con el informe bajo el brazo, pero en esa ocasión tan solo rememoraba los pormenores en su cabeza. Había cosas que no tenían sentido en él, pero no quería darle demasiada importancia.
Esperó con las manos tras la espalda en el patio, alejado de las maniobras que los destinados permanentes en ese lugar estaban tomando. Cuando llegó el soldado Nizak, Blaze observó con mirada severa al muchacho, poco más que un niño, que se presentaba ante él. No dejó entrever el cierto horror que sintió al darse cuenta de que no solo era muy bajito -más que Yor, que ya era decir-; estaba mucho más flaco que en la fotografía que le habían proporcionado. El objetivo de la instrucción era crear soldados, no torturar a un crío.
- Mi mentor me golpeaba el hígado cuando hablaba sin permiso -contestó secamente-. Me alegro de que no tengas ese miedo. -Cerró el puño, que lentamente acercó hacia su cara hasta rozarla-. No hables sin permiso o tendré que volver a hacerlo. -Esperaba que hubiese entendido la broma-. Acom... Ven conmigo.
Se aseguró de que lo siguiese y guio al muchacho hasta el comedor. A esa hora ya no quedaba casi nadie, pero aún nadie había empezado a limpiar. Tenían algo de tiempo para conocerse y, de paso, para hacer que comiese algo. Blaze señaló un asiento para que se acomodara y cogió una bandeja, asegurándose de llevar un desayuno nutritivo a Salem. Necesitaba comer; iba a convertirlo en un soldado, y eso requería estar bien alimentado.
También llevó un café para él.
- Gachas y huevos; podría ser peor -anunció, sentándose frente al soldado. Tras eso se quedó en silencio por un momento, cavilando-. ¿Por qué te enrolaste, soldado?
Sentía curiosidad. Quería comprenderlo, también. Para poder enseñarle tenía que saber qué buscaba allí, y qué quería dar. De qué podía ofrecer ya se encargarían más adelante.
Salem Nizar

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No supo muy bien cómo reaccionar a aquello, ¿era algún tipo de broma? Para empezar su tono de voz no era precisamente el de un monologuista y, aunque entendía que la lentitud del puñetazo había sido para no herirlo de verdad, había dado lugar a unos cuanto segundos de incertidumbre en los que no sabía si debía apartarse o no, mirando varias veces del puño a la cara de Blaze. Prefirió no comentar nada al respecto de lo que había sucedido y simplemente le sonrió de forma cortés para que al menos su superior no se martirizara más tarde con si había sido una buena broma o no. La broma se había merecido un cordial “No ha sido muy gracioso, pero está bien que lo hayas intentado”.
Por supuesto, Salem fue detrás de su mentor sin rechistar. Esta era la parte más fácil de ser soldado, obedecer órdenes. No tenía que pensar si estaba bien o no, después de todo, sería castigado si no cumplía y eso era siempre mucho peor. Solo tenía que hacer lo que le decían y en algún momento le dejarían en paz, siempre había sido así. Sin embargo, esa supuesta calma mental empezó a desvanecerse en cuanto llegaron al comedor. La parte racional de su cerebro le decía que se calmara, tenía una piedra, no iba a perder el control de nuevo. Pero era mucho más fácil hacer caso a la parte que le decía que no había garantías. Jamás había probado comida bajo los efectos de un inhibidor de sus habilidades, no podía estar seguro de qué sería más fuerte. Una vez se sentó, disimuló la cara de horror que tenía dentro. Iba a probar bocado, por supuesto, una vez analizada la situación, era mucho mejor intentarlo que levantar sospechas y, a las malas, sería el otro Salem quien recibiría las consecuencias.
Cogió la cuchara, llenándola luego de comida y, tras unos segundos mirando, se la llevó a la boca. Masticó lentamente, saboreando la comida y lo que podrían ser sus últimos segundos de cordura en un tiempo. Finalmente tragó, salvando el nudo que se había formado en su garganta. Después de lo que le pareció una eternidad, su cerebro procesó que estaba bien, que este método funcionaba. Hizo acopio de voluntad y disimuló la alegría que esto le provocaba, cogiendo otra cucharada que se llevó a la boca. Alzó la mirada del plato a Blaze cuando escuchó la pregunta dirigida a él. Una vez no tuvo nada en boca, comenzó a hablar.
-Vocación familiar, señor. Ellos me enseñaron los valores de La Legión y me prepararon para algún día enlistarme.- Quería caerle bien a este oficial, cuanto más le agradara más detalles dejaría pasar. Tampoco quería ser demasiado pedante-. Realmente todavía no conozco lo que es el trabajo de campo de verdad, pero deseo defender el orden que provee nuestra gente.
Curiosamente, no fue demasiado encontrar esas palabras para el muchacho. Era lo que había creído con fervor en el pasado. Todavía lo hacía, de hecho. Solo que la llama de ese fervor a veces titilaba ahora.
Por supuesto, Salem fue detrás de su mentor sin rechistar. Esta era la parte más fácil de ser soldado, obedecer órdenes. No tenía que pensar si estaba bien o no, después de todo, sería castigado si no cumplía y eso era siempre mucho peor. Solo tenía que hacer lo que le decían y en algún momento le dejarían en paz, siempre había sido así. Sin embargo, esa supuesta calma mental empezó a desvanecerse en cuanto llegaron al comedor. La parte racional de su cerebro le decía que se calmara, tenía una piedra, no iba a perder el control de nuevo. Pero era mucho más fácil hacer caso a la parte que le decía que no había garantías. Jamás había probado comida bajo los efectos de un inhibidor de sus habilidades, no podía estar seguro de qué sería más fuerte. Una vez se sentó, disimuló la cara de horror que tenía dentro. Iba a probar bocado, por supuesto, una vez analizada la situación, era mucho mejor intentarlo que levantar sospechas y, a las malas, sería el otro Salem quien recibiría las consecuencias.
Cogió la cuchara, llenándola luego de comida y, tras unos segundos mirando, se la llevó a la boca. Masticó lentamente, saboreando la comida y lo que podrían ser sus últimos segundos de cordura en un tiempo. Finalmente tragó, salvando el nudo que se había formado en su garganta. Después de lo que le pareció una eternidad, su cerebro procesó que estaba bien, que este método funcionaba. Hizo acopio de voluntad y disimuló la alegría que esto le provocaba, cogiendo otra cucharada que se llevó a la boca. Alzó la mirada del plato a Blaze cuando escuchó la pregunta dirigida a él. Una vez no tuvo nada en boca, comenzó a hablar.
-Vocación familiar, señor. Ellos me enseñaron los valores de La Legión y me prepararon para algún día enlistarme.- Quería caerle bien a este oficial, cuanto más le agradara más detalles dejaría pasar. Tampoco quería ser demasiado pedante-. Realmente todavía no conozco lo que es el trabajo de campo de verdad, pero deseo defender el orden que provee nuestra gente.
Curiosamente, no fue demasiado encontrar esas palabras para el muchacho. Era lo que había creído con fervor en el pasado. Todavía lo hacía, de hecho. Solo que la llama de ese fervor a veces titilaba ahora.
Blaze Aswen

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Blaze se mantuvo en silencio, observando. Le gustaba contemplar las reacciones de la gente y, sobre todo, sus comportamientos. Salem era a todas luces un soldado peculiar, ya no solo por su informe sino por su aspecto desgarbado, que contrastaba sin embargo con sus movimientos y la manera en que hablaba. No era un alborotador, ni un payaso pendenciero que solo estuviese en el lugar para tener un plato caliente y una excusa para liberar sus impulsos más violentos. Había algo en él que lo perturbaba, sin embargo. Algo que no lograba desentrañar.
Lo que sí podía ver, no obstante, era el creciente nerviosismo del soldado ante la comida. Con cierta suficiencia Blaze diagnosticó un trastorno alimentario de alguna clase. A juzgar por cómo se comportaba, además, apostaría por que se trataba de un trastorno evitativo o algún tipo de anorexia nerviosa, aunque le costaba creer que una desnutrición por anorexia fuese tolerada durante las escrupulosas pruebas de la instrucción. Además había visto su foto; si bien era posible, la idea de que hubiese despertado algún miedo en él durante el adiestramiento que le impidiese comer parecía más factible. Aunque necesitaría indagar más en profundidad para descubrir qué había detrás de su nerviosismo.
No tenía ningún problema apreciable en la deglución, pero comía con desconfianza... Al principio. Tras un prudente primer bocado el segundo fue bastante más enérgico, aunque también había cierto esfuerzo en mantener la efusividad. Blaze evitó arquear una ceja, pero empezaba a sentir cierto interés por el caso del chiquillo. Tanto por las gachas como por su respuesta, una combinación de tradición e idealismo que a él se le hacía demasiado familiar. Que no tuviese experiencia de campo era de esperar, ya que estaba como quien dice recién salido de la academia, pero en general no sonaba del todo sincero. No del todo, al menos. En realidad tenía sentido, todos los soldados buscaban el favor de sus superiores directos -él había sido una excepción y aún no tenía del todo claro cómo había sobrevivido a Maxwell- y Salem, por mucho que estuviese relativamente bien posicionado para entrar, una vez en el ejército era uno más de los cientos de miles de reclutas que el Gobierno Mundial movía de un lado para otro. Ser bueno haciendo la pelota podía ser la diferencia entre ser carne de cañón o un potencial héroe. Dudaba que hubiese muchos que buscaban ser los primeros, aunque pocos llegaban a ser los segundos.
- ¿Y si no fuese vocación familiar? -atinó a preguntar-. ¿Habrías elegido esta vida?
Cuando él había tomado su decisión esa pregunta llegó. No de un superior, y no para conocer su grado de lealtad, sino por genuina preocupación. Blaze no quería un pupilo más centrado en la gloria y el honor que en ayudar al débil, claro, pero tampoco quería enviar a un muchacho -si bien según los archivos tenían casi la misma edad- a una más que posible muerte si no estaba preparado para dar la vida. No al menos si no eran esos los objetivos que perseguía al darla.
Habría seguido expectante viendo al soldado comer, pero un hombre de unos treinta años e incipiente barriga entró dando pequeños botes apurados. Le costó notar la tensión entre sus gestos cómicos, pero se levantó inmediatamente para hacer un saludo adecuado. Hizo sin embargo un gesto para que el recluta siguiese comiendo.
- Comandante Helmond -saludó.
- Comandante Aswen -correspondió el otro, con un saludo igual de correcto-. Ha habido una brecha de seguridad en el cuartel -anunció-. Ha desaparecido un fragmento de quince gramos de piedra marina de nuestras instalaciones.
Blaze miró a un lado y a otro, buscando las alarmas y medidas de seguridad. Había puertas estancas que no se habían cerrado, alarmas que nadie había dado... Blaze trató de leer al comandante. No podía ser un gran robo o se habrían encargado de sellar las salidas, pero la piedra marina era algo lo bastante importante como para justificar un registro persona a persona y bolsillo a bolsillo. Si no lo habían hecho o bien se trataba de una cantidad insignificante, o bien...
Levantó las manos.
- Gracias -contestó secamente Helmond, que procedió a cachearlo.
Tras un rato que a Blaze se le hizo más largo de lo que realmente fue el comandante se alejó un par de pasos, lo suficiente para poder mirarse de nuevo a la cara.
- ¿Quiere cachear al chico también, comandante?
Helmond bufó.
- He leído su informe, no podría haberlo robado ni con ayuda. -Relajó su postura-. Muchas gracias de nuevo, voy a consultar al magíster Graham para ver cómo procedemos. ¡Aut victoria aut nihil!
- Aut victoria aut nihil -respondió, sentándose de nuevo mientras el hombre se retiraba. Una vez se alejó lo suficiente miró hacia Salem-. Dos personas en una sala. Y solo cachea a una. Parece que tienen suerte de que solo hayas hecho una travesura. -Se estaba marcando un farol que apenas se lo creía, pero estaba claro que nadie más iba a preocuparse de cachear al otro recién llegado. Blaze conocía bien los peligros de subestimar a la gente, y aunque en realidad también dudaba que lo hubiese hecho iba a tener que descartarlo antes o después-. ¿Qué tal están las gachas?
Lo que sí podía ver, no obstante, era el creciente nerviosismo del soldado ante la comida. Con cierta suficiencia Blaze diagnosticó un trastorno alimentario de alguna clase. A juzgar por cómo se comportaba, además, apostaría por que se trataba de un trastorno evitativo o algún tipo de anorexia nerviosa, aunque le costaba creer que una desnutrición por anorexia fuese tolerada durante las escrupulosas pruebas de la instrucción. Además había visto su foto; si bien era posible, la idea de que hubiese despertado algún miedo en él durante el adiestramiento que le impidiese comer parecía más factible. Aunque necesitaría indagar más en profundidad para descubrir qué había detrás de su nerviosismo.
No tenía ningún problema apreciable en la deglución, pero comía con desconfianza... Al principio. Tras un prudente primer bocado el segundo fue bastante más enérgico, aunque también había cierto esfuerzo en mantener la efusividad. Blaze evitó arquear una ceja, pero empezaba a sentir cierto interés por el caso del chiquillo. Tanto por las gachas como por su respuesta, una combinación de tradición e idealismo que a él se le hacía demasiado familiar. Que no tuviese experiencia de campo era de esperar, ya que estaba como quien dice recién salido de la academia, pero en general no sonaba del todo sincero. No del todo, al menos. En realidad tenía sentido, todos los soldados buscaban el favor de sus superiores directos -él había sido una excepción y aún no tenía del todo claro cómo había sobrevivido a Maxwell- y Salem, por mucho que estuviese relativamente bien posicionado para entrar, una vez en el ejército era uno más de los cientos de miles de reclutas que el Gobierno Mundial movía de un lado para otro. Ser bueno haciendo la pelota podía ser la diferencia entre ser carne de cañón o un potencial héroe. Dudaba que hubiese muchos que buscaban ser los primeros, aunque pocos llegaban a ser los segundos.
- ¿Y si no fuese vocación familiar? -atinó a preguntar-. ¿Habrías elegido esta vida?
Cuando él había tomado su decisión esa pregunta llegó. No de un superior, y no para conocer su grado de lealtad, sino por genuina preocupación. Blaze no quería un pupilo más centrado en la gloria y el honor que en ayudar al débil, claro, pero tampoco quería enviar a un muchacho -si bien según los archivos tenían casi la misma edad- a una más que posible muerte si no estaba preparado para dar la vida. No al menos si no eran esos los objetivos que perseguía al darla.
Habría seguido expectante viendo al soldado comer, pero un hombre de unos treinta años e incipiente barriga entró dando pequeños botes apurados. Le costó notar la tensión entre sus gestos cómicos, pero se levantó inmediatamente para hacer un saludo adecuado. Hizo sin embargo un gesto para que el recluta siguiese comiendo.
- Comandante Helmond -saludó.
- Comandante Aswen -correspondió el otro, con un saludo igual de correcto-. Ha habido una brecha de seguridad en el cuartel -anunció-. Ha desaparecido un fragmento de quince gramos de piedra marina de nuestras instalaciones.
Blaze miró a un lado y a otro, buscando las alarmas y medidas de seguridad. Había puertas estancas que no se habían cerrado, alarmas que nadie había dado... Blaze trató de leer al comandante. No podía ser un gran robo o se habrían encargado de sellar las salidas, pero la piedra marina era algo lo bastante importante como para justificar un registro persona a persona y bolsillo a bolsillo. Si no lo habían hecho o bien se trataba de una cantidad insignificante, o bien...
Levantó las manos.
- Gracias -contestó secamente Helmond, que procedió a cachearlo.
Tras un rato que a Blaze se le hizo más largo de lo que realmente fue el comandante se alejó un par de pasos, lo suficiente para poder mirarse de nuevo a la cara.
- ¿Quiere cachear al chico también, comandante?
Helmond bufó.
- He leído su informe, no podría haberlo robado ni con ayuda. -Relajó su postura-. Muchas gracias de nuevo, voy a consultar al magíster Graham para ver cómo procedemos. ¡Aut victoria aut nihil!
- Aut victoria aut nihil -respondió, sentándose de nuevo mientras el hombre se retiraba. Una vez se alejó lo suficiente miró hacia Salem-. Dos personas en una sala. Y solo cachea a una. Parece que tienen suerte de que solo hayas hecho una travesura. -Se estaba marcando un farol que apenas se lo creía, pero estaba claro que nadie más iba a preocuparse de cachear al otro recién llegado. Blaze conocía bien los peligros de subestimar a la gente, y aunque en realidad también dudaba que lo hubiese hecho iba a tener que descartarlo antes o después-. ¿Qué tal están las gachas?
Salem Nizar

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Blaze Aswen comenzaba a ser un obstáculo más peligroso de lo que el joven soldado había considerado en primer lugar. Esperaba un oficial más estricto, que no lo dejase hablar bajo ningún concepto, haciendo así más fácil que no se delatara sin querer; quizá un oficial despreocupado, de esos que una vez alcanzan un puesto lo suficientemente alto según los estándares de su ego empiezan a preocuparse menos por el próximo mérito a conseguir y más por el próximo descanso. Su superior no era ninguno de esos dos. Un rato como el que habían tenido le había bastado para pensar que se encontraba ante alguien astuto y determinado. Aunque su tono de voz no fuese bueno para los chistes, tenía la calma y constancia suficiente para dar la sensación de estar en presencia de un depredador, quizá no necesariamente buscando una víctima, pero sí preparado para saltar ante cualquier problema. Y Salem ahora mismo no era más que un miserable montón de secretos y problemas. Recapitulando toda la conversación que habían tenido hasta el momento, si de verdad el comandante era tan capaz como su estresada mente estaba deduciendo, era muy probable que ya se oliese algo. Con suerte solamente algún problema con la comida, lo cual sí que era cierto. Como un bote salvavidas, la siguiente pregunta de Blaze llegó a sus oídos, evitando que se encerrase demasiado en posibles pensamientos, entre bocado y bocado.
-No puedo darte una respuesta sincera.- Levantó la mirada, fijándola en el mayor-. Las decisiones que he tomado son las que son porque mis circunstancias han sido las que han sido. Quizá si hubiese crecido en un entorno más humilde, habría dedicado mi vida a mantener esa paz. Quizá, si por algún motivo, una persona importante para mí hubiese sido herida en fuego cruzado por un legionario en una escaramuza contra piratas; a pesar de sus intenciones para ayudar, habría jurado mi vida a vengarme de La Legión.
Se quedó callado unos segundos, removiendo las gachas con la cuchara. Curiosamente estaba tocando todos los puntos sobre los que reflexionaba cada vez que podía. Empezaba a sentirse como un sujeto de prueba, desnudo, siendo juzgado por fuerzas que escapaban a su control.
-Tampoco hace falta irse tan lejos, realmente. Seguramente si mi familia no hubiese sido legionaria, habría sido solo un rico acomodado más. No creo que importe lo que pudiera haber pasado, creo que siendo esta la vida que tengo, sacar el máximo provecho de ello. No necesito estar predestinado para ser bueno en esto.
Cuando la conversación se estaba poniendo interesante, apareció aquel panzudo hombre. Las condecoraciones en su chaqueta y el “Comandante Helmond” que siguió a la observación hicieron saber a Salem de que, efectivamente, estaba ante otro comandante. Fue a levantarse, pero la señal de Blaze se lo impidió, por lo que volvió a mirar al plato. Se sabía, ya era hora realmente. Cuando vio que Blaze estaba siendo cacheado, su cerebro volvió a poner los engranajes en marcha. Él sería el siguiente, por lo que tenía que pensar en cómo ocultarlo. Podría ponerlo en su boca, cubierto de las gachas para que no se supiese lo que era en caso de que su boca también fuese inspeccionada. Tenía práctica en ocultar comida en su boca, no hacía falta hablar más del tema. Blaze, en el caso de que realmente estuviera sospechando, podría achacarlo a un posible trastorno alimenticio, borrando así también su comportamiento sospechoso de antes. Sí, esa idea fue lo suficientemente buena para Salem en el poco espacio de maniobra que tenía. Mientras ambos oficiales se encargaban del cacheo, sutilmente Salem desplazó la piedra desde el bolsillo de la chaqueta hasta el espacio de debajo de su lengua, cubriéndola luego con gachas.
Esta vez, cuando Blaze estuvo libre, sí que se levantó, preparado para la inspección. Se sorprendió, gratamente, cuando el comandante Helmond cometió aquella negligencia. Bajó la mirada, aceptando humildemente el insulto. Era lo mínimo que podía hacer por él, había facilitado mucho las cosas. Se sentó, sintiendo la calma volver a su ser. Sin embargo, las siguientes palabras de Blaze volvieron a acelerar su corazón con fuerza.
No tenía pruebas, no podía ser. ¿Había hecho algo que lo hubiera delatado? ¿Era otra de sus bromas sin gracia? ¿Era incluso más listo de lo que se pensaba? No podía seguir sin hablar, tenía que responder algo pronto. Algo que no significara nada en concreto y que pudiera seguir la conversación como si nada. Salem entonces sonrió, esperando que el segundo que había estado sin hablar fuese atribuido a la sorpresa de tal acusación.
-Dudo que robar algo del almacén se pueda catalogar como una pequeña travesura, señor. -Asintió entonces, aprovechando la siguiente pregunta-. Supongo que estas gachas rompen el tópico sobre la comida del comedor de La Legión.
Ahora tenía que aprovechar alguna ocasión en la que Blaze no lo mirara para quitar la piedra de su boca. Era bueno disimulando en una situación así, pero tarde o temprano se le resbalaba alguna letra.
-No puedo darte una respuesta sincera.- Levantó la mirada, fijándola en el mayor-. Las decisiones que he tomado son las que son porque mis circunstancias han sido las que han sido. Quizá si hubiese crecido en un entorno más humilde, habría dedicado mi vida a mantener esa paz. Quizá, si por algún motivo, una persona importante para mí hubiese sido herida en fuego cruzado por un legionario en una escaramuza contra piratas; a pesar de sus intenciones para ayudar, habría jurado mi vida a vengarme de La Legión.
Se quedó callado unos segundos, removiendo las gachas con la cuchara. Curiosamente estaba tocando todos los puntos sobre los que reflexionaba cada vez que podía. Empezaba a sentirse como un sujeto de prueba, desnudo, siendo juzgado por fuerzas que escapaban a su control.
-Tampoco hace falta irse tan lejos, realmente. Seguramente si mi familia no hubiese sido legionaria, habría sido solo un rico acomodado más. No creo que importe lo que pudiera haber pasado, creo que siendo esta la vida que tengo, sacar el máximo provecho de ello. No necesito estar predestinado para ser bueno en esto.
Cuando la conversación se estaba poniendo interesante, apareció aquel panzudo hombre. Las condecoraciones en su chaqueta y el “Comandante Helmond” que siguió a la observación hicieron saber a Salem de que, efectivamente, estaba ante otro comandante. Fue a levantarse, pero la señal de Blaze se lo impidió, por lo que volvió a mirar al plato. Se sabía, ya era hora realmente. Cuando vio que Blaze estaba siendo cacheado, su cerebro volvió a poner los engranajes en marcha. Él sería el siguiente, por lo que tenía que pensar en cómo ocultarlo. Podría ponerlo en su boca, cubierto de las gachas para que no se supiese lo que era en caso de que su boca también fuese inspeccionada. Tenía práctica en ocultar comida en su boca, no hacía falta hablar más del tema. Blaze, en el caso de que realmente estuviera sospechando, podría achacarlo a un posible trastorno alimenticio, borrando así también su comportamiento sospechoso de antes. Sí, esa idea fue lo suficientemente buena para Salem en el poco espacio de maniobra que tenía. Mientras ambos oficiales se encargaban del cacheo, sutilmente Salem desplazó la piedra desde el bolsillo de la chaqueta hasta el espacio de debajo de su lengua, cubriéndola luego con gachas.
Esta vez, cuando Blaze estuvo libre, sí que se levantó, preparado para la inspección. Se sorprendió, gratamente, cuando el comandante Helmond cometió aquella negligencia. Bajó la mirada, aceptando humildemente el insulto. Era lo mínimo que podía hacer por él, había facilitado mucho las cosas. Se sentó, sintiendo la calma volver a su ser. Sin embargo, las siguientes palabras de Blaze volvieron a acelerar su corazón con fuerza.
No tenía pruebas, no podía ser. ¿Había hecho algo que lo hubiera delatado? ¿Era otra de sus bromas sin gracia? ¿Era incluso más listo de lo que se pensaba? No podía seguir sin hablar, tenía que responder algo pronto. Algo que no significara nada en concreto y que pudiera seguir la conversación como si nada. Salem entonces sonrió, esperando que el segundo que había estado sin hablar fuese atribuido a la sorpresa de tal acusación.
-Dudo que robar algo del almacén se pueda catalogar como una pequeña travesura, señor. -Asintió entonces, aprovechando la siguiente pregunta-. Supongo que estas gachas rompen el tópico sobre la comida del comedor de La Legión.
Ahora tenía que aprovechar alguna ocasión en la que Blaze no lo mirara para quitar la piedra de su boca. Era bueno disimulando en una situación así, pero tarde o temprano se le resbalaba alguna letra.
Blaze Aswen

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La respuesta de Salem no le había agradado, pero lo entendía. Desabrochó la chaqueta lentamente y se quitó la corbata con parsimonia, asegurándose de llevarse sutilmente el colgante que llevaba bajo ella. De forma casi dramática fue desabotonando uno a uno los botones de su camisa hasta más o menos la mitad del abdomen, lo suficiente como para enseñarle las medallas que solo él podía ver.
- Te van a disparar -explicó, señalando la cicatriz de su hombro-. Van a apuñalarte -la del abdomen era recta y casi le había seccionado el intestino- y recibirás toda clase de heridas que no esperas recibir por gente a la que no habrías esperado tener que ayudar. No es una vida que puedas escoger por agradar a tus padres; no es la vida que deberías querer si no quieres dar la vida por otros. -Cerró la camisa lentamente, manteniendo el colgante en su mano-. Te voy a plantear la pregunta de otra forma, soldado: ¿Es tu vocación morir por defender al débil?
Esperó de nuevo unos segundos, aguardando pacientemente una contestación mientras martilleaba suavemente con el pie en el suelo, creando una suave percusión que con suerte lo haría parecer nervioso frente a una respuesta desagradable, o sencillamente más lunático de lo que era. Sin embargo Blaze se había fijado en un detalle extraño de Salem, un pequeño cambio que, debía reconocer, tenía hasta mérito que supiese esconder tan bien. Desde luego había algo en la relación con la comida de aquel chico que no estaba nada bien; deberían solucionarlo.
Tras un rato abrió la mano, dejando que el collar escapase entre sus dedos y se deslizase hasta la mesa. Esperaba que no le hubiese visto retirarlo, aunque para alguien observador seguramente el momento de abrir el broche habría sido relativamente fácil de detectar. Aun así, desde el momento en que lo hizo dejó pasar algo más de tiempo, centrando en él su mirada pero dejando en rango de periférica al soldado por si hacía algo raro. Al fin y al cabo su reacción había sido particular, cuanto menos.
- Nunca las he probado, soy alérgico -contestó-. Pero los soldados luchan con el estómago; cualquier buen líder lo sabe. -Centró, entonces sí, la mirada en él-. ¿No vas a negar el robo? Yo estaría preocupado. Una vez cacheen a toda la base solo quedará por comprobar si el novato que no podría robar ni con ayuda es tan inepto como intenta aparentar.
Se colocó el colgante sin apartar la vista del chico. Al hablar vocalizaba casi igual, o igual -no tenía el oído más agudo del mundo en ese aspecto-, pero su lengua se movía de forma diferente... O eso quería pensar, porque había algo que no cuadraba del todo en la posición de su boca que cambiaba por completo el cuadro de su cara. O la cambiaba, al menos. No estaba seguro de que nadie más se fijase en esos detalles insignificantes.
- Aunque claro, ¿para qué iba un recluta a arriesgar toda su carrera por un poco de piedra marina? -La pregunta no tenía respuesta fácil, o al menos ninguna respuesta correcta era fácil-. Aunque hace falta bastante habilidad para colarse en la fragua de un cuartel y más aún para acceder a las bóvedas, en realidad. Vamos a hacer un ejercicio -anunció-. Yo robaría esa piedra por reconocimiento. -En realidad él no robaría, pero puesto el caso-. Si tú fueses el ladrón, ¿por qué lo harías?
Comenzó a anudarse la corbata cuidadosamente en un doble windsor sin prestar apenas atención a ello. Tenía los movimientos automatizados, sabía cómo quedaría sin siquiera mirar. Además no quería perder de vista su boca. Si realmente había robado haría que se delatase de una forma u otra.
- Te van a disparar -explicó, señalando la cicatriz de su hombro-. Van a apuñalarte -la del abdomen era recta y casi le había seccionado el intestino- y recibirás toda clase de heridas que no esperas recibir por gente a la que no habrías esperado tener que ayudar. No es una vida que puedas escoger por agradar a tus padres; no es la vida que deberías querer si no quieres dar la vida por otros. -Cerró la camisa lentamente, manteniendo el colgante en su mano-. Te voy a plantear la pregunta de otra forma, soldado: ¿Es tu vocación morir por defender al débil?
Esperó de nuevo unos segundos, aguardando pacientemente una contestación mientras martilleaba suavemente con el pie en el suelo, creando una suave percusión que con suerte lo haría parecer nervioso frente a una respuesta desagradable, o sencillamente más lunático de lo que era. Sin embargo Blaze se había fijado en un detalle extraño de Salem, un pequeño cambio que, debía reconocer, tenía hasta mérito que supiese esconder tan bien. Desde luego había algo en la relación con la comida de aquel chico que no estaba nada bien; deberían solucionarlo.
Tras un rato abrió la mano, dejando que el collar escapase entre sus dedos y se deslizase hasta la mesa. Esperaba que no le hubiese visto retirarlo, aunque para alguien observador seguramente el momento de abrir el broche habría sido relativamente fácil de detectar. Aun así, desde el momento en que lo hizo dejó pasar algo más de tiempo, centrando en él su mirada pero dejando en rango de periférica al soldado por si hacía algo raro. Al fin y al cabo su reacción había sido particular, cuanto menos.
- Nunca las he probado, soy alérgico -contestó-. Pero los soldados luchan con el estómago; cualquier buen líder lo sabe. -Centró, entonces sí, la mirada en él-. ¿No vas a negar el robo? Yo estaría preocupado. Una vez cacheen a toda la base solo quedará por comprobar si el novato que no podría robar ni con ayuda es tan inepto como intenta aparentar.
Se colocó el colgante sin apartar la vista del chico. Al hablar vocalizaba casi igual, o igual -no tenía el oído más agudo del mundo en ese aspecto-, pero su lengua se movía de forma diferente... O eso quería pensar, porque había algo que no cuadraba del todo en la posición de su boca que cambiaba por completo el cuadro de su cara. O la cambiaba, al menos. No estaba seguro de que nadie más se fijase en esos detalles insignificantes.
- Aunque claro, ¿para qué iba un recluta a arriesgar toda su carrera por un poco de piedra marina? -La pregunta no tenía respuesta fácil, o al menos ninguna respuesta correcta era fácil-. Aunque hace falta bastante habilidad para colarse en la fragua de un cuartel y más aún para acceder a las bóvedas, en realidad. Vamos a hacer un ejercicio -anunció-. Yo robaría esa piedra por reconocimiento. -En realidad él no robaría, pero puesto el caso-. Si tú fueses el ladrón, ¿por qué lo harías?
Comenzó a anudarse la corbata cuidadosamente en un doble windsor sin prestar apenas atención a ello. Tenía los movimientos automatizados, sabía cómo quedaría sin siquiera mirar. Además no quería perder de vista su boca. Si realmente había robado haría que se delatase de una forma u otra.
Salem Nizar

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Salem se incomodó un poco cuando vio que el oficial se quitaba las prendas superiores, no entendiendo muy bien qué iba a hacer. ¿Una pelea, quizá? No, descartó esa idea rápidamente. No tenía mucho sentido teniendo en cuenta cómo había sido hasta ahora. Esa inminente alerta lo distrajo lo suficiente como para no ver qué había escondido en su mano, pero sí que algo había ocurrido. Al oírlo hablar, se centró en sus palabras. Entonces comprendió de qué iba todo esto. Desde luego, no era un tema sencillo. El chico estaba seguro de que su otra personalidad le importaba más bien poco su bienestar físico, lanzándose de cabeza a cualquier situación peligrosa sin pensárselo demasiado. Sin embargo, ¿él? Suficientemente poco disfrutaba de su vida como para además ponerse en riesgo de manera estúpida. Aun así, cuando la pregunta llegó a sus oídos, no tuvo tan claro lo que contestar. Él mismo estaba en necesidad de ayuda, urgente. Y antes de que las cosas se torcieran, sí que veía las cosas de un lado más optimista. Salem podía ser muchas cosas, pero no un hipócrita.
-Sí.- Contestó de manera firme y escueta, dándose unos segundos antes de volver a abrir la boca-. Creo firmemente en un mundo donde el capaz defiende al débil, de lo contrario, nada tendría sentido.
Por supuesto, omitió que en parte necesitaba creer en esas palabras, necesitaba la esperanza de que si realmente él no podía escapar de su sino, alguien más fuerte lo ayudaría. Dentro de lo que pudo, Salem se sintió satisfecho con su respuesta, no podía pensar en algo más elaborado en el momento, menos aún con el pie de Blaze chocando contra el suelo. La curiosidad que se había instalado hacía unos minutos en su cerebro desapareció cuando vio el colgante deslizarse, dando lugar a otro pensamiento que con rapidez ocupó el espacio vacante. No podía retirar la comida ni la piedra de su boca con el comandante delante. Necesitaba hacerlo en otra habitación o, como mucho, cuando estuviera de espaldas. Era un hombre capaz y diestro, pocas cosas se permitía escapársele a Salem de la vista, pero él había conseguido mover su colgante sin hacer prácticamente ningún ruido al respecto ni gesto. Cuando su superior volvió a hablar, le quedó bien claro que no estaba a la altura de su rival.
-Oh, perdón, perdón. Creí que se entendería que yo no había sido.- No había que fingir nervios, ya los sentía. Salem era experto en convertir desventajas en ventajas-. Estoy dispuesto a ser cacheado, por supuesto.
Blaze era mucho más listo que él. Era algo que sospechaba desde hacía un buen rato, pero ya estaba más que dispuesto a tragarse el orgullo y admitirlo. Al menos para sí mismo. No dejaba de preguntarle cosas que, a pesar de no aparentar ninguna maldad, dirigidas hacía él podían darle una mala imagen que acabaría delatándolo. Además de que lo estaba haciendo hablar, por eso intentaba mantener las respuestas cortas, aunque no demasiado para que no se notase el cambio de registro. También escogía sus palabras con cuidado, algunas eran mucho más fáciles de pronunciar que otras, como es obvio. De su comandante, salía esta aura de intimidación que lo hacía sentir como un cervatillo delante del ánima de un rifle.
Antes de contestar su pregunta se echó para atrás en la silla. No se cruzó de brazos, hizo el esfuerzo activo, no quería dar una sensación de encierro y retirada, solo se estaba acomodando porque estaba teniendo una agradable e interesante conversación con su oficial. Sin embargo, sí que se cruzó de piernas. Era un soldado, pero también era una persona que se había criado en un contexto muy concreto que había bañado sus manierismos y gestos en una elegancia y pedantería clásica de las altas esferas.
-No veo qué reconocimiento te puede dar un castigo disciplinario por robar.- Disfrutó de los halagos del hombre por dentro y tras pensar un poco comentó lo siguiente-. Se me había ocurrido por dinero, pero si la pregunta es para mí, no necesito eso… Quizá para culpar a otra persona que me hubiera hecho algún mal.
Salem se sorprendió a sí mismo al acabar de hablar porque estaba disfrutando de la conversación. Estaba siendo muy divertido, terroríficamente divertido. Estaba al borde de ser pillado y las consecuencias no serían bonitas, pero hacía mucho que no hablaba largo y tendido con alguien así de interesante. Era como una travesura infantil, el riesgo era parte del beneficio.
-Sí.- Contestó de manera firme y escueta, dándose unos segundos antes de volver a abrir la boca-. Creo firmemente en un mundo donde el capaz defiende al débil, de lo contrario, nada tendría sentido.
Por supuesto, omitió que en parte necesitaba creer en esas palabras, necesitaba la esperanza de que si realmente él no podía escapar de su sino, alguien más fuerte lo ayudaría. Dentro de lo que pudo, Salem se sintió satisfecho con su respuesta, no podía pensar en algo más elaborado en el momento, menos aún con el pie de Blaze chocando contra el suelo. La curiosidad que se había instalado hacía unos minutos en su cerebro desapareció cuando vio el colgante deslizarse, dando lugar a otro pensamiento que con rapidez ocupó el espacio vacante. No podía retirar la comida ni la piedra de su boca con el comandante delante. Necesitaba hacerlo en otra habitación o, como mucho, cuando estuviera de espaldas. Era un hombre capaz y diestro, pocas cosas se permitía escapársele a Salem de la vista, pero él había conseguido mover su colgante sin hacer prácticamente ningún ruido al respecto ni gesto. Cuando su superior volvió a hablar, le quedó bien claro que no estaba a la altura de su rival.
-Oh, perdón, perdón. Creí que se entendería que yo no había sido.- No había que fingir nervios, ya los sentía. Salem era experto en convertir desventajas en ventajas-. Estoy dispuesto a ser cacheado, por supuesto.
Blaze era mucho más listo que él. Era algo que sospechaba desde hacía un buen rato, pero ya estaba más que dispuesto a tragarse el orgullo y admitirlo. Al menos para sí mismo. No dejaba de preguntarle cosas que, a pesar de no aparentar ninguna maldad, dirigidas hacía él podían darle una mala imagen que acabaría delatándolo. Además de que lo estaba haciendo hablar, por eso intentaba mantener las respuestas cortas, aunque no demasiado para que no se notase el cambio de registro. También escogía sus palabras con cuidado, algunas eran mucho más fáciles de pronunciar que otras, como es obvio. De su comandante, salía esta aura de intimidación que lo hacía sentir como un cervatillo delante del ánima de un rifle.
Antes de contestar su pregunta se echó para atrás en la silla. No se cruzó de brazos, hizo el esfuerzo activo, no quería dar una sensación de encierro y retirada, solo se estaba acomodando porque estaba teniendo una agradable e interesante conversación con su oficial. Sin embargo, sí que se cruzó de piernas. Era un soldado, pero también era una persona que se había criado en un contexto muy concreto que había bañado sus manierismos y gestos en una elegancia y pedantería clásica de las altas esferas.
-No veo qué reconocimiento te puede dar un castigo disciplinario por robar.- Disfrutó de los halagos del hombre por dentro y tras pensar un poco comentó lo siguiente-. Se me había ocurrido por dinero, pero si la pregunta es para mí, no necesito eso… Quizá para culpar a otra persona que me hubiera hecho algún mal.
Salem se sorprendió a sí mismo al acabar de hablar porque estaba disfrutando de la conversación. Estaba siendo muy divertido, terroríficamente divertido. Estaba al borde de ser pillado y las consecuencias no serían bonitas, pero hacía mucho que no hablaba largo y tendido con alguien así de interesante. Era como una travesura infantil, el riesgo era parte del beneficio.
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