Teva Bossco

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He llegado a esta isla persiguiendo un criminal que osó a asaltar una de nuestras naves cuando viajábamos entre islas, la misión es simple: abatir al criminal y atraparlo a como dé lugar, sin escatimar en métodos. La isla en la que se había refugiado el susodicho era la siempre invernal Sakura, en donde se encontraba en lo alto de sus montañas el castillo de Brwon, también estaba el hecho de que aquella zona se encontraba afiliada a lo que se conoce hoy en día como Gobierno Mundial.
Al llegar de infiltrado al puerto, en un bote junto a un compañero que hacia de navegante en aquellos mares, decidieron que su regreso sería a través de otra embarcación, por lo peligroso que se tornaban las aguas en estos mares.
- Bien, dividámonos, tú espera aquí cuidando el bote, mientras yo me encargo de buscar encarecidamente al criminal y traerlo para que nos acompañe al sitio donde pertenece, tras las rejas – Pronunció esclarecidamente el marine de ojos y cabellera dorada bajándose del bote y despidiéndose afectuosamente de su compañero de bando.
Lo primero que hizo fue dirigirse a la taberna más cercana y preguntar por el paradero del sujeto en cuestión, sin mencionar sus intenciones, quien, según los residentes, habían percibido a alguien con esas características pasar por el lugar, pero que ya no se encontraba en las cercanías, que lo más probable era que se hubiese dirigido al pueblo aledaño, por lo que el marine dio las gracias y se despidió de los presentes con una cordial despedida.
- Creo que esto tomará más tiempo de lo estimado… ¿Mm? – Tras las palabras que pronunció para sí mismo oyó un peculiar y un tanto familiar alarido viniendo de las cercanías del sitio en el que se encontraba parado, por lo que dirigió su atención al lugar de donde provenía el sonido y se encontró con un árbol que poseía un fruto peculiar.
- Un momento, este tipo de árbol no da esa clase de frutos… - Teva se acercó a investigar la anomalía y se percató de que se trataba de un gato atrapado entre las ramas, por lo que se apresuró a bajar al felino de aquel sitio en el que se había osado a posar, de forma tan temeraria que no se percataría de los problemas que tendría luego para descender.
- Bien, ya estás mejor, ahora cuídate que tengo que seguir con mi labor ¿Sí? – Le dedicó una amplia y calidad sonrisa para luego dejar el lugar y despedirse dándole la espalda y alzando una mano en son de adiós.
- ¿Miau?
Al llegar de infiltrado al puerto, en un bote junto a un compañero que hacia de navegante en aquellos mares, decidieron que su regreso sería a través de otra embarcación, por lo peligroso que se tornaban las aguas en estos mares.
- Bien, dividámonos, tú espera aquí cuidando el bote, mientras yo me encargo de buscar encarecidamente al criminal y traerlo para que nos acompañe al sitio donde pertenece, tras las rejas – Pronunció esclarecidamente el marine de ojos y cabellera dorada bajándose del bote y despidiéndose afectuosamente de su compañero de bando.
Lo primero que hizo fue dirigirse a la taberna más cercana y preguntar por el paradero del sujeto en cuestión, sin mencionar sus intenciones, quien, según los residentes, habían percibido a alguien con esas características pasar por el lugar, pero que ya no se encontraba en las cercanías, que lo más probable era que se hubiese dirigido al pueblo aledaño, por lo que el marine dio las gracias y se despidió de los presentes con una cordial despedida.
- Creo que esto tomará más tiempo de lo estimado… ¿Mm? – Tras las palabras que pronunció para sí mismo oyó un peculiar y un tanto familiar alarido viniendo de las cercanías del sitio en el que se encontraba parado, por lo que dirigió su atención al lugar de donde provenía el sonido y se encontró con un árbol que poseía un fruto peculiar.
- Un momento, este tipo de árbol no da esa clase de frutos… - Teva se acercó a investigar la anomalía y se percató de que se trataba de un gato atrapado entre las ramas, por lo que se apresuró a bajar al felino de aquel sitio en el que se había osado a posar, de forma tan temeraria que no se percataría de los problemas que tendría luego para descender.
- Bien, ya estás mejor, ahora cuídate que tengo que seguir con mi labor ¿Sí? – Le dedicó una amplia y calidad sonrisa para luego dejar el lugar y despedirse dándole la espalda y alzando una mano en son de adiós.
- ¿Miau?
Tazu

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La nieve traía todo tipo de recuerdos a Tazu: el hambre de las largas noches gélidas sin nada que llevarse a la boca; el aullido del viento cuando arañaba con saña las paredes de la chabola durante las ventiscas; ocultarse tras los ventisqueros cuando la perseguían los bandidos... Había sido una infancia movidita, la suya. Tener a un tipo medio muerto colgado de un árbol por los tobillos también le traía bastantes recuerdos.
-No te mueras aún, ¿eh? Que luego me regañan -dijo al moribundo mientras le empujaba con un palo para que se balancease un poco.
El tipo musitó algo que ella no entendió , así que tuvo que acercarse para oírlo bien. Los labios de aquel gordo -porque incluso boca abajo se notaba que estaba gordo- estaban tan hinchados que más que palabras parecían escupir silbidos sin sentido. Le pareció captar que quería que le dejaran en paz o algo así, aunque también podría haber estado hablando de barcos. Tampoco iba a cambiar mucho la cosa dijera lo que dijera.
-Si yo te soltaría -se medio excusó-, pero luego querrán que te busque o que pele patatas o algo así. Y paso, no quiero llevarme un castigo-. En realidad la habían castigado tantas veces que ya sabía mil formas de escaquearse de cada tarea repetitiva y tediosa que la pudieran obligar a hacer. No tenía miedo de lo que pasaría si le ayudaba, era solo que le daba igual aquel tipo que tan fijamente y con tanta rabia la observaba -. ¿Qué miras? ¿Mi naranja? Pues no te doy.
En vez de eso, le dio otro empujoncito con el palo.
Su superior llegó pateando la nieve con la delicadeza de una mula. Llevaba los brazos cruzados sobre el pecho, con las manos remetidas en las mangas opuestas. Caminaba encogido, de forma enérgica aunque apresurada. No parecía gustarle mucho el clima.
-Puto frío -protestó.
-El frío está bien -dijo Tazu.
-Puta cría...
A Tazu le caía bien el subcomandante Putas, a pesar de lo malhablado que era. Seguramente fuese por eso. A los legionarios les gustaba mucho parecer importantes con palabras raras, pero no a Putas. Para él todo era “puto esto” o “puto aquello”. Ni siquiera le importaba que su verdadero nombre fuese Wendolyn.
-Vale, era verdad. Resulta que, aquí, nuestro buen amigo... como te llames, nos ha dicho la verdad. Resulta que era una alacena. -Tazu no tenía claro para quién hablaba Putas, porque a ella ni la miraba. El legionario sacó un puñal de aspecto tan fiero como usado y cortó la cuerda, dejando que el sospechoso cayese de bruces contra la nieve. Le cortó las ataduras de las manos y le dio una palmadita en el hombro-. Bueno, pues ya está aclarado. ¿Quién te manda tener cuartos secretos en casa, a ver? En fin, sin rencores, amigo.
Putas se marchó de ahí, y Tazu supuso que debería seguirlo. Se encogió de hombros, dejó caer el palo y se alejó del hombre que aún sangraba sobre la nieve.
Los otros legionarios que habían estado registrando la casa -si es que se podía llamar registrar a dejarla hecha un asco- salieron también y juntos subieron al trineo. La manada de perros los condujo de vuelta a la base.
-Y esto es lo que pasa cuando te fías de putos chivatazos -protestaba Putas-. Espero que la menos tuviese pasta. -Uno de los otros soldados sacó una bolsita con algunas monedas y se la tendió a su superior. Putas se encogió de hombros-. Meh, menos es nada. Vamos a por algo caliente antes de volver.
Tazu no podía dejar de fascinarse por lo mucho que se parecía aquel destino a su Ringo natal. Nieve, palizas, robos... De todos los lugares donde su rotación la había llevado, aquel era donde más cómoda se sentía. Era un mundo que podía entender, un mundo marcado por la represión, la violencia y la tendencia a buscar, patear, colgar y, en raras ocasiones, detener a cualquiera que pareciese remotamente rebelde o descontento con el duro sistema que La Legión imponía en toda la isla... Lo dicho, como en casa.
La gente se apartaba al paso del trineo. Los perros se desviaron un poco cuando vieron a un gato, pero Putas los recondujo hábilmente. El brusco movimiento hizo que a Tazu se le cayera lo que le quedaba de naranja. El trineo se detuvo frente a una taberna, y el olor a comida y la cálida luz del interior ejercieron un efecto hipnótico en el grupo. Los tres hombres se dispusieron a gastarse lo confiscado al último sospechoso. Ella, en cambio, retrocedió un poco para ir a buscar la fruta. Hacía no mucho habría peleado a muerte por una cosa tan jugosa como aquella. Y tal vez le tocase hacerlo, porque había un tipo deambulando por allí, así que, como era natural, sacó un kunai y se preparó por si tenía que rajarlo.
-Eh, tú, no toques mi naranja.
-No te mueras aún, ¿eh? Que luego me regañan -dijo al moribundo mientras le empujaba con un palo para que se balancease un poco.
El tipo musitó algo que ella no entendió , así que tuvo que acercarse para oírlo bien. Los labios de aquel gordo -porque incluso boca abajo se notaba que estaba gordo- estaban tan hinchados que más que palabras parecían escupir silbidos sin sentido. Le pareció captar que quería que le dejaran en paz o algo así, aunque también podría haber estado hablando de barcos. Tampoco iba a cambiar mucho la cosa dijera lo que dijera.
-Si yo te soltaría -se medio excusó-, pero luego querrán que te busque o que pele patatas o algo así. Y paso, no quiero llevarme un castigo-. En realidad la habían castigado tantas veces que ya sabía mil formas de escaquearse de cada tarea repetitiva y tediosa que la pudieran obligar a hacer. No tenía miedo de lo que pasaría si le ayudaba, era solo que le daba igual aquel tipo que tan fijamente y con tanta rabia la observaba -. ¿Qué miras? ¿Mi naranja? Pues no te doy.
En vez de eso, le dio otro empujoncito con el palo.
Su superior llegó pateando la nieve con la delicadeza de una mula. Llevaba los brazos cruzados sobre el pecho, con las manos remetidas en las mangas opuestas. Caminaba encogido, de forma enérgica aunque apresurada. No parecía gustarle mucho el clima.
-Puto frío -protestó.
-El frío está bien -dijo Tazu.
-Puta cría...
A Tazu le caía bien el subcomandante Putas, a pesar de lo malhablado que era. Seguramente fuese por eso. A los legionarios les gustaba mucho parecer importantes con palabras raras, pero no a Putas. Para él todo era “puto esto” o “puto aquello”. Ni siquiera le importaba que su verdadero nombre fuese Wendolyn.
-Vale, era verdad. Resulta que, aquí, nuestro buen amigo... como te llames, nos ha dicho la verdad. Resulta que era una alacena. -Tazu no tenía claro para quién hablaba Putas, porque a ella ni la miraba. El legionario sacó un puñal de aspecto tan fiero como usado y cortó la cuerda, dejando que el sospechoso cayese de bruces contra la nieve. Le cortó las ataduras de las manos y le dio una palmadita en el hombro-. Bueno, pues ya está aclarado. ¿Quién te manda tener cuartos secretos en casa, a ver? En fin, sin rencores, amigo.
Putas se marchó de ahí, y Tazu supuso que debería seguirlo. Se encogió de hombros, dejó caer el palo y se alejó del hombre que aún sangraba sobre la nieve.
Los otros legionarios que habían estado registrando la casa -si es que se podía llamar registrar a dejarla hecha un asco- salieron también y juntos subieron al trineo. La manada de perros los condujo de vuelta a la base.
-Y esto es lo que pasa cuando te fías de putos chivatazos -protestaba Putas-. Espero que la menos tuviese pasta. -Uno de los otros soldados sacó una bolsita con algunas monedas y se la tendió a su superior. Putas se encogió de hombros-. Meh, menos es nada. Vamos a por algo caliente antes de volver.
Tazu no podía dejar de fascinarse por lo mucho que se parecía aquel destino a su Ringo natal. Nieve, palizas, robos... De todos los lugares donde su rotación la había llevado, aquel era donde más cómoda se sentía. Era un mundo que podía entender, un mundo marcado por la represión, la violencia y la tendencia a buscar, patear, colgar y, en raras ocasiones, detener a cualquiera que pareciese remotamente rebelde o descontento con el duro sistema que La Legión imponía en toda la isla... Lo dicho, como en casa.
La gente se apartaba al paso del trineo. Los perros se desviaron un poco cuando vieron a un gato, pero Putas los recondujo hábilmente. El brusco movimiento hizo que a Tazu se le cayera lo que le quedaba de naranja. El trineo se detuvo frente a una taberna, y el olor a comida y la cálida luz del interior ejercieron un efecto hipnótico en el grupo. Los tres hombres se dispusieron a gastarse lo confiscado al último sospechoso. Ella, en cambio, retrocedió un poco para ir a buscar la fruta. Hacía no mucho habría peleado a muerte por una cosa tan jugosa como aquella. Y tal vez le tocase hacerlo, porque había un tipo deambulando por allí, así que, como era natural, sacó un kunai y se preparó por si tenía que rajarlo.
-Eh, tú, no toques mi naranja.
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Aquella adolescente amenazante dejó una leve impresión de extrañeza en el marine de rubia cabellera, quien con ligero asombro divisó como la femenina silueta se postraba delante de él con una expresión más fría que la nieve que lo rodeaba. Lo primero que hizo fue ver como el gato que acababa de rescatar recogía un objeto del suelo, relamiéndose luego las patas delanteras y jugando con lo que pudo apreciar era un fruto compuesto de gajos.
- Fuuu, así que era eso. ¿De dónde lo sacaste? Eres un gatito muy juguetón, no deberías recoger tu alimento directamente del suelo, eso no es higiénico ¿Entiendes? – Le recriminó con voz paternal y cálida al minino, mientras lo tomaba entre sus
brazos, arropándolo con estos, y procediendo a divisar en seguida a aquella niña que aún estaba ahí presente.
- Y tú, ¿a dónde vas tan raquítica y desprotegida? Una niña como tú debería estar en casa bebiendo un chocolate caliente y riendo junto a los suyos – Le dirigió sus palabras esta vez a la niña de negros cabellos que seguía en postura defensiva y luciendo igual de intimidante como se había presentado.
- No planeo pelear contigo, y lo de tu naranja, lo siento, pero esta criaturita al parecer hizo de tu fruto su almuerzo y, bueno, lo que se come no se puede devolver a menos que salga por el ducto opuesto, y dudo que te interese consumirlo si es de ese modo – Le comentó con un tono un tanto alegre y un tanto pacifico, dando una sensación de tranquilidad fraternal para con su interlocutora.
- Pero, bueno, como modo de compensación por lo que hizo este animalito, ¿qué te parece si te invito a comer algo? Así me cuentas qué hace una niña tan linda y despreocupadas rondando sola por estas calles nevadas de esta isla invernal – Le dijo con sutileza Teva a la chiquilla que se encontraba frente a él, acto seguido le dirigió la mirada al felino para jugar con él y su pelaje, lo que hizo que el animal ronroneara complacido por la caricia que recibía de la mano del marine.
- Bueno, ¿qué te parece la idea? Por cierto, ¿cuál es tu nombre? – Finalizó su pequeño discurso con aquella cuestión a la vez que sostenía al gato con un brazo y apoyaba la mano del otro en su cadera, en posición abierta y despreocupada, esperando respuesta de la extraña que yacía delante de él.
- Fuuu, así que era eso. ¿De dónde lo sacaste? Eres un gatito muy juguetón, no deberías recoger tu alimento directamente del suelo, eso no es higiénico ¿Entiendes? – Le recriminó con voz paternal y cálida al minino, mientras lo tomaba entre sus
brazos, arropándolo con estos, y procediendo a divisar en seguida a aquella niña que aún estaba ahí presente.
- Y tú, ¿a dónde vas tan raquítica y desprotegida? Una niña como tú debería estar en casa bebiendo un chocolate caliente y riendo junto a los suyos – Le dirigió sus palabras esta vez a la niña de negros cabellos que seguía en postura defensiva y luciendo igual de intimidante como se había presentado.
- No planeo pelear contigo, y lo de tu naranja, lo siento, pero esta criaturita al parecer hizo de tu fruto su almuerzo y, bueno, lo que se come no se puede devolver a menos que salga por el ducto opuesto, y dudo que te interese consumirlo si es de ese modo – Le comentó con un tono un tanto alegre y un tanto pacifico, dando una sensación de tranquilidad fraternal para con su interlocutora.
- Pero, bueno, como modo de compensación por lo que hizo este animalito, ¿qué te parece si te invito a comer algo? Así me cuentas qué hace una niña tan linda y despreocupadas rondando sola por estas calles nevadas de esta isla invernal – Le dijo con sutileza Teva a la chiquilla que se encontraba frente a él, acto seguido le dirigió la mirada al felino para jugar con él y su pelaje, lo que hizo que el animal ronroneara complacido por la caricia que recibía de la mano del marine.
- Bueno, ¿qué te parece la idea? Por cierto, ¿cuál es tu nombre? – Finalizó su pequeño discurso con aquella cuestión a la vez que sostenía al gato con un brazo y apoyaba la mano del otro en su cadera, en posición abierta y despreocupada, esperando respuesta de la extraña que yacía delante de él.
Tazu

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Tazu echó un buen vistazo a aquel sospechoso ladrón de fruta. Y de gatos, quizás también. No parecía muy amenazador, tan solo otro enclenque más de los que la Legión enviaba por allá, aunque sin uniforme. Vale que ella era también una enclenque, pero sabía manejarse en la nieve y el frío. Seguro que el extraño de los pelos revueltos no distinguía un muñeco de nieve de una cagada de caballo.
-Mira, tío, no sé qué estás diciendo -dijo.
Y era cierto. Hablaba muy raro, con palabras demasiado complicadas, como las que ella solía usar en sus tiempos para parecer inteligente delante de los críos de la ciudad. Sin embargo, por mucho que no sonara amenazante en absoluto, ella no se fío. Ni. Un. Pelo. No tenía ni idea de qué era “raquítica”, pero desde luego no estaba desprotegida. Y más le valía a aquel no comprobarlo por las malas.
Sin embargo, comida gratis era comida gratis. Tazu y sus esmirriados treinta o cuarenta kilos no habían llegado a los dieciséis años rechazando un plato caliente cuando se le ponía por delante.
-Tazu -respondió de inmediato en cuanto aquel tipo le preguntó su nombre. Era un buen nombre, al fin y al cabo. Copiado del caballo más elegante que había pisado Ringo-. Puedes invitarme a lo que quieras, pero espero que me compres otra naranja.
Regla número uno de los vagabundos: si alguien es tan pardillo como para darte algo, sángralo todo lo que puedas. El pelos tenía suerte, no obstante: Tazu no necesitaba ni le apetecía llevar esa regla hasta el extremo de hacerlo literalmente.
Condujo al tipo al interior del restaurante. Pateó el suelo y dejó que la nieve se desprendiera de sus botas heladas mientras olfateaba lo que se estuviese guisando aquella noche. Siempre le chocaba entrar a uno de los edificios de la isla. Conservaban tan bien el calor que parecía estar en un lugar totalmente distinto, a kilómetros de allí, en una de esas islas de verano por las que había rotado.
Se acercó a una mesa sin dejar de mirar de reojo al extraño. No terminaba de fiarse de él. No empezaba siquiera a fiarse, de hecho. La gente que daba comida gratis era rara. Tampoco dejó la ropa en el perchero, sino que dejó el abrigo y la bufanda hechos una bola junto a sus pies. De entre la tela asomó la cabeza de Iroza, que habría estado durmiendo en alguno de los pliegues. Por supuesto, no eligió la mesa de Putas. Él y los otros dos estaban abrevando en tres grandes jarras y riéndose de algo que seguro que no tenía gracia.
-Vale -le dijo al extraño-, quiero esto.- Tazu señaló lo más caro de la carta-. Y esto. Y esto. ¿El esturión está bueno? Quiero un... Dos, mejor dos. Y dos naranjas. -Iba a pedir una, pero no vio por qué no conseguir otra para después. Las oportunidades de echar mano a fruta fresca no se daban a diario-. Y quiero vino. No lo he probado nunca. Y otro filete para la ardilla, que siempre coge de lo mío.
Luego tendría que mirar bien la selección de postres, pero ya se los pediría todos después.
-Mira, tío, no sé qué estás diciendo -dijo.
Y era cierto. Hablaba muy raro, con palabras demasiado complicadas, como las que ella solía usar en sus tiempos para parecer inteligente delante de los críos de la ciudad. Sin embargo, por mucho que no sonara amenazante en absoluto, ella no se fío. Ni. Un. Pelo. No tenía ni idea de qué era “raquítica”, pero desde luego no estaba desprotegida. Y más le valía a aquel no comprobarlo por las malas.
Sin embargo, comida gratis era comida gratis. Tazu y sus esmirriados treinta o cuarenta kilos no habían llegado a los dieciséis años rechazando un plato caliente cuando se le ponía por delante.
-Tazu -respondió de inmediato en cuanto aquel tipo le preguntó su nombre. Era un buen nombre, al fin y al cabo. Copiado del caballo más elegante que había pisado Ringo-. Puedes invitarme a lo que quieras, pero espero que me compres otra naranja.
Regla número uno de los vagabundos: si alguien es tan pardillo como para darte algo, sángralo todo lo que puedas. El pelos tenía suerte, no obstante: Tazu no necesitaba ni le apetecía llevar esa regla hasta el extremo de hacerlo literalmente.
Condujo al tipo al interior del restaurante. Pateó el suelo y dejó que la nieve se desprendiera de sus botas heladas mientras olfateaba lo que se estuviese guisando aquella noche. Siempre le chocaba entrar a uno de los edificios de la isla. Conservaban tan bien el calor que parecía estar en un lugar totalmente distinto, a kilómetros de allí, en una de esas islas de verano por las que había rotado.
Se acercó a una mesa sin dejar de mirar de reojo al extraño. No terminaba de fiarse de él. No empezaba siquiera a fiarse, de hecho. La gente que daba comida gratis era rara. Tampoco dejó la ropa en el perchero, sino que dejó el abrigo y la bufanda hechos una bola junto a sus pies. De entre la tela asomó la cabeza de Iroza, que habría estado durmiendo en alguno de los pliegues. Por supuesto, no eligió la mesa de Putas. Él y los otros dos estaban abrevando en tres grandes jarras y riéndose de algo que seguro que no tenía gracia.
-Vale -le dijo al extraño-, quiero esto.- Tazu señaló lo más caro de la carta-. Y esto. Y esto. ¿El esturión está bueno? Quiero un... Dos, mejor dos. Y dos naranjas. -Iba a pedir una, pero no vio por qué no conseguir otra para después. Las oportunidades de echar mano a fruta fresca no se daban a diario-. Y quiero vino. No lo he probado nunca. Y otro filete para la ardilla, que siempre coge de lo mío.
Luego tendría que mirar bien la selección de postres, pero ya se los pediría todos después.
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- Buuuuah, mira que estás de suerte, hace unos días capturé a un criminal y me pagaron una burrada por mis servicios, así que sólo pide lo que desees – Le comentó Teva al oír la chorrada de platos que tenía en mente la chiquilla, e intentando disimular su misión como marine en aquella invernal isla del paraíso.
En otra ocasión hubiese dudado de si complacerla, pero su actitud arisca le daba a entender de que no la había pasado bien tiempo atrás, por la que el pelirrubio se compadeció ante tal criatura dañada por la sociedad, como él pensaba en primera instancia, así que llamó al mesero a que se acercase al sitio donde estaban sentados y le pidió encarecidamente que pusiera a su disposición en la mesa todo lo que le había nombrado previamente Tazu.
- Para mí un plato de sopa caliente con guiso, u quiero también un plato de leche caliente para este minino, por favor – Pidió para sí mismo y para el felino que aún mantenía entre sus brazos y con lo que aprovecho de emana afecto para así tranquilizar a la criatura que estaba expectante entre sus extremidades.
- Por cierto, Tazu, dime, ¿te parece conocido este sujeto? – Sacó una fotografía de su bolsillo interior de la chaqueta y se la dirigió de tal forma que la parte fotografiada quedaba dando a la cara de Tazu, mientras que el papel en blanco daba a su propio rostro.
- Verás, es un viejo amigo y lo ando buscando de hace un tiempo, oí rumores de que se encontraba en esta isla, cualquier información sería bien recibida – Le mintió para ocultar el motivo verdadero, que era capturar al hombre por haber asaltado a una nave de la marina. Aunque mantuvo su sonrisa cálida en su rostro para no generar un exceso de desconfianza.
Tras sus palabras se acercó el mesero con los platos que habían pedido cada uno, por lo que Bossco optó por alimentar primeramente al gato que tenía entre sus manos sujetándolo ligeramente para quedara a la altura de la mesa y pudiese beber de la leche caliente que le habían servido en el plato. Posteriormente posicionó al animal entre sus piernas para proseguir con su propia alimentación.
- Otra cosa, ¿una chica como tú a qué se dedica? – Le interrogó curioso el de cabellos desordenados y ojos dorados esperando pacientemente a la respuesta de la joven que estaba sentada en el asiento delante de él.
En otra ocasión hubiese dudado de si complacerla, pero su actitud arisca le daba a entender de que no la había pasado bien tiempo atrás, por la que el pelirrubio se compadeció ante tal criatura dañada por la sociedad, como él pensaba en primera instancia, así que llamó al mesero a que se acercase al sitio donde estaban sentados y le pidió encarecidamente que pusiera a su disposición en la mesa todo lo que le había nombrado previamente Tazu.
- Para mí un plato de sopa caliente con guiso, u quiero también un plato de leche caliente para este minino, por favor – Pidió para sí mismo y para el felino que aún mantenía entre sus brazos y con lo que aprovecho de emana afecto para así tranquilizar a la criatura que estaba expectante entre sus extremidades.
- Por cierto, Tazu, dime, ¿te parece conocido este sujeto? – Sacó una fotografía de su bolsillo interior de la chaqueta y se la dirigió de tal forma que la parte fotografiada quedaba dando a la cara de Tazu, mientras que el papel en blanco daba a su propio rostro.
- Verás, es un viejo amigo y lo ando buscando de hace un tiempo, oí rumores de que se encontraba en esta isla, cualquier información sería bien recibida – Le mintió para ocultar el motivo verdadero, que era capturar al hombre por haber asaltado a una nave de la marina. Aunque mantuvo su sonrisa cálida en su rostro para no generar un exceso de desconfianza.
Tras sus palabras se acercó el mesero con los platos que habían pedido cada uno, por lo que Bossco optó por alimentar primeramente al gato que tenía entre sus manos sujetándolo ligeramente para quedara a la altura de la mesa y pudiese beber de la leche caliente que le habían servido en el plato. Posteriormente posicionó al animal entre sus piernas para proseguir con su propia alimentación.
- Otra cosa, ¿una chica como tú a qué se dedica? – Le interrogó curioso el de cabellos desordenados y ojos dorados esperando pacientemente a la respuesta de la joven que estaba sentada en el asiento delante de él.
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