Las extrañas personas de la isla Kukan [Privado] [Maximilian - Alwyn]

Mi bote seguía a la derivaba, meciéndose lentamente siguiendo el movimiento del mar. El viento no corría con mucha fuerza así que pronto tendría que verme obligado a remar. Una gaviota grazno por encima mío, lo cual hizo que me pusieran en pie y mirara por todos lados buscando una posible playa cercana. La halle a alguna distancia y sin dudarlo dos veces, tomé los remos y empecé a mover mis brazos de atrás hacia adelante en movimiento casi circulares. Luego de un cierto tiempo, llegué a la costa y pude desembarcar. La playa no era diferente a otras, arena, algunas palmeras más adelante y cangrejos de un color naranja llamativo. Algo que si me llamó la atención es que más halla se encontraba lo que parecía ser el inicio de un bosque frondoso. Empuje el bote para que la marea no se lo llevara y luego de asegurar mi medio de transporte, me decidí ir a explorar el lugar al cual había llegado. Cogí mis cosas y cargué con ellas hasta adentrarme en el bosque.

"Parece que no hay nada"

De pronto sentí un golpe en la espalda. Me giré y vi a un pequeño mono de trasero sin pelo y rosado que en sus manos tenia una fruta exótica del lugar. Me la lanzó pero esta vez la esquivé con facilidad.

-Oye, ven aquí – dije mientras corría para atraparlo

El mono salto de árbol en árbol con suma agilidad escapando de mi persecución con gran velocidad y sin darme cuenta llegué a una zona sin vegetación. El mono desapareció y pude notar que habían algunas figuras extrañas vestidas con pelo de mono y sombreros en forma de cabeza de pez. Uno de ellos me acercó y me miró curioso, luego de unos momentos otras figuras extrañas me rodearon y entre ellas algunos que tenia lanzas como armas.

Después de shellstown, me dirigí hacia una isla que alguien me había comentado que no estaba del todo explorada. Eso podía implicar que hubiera piratas o revolucionarios escondidos. No lo podía permitir, así que conseguí que un barco de la marina me acercara hasta la isla. No quería que pareciera que estábamos investigando a si una la tuvimos a la vista use mi forma completa, no sin antes decirles que  volvieran dentro de una semana a por mí.

Volamos hasta aquella isla, Arimisa siempre me acompañaba en estos vuelos gustosa. Desde el aire pude ver claramente que eran dos peces casi besándose, algo curioso. Estaba constituida casi enteramente por playas de arena y selva junto a algunas montañas en lo que sería la espina dorsal de los peces. Hice un par de pasadas volando, para intentar encontrar algo interesante, al final de la última pasada lo encontré. Un bote, cerca de una parte boscosa, y lejos de la playa. Podía ser de indígenas, exploradores, piratas o revolucionarios, así que decidí investigarlo un poco más a fondo. Me pose en uno de los árboles cercanos al borde del bosque, ahora mismo no se veía a nadie. Por lo que me cambie a mi forma humana y usando mis habilidades de sigilo y el haki mantra me puse a buscar al dueño de la barca en aquel bosque. No había avanzado mucho cuando note que algo venia hacia mí, pude apartarme sin problemas. Lo que venía era fruta, no sabía que era, que me había lanzado un mono. Volvió a lanzarme otra, luego otra y otra y las esquive las tres sin siquiera moverme del sitio. Cuando se quedó sin munición, le ofrecí  algo de comida. Me gustaba ese mono cabroncete, y me lo quedaría de mascota.

De pronto un hombre con lo que parecía una diferencia notable en su atuendo y un sombrero de pescado con una corona encima, llegó escoltado por unos 5 hombres de contexturas más grandes y más imponentes. Todos los pobladores de ese lugar se arrodillaron y yo hice lo mismo para mostrar respeto ante aquel monarca. Era obvio que un Rey estaba frente a mí, la actitud de las personas lo delataban y su corona dorada.

-Bienvenido viajero, ¿a que debemos tu visita a nuestras tierras?

-Perdone que haya llegado de improviso su majestad pero mi bote me ha trajo a sus tierras sin ninguna razón

De pronto otra figura extraña apareció pero esta vez traía un velo largo y ropas coloridas. Tenía un bastón grande entre las manos con el que se apoyaba para caminar.

-El destino tal vez o tal vez simplemente los dioses nos lo enviaron – dijo el nuevo sujeto que había llegado hasta donde estábamos

-Ya veo – dijo el Rey – has llegado por algún motivo, serás nuestro invitado hasta que recuperes fuerzas y cumplas tu destino en nuestra tierra, ¡Preparen todo para la celebración de esta noche! – Exclamó el Rey mientras podía ver como algunos monos de la misma clase que me había traído hasta ese lugar estaba en las espaldas de alguno de las personas que vivían allí.

De pronto me condujeron hasta el centro de todo el poblado mientras el Rey desaparecía escoltado por su guardia. Me senté en medio de todas rusticas casas echas de madera que estaban distribuidas por toda aquella área y de seguro servían de cobijo a todas las familias que se encontraban viviendo en ese lugar. Algunos niños se me acercaron y me miraban curiosos mientras que otros me preguntaban cosas acerca de mí. Poco a poco fui entablando una conversación bastante alegre y jovial con la gente de ese lugar.

Aquel animalito se acercó a ver qué es lo que le ofrecía, lo cogió rápido de mi mando y luego se alejó. Se comió la poca comida que me había cogido muy rápido. Le tendí un poco más, esta vez más cerca de mí. Volvió a repetir el proceso, se acercó la cogió rápido y se alejó para devorarla. Aquello tenia pinta de que iba a ser un proceso muy lento, por lo tanto mande a Arimisa a cazar, así no necesitaría darle yo de comer. El mono después de haber comido cinco veces así se quedó cerca. Con la sexta comidita no se retiró y aproveche para tocarle un poco, todo fue bien hasta que termino la comida. Entonces rápidamente se alejó y empezó a saltar de árbol en árbol. Tuve que pasar a la forma completa para poder seguirle por el bosque y no perderle. Parece que cuando vio que no venía freno un poco su velocidad de huida, yo sin intención de dejarlo escapar centre mi haki de observación en aquel animal.

Recorrimos buena parte del bosque, al final llegamos a un claro donde había muchísimos monos. Al parecer vivían allí por las ruinas, que le ofrecían protección y cobijo. Con miedo a que pudieran usarme de cena remonte un poco más el vuelo, y a una altura segura empecé a trazar círculos sobre aquel lugar. No perdía a mi mono de vista pero me apetecía ver al resto, sus costumbres, como se relacionaban, si tenían un jefe, si había crías, quería saberlo todo de ellos. Pero antes de eso me centre en el mío y a donde se dirigió, termino en una especie chabola abandonada. La chabola tenía el suelo cubierto de hojas, como formando un nido, cerca de una esquina había un pequeño montón de comida, debía de ser una especie de despensa. Y junto a el en la casa otro mono de tamaño parecido y varios más pequeños, incluido uno con el pelaje diferente, un pelaje blanco. Sabiendo que era padre no podía llevármelo, pero quizá encontrar a otro, o incluso a una de las crías.

No podía creer que los nativos de aquel lugar fueran tan amigables, su cordialidad era única y la confianza que inspiraban al momento de acercarse y trata de buscar algún tema que pudiera resultar atractivo. De pronto una dulce melodía se oyó cerca del grupo que me rodeaba. La sensación que poco a poco fue creciendo en mi interior al escuchar la música que bailaba en el aire comenzó a hacerme sentir de una manera más tranquila, reconfortante y relajada. La dulce melodía viajaba a mis oídos con una suavidad y lentitud saciando cada rincón de mi alma con un placer divino. Me puse de pie y pude ver que una joven nativa tocaba una flauta con delicadeza y un ritmo que era único en su clase. Me fui acercando a ella lentamente y cuando estuve a su lado sentí una reconfortante calma. La joven terminó de tocar y me miró.

-Tocas muy bien

-Es parte de nuestra cultura, el ofrecer dulces melodías a los dioses es la mejor forma agradecerles por la vida

-Ya veo, pues veamos – dije mientras colocaba mi guitarra sobre mis piernas y empezaba a tocar de una manera fina las cuerdas de mi instrumento.

La melodía comenzó a vibrar por todo el ambiente y pronto la gente se acercó otra vez a escuchar curiosamente lo que yo tocaba. Algunos niños danzaba de una manera graciosa ya que a mi parecer no era muy usual escuchar el sonido de las cuerdas de una guitarra. Las siguientes horas seguí tocando y tocando dulces melodías y alegres notas para mostrarles a los nativos mi agradecimiento.

La curiosidad me invadía, sobrevolé el resto de casas. En su mayoría ocupadas por familias y en alguna solo un mono fabricando el nido o durmiendo. Algo que me llamo la atención es que en todas las casas con crías al menos una de las crías era blanca. Y ahora que me fijaba otra pelirroja, pero ningún adulto tenía ese pelaje, que cosa más extraña. En todas las casas parecía haber una despensa como en la primera. Por las calles había monos aseándose, despiojándose, o lo que fuera que hicieran. Se veía algún juvenil con el pelaje blanco o pelirrojo caminando, pero eran eso juveniles. Las crías jugaban con los padres, se subían encima, les tiraban del pelo, intentaban morderles. Y entre ellos también hacían juegos, era curioso verlos empujarse o saltar, más bien intentarlo, unos sobre otros. Mientras los observa llego a mí el sonido de música, una dulce y suave melodía. No reconocía el instrumento, tampoco es que supiera de música o me importara. Lo que me importaba es que algo la tenía que producir, y normalmente ese algo eran humanos. Deje de volar en círculos y volé en dirección a la música.

Mientras me acercaba de escucharla, me habrían descubierto, se habría acabado la canción o las dos. Me lancé hacia los árboles como había visto miles de veces hacer a Arimisa, parecería solo un ave cazando. Durante mi caída en picado volví a escuchar música, esta distinta, habían cambiado de instrumento. Esta vez volaría bajo, pegando a los árboles, llamé a Arimisa con un graznido que habíamos estado practicando. Tardo un poco en llegar hasta mí, mientras yo observe los alrededores desde la rama, cuando llegó alzamos el vuelo. Ahora los dos pájaros volaban juntos por encima de las copas, siguiendo la música hacia algún punto ya cercano. En cuanto vi que se abría un claro un poco más allá, baje a entre los árboles. Cuando llegamos al claro nos posamos en una de las ramas altas de un árbol. Lo que tenía delante era una especie de poblado indígena, vestían lo que me pareció piel de mono y llevaban peces en la cabeza, todos menos uno. El único que vestía diferente tocaba una guitarra mientras los indígenas miraban y los niños jugaban a su alrededor.

El ritmo de mi melodía parecía gustarle a los nativos ya que sonrein con los ojos cerrados mientras movían sus cabezas de un lado a otro siguiente el camino de ni musica. De pronto todos los nativos se quedaron quietos sin moverse y yo me detuve para ver que estaba pasando. Detrás de mi estaba un hombre con sombrero de pez bastante alto y fornido se acercó a mi. Sentándose a mi lado sin más ni más dio una mirada al grupo que me rodeaba y todos se dispersaron e incluso los niños que jugaban alegres cerca a mi corrieron a sus casas al instante. El sujeto me miró de arriba a abajo para luego decirme.

-Soy Kulbin guardián de su majestad y uno de lo mejores guerreros del reino. Se que clase de hombre eres, extraño

-Así y que clase de hombre soy?

-Un ladrón que busca robar los tesoros de nuestro reino

-Vaya que mal concepto de mi tienes

-Te estaré observando - dijo mientras se colocaba de pie y desaparecía entre algunos arboles adentrándose en el bosque.

Aquello había sido extraño pero cuando el tipo se fue la chica que había estado tocando la flauta se acercó a mi para contarme que Kulbin le tenia resentimiento a los viajeros porque cuando era niño unos extraños llegaron al reino y asesinaron a su padre cuando intentaron robar la corona del rey. Las advertencias que me dio acerca de él no me importaron mucho y volví a hablar con algunos nativos que me mostraban las costumbres del lugar. La que más me llamó la atención fue que ellos acostumbraban a jugar a la pelota con los monos, lo cual me pareció bastante gracioso aunque no era nada fácil.

Mientras escuchaba a aquel hombre tocar la guitarra, y lo bien que lo pasaban los lugareños, me fije en un lugareño fornido, parecía que cada nota que salía de la guitarra del desconocido le irritaba más y más. De repente se empezó a acercar, los lugareños se quedaron quietos. El grandullón se sentó junto al desconocido.
-Soy Kulbin guardián de su majestad y uno de los mejores guerreros del reino. Sé qué clase de hombre eres, extraño.- Aquello sonaba bastante interesante, a lo mejor ya se conocían y podía sacar algo de información de aquel desconocido.

-Así y ¿qué clase de hombre soy?- el desconocido sonaba seguro de sí mismo y no parecía tener ningún miedo de aquel hombre.

-Un ladrón que busca robar los tesoros de nuestro reino. – vaya de ser así podría detenerlo, pero no reportaría mucho si no tenía recompensa que me ayudara a escalar en la jerarquía del CP.

-Vaya que mal concepto de mi tienes

-Te estaré observando - Dijo por último el hombretón mientras se alejaba en mi dirección.
Cuando paso por debajo, todavía le pude oír refunfuñar de aquel desconocido. Tenía curiosidad por ese hombre, así que le seguí a ver hacia donde se dirigía. Tras un rato caminando por el bosque se paró en un arroyo a beber. Y allí se quedó sin hacer nada. No parecían gustarle los extranjeros, y no parecían tener relación con la marina. Así que mi posición era bastante mala. Me encamine de regrese al pueblo, esta vez entraría con mi forma humana a ver qué pasaba. Casi llegando al pueblo me volví humana. Y con Arimisa en el brazo salí del bosque hacia donde estaban todos aquellos lugareños y el hombre cantando y jugando.

Sostenía una pelota hecha de lo que parecía ser cuero unida en partes por un grueso hilo negro. Corría alrededor de las casas tratando de que los monos no me encontraran y me quitaran la pelota. El juego era simple, debías mantener la pelota en tu poder lo más que puedas y cuando te veía acorralado podías pasársela a otro. Los monos eran quienes debian quitarte el balon pero el gran problema era quitarle la pelota al simio que la tenia en su poder. Me escondí detrás de una casa y mirando a todos lados para ver si alguien me había seguido, suspire con tranquilidad. Luego de unos segundos sentí que algo me hacia falta. Miré a brazo derecho donde supuestamente tenía el balón y vi que no estaba. Un mono se lo estaba llevando y estaba justo encima de la casa donde me ocultaba. Sin dudarlo salte encima de la casa y fui a por él. El simio movia sus brazos de manera burlona mientras sonreia de una manera cómica en señal de que le había robado el balón a alguien descuidado. Cuando me vio llegar fue tanta su sorpresa que no supo que hacer y tomé el balón con facilidad. Baje del techo debía casa a toda velocidad y la los nativos que habían visto al mono burlarse de mi reían a carcajadas.

-A que no te esperabas eso - dije mientras veía como otros monos se acercaban a mi rápidamente para quitarme el balón

Todos se quedaron quietos incluso los monos. Miraban hacia algún punto detrás de donde estaba yo, me giré y pude ver la figura de una mujer acercándose a claro desde el bosque. Tenia el cabello rojizo y una vestimenta extraña. En su brazo estaba sosteniendo un ave la cual parecía estar entrenada para que obedeciera las ordenes de la joven. Me quedé de pie observándola fijamente mientras algunos de los hombres con los que antes había estado hablando tomaban sus armas y se preparaban para acorralar a la recién llegada. El hombre con pieles coloridas llegó hasta el grupo de defensores que ya tenia rodeara a la extraña con lanzas y porras. Pude notar que su rostro estaba cubierto con una especie de pintura y que su báculo no solo le debía de apoyo, era el símbolo de algo, esa persona era una especie de sacerdote.

-Hoy los dioses nos dan muchas bendiciones- dijo el sacerdote exclamando a viva voz -Se une a nosotros una extraña con una señal de los dioses un símbolo de la naturaleza, el ave que lleva consiguió es una señal

El sacerdote hizo una señal y los hombres bajaron las armas. Hizo una especie de movimiento extraños alrededor de la chica y luego de eso dijo:

-Bienvenida

Caminé hasta donde estaba el mayor grupo de nativos rodeando una pila de maderas que serviría de base para una fogata donde supuse que cocinarían algo. Veía a la chica con una cierta curiosidad por que no me esperaba que alguien más estuviera en aquel lugar

En cuanto salí del bosque, la fiesta cesó, y sus guerreros vinieron hacia mí rodeándome. Parecía que no se fiaban de mí demasiado, ¿pero del otro extranjeros si? Qué raro, al principio llegue a pensar que aquel hombre era de aquí, pero tras la advertencia del grandullón deseche la idea. Mientras estaba calculando mis opciones, y si podría con aquellos hombres, uno con pieles de colores y bastón raro llego hasta ellos y habló:

-Hoy los dioses nos dan muchas bendiciones- grito el anciano, primero hablándome a mí y luego hacia el pueblo y los hombres que me rodeaban -Se une a nosotros una extraña con una señal de los dioses, un símbolo de la naturaleza, el ave que lleva consigo es una señal.

El sacerdote hizo una señal y los hombres bajaron las armas. Después se acercó a mí con ese bastón e hizo gestos y movimientos raros en torno a mí, debía ser algún ritual de bienvenida o de purificación no estaba seguro. Le deje hacer sin moverme, ni hablar, pero observando toda la aldea con el haki de observación, no quería sorpresas. Cuando terminó dijo:

-Bienvenida

Tras lo cual todos aquellos lugareños me rodearon y me empezaron a hacer preguntas de todo tipo. Les conté que viajaba por las islas buscando animales raros y estudiándolos, no era del todo verdad pero serviría. Los niños miraban a Arimisa curiosos, seguramente no habrían tenido ninguna lechuza tan cerca, si es que habían visto alguna. Baje el brazo en el que la sostenía.

-Podéis tocarla si queréis no os hará nada. Pero no le tiréis de las plumas o se enfadara mucho.

Al principio los adultos parecían reticentes y no dejaron a los niños, pero entonces el anciano alargo la mano y la paso por la cabeza la lechuza y luego todo el cuerpo. Tras eso todos se acercaron para tocarla y acariciarla. Pase un buen rato mirando como todos se lo pasaban bien. Luego lance a Arimisa para que volara en círculos, bajito y siempre un poco delante de los niños que la perseguían. Al parecer antes que cualquiera tenía que hacer las cosas aquel anciano, debía ser algún tipo de jerarquía como en los leones. Vi al anciano sentado junto a unos palos que parecían para hacer fuego, y cerca al otro extranjero. El anciano me hizo señas para que me acercara hasta allí seguramente quería saber por qué estaba allí, pero tenía un as en la manga. Ya había visto gran parte de la isla volando y la ciudad de los monos, podría usar aquello para sacar información sobre lo que buscaba: rebeldes.

La chica fue aceptada al igual que yo para que entrara al grupo. Los niños y algunos adultos miraron a su ave volar por los aires mientras la chica se sentaba a mi lado. No parecia ser alguien que fuera hacer algun alboroto mientras estuviera alli. De pronto el sacerdote del pueblo se levanto y dijo:

-Los dioses nos han bendecido con nuestros dos invitados es hora de que comienze la celebración

Unas mujeres jóvenes aparecieron frente a nosotros e hicieron un circulo frente a la fogata y comenzaron a bailar. Aquellas mujeres vestían con atuendos que cubrían solo la parte del pecho y la de la entre pierna. El movimiento de caderas era acompañado por una música bastante pegajosa y exótica que podía ser de igual forma una especie de ritual hipnotizante. Las personas aplaudían y reían mientras un hombre delgado servia fruta a todos los presentes en vasijas echas de barro.

-Parece divertido – dije sonriéndole a la extraña – soy Maximilian espero que al menos no intenten comernos esta noche

No sabia si mi broma fue graciosa pero mientras esperaba una respuesta de la chica, una de las jóvenes que bailaban me extendió de la mano para que yo también me uniera. No pude rechazarlo y lo único que hice fue seguir el paso las jóvenes que bailaban. Poco a poco el atardecer comenzaba a llegar, el cielo se tornó de un color naranja claro y pronto oscurecería.

El baile terminó y pronto la música solo quedo, los nativos trajeron un gran cerdo de aproximadamente 2 metros que habían casado mientras todo quedaba listo para ese momento y ahora estaba listo para ser cocinado. Lo colocaron encima de la fogata y el cerdo comenzó dorarse. Según lo que me comentó la chica que había estado tocando la flauta, su nombre era Khulian, la tradición en cualquier celebración era que el invitado debía tomar el primer trozo de carne y por cada trozo de carne que quisiera comer prometiera un animal para la familia de los cazadores. Los pobladores de Kukan parecían ser personas alegres y muy amigables, lo cual me agrado bastante por nunca antes me había divertido tanto.

Casi no había terminado de sentarme junto a la hoguera, para intentar hablar con el otro extraño, y el sacerdote, cuando este se levantó de repente y habló:

Los dioses nos han bendecido con nuestros dos invitados es hora de que comience la celebración. – dijo en tono ceremonioso. Los lugareños se acercaron en torno a la hoguera, aunque dejando bastante sitio.

Mientras esto pasaba un grupo de mujeres, con bastante poca ropa se situaban en círculo alrededor de la hoguera y empezaban a bailar en torno a la hoguera. Era un baile muy de caderas y pecho, la música me resultaba rara. Uno de los lugareños empezó a repartir fruta, cuando pasó cerca cogí una. Espere hasta ver que alguno de ellos se la empezara a comer, por dos motivos. El primero para saber que no estaban envenenadas con ninguna sustancia, y dos por que no conocía sus tradiciones y podía ofenderles y eso era algo que ahora mismo no me convenía para nada. Casi de repente el hombre extranjero me hablo:

-Parece divertido – me dijo el otro extranjero mientras me dedicaba una sonrisa – soy Maximilian espero que al menos no intenten comernos esta noche.

Pero antes de que pudiera responderle una de las bailarinas le tendió la mano y lo saco a bailar. También sacaron varios hombres más a bailar, por lo que me comento una de las nativas que tenía al lado era un baile que realizaban las chicas que pasaban a edad casadera para que les trajera amor y fertilidad. También me comento que muchas de ellas acababan casadas con aquellos con los que bailaban, si es que no tenían ya esposa. Me estuve fijando en Maximilian bailando, no sé si tenía esposa, pero sería divertido ver cuando le contara, o contaran esto. Cuando el baile acabo los nativos trajeron un gran cerdo que pusieron a cocinar encima de la hoguera. Max se dirigió hacia una de las músico y se pusieron a hablar, yo por mi parte me acerque al sacerdote para preguntarle por el cerdo, mientras me acercaba llamé a Arimisa. Me conto que cuando tenían visita, lo celebraban con un gran animal y que al invitado se le daban los primeros trozos. A cambio el invitado debía prometer a la familia que lo había cazado un animal por cada uno que se comiera. Era una extraña tradición pero la veía justa y no tendría problema en cazar siempre y cuando esos animales terminaran también cocinados. El olor de la carne cocinada ya llegaba hasta mí, y pronto empezaría la cena, esta noche Arimisa probaría las delicias del cerdo asado a la lumbre y yo le debería a los cazadores varias piezas de caza.

Cuando la noche llegó, se sirvieron a todos una especie de licor exótico. No lo bebí en absoluto por que aun siendo gente buena y alegre no podía saber que resultaría de mí si me descuidaba un segundo. Miré el vaso de barro como jugando y cuando nadie me vio lancé el contenido a un lado. Hice un gesto de saciedad y cuando me volvieron a ofrecer otra copa acepté sin reparos. Volví a hacer lo mismo y horas más tarde todas las personas reían de una forma extraña pero aun así parecía bastante animados.

"Sabia que esta bebida iba a ser mi perdición"

Momentos después busque un lugar alejado del pueblo para dormir y rápidamente el sueño cayó en mi.

Me desperté muy temprano y pude ver que algunos de los hombres del poblado hacían lo mismo que yo. Me acerqué a ellos y me sonrieron cuando llegue.

-Cazaras con nosotros, debes pagar tu deuda – dijo uno mientras tomaba su lanza con la mano derecha

-Con gusto

Me ofrecieron una lanza pero me negué mostrándoles mi propia arma. No parecían sorprendidos por que murmuraron algo de que sus lanzas eran más eficaces. Nos adentramos en el bosque y se suponía que debíamos tener cuidado con los guardias del rey ya que generalmente estaban de mal humor y no les gustaba que los molestaran. Me mantenía alerta mirando a todos lados para darme cuenta si aparecían alguna presa lo suficientemente grande para pagar mi deuda.

Después de la cena nos sirvieron una especie de bebida, cogí el cuenco en el que me la servían y probé un poco. Sabia dulce, era como una especie de zumo pero, se le notaba el gran contenido alcohólico. Para no hacer el feo a mis anfitriones tome varios sorbitos, la verdad es que estaba rica así que no tuve que mentir. Pero para no terminar fuera de mí, bebía poco y lentamente. La táctica surtió efecto, al cabo de unas horas todos se reían de forma rara menos el otro extranjero, que desapareció al poco. Por suerte yo no estaba tan borracha como ellos. Una hora más tarde todos se empezaron a ir a sus casas, una de las chicas que había estado bailando me ofreció su casa para dormir. Acepte sin dudarlo, pues después de ver lo del grandullón y como estaban de borrachos seria uno de los sitios más seguros. La casa era normalita, tenía poco dentro. Una pequeña zona en uno de los laterales acondicionada para hacer un pequeño fuego con troncos, seguramente para cocinar. Al otro lado una hamaca colgando de la pared y un par de muebles más de madera. La joven me dijo que dormiríamos las dos en la hamaca, pues no tenía más sitios. Acepte, pues no creía que fuera un peligro aquella joven, aun así me guarde una de las pistolas y un cuchillo. La chica se desnudó entera, parecía que esa era su costumbre, no le dije nada. Había poco sitio así que nos acurrucamos las dos y nos quedamos dormidas.

A la mañana siguiente me despertó pronto, ella debía irse a su trabajo, y me dijo que yo debería cazar para cumplir lo prometido la noche anterior. Le agradecí que me dejara su hamaca para dormir, me puse la armadura, cogí las armas y llame a Arimisa. Una vez lista salí de la casa con intención de buscar un par de buenas presas. Lo primero fue buscar a un par lugareños que me acompañaran para que cargaran con las bestias, pues yo tenía poca fuerza y no podría trasportarlas. Encontré a dos cazadores jóvenes, que no habían salido mucho de caza pero aun así parecían fuertes y enseguida quisieron unirse a mí.

Caminábamos lentamente sin hacer mucho ruido mirando a todos lados, cuando de pronto uno de los cazadores me hizo señas para que lo siguiera ya que parecía haber visto algo. Avanzamos con mucha precaución, cuando de pronto a unos metros más adelante la figura de un gran cerdo apareció frente a nosotros. Media unos dos metros de alto y unos tres de ancho, su pelo era de color gris y comía tranquilamente unas vallas que estaban en el suelo del bosque. Uno de los cazadores soltó su lanza con fuerza para darle en la cabeza pero su puntería fallo y el arma pasó de largo para clavarse en la tierra. El cerdo chilló de susto y comenzó a correr a toda velocidad. Lo seguimos apresurando el paso.

"Por qué demonios tengo que estar haciendo esto"

Luego de estar corriendo tras el cerdo, llegamos a un área extraña. Los cazadores parecían nerviosos y decidieron dar marcha atrás.

-Oigan ¿que hay allí ?– pregunté mientras miraba una zona de acantilados con rocas inmensas

-Vámonos, ya nos alejamos bastante de pueblo – dijo mientras me colocaba su mano en el hombro

Bastante curioso por aquel extraño terreno, me giré para seguirlos y cuando estuvieron descuidados me alejé de ellos. Caminé hasta desaparecer de su vista y me adentré a esa nueva área de la isla. El mar estaba cerca y las olas golpeaban algunas enormes rocas con fuerza. Miré a mi alrededor bastante sorprendido por las grandes rocas que estaba por todos lados.