Había pasado un rato, pero seguían doliéndote las costillas. No creías habértelas roto, pero sin duda estaban en una situación muy delicada tras el golpe de Montgomery. Por suerte un afanoso Furmitri se había encargado de desarmarlo totalmente y ahora se encontraba semidesnudo, mirando al vacío con expresión ausente. Parecía haber sentido algo oscuro y primario ante el furro, algo que lo paralizaba por completo; algo que agradecías: Había sido sumamente fácil ponerle las esposas. A veces musitaba palabras en una lengua que no creías conocer, lentamente y muy piano, casi inaudibles, aunque lo identificabas como una suerte de letanía pagana que le ayudaba a soportar el trauma. Al menos, por el momento.
- Parece que todo ha ido bien -comentaste a Hatsume mientras mantenías la mano apretada contra tu cintura, por debajo de la zona golpeada-. Para ser tu primer día, no ha estado nada mal.
Tú en tu primer día habías perseguido a un cazador furtivo. Él, por su parte, había tenido que enfrentar a una tripulación de primos endógamos en medio de Cactus Island, interrumpido por un... ¡Oh dios santo! Te habías olvidado por completo de que el tipo de la máscara de gato todavía andaba suelto. ¿Qué demonios iba a pasar si lograba arreglar su tostada? Podía volver a ser un peligro, incluso una todavía mayor ahora que se había enfrentado a vosotros. No era que hubiese visto mucho de lo que podíais llegar a hacer, claro, pero sí lo bastante como para que pudiese resultar un incordio. Además, parecía la clase de persona que no resistía la oportunidad de provocar caos: Es decir, seguramente su cabeza tendría un precio.
Procediste con cierto pragmatismo. En la taberna el tipo del libro no solo tendría hielo para dormir la zona, sino que si formaba parte del Gremio tendría dinero suficiente para pagaros por Montgomery. Luego, sin olvidar que vuestro oficio no era la caridad y que la isla estaba llena de cazadores que podrían... ¡Mierda, la isla estaba llena de cazadores!
Aceleraste tus pasos hacia la taberna. No habían demostrado querer ayudar, pero la catadura moral de los cazarrecompensas normalmente no impedía cobrar por un trabajo que no habías hecho. Quizá te toparías con una respuesta del estilo "llevarlo fue duro", "ayudaste pero yo lo rematé" o, tu favorita, "te jodes". Y no, no pensabas joderte. Habías peleado por llevar a ese gato-loquefuese ante la justicia y lucrarte en el proceso. No pensabas renunciar a ello.
- ¡Hola! -saludaste en tono apremiante, entrando por las puertas abatibles del local-. ¡Tenemos un cheque al portador y nos gustaría cobrarlo, si es posible! -Señalaste al delincuente. Como si no le molestase tu falta de modales, abrió el libro sin siquiera moverse de su posición en la barra y comenzó a pasar páginas. Estabas segura de que no iba a encontrarlo en la "A"-. Montgomery. Se llama Montgomery.
Una media sonrisa iluminó su rostro. Comenzó a pasar las hojas más deprisa, con cierto ahínco, aún sin decir nada. Sin embargo cuando parecía que estaba a punto de encontrarlo la madera del techo reventó. Esquivaste por los pelos una garra mecánica que se dirigía a tu cabeza, pero llegó otra y una tercera abriendo dos agujeros más en la techumbre. Antes de que te dieses cuenta, una de las garras había agarrado al pirata.
- ¡Te atrapé, maldita araña! -gritó algo desde el tejado-. ¡Nadie matará a Ditko salvo yo!
Miraste a Hatsume, confusa, al tiempo que Montgomery era abducido.
- ¿Qué acaba de pasar?
- Parece que todo ha ido bien -comentaste a Hatsume mientras mantenías la mano apretada contra tu cintura, por debajo de la zona golpeada-. Para ser tu primer día, no ha estado nada mal.
Tú en tu primer día habías perseguido a un cazador furtivo. Él, por su parte, había tenido que enfrentar a una tripulación de primos endógamos en medio de Cactus Island, interrumpido por un... ¡Oh dios santo! Te habías olvidado por completo de que el tipo de la máscara de gato todavía andaba suelto. ¿Qué demonios iba a pasar si lograba arreglar su tostada? Podía volver a ser un peligro, incluso una todavía mayor ahora que se había enfrentado a vosotros. No era que hubiese visto mucho de lo que podíais llegar a hacer, claro, pero sí lo bastante como para que pudiese resultar un incordio. Además, parecía la clase de persona que no resistía la oportunidad de provocar caos: Es decir, seguramente su cabeza tendría un precio.
Procediste con cierto pragmatismo. En la taberna el tipo del libro no solo tendría hielo para dormir la zona, sino que si formaba parte del Gremio tendría dinero suficiente para pagaros por Montgomery. Luego, sin olvidar que vuestro oficio no era la caridad y que la isla estaba llena de cazadores que podrían... ¡Mierda, la isla estaba llena de cazadores!
Aceleraste tus pasos hacia la taberna. No habían demostrado querer ayudar, pero la catadura moral de los cazarrecompensas normalmente no impedía cobrar por un trabajo que no habías hecho. Quizá te toparías con una respuesta del estilo "llevarlo fue duro", "ayudaste pero yo lo rematé" o, tu favorita, "te jodes". Y no, no pensabas joderte. Habías peleado por llevar a ese gato-loquefuese ante la justicia y lucrarte en el proceso. No pensabas renunciar a ello.
- ¡Hola! -saludaste en tono apremiante, entrando por las puertas abatibles del local-. ¡Tenemos un cheque al portador y nos gustaría cobrarlo, si es posible! -Señalaste al delincuente. Como si no le molestase tu falta de modales, abrió el libro sin siquiera moverse de su posición en la barra y comenzó a pasar páginas. Estabas segura de que no iba a encontrarlo en la "A"-. Montgomery. Se llama Montgomery.
Una media sonrisa iluminó su rostro. Comenzó a pasar las hojas más deprisa, con cierto ahínco, aún sin decir nada. Sin embargo cuando parecía que estaba a punto de encontrarlo la madera del techo reventó. Esquivaste por los pelos una garra mecánica que se dirigía a tu cabeza, pero llegó otra y una tercera abriendo dos agujeros más en la techumbre. Antes de que te dieses cuenta, una de las garras había agarrado al pirata.
- ¡Te atrapé, maldita araña! -gritó algo desde el tejado-. ¡Nadie matará a Ditko salvo yo!
Miraste a Hatsume, confusa, al tiempo que Montgomery era abducido.
- ¿Qué acaba de pasar?
Hatsume
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Al fin habían terminado. Podrían entregar al capitán pirata, cobrar su recompensa y recuperarse un poco de las locuras por las que habían pasado. Para ser su primer día, había sido muy movido. Se preguntó si aquello sería lo habitual. Se acercó a Alice y echó un vistazo a su prisionero, que parecía estar un poco traspuesto. Se giró hacia su compañera al oírla hablar, y frunció el ceño al ver al gesto que hacía. ¿Se había hecho daño? Lo mínimo que podía hacer era intentar curarla.
- Espera, déjame que te vea. Tengo algunos conocimientos médicos, y un shinobi de Wano me adiestró en algunos de sus conocimientos secretos. Conozco un jutsu de sanación.
¿Cómo eran los gesto de las manos? Apenas había practicado el Kuji-kiri desde que había dejado el dojo. Debía retomar la costumbre si no quería encontrarse algún día con que se había olvidado de cómo funcionaba. Primero concentró su energía espiritual juntando las manos en un gesto con los dedos corazón e índice extendidos. Después comenzó a hacer una serie de formas cambiando la posición de los dedos. El primero representaba Tō, armonía. El segundo gesto era Pyō, energía. El tercero y último era Sha, curación. La combinación de los tres representaba la voluntad de alcanzar la armonía a través de la energía y la curación. Apoyó ambas manos sobre el costado de Alice y dijo:
- Ninpō: chiyu no jutsu.
Sintió la energía abandonar su cuerpo mientras su manos brillaban con una sutil luz azul. Dejó que el poder fluyese hacia la herida, y después de unos segundos apartó las manos y dijo:
- Listo, deberías estar mejor.
Se alejó un paso y contempló con curiosidad cómo de repente a Alice le entraba prisa por llevar al prisionero a la taberna. Ella entendía mejor las costumbres de aquel sitio, así que decidió seguirle. Además, no le extrañaría que alguien intentase robárselo. Su madre y su padre ya le habían alertado sobre las malas costumbres de la gente del mundo y su pasión desmesurada por el dinero. No le extrañaría que algún desaprensivo intentase robarles la captura. Al entrar, Alice se apresuró a decir al hombre que les había atendido que querían entregarlo. Así que el lugar donde la gente se reunía a consumir bebidas era también donde se dispensaba justicia. Curiosa manera de organizar la sociedad. Fue entonces cuando aquellos extraños tentáculos metálicos comenzaron a romper el techo y tantear el suelo, hasta atrapar a Montgomery y alzarlo.
- Eso ha sido claramente un pulpo. Son un animal marino que se ve mucho en Wano, aunque nunca había visto uno que hablase o estuviese hecho de metal. Ni con garras al final del tentáculo. En serio, ¿qué pasa en este sitio y por qué hay tantos problemas y bichos raros?
No iba a dejar que se les llevasen a la presa. Hasta ahora se la había estado guardando, pero era hora de usar su hechicería. Corrió hasta situarse bajo uno de los agujeros y apuntó con las palmas de las manos al suelo, con los brazos en tensión. Comenzó a emitir una fuerte corriente de viento, volcando sillas y comenzando a elevarse hacia el techo.
- ¡Kaze Kaze no jutsu! - miró a Alice - Sígueme, tenemos que recuperar a nuestra presa.
Cruzó el agujero y se posó sobre el techo. Allí no se encontró un pulpo, sino a una persona. Un hombre de pelo extraño con gafas de sol y tentáculos saliéndole de la espalda. Uno de esos tentáculos tenía agarrado a Montgomery. Aún encima de ser un bicho raro, era un ladrón.
- ¡Eh, eso es nuestro! ¡Devuélvenos a nuestro prisionero!
- Espera, déjame que te vea. Tengo algunos conocimientos médicos, y un shinobi de Wano me adiestró en algunos de sus conocimientos secretos. Conozco un jutsu de sanación.
¿Cómo eran los gesto de las manos? Apenas había practicado el Kuji-kiri desde que había dejado el dojo. Debía retomar la costumbre si no quería encontrarse algún día con que se había olvidado de cómo funcionaba. Primero concentró su energía espiritual juntando las manos en un gesto con los dedos corazón e índice extendidos. Después comenzó a hacer una serie de formas cambiando la posición de los dedos. El primero representaba Tō, armonía. El segundo gesto era Pyō, energía. El tercero y último era Sha, curación. La combinación de los tres representaba la voluntad de alcanzar la armonía a través de la energía y la curación. Apoyó ambas manos sobre el costado de Alice y dijo:
- Ninpō: chiyu no jutsu.
Sintió la energía abandonar su cuerpo mientras su manos brillaban con una sutil luz azul. Dejó que el poder fluyese hacia la herida, y después de unos segundos apartó las manos y dijo:
- Listo, deberías estar mejor.
Se alejó un paso y contempló con curiosidad cómo de repente a Alice le entraba prisa por llevar al prisionero a la taberna. Ella entendía mejor las costumbres de aquel sitio, así que decidió seguirle. Además, no le extrañaría que alguien intentase robárselo. Su madre y su padre ya le habían alertado sobre las malas costumbres de la gente del mundo y su pasión desmesurada por el dinero. No le extrañaría que algún desaprensivo intentase robarles la captura. Al entrar, Alice se apresuró a decir al hombre que les había atendido que querían entregarlo. Así que el lugar donde la gente se reunía a consumir bebidas era también donde se dispensaba justicia. Curiosa manera de organizar la sociedad. Fue entonces cuando aquellos extraños tentáculos metálicos comenzaron a romper el techo y tantear el suelo, hasta atrapar a Montgomery y alzarlo.
- Eso ha sido claramente un pulpo. Son un animal marino que se ve mucho en Wano, aunque nunca había visto uno que hablase o estuviese hecho de metal. Ni con garras al final del tentáculo. En serio, ¿qué pasa en este sitio y por qué hay tantos problemas y bichos raros?
No iba a dejar que se les llevasen a la presa. Hasta ahora se la había estado guardando, pero era hora de usar su hechicería. Corrió hasta situarse bajo uno de los agujeros y apuntó con las palmas de las manos al suelo, con los brazos en tensión. Comenzó a emitir una fuerte corriente de viento, volcando sillas y comenzando a elevarse hacia el techo.
- ¡Kaze Kaze no jutsu! - miró a Alice - Sígueme, tenemos que recuperar a nuestra presa.
Cruzó el agujero y se posó sobre el techo. Allí no se encontró un pulpo, sino a una persona. Un hombre de pelo extraño con gafas de sol y tentáculos saliéndole de la espalda. Uno de esos tentáculos tenía agarrado a Montgomery. Aún encima de ser un bicho raro, era un ladrón.
- ¡Eh, eso es nuestro! ¡Devuélvenos a nuestro prisionero!
- No sé si es el mo... -No pareció dispuesto a detenerse-. Venga, vale.
Te levantaste la blusa lo justo para que se viese el golpe, amoratado particularmente bajo las costillas flotantes. A decir verdad levantar el brazo también te dolió, pero no emitiste ningún sonido. Tan solo miraste con cierta desconfianza mientras esperabas que Hatsume te reconociese. "Tienes la costilla rota", esperabas oír. Rota, que no fracturada. Tus huesos no se fracturaban, se rompían en patrones internamente sólidos y regulares. Podías luchar, no necesitabas vendaje, no... ¿Por qué le brillaban los dedos? La luz azul en sus yemas no era muy potente, pero sí curiosa. ¿Se trataba de un usuario? Lo llamaba jutsu curativo, ¿pero realmente existía algo así?
Tenía las manos frías. Al menos, más frías de lo que esperabas. Su tacto hizo que el aliento te escapase en un chillido agudo, seguido de un suspiro aliviado. El moretón no había desaparecido, pero su color había pasado del púrpura oscuro a un amarillo muy desagradable. Lo importante, no obstante, era que el dolor había desaparecido. Palpaste con curiosidad la herida, dándote cuenta de que apenas quedaba una leve molestia cuando la apretabas. Tan confusa como agradecida, parpadeaste un par de veces.
- ¡Gracias! -dijiste. Ibas a ofrecerle algo de chocolate que llevabas en el bolso, pero los tentáculos os interrumpieron de forma muy desagradable, dejándote completamente confusa. Afortunadamente, Hatsume tenía teorías al respecto de lo que había sucedido.
Pusiste los ojos en blanco por un momento. Si bien esperabas alguna explicación basada en el pleno desconocimiento que el samurái parecía tener del mundo no podrías haber previsto semejante simplicidad en su teoría: Era un pulpo. No entraba a por qué estaba allí, ni por qué se llamaba a Montgomery, ni si Ditko era el nombre de pila del pirata o quién sabía qué, no. Tan solo era un pulpo. De hecho, lo único verdaderamente útil que aportaba era una pregunta que no te habías molestado en hacerte pero, bien pensado, tenía mucho más sentido. Te volviste hacia el tabernero, esperando una respuesta.
- Ni idea -contestó, encogiéndose de hombros-. Estás en Grand Line, puede pasar de todo.
Bufaste, molesta. Hatsume de golpe había salido propulsado por uno de los agujeros, y aunque podrías salir por alguno de ellos estabas segura de que con "maldita araña" no se refería a un hombre gordo con cara de oso hormiguero, sino más bien a algo mucho más pequeño y que parecía moverse entre hilos. Algo más... Como tú.
- ¡Joder!
De un empujón violento apartaste las puertas de la taberna, envuelta en oscuridad. Tan solo duró un segundo, lo suficiente para cambiar de ropa y sacar a relucir la brillante armadura blanca que habías rescatado de la villa antes de abandonar English Garden por segunda vez. La capa escarlata ondeaba sobre tus hombros mientras en tu mano derecha relucía, roja y perfecta, Cataclismo. A momentos te traía malos recuerdos, pero eso te hacía aferrarte más a ella si cabe. La aferrabas con la misma firmeza y suavidad con la que habías visto a Velkan utilizarla. No era una situación ni de lejos similar, claro, pero dudabas que lo que tenías delante se pareciese en nada a cualquier cosa que hubieses podido ver antes: Frente a vosotros, apoyado sobre dos tentáculos de metal y sosteniendo con un tercero a Montgomery, se lo iba acercando a la cara mientras parecía examinarlo.
- Tú no eres...
- ¡Porque soy yo!
De golpe sus ojos no miraban a Montgomery. En su lugar, lentamente torció el gesto hacia ti. Estabas preparada para detener su ataque, cuando te diste cuenta de que no podías detener cuatro simples palabras:
- ¿Y tú quién eres?
Te levantaste la blusa lo justo para que se viese el golpe, amoratado particularmente bajo las costillas flotantes. A decir verdad levantar el brazo también te dolió, pero no emitiste ningún sonido. Tan solo miraste con cierta desconfianza mientras esperabas que Hatsume te reconociese. "Tienes la costilla rota", esperabas oír. Rota, que no fracturada. Tus huesos no se fracturaban, se rompían en patrones internamente sólidos y regulares. Podías luchar, no necesitabas vendaje, no... ¿Por qué le brillaban los dedos? La luz azul en sus yemas no era muy potente, pero sí curiosa. ¿Se trataba de un usuario? Lo llamaba jutsu curativo, ¿pero realmente existía algo así?
Tenía las manos frías. Al menos, más frías de lo que esperabas. Su tacto hizo que el aliento te escapase en un chillido agudo, seguido de un suspiro aliviado. El moretón no había desaparecido, pero su color había pasado del púrpura oscuro a un amarillo muy desagradable. Lo importante, no obstante, era que el dolor había desaparecido. Palpaste con curiosidad la herida, dándote cuenta de que apenas quedaba una leve molestia cuando la apretabas. Tan confusa como agradecida, parpadeaste un par de veces.
- ¡Gracias! -dijiste. Ibas a ofrecerle algo de chocolate que llevabas en el bolso, pero los tentáculos os interrumpieron de forma muy desagradable, dejándote completamente confusa. Afortunadamente, Hatsume tenía teorías al respecto de lo que había sucedido.
Pusiste los ojos en blanco por un momento. Si bien esperabas alguna explicación basada en el pleno desconocimiento que el samurái parecía tener del mundo no podrías haber previsto semejante simplicidad en su teoría: Era un pulpo. No entraba a por qué estaba allí, ni por qué se llamaba a Montgomery, ni si Ditko era el nombre de pila del pirata o quién sabía qué, no. Tan solo era un pulpo. De hecho, lo único verdaderamente útil que aportaba era una pregunta que no te habías molestado en hacerte pero, bien pensado, tenía mucho más sentido. Te volviste hacia el tabernero, esperando una respuesta.
- Ni idea -contestó, encogiéndose de hombros-. Estás en Grand Line, puede pasar de todo.
Bufaste, molesta. Hatsume de golpe había salido propulsado por uno de los agujeros, y aunque podrías salir por alguno de ellos estabas segura de que con "maldita araña" no se refería a un hombre gordo con cara de oso hormiguero, sino más bien a algo mucho más pequeño y que parecía moverse entre hilos. Algo más... Como tú.
- ¡Joder!
De un empujón violento apartaste las puertas de la taberna, envuelta en oscuridad. Tan solo duró un segundo, lo suficiente para cambiar de ropa y sacar a relucir la brillante armadura blanca que habías rescatado de la villa antes de abandonar English Garden por segunda vez. La capa escarlata ondeaba sobre tus hombros mientras en tu mano derecha relucía, roja y perfecta, Cataclismo. A momentos te traía malos recuerdos, pero eso te hacía aferrarte más a ella si cabe. La aferrabas con la misma firmeza y suavidad con la que habías visto a Velkan utilizarla. No era una situación ni de lejos similar, claro, pero dudabas que lo que tenías delante se pareciese en nada a cualquier cosa que hubieses podido ver antes: Frente a vosotros, apoyado sobre dos tentáculos de metal y sosteniendo con un tercero a Montgomery, se lo iba acercando a la cara mientras parecía examinarlo.
- Tú no eres...
- ¡Porque soy yo!
De golpe sus ojos no miraban a Montgomery. En su lugar, lentamente torció el gesto hacia ti. Estabas preparada para detener su ataque, cuando te diste cuenta de que no podías detener cuatro simples palabras:
- ¿Y tú quién eres?
Hatsume
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Aquel lugar era muy extraño. Cada vez comprendía menos de lo que estaba pasando. ¿No les reconocía a ellos ni a Montgomery? ¿Entonces qué diablos quería con ellos? A lo mejor estaba intentando engañarles para llevarse su presa. Miró a todo el mundo desde el tejado, preguntándose cuál era el mejor curso de acción. Atacar era una opción expeditiva, pero arriesgada y muy poco inteligente. No sabían cómo de fuerte era ese hombre y en caso de que no tuviese interés real en Montgomery, podía usarlo como rehén. Cierto era que no lo necesitaban vivo y que el mundo estaría mejor sin un hombre como él, pero si podía evitar que se derramase sangre en vano, lo haría. Además, empezaba a no tener muy claro si eran enemigos. Podía intentar quitarle a Montgomery. O podía intentar confundirle tanto que acabase sin tener muy claro qué hacía aquí.
- ¡Buenas! Soy Hatsume. Encantada de conocerte - dijo, saltando al suelo aminorando la caída con viento. Su actitud era extremadamente amistosa - ¿Y tú eres?
- ¿Y a ti qué te pasa, chica? - preguntó el hombre, con una mueca.
- Chico. Y es de buena educación presentarse - respondió, con una perfecta sonrisa.
- Doctor Matthew Calamari, chico.
- Chica. ¿Por qué Calamari? Tienes ocho extremidades, no diez - respondió, aún sonriendo.
- ¿Qué?
- Los calamares tienen diez tentáculos. Tú tienes cuatro tentáculos, dos piernas y dos brazos. Tu nombres es Calamari. Es un nombre de trabajo, ¿verdad? Oh, déjalo. Entonces buscabas a la araña, ¿verdad?
- ¡Sí! ¿Sabes do...? - preguntó apresuradamente el hombre.
- ¿Es él? - preguntó, señalando a Montgomery.
- No, p...
- ¿Es ella? - señaló a Alice.
- No, es...
- Para ser doctor pareces ser muy dado a la violencia gratuita. ¿Tu trabajo no es curar a gente?
- No soy esa clase de....
- Entonces, hablábamos de Ditko. Cuéntame, ¿es un compañero de trabajo, un ex-amante, un rival?
- Chica, estás empezando a acabar con mi...
- Soy un chico, ¿es que no escuchas? - respondió Hatsume, con un gesto de indignación perfectamente ensayado - El caso es que si ninguno de nosotros es la araña ni Ditko, ¿por qué no sueltas a Montgomery? Dudo que ir colgando así sea cómodo.
- A mí ya me da iguá tó - respondió el pirata, decaído - Ná podrá haserme olvidar esa cosa.
- ¡Chico! - empezó a gritar, furioso. Se detuvo por un momento y continuó, más calmado - En realidad supongo que eso tiene... sentido.
- Te he dicho que soy una chica.
Matthew perdió los papeles y dio un grito de frustración, llevándose las manos a la cabeza. Entonces arrojó a Montgomery a un lado, se dio media vuelta y comenzó a marcharse, farfullando rabioso y dando golpes a las paredes con los tentáculos. Menudo genio. No debía tener muchos amigos con ese carácter.
- No tengo ni idea de quién era ese tipo o qué quería, pero al menos ya tenemos a Mont...
En ese momento llegó un hombre pájaro volando, agarró a Montgomery con las garras y se elevó de nuevo, graznando. ¡Oh, venga ya!
- ¡Buenas! Soy Hatsume. Encantada de conocerte - dijo, saltando al suelo aminorando la caída con viento. Su actitud era extremadamente amistosa - ¿Y tú eres?
- ¿Y a ti qué te pasa, chica? - preguntó el hombre, con una mueca.
- Chico. Y es de buena educación presentarse - respondió, con una perfecta sonrisa.
- Doctor Matthew Calamari, chico.
- Chica. ¿Por qué Calamari? Tienes ocho extremidades, no diez - respondió, aún sonriendo.
- ¿Qué?
- Los calamares tienen diez tentáculos. Tú tienes cuatro tentáculos, dos piernas y dos brazos. Tu nombres es Calamari. Es un nombre de trabajo, ¿verdad? Oh, déjalo. Entonces buscabas a la araña, ¿verdad?
- ¡Sí! ¿Sabes do...? - preguntó apresuradamente el hombre.
- ¿Es él? - preguntó, señalando a Montgomery.
- No, p...
- ¿Es ella? - señaló a Alice.
- No, es...
- Para ser doctor pareces ser muy dado a la violencia gratuita. ¿Tu trabajo no es curar a gente?
- No soy esa clase de....
- Entonces, hablábamos de Ditko. Cuéntame, ¿es un compañero de trabajo, un ex-amante, un rival?
- Chica, estás empezando a acabar con mi...
- Soy un chico, ¿es que no escuchas? - respondió Hatsume, con un gesto de indignación perfectamente ensayado - El caso es que si ninguno de nosotros es la araña ni Ditko, ¿por qué no sueltas a Montgomery? Dudo que ir colgando así sea cómodo.
- A mí ya me da iguá tó - respondió el pirata, decaído - Ná podrá haserme olvidar esa cosa.
- ¡Chico! - empezó a gritar, furioso. Se detuvo por un momento y continuó, más calmado - En realidad supongo que eso tiene... sentido.
- Te he dicho que soy una chica.
Matthew perdió los papeles y dio un grito de frustración, llevándose las manos a la cabeza. Entonces arrojó a Montgomery a un lado, se dio media vuelta y comenzó a marcharse, farfullando rabioso y dando golpes a las paredes con los tentáculos. Menudo genio. No debía tener muchos amigos con ese carácter.
- No tengo ni idea de quién era ese tipo o qué quería, pero al menos ya tenemos a Mont...
En ese momento llegó un hombre pájaro volando, agarró a Montgomery con las garras y se elevó de nuevo, graznando. ¡Oh, venga ya!
Por un momento te sentiste muy ofendida, pensando que quién era ese hombre para no haberte reconocido. El enfado dejó paso a la confusión, pues no entendías qué más podía haberse comportado como una araña aparte de ti en ese lugar y aquel mismo día. Pero la confusión dejó paso a Hatsume. Conteniendo una risita al principio y bufando después asististe a una función que no habrías esperado encontrarte ahí. ¡El samurái tenía sentido del humor! Sin embargo resultaba excesivo. De alguna manera, no tenías muy claro por qué, el doctor Calamari le seguía la corriente. Era gracioso cuando creías que se seguían la corriente el uno al otro, pero que el decápodo de ocho patas estuviese siendo totalmente controlado dialécticamente por alguien que no sabía qué era una ardilla te hizo evidenciar una cosa: Doctorado e inteligencia no iban necesariamente de la mano.
Hatsume se aprovechaba de su género dudoso para confundir al tipo, claramente desesperado e incapaz de llamarlo siempre de la misma forma. Era frustrante ver que un hombre capaz de crear un exoesqueleto tentacular caía en las provocaciones con tanta facilidad, pero tampoco terminaba de extrañarte. Había gente con mucho orgullo, y a medida que los títulos se iban acumulando parecía que el derecho a la prepotencia se consolidaba con suma facilidad.
Llegó un punto en que se hastió tanto que soltó a Montgomery. Eso estaba bien, no era un cómplice ni un posible rival frente al que pelear. Afortunadamente para ti, que si bien tu costado estaba bien no creías que un segundo golpe fuese a resultar tan benevolente como el primero. Golpeaba con fuerza todo a su alrededor con sentida frustración, pero se marchaba. Cuando Hatsume empezó a hablar, sin embargo, un hombre alado con cresta mohawk agarró al maldito pirata y se lo llevó volando.
- ¡Me voy a cagar en todo! -gritaste, dándote cuenta tras un par de segundos de que probablemente Hatsume no comprendería aquella expresión-. Es una maldición. Lo dice la gente cuando se siente enfadada.
No te molestaste en explicarle que una maldición no era un conjuro. Tampoco lo creíste del todo necesario, aunque si de pronto abría un paraguas con miedo no esconderías una risotada. En cualquier caso tampoco te sonaba de nada el hombre que acababa de secuestrar a Montgomery, pero desde la calle te llegaban frases confusas de distintas personas:
- ¿Es un pájaro? -gritó una mujer.
- ¿Es un avión? -preguntó un anciano.
- ¿Qué es un avión? -se le respondió.
- Bueno, un avión es una máquina voladora impulsada por motores que lleva a la gente de un punto a a un punto b con mayor rapidez que un barco.
- ¿Desde un punto a a un punto b? ¡Un barco puede ir al c! ¡Y al z!
- ¡Es el temible Alimoche! -gritó un niño-. ¡Sale en mi tebeo de Pedro el Trepamuros!
Parpadeaste una vez. Y otra. En realidad estabas tan confusa que hasta empezaste a abrir la boca, tratando de articular preguntas que no llegabas a formular porque ni siquiera sabías cuál hacer. Sin embargo, ya tenías algo a lo que aferrarte: Se llamaba el Alimoche.
- En fin... -dijiste, finalmente-. ¿Cuántos raritos más tienen que aparecer antes de que podamos cobrar? -Comenzaste a avanzar por el tejado hasta llegar a la altura de Hatsume-. Por lo menos ahora sabemos dónde encontrarlo: Debe tener un nido no muy lejos.
Hatsume se aprovechaba de su género dudoso para confundir al tipo, claramente desesperado e incapaz de llamarlo siempre de la misma forma. Era frustrante ver que un hombre capaz de crear un exoesqueleto tentacular caía en las provocaciones con tanta facilidad, pero tampoco terminaba de extrañarte. Había gente con mucho orgullo, y a medida que los títulos se iban acumulando parecía que el derecho a la prepotencia se consolidaba con suma facilidad.
Llegó un punto en que se hastió tanto que soltó a Montgomery. Eso estaba bien, no era un cómplice ni un posible rival frente al que pelear. Afortunadamente para ti, que si bien tu costado estaba bien no creías que un segundo golpe fuese a resultar tan benevolente como el primero. Golpeaba con fuerza todo a su alrededor con sentida frustración, pero se marchaba. Cuando Hatsume empezó a hablar, sin embargo, un hombre alado con cresta mohawk agarró al maldito pirata y se lo llevó volando.
- ¡Me voy a cagar en todo! -gritaste, dándote cuenta tras un par de segundos de que probablemente Hatsume no comprendería aquella expresión-. Es una maldición. Lo dice la gente cuando se siente enfadada.
No te molestaste en explicarle que una maldición no era un conjuro. Tampoco lo creíste del todo necesario, aunque si de pronto abría un paraguas con miedo no esconderías una risotada. En cualquier caso tampoco te sonaba de nada el hombre que acababa de secuestrar a Montgomery, pero desde la calle te llegaban frases confusas de distintas personas:
- ¿Es un pájaro? -gritó una mujer.
- ¿Es un avión? -preguntó un anciano.
- ¿Qué es un avión? -se le respondió.
- Bueno, un avión es una máquina voladora impulsada por motores que lleva a la gente de un punto a a un punto b con mayor rapidez que un barco.
- ¿Desde un punto a a un punto b? ¡Un barco puede ir al c! ¡Y al z!
- ¡Es el temible Alimoche! -gritó un niño-. ¡Sale en mi tebeo de Pedro el Trepamuros!
Parpadeaste una vez. Y otra. En realidad estabas tan confusa que hasta empezaste a abrir la boca, tratando de articular preguntas que no llegabas a formular porque ni siquiera sabías cuál hacer. Sin embargo, ya tenías algo a lo que aferrarte: Se llamaba el Alimoche.
- En fin... -dijiste, finalmente-. ¿Cuántos raritos más tienen que aparecer antes de que podamos cobrar? -Comenzaste a avanzar por el tejado hasta llegar a la altura de Hatsume-. Por lo menos ahora sabemos dónde encontrarlo: Debe tener un nido no muy lejos.
Hatsume
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A ver, sí. Le había molestado volver a perder a Montgomery OTRA VEZ. Pero lo que no se había esperado era escuchar a Alice gritar así. No tenía muy claro qué había dicho, pero parecía alguna clase de maldición o juramento. Es decir, dudaba que literalmente pretendiese bajarse las bragas y empezar a cagar sobre todo lo que encontrarse. Lo que le molestó un poco fue que ella considerase necesario aclararle que no significaba literalmente eso. Arqueó una ceja y se cruzó de brazos.
- Alice, no soy tonta. Solo he vivido la mayor parte de mi vida en una isla que no mantiene contactos con el mundo exterior. - suspiró - En fin, ¿recuperamos nuestra captura?
Bueno, eso y que en su juventud solía a hacer pellas. En todas las clases. Y cuando la habían obligado a asistir, simplemente las había pasado dormida. Había sido una alumna muy rebelde a la que había sido muy difícil enseñarle cosas básicas como leer, escribir o hacer operaciones matemáticas básicas por pura falta de desinterés. Ya no hablemos de temas más avanzados. A lo único que había puesto interés real era a las clases de arquería. Mientras un grupo de gente teorizaba sobre qué era aquella criatura, Hatsume sacó el arco y una flecha, atendiendo solo a medias. Podía intentar matar al Alimoche de un tiro, pero aún no sabían por qué se lo había llevado. Habría estado feo, además de que Montgomery se mataría en la caída. Era mejor obligarle a bajar.
- ¿Un nido? ¿Pero de qué hablas, Alice? Los nidos los hacen los pájaros. Esa cosa es medio persona, debe tener una casa. ¿A lo mejor una casa nido?
Se encogió de hombros y tensó el arco. Apuntó cuidadosamente y prestó atención al viento. A aquella distancia y con su objetivo volando, iba a ser difícil hacer blanco. Especialmente porque las corrientes de aire eran peculiarmente erráticas: soplaban en rachas irregulares en intensidad y duración. Iba a tener que hacer trampas y recurrir a su propia hechicería para asegurar el tiro. Calculó el ángulo y cuánto tardaría el llegar el proyectil, y soltó la flecha al tiempo que generaba una corriente de aire en dirección al Alimoche. La saeta atravesó el ala izquierda de la criatura, que dio un grito de dolor y comenzó a volar con esfuerzo y escorarse.
- Lo tenemos - se guardó el arco y miró a Alice - Hora de correr. ¿Cómo te ves para ello?
- Alice, no soy tonta. Solo he vivido la mayor parte de mi vida en una isla que no mantiene contactos con el mundo exterior. - suspiró - En fin, ¿recuperamos nuestra captura?
Bueno, eso y que en su juventud solía a hacer pellas. En todas las clases. Y cuando la habían obligado a asistir, simplemente las había pasado dormida. Había sido una alumna muy rebelde a la que había sido muy difícil enseñarle cosas básicas como leer, escribir o hacer operaciones matemáticas básicas por pura falta de desinterés. Ya no hablemos de temas más avanzados. A lo único que había puesto interés real era a las clases de arquería. Mientras un grupo de gente teorizaba sobre qué era aquella criatura, Hatsume sacó el arco y una flecha, atendiendo solo a medias. Podía intentar matar al Alimoche de un tiro, pero aún no sabían por qué se lo había llevado. Habría estado feo, además de que Montgomery se mataría en la caída. Era mejor obligarle a bajar.
- ¿Un nido? ¿Pero de qué hablas, Alice? Los nidos los hacen los pájaros. Esa cosa es medio persona, debe tener una casa. ¿A lo mejor una casa nido?
Se encogió de hombros y tensó el arco. Apuntó cuidadosamente y prestó atención al viento. A aquella distancia y con su objetivo volando, iba a ser difícil hacer blanco. Especialmente porque las corrientes de aire eran peculiarmente erráticas: soplaban en rachas irregulares en intensidad y duración. Iba a tener que hacer trampas y recurrir a su propia hechicería para asegurar el tiro. Calculó el ángulo y cuánto tardaría el llegar el proyectil, y soltó la flecha al tiempo que generaba una corriente de aire en dirección al Alimoche. La saeta atravesó el ala izquierda de la criatura, que dio un grito de dolor y comenzó a volar con esfuerzo y escorarse.
- Lo tenemos - se guardó el arco y miró a Alice - Hora de correr. ¿Cómo te ves para ello?
- Oh -dijiste con sorpresa. Elocuente discurso-. Lo siento, no era mi intención.
Sin embargo que captase las frases hechas parcialmente te irritó un poco más. ¿Cómo podía ser capaz de entender que no ibas a ponerte a cagar ahí mismo pero luego te explicaba que se trataba de un humano disfrazado y por ende no iba a ser un nido, o al menos un nido al uso? Lo que te hizo alzar la ceja con leve molestia fue, sin embargo, su propuesta a priori lógica de una casa nido. Una guarida, en esencia, independientemente de la palabra que quisieras usar para describir su escondrijo. Lo importante era que estabas frente a un hombre que imitaba un personaje de cómic, concretamente uno que conocías muy bien debido a que tú en algún momento también habías leído "El asombroso Opilón", identidad secreta del héroe Pedro Metiche, un spin-off de las aventuras de Sora. Había captado muy bien las frustraciones adolescentes de muchas personas, asegurándose de crear un héroe carismático alrededor de un sencillo opilón -esencialmente una araña muy desagradable-.
- ¡Espera! -Te giraste hacia Hatsume. Acababas de caer en algo-. ¡Nos estamos enfrentando a los nueve nefarios!
Si el Germa era real, ¿por qué no iban a serlo los enemigos de Opilón? Por un momento te maldijiste a ti misma por no haberlo visto antes: Calamari, el genio de la ingeniería trastornado por su propia megalomanía y Gato Granada, un empresario de éxito que por una tostada en mal estado había desarrollado un trastorno de personalidad múltiple. Quizá que fuese de negro aquel día te había desorientado pues su tradicional traje granada era el que debía llevar, aunque en realidad los tebeos eran en blanco y negro y quizá no fuese una referencia al color sino a su uso de explosivos. Si habíais conocido a Gato Granada, Doctor Calamari y ahora al Alimoche. Dudabas que siguiesen el orden de aparición de la serie, pero ahora ya no te sorprenderías cuando apareciesen Pervie' el cazador, Secreto, Calambre, Saltman -un señor que llevaba una bolsa de sal para deshidratar o algo, aunque estabas segura de que era un alivio cómico-, el Xokas, el Gecko y... ¡Oh, no! No lo habías visto en un origen, pero Furmitri era Squirrho, el hombre kyeskayo envuelto en una densa piel de ardilla. Estaban ahí desde el principio, esperándoos.
- Prefiero volar -respondiste, con un toquecillo de palma al cinturón del que salían los ganchos.
Era una elección sencilla. Correr era doloroso, lo que te hacía lenta y vulnerable. Volar, sin embargo, era sencillo y te daba una ventaja enorme. Ibas deprisa y mientras no tratases de realizar giros sumamente bruscos ni siquiera era doloroso maniobrar. El aterrizaje era delicado, claro, pero cuando estabas preparada para él no suponía un verdadero problema. Cuando no lo estabas... Bueno, habías aprendido a utilizar con tino y gran habilidad a absorber impactos.
Lanzaste el gancho a una chimenea relativamente lejana y comenzaste a moverte. Te balanceabas para cambiar de dirección, pero también aprovechabas la velocidad para generar movimientos de ascenso parabólico que te alejasen del suelo, pudiendo simplemente retraer los rieles a mayor velocidad para ganar más empuje todavía. En esencia, volabas. No te gustaba engancharte a una bala, ni tampoco usar el abrigo alado. Muy estable para ti, muy aburrido. Poca emoción, preferías el riesgo de estamparte en cualquier momento.
Seguiste al Alimoche. La flecha se había clavado en su ala, pero a medida que te ibas acercando podías ver que esta no sangraba sino que, más bien, soltaba chispas. No obstante, no soltaba a Montgomery, por lo que en cuanto estuviste a distancia empuñaste la lanza contra su omóplato, hundiéndola en el mecanismo.
Si antes ha se escoraba, con un ala completamente inutilizada comenzó a caer y tú aterrizaste a sus pies.
- ¿Se puede saber quién eres? -preguntaste-. ¿Por qué nos robáis a Montgomery? ¡Es nuestro!
Sin embargo que captase las frases hechas parcialmente te irritó un poco más. ¿Cómo podía ser capaz de entender que no ibas a ponerte a cagar ahí mismo pero luego te explicaba que se trataba de un humano disfrazado y por ende no iba a ser un nido, o al menos un nido al uso? Lo que te hizo alzar la ceja con leve molestia fue, sin embargo, su propuesta a priori lógica de una casa nido. Una guarida, en esencia, independientemente de la palabra que quisieras usar para describir su escondrijo. Lo importante era que estabas frente a un hombre que imitaba un personaje de cómic, concretamente uno que conocías muy bien debido a que tú en algún momento también habías leído "El asombroso Opilón", identidad secreta del héroe Pedro Metiche, un spin-off de las aventuras de Sora. Había captado muy bien las frustraciones adolescentes de muchas personas, asegurándose de crear un héroe carismático alrededor de un sencillo opilón -esencialmente una araña muy desagradable-.
- ¡Espera! -Te giraste hacia Hatsume. Acababas de caer en algo-. ¡Nos estamos enfrentando a los nueve nefarios!
Si el Germa era real, ¿por qué no iban a serlo los enemigos de Opilón? Por un momento te maldijiste a ti misma por no haberlo visto antes: Calamari, el genio de la ingeniería trastornado por su propia megalomanía y Gato Granada, un empresario de éxito que por una tostada en mal estado había desarrollado un trastorno de personalidad múltiple. Quizá que fuese de negro aquel día te había desorientado pues su tradicional traje granada era el que debía llevar, aunque en realidad los tebeos eran en blanco y negro y quizá no fuese una referencia al color sino a su uso de explosivos. Si habíais conocido a Gato Granada, Doctor Calamari y ahora al Alimoche. Dudabas que siguiesen el orden de aparición de la serie, pero ahora ya no te sorprenderías cuando apareciesen Pervie' el cazador, Secreto, Calambre, Saltman -un señor que llevaba una bolsa de sal para deshidratar o algo, aunque estabas segura de que era un alivio cómico-, el Xokas, el Gecko y... ¡Oh, no! No lo habías visto en un origen, pero Furmitri era Squirrho, el hombre kyeskayo envuelto en una densa piel de ardilla. Estaban ahí desde el principio, esperándoos.
- Prefiero volar -respondiste, con un toquecillo de palma al cinturón del que salían los ganchos.
Era una elección sencilla. Correr era doloroso, lo que te hacía lenta y vulnerable. Volar, sin embargo, era sencillo y te daba una ventaja enorme. Ibas deprisa y mientras no tratases de realizar giros sumamente bruscos ni siquiera era doloroso maniobrar. El aterrizaje era delicado, claro, pero cuando estabas preparada para él no suponía un verdadero problema. Cuando no lo estabas... Bueno, habías aprendido a utilizar con tino y gran habilidad a absorber impactos.
Lanzaste el gancho a una chimenea relativamente lejana y comenzaste a moverte. Te balanceabas para cambiar de dirección, pero también aprovechabas la velocidad para generar movimientos de ascenso parabólico que te alejasen del suelo, pudiendo simplemente retraer los rieles a mayor velocidad para ganar más empuje todavía. En esencia, volabas. No te gustaba engancharte a una bala, ni tampoco usar el abrigo alado. Muy estable para ti, muy aburrido. Poca emoción, preferías el riesgo de estamparte en cualquier momento.
Seguiste al Alimoche. La flecha se había clavado en su ala, pero a medida que te ibas acercando podías ver que esta no sangraba sino que, más bien, soltaba chispas. No obstante, no soltaba a Montgomery, por lo que en cuanto estuviste a distancia empuñaste la lanza contra su omóplato, hundiéndola en el mecanismo.
Si antes ha se escoraba, con un ala completamente inutilizada comenzó a caer y tú aterrizaste a sus pies.
- ¿Se puede saber quién eres? -preguntaste-. ¿Por qué nos robáis a Montgomery? ¡Es nuestro!
Parecía que Hatsume iba a tardar en llegar. Te extrañaba haberlo visto propulsarse en el aire y que de pronto fuese incapaz de seguirte el ritmo, pero habías notado que se trataba de alguien un tanto torpe. Podría haberse tropezado con cualquier cosa o simplemente estar alucinando con la fauna local; no dudabas que de ver un gekko podría quedarse maravillado. Tú en realidad no tenías muy clara la fauna de Wano, pero si tenían lagartos dudabas que tuviesen los ojos tan saltones.
En cualquier caso te centraste en el Alimoche, que no parecía particularmente propenso a colaborar. Todavía llevaba enganchado a un Montgomery que temblaba mirando al vacío, no sabías si por Furmitri o por el festival de desgracias que le estaban sucediendo de pronto. En cualquier caso no te daba ninguna pena; es más, puede que te tomases la libertad de darle una patadita o dos mientras esperabas.
- Te lo preguntaré otra vez -dijiste, apuntando con la lanza a su cuello-. ¿Por qué nos robáis a Montgomery?
Una risa que sonó como un graznido fue la primera respuesta que obtuviste. Se intensificó cuando la punta rozó su yugular, hasta que finalmente se detuvo.
- Montgomery no se puede poseer -explicó-. Es un producto de la madre naturaleza.
- Sí, y de la endogamia también -contestaste-. ¿Por qué lo queréis?
- Es... Complicado. Te lo explico si quitas esa cosa de mi cosa.
No parecía el hombre más elocuente que te habías encontrado, pero aflojaste un poco. No mucho, solo lo justo para que pudiese hablar sin miedo a cortarse. Habías dejado una pequeña franja de sangre junto a su nuez -seguía sorprendiéndote lo afilada que estaba Cataclismo-, aunque no le diste importancia y esperaste pacientemente hasta que al buitre le dio por hablar.
- ¿Y bien?
- Sí, sí. -Tosió-. Montgomery vale dinero. Mucho dinero, y por si no lo sabes pelear contra Opilón es caro. Nunca se contiene, no le importan los daños colaterales... Ese villano debe ser detenido cuanto antes.
¿Opilón un villano? No tenía sentido.
- ¡Mientes! -gritaste-. Sois los Nueve Nefarios, los criminales más siniestros de toda Nueva Ballywood. Opilón es...
- ¡No nos llames nefarios, niña! Esa es una manipulación de la prensa sensacionalista para hacernos ver como una amenaza. Y somos gente honrada. Salvo Gato Granada. -Justo ibas a puntualizar-. Gato Granada está como una puta cabra. ¡Pero somos los Nueve Almas de Dios!
Desde luego el marketing no era lo suyo. Nueve Nefarios calaba mucho más.
- Y Opilón, según vosotros es...
- ¡Una amenaza! Torturó al pobre Norman hasta hacerlo enloquecer, me cosió alas en la espalda y convirtió a Dimitri Sqhir en un furro.
Desalmado.
En cualquier caso te centraste en el Alimoche, que no parecía particularmente propenso a colaborar. Todavía llevaba enganchado a un Montgomery que temblaba mirando al vacío, no sabías si por Furmitri o por el festival de desgracias que le estaban sucediendo de pronto. En cualquier caso no te daba ninguna pena; es más, puede que te tomases la libertad de darle una patadita o dos mientras esperabas.
- Te lo preguntaré otra vez -dijiste, apuntando con la lanza a su cuello-. ¿Por qué nos robáis a Montgomery?
Una risa que sonó como un graznido fue la primera respuesta que obtuviste. Se intensificó cuando la punta rozó su yugular, hasta que finalmente se detuvo.
- Montgomery no se puede poseer -explicó-. Es un producto de la madre naturaleza.
- Sí, y de la endogamia también -contestaste-. ¿Por qué lo queréis?
- Es... Complicado. Te lo explico si quitas esa cosa de mi cosa.
No parecía el hombre más elocuente que te habías encontrado, pero aflojaste un poco. No mucho, solo lo justo para que pudiese hablar sin miedo a cortarse. Habías dejado una pequeña franja de sangre junto a su nuez -seguía sorprendiéndote lo afilada que estaba Cataclismo-, aunque no le diste importancia y esperaste pacientemente hasta que al buitre le dio por hablar.
- ¿Y bien?
- Sí, sí. -Tosió-. Montgomery vale dinero. Mucho dinero, y por si no lo sabes pelear contra Opilón es caro. Nunca se contiene, no le importan los daños colaterales... Ese villano debe ser detenido cuanto antes.
¿Opilón un villano? No tenía sentido.
- ¡Mientes! -gritaste-. Sois los Nueve Nefarios, los criminales más siniestros de toda Nueva Ballywood. Opilón es...
- ¡No nos llames nefarios, niña! Esa es una manipulación de la prensa sensacionalista para hacernos ver como una amenaza. Y somos gente honrada. Salvo Gato Granada. -Justo ibas a puntualizar-. Gato Granada está como una puta cabra. ¡Pero somos los Nueve Almas de Dios!
Desde luego el marketing no era lo suyo. Nueve Nefarios calaba mucho más.
- Y Opilón, según vosotros es...
- ¡Una amenaza! Torturó al pobre Norman hasta hacerlo enloquecer, me cosió alas en la espalda y convirtió a Dimitri Sqhir en un furro.
Desalmado.
Hatsume
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Volar, ¿eh? Estaría bien poder hacer algo así. En realidad... ¿sería capaz? Se frotó la barbilla, pensativa. Si con su hechicería podía volverse de viento y el viento flotaba, ella también debería ser capaz de hacerlo. Pensó en las implicaciones y se planteó cómo hacerlo, mientras veía a Alice alejarse usando sus extrañas cuerdas propulsadas. Propulsadas. Pues claro. Inspiró hondo y se concentró en volver su cuerpo etéreo, como lo había hecho otras veces. Aún no estaba acostumbrada ni a hacerlo ni a la extraña sensación de notar su carne volverse gas. Entonces echó las manos hacia atrás y empezó a emitir viento, al principio flojo. Ante la mirada extrañada de algunos curiosos, empezó a acelerar gradualmente, deslizándose a unos centímetros sobre el suelo.
- Eso es... despacito y con buena letra.
La parte buena era que no podía tropezarse mientras se desplazaba de esa manera. Aunque sí podía perder de vista a Alice. De hecho, ¿dónde se había metido? Se percató de que no recordaba dónde había caído el Alimoche. Aquello iba a ser un problema. Comenzó a aumentar el ritmo un poco más y apuntó los chorros de viento un poco más bajo para empezar a ascender. La teoría de cómo ascender estaba bien, pero la práctica era otra cosa. Era la primera vez que lo intentaba. Y, cuando se vio ascendiendo en un ángulo más abierto de lo que esperaba, entró en pánico. Y así fue como empezó a mover las manos erráticamente y trazar violentos giros en el aire. Cada vez más mareado, perdió el control de su habilidad y se volvió de nuevo material.
- Hmmm. Esto es un problema.
Al menos que no se dijese que había perdido su calma y sentido del humor. Mientras caía, trató de recuperar el equilibrio y el control de su habilidad, pero antes de que pudiese experimentar más, algo pegajoso le tocó la espalda. Notó un fuerte tirón y vio el suelo alejarse de nuevo. Entonces alguien con un guante de escamas le agarró el brazo y lo ayudó a mantener el equilibrio sobre el tejado en el que acababa de aterrizar.
- Esto... gracias.
Se giró para mirar a la persona que le había salvado y dio un pequeño respingo. Resbaló del susto, pero el extraño le tenía férreamente sujeto. No era un humano. O no lo parecía al menos. Piel escamosa verde, ojos saltones y grandes como cocos, rostro reptiliano... eso sí, iba impecablemente vestido con un traje blanco y un sombrero muy gracioso con forma de cubo. El extraño le soltó y le saludó con el sombrero.
- No hay de qué, chico. ¿Necesitas ayuda para bajar?
- Chic... bueno, olvídalo. No, no necesito ayuda, gracias, solo unos segundos para recuperar el aire - se limpió el sudor de la frente - ¿No habrás visto a una chica rubia volando con cuerdas y un hombre pájaro?
- Ah, ¿buscas a Adriano? Está por allá. Creo que acaba de tener un mal aterrizaje.
- ¡Muchas gracias, señor!
Hombres reptil, hombres pájaro, hombres gato... ¿y las mujeres qué? ¿Era común que los hombres fuesen medio animales? ¿Eran solo las mujeres las normales? Tal vez por eso las Kuja se quedaban en su isla y no querían hombres alrededor. Eran criaturas demasiado raras. Tras bajar del tejado e ir en la dirección indicada a paso ligero, se encontró con un curioso espectáculo. Alice tenía atrapado a Alimoche y estaba hablando con él. Sin embargo, no veía a Montgomery por ningún lado. ¿No lo tenía Alimoche? Se fijó en que el hombre pájaro estaba aferrando una enorme exclamación verde. Oh, no...
- ¡Yo he leído esto en un cómic en el tren! - exclamó Hatsume - ¡Esto es cosa de Acertijo!
- ¿Qué es esto? ¿Un episodio crossover? - preguntó un hombre perro desde un balcón. ¿Otro furro como Furmitri?
- Eso es... despacito y con buena letra.
La parte buena era que no podía tropezarse mientras se desplazaba de esa manera. Aunque sí podía perder de vista a Alice. De hecho, ¿dónde se había metido? Se percató de que no recordaba dónde había caído el Alimoche. Aquello iba a ser un problema. Comenzó a aumentar el ritmo un poco más y apuntó los chorros de viento un poco más bajo para empezar a ascender. La teoría de cómo ascender estaba bien, pero la práctica era otra cosa. Era la primera vez que lo intentaba. Y, cuando se vio ascendiendo en un ángulo más abierto de lo que esperaba, entró en pánico. Y así fue como empezó a mover las manos erráticamente y trazar violentos giros en el aire. Cada vez más mareado, perdió el control de su habilidad y se volvió de nuevo material.
- Hmmm. Esto es un problema.
Al menos que no se dijese que había perdido su calma y sentido del humor. Mientras caía, trató de recuperar el equilibrio y el control de su habilidad, pero antes de que pudiese experimentar más, algo pegajoso le tocó la espalda. Notó un fuerte tirón y vio el suelo alejarse de nuevo. Entonces alguien con un guante de escamas le agarró el brazo y lo ayudó a mantener el equilibrio sobre el tejado en el que acababa de aterrizar.
- Esto... gracias.
Se giró para mirar a la persona que le había salvado y dio un pequeño respingo. Resbaló del susto, pero el extraño le tenía férreamente sujeto. No era un humano. O no lo parecía al menos. Piel escamosa verde, ojos saltones y grandes como cocos, rostro reptiliano... eso sí, iba impecablemente vestido con un traje blanco y un sombrero muy gracioso con forma de cubo. El extraño le soltó y le saludó con el sombrero.
- No hay de qué, chico. ¿Necesitas ayuda para bajar?
- Chic... bueno, olvídalo. No, no necesito ayuda, gracias, solo unos segundos para recuperar el aire - se limpió el sudor de la frente - ¿No habrás visto a una chica rubia volando con cuerdas y un hombre pájaro?
- Ah, ¿buscas a Adriano? Está por allá. Creo que acaba de tener un mal aterrizaje.
- ¡Muchas gracias, señor!
Hombres reptil, hombres pájaro, hombres gato... ¿y las mujeres qué? ¿Era común que los hombres fuesen medio animales? ¿Eran solo las mujeres las normales? Tal vez por eso las Kuja se quedaban en su isla y no querían hombres alrededor. Eran criaturas demasiado raras. Tras bajar del tejado e ir en la dirección indicada a paso ligero, se encontró con un curioso espectáculo. Alice tenía atrapado a Alimoche y estaba hablando con él. Sin embargo, no veía a Montgomery por ningún lado. ¿No lo tenía Alimoche? Se fijó en que el hombre pájaro estaba aferrando una enorme exclamación verde. Oh, no...
- ¡Yo he leído esto en un cómic en el tren! - exclamó Hatsume - ¡Esto es cosa de Acertijo!
- ¿Qué es esto? ¿Un episodio crossover? - preguntó un hombre perro desde un balcón. ¿Otro furro como Furmitri?
El grito de Hatsume te sobresaltó. Miraste a todas partes al instante, descubriendo sin mucha dificultad que en lugar de Montgomery un signo de admiración verde yacía junto al Alimoche. Volviste la vista hacia el samurái primero, y hacia el hombre perro que observaba desde un balcón después. ¿Otro mink? No parecía estar enfadado por lo que había sucedido aquella noche en English Garden, así que probablemente no se tratase de un furro.
Tras Hatsume llegó un hombre reptil en traje blanco. Casi al momento su piel escamosa se volvió humana, pero mantenía el rastro de su transformación en dos ojos amarillos de pupila rasgada. El Gecko era un hombre relativamente atractivo, y pese a que le faltaba una pierna parecía particularmente ágil utilizando su enorme cola para reemplazarla. Ya en su forma humana, apoyado sobre un bastón de ébano tallado, poseía una elegancia sobrenatural que le granjeaba cierta atención un tanto indiscreta por tu parte.
- Señorita, mis ojos están aquí arriba -te dijo.
- Y tu... -Te contuviste. No tenías quince años desde hacía mucho tiempo, y ya no había sido un buen chiste aquella vez-. Disculpa, es que no esperaba esto. En los cómics te ves siempre tan... ¿bestial?
- Propaganda. -Por su tono dedujiste que era algo que le molestaba mucho-. Opilón no solo es un delincuente y asesino sin escrúpulos, sino que además es hijo de uno de los mayores magnates de la prensa amarilla de todo el West Blue. Da igual qué haga, su padre siempre consigue cubrirlo y echarnos la culpa a nosotros.
- Y menos mal que casi nadie se cree que existimos -apuntó el Alimoche-. Si fuese de conocimiento general nos lincharía una horda de niños.
- Vale -cortaste-. Opilón es malo. ¿El acertijo también existe? -Señalaste el cartelón de gomaespuma-. Porque esto ya parece una broma.
- Hasta donde nosotros sabemos es solo una invención de South Blue Comics, pero para mucha gente nosotros somos solo una invención de Wonder Inc, así que... -El Gecko se encogió de hombros-. Podría existir.
Frunciste el ceño. No querías iniciar una trama de búsqueda basada en resolver puzles mentales solo para cobrar una recompensa. De todos modos diste la vuelta al signo de exclamación y descubriste un texto que rezaba: "Oro parece, plata no es, y si hace más de treinta segundos que has visto esto ¡PUM!".
Parpadeaste un par de veces, confusa. Por pura precaución lo tiraste lejos y contaste treinta segundos. Al no estallar asumiste que todo estaba bien, pero de golpe una explosión ensordecedora resonó por toda la isla. En medio de las montañas cementerio la estela de humo adoptó forma de hongo, alumbrando por un instante toda la isla.
- Espero que las pistas no vayan siendo detonaciones cada vez más potentes -dijiste, suspirando-. Vamos, Hatsume. Vamos...
Tras Hatsume llegó un hombre reptil en traje blanco. Casi al momento su piel escamosa se volvió humana, pero mantenía el rastro de su transformación en dos ojos amarillos de pupila rasgada. El Gecko era un hombre relativamente atractivo, y pese a que le faltaba una pierna parecía particularmente ágil utilizando su enorme cola para reemplazarla. Ya en su forma humana, apoyado sobre un bastón de ébano tallado, poseía una elegancia sobrenatural que le granjeaba cierta atención un tanto indiscreta por tu parte.
- Señorita, mis ojos están aquí arriba -te dijo.
- Y tu... -Te contuviste. No tenías quince años desde hacía mucho tiempo, y ya no había sido un buen chiste aquella vez-. Disculpa, es que no esperaba esto. En los cómics te ves siempre tan... ¿bestial?
- Propaganda. -Por su tono dedujiste que era algo que le molestaba mucho-. Opilón no solo es un delincuente y asesino sin escrúpulos, sino que además es hijo de uno de los mayores magnates de la prensa amarilla de todo el West Blue. Da igual qué haga, su padre siempre consigue cubrirlo y echarnos la culpa a nosotros.
- Y menos mal que casi nadie se cree que existimos -apuntó el Alimoche-. Si fuese de conocimiento general nos lincharía una horda de niños.
- Vale -cortaste-. Opilón es malo. ¿El acertijo también existe? -Señalaste el cartelón de gomaespuma-. Porque esto ya parece una broma.
- Hasta donde nosotros sabemos es solo una invención de South Blue Comics, pero para mucha gente nosotros somos solo una invención de Wonder Inc, así que... -El Gecko se encogió de hombros-. Podría existir.
Frunciste el ceño. No querías iniciar una trama de búsqueda basada en resolver puzles mentales solo para cobrar una recompensa. De todos modos diste la vuelta al signo de exclamación y descubriste un texto que rezaba: "Oro parece, plata no es, y si hace más de treinta segundos que has visto esto ¡PUM!".
Parpadeaste un par de veces, confusa. Por pura precaución lo tiraste lejos y contaste treinta segundos. Al no estallar asumiste que todo estaba bien, pero de golpe una explosión ensordecedora resonó por toda la isla. En medio de las montañas cementerio la estela de humo adoptó forma de hongo, alumbrando por un instante toda la isla.
- Espero que las pistas no vayan siendo detonaciones cada vez más potentes -dijiste, suspirando-. Vamos, Hatsume. Vamos...
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