Atsu y los siete [Omega - Blaze]

Cuando le asignaron el siguiente destino, Blaze asintió con calma y confirmó su disposición con un sonoro "sí, señor". No recordaba dónde estaba Karakuri, pero afortunadamente era consciente de sus limitaciones. Se retiró cuando Maxwell le tendió la orden y, apenas revisando el papel por una fracción de segundo, pidió permiso para retirarse. Dedicó la mayor parte del tiempo que tenía para prepararse a investigar a fondo Karakuri, también a calcar sus mapas y a hacer esmerados apuntes acerca de cada detalle importante acerca de su relieve. Sabía que no tardaría mucho en olvidarlo todo, y por eso aquel ritual era completamente necesario.

Tras completar sus apuntes preparó la bolsa de forma expeditiva, evitando todos los "por si acasos" inviables así como todos aquellos que se pudiesen suplir en una tienda o, simplemente, no tuviesen sentido. Si algo había aprendido era que si metía dos camisas bajo la premisa de que dos días seguidos iba a mancharse, nada le hacía pensar que no se fuese a manchar dos o quizá tres veces en el mismo día. Llevar un repuesto y jabón era, en última instancia, una solución mucho más inteligente. Sin embargo introdujo un par de piedras de afilar y frascos de aceite, así como tres petacas y una botella de absenta. El absenta era de las mejores bebidas que podía llevar al frente ya que podía mezclarlo con zumos o agua para coger un punto que le ayudase a superar su ansiedad y, del mismo modo, era un buen combustible para iniciar fuegos de necesitarlo. Aunque sería un desperdicio, por supuesto.

Esa noche durmió mal. No supo identificar por qué, tan solo que durmió mal. El barco no se había movido demasiado, ni se había despertado más de lo normal. Cuando se levantó dio un modesto trago a un vaso de grog que había cogido por la noche y, algo más dispuesto, se levantó de la cama.

Karakuri era un lugar frío, así que se vistió de manera acorde. Botas altas de cuero con forro, pantalones de montaña y dos capas de camisa, así como una gabardina azul marino con el emblema de la Legión. También se puso un gorro para protegerse de las ventiscas, saliendo del camarote nada más cerciorarse de que estaba presentable y formando en cubierta antes que ninguno de sus compañeros.

La misión... Bueno, el decano Maxwell no parecía saber mucho más que él al respecto. En Karakuri había tecnología que al parecer una célula revolucionaria estaba tratando de obtener, aprovechando sobre todo el aparente desinterés del Gobierno Mundial en la isla. El plan era algo menos elaborado que en otras ocasiones: Tomar las armas, neutralizar a los ladrones y rescatar la tecnología robada. Seguía estando bajo la jurisdicción de la Legión, al fin y al cabo, por lo que la discreción no era un requisito indispensable. Aunque claro, habían comentado, casi de forma ritual y sin darle demasiada importancia, que lo ideal sería minimizar bajas civiles.

Así pues, acompañado por seis zopencos, desembarcó en el puerto de Karakuri y comenzó a caminar hacia el interior de la isla.

Karakuri... ¿por qué Karakuri? Sardia le hubiese servido. O Arabasta. O las islas desérticas de San Faldo. Cualquier clase de desierto menos uno frío. A pesar de ir totalmente envuelto en varias capas de ropa térmica y protegido por un grueso abrigo y pantalones de nieve, gorro, máscara, guantes, botas y gafas, seguía pasando frío. Aún encima todo aquel equipo le hacía sentirse incómodo y vulnerable. No podía percibir las vibraciones bien con tantas capas de ropa. En realidad tampoco podría haberlo hecho aunque hubiese podido resistir el frío y desnudarse la mano. La nieve no conducía tan bien las vibraciones como un suelo estable. Sin embargo, no tenía más remedio. Su actual tarea le obligaba a estar allí. La ropa que llevaba llevaba patrón de camuflaje invernal para pasar desapercibido en la nieve, y hasta su rifle había recibido una capa de pintura similar. Y así, totalmente camuflado, estaba en el suelo sobre una colina, parcialmente cubierto por nieve y con el rifle dispuesto en modo francotirador.

El comando revolucionario "Doble o Nada" había sido localizado por la rama de inteligencia. Estaban actuando en la isla. tras una serie de operaciones de investigación y lograr infiltrar a un topo entre los simpatizantes de la Revolución, habían conseguido descubrir su propósito: sabotear un proyecto del departamento científico. La producción tecnológica de Karakuri era de la más puntera que tenían a su disposición, y un laboratorio concreto surtía al CP8 de un compuesto que necesitaban para el proyecto Corpus Perfectum. Atsu había oído hablar del proyecto, aunque no tenía claro en qué consistía. Tan solo sabía que había muchos recursos invertidos en él y los máximos protocolos de seguridad. Se había acabado filtrando su existencia, como era inevitable, pero nadie parecía saber su propósito. Probablemente la Revolución tampoco, pero sí habían averiguado que aquel laboratorio era uno de los pilares del proyecto. Pretendían neutralizarlo y robar el compuesto para su estudio.

Su tarea era apoyar discretamente al destacamento de la Legión que había sido enviado a evitarlo. O, más bien, ser el verdadero cuchillo en las sombras. La presencia de la Legión era una distracción. La idea era que la Revolución se tuviese que cuidar de ellos y no viese venir el verdadero golpe. Sin embargo, para que fuese una distracción creíble, tenía que encargarse de evitar que los legionarios cayesen en emboscadas y que pusiesen en auténticos problemas al comando. Ahí sería cuando él golpearía y capturaría al líder del comando para averiguar cuánto sabía. La misión en sí ya era complicada, pero tener que hacerla en aquel puto infierno blanco... eso era un auténtico dolor en el culo.

- Apareced de una vez... - murmuró, molesto.

Como era de esperar, le tocaba a él hacer de guía. No de líder expedicionario, ni siquiera de jefe de comando, no. De guía. Eso se traducía de manera bastante prosaica en que él podía tratar de llevar por el buen camino a sus compañeros que no tendría ninguna autoridad para ordenarles dejar de hacer el imbécil cuando, previsiblemente, lo hicieran. Blaze no disfrutaba especialmente del trabajo en equipo fundamentalmente por eso: Siempre había un gracioso al que controlar era casi imposible, y llegar a las manos con un compañero en plena misión podía hacer que lo traicionasen en el peor momento. Por eso, con cierta molestia, asumió que debía transigir.

- ¡Por aquí! -advirtió, señalando al noroeste mientras ojeaba con cierta obsesión sus notas. Si no había apuntado nada mal por error estaban a apenas cuarenta minutos de camino antes de llegar a la puerta del complejo a defender.

Ese día no iban a recibir más órdenes. No les habían dado un consejo para organizarse adecuadamente ni habían pretendido que les importase si se establecían en la puerta o en lo bajo de la colina. Se suponía que solo había un acceso al centro de experimentación, pero a pesar de todo prefirió no dejar cabos sueltos: Si estaban en el valle o a medio camino tendrían menos tiempo de reacción y un ángulo más amplio a cubrir. Subiendo podrían contactar con el personal de seguridad interna del laboratorio, darles algunas instrucciones y preguntarles acerca de la situación para poder moverse mejor sobre el terreno. Aunque sus compañeros no parecían muy por la labor.

- ¿Por qué tenemos que subir hasta ahí? Sacamos las armas y hacemos tiro al blanco.

Mala idea. Poca probabilidad de acertar un disparo en trayectoria ascendente. Además se expondrían a fuego de respuesta con una ventaja táctica muy poderosa.

- Son las órdenes -respondió parcamente sin dejar de caminar.

- Las órdenes son cazar a los revolucionarios, no subir hasta la factoría -protestó un segundo-. No hace falta ir tan alto para matarlos.

- Pero sí para salvar la mercancía si pasa cualquier cosa inesperada -dijo un tercero-. ¿Qué pasará si deciden incendiar el laboratorio?

- Exacto -confirmó.

- ¡Vamos! No te creerás que mandan a putos soldados para capturar al escuadrón más profesional, ¿verdad? Van a ser unos pringados, como nosotros.

Blaze empezaba a hartarse.

- Si mantienes esa actitud, nunca vas a dejar de ser uno.

No dijo nada más. Escuchó protestas de dos y el grupo se partió. Con él siguieron dos, mientras que los demás se quedaron abajo. Se dijo a sí mismo que no importaba, que mientras hiciesen guardia abajo no tener que cuidar de ellos era casi un buen valor. En cualquier caso ascendió por la montaña hasta llegar a la puerta del sitio, donde un hombre armado esperaba, formando. Llevaba ropa de abrigo, pero su uniforme no pertenecía a la Legión.

- Buen día -dijo, poniendo recto el cuerpo y adoptando la postura de saludo-. Somos el equipo especial enviado por la Legión; supongo que estarán al tanto. ¿Pueden darnos algún dato adicional?

Al fin los vio aparecer. ¿Solo siete? Esperaba que al menos fuesen hábiles. Amplió el zoom de la mira de francotirador y examinó sus ropas. Era difícil de decir con aquellas pesadas vestimentas de abrigo, pero no veía que ninguno llevase ningún distintivo que lo señalase como oficial o suboficial. De hecho por sus caras algunos parecían jovenzuelos sin experiencia. Que vaya, él también era joven, pero él llevaba ya más de quince años entrenándose y doce luchando. Era difícil decir qué le hacía deducirlo dado que era una suma de muchos factores, pero sólo viendo su forma de caminar, sus rostros y actitud general se hacía idea de quiénes tenían experiencia y quiénes no del grupo. Y la mayoría estaban muy verdes. El que abría la marcha parecía ser algo más experimentado que el resto. Por lo menos parecía prestar más atención a su entorno, hablando de lo cual... Giró la rueda de la mira para reducir el zoom y comenzó a vigilar las zonas cercanas en busca de enemigos.

Pasó los siguientes minutos vigilando las colinas y bosques de los alrededores, mientras los legionarios se abrían paso a través del páramo helado hacia la elevación donde estaba el complejo. La zona parecía totalmente limpia de presencia humana salvo por los zopencos que se afanaban en atravesar la nieve. Maldito frío, siempre le ponía de un humor de perros. Al pie de la colina, el grupo se detuvo. ¿Qué hacían? Apuntó con el arma para poder verles a través de la mira. Parecían estar hablando algo. El lenguaje corporal de algunos era un poco agresivo. Discutían. Los muy imbéciles se habían puesto discutir en mitad de la operación. ¿No tenían un superior al mando? ¿Qué clase de idiotas había enviado la Legión? Poco después el grupo se dividió: tres se dirigieron al complejo y cuatro se quedaron abajo en mitad de la nieve. Con sus abrigos oscuros y parados en el valle sin ninguna clase de cobertura eran blancos fáciles. Esos imbéciles no durarían ni dos minutos cuando "Doble o Nada" llegase hasta allí.

- Me cago en vuestro muertos y la cochina suerte que ha arrastrado vuestros culos a mi operación. De hecho, me cago en el cabrón de vuestro superior que me ha hecho cargar con vosotros - masculló, dando rienda suelta a su malhumor.

Cambio de planes. Iba a tener que intervenir de manera directa, porque aquellos tipos no iban a servir de distracción. Sin embargo... estaba él solo. Salvo que alguno de los legionarios le sorprendiese con fabulosas e inesperadas dotes de combate, iba a necesitar ser astuto. Y dado que eso solo ocurría en los cómics, más le valía ir pensando en un plan. Usar tácticas de guerrilla y eliminar a los miembros del comando uno a uno podía funcionar. "Si las cosas se ponen feas, déjame echar una mano" dijo la voz pragmática. "Eres fuerte, pero a veces te falta resolución de matar, olvidarte por un momento de lo que es ético. Por eso estoy aquí." Omega no tuvo tiempo a valorar la propuesta o preguntarse si definitivamente había perdido la cabeza, pues su segunda voz, la ética, apareció de golpe "La última vez que aceptaste su ayuda, despertaste en un hospital y tu objetivo había huido. ¿Realmente quieres aceptarla de nuevo?" Las dos voces se enzarzaron en una discusión. Omega frunció el ceño y suspiró.

- Esta va a ser una larga guardia.

Era de tez pálida, calvo y con un bigote de lápiz perfilando sus labios carnosos. Su mirada adusta a través de dos ojos marrones se clavó en Blaze durante unos instantes, como si tratase de medirlo antes de contestar. Correteó rápidamente por su cuerpo buscando galones o algo que lo identificase, a él o a cualquiera de sus compañeros. Con el ceño fruncido, suspiró.

- Teniente Soppah de la guardia científica de Karakuri -era habitual que en algunas islas mantuviesen el nombre ritual de sus unidades; también que no respondiesen ante la indumentaria propia de la Legión mientras esta no requiriese de ellas-. Estábamos esperando, sí, pero... -Obvió sus siguientes palabras, aunque los tres dedujeron que esperaba a alguien más experimentado. A decir verdad, Blaze también-. En este complejo se investigan muchas cosas -explicó-. El ala oeste está enclavada en la montaña y su seguridad es casi impenetrable, por lo que la mayoría de los avances de categoría A y S se llevan ahí. En el ala este se investigan los prototipos, mayormente, salvo los de tipo medicamento, que... -Señaló un edificio bajo, de como mucho un par de plantas, de unos cincuenta metros de largo. No estaba conectado al resto del complejo, al menos en apariencia, y su seguridad a simple vista era deficiente-. No podemos introducir civiles en las instalaciones regulares, por lo que en algún momento se construyó el anexo Alpha. Solía ser seguro, pero desde hace unos meses hemos detectado pérdidas en el inventario. Al principio cosas pequeñas, pero poco a poco han acabado robando un prototipo de Corpus Perfectum. ¿Sabéis lo que es?

Por ritual, Blaze negó con la cabeza. Todo el mundo había oído hablar de esa línea de investigación, pero nadie sabía qué podía hacer -si bien, en realidad, el nombre del compuesto resultaba bastante autoexplicativo-. Solía tratarse como un secreto a voces, del cual nadie sin autorización hablaba nunca aunque nadie se sorprendía cuando un Centurión pasado de copas comenzaba a hablar sobre él y todo lo que podrían conseguir con su ayuda.

- En cualquier caso, señor -respondió finalmente Blaze-, quiero entender que la seguridad del anexo no será tan endeble como parece.

- Hay control de entrada y de salida, soldado. También rondas de seis guardias en parejas rodeando el recinto las veinticuatro horas, y desde el complejo principal vigilancia armada. He ahí el problema: A pesar de eso, han conseguido robarnos no pocas veces, y no los hemos visto ni una sola vez.

Suspiró.

- Parece una misión de inteligencia.

Soppah asintió.

- Lo es. Pero sí tenemos algunos indicios acerca de los responsables: Douglas Blettner está en la isla.

Blettner... Blettner... Pensando un momento cayó en la cuenta: El líder de Doble o Nada, una organización asociada a la Armada Revolucionaria con estrechos contactos en el Bajo Mundo. Se habían ganado cierta fama en tiempos pasados como cazadores de recompensas, más tarde saqueadores de barcos y, últimamente, como miembros de la Armada. En realidad su currículum cuadraba bastante bien con el modus operandi de la organización, pero si alguien tan ducho se había dejado ver era porque quería que fuesen tras él.

- Scott.

- Dime -respondió otro soldado. No se llevaban especialmente bien, pero era serio.

- Llama a los de abajo. Que busquen a Blettner.

- Pero si eso es lo que quiere.

- Exacto.