Fitzgerald Santelmo
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fuerza
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Akuma no mi
Varios
FITZGERALD
Datos básicos | |||||
---|---|---|---|---|---|
Raza | Humano | Edad | 28 | Género | Hombre |
Apodo | N/A | Facción | Pirata | Empleo | Pirata desconocido |
Trasfondo
Es heredero único de los Santelmo, una acaudalada familia de industriales del Reino oscuro de Drum que se había enriquecido por medios más o menos turbios a
finales de siglo y que, sin mucho esfuerzo, habían seguido acumulando patrimonio hasta que una trágico accidente en la empresa matriz desde la que operaban se los llevó por delante.
Según se cuenta en los ambientes de alcurnia, los Santelmo pasaban tanto tiempo administrando sus negocios que a penas se ocuparon de la instrucción de su único hijo, Fitzgerald, del que nunca se conoció mérito alguno. Al contrario, ni cuatro años pasaron desde que recibió la herencia hasta que la malgastó en banalidades.
No se le conocen amigos ni amoríos, sólo un pasado del que no se puede resaltar más que es, efectivamente, pasado. Como todo lo que tenía y de lo que disfrutaba nunca fue suyo, no supo administrarlo. Se dejó los primeros millones en locales de la noche; los siguientes, en alcohol y cuando parecía que no le quedaba más de un tercio de lo que había heredado, lo apostó, perdiendo con ellos también la dignidad, si es que en algún momento la tuvo.
Ya en la indigencia, gastaba las mañanas colaborando en un albergue para desgraciados de la ciudad que algún alma caritativa financiaba desde el anonimato. Allí, entre sopas incomibles y compañía miserable, adquirió el gusto por la lectura. Ocurrió todo de manera que Fitzgerald nunca se percató de cómo empezó su mente a divagar con el mundo más allá de los mares; resulta que lo único que sabía aquel pobre era leer y escribir, por lo que se le encomendó la noble tarea de amenizar las tardes vociferando novelas viejas del único estante que había en el local.
Así, como al Quijote, se le terminó de secar el cerebro. Soñaba a menudo con ser protagonista de gestas titánicas, encontrar tesoros ocultos y descubrir islas pobladas sólo por mulatas de las que a uno se le arriman al cuerpo con ese ritmo isleño y le susurran «ay, papito, dame plaser, dame plaser».
A tanto llegó la obsesión del desocupado por lanzarse a la aventura que un día, uno de esos días que podría ser cualquiera, se atavió con la única muda que tenía, un zurrón y las cadenas que había robado de una obra cercana (con las que hacía ademán de entrenar cuando las fantasías desbordaban su cabeza y le pedían que pasara a la acción) y partió, sin rumbo.
finales de siglo y que, sin mucho esfuerzo, habían seguido acumulando patrimonio hasta que una trágico accidente en la empresa matriz desde la que operaban se los llevó por delante.
Según se cuenta en los ambientes de alcurnia, los Santelmo pasaban tanto tiempo administrando sus negocios que a penas se ocuparon de la instrucción de su único hijo, Fitzgerald, del que nunca se conoció mérito alguno. Al contrario, ni cuatro años pasaron desde que recibió la herencia hasta que la malgastó en banalidades.
No se le conocen amigos ni amoríos, sólo un pasado del que no se puede resaltar más que es, efectivamente, pasado. Como todo lo que tenía y de lo que disfrutaba nunca fue suyo, no supo administrarlo. Se dejó los primeros millones en locales de la noche; los siguientes, en alcohol y cuando parecía que no le quedaba más de un tercio de lo que había heredado, lo apostó, perdiendo con ellos también la dignidad, si es que en algún momento la tuvo.
Ya en la indigencia, gastaba las mañanas colaborando en un albergue para desgraciados de la ciudad que algún alma caritativa financiaba desde el anonimato. Allí, entre sopas incomibles y compañía miserable, adquirió el gusto por la lectura. Ocurrió todo de manera que Fitzgerald nunca se percató de cómo empezó su mente a divagar con el mundo más allá de los mares; resulta que lo único que sabía aquel pobre era leer y escribir, por lo que se le encomendó la noble tarea de amenizar las tardes vociferando novelas viejas del único estante que había en el local.
Así, como al Quijote, se le terminó de secar el cerebro. Soñaba a menudo con ser protagonista de gestas titánicas, encontrar tesoros ocultos y descubrir islas pobladas sólo por mulatas de las que a uno se le arriman al cuerpo con ese ritmo isleño y le susurran «ay, papito, dame plaser, dame plaser».
A tanto llegó la obsesión del desocupado por lanzarse a la aventura que un día, uno de esos días que podría ser cualquiera, se atavió con la única muda que tenía, un zurrón y las cadenas que había robado de una obra cercana (con las que hacía ademán de entrenar cuando las fantasías desbordaban su cabeza y le pedían que pasara a la acción) y partió, sin rumbo.
Personalidad
Tras dilapidar la fortuna familiar, Fitzgerald no es más que un mendigo de gran locuacidad que anhela la anodina conversación casi tanto como un baño caliente, un plato de lentejas con chorizo y una muda limpia. De los demás sólo espera algún asentimiento puntual y que hagan como que le escuchan cuando cuenta toda suerte de correrías, unas pocas ciertas y otras fruto de fabulaciones febriles.
Cuando se trata de trabajo, no hay argucia para evadirlo que no se le ocurra. Se cuela en todos sitios a golpe de labia, siempre asumiendo identidades ficticias, y aunque rara vez consigue sus propósitos, suele acaba logrando lo justo para salvar la jornada.
Nunca le instruyeron en la disciplina, y esto dejó huella en sus hábitos: es desordenado, algo dejado con lo suyo y mucho con lo ajeno, impuntual e inconstante. No le gusta la rutina, pero tampoco salirse de ella. La actividad que siempre prefiere es no hacer nada haciendo que hace algo.
A medida que han ido transcurriendo los años, ha venido crecido en él el convencimiento de que aquella lenta procesión de la vida en la pobreza, un mundo de quietud, miseria y rencores velados, era tan natural como el agua del grifo, y que aquella tristeza muda que sangraba por las paredes de su ciudad natal era el verdadero rostro de la realidad fuera de las novelas.
Cuando se trata de trabajo, no hay argucia para evadirlo que no se le ocurra. Se cuela en todos sitios a golpe de labia, siempre asumiendo identidades ficticias, y aunque rara vez consigue sus propósitos, suele acaba logrando lo justo para salvar la jornada.
Nunca le instruyeron en la disciplina, y esto dejó huella en sus hábitos: es desordenado, algo dejado con lo suyo y mucho con lo ajeno, impuntual e inconstante. No le gusta la rutina, pero tampoco salirse de ella. La actividad que siempre prefiere es no hacer nada haciendo que hace algo.
A medida que han ido transcurriendo los años, ha venido crecido en él el convencimiento de que aquella lenta procesión de la vida en la pobreza, un mundo de quietud, miseria y rencores velados, era tan natural como el agua del grifo, y que aquella tristeza muda que sangraba por las paredes de su ciudad natal era el verdadero rostro de la realidad fuera de las novelas.
Apariencia
Es un hombre de estatura media pero con una envergadura que desmiente su apariencia engañosa, una sinfonía de líneas esculpidas con maestría por la falta de dinero, el entrenamiento sin sentido y el hambre. Su figura esbelta se entrelaza con un tono muscular bien definido que contrasta con su expresión siempre entre despreocupada y desganada.
La corriente de su cabello rojo, medio desordenado, le da un aire de rebeldía que poco tiene que ver con la mirada cansada de sus ojos azules, que reposan sobre ojeras y las marcas de edad típicas de quienes están a punto de entrar en la treintena. Normalmente, lleva la barba a medio crecer, se dice a sí mismo que le añade un toque de misterio a su rostro, pero es por vagancia.
Aunque se pasea por el albergue en calzoncillos, cuando sale a la calle procura hacerlo siempre vestido. Utiliza ropa cómoda, no tiene preferencias por colores o materiales, le sirve cualquiera que le cubra del frío. Las prendas con las que cuenta son las que ha conseguido de la beneficencia: camisetas, camisas de segunda mano, botas con la suela despegada, ropa interior de dudosa procedencia, calcetines con agujeros incómodos y una chaqueta marrón a la que guarda especial aprecio por ser lo único que puede usar de sobretodo en los días más gélidos.
Para este personaje se va a utilizar el físico de Fanzell Kruger (Black Clover).
La corriente de su cabello rojo, medio desordenado, le da un aire de rebeldía que poco tiene que ver con la mirada cansada de sus ojos azules, que reposan sobre ojeras y las marcas de edad típicas de quienes están a punto de entrar en la treintena. Normalmente, lleva la barba a medio crecer, se dice a sí mismo que le añade un toque de misterio a su rostro, pero es por vagancia.
Aunque se pasea por el albergue en calzoncillos, cuando sale a la calle procura hacerlo siempre vestido. Utiliza ropa cómoda, no tiene preferencias por colores o materiales, le sirve cualquiera que le cubra del frío. Las prendas con las que cuenta son las que ha conseguido de la beneficencia: camisetas, camisas de segunda mano, botas con la suela despegada, ropa interior de dudosa procedencia, calcetines con agujeros incómodos y una chaqueta marrón a la que guarda especial aprecio por ser lo único que puede usar de sobretodo en los días más gélidos.
Para este personaje se va a utilizar el físico de Fanzell Kruger (Black Clover).
Fortalezas
-Don de la palabra (B) (Talento): Gracias a la lectura, encontró la forma de saber qué decir en el momento oportuno.
-Tolerancia al alcohol (C) (-30): Malgastar su dinero en bebida sirvió para algo.
-Tolerancia al alcohol (C) (-30): Malgastar su dinero en bebida sirvió para algo.
Debilidades
-Tarde a todos lados (E) (+2): Ni en su vida de rico ni en la de pobre tuvo jamás que lidiar con un despertador.
- Mal gusto (F) (+2): Le costaba mantener su imagen cuando de ello se ocupaban los criados.
- Poco decoro (E) (+10): Caballero, estos calzoncillos SON mi ropa.
- Perezoso (E) (+10): Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana.
- Caótico (C) (+30): Cuando tuvo cosas, las ordenaban otros; ahora que no tiene nada, no le hace falta ordenar.
- Mal gusto (F) (+2): Le costaba mantener su imagen cuando de ello se ocupaban los criados.
- Poco decoro (E) (+10): Caballero, estos calzoncillos SON mi ropa.
- Perezoso (E) (+10): Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana.
- Caótico (C) (+30): Cuando tuvo cosas, las ordenaban otros; ahora que no tiene nada, no le hace falta ordenar.
Estilo de lucha
No es un maestro de artes marciales ni un discípulo de ninguna escuela formal, sino un individuo que ha dedicado innumerables horas a explorar y perfeccionar un estilo propio, basado en la intuición, la creatividad y lo que se iba imaginando a raíz de lo que leía en sus novelas.
Su entrenamiento autodidacta lo ha llevado a descubrir la versatilidad de las cadenas en diversos entornos urbanos. Utiliza barandillas, postes y obstáculos para lanzarse en movimientos fluidos y esquivar ataques; sin embargo, como todavía no se ha enfrentado a un oponente real, no domina el ataque directo con ninguna herramienta, prefiere usar los puños y la fuerza bruta.
Su entrenamiento autodidacta lo ha llevado a descubrir la versatilidad de las cadenas en diversos entornos urbanos. Utiliza barandillas, postes y obstáculos para lanzarse en movimientos fluidos y esquivar ataques; sin embargo, como todavía no se ha enfrentado a un oponente real, no domina el ataque directo con ninguna herramienta, prefiere usar los puños y la fuerza bruta.
Armas
- Cadena
Atributos | |||||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Fuerza | 4 | Velocidad | 6 | Destreza | 5 | Agudeza | 7 | Instinto | 4 |
Fortaleza | 5 | Agilidad | 6 | Precisión | 4 | Intelecto | 4 | Energía | 200 |
Saberes
- Interpretación: Nivel 1
Pertenencias
- Cadena: Dispositivo metálico cuyo fin original era la manipulación de carga pesada en espacios confinados. Está compuesta por eslabones de acero unidos entre sí. Mide cinco metros. Pesa, aproximadamente, 7.5 kilogramos.
¡Buenas! Soy un moderador cualquiera y vengo a hacer cosas de moderador... O algo así.
En primer lugar una ficha muy completita, solo falla en dos apartados: Fortalezas/Debilidades y Atributos, que has debido hacer mal los cálculos. Solo por mencionarlo, tienes por humano una fortaleza B o menor gratis, y las fortalezas de rango B cuestan 40 puntos, no 20.
En cualquier caso, te quedan por invertir entre 74 y 104 puntos, según si te has aplicado los bonos raciales o no.
En cualquier caso puedes ir arreglando esto y pasar por el censo igualmente para que te demos color.
Bienvenido a OPD.
En primer lugar una ficha muy completita, solo falla en dos apartados: Fortalezas/Debilidades y Atributos, que has debido hacer mal los cálculos. Solo por mencionarlo, tienes por humano una fortaleza B o menor gratis, y las fortalezas de rango B cuestan 40 puntos, no 20.
En cualquier caso, te quedan por invertir entre 74 y 104 puntos, según si te has aplicado los bonos raciales o no.
En cualquier caso puedes ir arreglando esto y pasar por el censo igualmente para que te demos color.
Bienvenido a OPD.
Fitzgerald Santelmo
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Akuma no mi
Varios
¡Buenas!
Salvo error por mi parte, ya debería estar todo en orden (?)
Gracias
Salvo error por mi parte, ya debería estar todo en orden (?)
Gracias
Gobierno Mundial OPD
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Perfecto. Pues dado que ya estás censado y roleando, solo posteo para que sepamos que ya hemos estado aquí. Un saludo.
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