Hacía apenas 24 horas que la embarcación de Meninas había zarpado de Amazon Lily rumbo al East Blue donde aparentemente se encontraban los últimos miembros de su familia biológica que aún quedaban con vida, sus hermanos. Poca era la información que habían podido recoger al respecto dada la poca información que la propia pirata podía ofrecer acerca de estos puesto que fueron separados a una edad muy temprana y los recuerdos de esta aún eran borrosos, sobre todo desde el ataque de la marina que la obligó a estar encerrada en un baúl flotando en el mar antes de llegar a la isla de las amazonas. No obstante, ¿qué importaba aquello? Cualquier información por pequeña que fuera era suficiente para ella, era un motivo para empezar a tirar del hilo hasta encontrarlos, un soplo de esperanza el cual no iba a dejar escapar, no sin intentarlo al menos.
La tripulación que la acompañaba en aquel viaje era escasa, tan solo el capitán del pequeño barco, unos cuantos piratas a su cargo y un par de viajeros que al igual que ella pagaron por el transporte. Aquello era algo que ninguna de las kujas entendió, el por que pagar los servicios de un pirata del tres al cuarto cuando tenia a su disposición multitud de naves amazonas con las que podría haber navegado con total libertad y seguridad, no obstante Meninas necesitaba hacer esto sola, por su cuenta, no quería que nadie más luchase sus guerras por ella y tampoco quería seguir dependiendo de todo el mundo, sentimiento con el que había vivido toda su vida. Primero sus padres tuvieron que dar la vida para salvarla y después las amazonas tuvieron que criarla como una más... ya estaba harta de ser alguien débil, una carga, alguien incapaz de hacer su propia vida sin depender de alguien más.
El viaje hasta East Blue sería largo y pesado, de eso no cabía duda y es que pensaba que no sería buena idea hacer una travesía directa ni pasar demasiado tiempo con el mismo grupo de gente, en especial con aquel pirata gruñón y patético con el que había iniciado su aventura por lo que el pago que esta había realizado únicamente la llevaría hasta Jaya, una isla no muy alejada de Amazon Lily pero lo suficiente transitada por piratas como para poder buscar otro transporte que le llevase hasta el siguiente destino y así sucesivamente, aunque seguramente sonaba más fácil de lo que en realidad sería. Aunque de esos problemas se encargaría la Meninas del futuro.
Desde que el barco zarpó de la isla la joven médica no habló con nadie, simplemente se sentó en la parte mas alejada posible de todo el mundo y clavó la mirada en el horizonte esperando avistar tierra lo antes posible. Estaba cansada, triste, algo asustada y sobre todo muy emocionada, había llegado el momento de seguir los pasos de sus padres y ser libre, pero si, lo que más poder ejercía en ella en aquel momento era el miedo, para que engañarnos, era la primera vez que estaba realmente sola y había llegado el momento real de demostrar de lo que era capaz.
Inmersa en sus pensamientos tardó en notar como algo tiraba de la manga de su vestido, uno amarillo con flores azules de media manga y largo hasta las rodillas bastante horrible a su parecer que había tomado prestado de una de sus hermanas. Era feo, si, no le favorecía, no, pero no llamaba la atención ya que le daba la imagen de una turista más, alguien fácil de engañar, justo lo que buscaba para no llamar a los problemas y poder así engañar con facilidad. Cuando por fin su cabeza dejó de divagar y volvió a la realidad se percató de esos tirones en su manga y girando la cabeza vio a una niña pequeña que la miraba fijamente con una piruleta en la boca. Ninguna de las dos dijo nada, simplemente se miraron a los ojos y al unísono sonrieron. La muchacha se sentó a su lado en silencio y ambas esperaron la noticia del avistamiento de tierra.
El barco por fin atracó en la cala central y todos los tripulantes de la nave comenzaron a bajar quedando la joven Meninas la última de todos. Estaba lista, no le quedaba más remedio. Respiró hondo y se dispuso a bajar no sin antes reparar en la niña de antes, la cual se alejaba en los brazos de su madre mientras se despedía con la mano de la pirata. Ella hizo lo mismo y con otra sonrisa dibujada en sus labios puso pie en tierra firme por fin.
No sabía muy bien por donde empezar, como actuar, aunque tampoco tenía muchas opciones por lo que la primera parada sería Mock Town, la capital, allí podría recabar información sobre su siguiente destino fuera cual fuese y sobre algunas plantas de interés que crecían en aquella isla.
La tripulación que la acompañaba en aquel viaje era escasa, tan solo el capitán del pequeño barco, unos cuantos piratas a su cargo y un par de viajeros que al igual que ella pagaron por el transporte. Aquello era algo que ninguna de las kujas entendió, el por que pagar los servicios de un pirata del tres al cuarto cuando tenia a su disposición multitud de naves amazonas con las que podría haber navegado con total libertad y seguridad, no obstante Meninas necesitaba hacer esto sola, por su cuenta, no quería que nadie más luchase sus guerras por ella y tampoco quería seguir dependiendo de todo el mundo, sentimiento con el que había vivido toda su vida. Primero sus padres tuvieron que dar la vida para salvarla y después las amazonas tuvieron que criarla como una más... ya estaba harta de ser alguien débil, una carga, alguien incapaz de hacer su propia vida sin depender de alguien más.
El viaje hasta East Blue sería largo y pesado, de eso no cabía duda y es que pensaba que no sería buena idea hacer una travesía directa ni pasar demasiado tiempo con el mismo grupo de gente, en especial con aquel pirata gruñón y patético con el que había iniciado su aventura por lo que el pago que esta había realizado únicamente la llevaría hasta Jaya, una isla no muy alejada de Amazon Lily pero lo suficiente transitada por piratas como para poder buscar otro transporte que le llevase hasta el siguiente destino y así sucesivamente, aunque seguramente sonaba más fácil de lo que en realidad sería. Aunque de esos problemas se encargaría la Meninas del futuro.
Desde que el barco zarpó de la isla la joven médica no habló con nadie, simplemente se sentó en la parte mas alejada posible de todo el mundo y clavó la mirada en el horizonte esperando avistar tierra lo antes posible. Estaba cansada, triste, algo asustada y sobre todo muy emocionada, había llegado el momento de seguir los pasos de sus padres y ser libre, pero si, lo que más poder ejercía en ella en aquel momento era el miedo, para que engañarnos, era la primera vez que estaba realmente sola y había llegado el momento real de demostrar de lo que era capaz.
Inmersa en sus pensamientos tardó en notar como algo tiraba de la manga de su vestido, uno amarillo con flores azules de media manga y largo hasta las rodillas bastante horrible a su parecer que había tomado prestado de una de sus hermanas. Era feo, si, no le favorecía, no, pero no llamaba la atención ya que le daba la imagen de una turista más, alguien fácil de engañar, justo lo que buscaba para no llamar a los problemas y poder así engañar con facilidad. Cuando por fin su cabeza dejó de divagar y volvió a la realidad se percató de esos tirones en su manga y girando la cabeza vio a una niña pequeña que la miraba fijamente con una piruleta en la boca. Ninguna de las dos dijo nada, simplemente se miraron a los ojos y al unísono sonrieron. La muchacha se sentó a su lado en silencio y ambas esperaron la noticia del avistamiento de tierra.
El barco por fin atracó en la cala central y todos los tripulantes de la nave comenzaron a bajar quedando la joven Meninas la última de todos. Estaba lista, no le quedaba más remedio. Respiró hondo y se dispuso a bajar no sin antes reparar en la niña de antes, la cual se alejaba en los brazos de su madre mientras se despedía con la mano de la pirata. Ella hizo lo mismo y con otra sonrisa dibujada en sus labios puso pie en tierra firme por fin.
No sabía muy bien por donde empezar, como actuar, aunque tampoco tenía muchas opciones por lo que la primera parada sería Mock Town, la capital, allí podría recabar información sobre su siguiente destino fuera cual fuese y sobre algunas plantas de interés que crecían en aquella isla.
Sowon
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Mock Town se había convertido en una fuente fiable de ingresos, no solo a veces llegaban piratas con medio millón o un milloncito por su cabeza, si no que el vender sus armas era cada vez más sencillo gracias a la calidad y fineza que habían adquirido a lo largo del tiempo. No era inusual sentarse cerca de los puestos para estudiar las tendencias, registrar con sus ojos grises a la gente y planear el mejor lugar para montar su puesto humilde en construcción pero ostentoso en cuanto a la mercancía. Ese día en particular había vendido bastante, esperaba una nueva víctima más para su botín, mientras contaba los billetes que llevaba ganados. Su kimono turquesa llamaba la atención desde lejos gracias al peculiar patrón de ondas, que se movían por propia voluntad y de hecho parecían llamar a los curiosos como un torbellino traga a las embarcaciones en una tormenta. Bebía un trago de agua, a la par que algunas personas se acercaban a preguntar por su mercancía y los precios, había dagas, cuchillos, espadas todas con la peculiaridad de tener ostentosas guardas y patrones en el filo de cuidadoso detalle, forjadas con meticulosos pasos que dejaban boquiabiertos a los que posaban su mirada en ellos. Encontrar transporte tampoco era tan complicado como antaño, gracias a ser una cara habitual entre los puesteros, muchos comerciantes le contactaban y enviaban sus barcos para trasladarla. Algunos mejores que otros cabe destacar, pero por fortuna ya no debía degollar a alguien al atracar y se ahorraba muchos problemas.
Culminó las explicaciones y por sus ojos pasó una figura que le llamó poderosamente la atención, una mujer con un vestido bastante modesto y que ciertamente no le hacía favor, parecía que el día le sonreía cada vez más. Si podía convencerle de diseñarle algo se llenaría los bolsillos como nunca, los turistas eran los más sencillos de engañar, pero a la vez un vestido tan inusual llamaba la atención. La mujer dudó por unos instantes, parecía el típico señuelo puesto para morderse, por lo cual decidió cambiar el enfoque e indagar de un modo más sutil de lo que había planeado.
―¿Puedo ayudarle? He visto que ese vestido no le favorece, quizás esté interesada en alguno de los míos o puede que busque un arma estas calles son peligrosas por la noche...―
Se presentó elegantemente desde su puesto, alzando un poco su voz y dedicando una tradicional reverencia al nuevo objeto de atención tras haber cobrado unos buenos berries por un par de dagas. Lentamente, las personas a su alrededor dejaron de existir, observando a los ojos de esta mujer de vestido horroroso para su desgracia. Estaba segura que podía acentuar mejor esas curvas e incluso cambiarle un poco esa apariencia de turista incompetente con tan solo unos movimientos de su aguja. Claro que la tortura no era algo que contemplase en un primer momento, pero un rostro tan perfecto le provocaba el deseo de coleccionarlo, un deseo que claramente no salía a la superficie como tal si no como una dulce e inocente sonrisa de vendedora.
―Quizás busque alguna guía, puedo recomendarle los lugares más seguros, pero déjeme advertirle que no siempre podrá encontrar buenas compañías o tan educadas como mi persona...―
Una advertencia con doble sentido, a lo mejor como un test a la otra muchacha, para averiguar si realmente era tan inocente o si de lo contrario era complicado entablar una relación más cercana. A sus ojos era un simple objeto, valioso según los berries que llevase en la cartera y a lo mejor un buen trofeo si era que llegaban a matarla. Esperó con paciencia la respuesta, después de todo, tenía todo el tiempo del mundo hasta agotar su mercancía o encontrar a algún tonto que valiese unos cuantos berries que le salvasen la noche.
Culminó las explicaciones y por sus ojos pasó una figura que le llamó poderosamente la atención, una mujer con un vestido bastante modesto y que ciertamente no le hacía favor, parecía que el día le sonreía cada vez más. Si podía convencerle de diseñarle algo se llenaría los bolsillos como nunca, los turistas eran los más sencillos de engañar, pero a la vez un vestido tan inusual llamaba la atención. La mujer dudó por unos instantes, parecía el típico señuelo puesto para morderse, por lo cual decidió cambiar el enfoque e indagar de un modo más sutil de lo que había planeado.
―¿Puedo ayudarle? He visto que ese vestido no le favorece, quizás esté interesada en alguno de los míos o puede que busque un arma estas calles son peligrosas por la noche...―
Se presentó elegantemente desde su puesto, alzando un poco su voz y dedicando una tradicional reverencia al nuevo objeto de atención tras haber cobrado unos buenos berries por un par de dagas. Lentamente, las personas a su alrededor dejaron de existir, observando a los ojos de esta mujer de vestido horroroso para su desgracia. Estaba segura que podía acentuar mejor esas curvas e incluso cambiarle un poco esa apariencia de turista incompetente con tan solo unos movimientos de su aguja. Claro que la tortura no era algo que contemplase en un primer momento, pero un rostro tan perfecto le provocaba el deseo de coleccionarlo, un deseo que claramente no salía a la superficie como tal si no como una dulce e inocente sonrisa de vendedora.
―Quizás busque alguna guía, puedo recomendarle los lugares más seguros, pero déjeme advertirle que no siempre podrá encontrar buenas compañías o tan educadas como mi persona...―
Una advertencia con doble sentido, a lo mejor como un test a la otra muchacha, para averiguar si realmente era tan inocente o si de lo contrario era complicado entablar una relación más cercana. A sus ojos era un simple objeto, valioso según los berries que llevase en la cartera y a lo mejor un buen trofeo si era que llegaban a matarla. Esperó con paciencia la respuesta, después de todo, tenía todo el tiempo del mundo hasta agotar su mercancía o encontrar a algún tonto que valiese unos cuantos berries que le salvasen la noche.
Cuando por fin puso los pies en tierra firme se tomó unos minutos para observar todo a su alrededor, aunque había poco que ver. A simple vista aquella isla parecía mucho más fea que su querida Amazon Lily, aunque era posible que la nostalgia influyera en su visión de las cosas. Se encogió de hombros, ajustó la mochila que llevaba a sus espaldas y tras exhalar un suave suspiro comenzó a caminar mirando hacia todos los lados buscando algo o alguien que le pudiese servir de ayuda para proseguir su viaje. Encontrar un barco sería fácil pues mirase donde mirase solo veía piratas, aquello estaba plagado, no obstante tampoco podía subirse al barco del primer pirata que se le cruzarse, la idea era sobrevivir para encontrar a sus hermanos, no morir en el segundo barco.
Era hora de ponerse manos a la obra y lo primero de todo era reabastecer el monedero, ese pirata de pacotilla le había cobrado demasiado por llevarla a aquella isla de mierda por lo que con lo que tenía actualmente no llegaría muy lejos. Una sonrisa pícara y bastante sádica se dibujó en sus rosados labios, tenía a la victima perfecta, un capitán bastante borracho y seguro de si mismo que andaba molestando a unas jóvenes unos años menores que Meninas. -Disculpe caballero, ¿sería tan amable de ayudarme? ¿Podría indicarme por donde ir a la capital? El idiota de mi marido se alejó demasiado y me temo que me he perdido-. Si algo había aprendido de los hombres era que no eran capaces de resistirse a ''ayudar'' a una damisela en apuros, sobre todo si esta iba sola y podían aprovecharse de ella. Siempre subestimaban a las mujeres, ese era su mayor error.
El capitán y los subordinados que lo acompañaban fijaron sus asquerosas miradas en la joven y sin poder evitarlo todos comenzaron a reír a carcajadas. Incluso ella quería reírse de lo patética que parecía con aquella actuación, no obstante siguió defendiendo el papel de turista idiota en apuros con mal gusto para la moda. Tras darle un trago a la botella de ron y pasársela al siguiente el capitán se abalanzó sobre la joven rodeando sus hombros con su brazo derecho y acercando su cara a la de esta. -El idiota de tu marido no tiene que quererte mucho si te deja caminar sola por estos lares-. De nuevo una carcajada que hizo estremecer a Meninas dada la cercanía de este a su oreja. -Vente con nosotros, íbamos a un local donde hay otras señoritas como tu, allí podremos pasar un buen rato-. Mientras hablaba señaló la dirección en la que se dirigían, el lugar donde se encontraba ese local y posiblemente la capital por lo que aquello había salido a pedir de boca, dos por uno. Aún con una sonrisa coqueta en sus labios la joven escurrió una de sus manos por la cintura de aquel engendro hasta agarrar una bolsa con unos cuantos berries. -Sois muy amables chicos, os acom...- No llegó a terminar la frase cuando de un salto se alejó de aquel indeseable tipo a la vez que un grito salió de su boca. No era un grito de auxilio, si no uno para llamar la atención de la gente allí presente. -¡Allí está, el idiota de mi marido! Como ha podido dejarme sola... ¡Gracias chicos! En otra ocasión será-. Y de una forma estúpida comenzó a correr hacia un apuesto joven que se encontraba de espaldas a ella unos metros dirección a la capital. Sabía que estos le seguían mirando, estaba segura por lo que la actuación debía continuar. Agarró el brazo de aquel joven y tirando de el le obligó a caminar junto a ella hasta perderse de vista.
La capital era poco mas agradable que la cala donde había atracado el barco, no obstante era asombro la cantidad de comercios que había. No tenía mucho dinero para gastar, no obstante se los recorrió uno a uno viendo la mercancía, era la primera vez que estaba en una isla que no fuera Amazon Lily y todo resultaba nuevo para ella, parecía una niña en una tienda de juguetes. En su camino sin rumbo entre los puestos centró su atención especialmente en uno, bueno, más bien en la mujer que lo regentaba. Era hermosa, hermosa y elegante, tanto que parecía atraerte como si de hipnosis se tratase por lo que cuando quiso darse cuenta ya estaba frente a ella, aunque al parecer el interés era algo mutuo, estaba claro que aquella mujer quería algo de Meninas, su dinero posiblemente.
-Tiene un puesto increíble, aunque me temo que sintiéndolo mucho no puedo permitirme nada-. Con una mirada llena de ternura y una sonrisa bañada en tristeza analizó a la mujer y la mercancía, la cual realmente era increíble, ¿de donde lo había sacado? Si todo aquello era artesanal fabricado por ella misma ¿Qué hacía perdiendo su talento allí? Muchas preguntas y pocas respuestas le venían al respecto, no obstante no estaba allí para indagar en la vida de una desconocida. -Verás, mi marido y yo buscamos una forma segura y económica de llegar a East Blue así como un sitio donde pasar esta noche, veo que hay demasiados piratas... ya me entiendes-. Con aquella última frase clavó los ojos en los de la tendera para ver como reaccionaba ante el comentario sobre los piratas a la vez que acariciaba con la yema de los dedos una de las dagas del puesto.
Era hora de ponerse manos a la obra y lo primero de todo era reabastecer el monedero, ese pirata de pacotilla le había cobrado demasiado por llevarla a aquella isla de mierda por lo que con lo que tenía actualmente no llegaría muy lejos. Una sonrisa pícara y bastante sádica se dibujó en sus rosados labios, tenía a la victima perfecta, un capitán bastante borracho y seguro de si mismo que andaba molestando a unas jóvenes unos años menores que Meninas. -Disculpe caballero, ¿sería tan amable de ayudarme? ¿Podría indicarme por donde ir a la capital? El idiota de mi marido se alejó demasiado y me temo que me he perdido-. Si algo había aprendido de los hombres era que no eran capaces de resistirse a ''ayudar'' a una damisela en apuros, sobre todo si esta iba sola y podían aprovecharse de ella. Siempre subestimaban a las mujeres, ese era su mayor error.
El capitán y los subordinados que lo acompañaban fijaron sus asquerosas miradas en la joven y sin poder evitarlo todos comenzaron a reír a carcajadas. Incluso ella quería reírse de lo patética que parecía con aquella actuación, no obstante siguió defendiendo el papel de turista idiota en apuros con mal gusto para la moda. Tras darle un trago a la botella de ron y pasársela al siguiente el capitán se abalanzó sobre la joven rodeando sus hombros con su brazo derecho y acercando su cara a la de esta. -El idiota de tu marido no tiene que quererte mucho si te deja caminar sola por estos lares-. De nuevo una carcajada que hizo estremecer a Meninas dada la cercanía de este a su oreja. -Vente con nosotros, íbamos a un local donde hay otras señoritas como tu, allí podremos pasar un buen rato-. Mientras hablaba señaló la dirección en la que se dirigían, el lugar donde se encontraba ese local y posiblemente la capital por lo que aquello había salido a pedir de boca, dos por uno. Aún con una sonrisa coqueta en sus labios la joven escurrió una de sus manos por la cintura de aquel engendro hasta agarrar una bolsa con unos cuantos berries. -Sois muy amables chicos, os acom...- No llegó a terminar la frase cuando de un salto se alejó de aquel indeseable tipo a la vez que un grito salió de su boca. No era un grito de auxilio, si no uno para llamar la atención de la gente allí presente. -¡Allí está, el idiota de mi marido! Como ha podido dejarme sola... ¡Gracias chicos! En otra ocasión será-. Y de una forma estúpida comenzó a correr hacia un apuesto joven que se encontraba de espaldas a ella unos metros dirección a la capital. Sabía que estos le seguían mirando, estaba segura por lo que la actuación debía continuar. Agarró el brazo de aquel joven y tirando de el le obligó a caminar junto a ella hasta perderse de vista.
La capital era poco mas agradable que la cala donde había atracado el barco, no obstante era asombro la cantidad de comercios que había. No tenía mucho dinero para gastar, no obstante se los recorrió uno a uno viendo la mercancía, era la primera vez que estaba en una isla que no fuera Amazon Lily y todo resultaba nuevo para ella, parecía una niña en una tienda de juguetes. En su camino sin rumbo entre los puestos centró su atención especialmente en uno, bueno, más bien en la mujer que lo regentaba. Era hermosa, hermosa y elegante, tanto que parecía atraerte como si de hipnosis se tratase por lo que cuando quiso darse cuenta ya estaba frente a ella, aunque al parecer el interés era algo mutuo, estaba claro que aquella mujer quería algo de Meninas, su dinero posiblemente.
-Tiene un puesto increíble, aunque me temo que sintiéndolo mucho no puedo permitirme nada-. Con una mirada llena de ternura y una sonrisa bañada en tristeza analizó a la mujer y la mercancía, la cual realmente era increíble, ¿de donde lo había sacado? Si todo aquello era artesanal fabricado por ella misma ¿Qué hacía perdiendo su talento allí? Muchas preguntas y pocas respuestas le venían al respecto, no obstante no estaba allí para indagar en la vida de una desconocida. -Verás, mi marido y yo buscamos una forma segura y económica de llegar a East Blue así como un sitio donde pasar esta noche, veo que hay demasiados piratas... ya me entiendes-. Con aquella última frase clavó los ojos en los de la tendera para ver como reaccionaba ante el comentario sobre los piratas a la vez que acariciaba con la yema de los dedos una de las dagas del puesto.
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No era habitual una turista sin dinero, menos una mujer tan apuesta casada. Algo de sus palabras no terminaba de cerrarle, aunque Sowon estaba más pendiente de la mano de la mujer sobre su mercancía que en las palabras que salían de su boca. Conocía a los ladrones que andaban por ahí, siempre buscando una ganancia con sus dedos, la falta de autoridad del lugar obligaba a cada comerciante a buscar sus formas de seguridad, claro que las de ella eran un tanto...extremas.
—¿Lugar seguro? En esta isla la propia seguridad es la que puedas forjarte, es una tierra de brutos y salvajes sin remedio donde solo te respetan si cortas algunos dedos y si he cortado bastantes del último que intentó robarme... pero si me pide orientación rentar un barco y dormir en el puerto es mucho más seguro que intentar dormir en una habitación, los piratas tienen algunos hoteles sobornados y despertará sin nada si es que despierta...—
Comentó la herrera jugando con un mechón de su cabello, analizando el rostro del otro sujeto, no parecía estar siguiendo por propia convicción a la mujer para ser un "marido" era muy callado y tampoco daba la sensación de mostrar un rol dominante de la relación tal y como pasaba en Wano. Bebió otro trago de agua, antes de volver su mirada a las manos de su interlocutora, comprobando que todo siguiese en su sitio.
—En cuanto a piratas, solo me interesan cuando tienen un buen valor por su cabeza. Los que no valen mucho se me hacen innecesarios completamente, aunque no juzgo a quien me compre y aquí suelen aflojar una buena cantidad de billetes por solo un arma. Entre usted y yo, los ojos inexpertos no podrían diferenciar el oro de una imitación y pagarían incluso más de lo debido por este...—
La herrera sonrió levemente mientras otros clientes se acercaban y comenzaban a mirar sus dagas, aflojando una buena cantidad de billetes sin rechistar para llevarse un par de ellas. El día seguía viento en popa, a la par que algunos hombres colgaban las nuevas recompensas impresas cerca de los puestos.
—Viajar al East Blue es algo que por lo general no sucede, la mayoría de gente viaja hacia el Grand Line, pero conozco contactos que realizan viajes comerciales. Podríamos llegar a un trato, la duda recaería en que me puede ofrecer a cambio..—
Sus ojos grises se alzaron al rostro de la joven, su ayuda debía pagarse de algún modo, preferentemente dinero aunque estaba abierta a mas acciones. Un sacrificio, un esclavo, todo lo que le reportase una ganancia sería bien recibido.
—¿Lugar seguro? En esta isla la propia seguridad es la que puedas forjarte, es una tierra de brutos y salvajes sin remedio donde solo te respetan si cortas algunos dedos y si he cortado bastantes del último que intentó robarme... pero si me pide orientación rentar un barco y dormir en el puerto es mucho más seguro que intentar dormir en una habitación, los piratas tienen algunos hoteles sobornados y despertará sin nada si es que despierta...—
Comentó la herrera jugando con un mechón de su cabello, analizando el rostro del otro sujeto, no parecía estar siguiendo por propia convicción a la mujer para ser un "marido" era muy callado y tampoco daba la sensación de mostrar un rol dominante de la relación tal y como pasaba en Wano. Bebió otro trago de agua, antes de volver su mirada a las manos de su interlocutora, comprobando que todo siguiese en su sitio.
—En cuanto a piratas, solo me interesan cuando tienen un buen valor por su cabeza. Los que no valen mucho se me hacen innecesarios completamente, aunque no juzgo a quien me compre y aquí suelen aflojar una buena cantidad de billetes por solo un arma. Entre usted y yo, los ojos inexpertos no podrían diferenciar el oro de una imitación y pagarían incluso más de lo debido por este...—
La herrera sonrió levemente mientras otros clientes se acercaban y comenzaban a mirar sus dagas, aflojando una buena cantidad de billetes sin rechistar para llevarse un par de ellas. El día seguía viento en popa, a la par que algunos hombres colgaban las nuevas recompensas impresas cerca de los puestos.
—Viajar al East Blue es algo que por lo general no sucede, la mayoría de gente viaja hacia el Grand Line, pero conozco contactos que realizan viajes comerciales. Podríamos llegar a un trato, la duda recaería en que me puede ofrecer a cambio..—
Sus ojos grises se alzaron al rostro de la joven, su ayuda debía pagarse de algún modo, preferentemente dinero aunque estaba abierta a mas acciones. Un sacrificio, un esclavo, todo lo que le reportase una ganancia sería bien recibido.
A simple vista podía parecer que Meninas estaba ignorando por completo a la dueña de aquel puesto tan humilde pero sobre todo magnifico puesto, pero todo lo contrario, estaba escuchando con atención todas y cada una de las palabras que salían de su boca, pero es que su mercancía era tan asombrosa que no podía apartar la mirada de esta, sobre todo de las dagas, pequeñas y mortíferas armas, fáciles de esconder y fáciles de introducir en el cuerpo de quien se atreviese a pasarse de la ralla. Una pena que contase con el dinero justo.
La información que hasta ahora esta le había regalado no era muy alentadora ya que rentar un barco se salía bastante de su presupuesto y mejor no hablar de los hoteles sobornados por piratas, no era su intención acabar secuestrada, muerta o con órganos de menos en la primera isla. ¿Quizás dormir de polizón? Tampoco era buena idea, quizás acababa en mitad del mar rodeada de indeseables. Pocas opciones y ninguna buena.
Cuando la joven volvió a levantar la mirada clavándola en los ojos de la otra mujer observó como esta miraba hacia un lado, fue entonces cuando se acordó del joven al que había tomado ''por la fuerza'' como su marido. El pobre hombre no entendía nada de lo que estaba pasando, estaba asustado, algo que podía notarse en sus temblorosas manos. Fue entonces cuando un sentimiento de pena sacudió a Meninas, debía hacer algo al respecto pero justo en el momento en el que iba a darla carta blanca para dejarlas a solas la otra tendera dijo algo que le hizo torcer la mirada bruscamente hacia esta.
Solo había un motivo por el que una ''simple'' tendera estaría interesada en el precio de las cabezas de los piratas, era una cazarrecompensas. Fingiendo normalidad sonrió a la mujer y sus labios se separaron levemente con la intención de dejar salir unas palabras mas nunca llegaron a escucharse. De la nada un malestar se adueñó de ella y entonces recordó que hacía tiempo que no probaba una gota de agua siquiera, maldita deshidratación. Mientras intentaba recomponerse por si misma una voz ''familiar'' llamó su atención a sus espaldas. Era aquel indeseable pirata al que le había robado los berries que venía con intención de reclamarlos.
-Permíteme, pro favor-. Sin esperar respuesta de la otra mujer se inclinó sobre el puesto y agarró el agua que esta había estado bebiendo y sin demora vertió el liquido en su boca sin llegar a hacer contacto con el recipiente. El pirata, impaciente y muy cabreado agarró del hombro izquierdo a Meninas, la cual, un poco más recuperada se giró y con un ágil movimiento propinó una patada en la barbilla de este dejándolo en el suelo. Aunque seguro que no duraría mucho así. Los ojos del falso marido se abrieron como platos y sin esperar orden alguna salió corriendo despavorido.
-Estaba a punto de desmallarme, perdón-. Realmente esperaba que la joven no se molestase por el atrevimiento de robarle su agua, sobre todo si realmente se trataba de una cazarrecompensas, podía acabar metida en problemas y no le favorecía para nada.
-¿Puedo compensártelo invitándote a un trago? ¿Una cena tal vez? Así podremos hablar más discretamente-. De perdidos al río, solo quedaba esperar la respuesta de la otra.
La información que hasta ahora esta le había regalado no era muy alentadora ya que rentar un barco se salía bastante de su presupuesto y mejor no hablar de los hoteles sobornados por piratas, no era su intención acabar secuestrada, muerta o con órganos de menos en la primera isla. ¿Quizás dormir de polizón? Tampoco era buena idea, quizás acababa en mitad del mar rodeada de indeseables. Pocas opciones y ninguna buena.
Cuando la joven volvió a levantar la mirada clavándola en los ojos de la otra mujer observó como esta miraba hacia un lado, fue entonces cuando se acordó del joven al que había tomado ''por la fuerza'' como su marido. El pobre hombre no entendía nada de lo que estaba pasando, estaba asustado, algo que podía notarse en sus temblorosas manos. Fue entonces cuando un sentimiento de pena sacudió a Meninas, debía hacer algo al respecto pero justo en el momento en el que iba a darla carta blanca para dejarlas a solas la otra tendera dijo algo que le hizo torcer la mirada bruscamente hacia esta.
Solo había un motivo por el que una ''simple'' tendera estaría interesada en el precio de las cabezas de los piratas, era una cazarrecompensas. Fingiendo normalidad sonrió a la mujer y sus labios se separaron levemente con la intención de dejar salir unas palabras mas nunca llegaron a escucharse. De la nada un malestar se adueñó de ella y entonces recordó que hacía tiempo que no probaba una gota de agua siquiera, maldita deshidratación. Mientras intentaba recomponerse por si misma una voz ''familiar'' llamó su atención a sus espaldas. Era aquel indeseable pirata al que le había robado los berries que venía con intención de reclamarlos.
-Permíteme, pro favor-. Sin esperar respuesta de la otra mujer se inclinó sobre el puesto y agarró el agua que esta había estado bebiendo y sin demora vertió el liquido en su boca sin llegar a hacer contacto con el recipiente. El pirata, impaciente y muy cabreado agarró del hombro izquierdo a Meninas, la cual, un poco más recuperada se giró y con un ágil movimiento propinó una patada en la barbilla de este dejándolo en el suelo. Aunque seguro que no duraría mucho así. Los ojos del falso marido se abrieron como platos y sin esperar orden alguna salió corriendo despavorido.
-Estaba a punto de desmallarme, perdón-. Realmente esperaba que la joven no se molestase por el atrevimiento de robarle su agua, sobre todo si realmente se trataba de una cazarrecompensas, podía acabar metida en problemas y no le favorecía para nada.
-¿Puedo compensártelo invitándote a un trago? ¿Una cena tal vez? Así podremos hablar más discretamente-. De perdidos al río, solo quedaba esperar la respuesta de la otra.
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Sus ojos siguieron la mano de la muchacha con lentitud, al ver que solo tomaba la botella de agua y no una de sus armas contempló como espectadora aquel despliegue de agilidad digno de una pélicula. No se molestó en perder un poco de agua, de todas maneras debería recargarlo pronto, lo que si le tocaba un poco la paciencia era una pelea en pleno puesto. No era un suceso que atrajera clientes, más bien los espantaba al creer que se trataba de un sitio dónde todo se arreglaba a golpes.
Se levantó inclinando su cabeza para ver al hombre noqueado, no le resultaba conocido, mucho menos debería valer su cabeza para quedar dormido de una patada. Si bien conocía sujetos fuertes, la mujer a su lado no daba la apariencia de ser alguien que de un puñetazo rompiese edificios como muchos rumoreaban sobre algunos miembros de la marina.
—Oh, no es molestia, estaba por recargarlo pero evite las peleas cerca de mi puesto eso es malo para el negocio y mi socio se pondría furioso de enterarse que una ladrona causa problemas... aunque yo no juzgo mientras no robe las armas.—
Comentó Sowon mientras envolvía sus armas en la manta y se la colgaba en el hombro, no deseaba ser objeto de ojos curiosos y prefería aceptar la invitación para tomar algo y despejarse. Tras esto, podría conocer mejor a la mujer cuyo "esposo" había salido disparado y sin mirar atrás. Para la herrera la curiosa artista marcial no era alguien muy de fiar, pero toda persona tenía un precio y seguramente le encontrase algún chantaje.
—Acepto su invitación señorita, en el camino puedo conseguirle un hospedaje a cambio de algo. Verá, tengo que entregar un cargamento al otro lado de la ciudad pero en ese entorno hostil abundan bandidos o ladrones algunos con una buena tajada por su cabeza. Veo que se le da bien defenderse, por tanto, podremos compartir habitación si me sirve de guardia por unas horas... ¿Qué me dice?—
Sowon inclinó su cuerpo en una reverencia y comenzó a caminar a su taberna de confianza, aquella que había organizado un concierto la última vez y le reconocían como la vendedora de merchandaising. La mujer estaba segura que no tratarían nada contra ella, más cuando el encargo de llevar productos provenía justamente del dueño del local.
Se levantó inclinando su cabeza para ver al hombre noqueado, no le resultaba conocido, mucho menos debería valer su cabeza para quedar dormido de una patada. Si bien conocía sujetos fuertes, la mujer a su lado no daba la apariencia de ser alguien que de un puñetazo rompiese edificios como muchos rumoreaban sobre algunos miembros de la marina.
—Oh, no es molestia, estaba por recargarlo pero evite las peleas cerca de mi puesto eso es malo para el negocio y mi socio se pondría furioso de enterarse que una ladrona causa problemas... aunque yo no juzgo mientras no robe las armas.—
Comentó Sowon mientras envolvía sus armas en la manta y se la colgaba en el hombro, no deseaba ser objeto de ojos curiosos y prefería aceptar la invitación para tomar algo y despejarse. Tras esto, podría conocer mejor a la mujer cuyo "esposo" había salido disparado y sin mirar atrás. Para la herrera la curiosa artista marcial no era alguien muy de fiar, pero toda persona tenía un precio y seguramente le encontrase algún chantaje.
—Acepto su invitación señorita, en el camino puedo conseguirle un hospedaje a cambio de algo. Verá, tengo que entregar un cargamento al otro lado de la ciudad pero en ese entorno hostil abundan bandidos o ladrones algunos con una buena tajada por su cabeza. Veo que se le da bien defenderse, por tanto, podremos compartir habitación si me sirve de guardia por unas horas... ¿Qué me dice?—
Sowon inclinó su cuerpo en una reverencia y comenzó a caminar a su taberna de confianza, aquella que había organizado un concierto la última vez y le reconocían como la vendedora de merchandaising. La mujer estaba segura que no tratarían nada contra ella, más cuando el encargo de llevar productos provenía justamente del dueño del local.
Mientras la tendera le regañaba por haber perjudicado su negocio armando tal revuelo Meninas, con una sonrisa nerviosa, no paraba de hacer reverencias a la vez que pedía perdón sin parar. Realmente no lo sentía, obviamente no quería perjudicar a aquella mujer en absoluto ya que a pesar de ser una cazarrecompensas no se parecía a las historias que le habían contado sus hermanas, aunque quizás solo fuera una fachada y aprovechase el mínimo descuido de esta para arrancarle la cabeza, aunque... ¿para que perder el tiempo con alguien sin ningún valor? Nadie ofrecería una sola moneda por la cabeza de la joven pirata, de echo nadie la conocía fuera de Amazon Lily, muy pocas personas, tan pocas que los dedos de una mano sobrarían.
Cuando Meninas escuchó como la tendera aceptaba su invitación y además le proponía un plan extra su sonrisa pasó de ser nerviosa a una mucho más provocadora e incluso sádica, sobre todo cuando escuchó acerca del precio de la cabeza de aquellos maleantes. Además no solo eso, también podría utilizar aquello como un trabajo, una forma de pagar a la mujer por su ayuda para encontrar algún sitio donde dormir sin miedo a no despertar o incluso a salir de la isla de una vez por todas.
-Será todo un honor para mi intercambiar mis servicios por los tuyos, entre señoritas debemos ayudarnos-. Lanzó una carcajada bastante payasa, como ella era y sin perder el tiempo se puso a caminar tras la tendera quien ya había iniciado el camino hacia un destino desconocido para Meninas. Esperaba de verdad que no se tratase de una trampa y acabase rodeada de compañeros de... ¿como se llamaba?
-Oye, si no es mucha indiscreción ¿Cuál es tu nombre?- Los pies de la pirata comenzaron a moverse más rápido hasta conseguir alcanzar a la desconocida, la cual iba cargada como una mula con todas las armas del puesto, algo que llamó realmente la atención ya que su fuerza debería ser bastante considerable para poder soportar tal carga ella sola. Sus ojos rojizos se clavaron en el terso e inmaculado rostro de la tendera, era todo un enigma para la amazonas. -Mi nombre es Meninas-. Y dando unos pasos agigantados se puso delante de ella para realizar una reverencia mientras reía, una broma. -¿Por cierto? ¿Dónde estamos yendo?- Sus pasos se detuvieron hasta volver a estar a la altura de la otra mujer y comenzar a caminar nuevamente a su lado. De repente la expresión facial de Meninas cambió a una mucha más seria. -Quiero decir, ¿voy camino al matadero? No voy a salir huyendo, no soy una cobarde, pero si voy derecha a una trampa me gustaría saberlo-. Realmente algo en su interior esperaba que fuera sincera, no obstante era nueva en el mundo exterior y la confianza era algo en lo que aún no había podido trabajar fuera de Amazon Lily.
Cuando Meninas escuchó como la tendera aceptaba su invitación y además le proponía un plan extra su sonrisa pasó de ser nerviosa a una mucho más provocadora e incluso sádica, sobre todo cuando escuchó acerca del precio de la cabeza de aquellos maleantes. Además no solo eso, también podría utilizar aquello como un trabajo, una forma de pagar a la mujer por su ayuda para encontrar algún sitio donde dormir sin miedo a no despertar o incluso a salir de la isla de una vez por todas.
-Será todo un honor para mi intercambiar mis servicios por los tuyos, entre señoritas debemos ayudarnos-. Lanzó una carcajada bastante payasa, como ella era y sin perder el tiempo se puso a caminar tras la tendera quien ya había iniciado el camino hacia un destino desconocido para Meninas. Esperaba de verdad que no se tratase de una trampa y acabase rodeada de compañeros de... ¿como se llamaba?
-Oye, si no es mucha indiscreción ¿Cuál es tu nombre?- Los pies de la pirata comenzaron a moverse más rápido hasta conseguir alcanzar a la desconocida, la cual iba cargada como una mula con todas las armas del puesto, algo que llamó realmente la atención ya que su fuerza debería ser bastante considerable para poder soportar tal carga ella sola. Sus ojos rojizos se clavaron en el terso e inmaculado rostro de la tendera, era todo un enigma para la amazonas. -Mi nombre es Meninas-. Y dando unos pasos agigantados se puso delante de ella para realizar una reverencia mientras reía, una broma. -¿Por cierto? ¿Dónde estamos yendo?- Sus pasos se detuvieron hasta volver a estar a la altura de la otra mujer y comenzar a caminar nuevamente a su lado. De repente la expresión facial de Meninas cambió a una mucha más seria. -Quiero decir, ¿voy camino al matadero? No voy a salir huyendo, no soy una cobarde, pero si voy derecha a una trampa me gustaría saberlo-. Realmente algo en su interior esperaba que fuera sincera, no obstante era nueva en el mundo exterior y la confianza era algo en lo que aún no había podido trabajar fuera de Amazon Lily.
Sowon
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Contando con una aliada el camino se tornaría más sencillo, sonrió al ver que tenían un trato y prosiguió su camino antes de sser abordada por la mujer nuevamente. Al parecer buscaba su nombre ya que ninguna se había presentado y seguramente sería extraño llamarse con apodos o descripciones durante todo el día. Recordaría el nombre de Meninas, un nombre curioso para una mujer curiosa, tanto su aspecto como su ropa eran bastante peculiares pero no entraría en detalles.
—Shinozaki Sowon, aunque puede llamarme Sowon simplemente y para mayor cómodidad. Lamento no haberme presentado antes, pero comprenderá que en un lugar tan inestable es mucho mejor cuidar la información que uno pueda llegar a dar.—
Se presentó con una leve reverencia llegando a la puerta de la taberna, si bien estaba por ingresar nuevamente su compañera tenía intenciones de hablar. Sowon simplemente negó con la cabeza mientras dejaba ver sus manos desarmadas a cada lado de su cuerpo.
—Como dije vamos al lugar dónde me han pedido el traslado, es mi taberna de confianza pero creo que eso puede leerse en el letrero. No le llevaría a una trampa, simplemente porque no le veo beneficio hacerlo. No es una criminal que valga mi tiempo y más importante, no creo que pueda ganar dinero, si en verdad fuese mi intención herirla. ¿Cree que seguiría con vida? Cuando se giró en mi puesto pude agarrar una de mis armas y abrir su cuello, pude haberle golpeado la cabeza y arrancar cada hebra de piel de ese delicado rostro... incluso pude haber envenado el agua para que caiga convulsionando mientras le asfixiaba lentamente. Pero no lo hice, si busca enemigos sus ojos no lo encontrarán en mí señorita Meninas.—
Sowon se aclaró la garganta tras haberse desviado tanto del tema, su rostro no mostró ningún cambio notorio mientras describía cada oportunidad que tuvo para matar a la contraria y su voz sonaba carente de toda emoción. Simplemente parecía describir rutinas, precauciones que tomaba a diario con oponentes que reportaran un aporte a sus bolsillos. Sin dejar de lado el respeto, la elegancia y la sutileza de cada palabra para que quedase en claro que no había ningún rencor de su parte.
Empujó la puerta con sus dos manos e ingresó con un paso lento y elegante que desentonaba en un entorno mucho más mundano como el desgastado cartel de la entrada. El tabernero le observó aparecer como un destello de belleza en medio de la inmundicia y rápidamente se dispuso a llenar la calabaza de la mujer con agua fresca. Mientras llamaba a algunos hombres y se dirigían a la parte posterior con Sowon.
—¡Oiga señorita! ¿Viene usted con Sowon? Puede tomar lo que necesite y pasar atrás cuando esté lista. Aunque esa mujer es algo impaciente y da mala espina, no la dejes esperando...—
Se presentó el tabernero dejando una botella de agua en la barra, tras lo cual seguiría atendiendo a los clientes que ingresaban al lugar, no era un horario de mucha congestión. Por su parte la figura de Sowon se alzaría sentada sobre una carreta impulsada por un motor y con varias cajas y barriles en su interior. Mientras los otros dos hombres terminaban de apilar los últimos contenedores.
Todo estaba perfectamente preparado, faltando que Meninas subiese al vehículo antes de ponerse en marcha. El trayecto sería corto pero quizás peligroso, era la cuarta caravana que enviaban y habían contratado a la herrera para librarse de esa banda de ladrones del asfalto, confiando en los rumores de que cazaba piratas o bandidos con una enorme taza de aciertos.
—Shinozaki Sowon, aunque puede llamarme Sowon simplemente y para mayor cómodidad. Lamento no haberme presentado antes, pero comprenderá que en un lugar tan inestable es mucho mejor cuidar la información que uno pueda llegar a dar.—
Se presentó con una leve reverencia llegando a la puerta de la taberna, si bien estaba por ingresar nuevamente su compañera tenía intenciones de hablar. Sowon simplemente negó con la cabeza mientras dejaba ver sus manos desarmadas a cada lado de su cuerpo.
—Como dije vamos al lugar dónde me han pedido el traslado, es mi taberna de confianza pero creo que eso puede leerse en el letrero. No le llevaría a una trampa, simplemente porque no le veo beneficio hacerlo. No es una criminal que valga mi tiempo y más importante, no creo que pueda ganar dinero, si en verdad fuese mi intención herirla. ¿Cree que seguiría con vida? Cuando se giró en mi puesto pude agarrar una de mis armas y abrir su cuello, pude haberle golpeado la cabeza y arrancar cada hebra de piel de ese delicado rostro... incluso pude haber envenado el agua para que caiga convulsionando mientras le asfixiaba lentamente. Pero no lo hice, si busca enemigos sus ojos no lo encontrarán en mí señorita Meninas.—
Sowon se aclaró la garganta tras haberse desviado tanto del tema, su rostro no mostró ningún cambio notorio mientras describía cada oportunidad que tuvo para matar a la contraria y su voz sonaba carente de toda emoción. Simplemente parecía describir rutinas, precauciones que tomaba a diario con oponentes que reportaran un aporte a sus bolsillos. Sin dejar de lado el respeto, la elegancia y la sutileza de cada palabra para que quedase en claro que no había ningún rencor de su parte.
Empujó la puerta con sus dos manos e ingresó con un paso lento y elegante que desentonaba en un entorno mucho más mundano como el desgastado cartel de la entrada. El tabernero le observó aparecer como un destello de belleza en medio de la inmundicia y rápidamente se dispuso a llenar la calabaza de la mujer con agua fresca. Mientras llamaba a algunos hombres y se dirigían a la parte posterior con Sowon.
—¡Oiga señorita! ¿Viene usted con Sowon? Puede tomar lo que necesite y pasar atrás cuando esté lista. Aunque esa mujer es algo impaciente y da mala espina, no la dejes esperando...—
Se presentó el tabernero dejando una botella de agua en la barra, tras lo cual seguiría atendiendo a los clientes que ingresaban al lugar, no era un horario de mucha congestión. Por su parte la figura de Sowon se alzaría sentada sobre una carreta impulsada por un motor y con varias cajas y barriles en su interior. Mientras los otros dos hombres terminaban de apilar los últimos contenedores.
Todo estaba perfectamente preparado, faltando que Meninas subiese al vehículo antes de ponerse en marcha. El trayecto sería corto pero quizás peligroso, era la cuarta caravana que enviaban y habían contratado a la herrera para librarse de esa banda de ladrones del asfalto, confiando en los rumores de que cazaba piratas o bandidos con una enorme taza de aciertos.
Sowon, un nombre bastante apropiado para una mujer tan hermosa como ella, sin duda sería el deseo de la mayoría de hombres y también de mujeres, sobre todo en aquella isla donde la belleza no abundaba, al menos bajo su criterio. Sin saber bien por que le devolvió la reverencia, ¿sería costumbre hacer eso en el mundo exterior? No era algo habitual entre las amazonas, aunque claro, ellas eran más... ¿salvajes?
Cuando volvió a alzar la cabeza vislumbró el letrero de la taberna donde habían llegado a parar, el punto donde comenzaba su misión, la aventura con su nueva ¿amiga? Conocida por el momento. Mientras observaba aquel letrero y la fachada escuchó con atención la respuesta de la cazadora, una bastante tajante, directa y de lo más siniestra, tanto que hizo que la sangre de Meninas se helada y su cuerpo quedase rígido como si de una estatua se tratase. Detrás de aquel rostro inundado de pureza se escondía una mujer bastante despiadada y sádica, al menos esa era la impresión que había provocado en la pirata. No obstante, a pesar del oscuro mensaje en sus palabras la amazona se sintió aliviada, tenía razón, si la quisiera muerta ya podría haberlo hecho sin ni si quiera tener que mancharse las manos debido a lo descuidada que había sido en su presencia y es que a pesar de saber defenderse había bajado la guardia en más de una ocasión. Si quería sobrevivir debía trabajar en ello, controlar sus emociones.
-¿¡Como que arrancarme la piel!?- Gritó aún petrificada en la puerta de la taberna observando como Sowon se adentraba en esta.
Era una pregunta para la que no esperaba respuesta por lo que sin hacerle perder tiempo a su compañera se adentró tras esta pudiendo ver a todos los allí presentes, la mayoría varones, algo a lo que también tenía que acostumbrarse, sobre todo a su olor, su desagradable olor.
El primero en presentarse fue el tabernero que muy amablemente obsequió con una botella de agua la cual cogió apresuradamente para beber un poco del líquido de su interior no sin antes olerlo, por si las moscas. Todo estaba preparado, Sowon la esperaba sentada en la carreta que las llevaría en su travesía y fue ahí cuando la emoción se apoderó de Meninas. Aquello se había convertido en una historia que contar, una como las que sus hermanas adoptivas le contaban, una aventura que obviamente no iba a vivir con aquel horrendo vestido. -Dame un segundo-.
A toda prisa se metió en uno de los servicios malolientes del local y a toda prisa se quitó lo que llevaba puesto para enfundarse en un traje bicolor blanco y negro con detalles dorados bastante ceñido, si iba a hacer eso tenía que hacerlo bien. Con cuidado dejó su mochila y la guadaña que llevaba parcialmente oculta por esta en el carro y tratando de simular elegancia se sentó en frente de la tendera y esperó a que todo se pusiera en marcha por fin.
Cuando volvió a alzar la cabeza vislumbró el letrero de la taberna donde habían llegado a parar, el punto donde comenzaba su misión, la aventura con su nueva ¿amiga? Conocida por el momento. Mientras observaba aquel letrero y la fachada escuchó con atención la respuesta de la cazadora, una bastante tajante, directa y de lo más siniestra, tanto que hizo que la sangre de Meninas se helada y su cuerpo quedase rígido como si de una estatua se tratase. Detrás de aquel rostro inundado de pureza se escondía una mujer bastante despiadada y sádica, al menos esa era la impresión que había provocado en la pirata. No obstante, a pesar del oscuro mensaje en sus palabras la amazona se sintió aliviada, tenía razón, si la quisiera muerta ya podría haberlo hecho sin ni si quiera tener que mancharse las manos debido a lo descuidada que había sido en su presencia y es que a pesar de saber defenderse había bajado la guardia en más de una ocasión. Si quería sobrevivir debía trabajar en ello, controlar sus emociones.
-¿¡Como que arrancarme la piel!?- Gritó aún petrificada en la puerta de la taberna observando como Sowon se adentraba en esta.
Era una pregunta para la que no esperaba respuesta por lo que sin hacerle perder tiempo a su compañera se adentró tras esta pudiendo ver a todos los allí presentes, la mayoría varones, algo a lo que también tenía que acostumbrarse, sobre todo a su olor, su desagradable olor.
El primero en presentarse fue el tabernero que muy amablemente obsequió con una botella de agua la cual cogió apresuradamente para beber un poco del líquido de su interior no sin antes olerlo, por si las moscas. Todo estaba preparado, Sowon la esperaba sentada en la carreta que las llevaría en su travesía y fue ahí cuando la emoción se apoderó de Meninas. Aquello se había convertido en una historia que contar, una como las que sus hermanas adoptivas le contaban, una aventura que obviamente no iba a vivir con aquel horrendo vestido. -Dame un segundo-.
A toda prisa se metió en uno de los servicios malolientes del local y a toda prisa se quitó lo que llevaba puesto para enfundarse en un traje bicolor blanco y negro con detalles dorados bastante ceñido, si iba a hacer eso tenía que hacerlo bien. Con cuidado dejó su mochila y la guadaña que llevaba parcialmente oculta por esta en el carro y tratando de simular elegancia se sentó en frente de la tendera y esperó a que todo se pusiera en marcha por fin.
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Finalmente todo estaba dispuesto para la partida, pese a algunas preguntas sin responder como lo de la piel y el pequeño retraso a la hora de cambiarse Meninas ya parecía una mujer de mucha mayor seguridad en especial con aquella arma que pese a no destacar intimidaba bastante a cualquier ingenuo. Uno de los colaboradores se montó en la carreta y accionó el motor, había algo extraño en Sowon, no hablaba, apenas levantaba la mirada y carecía de alguna reacción más que un leve movimiento al encenderse la carreta.
—Todo en marcha señoritas, llegaremos al lugar en unos minutos estén atentas a su alrededor.—
Expresó el hombre quien cargaba un rifle y vigilaba los costados con bastante frecuencia. La carreta pareció detenerse en una intersección entre dos calles que chocaban en un mismo punto. El hombre bajó de la carreta refunfuñando, dando leves golpecitos con el cañón del arma al motor.
—Rayos, le dije al jefe que esta mierda no aguantaría todo el camino.—
El silencio fue interrumpido por disparos provenientes de atrás, una de las balas atravezó el hombro izquierdo de Sowon e hizo que su cuerpo se inclinase hacia delante siendo atrapada por el trabajador del rifle antes de que cayera. Pero otra vez había algo raro, el hombre no le había atrapado por simple gentileza si no por un motivo más oculto. Sin embargo, los criminales ya habían llegado guiados por uno con cara rechoncha y un gorro parecido a una cabeza de cerdo que empuñaba un largo machete superando los dos metros de altura pese a su cuerpo hinchado.
—Rwarara... Entreguen todo si no quieren más heridas los Piratas del Asfalto y su lider el magnifico Tywrin es decir, yo en persona, hemos completado otro atraco más.—
Los criminales rodearon la carroza, mientras el suelo parecía deslizarse un poco si era visto con detenimiento cosa que el empleado no permitía por mucho tiempo empuñando su rifle y confrontando a la banda.
—Psst, señorita, debemos hacer tiempo... ese hombre vale un millón pero creame que tenemos refuerzos. Solo debemos esperar a que eso ocurra... lo entenderá cuando lo vea.—
El empleado comenzó a disparar incapacitando a los tiradores mientras comenzaba a correr hacia delante atrayendo a algunos bandidos con Sowon inconsciente cargada en su hombro e indicando a Meninas que le siguiese cuanto antes. Algunos bandidos que portaban armas blancas habían rodeado la carroza, pero intimidados por la guadaña no se atrevieron a atacar hasta que su líder gritó la orden.
—Todo en marcha señoritas, llegaremos al lugar en unos minutos estén atentas a su alrededor.—
Expresó el hombre quien cargaba un rifle y vigilaba los costados con bastante frecuencia. La carreta pareció detenerse en una intersección entre dos calles que chocaban en un mismo punto. El hombre bajó de la carreta refunfuñando, dando leves golpecitos con el cañón del arma al motor.
—Rayos, le dije al jefe que esta mierda no aguantaría todo el camino.—
El silencio fue interrumpido por disparos provenientes de atrás, una de las balas atravezó el hombro izquierdo de Sowon e hizo que su cuerpo se inclinase hacia delante siendo atrapada por el trabajador del rifle antes de que cayera. Pero otra vez había algo raro, el hombre no le había atrapado por simple gentileza si no por un motivo más oculto. Sin embargo, los criminales ya habían llegado guiados por uno con cara rechoncha y un gorro parecido a una cabeza de cerdo que empuñaba un largo machete superando los dos metros de altura pese a su cuerpo hinchado.
—Rwarara... Entreguen todo si no quieren más heridas los Piratas del Asfalto y su lider el magnifico Tywrin es decir, yo en persona, hemos completado otro atraco más.—
Los criminales rodearon la carroza, mientras el suelo parecía deslizarse un poco si era visto con detenimiento cosa que el empleado no permitía por mucho tiempo empuñando su rifle y confrontando a la banda.
—Psst, señorita, debemos hacer tiempo... ese hombre vale un millón pero creame que tenemos refuerzos. Solo debemos esperar a que eso ocurra... lo entenderá cuando lo vea.—
El empleado comenzó a disparar incapacitando a los tiradores mientras comenzaba a correr hacia delante atrayendo a algunos bandidos con Sowon inconsciente cargada en su hombro e indicando a Meninas que le siguiese cuanto antes. Algunos bandidos que portaban armas blancas habían rodeado la carroza, pero intimidados por la guadaña no se atrevieron a atacar hasta que su líder gritó la orden.
El rostro de Meninas se tornó serio en cuanto el carruaje se puso en marcha hacia su destino, aquello era algo serio y muy importante no solo para Sowon, si no para ella también, era su primera misión, su primera aventura y no dejaría que nada ni nadie se lo arrebatase, aquel cargamento llegaría a su destino sin una mota de polvo menos.
Mientras observa con atención a uno y otro lado de la carreta sus piernas se movían alegremente colgando del borde de esta. Aquello era una muestra de lo ilusionada que estaba, igual que un perro cuando mueve la cola de alegría, no obstante aquella alegría no duraría mucho. Cuando el carro se detuvo en aquel punto tan inapropiado y nada ventajoso para ellas la pirata agarró el mango de su arma y se puso en guardia a la espera, quizás solo había sido mera casualidad.
De repente el sonido de un disparo resonó por toda la zona y el tiempo pareció ralentizarse para Meninas, quien con cara de pánico miró a su compañera, el objetivo de aquella bala. Instintivamente se puso a cubierto observando como el otro hombre se encargaba de cargar a Sowon en sus hombros y salía corriendo mientras lanzaba disparos bastantes certeros contra los asaltantes y le indicaba a ella que le siguiera, cosa que no hizo en el momento.
¿Cómo iba a huir y dejar allí la mercancía?¿Sowon estaba bien? Tenía muchas preguntas sin respuesta, sobre todo por que ninguna pieza encajaba en su puzle. Lo primero de todo era que la cazadora no le había parecido para nada una persona débil, tan fácil de abatir... ¿un clon quizás? ¿Era una usuaria? Y lo segundo... ¿Qué cojones era lo que le pasaba al carro? Había algo raro en él, la madera... ¿se movía? Por el momento solo quedaba confiar en aquellos dos.
El carruaje fue rodeado por varios de los asaltantes, los cuales observaron con atención a la pirata y a su arma esperando cualquier orden de su líder-¿Como habéis dicho que os llamáis? ¿Piratas del Asfalto? Que nombre más feo... ¿pensáis llegar lejos con ese nombre de mierda?-. Como bien había dicho aquel hombre que las acompañaba, había que ganar tiempo y nadie mejor para eso que Meninas y su facilidad para irritar a la gente. -Voy a hacer que os comáis el asfalto entonces-.
Con bastante agilidad agarró su propia mochila y la lanzó a la cara del pirata que más cerca estaba del carro, su intención no era hacerle daño ni mucho menos, si no bloquear por unos instantes su visión, tiempo que aprovechó para saltar hacia el y clavar su rodilla en la cara de este. Mientras giraba sobre si misma moviendo su guadaña con precisión y elegancia observó a aquellos malnacidos. La superaban en número por lo que la única y mejor opción era correr junto a Sowon y el hombre que la cargaba. Así lo hizo pero no sin antes recoger su mochila y la daga del pirata al que acaba de golpear, no para quedársela, si no para lanzarla directo al pecho del líder de aquel grupo. Sabía que no le iba a golpear, tampoco lo pretendía, pero quizás les daba unos segundos más de tiempo.
-¿¡Sowon está bien!? ¿Dónde vamos?- Preguntó nada más alcanzarlos.
Mientras observa con atención a uno y otro lado de la carreta sus piernas se movían alegremente colgando del borde de esta. Aquello era una muestra de lo ilusionada que estaba, igual que un perro cuando mueve la cola de alegría, no obstante aquella alegría no duraría mucho. Cuando el carro se detuvo en aquel punto tan inapropiado y nada ventajoso para ellas la pirata agarró el mango de su arma y se puso en guardia a la espera, quizás solo había sido mera casualidad.
De repente el sonido de un disparo resonó por toda la zona y el tiempo pareció ralentizarse para Meninas, quien con cara de pánico miró a su compañera, el objetivo de aquella bala. Instintivamente se puso a cubierto observando como el otro hombre se encargaba de cargar a Sowon en sus hombros y salía corriendo mientras lanzaba disparos bastantes certeros contra los asaltantes y le indicaba a ella que le siguiera, cosa que no hizo en el momento.
¿Cómo iba a huir y dejar allí la mercancía?¿Sowon estaba bien? Tenía muchas preguntas sin respuesta, sobre todo por que ninguna pieza encajaba en su puzle. Lo primero de todo era que la cazadora no le había parecido para nada una persona débil, tan fácil de abatir... ¿un clon quizás? ¿Era una usuaria? Y lo segundo... ¿Qué cojones era lo que le pasaba al carro? Había algo raro en él, la madera... ¿se movía? Por el momento solo quedaba confiar en aquellos dos.
El carruaje fue rodeado por varios de los asaltantes, los cuales observaron con atención a la pirata y a su arma esperando cualquier orden de su líder-¿Como habéis dicho que os llamáis? ¿Piratas del Asfalto? Que nombre más feo... ¿pensáis llegar lejos con ese nombre de mierda?-. Como bien había dicho aquel hombre que las acompañaba, había que ganar tiempo y nadie mejor para eso que Meninas y su facilidad para irritar a la gente. -Voy a hacer que os comáis el asfalto entonces-.
Con bastante agilidad agarró su propia mochila y la lanzó a la cara del pirata que más cerca estaba del carro, su intención no era hacerle daño ni mucho menos, si no bloquear por unos instantes su visión, tiempo que aprovechó para saltar hacia el y clavar su rodilla en la cara de este. Mientras giraba sobre si misma moviendo su guadaña con precisión y elegancia observó a aquellos malnacidos. La superaban en número por lo que la única y mejor opción era correr junto a Sowon y el hombre que la cargaba. Así lo hizo pero no sin antes recoger su mochila y la daga del pirata al que acaba de golpear, no para quedársela, si no para lanzarla directo al pecho del líder de aquel grupo. Sabía que no le iba a golpear, tampoco lo pretendía, pero quizás les daba unos segundos más de tiempo.
-¿¡Sowon está bien!? ¿Dónde vamos?- Preguntó nada más alcanzarlos.
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Meninas no era para nada alguien débil, habiendo logrado sacar del medio a uno de los bandidos y puesto en marcha junto al empleado quien tomaba una ruta casi memorizada de dónde doblar y que calle tomar. Llegaron a un camino más rústico y casi salvaje, de no ser por los edificios que estaban al costado era inconfundible el hecho de que ya habían dejado atrás la ciudad mucho antes de lo que parecía y ahora estaban llegando a un punto menos alterado por la mano de obra humana. El empleado se adentró por lo que parecía un callejón llegando a una parte de la ciudad similar a una plaza abierta.
—Estuvimos planeando esto por semanas señorita, ella me dijo que me cortaría la lengua si le contaba algo...—
Los maleantes llegaron rodeando al empleado que cargaba a Sowon y a Meninas, mientras el líder de los mismos tomaba un paso al frente deseoso de eliminar a los testigos. Todo parecía una trampa, pero el grito del líder alertó a todos cuando una trampa para osos se aferró a su pierna derecha surgiendo desde el suelo. Un suceso que hizo a los otros maleantes intentar retroceder solo para "chocar" contra una calle abierta.
—Me han hecho esperar, pero al menos recordabas el camino para no pisar ninguna trampa, lamento el secretismo señorita Meninas pero necesitaba a alguien que naturalmente no pudiera delatarnos...—
La ciudad comenzó a caer al suelo revelando una cueva, mientras que la Sowon en los hombros del empleado perdía su forma. Todo lo que habían visto era una ilusión de telas, siendo que la verdadera Sowon se había adelantado mucho antes.
—Verá al dejarle con el tabernero, uno de los empleados me dio un aventón mientras los otros simulaban llenar la carroza. En realidad la carroza avanzó hasta el límite de la ciudad a partir de la cual todo lo que vieron eran mis telas cubriendo el bosque y las montañas, por ese motivo nunca siguieron recto más de lo necesario o se hubieran percatado de que la ciudad era falsa. Tardamos unas semanas en construir todo este laberinto y finalmente ultimar las trampas.—
La mujer caminó unos pasos hasta ponerse detrás de Meninas, al riempo que uno de los bandidos intentó correr hacia esta activó un cable oculto y una pesada hoja de acero cayó contra su cuerpo, partiendo en dos al pobre desgraciado.
—Les recomiendo no moverse si no quieren terminar como su compañero. Los que quedaron afuera están rodeados, pero, me temo que ustedes desearían estar fuera.—
El líder intentó avanzar con el otro pie solo para caer en una trampa para osos nuevamente, ahora estancado con ambos pies paralizados y los dientes de la trampa cerrandose contra su carne. Los otros bandidos que quedaron, al verse en una cueva sellada terminaron por ser abatidos por el empleado. Ahora solo quedaba el jefe.
—Bien, Meninas. ¿Gustas empezar? Tenemos todo el tiempo del mundo para cortarle la cabeza, este sujeto se hizo conocido no solo por atacar caravanas si no a niños y civiles inocentes. Me pagarán mejor si sufre antes de morir... pero no me gustaría dejarle sin nada que hacer...—
Reveló su espada aguja, una bella obra artesanal cuyo filo cubierto de escarcha denotaba la impaciencia por comenzar aquel ritual de sangre y gritos. La mujer llevó su mirada a los ojos de Meninas, sonriendo con una frialdad superior a la temperatura del arma que portaba.
—Te mostraré, lo que debes hacer...—
Comentó clavando su espada en la pierna herida del bandido quien gritó ante el hecho de estar imponente. Desarmado, sin aliados, frente a una hermosa mujer que ocultaba un monstruo en su interior. Conocía que ella no era tan fuerte como él, pero al estar atrapado y enfrentar un arma que apuñalaba su piel como si fuese un trozo de pan no le quedaba otra opción más que rogar una muerte rápida.
—Shh...me pagan por cada segundo que sufras...muéstrame tus lágrimas hasta llorar sangre...—
Suspiró Sowon volviendo a clavar la espada una vez más, instando a Meninas a que tomase el arma esta vez e hiciera lo que gustase.
—Estuvimos planeando esto por semanas señorita, ella me dijo que me cortaría la lengua si le contaba algo...—
Los maleantes llegaron rodeando al empleado que cargaba a Sowon y a Meninas, mientras el líder de los mismos tomaba un paso al frente deseoso de eliminar a los testigos. Todo parecía una trampa, pero el grito del líder alertó a todos cuando una trampa para osos se aferró a su pierna derecha surgiendo desde el suelo. Un suceso que hizo a los otros maleantes intentar retroceder solo para "chocar" contra una calle abierta.
—Me han hecho esperar, pero al menos recordabas el camino para no pisar ninguna trampa, lamento el secretismo señorita Meninas pero necesitaba a alguien que naturalmente no pudiera delatarnos...—
La ciudad comenzó a caer al suelo revelando una cueva, mientras que la Sowon en los hombros del empleado perdía su forma. Todo lo que habían visto era una ilusión de telas, siendo que la verdadera Sowon se había adelantado mucho antes.
—Verá al dejarle con el tabernero, uno de los empleados me dio un aventón mientras los otros simulaban llenar la carroza. En realidad la carroza avanzó hasta el límite de la ciudad a partir de la cual todo lo que vieron eran mis telas cubriendo el bosque y las montañas, por ese motivo nunca siguieron recto más de lo necesario o se hubieran percatado de que la ciudad era falsa. Tardamos unas semanas en construir todo este laberinto y finalmente ultimar las trampas.—
La mujer caminó unos pasos hasta ponerse detrás de Meninas, al riempo que uno de los bandidos intentó correr hacia esta activó un cable oculto y una pesada hoja de acero cayó contra su cuerpo, partiendo en dos al pobre desgraciado.
—Les recomiendo no moverse si no quieren terminar como su compañero. Los que quedaron afuera están rodeados, pero, me temo que ustedes desearían estar fuera.—
El líder intentó avanzar con el otro pie solo para caer en una trampa para osos nuevamente, ahora estancado con ambos pies paralizados y los dientes de la trampa cerrandose contra su carne. Los otros bandidos que quedaron, al verse en una cueva sellada terminaron por ser abatidos por el empleado. Ahora solo quedaba el jefe.
—Bien, Meninas. ¿Gustas empezar? Tenemos todo el tiempo del mundo para cortarle la cabeza, este sujeto se hizo conocido no solo por atacar caravanas si no a niños y civiles inocentes. Me pagarán mejor si sufre antes de morir... pero no me gustaría dejarle sin nada que hacer...—
Reveló su espada aguja, una bella obra artesanal cuyo filo cubierto de escarcha denotaba la impaciencia por comenzar aquel ritual de sangre y gritos. La mujer llevó su mirada a los ojos de Meninas, sonriendo con una frialdad superior a la temperatura del arma que portaba.
—Te mostraré, lo que debes hacer...—
Comentó clavando su espada en la pierna herida del bandido quien gritó ante el hecho de estar imponente. Desarmado, sin aliados, frente a una hermosa mujer que ocultaba un monstruo en su interior. Conocía que ella no era tan fuerte como él, pero al estar atrapado y enfrentar un arma que apuñalaba su piel como si fuese un trozo de pan no le quedaba otra opción más que rogar una muerte rápida.
—Shh...me pagan por cada segundo que sufras...muéstrame tus lágrimas hasta llorar sangre...—
Suspiró Sowon volviendo a clavar la espada una vez más, instando a Meninas a que tomase el arma esta vez e hiciera lo que gustase.
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