Rodeo en la nieve [Pasado] [Dorito - Meninas]

Hasta ahora la joven pirata solo se había dedicado a buscar a sus hermanos camino al East Blue y sinceramente estaba un poco cansada de viajar de una isla a otra sin otro motivo, cansada de dar vueltas en vano, cansada de no pensar en ella misma, de no relajarse. Eso debía cambiar y cuanto antes si no quería volverse loca. Por lo general Meninas era una joven tranquila, le gustaban las aventuras, eso era obvio, si no no hubiera decidido seguir los pasos de sus padres y convertirse en pirata y menos aún hubiera iniciado un viaje sin destino fijo, no obstante también era vaga y prefería relajarse, huir del bullicio, no obstante aquel día no iba a ser así, no iba a ser una copia de los anteriores.

En su camino había recorrido varias islas de paradise y de ninguna se había llevado una historia realmente remarcable, necesitaba emoción, algo interesante que poder contarle a sus hermanos y a las amazonas a su regreso, es por eso que la conversación que escuchó a escondidas de dos tripulantes del barco en el que navegaba le llamó tanto la atención. Ambos hablaban de un lugar, Rodeo Drive lo llamaron, donde la fiesta, la diversión y algún que otro brazo roto estaba asegurado. Ellos irían y no serían los únicos, ella los seguiría, total ¿que tenía que perder? El tiempo pasó despacio, demasiado, debido a las ansias que tenía por ver aquel lugar repleto de piratas, alcohol y conejos gigante con ganas de devorarlos a todos. El corazón le iba a mil por hora y comenzó a bombear aún más rápido si es que era posible cuando el vigía alertó de la vista de tierra. Sus piernas corrieron todo lo rápido que pudieron hacia la parte delantera del barco, quería ver con sus propios ojos como era su próximo destino, lo que vio la dejó helada, literalmente, ya que la temperatura comenzó a descender drásticamente en cuestión de segundos. En ese momento maldijo a todos y cada uno de los parientes de la marina, ¿como no se le había ocurrido coger nada de ropa de abrigo? Tampoco es que se esperase ir a una isla cubierta de nieve, ni si quiera se le había pasado por la cabeza.

Mientras toda al tripulación abandonaba la embarcación ella se quedó rezagada con la esperanza de encontrar algún atuendo adecuado para aquel paramo helado. Tuvo suerte al ver que uno de los camarotes estaba abierto permitiéndole echar un vistazo en su interior. No era robo, si no un préstamo, así se consolaba ella al no saber a quien le estaba dejando sin abrigo y sin botas.

A toda prisa para evitar que la vieran con ropa que no era suya y para no perder a esos dos que le harían de guía abandonó el barco y con cuidado de que estos no se percatasen de su presencia comenzó a seguirlos. Mientras caminaba con dificultad por la nieve se imaginaba multitud de cosas, su cabeza se llenaba de imágenes de como sería aquel lugar, ¿vería a uno de esos conejos comerse a algún atrevido? Aquella imagen le hizo estremecerse pero le dibujó una sonrisa en sus labios. Se moría de ganas.

Cuando llegaron a un pequeño pueblo a las faldas de una gran montaña los dos sujetos comenzaron a callejear hasta llegar a su destino en el cual no dudaron un segundo en entrar, no como ella, que se detuvo en la puerta unos instantes intentando sosegar su respiración y los latidos de su corazón. Cuando por fin se decidió a entrar lo hizo fingiendo seguridad y valentía, los cobardes no tenían cabida en aquellos sitios y menos siendo pirata.

Una vez dentro movió rápidamente la cabeza de un lado a otro hasta localizar a los hombres que la habían llevado hasta allí, no había ni rastro de conejos gigantes por lo que el veredero rodeo debía ser en un sitio más intimo. Estaba en lo cierto. Ahí estaban ellos, bajando unas escaleras en la parte trasera del local por lo que se apresuró a seguirlos a una distancia prudencial, no sabía si aquello que había cogido prestado pertenecía a alguno de ellos.

Cuando bajó el ultimo escalón y pudo ver con claridad lo que allí se cocía sus ojos se abrieron como platos. Aquello era fantástico, cruel y asqueroso pero fantástico.

-Ponme algo de beber, algo fuerte-. Pidió al hombre que estaba tras la barra mientras observaba con atención el entorno.

Una bufanda, un abrigo y un gorro. Eso era básicamente lo indispensable para ir a una isla de invierno. De algún modo u otro siempre acababa llegando a una isla de invierno y por eso ya me había asegurado en llevar en mi barco siempre muda de ropa invernal, cosa que me había facilitado los días que estábamos pasando en esta isla. Seguramente esta fuera la única isla de clima frío que tenía ganas de visitar. Después de todo, salía en mi libro favorito y ver convertida la leyenda en algo real era desde luego una muy buena experiencia. Sobre todo después de todo lo que había vivido por seguir mi sueño. Por eso no me molestaba el tedioso ruido de la nieve crujir bajo mis pisadas en el paseo que se había convertido a estas alturas en una caminata forzada. En otras palabras: Me había perdido. En una montaña. A mi parecer todo era demasiado blanco y todos los árboles eran iguales y… Podría haber salido volando de la situación, pero no me gustaba la sensación de frío en las alas, así que mejor mantenerlas guardadas.

Frustrado, di una patada a la nieve que empezaba a dificultarme el paso, con la mala suerte de tropezarme y empezar a rodar montaña abajo. Ahora bien, aunque estaba comenzando a marearme y la nieve estaba formando ya una bola bastante grande con mi cuerpo, una parte de mí simplemente se dejó llevar. Total, ¿qué era lo peor que podía pasar? Si ya estaba totalmente perdido. Cuando por fin paré, como pude salí del montón de nieve con una llamarada que solté de mi interior. Miré alrededor, topándome de narices con un local que parecía abierto y, sinceramente, cubierto de nieve y con frío, cualquier sitio era bueno para entrar. Antes de pedir nada, busqué el baño. Supuse que las escaleras del fondo llevarían a uno así que simplemente bajé por ahí tranquilamente, ignorando lo demás. Sin embargo, lo que me encontré abajo distaba mucho de ser un baño.

La estancia era de lo más grande. Estaba distribuida de modo que se alzaban gradas alrededor de una arena circular cuyo suelo consistía en, sí, más nieve. Entre las gradas y la arena de todos modos había un pasillo que parecía servir tanto como seguridad de distancia como entrada a algún cuarto que no podía ver. El ambiente del sitio no estaba nada mal, se veía gente en todos lados y daba la sensación de que iba a ocurrir algo interesante de un momento a otro. En fin, igual había encontrado algo chulo por pura chiripa. Me acerqué a la barra, sentándome en uno de los taburetes. Causalmente solo había una mujer esperando a ser servida, supongo que el camarero era bueno. Me sacudí un poco quitando los restos de nieve que tenía encima y alcé una mano para llamar la atención del trabajador.

-Oye, ¿no tendréis de casualidad chocolate caliente? Bueno, un buen batido de vainilla me vale, pero por algún motivo los bares no suelen tener…- Me encogí de hombros, no entendía por qué se privaban de tremendo elixir-. Ah, también, importante, ¿dónde estoy? Este sitio parece divertido…