Rayder vs Black Auditore

El sol había comenzado a caer en aquellos lares, y el cielo tomaba una apariencia naranja y rojiza, característica de los últimos momentos del atardecer. No hacía el más mínimo frío, sino que la temperatura ambiente era lo suficiente elevada como para causar alguna que otra gota de sudor en cuerpos ajenos. Una leve brisa levantaba a ras de suelo arena que azotaba los tobillos de cualquiera que andase por dicha isla. Baltigo, la llamaban. Si se tuviera que describir con un único color, sería el marrón. Rocas pedregosas por doquier, arena a raudales y un clima entre primaveral y veraniego, mezcla de ambos. Un joven se alzaba vestido de cuero negro y una mirada fría, oteando al horizonte desde una de esas grandes rocas que nacían del suelo, elevándose hasta alturas de varios metros. Una gabardina oscura cubría su cuerpo, mas se podía entrever una camisa de la misma tonalidad, pantalones y botas mecidos por el aire de aquella isla. La melena que cubría su cabeza dejaba algunos mechones por delante de la cara, los cuáles también se movían por acción del elemento de la naturaleza, como si no fueran más que unas marionetas en manos de su controlador. La espada descansaba en la parte derecha de su cintura, atada con una cuerda fina al cinturón que llevaba ajustado en los huecos del pantalón. Nada más había en su inventario, salvo los típicos pendientes, collar y anillo de la nobleza que siempre llevaba consigo, como buen recuerdo de lo que había sido y seguía siendo en su interior. Pero eso era otra historia.

Su mano derecha, enguantada en cuero negro, se posó sobre el mango del arma anteriormente mencionada, elevando la funda por la parte trasera. Era una postura que siempre le había gustado, como si estuviera apoyado en la barra de un bar, ese brazo descansaba de su labor. Los iris incoloros de sus ojos no estaban fijos en ningún lado, sino que se encontraban en una mirada perdida hacia los últimos rayos de sol de aquel día. Lentamente, comenzó a andar hacia el extremo de la roca en la cuál estaba subido. Pies ligeros, no tardó demasiado en alcanzarlo y dar un pequeño salto hacia abajo, doblando las rodillas y dejando el que el peso se amortiguase en sus cuádriceps al caer. Instantes después de su recuperación física, se irguió y giró la cabeza hacia varios lados, desconfiante. Había leído en los libros de historia que era una isla que había sido tomada por los revolucionarios tiempo atrás como una de sus bases, por lo que no descartaba que se pudiera encontrar con algunos soldados del Ejército Revolucionario, que le impidieran avanzar en su camino. Llevando la mano izquierda hacia su frente, secó las gotas de sudor que habían comenzado a caer por sus sienes, a causa de la temperatura ambiente. Suspiró y relajó su respiración, para luego comenzar a andar hacia delante, siguiendo la hilera de rocas que se alzaban delante de él.

- Creo que me he perdido - Comentó un poco asqueado, mientras que alzaba una ceja por un ruido que parecía provenir de los alrededores de su situación.

¿Le habrían encontrado? Llevó sus dos manos hacia su espada, desenfundándola con rapidez y mostrando aquel brillo metálico de su hoja, la cuál refulgía con los rayos de sol. Sujetándola con una única mano, mientras que con la otra mantenía sujeta la funda, esperó como un depredador a que la presa saliera a la luz.