Encuentros inesperados [Elaina - Shigure]

 Este era un día cómo cualquier otro para Elaina. Como cada día, sus sirvientas vinieron a despertarla bien temprano, sobre las seis de la mañana. ¿Qué necesidad había? Le ayudaron a darse un baño, le arreglaron y cortaron las puntas del pelo y la vistieron, dejándolo todo perfecto para la hija del rey. A ella le parecía totalmente innecesario, pero el pesado de su padre no paraba de insistir en lo importante que era su posición. Aunque sinceramente creía que era un castigo por todo lo que había hecho contra sus asquerosos planes. Y sí, para Elaina esto era un castigo, estaba segura que al pedante de su hermano le habría hecho lo contrario. Aunque claro, él también estaba en el ajo.

 Fue a sus clases de decoro, cómo le gustaba llamarlas a su padre, donde le decían tonterías que ya sabía de sobra como caminar erguida, hablar bien y todo ese tipo de cosas. Tampoco entendía por qué seguía con esto. Lo había hecho desde que tenía memoria, y era básicamente una experta en el tema.

 Al acabar, pudo tener un poco de libertad, así que se puso a hacer cosas que le gustaban un poco más. Y eso significaba ponerse a estudiar hasta la hora de comer mientras tomaba té. También tenía que ajustar y calibrar sus pequeños inventos. Por ahora no eran la gran cosa, solo prototipos incompletos de aparatos médicos. Pero le gustaba tenerlos siempre a punto.

 Después de comer con su familia, que era con diferencia el momento más incómodo del día, salió a dar un paseo. Pensó en pasar el día en la capital, pero los lacayos de su padre solían estar demasiado pendientes de ella, y eso no le gustaba mucho. Así que se fue al establo, buscó a su querido caballo, Stormrider. Stormrider era un corcel de nombre linaje, con el pelaje de un color blanco como la nieve y crin dorado. Era fuerte y resistente, y había sido su fiel compañero durante muchos años.

 Elaina preparó la montura y cabalgó en dirección a Aquilonia. Siempre le gustaba apreciar el arte de su gente, era realmente espectacular. Y llevaba unas semanas sin venir, le vendría bien para revisar que todo estuviera bien. Su padre tenía menos influencia que en Elyndora, aún si gobernaba sobre toda la isla. Así que resultaba más fácil descubrir si estaba haciendo de las suyas sin llamar demasiado la atención y que le llegase el chivatazo. Además, si algún enviado de la revolución estaba por la zona, podrían informarle de si había noticias nuevas.

Shigure se levantó de la cama cuando tocaron a la puerta de su camarote. Casi no se levantó de la cama, pues se había pasado la noche ayudando en la enfermería del barco. Arrastró los pies y abrió la puerta con unas ojeras del tamaño de un dedo. Era el mozo de las tareas. Shigure le recibió con una sonrisa amigable. El joven, que tendría como 5 años menos que ella, le notificó que ya casi habían llegado a la isla de Elyndor. La muchacha le dio las gracias y cerró la puerta tras de sí. ¿Qué la traía a una isla en medio del Paraíso en un barco mercante aliado de la Revolución? Uno de los oficiales la había mandado a buscar a una compañera de la causa. Tenía que entregarle un mensaje que la convocaba a una reunión de emergencia. Por lo visto las cosas no iban bien en una de las islas afiliadas a la Revolución y se estaba convocando a mucha gente para ir a la guerra.

Shigure prefirió no pensar mucho en ello. Inocentes perdiendo la vida ante la injusticia era algo que la ponía triste. Se dio una ducha rápida e hizo la cama. Agarró sus espadas y su bolsa y se fue a desayunar al comedor. No podía empezar el día sin algo dulce que llevarse a la boca. Para cuando terminó de comer, el barco había alcanzado el puerto de la ciudad de Emberstrand. Shigure se maravilló con los paisajes que ofrecía no solo esa parte de la isla, sino que, echando un ojo a la distancia, contempló lo que se podía llamar un espectáculo para la vista. Quizás cuando no estuviera de misión, podría hacer un poco de turismo alguna vez. Preguntó a un local donde podría localizar algún carruaje que la llevara a la ciudad de Aquilonia. Según el oficial, a quien tenía que entregar la misiva solía recorrer esa ciudad.

No tardó en montarse en un precioso carruaje tirado por dos caballos blancos y un hombre de sonrisa de perlas. Le dio un par de monedas y comenzó su viaje a la ciudad. Mientras hacía tiempo hasta su llegada, leyó su diario donde tenía anotada la descripción física y el nombre de a quien tenía que buscar. Se llamaba Elaina, una mujer rubia de ojos verdes y de altura promedio para una mujer. Tenía algo que le llamó la atención. Unas orejas puntiagudas. Eso ayudaba. Esperaba no equivocarse de persona.

  Elaina cabalgaba felizmente a lomos de su caballo, cuándo algo en su cabezá hizo click. Joder... Ahora no... Al menos no hay nadie que pueda verme y juzgarme. Esos hijos de put— Chasqueó la lengua, cortando sus pensamientos, molesta consigo misma.

  A ver, estaba claro que tenía un problema. Desde hace años, Elaina tenía un problema muy grave de bipolaridad. Cambios de personalidad repentinos y sin avisar, que le hacían la vida imposible. Cuándo normalmente actuaba como una mujer amable y comprensiva, estos ataques le hacían ponerse terriblemente triste. O lo que ocurría ahora. Cabreada sin motivos.

  Sus cabreos no le hacía ponerse a pegarse de hostias con los demás, pero no quería arriesgarse a que le diese algún ataque y ser brusca con Stormrider. Así que, molesta por tener que pausar su viaje, se bajó del caballo. Y encima hacía un calor horrible, vaya mierda de día. En cualquier caso, caminó desganada hasta la sombra de un arbol y se tiró al suelo a esperar que se le pasara el cabreo. Solo esperaba que no durase demasiado.

  Cuándo se dió cuenta, se había quedado dormida, con su espalda apoyada en el arbol, tranquilita y a la sombra. Por desgracia, su humor afectaba a sus sueños, así que no fueron demasiado agradables. Pero se despertó cuando Stormrider le dió golpecitos en el hombro con su hocico.

  "¿Qué coño pasa?" Dijo cabreada por que le despertaran. Que este cabreo fuese problema de su enfermedad o una simple reacción natural, nunca lo sabremos. O tal vez sí, porque no se murió inmediatamente después.

  Lo que si que terminó de despertarle fue cuando escuchó un disparo, y un instante despuén sintió como una bala atravesaba su hombro. Vale, si el ruido no la había terminado de espabilar, un tiro en el hombro lo había conseguido. Ardía horrores, pero no tenía tiempo a tratar la herida. Así que rápidamente localizó el origen del disparo y se escondió trás el arbol. Necesitaba un plan de escape. O ganar tiempo, alguién debió haber escuchado el disparo, ¿no?

  Y fue entonces cuándo escuchó un carruaje a lo lejos, acercándose. Joder no, daos la vuelta, por favor... No quiero que unos civiles acaben en medio de el ataque de estos putos imbéciles...

Había pasado un buen rato desde que había salido de la ciudad. Mientras esperaba, meditó. Era algo que solía hacer cuando no sabía que más hacer para matar el tiempo. Aunque también tenía curiosidad por conocer a la chica. ¿Qué la hacía tan especial como para que hubiera que mandar a alguien a entregarle un mensaje? Tenía que ser alguien importante o quizás... cualquier método que fuera por llamada o viceversa la podrían exponer como aliada de la Revolución. Bueno, pensar mucho en ello en ese momento solo le iba a dar un buen dolor de cabeza. Respiró hondo y soltó el aire suavemente. Puso la mente en blanco como tantas veces le habían enseñado en el dojo. Aquello siempre la relajaba. Escuchaba solo el sonido del carro y de los caballos. Y a veces, al conductor toser. De vez en cuando, llegaba a sus oídos el canto de algún que otro pájaro.

Hasta que finalmente, lo acabó escuchando. Un disparo. Rápidamente, abrió los ojos y mandó parar al conductor. Podría ser que alguien necesitara ayuda. Dudaba mucho que fuera alguien cazando, si estaban en medio de un camino. Salió del carruaje y mandó esconderse al hombre. Quería comprobar que no hubiera ningún herido. Se agachó y fue pegada a los árboles. Usándolos de cobertura. Agudizó el oído, intentando escuchar alguna voz. Pudo escuchar el murmullo de un par de hombres. Se acercó cautelosamente. Oyó el sonido de un caballo encabritado. Pronto, una voz de un hombre resonó en el lugar. Al parecer quería la cabeza de una princesa porque pagaban bien por ella. El otro hombre que le acompañaba le mandó a callar, pues eso les haría un blanco localizable.

Intentando no hacer ruido, se acercó a las voces. Eran dos. Un hombre alto y delgado armado con un fusil. Y uno más gordo y bajito con un sable en la cintura. El del fusil le había dado un coscorrón al del sable por joder el factor sorpresa. Para ser unos asesinos, parecían un poco payasos. El alto preparó el fusil para recargar de nuevo. Mientras su acompañante, seguía gritando, a la víctima, de que no se escondiera. Que nadie vendría a salvarla. Shigure no se iba a arriesgar a ir de frente. Cogió una roca y la lanzó a un arbusto cercano a ellos. Con suerte, eso daría tiempo para acercarse. Los dos hombres miraron hacia el otro lado. El alto le mandó al bajito ir a ver que se movió entre el arbusto. Shigure desenvainó su espada. Era el momento. Con suerte, eso le daría tiempo a la víctima de cambiar su localización. En caso de que se pudiera mover.

  Elaina pudo ver cómo el carruaje paraba en mitad del camino, y cómo una mujer salía del mismo. ¿Acaso estaba la guardia real o alguien fuerte con ellos? ¿Por qué pararían si no? Bueno, o que reconocieron que era la princesa, si es que a veces era imbécil. Pero la mujer no tenía las orejas puntiagudas típicas de Elyndor, así que era muy probable que fuese de fuera.

  Tuvo que contener la risa, manteniéndose inexpresiva mientras los idiotas de los atacantes se reían de que nadie vendría a ayudarle. Todo mientras la mujer estaba detrás suya, a unos pocos metros. Al menos había tenido suerte y no habían venido a por ella los criminales más inteligentes del mundo. Ni de su casa, vaya gilipollas. Así se que mantuvo escondida e impasible, viendo cómo caían en el truco más viejo conocido por el hombre. Tirar una piedra. Y a ver, corrijo. Conocido por el hombre con más de dos neuronas funcionales.

  Cuándo miraron a otro lado, Elaina salió de su escondite, aprovechando para alejarse y tomar una cobertura algo mejor, llevándose a Stormrider con ella para que tampoco le hiciesen daño. Además. Todas sus cosas estaban ahí.

  “Gracias,“ consiguió decir a pesar del cabreo que llevaba encima. Había ciertas situaciones en las que salía natural, a pesar de su problema. Que te salven de un apuro cuándo tienes un agujero de bala en el hombro era una de esas situaciones. Quién lo diría.

  Rápidamente, sacó unas vendas limpias de la alforja de su querido caballo, mordiendo su labio inferior por el punzante dolor, que había vuelto a subir de intensidad al estar un poco más a salvo. Aplicó antiséptico y apretó contra la herida, conteniendo la hemorragia que ya había manchado gran parte de su túnica blanca y su capa azul. Necesitaba investigar y conseguir algo para estas situaciones. Ya se le habían echado a perder dos en apenas unas semanas, menuda ruina. Pero tenía que centrarse. Buscó unas pinzas sin dejar de apretar, y luego apartó la venda, localizando la bala y extrayendo la bala con sumo cuidado, aguantando las ganas de gritar de puro dolor. Entonces volvió a desinfectar, cogió otras vendas limpias y ató la herida. Debería estar bien por ahora, por suerte había sido bastante limpio.

  Toda esta situación hizo que su humor volviese a la normalidad, y rápidamente se asomó desde su escondite para ver si la mujer había terminado con los hombres. Tenía confianza, parecía ser bastante fuerte, y los criminales bastante tontos. Y bueno, que no habían venido a molestarle.

La muchacha tenia suerte. Aquellos asaltantes no parecían ser de categoría...ni con muchas luces tampoco. Alguien inteligente o, con al menos, experiencia en combate no se separaría de su compañero. Eso le dio algo de ventaja. Shigure era rápida para alguien normal. Y lo malo de tener un rifle de cerrojo es que tenías que gastar tiempo para preparar el siguiente tiro. Empezó a correr todo lo máximo que le permitían sus piernas con sus dos katanas desenvainadas. El hombre del rifle la vio pero lo mejor que pudo hacer fue pegar un tiro a ciegas a medida que Shigure le ganaba distancia y estaba ya casi en su cara. El desgraciado tuvo suerte, pues el tiro le rozó la mejilla derecha. La joven no tenía tiempo para experimentar el dolor. Apretó los dientes y lanzó dos tajos. Uno para cortarle el brazo izquierdo y el otro dirigido a su pecho. La sangre salpicó la cara de Shigure. A medida que el hombre caía al suelo en un alarido, su compañero venía furioso con espada en alto. Un duelo con espadas siempre apasionaba a Shigure.

Esquivó un tajo que iba directo a su cabeza con un salto hacia atrás. El hombrecillo estaba molesto porque había atacado a su colega. ¿Oh? ¿Los criminales sentían camarería también? Shigure no respondió ante los alegatos del hombre. No tendría cortesía con asalta caminos que amenazaban a los inocentes. Se lanzó hacia delante propinando un ataque superior con sus dos katanas, ataque que fue detenido por el criminal. La joven ejerció un poco de fuerza haciendo retroceder al asaltante. A Shigure le pareció escuchar un caballo antes, probablemente fuera la víctima que aprovechó el momento. Pero ahora estaba concentrada en su enemigo. Con el pistolero desangrándose en el suelo, era un combate singular. Eso significaba que podía usar la vertiente del Sol. Cogió aire por la nariz y se lanzó como una centella a por la muerte de su adversario.

El hombre no podía hacer mucho, se notaba que no era muy hábil con su arma. O quizás eran los nervios porque pensaba que iba a ser un trabajo sencillo. La muchacha hizo una serie de combos, dejando heridas en el cuerpo de su oponente. Hasta que este, cayó al suelo. Con una rodilla en el suelo y sujetándose con su espada. El hombre pidió clemencia, no a él, pero por su colega. Se estaba muriendo lenta y dolorosamente. Shigure asintió y por primera vez le dirigió la palabra. "Tienes un alma noble para ser un desgraciado. Le daré una muerte piadosa como respeto hacia ti" Al terminar de hablar, le dio un corte limpio en el cuello. Otorgándole una muerte rápida. Para así, después hacer lo mismo con su compañero.

La pelea la había dañado un poco. Tenía algunos cortes en el brazo izquierdo por descuidada. Su mentora siempre le decía lo mismo. Dejaba expuesto su lado izquierdo. Se puso una venda que llevaba en su kit. No sin antes, echarse alcohol desinfectante que llevaba también en su kit de primeros auxilios. El cual siempre lo traía consigo. Eso sí, tendrá que buscar mejor equipo o un compañero de profesión que le curase las heridas.

- Ya puede salir - Dijo dirigiéndose a la persona que sufrió el ataque.

 Elaina quedó boquiabierta cuándo vió combatir a su salvadora desde su escondite. Había llegado tarde, claro, estaba tratando sus heridas. Pero joder, si que sabía lo que hacía. La princesa había tenido una suerte increíble al encontrarla. O bueno, de que ella le encontrase, más bien. Si no estaría en graves problemas ahora mismo. Y si le secuestraban… Sinceramente no sabía cómo reaccionaría su padre, y si intentaría usarlo y tener una excusa para quitársela del medio, como llevaba deseando hacer durante muchos años.

 Tuvo que cerrar los ojos para no ver como mataba a los criminales. No es que le diese miedo la sangre, ni mucho menos, era médico. Pero a ver, nunca era agradable ver algo así, aún si lo estaba haciendo para ahorrarles sufrimientos. Al menos podía respetar eso. Bueno, y que llevase encima un kit de primeros auxilios. Mucha gente no entendía lo importante que era y cómo podía salvarte el culo en una emergencia.

 Pero bueno, por cómo lo usaba, estaba claro que Elaina tenía más experiencia en el tema. Y mejor material. Comprensible para una científica y médico, quien lo diría. Así que corrió a ayudarla, saliendo de su escondite. No sin antes acariciar la cabeza de Stormrider para indicarte que todo estaba bien. El pobre se había puesto muy nervioso con toda esta situación. Así que al acabar de tranquilizarle un poco, se acercó a la desconocida, mirándole a los ojos. Su cara estaba manchada de sangre y daba algo de miedo, aunque entendiendo que era por haberla salvado, no se alteró.

 “Madre mía, gracias por todo… Me has salvado la vida probablemente. Soy Elaina, ¿Tú? No pareces de aquí,“ dijo al fijarse en que no tenía las orejas puntiagudas típicas de la isla. Probablemente ni sabía quien era, ni era alguién de su isla, y aún así se había parado y había arriesgado su vida para ayudarle. Le estaba muy agradecida.

 “Y deja que te ayude con eso, soy médico. Y te debo una. Aunque bueno, esto no es nada comparado con lo que hiciste conmigo,“ dijo con algo de pena, acercándose a su caballo para coger antiséptico y gasas limpias. También un pañuelo limpio y un bote con alcohol. Lo mojó, y le limpió la cara y el cuerpo de la sangre que había salpicado de los criminales. Finalmente, revisó sus heridas, antes de desinfectarlas y taparlas.

 “Por suerte no hay nada de lo que preocuparse, menos mal. Solo mantén las heridas limpias, lo último que quieres pillar ahora es una infección… Aunque si vas por ahí con un kit de primeros auxilios supongo que no hacía falta que te dijese nada.“

 Finalmente pudieron respirar y relajarse. Ya se había olvidado de que había venido a hacer, con el shock. ¡Ah si! Tenía que hablar con el pueblo y aprovechar para ver si había algún mensaje de la revolución para ella. Pero no quería dejar tirada a la mujer, después de todo, el carro en el que había venido había huido para salvarse de un posible ataque. No podía culparles.“

 “Parece que no tienes transporte, ¿a donde te dirigías? Tal vez pueda ayudarte. Conozco muy bien la isla,“ dijo con una sonrisa, llevando la mano a la herida de su hombro al sentir punzadas de dolor.

A quien salvó la revolucionaria resultó muy familiar para Shigure. Mujer rubia, orejas puntiagudas... ¿Podría ser? No quería apresurarse a tomar decisiones precipitadas. A lo mejor simplemente era alguien que se parecía y ya. Al menos, si no resultaba quien esperaba, había salvado a una inocente. La mujer se acercó a ella, agradecida por salvarle la vida. Parecía estar bien, salvo por una herida que se había tratado en el hombro. Hasta que sus labios pronunciaron su nombre. Shigure entonces sonrió. Realmente el destino era un ser curioso. Después de que Elaina la tratara, sorprendiendo gratamente a Shigure, al descubrir que también era médico. Aunque viendo sus movimientos le bastó poco tiempo reconocer que su contacto era más diestra que ella en la medicina.

"Es un placer salvar a los inocentes y yo le doy las gracias a usted por limpiarme y tratarme las heridas" Dijo haciendo la típica reverencia elegante propia del país de Wano. De donde venía, siempre había que responder educadamente ante los buenos actos.

" Mi nombre es Shigure del clan Minamoto. Como usted, soy médico también. Pero por como se desenvuelve, apuesto a que tiene más experiencia que una servidora" Sonrió gentilmente mientras se sentaba de rodillas, con las manos en los muslos "Soy una mensajera, me dirigía hacia Aquilonia en un carruaje que el chofer , presumo, ha puesto pies en polvorosa al oír los disparos. Pero he tenido suerte al encontraros " Sacó un sobre marrón con un sello naranja de su bolsa "Traigo un mensaje de los altos mandos de la Revolución. Os convocan a una reunión de emergencia para ayudar a una isla afín a la causa"

Miró hacia el camino, y luego hacia los matorrales. Quería estar segura que no hubiera nadie más escuchando la conversación. No querría tener que derramar más sangre de la necesaria. Esperó que su contacto terminará de leer la carta. Aunque pudo ver que se estaba quejando de su herida en el hombro.

"Va a necesitar hielo y posiblemente antibióticos o analgésicos para esa herida y el dolor" Comentó observando la herida de Elaina.

 Elaina le mostró una dulce sonrisa a Shigure ante su formalidad, haciendo ella también una pequeña reverencia, aunque perfectamente ejecutada. Desde pequeña le habían taladrado todos estos saludos y procedimientos en la cabeza.

 “Es el deber de una médico atender a cualquier herido que lo necesite. Sobre todo si acabó así por salvarme de un secuestro. Te sigo debiendo una,“ dijo felizmente guiñándole un ojo.

 No pudo evitar sonreír al escuchar que ella también tenía su misma profesión. Siempre le alegraba, sobre todo si era alguien que venía de fuera. De Wano, por como se había referido a sí misma… Impresionante, una isla del Nuevo Mundo, tan lejos de Elyndor que parecía otro mundo.

 Al escuchar el nombre de la Revolución, no pudo evitar mirar a su alrededor, comprobando varias veces que no había nadie cerca que pudiese escucharlas. Su tapadera era demasiado delicada, y si las personas equivocadas se enteraban… Sería la justificación perfecta para que su padre se librase de ella de una vez por todas. Pero bueno, parece que sí que habían venido a darle un mensaje. Según Shigure, para llamarla a la guerra. Aunque eso no tenía ningún sentido. Ella estaba infiltrada en palacio para informar de las actividades de la familia real y terminar de ganarse la confianza de su pueblo. No podía simplemente irse y cargarselo todo. Bueno, y eso sin contar que su padre se lo impediría en cualquier caso.

 Así que leyó la carta. Tal vez le habían dicho otra cosa para proteger la información si le atrapaban, o robaban el sobre. Fue rápidamente a buscar en las alforjas de Stormrider, y encontró su máquina decodificadora. Puso el código secreto que usaban para sus comunicaciones, y se puso a traducir. Era un trabajo bastante manual. Tenía que ir indicando las letras y la máquina le daba otra distinta que debía ir apuntando en un papel para revelar el mensaje real. Lento, pero hacía lo que necesitaba. Además, al ser un aparato sencillo y pequeño, era mucho más fácil de ocultar.

La nota decía:
 Nos ha llegado información de que hay un infiltrado de la Legión en Aquilonia. Al parecer vende cuadros falsificados. Va a hacer una exposición con sus obras en la plaza central. El ayuntamiento la ha aprobado, así que sospechamos que el rey Elandor está metido en el ajo. Vuestra misión es investigar esto y que Shigure nos informe de vuelta. Importante que no desveles vuestra naturaleza como revolucionarias, y que no toméis acciones violentas. Solo necesitamos pruebas para romper la imagen del rey cuándo llegue el momento.

 Este mensaje debe ser quemado inmediatamente después de leerlo.

 Rápidamente, Elaina dejó que Shigure leyese la nota, y acto seguido, cogió unas cerillas y lo prendió en llamas. Debía de estar hecho de algún papel especial, porque no quedaron ni los restos.

 “Bueno, parece que tenemos trabajo… Y cómo ya sabrás, soy la princesa, así habrá muchos ojos encima nuestra. Así que ten cuidado, no podemos romper la tapadera.“

A Shigure le cayó bien la princesa Elaina. Parecía ser una buena mujer, y con el tiempo, una excelente reina. Ella no aguantaba a los nobles que se lo tenían muy creído o simplemente no les interesaban sus gentes. Ese tipo de gente no merecían gobernar. Al entregar la carta, la princesa se extrañó al escuchar que la habían llamado a la guerra. Se levantó y fue a coger una especie de máquina, la cual usó para traducir el mensaje codificado. A Shigure le maravillaba a veces las máquinas que usaban la gente. En Wano, no se podía ver mucho de cosas futuristas. Era un país con fuertes tradiciones y arraigado al pasado. Estuvo ojeando como tecleaba Elaina hasta que leyó la carta que esta le tendió y comprendió una cosa. La carta decía otra cosa. Shigure se rascó la cabeza. Básicamente le habían dado un mensaje que no era el real, posiblemente si alguien la capturaba y le sonsacaba información.

El verdadero mensaje de la carta era que habían un legionario oculto en la isla disfrazado de vendedor de cuadros falsos. Así fue como Shigure aprendió que el rey era un corrupto. Se compadeció de Elaina. Sabía muy bien lo que era tener un padre nefasto. "Vuestro padre por lo que veo tiene las manos sucias, princesa" Dijo sin intención de ofender. La misión estaba clara, había que marchar a la ciudad de Aquilonia y buscar pruebas. A Shigure no le agradaba mucho el sigilo, era nefasta para ello. Pero si se podía encontrar pruebas y denunciar al rey lo intentaría con todas sus ganas. " No se preocupe, intentaré no llamar mucho la atención. Haré como que soy una turista en la isla " Se giró al caballo de la princesa. " Parece que el único modo de transporte es su caballo, si no le importa llevarnos a usted y a su hermoso corcel "

El caballo le recordaba a cuando aprendió a montar a caballo hace unos años. Una hermosa yegua negra llamada Yoru. Se preguntaba que había sido de ella. Ahora cabalgaban hacia Aquilonia en pos de completar la misión. El caballo era rápido. No tardaron mucho en llegar a la ciudad. La cual era sencillamente hermosa. A plena vista se podían observar galerías de arte, museos y teatros. Le daban ganas de ser verdaderamente una turista y contemplar el arte de la ciudad.

"¿Por donde empezamos?" Preguntó ya que no conocía ni la isla ni la ciudad.

Elaina asintió con la cabeza con algo de pena al escuchar las palabras de Shigure sobre su padre. Se notaba que lo decía sin animo de ofender, sabiendo que ella era su hija, pero ella no podías más que estar totalmente de acuerdo. Su padre era un puto corrupto, y estaba cargandose el buen nombre de la isla y de la familia real, si es que alguna vez había sido honesta. Es complicado encontrar nada malo sobre los que escriben la historia. Aunque el cualquier caso, ella pensaba cambiar eso. Pensaba joder los planes del rey y sus secuaces y hacer de Elyndor una nación próspera para su gente, sin robarles por las espaldas.

Agitó la cabeza, saliendo de su nube de pensamientos, y finalmente respondió a la pregunta. "Perdona, me distraigo con estas cosas... Pero sí, mi padre y mi hermano son un cancer para Elyndor..."

Ante lo del caballo, simplemente asintió de nuevo, y un rato despues se plantaron en Aquilonia. Stormrider era fuerte, y no tuvo mucho problema con cargar a dos personas. Al menos sin tener que cabalgar a toda velocidad, eso podía volverse más problemático.

Aquilonia era una ciudad relativamente grande, con calles llenas de puestos con productos artesanales de todo tipo. El arte, en todas sus formas, era el orgullo de su gente, y en cualquier esquina podías comprar piezas increibles. Aunque hoy había una en específico que les interesaba, y estaba en la plaza central.

"La gente de Aquilonia detesta a los falsificadores. Si nadie le ha descubierto aún es porque es muy bueno. O la información no es precisa y son robados, sería raro que si tuviese esa habilidad tan increible no la usara para crear su pripio arte. En cualquier caso, tenemos que ver que demonios pasa. Podemos empezar yendo a echarle un ojo a la exposición. Tanto para ver como para escuchar lo que dice la gente. Tal vez circulen algunos rumores, aunque no esten relacionados directamente. Aunque recuerda, soy la princesa, llamamos bastante la atención. No vamos a pasar desapercibidas, tenlo en cuenta. Pero estate atenta."

Dicho esto, caminó en dirección a la plaza, mirando a su alrededor con una sonrisa, saludando a su gente, la cual solía alegrarse de verle. Pudo ver a varios guardias de su padre, los cuales no le tenían tanto cariño, aunque simplemente paso de largo, ignorándoles. Y no parecían haber más de lo normal. Aunque bueno, ¿que demonios esperaba? Eso hubiese sido un movimiento bastante estúpido por parte de su padre. El pobre era gilipollas, pero si algo se le daba bien, eso era robar y mentir.

"Ya estamos aquí. Dame un toque en el costado si ves algo sospechoso y quieres que salgamos a hablar de ello. Aqui dentro limitemonos a disimular haciendo conversación." Elaina tosió un par de veces para meterse en el personaje. En el personaje de si misma. No se, en las películas parecía más épico, ahora se sentía un poco estúpida. "Y dime, ¿qué le esta pareciendo Elyndor?" Dijo mientras entraban a la exposición cómo si nada. "Y le dije que le encantaría Aquilonia. Se que usted tiene un increible sentido del arte, y es capaz de apreciar la calidad de todo lo que se produce en la ciudad."

La gente a su alrededor no pudo evitar sonreir orgullosa por las palabras de la princesa. Si iban a ponerse a hablar, que menos que causar un impacto positivo, ya que les iban a escuchar de todas maneras.