No dudaria [Elaina - Maki(abelico)]

-¿Ha comprendido su misión? -dijo el caracol.

-Perfectamente. Soy el Maestro -respondió Maki.

-Por cuarta vez: ¡no! Limítese a entregar el kit de bienvenida, la lista de contactos y los códigos de seguridad y márchese. No necesitamos que...

-Soy el Maestro.

-Me cago en...

Maki colgó, entendida ya su tarea. Por fin, después de a saber cuánto tiempo como cadete por segunda vez, confiaban en su experiencia para una misión de verdad. Y si bien no se trataba de salvar un reino, de derrocar una dictadura corrupta o de provocar el alzamiento de un pueblo, ¿qué podía haber más importante que la enseñanza a las nuevas generaciones?

Convencido de que aquel bien podía ser el relanzamiento de su carrera, Maki se sacudió el agua sobrante nada más salir del mar. Sus grises y poderosas lorzas salpicaron a los admirados pescadores, que contemplaban admirados la belleza de la Revolución en toda su gloria. Entonces sacó de su bolsa de plástico sellada la mochila, la boina y el bocadillo. Y también una capa muy mona que le hacía parecer importante.

El Maestro Makintosh caminó siguiendo las indicaciones que le habían dado. Se suponía que la reunión tendría lugar en mitad de un bosque, lejos de las miradas indiscretas de la gente. Había sitios donde la revolución, simplemente, estaba mal vista. ¿Sería el caso esta vez? No tenía muy claro quién ostentaba el mando en esa isla, pero le sonaba que alguien había comentado que había un rey. ¿Le dejarían imponer una república cuando acabase el asuntillo de entrenar a la novata? No veía por qué no iba a poder sacar un rato para devolverle el poder al pueblo y darle una patada en el culo a a casa real. Todo por la Causa, y eso.

No tardó en encontrar el camino que ponía en su mapa. Claro que el mapa lo había perdido como a los diez minutos de que se lo diesen, así que el que usaba ahora era una copia echa de memoria en la parte de atrás del menú de una hamburguesería. Pero era lo suficientemente realista. Agua, tierra, un castillo en el medio... Lo básico lo tenía.

-No veo el lago de los cocodrilos por ninguna parte -murmuró extrañado. Igual no era del todo su camino...

Por suerte, encontrar un bosque no era difícil. Siguió el olor a caca de jabalí y se adentró en el primero que vio, vestido solo con su capa y su bañador, y tiró para adelante mientras silbaba una de esas cancioncillas que no se le van a uno de la cabeza. Y tras un largo rato de senderismo...

-¡Ja! ¡Por fin te encuentro, pequeña alumna! -exclamó. El Maestro se sentó sobre una piedra junto a su aprendiz, que asaba una carne un poco rara en una hoguera-. Y veo que has traído amigos. No pasa nada, la Revolución tiene hueco para todos.

Sus amigos, un tipo enorme con un parche, otro tipo más enorme con un garfio y... ¿eso era un oso? En fin, los tres acompañaban a la joven aspirante, que por alguna razón acunaba un muñeco de un bebé con un cuchillo clavado en la cabeza. Curioso. Cada vez los elegían más aterradores. En fin, ¿quién era él para juzgar?

Maki abrió su mochila y sacó sandwiches para todos.

-Vale, primera lección...

Maki estaba descubriendo muchas cosas acerca de sus nuevos pupilos. La primera era que lo que había creído que era un oso en realidad no era un oso, sino un tipo muy simpático llamado Machacador que simplemente era muy grande. La segunda, que el tipo del parche en realidad sí era un oso. Y la tercera, que a Raspas no le gustaba nada la idea de tener un maestro.

-¡Yo ya tengo un dios! -gritaba- ¡Métete el tuyo por donde puedas!

-No es un dios -intentaba explicar Maki-, es una serie de tradiciones políticas y principios ideológicos representados en la figura de un gobernante democráticamente electo.

Menos mal que se había aprendido la chuleta a base de horas de estudio y anfetaminas aprobadas por la Revolución, porque vaya frasecita.

-¡Eso suena a dios para mí! ¡Raspa Espinazos con su Lanza no quiere ningún otro dios!

Aunque el nombre de completo de esa señora salvaje molaba mucho, Maki era incapaz de decirlo sin que le diesen cosquilleos desagradables en su propio espinazo. Así que la llamaría Raspas, que así al menos le recordaría algo a un pez.

-Pero no es un dios. Solo es un líder súper poderoso al que nadie ha visto y que nos hace seguir un libro de reglas escrito hace mucho tiempo. -A Raspas no parecía gustarle la idea siquiera de leer, cosa que Maki podía comprender. Pero el oso sí que estaba prestando atención-. Además, podéis traeros al bebé. En Báltigo tenemos una División de Bebés. Y otra de tartas, pero esa la están montando aún.

Eso pareció aplacar a la señora, que miró a su bebé como Maki miraría a una tarta. Aprovechando el silencio, el Maestro comenzó a hablarles de las maravillas de la Revolución: la fila de los postres, el comedor comunitario, las boinas de colores, la posibilidad de seducir a atractivas y peligrosas damas del bando contrario y tener emocionantes aunque prohibidas zozobras ideológicas sobre la Causa que al final reforzarían su resolución tras un dramático clímax... Y el seguro dental, que a Mastica Ojos, el del garfio, parecía venirle muy bien.

Fue más o menos entonces cuando llegaron los otros dos.

Con una escandalera de mil demonios que a Maki le hizo pegar un bote del susto, un hombre y una chica llegaron cabalgando hasta donde estaba teniendo lugar la clase. Todos sus alumnos, incluso el oso, se quedaron mirándolos con más silencio y más atención que la que le habían dedicado a él, cosa que no sabía cómo tomarse. Y ya lo de morsa loca...

-Oye, no hables así de Machacador -la reprendió Maki-. En la Armada no juzgamos a los gordos, solo los miramos en silencio y nos reímos luego. ¿Y vosotros habéis venido también a la clase?

-Señor Rowan, señor Rowan -dijo Mastica Ojos-, ¿podemos matarlo ya?

Al menos había levantado la mano. Maki había pasado un buen rato intentando que aprendieran eso. ¡Un momento! ¡Querían matar a Machacador! Ah, no, todos le miraban a él. ¡Querían matarlo a él! Ya había imaginado que algo así ocurriría; los alumnos problemáticos siempre le cogían tirria a sus profesores. Por suerte, Maki estaba preparado. Zarandeó su capa dramáticamente y se subió a la piedra más grande que encontró. Entonces se cayó de culo y se subió a la segunda más grande.

-Yo soy el Maestro Augustus Makintosh, enviado de la Revolución para dirigiros a todos en la lucha y convertiros en fieros guerreros por la Causa. -El Maestro metió la mano en su mochila y extrajo un libro muy gordo que le tiró a Mastica Ojos a la cabeza-. ¡No se mata al Maestro! -exclamó, para luego dirigirse a los dos recién llegados-. Y vosotros... ¿Conocéis la palabra de nuestro líder, Dexter Black?

Lejos de lo que esperaba, sus alumnos estaban bastante más despendolados de lo que se había esperado. Era comprensible, en cierto modo. Seguro que provenían todos de barrios peligrosos, de entornos problemáticos, de hogares desestructurados, y no se les veía muy por la labor de aprender. Raspas incluso estaba mordiendo el suelo, cosa que casi era preferible que seguir hablando de su asesinato.

Mai sacó su arma secreta de la mochila, un pulverizador de agua, y le hizo flus flus a la chica.

-No muerdas eso. Está sucio. Vais a tener que tomaros esto en serio, jovencitos. Aprended del oso -dijo, y señaló al diligente animal, que era el único que seguía sentado en su sitio y no mascaba chicle.

Y justo cuando ya pensaba que tendría que recurrir al rap para llegar hasta ellos, se reveló su alumna estrella... O, por lo menos, la que menos pinta de loca tenía.

La joven, a la que su abuelo parecía haber llevado a clase, incluso dedujo cómo llamarle. Maki asintió, consciente de que ser un profesor enrollado igual tampoco estaba mal, bajó del pedrusco y recogió el libro.

-Claro, ya seguiremos después -aceptó. Convenía separr a los alumnos difíciles de los demás, eso lo sabía todo el mundo, por lo que consintió en ir a otro sitio por el momento.

De camino a donde fueran, aprovechó para inculcar algunos conceptos básicos:

-Los revolucionarios luchamos por el bien del mundo entero. Y además estarás totalmente asegurada. En serio, tenemos seguros para todo. Nadie cree que vaya a usar el seguro anti-duendes hasta que aparece uno y te da un bocado. Además, tenemos un MANUAL -Maki procuró alzar la voz para que la palabra destacara, como indicaba el MANUAL. Pero ya tendría tiempo para ojearlo. Estaba en el Kit de Bienvenida, junto con la boina reglamentaria y la cápsula de suicidio-. Mientras trabajes para la Causa tienes descuento en el videoclub de Báltigo, y también podrás usar la red de compra venta de objetos de segunda mano de la Revolución. ¿Te interesa una silla? Es de las buenas, pero no le doy salida. Creo que por la mancha con forma de culo.

Consciente de que tanta información podía ser un tanto abrumadora de primeras, decidió dar un respiro a su alumna. Había tantas cosas que podía contar... El club de lectura, el retiro para veteranos, la tranquilidad existencial que proporciona la fe ciega en la inevitabilidad de la victoria... Y la lavandería cerebral. Con la nueva tarjeta de puntos, el tercer reacondicionamiento salía gratis.

-Por cierto, ¿no crees que ya eres mayorcita como para que tu abuelo te acompañe al coleg...? Cachis. -Se le había enganchado la capita en una rama y por poco no le arrancó un jirón-. Qué mal se me dan esto de las excursiones escolares.

Vehemencia, carácter, capacidad para ser ofensiva verbalmente, irritabilidad exacerbada... Desde luego aquella chica prometía. Maki ya podía imaginársela con la boina de la Revolución liderando una marcha pacífica o encadenándose a los cañones de la Marina para que no disparasen contra unos patitos. Y a su abuelo casi que también, que igual así a los opresores les daba cosa tirar de porra contra un anciano.

Sin embargo, algo no iba bien. Parecía demasiado enfadada, cosa totalmente ilógica dado el buen ritmo que llevaba en su educación. Como pedagogo honorario y presidente del Comité Antibullying Salvo a los Gafotas -que esos se incluían en otro comité-, Maki tenía la responsabilidad de averiguar si algún compañerito de clase estaba siendo malo con ella. Aunque tampoco había ningún compañero de clase que...

Ah, no, que era una princesa. ¡Una princesa! Y revolucionaria. Eso era... curioso. Claro que él era rey, en teoría, así que intentaría no juzgar. Y al parecer tenía ciertos problemas sin resolver con su padre. Ah, no, eso sí que no.

Si había algo que el profesor Makintosh, con su capita raída y su bañador, tuviera claro, eso era que no podía dejar que una de sus más prometedoras estudiantes lo pasara mal por unas simples rencillas familiares. No había hecho un cursillo en relaciones familiares y pastelería becado por el Departamento de Churumbeles, Hacienda y Felicidad Conyugal de Báltigo para nada. Tenía que hacer algo para arreglar esa relación.

-Ya veo... - dijo mientras se sentaba en el suelo y sacaba una libretita y una pluma. La pluma no era de escribir, solo una que había tirada en la hierba, pero le gustaba tener algo en las manos; le ayudaba a pensar-. Así que estás enfadada con tu padre. ¿No será que solo quieres llamar su atención? Puedes contármelo, tengo experiencia tratando con niños problemáticos.

De hecho, en los Centellas todos eran más o menos así, hijos problemáticos de un padre a veces ausente llamado Augustus, pero al final había conseguido convertirlos en una gran familia y hacer que mamasen metafóricamente de ese gris penacho de grasilla fría que tenía por teta. Metafóricamente... Casi siempre.

-Seguro que no es nada que no podamos solucionar -dijo el terapeuta familiar Makintosh-. A ver, ¿cuándo fue la última vez que tu padre te llevó a jugar al parque? ¿Acaso se ha echado una novia que intenta sustituir a tu madre? ¿O a tu tía? ¿O a tu gata? Cuéntaselo al tito Augustus -añadió, recolocándose el bañador en pos de la decencia.

Vaya rebotes se pillaba aquella muchacha. Cómo se notaba la falta de un referente paterno sólido. Estaba claro que su padre trabajaba demasiado y no podía prestar atención a su hija, por lo que esta mostraba los problemas de conducta típicos de los niños desatendidos. El Asesor Familiar Makintosh estaba seguro de que no faltaba mucho para que acabara probando drogas puente o haciendo grafitis no reivindicativos.

"No en mi guardia", se dijo con el tono solemne que guardaba para sus pensamientos más profundos. "No en mi guardia."

-Muy bien, muy bien, está claro que tenemos mucho en lo que trabajar. Y dicen que entrenar va muy bien -concedió. Se recolocó el bañador

Ay, Líder, ¿y si el viejo ese era su novio? Las jovencitas con problemas sin resolver eran presa fácil para los maduros depravados de porte elegante como aquel. Maki lo fulminó con la mirada y se prometió que tendría una charla muy seria con él cuando acabase lo que había ido a hacer allí. Que bien pensado, igual debería ir empezando.

-Muy bien, vamos a comenzar tu instrucción. -Le tendió la carta, un poco arrugadilla y con una esquina rota, que le habían encargado. Era la carta de bienvenida estándar, con un saludo efusivo y correcto y la firma de la secretaria de Dexter Black-. Lo primero es darte el Kit de Bienvenida.

Esto tenía más chicha, porque incluía mogollón de cosas útiles: boina y capa reglamentarias, botiquín, mechero, cartilla de postres y una cápsula de suicidio con sabor a limón, entre otras. También venía con una lista de números a los que poder llamar en caso de emergencia y un organigrama, que Maki nunca antes había mirado, de la jerarquía de la Revolución.

-Qué raro, yo no salgo aquí. Es igual. Tu nombre en clave es... A ver que consulte... Porcelana Vieja III. -Los nuevos solían tener nombres en clave para que así los oficiales no tuvieran que aprenderse los reales. Además, su tasa de mortalidad era tan alta que daba menos pena si no sabían cómo se llamaban-. Toma ya, sí que mola. A la última Porcelana Vieja la conocí. ¿Sabías que ahora está criando malvas?

La vieja aunque contestona Porcelana Vieja I, que cincuenta años antes le diera a Maki un puñetazo en la nuca, se había jubilado a la granja de malvas mutantes de la Revolución, donde tenía un empleo a tiempo completo bien remunerado y todas sus necesidades atendidas.

-Y este es el MANUAL -dijo alzando la voz-. Léelo cuidadosamente y procura que no se moje mucho. Pero antes revisa que no sea uno de esos huecos con una petaca dentro, que a veces pasa. Si ves cosas raras dibujadas dales un tachón o algo. -Maki le quito con un poco de saliva una mancha de sangre en la cubierta antes de entregárselo-. Y hasta aquí la introducción. Tú ideólogo es Takeshi el Picador. Uhh, lo conozco. Es mayor, pero no deberías enamorarte de él -aconsejó, lanzando una miradita al viejo allí presente-. Se supone que ahora tenemos que hacer un cursillo sobre acoso sexual y otro sobre hacer nudos, pero creo que será mejor saltarnos eso y aprender sobre la marcha.

Maki miró a uno y otro lado, buscando algo. Poco encontró, a parte de hierba.

-¿Derrocamos un rey corrupto? O podemos lanzar tarta a sus cuadros. El curso de tartas sí que deberíamos hacerlo.