Elaina Sylveraen

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Elaina estaba feliz hoy. Normalmente andaría un poco más amargada por tener que soportar las tonterías de cada día en palacio. Además de aguantar al pedante de su hermano y el déspota imbécil de su padre en el almuerzo. La comida sabía mil veces mejor cuándo no la tenías que compartir con quienes estaban destruyendo la isla para su propio beneficio. Quien lo diría, ¿no?
Pero eso, que estaba pasando la semana en Silverhaven. Había sido complicado conseguir que su padre no mandase la guardia tras ella a buscarla, pero después de recordarle que el tampoco quería aguantarle a ella… Pues bueno, se hizo solo.
Silverhaven era una ciudad preciosa en las zonas más altas de las cumbres de cristal. Como era evidente, todo a su alrededor estaba completamente nevado, y las temperaturas eran muy bajas. Pero la población se había adaptado, y se podían ver grandes hogueras en jaulas de metal por toda la ciudad, manteniéndola a una temperatura mucho más soportable. Igualmente, Elaina llevaba un abrigo por encima de la túnica blanca con detalles dorada y capa azul. Le gustaba mucho llevar todo tipo de atuendos, pero le tenía un cariño especial a este. Además, era precioso.
La gente de Silverhaven adoraba a Elaina. Bueno, la gente del reino en general, pero tenía una afinidad… especial con ellos. Por su posición un poco más complicada, era una de las ciudades más alejadas de las garras e influencia de su padre, el rey. Eso terminó creando varias comunidades en contra de la corona. O más que la corona, de los que la ostentaban actualmente. Muchos de ellos veían lo que le estaban haciendo a la isla, y tenían sospechas de que estaban pasando cosas turbias en las sombras. Bueno, para ser justos, Elaina era parcialmente culpable de esparcir esa información, pero bueno, detallitos sin importancia.
Y bueno, ¿que demonios hacía la princesa aquí? Pues muy sencillo. Mas o menos. La versión oficial era que iba en nombre de la corona y el reino para estar con su pueblo y comprobar su bienestar. Vamos, demostrar que se preocupa por su gente. Spoiler, no se preocupaban por su gente, la única con esos pensamientos era la propia Elaina. Ahora, la versión real. Estaba aquí para ver que todo iba bien, que no había demasiados espías de su padre, y para intercambiar información con la revolución. Además, le gustaba llevar al día cómo se movían las diferentes facciones de la ciudad. Y por último, pero no por ello menos importante, para comprar piezas para sus aparatos médicos. Uno de sus proveedores favoritos era un local de aquí.
Pero antes había que comer, que ya entraba el hambre. Así que fue a Aurora Bites, una taverna que servía una comida increible, acompañada con una cerveza artesanal fermentada con unos ingredientes únicos de las montañas. Entró tranquilamente, y como era usual, todos la saludaron. Por suerte, Elaina se había ganado su cariño y confianza con los años, y no se volvían locos porque la princesa estuviese comiendo a su lado. Rápidamente tomo asiento en la barra y pidió algo de comida, fijándose en que tenía a una desconocida a su derecha.
“No eres de por aquí, ¿no?”
Pero eso, que estaba pasando la semana en Silverhaven. Había sido complicado conseguir que su padre no mandase la guardia tras ella a buscarla, pero después de recordarle que el tampoco quería aguantarle a ella… Pues bueno, se hizo solo.
Silverhaven era una ciudad preciosa en las zonas más altas de las cumbres de cristal. Como era evidente, todo a su alrededor estaba completamente nevado, y las temperaturas eran muy bajas. Pero la población se había adaptado, y se podían ver grandes hogueras en jaulas de metal por toda la ciudad, manteniéndola a una temperatura mucho más soportable. Igualmente, Elaina llevaba un abrigo por encima de la túnica blanca con detalles dorada y capa azul. Le gustaba mucho llevar todo tipo de atuendos, pero le tenía un cariño especial a este. Además, era precioso.
La gente de Silverhaven adoraba a Elaina. Bueno, la gente del reino en general, pero tenía una afinidad… especial con ellos. Por su posición un poco más complicada, era una de las ciudades más alejadas de las garras e influencia de su padre, el rey. Eso terminó creando varias comunidades en contra de la corona. O más que la corona, de los que la ostentaban actualmente. Muchos de ellos veían lo que le estaban haciendo a la isla, y tenían sospechas de que estaban pasando cosas turbias en las sombras. Bueno, para ser justos, Elaina era parcialmente culpable de esparcir esa información, pero bueno, detallitos sin importancia.
Y bueno, ¿que demonios hacía la princesa aquí? Pues muy sencillo. Mas o menos. La versión oficial era que iba en nombre de la corona y el reino para estar con su pueblo y comprobar su bienestar. Vamos, demostrar que se preocupa por su gente. Spoiler, no se preocupaban por su gente, la única con esos pensamientos era la propia Elaina. Ahora, la versión real. Estaba aquí para ver que todo iba bien, que no había demasiados espías de su padre, y para intercambiar información con la revolución. Además, le gustaba llevar al día cómo se movían las diferentes facciones de la ciudad. Y por último, pero no por ello menos importante, para comprar piezas para sus aparatos médicos. Uno de sus proveedores favoritos era un local de aquí.
Pero antes había que comer, que ya entraba el hambre. Así que fue a Aurora Bites, una taverna que servía una comida increible, acompañada con una cerveza artesanal fermentada con unos ingredientes únicos de las montañas. Entró tranquilamente, y como era usual, todos la saludaron. Por suerte, Elaina se había ganado su cariño y confianza con los años, y no se volvían locos porque la princesa estuviese comiendo a su lado. Rápidamente tomo asiento en la barra y pidió algo de comida, fijándose en que tenía a una desconocida a su derecha.
“No eres de por aquí, ¿no?”
Sowon

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Llegar a esa isla en busca de metales raros no había sido muy complicado, solo usar su encanto y algunos pocos berries para pagar un pasaje con descuento. Tan pronto desembarcó se dispuso a no perder mucho tiempo en la capital y llegar al lugar que le interesaba. Aquellas cumbres montañosas y nevadas, el trayecto llevó un buen tiempo, aprovechando el viaje para leer aquel libro que había iniciado unos días antes.
El frío del lugar era notorio pero estaba preparada con aquel kimono envuelto en varias telas de hermoso diseño que en conjunto con el leve calor de las grandes hogueras hacían su andar algo menos tortuoso. Silverheaven era un lugar bastante bonito en su soledad, los habitantes al reconocerle como una extraña por sus ropas o su ornamento que ataba el cabello se dedicaron a mostrarle las maravillas del lugar.
Así había estado un rato mirando en los mercadillos, charlando con vendedores y observando la calidad de los metales, algunos comunes y otros un poco más inusuales. Si bien era evidente que no venderían sus metales más extraños a una desconocida, en especial tras los rumores de que solo unos cuantos valientes se aventuraban a extraer algo sin perder un brazo o la vida en el intento.
Tras comprar algunos metales que le hacían falta, fue a la taberna local de un nombre curioso e invernal como todo edificio en mitad de las montañas el Aurora Bites. Se sentó en la barra y pidió algo para beber mientras se dedicaba a mantener a su espada aguja, simplemente era para mantenerla bonita ya que pocas veces necesitaba emplearla en esos sitios. Sus manos pasaban por los patrones de damasco de la hoja en un ida y vuelta hipnotico, mientras sus dedos podían sentir el leve picor del mismo manto helado que gracias a la temperatura ambiente era incluso más gélido de lo usual.
Tan inmersa estaba en su tarea que no pudo apreciar a una nueva integrante de la barra, alguien que por su influencia no tardó en identificar como una persona importante. Guardó su arma entre sus ropas antes de beber un poco de agua, aprovechando el intervalo para estudiar el rostro y la figura de su interlocutora. Era complicado no asociarla con alguien de clase alta, su ropa era de una mejor calidad que otras y eso a un sastre no se le podía ocultar, también su mera presencia que provocaba asombro a los ciudadanos simplemente por sentarse y hablar.
—Oh, disculpe usted mi señora. Es verdad no soy de este pueblo ni de esta isla, solo he venido a hacer negocios y aprender. Me dijeron que estas colinas ocultaban minerales y metales de gran calidad por lo cual no pude resistir comprobarlo. ¿Ante quién tengo el gusto de esta agradable interferencia?—
Se movió con elegancia al momento de presentarse con una leve reverencia y una sonrisa que transmitía confianza pese a su modo tan formal de dirigirse a la muchacha. Era algo usual en Sowon mantener aquellas costumbres de disciplina y cortesía pese a internamente detestarlas, su exterior era un sinónimo de belleza exótica y más vestida de esa manera en una isla que claramente no estaba habituada a tales visitas.
Movió su mirada sutilmente hasta los carteles de recompensa, tal vez encontraba algo que valiera la pena llevarse como recuerdo pero no era una cuestión decidida. A lo mejor podía obtener más información del lugar como un establecimiento para leer libros o una armería en donde impartieran alguna clase, después de todo no siempre se contaba con un privilegio semejante como una guía bastante particular.
El frío del lugar era notorio pero estaba preparada con aquel kimono envuelto en varias telas de hermoso diseño que en conjunto con el leve calor de las grandes hogueras hacían su andar algo menos tortuoso. Silverheaven era un lugar bastante bonito en su soledad, los habitantes al reconocerle como una extraña por sus ropas o su ornamento que ataba el cabello se dedicaron a mostrarle las maravillas del lugar.
Así había estado un rato mirando en los mercadillos, charlando con vendedores y observando la calidad de los metales, algunos comunes y otros un poco más inusuales. Si bien era evidente que no venderían sus metales más extraños a una desconocida, en especial tras los rumores de que solo unos cuantos valientes se aventuraban a extraer algo sin perder un brazo o la vida en el intento.
Tras comprar algunos metales que le hacían falta, fue a la taberna local de un nombre curioso e invernal como todo edificio en mitad de las montañas el Aurora Bites. Se sentó en la barra y pidió algo para beber mientras se dedicaba a mantener a su espada aguja, simplemente era para mantenerla bonita ya que pocas veces necesitaba emplearla en esos sitios. Sus manos pasaban por los patrones de damasco de la hoja en un ida y vuelta hipnotico, mientras sus dedos podían sentir el leve picor del mismo manto helado que gracias a la temperatura ambiente era incluso más gélido de lo usual.
Tan inmersa estaba en su tarea que no pudo apreciar a una nueva integrante de la barra, alguien que por su influencia no tardó en identificar como una persona importante. Guardó su arma entre sus ropas antes de beber un poco de agua, aprovechando el intervalo para estudiar el rostro y la figura de su interlocutora. Era complicado no asociarla con alguien de clase alta, su ropa era de una mejor calidad que otras y eso a un sastre no se le podía ocultar, también su mera presencia que provocaba asombro a los ciudadanos simplemente por sentarse y hablar.
—Oh, disculpe usted mi señora. Es verdad no soy de este pueblo ni de esta isla, solo he venido a hacer negocios y aprender. Me dijeron que estas colinas ocultaban minerales y metales de gran calidad por lo cual no pude resistir comprobarlo. ¿Ante quién tengo el gusto de esta agradable interferencia?—
Se movió con elegancia al momento de presentarse con una leve reverencia y una sonrisa que transmitía confianza pese a su modo tan formal de dirigirse a la muchacha. Era algo usual en Sowon mantener aquellas costumbres de disciplina y cortesía pese a internamente detestarlas, su exterior era un sinónimo de belleza exótica y más vestida de esa manera en una isla que claramente no estaba habituada a tales visitas.
Movió su mirada sutilmente hasta los carteles de recompensa, tal vez encontraba algo que valiera la pena llevarse como recuerdo pero no era una cuestión decidida. A lo mejor podía obtener más información del lugar como un establecimiento para leer libros o una armería en donde impartieran alguna clase, después de todo no siempre se contaba con un privilegio semejante como una guía bastante particular.
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Vale, definitivamente la mujer no era de por aquí. No entendía por que había tardado más de unos instantes en darse cuenta, cuándo literalmente no tenía las orejas puntiagudas típicas de las gentes del reino. Tenía que prestar más atención. Y bueno, sus palabras claramente lo confirmaban. ¿En que estaban pensando? Bueno, al menos ahora tenía una excusa para hablar con ella. No tenía muchas oportunidades de salir de Elyndor, así que siempre era un soplo de aire fresco hablar con gente de fuera.
“Oh, con que tenemos aquí a una aventurera. ¿Acaso has escuchado sobre lo peligroso que es extraer minerales de la zona y quieres venderlos? ¿O trabajas con ellos?“ Dijo Elaina, fijándose en sus manos. Herlock Sholmes, el protagonista de unas novelas que se estaba leyendo, descubría los oficios de la gente con cosas así. Ella no se enteró de nada, y devolvió la mirada a los ojos de la mujer antes de parecer una rarita. “Eh… Soy Elaina Sy— Elaina, puedes llamarme Ela si te gusta ser eficiente.“ Por los pelos. Si decía su apellido seguramente descubriría que era la princesa. Tal vez solo con su nombre no se daría cuenta. No le gustaba nada que le tratasen diferentes por su estatus social.
La ropa de la mujer era interesante cuanto menos. Era un kimono de un estilo que nunca había visto en Elyndor. Elegante, y con unos patrones preciosos. Lo que no terminaba de entender es como no se estaba muriendo de frío. Los kimonos que se había probado ella en el pasado no resistirían las bajas temperaturas de las cumbres de cristal. Pero bueno, esa era una pregunta para otro momento. O tal vez no.
“Por pura curiosidad. ¿Ese kimono es de tu isla natal? Me encanta, es muy elegante,“ dijo con una sonrisa amable en su rostro. Pero antes de que pudiese seguir preguntándole acerca de ello, escuchó la puerta del local abriéndose bruscamente.
Entonces entró un grupo de tres hombres vestidos de cowboy, armados con pistolas. Vaya conjunto de mierda para traer a la nieve la verdad. Además, sus orejas no eran puntiagudas, así que seguramente también eran de fuera. ¿Habrían venido con la mujer? No que fueran amigos, ni de coña. Ella tenía estilo, imposible. Pero en el mismo barco.
“¡Quedaos quietecitos y entregadme a la princesa! A no ser que queráis que esto se convierta en una puta carnicería, claro.“ Gritó el que parecía ser el lider de la banda. Vale, parece que habían venido a secuestrarla. El problema es que no contaban con que cuándo le eras fiel a tu pueblo, ellos te respondían adecuadamente. Rápidamente, todos la cubrieron, y un par corrieron a atacar a los hombres. Y bueno, ella no iba a quedarse atrás. No era la mejor luchadora, su especialidad era la medicina. Pero no pensaba quedarse mirando mientras que su gente le ayudaba. Así que se puso de pié y se unió a la trifurca.
“Oh, con que tenemos aquí a una aventurera. ¿Acaso has escuchado sobre lo peligroso que es extraer minerales de la zona y quieres venderlos? ¿O trabajas con ellos?“ Dijo Elaina, fijándose en sus manos. Herlock Sholmes, el protagonista de unas novelas que se estaba leyendo, descubría los oficios de la gente con cosas así. Ella no se enteró de nada, y devolvió la mirada a los ojos de la mujer antes de parecer una rarita. “Eh… Soy Elaina Sy— Elaina, puedes llamarme Ela si te gusta ser eficiente.“ Por los pelos. Si decía su apellido seguramente descubriría que era la princesa. Tal vez solo con su nombre no se daría cuenta. No le gustaba nada que le tratasen diferentes por su estatus social.
La ropa de la mujer era interesante cuanto menos. Era un kimono de un estilo que nunca había visto en Elyndor. Elegante, y con unos patrones preciosos. Lo que no terminaba de entender es como no se estaba muriendo de frío. Los kimonos que se había probado ella en el pasado no resistirían las bajas temperaturas de las cumbres de cristal. Pero bueno, esa era una pregunta para otro momento. O tal vez no.
“Por pura curiosidad. ¿Ese kimono es de tu isla natal? Me encanta, es muy elegante,“ dijo con una sonrisa amable en su rostro. Pero antes de que pudiese seguir preguntándole acerca de ello, escuchó la puerta del local abriéndose bruscamente.
Entonces entró un grupo de tres hombres vestidos de cowboy, armados con pistolas. Vaya conjunto de mierda para traer a la nieve la verdad. Además, sus orejas no eran puntiagudas, así que seguramente también eran de fuera. ¿Habrían venido con la mujer? No que fueran amigos, ni de coña. Ella tenía estilo, imposible. Pero en el mismo barco.
“¡Quedaos quietecitos y entregadme a la princesa! A no ser que queráis que esto se convierta en una puta carnicería, claro.“ Gritó el que parecía ser el lider de la banda. Vale, parece que habían venido a secuestrarla. El problema es que no contaban con que cuándo le eras fiel a tu pueblo, ellos te respondían adecuadamente. Rápidamente, todos la cubrieron, y un par corrieron a atacar a los hombres. Y bueno, ella no iba a quedarse atrás. No era la mejor luchadora, su especialidad era la medicina. Pero no pensaba quedarse mirando mientras que su gente le ayudaba. Así que se puso de pié y se unió a la trifurca.
Sowon

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Sowon observó con curiosidad como la mujer le miraba las manos, no sabía si era que estaban bonitas o simplemente tenía algún tipo de gusto por las manos de las extranjeras. Sin embargo, encontró la primer pregunta interesante para iniciar un intercambio de palabras.
—He escuchado los rumores, trabajo con los metales, soy herrera y aprovecho el tiempo libre para buscar materiales que pudieran resultar interesantes. Muchas veces el mismo misterio de las cuevas me suele atraer como la luz a las polillas. Si cuesta tanto extraer algo de ese lugar, por simple lógica algo forjado con el corazón de estas montañas debe ser extraordinario.—
Explicó con cierta pasión, era usual tener esos discursos desde que se había empeñado en trabajar más a fondo con metales exóticos en su deseo de crear verdaderas obras de arte y calidad superior. Por fortuna las manos no se veían afectada gracias a los guantes que empleaba en la forja, manteniendo aquel terciopelo a la vista y siendo una seda al contacto. El nombre parecía curioso, Elaina Sy, pero no era su trabajo juzgar costumbres de otros lugares, tal vez en algún lugar le hubieran puesto el nombre de una fruta o cosas incluso peores.
—Es un placer señorita Elaina, mi nombre es Sowon, no poseo algún apodo o similares pero creo que no lo necesito. Cinco letras son complicadas de resumir.—
Esbozó una leve sonrisa y siguió bebiendo agua, el viaje había sido agotador y tener que hablar con su boca pastosa no era la experiencia más agradable. Señaló su ropa cuando la joven se interesó en el origen de las prendas, como era de esperar, su estilo llamaba la atención en cualquier isla que no fuese Wano.
—Digamos que emula lo que vestimos en Wano, pero este en particular lo hice yo en otra isla, me agrada que le sea bonito a la vista. Puedo hacerle uno, si presta atención puede ver que la tela...—
Estaba a punto de explicar como la tela era más gruesa y se complementaba con otra tela adicional abajo cuando fue interrumpida por unos hombres bastante extraños. Pudo entender que buscaban a una princesa y al instante todo era un completo caos con sillas volando, disparos al aire y la clientela del lugar a puño limpio. Hasta su compañera de charla había saltado al caos dejando a Sowon con un rostro de incredulidad ante lo que sus ojos llegaban a ver. Hasta el tabernero se había esfumado y unido al desastre.
Todo se calmó cuando el presunto lider del trio fue empalado por una espada con forma de aguja en el pecho, soltó sus armas mientras algo de sangre empañaba su camisa y también ¿Escarcha? Rapidamente los otros dos fueron reducidos por parte de los ciudadanos a la par que el bandolero cruzaba sus ojos con los grises ojos de la dueña del peculiar arma.
—Interrumpirme ante un potencial cliente está mal... muy mal... deberé enseñarte modales.—
Desenterró lentamente su arma dejando caer al hombre, era una herida precisa que le impediría moverse de forma brusca pero no era letal. Acercó lentamente la punta del arma al cuello del hombre, mientras presionaba su estómago con uno de sus pies, una peculiar escena de poder femenino sin duda alguna. Hubiera continuado de no ser porque todos le miraban confundidos, como si ahora centrasen su atención en ella y en su arma que había dejado a un maleante en el suelo sin que se desangrase. Otra extranjera armada era suficiente para sembrar un poco de desconfianza, debía encontrar una coartada rápida.
Guardó su espada tras limpiarla y volvió su mirada a la joven que le había hablado anteriormente. Dedicando una sonrisa y viendo en esta su oportunidad para que todo quedase como un incidente en defensa propia. Parecía alguien influyente después de todo y en teoría Sowon le había salvado.
—Oh, disculpen mi atrevimiento pero estaba preocupada por esta amable joven. Además este hombre era una amenaza para su seguridad, pueden enviarlo a las autoridades si así lo desean.—
Guardó sus manos entre las mangas de su kimono e inclinó levemente la cabeza, caminando lentamente hasta quedar frente a la joven rubia. Todo dependería de ella, a ojos de la herrera le debía un favor tras haberle salvado de un secuestro.
—He escuchado los rumores, trabajo con los metales, soy herrera y aprovecho el tiempo libre para buscar materiales que pudieran resultar interesantes. Muchas veces el mismo misterio de las cuevas me suele atraer como la luz a las polillas. Si cuesta tanto extraer algo de ese lugar, por simple lógica algo forjado con el corazón de estas montañas debe ser extraordinario.—
Explicó con cierta pasión, era usual tener esos discursos desde que se había empeñado en trabajar más a fondo con metales exóticos en su deseo de crear verdaderas obras de arte y calidad superior. Por fortuna las manos no se veían afectada gracias a los guantes que empleaba en la forja, manteniendo aquel terciopelo a la vista y siendo una seda al contacto. El nombre parecía curioso, Elaina Sy, pero no era su trabajo juzgar costumbres de otros lugares, tal vez en algún lugar le hubieran puesto el nombre de una fruta o cosas incluso peores.
—Es un placer señorita Elaina, mi nombre es Sowon, no poseo algún apodo o similares pero creo que no lo necesito. Cinco letras son complicadas de resumir.—
Esbozó una leve sonrisa y siguió bebiendo agua, el viaje había sido agotador y tener que hablar con su boca pastosa no era la experiencia más agradable. Señaló su ropa cuando la joven se interesó en el origen de las prendas, como era de esperar, su estilo llamaba la atención en cualquier isla que no fuese Wano.
—Digamos que emula lo que vestimos en Wano, pero este en particular lo hice yo en otra isla, me agrada que le sea bonito a la vista. Puedo hacerle uno, si presta atención puede ver que la tela...—
Estaba a punto de explicar como la tela era más gruesa y se complementaba con otra tela adicional abajo cuando fue interrumpida por unos hombres bastante extraños. Pudo entender que buscaban a una princesa y al instante todo era un completo caos con sillas volando, disparos al aire y la clientela del lugar a puño limpio. Hasta su compañera de charla había saltado al caos dejando a Sowon con un rostro de incredulidad ante lo que sus ojos llegaban a ver. Hasta el tabernero se había esfumado y unido al desastre.
Todo se calmó cuando el presunto lider del trio fue empalado por una espada con forma de aguja en el pecho, soltó sus armas mientras algo de sangre empañaba su camisa y también ¿Escarcha? Rapidamente los otros dos fueron reducidos por parte de los ciudadanos a la par que el bandolero cruzaba sus ojos con los grises ojos de la dueña del peculiar arma.
—Interrumpirme ante un potencial cliente está mal... muy mal... deberé enseñarte modales.—
Desenterró lentamente su arma dejando caer al hombre, era una herida precisa que le impediría moverse de forma brusca pero no era letal. Acercó lentamente la punta del arma al cuello del hombre, mientras presionaba su estómago con uno de sus pies, una peculiar escena de poder femenino sin duda alguna. Hubiera continuado de no ser porque todos le miraban confundidos, como si ahora centrasen su atención en ella y en su arma que había dejado a un maleante en el suelo sin que se desangrase. Otra extranjera armada era suficiente para sembrar un poco de desconfianza, debía encontrar una coartada rápida.
Guardó su espada tras limpiarla y volvió su mirada a la joven que le había hablado anteriormente. Dedicando una sonrisa y viendo en esta su oportunidad para que todo quedase como un incidente en defensa propia. Parecía alguien influyente después de todo y en teoría Sowon le había salvado.
—Oh, disculpen mi atrevimiento pero estaba preocupada por esta amable joven. Además este hombre era una amenaza para su seguridad, pueden enviarlo a las autoridades si así lo desean.—
Guardó sus manos entre las mangas de su kimono e inclinó levemente la cabeza, caminando lentamente hasta quedar frente a la joven rubia. Todo dependería de ella, a ojos de la herrera le debía un favor tras haberle salvado de un secuestro.
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Oh, ¡conque era eso! Tendría que haberlo adivinado. Herlock habría dicho algo como que sus manos eran rugosas y—¡Un momento! Pero si sus manos eran perfectas… Que cosas.
“Una herrera… Interesante, interesante. Y sí. Hay metales muy valiosos en las cumbres, aunque no recomendaría su extracción a no ser que seas una experta en geología, extracción de minerales, derrumbes, gases tóxicos y sismología. Hay muy poca gente capaz de hacerlo de forma segura. Y es algo que lleva bastante tiempo, así que ni siquiera es rentable hacerlo.“
Elaina estaba con una sonrisa de oreja a oreja cuándo la mujer le dijo que podría contratarla para que le hiciese un vestido así. Estaba contenta, deseando hablar los detalles y el procedimiento. Pero no duro mucho, porque los secuestradores habían llegado.
Rápidamente, se puso a la defensiva, observando el entorno. Que estuviesen armados era un problema, eso solo podía significar una cosa. Heridos. Le emocionaba que todos se uniesen para protegerla. Más aún que ni siquiera se lo hubiesen pensado. Pero odiaba ver como su gente acababa mal por su culpa. Si solo fuese más fuerte, todo esto sería mas fácil… Aunque no se quejaría más. Tenía que actuar y demostrar que podía defenderse de ataques así. Era algo a lo que una tenía que acostumbrase al ser la princesa de un reino. Y al estar en contra de la corona. Una combinación curiosa cuánto menos.
Aprovechó que uno de ellos estaba distraído para pegarle un codazo en el estómago. Spoiler, no sirvió de nada. El hombre la empujó por puro reflejo, haciendo que cayera de culo al suelo. Pero no se quedaría ahí tirada. Tenía una ventaja sobre ellos, y era que tenían que mantenerla intacta. Así que volvió a golpearle. Al menos serviría como distracción para que el rest—
“¡Cuidado princesa!“
Elaina dio un paso atrás, y un instante después, una silla golpeó con fuerza el rostro del criminal, noqueándolo y tirándolo al suelo. Y entonces, miró a su alrededor, fijándose en que los otros dos habían caído. Y en la mujer con la que estaba hablando antes en una posición un tanto extraña con el lider. ¿Era eso escarcha en su pecho? ¿Y cómo es que no perdía sangre con esa herida?
Miró a su alrededor, fijándose en que no había ninguna baja en su bando. Menos mal, habría sido incapaz de dormir esta noche. Pero había heridos, y era su deber atenderlos. Sobretodo después de todo lo que habían hecho por ella. Mientras tanto, la herrera parecía estar buscando excusas, pero cuando vino a ella negó con la cabeza y se agachó a tomarle el pulso al líder de los secuestradores.
“Está vivo y estable, menos mal… Pero me vas a explicar que demonios le has hecho,“ dijo antes de ir a atender al resto de heridos. Un par de huesos rotos, y alguna herida de bala, pero por suerte nada demasiado peligroso. Sacó sus herramientas del bolso, y rápidamente le trajeron el botiquín del local. Y la siguiente hora fueron las de la princesa manchándose la ropa de polvo y sangre para cuidar a su gente.
Cuándo terminó, volvió a buscar a la herrera, mirándola a los ojos con cierta seriedad.
“Ahora. ¿Me puedes explicar que has hecho? No te voy a culpar de nada, fueron ellos los que atacaron. Y te agradezco la protección. Pero necesito saber lo que ha ocurrido, es importante…“ Dijo Elaina, sacudiéndose la ropa. Menudo desastre, iba a ser curioso sacar todas estas manchas. “Y no te olvides de todo el tema del kimono.“
“Una herrera… Interesante, interesante. Y sí. Hay metales muy valiosos en las cumbres, aunque no recomendaría su extracción a no ser que seas una experta en geología, extracción de minerales, derrumbes, gases tóxicos y sismología. Hay muy poca gente capaz de hacerlo de forma segura. Y es algo que lleva bastante tiempo, así que ni siquiera es rentable hacerlo.“
Elaina estaba con una sonrisa de oreja a oreja cuándo la mujer le dijo que podría contratarla para que le hiciese un vestido así. Estaba contenta, deseando hablar los detalles y el procedimiento. Pero no duro mucho, porque los secuestradores habían llegado.
Rápidamente, se puso a la defensiva, observando el entorno. Que estuviesen armados era un problema, eso solo podía significar una cosa. Heridos. Le emocionaba que todos se uniesen para protegerla. Más aún que ni siquiera se lo hubiesen pensado. Pero odiaba ver como su gente acababa mal por su culpa. Si solo fuese más fuerte, todo esto sería mas fácil… Aunque no se quejaría más. Tenía que actuar y demostrar que podía defenderse de ataques así. Era algo a lo que una tenía que acostumbrase al ser la princesa de un reino. Y al estar en contra de la corona. Una combinación curiosa cuánto menos.
Aprovechó que uno de ellos estaba distraído para pegarle un codazo en el estómago. Spoiler, no sirvió de nada. El hombre la empujó por puro reflejo, haciendo que cayera de culo al suelo. Pero no se quedaría ahí tirada. Tenía una ventaja sobre ellos, y era que tenían que mantenerla intacta. Así que volvió a golpearle. Al menos serviría como distracción para que el rest—
“¡Cuidado princesa!“
Elaina dio un paso atrás, y un instante después, una silla golpeó con fuerza el rostro del criminal, noqueándolo y tirándolo al suelo. Y entonces, miró a su alrededor, fijándose en que los otros dos habían caído. Y en la mujer con la que estaba hablando antes en una posición un tanto extraña con el lider. ¿Era eso escarcha en su pecho? ¿Y cómo es que no perdía sangre con esa herida?
Miró a su alrededor, fijándose en que no había ninguna baja en su bando. Menos mal, habría sido incapaz de dormir esta noche. Pero había heridos, y era su deber atenderlos. Sobretodo después de todo lo que habían hecho por ella. Mientras tanto, la herrera parecía estar buscando excusas, pero cuando vino a ella negó con la cabeza y se agachó a tomarle el pulso al líder de los secuestradores.
“Está vivo y estable, menos mal… Pero me vas a explicar que demonios le has hecho,“ dijo antes de ir a atender al resto de heridos. Un par de huesos rotos, y alguna herida de bala, pero por suerte nada demasiado peligroso. Sacó sus herramientas del bolso, y rápidamente le trajeron el botiquín del local. Y la siguiente hora fueron las de la princesa manchándose la ropa de polvo y sangre para cuidar a su gente.
Cuándo terminó, volvió a buscar a la herrera, mirándola a los ojos con cierta seriedad.
“Ahora. ¿Me puedes explicar que has hecho? No te voy a culpar de nada, fueron ellos los que atacaron. Y te agradezco la protección. Pero necesito saber lo que ha ocurrido, es importante…“ Dijo Elaina, sacudiéndose la ropa. Menudo desastre, iba a ser curioso sacar todas estas manchas. “Y no te olvides de todo el tema del kimono.“
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Sowon no era una experta en tantas cosas, contratar un equipo de tal calibre se salía de su presupuesto y nada le aseguraba que en otra isla pudiese encontrar el mismo metal con una mayor tasa de éxito. Suspiró ante la idea de poder al menos ver ese metal algún día, tal vez mucho más adelante, cuando su habilidad con la forja hubiera mejorado y terminase de estudiar los libros que todavía no había terminado referentes a la minería. Solo pudo negar con la cabeza antes de que todo se saliese de control.
Para su fortuna su intervención había sido bien recibida, una vez las cosas se calmaron se dedicó a observar como la joven atendía a los heridos e incluso revisaba al secuestrador. Era una muestra de compasión que a la herrera le hacía ruido, como si no fuese lo indicado. O el criminal era un suertudo o la muchacha era algo ingenua. Aunque le salvase la vida, nada le ataba a no intentar volver a secuestrarla y si le habían marcado posiblemente era por aquella piedad excesiva que le volvía un blanco fácil del mundo criminal.
—¿Qué hice? Solo lo atravezé con mi espada, quizás le interesa saber que hizo ella...—
Respondió la herrera mostrando nuevamente su espada a la joven, señalando con uno de sus dedos la hoja de la misma y comenzando a recorrerla lentamente. La espada similar a una delgada y larga aguja resaltaba por su belleza en el forjado, además de la fina capa de escarcha que se apreciaba mientras el dedo surcaba el camino a través del metal.
—Señorita Elaina, a lo mejor no conoce sobre armas como yo, déjeme que le explique un poco sobre Aguja. Es una espada que forjé desde la propia piedra, me tomó muchas horas sin descanso y puede que piense que es normal en la herrería. Pero Aguja es más que una espada, es algo más. Es mejor que una espada común, mucho más duradera y podemos decir que en cierto sentido tiene vida. Puede rodearse de escarcha, es un arma muy impaciente, pero a la vez es como un niño, juega con su objetivo, no lo mata hasta estar satisfecha...—
La mujer le cedió el arma a la muchacha desde su empuñadura para que sintiese por sí misma la diferencia entre el arma y una común. Después de todo, tanto misticismo parecía rodear al arma de cualidades que tal vez no se apreciaban a simple vista. Seguía siendo un arma de una calidad muy inferior a las legendarias armas que algún día tocaron la tierra y forjaron su leyenda en el mundo, pero pese a esto era mucho mejor que la típica espada que portaba cualquier soldado.
—Si nos centramos plenamente en que sucedió con ese hombre, digamos que al herirlo el propio frío de la hoja evitó que se desangre y cubrió la herida con un fino manto de hielo para mantenerlo más tiempo con vida. Sin quitar el dolor o la gravedad de lo que es una estocada precisa al pecho. No fui muy brusca ni mi fuerza es suficiente para hacer mucho daño interno, dudo mucho haber tocado algo más que el músculo.—
Explicó a la par que extendía su mano para que la espada le fuera devuelta a su mano. Habiendo dejado un tiempo prudencial para que su peculiar conocida pudiera sentir el peso, la consistencia y tal vez el eco del alma de su espada. Clavó su mirada en ella con una sonrisa tras escuchar lo del kimono, siendo que estaba agradecida de poder compartir su pasión por las armas o la ropa sin ser interrumpida.
—Por supuesto que no me he olvidado de ello, puedo hacer uno, pero no aquí. He pedido que trasladen mis cosas al lugar donde se hospedan los turistas de esta zona, allí tengo mi nuevo set de sastrería y podemos ver las telas. Tengo algunas de muy buena calidad que seguramente le pueden interesar.—
La actitud de la mujer volvía a ser la usual, más centrada en los negocios y con un carisma que enaltecía su propia belleza en conjunto con esos movimientos elegantes. No perdía su porte ni sus buenos modales, dejando de lado aquel misticismo de la forja para volver a ser una comerciante más. Sin dudas, se le daba bien vender su trabajo y más cuando los adornaba con esos detalles sobrenaturales que impresionaban incluso al más escéptico de los presentes.
Para su fortuna su intervención había sido bien recibida, una vez las cosas se calmaron se dedicó a observar como la joven atendía a los heridos e incluso revisaba al secuestrador. Era una muestra de compasión que a la herrera le hacía ruido, como si no fuese lo indicado. O el criminal era un suertudo o la muchacha era algo ingenua. Aunque le salvase la vida, nada le ataba a no intentar volver a secuestrarla y si le habían marcado posiblemente era por aquella piedad excesiva que le volvía un blanco fácil del mundo criminal.
—¿Qué hice? Solo lo atravezé con mi espada, quizás le interesa saber que hizo ella...—
Respondió la herrera mostrando nuevamente su espada a la joven, señalando con uno de sus dedos la hoja de la misma y comenzando a recorrerla lentamente. La espada similar a una delgada y larga aguja resaltaba por su belleza en el forjado, además de la fina capa de escarcha que se apreciaba mientras el dedo surcaba el camino a través del metal.
—Señorita Elaina, a lo mejor no conoce sobre armas como yo, déjeme que le explique un poco sobre Aguja. Es una espada que forjé desde la propia piedra, me tomó muchas horas sin descanso y puede que piense que es normal en la herrería. Pero Aguja es más que una espada, es algo más. Es mejor que una espada común, mucho más duradera y podemos decir que en cierto sentido tiene vida. Puede rodearse de escarcha, es un arma muy impaciente, pero a la vez es como un niño, juega con su objetivo, no lo mata hasta estar satisfecha...—
La mujer le cedió el arma a la muchacha desde su empuñadura para que sintiese por sí misma la diferencia entre el arma y una común. Después de todo, tanto misticismo parecía rodear al arma de cualidades que tal vez no se apreciaban a simple vista. Seguía siendo un arma de una calidad muy inferior a las legendarias armas que algún día tocaron la tierra y forjaron su leyenda en el mundo, pero pese a esto era mucho mejor que la típica espada que portaba cualquier soldado.
—Si nos centramos plenamente en que sucedió con ese hombre, digamos que al herirlo el propio frío de la hoja evitó que se desangre y cubrió la herida con un fino manto de hielo para mantenerlo más tiempo con vida. Sin quitar el dolor o la gravedad de lo que es una estocada precisa al pecho. No fui muy brusca ni mi fuerza es suficiente para hacer mucho daño interno, dudo mucho haber tocado algo más que el músculo.—
Explicó a la par que extendía su mano para que la espada le fuera devuelta a su mano. Habiendo dejado un tiempo prudencial para que su peculiar conocida pudiera sentir el peso, la consistencia y tal vez el eco del alma de su espada. Clavó su mirada en ella con una sonrisa tras escuchar lo del kimono, siendo que estaba agradecida de poder compartir su pasión por las armas o la ropa sin ser interrumpida.
—Por supuesto que no me he olvidado de ello, puedo hacer uno, pero no aquí. He pedido que trasladen mis cosas al lugar donde se hospedan los turistas de esta zona, allí tengo mi nuevo set de sastrería y podemos ver las telas. Tengo algunas de muy buena calidad que seguramente le pueden interesar.—
La actitud de la mujer volvía a ser la usual, más centrada en los negocios y con un carisma que enaltecía su propia belleza en conjunto con esos movimientos elegantes. No perdía su porte ni sus buenos modales, dejando de lado aquel misticismo de la forja para volver a ser una comerciante más. Sin dudas, se le daba bien vender su trabajo y más cuando los adornaba con esos detalles sobrenaturales que impresionaban incluso al más escéptico de los presentes.
Elaina Sylveraen

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Elaina ladeó la cabeza algo confusa al ver cómo la herrera trataba a su arma como si fuese una persona. Que mujer mas rara, ¿seguro que no había subido a las cumbres a intentar extraer algún mineral y se había dado en la cabeza? O respirado algún gas raro, quién sabe. Y bueno, luego estaba la expiación. Un poco turbio y sádico todo, la verdad. No iba a dormir peor esta noche si hubiese matado al criminal con esa estocada, después de todo, habían sido ellos los que se lo habían buscado atacando así. Pero eso no eliminaba sus principios, y si podía ayudar a un herido, lo haría. Incluso los criminales tenían ciertos derechos.
“Interesante…“ Dijo Elaina, intentando ocultar su sorpresa, y en parte, su miedo. No porque pensase que le fuese a hacer nada malo, si no por sus pensamientos.
Asintió con la cabeza, tomando el arma por la empuñadura. Y para empezar, se sentía extraño. Y no, no era la espada haciéndole escuchar voces extrañas diciéndole que lo quemara todo. Ni que pesase más de lo normal, ni nada de eso. Lo extraño es que quitando su forma, se sentía como una espada común. Y eso era algo extraño después de lo que había hecho. Elaina pensaba que sentiría algo especial o diferente al sujetarla. Y viéndola de cerca, tampoco veía ningún mecanismo ni tecnología extraña para que pudiese liberar ese frío y esa escarcha. No entendía nada, su conocimiento no llegaba a tanto.
“Sí… Saldrá vivo de esta, y como cerró la herida, ni siquiera tuve que molestarme demasiado por eso. La guardia real debe estar de camino, ellos lo llevarán al hospital junto con los heridos. Y luego al calabozo, claro.“
Entonces fue a entregarle el arma, pero algo hizo click en su cabeza. Joder, no era el momento… Pero claro, estas cosas nunca esperaban a que te vieniese bien. Apretó con fuerza la empuñadura del arma, insisitiéndole a la herrera para que la cogiese rápido antes de abrir la mano unos instantes. Su rostro cambió al de una mujer enfadada con el mundo, y joder, ahora mismo lo estaba. Pero tenía que controlarse. No estaba sola en su habitación, estaba en público. Si solo su rostro no fuese tan jodidamente expresivo y delatador... Pero contendría su actitud, así que respiró profundamente antes de hablar. No le podía decir lo pedante que estaba siendo intentando vender su mier— Tranquila Syl, tranquila…
“S-suena bien. Vamos,“ dijo sin querer hablar demasiado, haciendo un esfuerzo por mantener el control. Era una princesa, y su objetivo era recuperar el reino de las manos de su padre y su hermano. Si iba a vivir con este problema, tenía que aprender a controlarse a pesar de él, por mucho que le agotase mentalmente. Ahora mismo le resultaba imposible cambiar sus expresiones, pero estaba segura de que con trabajo y esfuerzo lo terminaría logrando.
“Por cierto, no me has dicho ni cómo te llamas,” consiguió decir sin sonar demasiado borde. Aunque sinceramente, menudo feo intentar buscar una clienta, estar hablando con ella, prestarle tu arma, y ni siquiera preguntarle su nombre. ¿Acaso eran todos tan maleducados fuera de Elyndor? ¡Joder Syl, que te relajes de una puta vez!
Finalmente llegó la guardia real, así que les explicó todo lo que había ocurrido y salieron del local, no sin antes despedirse y comprobar que todos estuviesen bien. Por suerte, aquí no eran tan fieles a su padre, si no ya hubiesen usado el ataque como excusa para llevarla de vuelta a palacio. Entonces siguió a la herrera hasta donde se estaba hospedando estos días.
“Interesante…“ Dijo Elaina, intentando ocultar su sorpresa, y en parte, su miedo. No porque pensase que le fuese a hacer nada malo, si no por sus pensamientos.
Asintió con la cabeza, tomando el arma por la empuñadura. Y para empezar, se sentía extraño. Y no, no era la espada haciéndole escuchar voces extrañas diciéndole que lo quemara todo. Ni que pesase más de lo normal, ni nada de eso. Lo extraño es que quitando su forma, se sentía como una espada común. Y eso era algo extraño después de lo que había hecho. Elaina pensaba que sentiría algo especial o diferente al sujetarla. Y viéndola de cerca, tampoco veía ningún mecanismo ni tecnología extraña para que pudiese liberar ese frío y esa escarcha. No entendía nada, su conocimiento no llegaba a tanto.
“Sí… Saldrá vivo de esta, y como cerró la herida, ni siquiera tuve que molestarme demasiado por eso. La guardia real debe estar de camino, ellos lo llevarán al hospital junto con los heridos. Y luego al calabozo, claro.“
Entonces fue a entregarle el arma, pero algo hizo click en su cabeza. Joder, no era el momento… Pero claro, estas cosas nunca esperaban a que te vieniese bien. Apretó con fuerza la empuñadura del arma, insisitiéndole a la herrera para que la cogiese rápido antes de abrir la mano unos instantes. Su rostro cambió al de una mujer enfadada con el mundo, y joder, ahora mismo lo estaba. Pero tenía que controlarse. No estaba sola en su habitación, estaba en público. Si solo su rostro no fuese tan jodidamente expresivo y delatador... Pero contendría su actitud, así que respiró profundamente antes de hablar. No le podía decir lo pedante que estaba siendo intentando vender su mier— Tranquila Syl, tranquila…
“S-suena bien. Vamos,“ dijo sin querer hablar demasiado, haciendo un esfuerzo por mantener el control. Era una princesa, y su objetivo era recuperar el reino de las manos de su padre y su hermano. Si iba a vivir con este problema, tenía que aprender a controlarse a pesar de él, por mucho que le agotase mentalmente. Ahora mismo le resultaba imposible cambiar sus expresiones, pero estaba segura de que con trabajo y esfuerzo lo terminaría logrando.
“Por cierto, no me has dicho ni cómo te llamas,” consiguió decir sin sonar demasiado borde. Aunque sinceramente, menudo feo intentar buscar una clienta, estar hablando con ella, prestarle tu arma, y ni siquiera preguntarle su nombre. ¿Acaso eran todos tan maleducados fuera de Elyndor? ¡Joder Syl, que te relajes de una puta vez!
Finalmente llegó la guardia real, así que les explicó todo lo que había ocurrido y salieron del local, no sin antes despedirse y comprobar que todos estuviesen bien. Por suerte, aquí no eran tan fieles a su padre, si no ya hubiesen usado el ataque como excusa para llevarla de vuelta a palacio. Entonces siguió a la herrera hasta donde se estaba hospedando estos días.
Sowon

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La herrera no mostró desesperación ni una pizca de desagrado ante el evidente escepticismo de la muchacha. Ella tambiéno había experimentado por mucho tiempo hasta que finalmente su trabajo le recompensó con esa espada, era evidente que ahora guardaba una conexión más profunda con su arma y su trabajo en general. Había tomado la creencia de que tal vez si aplicaba el mismo entusiasmo en perfeccionar su talento podría llegar a resultados que le distinguieran.
Seguía pendiente de los bandidos, incluso en aquel lugar era habitual dejarlos con vida. A Sowon aquello le daba igual, a ella solían pagarle por cabeza y era menos tedioso transportar una cabeza en lugar de un cuerpo o intentar que este se arrastrase hasta el gremio. Ese día el hombre tuvo suerte, a lo mejor agotó toda la que su vida le guardaba aunque ella había tenido la misma suerte de que ninguno le hubiera pegado un tiro gracias a los demás valientes o tontos que se lanzaron en una turba.
—Ya veo, por lo general es bueno repararlos para que puedan funcionar en la sociedad y abandonen esa vida antes de acabar peor...—
Suspiró con algo de cansancio ante las explicaciones del supuesto traslado, tal vez los tres no llegarían ni a tres pasos del pueblo antes de que los tirasen por ahí o se los dieran de comer a los lobos. No era una mujer que se fiara de las palabras de otros y menos en una isla de la cual no conocía nada, además la realeza tendía a impregnar mentiras o peor creer que esas cosas eran lo más cercano a la realidad.
Inmersa en sus pensamientos mientras pagaba el agua y terminaba su vaso, pestañeó al ver ese hermoso contraste. La joven amable y dulce portaba un rostro digno de conservar en una vitrina, los trazos que denotaban su furia y probable frustración eran para Sowon una intrincada obra de arte que no podía dejar de observar. Sus ojos grises más que alarmados, asustados o euforicos mostraban un leve brillo de interés. Hubiese preguntado más pero al tomar su espada nuevamente ese pequeño monstruo se había extinguido, ladeó su cabeza ante las palabras de la joven.
—¿No lo he dicho? No, eso no es verdad, nunca cometería una falta dde respeto semejante cuando usted lo preguntó en la barra hace unos minutos. Tal vez todo el descontrol le ha nublado la mente, pero no me es molestia volver a repetirlo. Soy Sowon, Shinozaki Sowon en mi tierra natal, espero que esta vez mi nombre quede en su memoria como las marcas en el acero que forjo...—
Sowon inclinó su cuerpo en una reverencia tradicional de su isla para luego hacer lo mismo ante la guardia y comenzar a caminar hasta el lugar de hospedaje unos metros más al norte del Aurora. Se presentó ante la recepción recibiendo la llave y pasando a la habitación 31 donde le esperaban sus cosas. Hizo que la princesa pudiera pasar, encendiendo el fuego de la chimenea y pasando a la habitación contigua a la principal, había pedido una doble simplemente para que sus cosas no le estorbasen en medio de la noche.
—Bien, puede ponerse cómoda mientras ordeno un poco esto...—
Colocó una caja de madera sobre la cama y comenzó a extraer lo necesario de la misma, en pocos minutos tenía confeccionado un pequeño rincón donde se reunían las herramientas necesarias para la confección de las prendas. Faltando un solo detalle, las telas, pasó nuevamente a la habitación continua mientras regresaba con varias telas.
—Bien, si fuera una clienta común no haría esto, pero ya que he hablado un poco de más sobre estas telas le recomiendo darles un vistazo. Digamos que tengo una habilidad que me permite crear tela con patrones cercanos a lo irreal o mejor dicho muy reales...—
Extendió una tela cual lienzo sobre la cama, la cual al ser cubierta por la misma pareció llenarse de rosas. Tan reales que incluso el simple hecho de mover la tela parecía imitar el viento moviendo los pétalos de las mismas con suavidad. Las flores se veían vivas, incluso las espinas, las gotas de agua o la refracción de la luz les dotaban de una imágen vívida. La herrera pasó su mano sobre las rosas para que la princesa pudiera ver por su cuenta que se trataba de tela y no de rosas reales, un mago no revelaría sus trucos pero Sowon no era una.
—No solo rosas, agua, animales, paisajes... puedo vestirle con lo que más le guste y darle tanta profundidad como desee. Luego, podemos hablar si desea que sea más o menos abrigada... puede tomarse todo el tiempo del mundo en ver las que más le gusten o pedirme una en especial me basta ver o imaginar el lugar para confeccionarla aunque puedo tardar un poco si es demasiado complejo...—
La mujer dejó las telas a un lado de la cama mientras se dedicaba a acomodar sus demás cosas en los estantes, no sabía cuantos días se quedaría pero sería mejor no ocupar mucho espacio con las cajas en un espacio reducido de por sí.
Seguía pendiente de los bandidos, incluso en aquel lugar era habitual dejarlos con vida. A Sowon aquello le daba igual, a ella solían pagarle por cabeza y era menos tedioso transportar una cabeza en lugar de un cuerpo o intentar que este se arrastrase hasta el gremio. Ese día el hombre tuvo suerte, a lo mejor agotó toda la que su vida le guardaba aunque ella había tenido la misma suerte de que ninguno le hubiera pegado un tiro gracias a los demás valientes o tontos que se lanzaron en una turba.
—Ya veo, por lo general es bueno repararlos para que puedan funcionar en la sociedad y abandonen esa vida antes de acabar peor...—
Suspiró con algo de cansancio ante las explicaciones del supuesto traslado, tal vez los tres no llegarían ni a tres pasos del pueblo antes de que los tirasen por ahí o se los dieran de comer a los lobos. No era una mujer que se fiara de las palabras de otros y menos en una isla de la cual no conocía nada, además la realeza tendía a impregnar mentiras o peor creer que esas cosas eran lo más cercano a la realidad.
Inmersa en sus pensamientos mientras pagaba el agua y terminaba su vaso, pestañeó al ver ese hermoso contraste. La joven amable y dulce portaba un rostro digno de conservar en una vitrina, los trazos que denotaban su furia y probable frustración eran para Sowon una intrincada obra de arte que no podía dejar de observar. Sus ojos grises más que alarmados, asustados o euforicos mostraban un leve brillo de interés. Hubiese preguntado más pero al tomar su espada nuevamente ese pequeño monstruo se había extinguido, ladeó su cabeza ante las palabras de la joven.
—¿No lo he dicho? No, eso no es verdad, nunca cometería una falta dde respeto semejante cuando usted lo preguntó en la barra hace unos minutos. Tal vez todo el descontrol le ha nublado la mente, pero no me es molestia volver a repetirlo. Soy Sowon, Shinozaki Sowon en mi tierra natal, espero que esta vez mi nombre quede en su memoria como las marcas en el acero que forjo...—
Sowon inclinó su cuerpo en una reverencia tradicional de su isla para luego hacer lo mismo ante la guardia y comenzar a caminar hasta el lugar de hospedaje unos metros más al norte del Aurora. Se presentó ante la recepción recibiendo la llave y pasando a la habitación 31 donde le esperaban sus cosas. Hizo que la princesa pudiera pasar, encendiendo el fuego de la chimenea y pasando a la habitación contigua a la principal, había pedido una doble simplemente para que sus cosas no le estorbasen en medio de la noche.
—Bien, puede ponerse cómoda mientras ordeno un poco esto...—
Colocó una caja de madera sobre la cama y comenzó a extraer lo necesario de la misma, en pocos minutos tenía confeccionado un pequeño rincón donde se reunían las herramientas necesarias para la confección de las prendas. Faltando un solo detalle, las telas, pasó nuevamente a la habitación continua mientras regresaba con varias telas.
—Bien, si fuera una clienta común no haría esto, pero ya que he hablado un poco de más sobre estas telas le recomiendo darles un vistazo. Digamos que tengo una habilidad que me permite crear tela con patrones cercanos a lo irreal o mejor dicho muy reales...—
Extendió una tela cual lienzo sobre la cama, la cual al ser cubierta por la misma pareció llenarse de rosas. Tan reales que incluso el simple hecho de mover la tela parecía imitar el viento moviendo los pétalos de las mismas con suavidad. Las flores se veían vivas, incluso las espinas, las gotas de agua o la refracción de la luz les dotaban de una imágen vívida. La herrera pasó su mano sobre las rosas para que la princesa pudiera ver por su cuenta que se trataba de tela y no de rosas reales, un mago no revelaría sus trucos pero Sowon no era una.
—No solo rosas, agua, animales, paisajes... puedo vestirle con lo que más le guste y darle tanta profundidad como desee. Luego, podemos hablar si desea que sea más o menos abrigada... puede tomarse todo el tiempo del mundo en ver las que más le gusten o pedirme una en especial me basta ver o imaginar el lugar para confeccionarla aunque puedo tardar un poco si es demasiado complejo...—
La mujer dejó las telas a un lado de la cama mientras se dedicaba a acomodar sus demás cosas en los estantes, no sabía cuantos días se quedaría pero sería mejor no ocupar mucho espacio con las cajas en un espacio reducido de por sí.
Elaina Sylveraen

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Elaina chasqueó la lengua algo molesta cuándo escuchó el nombre de la herrera, recordando que, efectivamente, ya se lo había dicho antes. Que mal había quedado olvidándose de algo tan básico, joder. Menuda mierda. Pero bueno, intento poner buena cara, y aunque no tuvo mucho éxito en ello, logró al menos controlar su tono de voz.
"Oh, creo que me lo había dicho ya, sí, qué vergüenza…" Idiota, si es que eres idiota, Syl.
Al ver las telas, Elaina no pudo evitar quedar boquiabierta por la calidad y el realismo de las mismas. Le molestaba un poco esa manipulación barata de intentar hacerle sentir especial con ese si fuera una clienta común, pero se calló la boquita. Lo más probable es que fuese su cabreo irracional hablando. O hablando irracionalmente, no podía decidir—¿Qué?
Pero en cualquier caso, era sorprendente y muy impresionante de ver. Si no fuese porque le había visto ponerlas en la cama y porque sabía que eran telas, sentía que podría haberle engañado haciéndole pensar que habían rosas plantadas en la habitación. Si no fuese porque le había salvado el culo antes, se preocuparía; ni en su estado actual era capaz de hacer un juicio tan estúpido. Así que la princesa caminó alrededor de la cama, tocando y revisando cada detalle. No eran telas de mala calidad, para nada, le sorprendía que pudiese generar algo así a voluntad. Super injusto.
"Hmm… Cómo puede ver, me gusta mucho el azul, el blanco, el rojo, el dorado…" Dijo mientras daba una vuelta sobre sí misma, aprovechando para sacudir un poco la ropa. "Aunque tal vez me atreva a probar algún color nuevo esta vez… Al menos mientras mi padre no pueda verme. Es… complicado."
Elaina sabía que eso le hacía ver cómo una niña. Y joder, en parte ella también lo pensaba. Pero el puto imbecil de su padre era el rey, era una situación comprensible, ¿no? Quería que fuese digna de la familia real, y que tuviera ciertos estándares sin sentido. Tonterías de la puta monarquía. Y a ver, a ella le encantaban muchos de lo que solía usar, y no tenía pensado dejar de vestirlo aún cuándo lograse escapar de la influencia de su padre. Pero a veces le gustaba usar algo distinto, algo que no estuviese tan acostumbrada a ver, por mucho que le gustase.
"¿Qué crees que podría quedarme bien? Algo suficientemente diferente de lo que llevo, pero que no choque demasiado ni vaya llamando mucho la atención. Aparte de por el hecho de ser un kimono, claro…"
Vale, su ánimo se estaba calmando, y por fin estaba volviendo a la normalidad. Al menos no le habían dado ataques de tristeza. No eran tan visibles o agresivos para el resto, pero le destruían internamente y le dejaban sin energía. Aún más que intentando contener sus palabras y tono de voz.
"Tal vez un rosa suave con unas rosas podría quedar bien… ¿O tal vez es mejor un azul marino? Nah… Ya llevo mucha ropa azul. Aunque algó así con una playa de arena dorada como Emberstrand… Podría ser interesante," dijo Elaina mientras daba vueltas por la habitación, sin poder parar quieta. Entonces respiró profundo y se sentó en una silla, dándose cuenta de cómo se estaba comportando. "Perdona… me pongo un poco hiperactiva cuando estoy indecisa… Malas costumbres de cuándo trabajo en el laboratorio, supongo."
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La mujer respondió con una sonrisa el despiste y tomó el cuaderno de diseño para ahorrar tiempo. Estudió los dibujos de sus anteriores diseños mientras escuchaba a Elaina platicar sobre sus preferencias en cuanto a colores. Si bien el rojo le hizo alzar la mirada al ser nombrado, era un color que le atrapaba en gran medida por su simbolismo. La pasión, el fuego, la sangre y el valor de una vida escapando del cuerpo. Si bien era un color que le agradaba por si mismo decidió esperar a una decisión más firme.
—Comprendo lo que dice, podemos dejarlo en que tampoco tengo una buena relación con mi familia. Si por mi fuera, me gustaría darle a mi espada un tiempo a solas con mi padre, aunque claramente si hiciera eso me convertiría en algo similar a ellos. Es complicado...—
Decidió terminar su oración de la misma manera, en cierta parte usaría a sus padres para practicar puñaladas pero tras tantos años le era indiferente si alguna vez ocurría. Pero en su interior nunca le negaría una gota de sangre a sus armas y menos una que cargaba un simbolismo tan exquisito como para rechazar.
—Teniendo en cuenta todo lo que me ha dicho, puedo sugerirle combinar rojo y dorado. Si desea que parezca arena recorriendo un eclipse lunar puedo diseñarlo de esa manera, la luna roja, un cielo rosado y detalles dorados fluyendo como arena. ¿Qué opina? Podemos seguir debatiendo el diseño hasta que este convencida, sabiendo lo del laboratorio debe estar acostumbrada a la prueba y error hasta dar con lo indicado.—
La mujer comprendía un poco más el escepticismo de la muchacha, al ser alguien de ciencia estaría viendo todos sus dogmas cuestionados con una tela irreal y una espada sin ningún mecanismo que se congelaba y cerraba heridas. Un divertido cruze entre la ciencia y el misticismo, el futuro y la tradición. Sowon no era muy defensora de estas ideas o creencias pese a que su aspecto, sus actitudes y todo su exterior diera la impresión contraria. Una curiosa combinación entre su odio a la tradición pero unos mecanismos insertados en su cerebro como naturales, bebió algo de agua para que la misma arrastrase sus traumas al fondo del abismo.
—Todos los objetos tienen sus defectos, no es algo de lo que estar avergonzados, algún día podremos mostrarnos sin utilizar tantas máscaras. Oh, suelo filosofar un poco cuando diseño, mis disculpas...—
Expresó ante el último comentario, camuflando entre palabras sabias su visión del mundo como meros objetos. Continuó centrada en su cuaderno diseñando otras alternativas si su primer diseño el cual se encontraba sobre la mesa era rechazado, dsus diseños después de todo eran algo exóticos pero incluso ella creía que debían generar algún impacto pese a ser leve.
—Comprendo lo que dice, podemos dejarlo en que tampoco tengo una buena relación con mi familia. Si por mi fuera, me gustaría darle a mi espada un tiempo a solas con mi padre, aunque claramente si hiciera eso me convertiría en algo similar a ellos. Es complicado...—
Decidió terminar su oración de la misma manera, en cierta parte usaría a sus padres para practicar puñaladas pero tras tantos años le era indiferente si alguna vez ocurría. Pero en su interior nunca le negaría una gota de sangre a sus armas y menos una que cargaba un simbolismo tan exquisito como para rechazar.
—Teniendo en cuenta todo lo que me ha dicho, puedo sugerirle combinar rojo y dorado. Si desea que parezca arena recorriendo un eclipse lunar puedo diseñarlo de esa manera, la luna roja, un cielo rosado y detalles dorados fluyendo como arena. ¿Qué opina? Podemos seguir debatiendo el diseño hasta que este convencida, sabiendo lo del laboratorio debe estar acostumbrada a la prueba y error hasta dar con lo indicado.—
La mujer comprendía un poco más el escepticismo de la muchacha, al ser alguien de ciencia estaría viendo todos sus dogmas cuestionados con una tela irreal y una espada sin ningún mecanismo que se congelaba y cerraba heridas. Un divertido cruze entre la ciencia y el misticismo, el futuro y la tradición. Sowon no era muy defensora de estas ideas o creencias pese a que su aspecto, sus actitudes y todo su exterior diera la impresión contraria. Una curiosa combinación entre su odio a la tradición pero unos mecanismos insertados en su cerebro como naturales, bebió algo de agua para que la misma arrastrase sus traumas al fondo del abismo.
—Todos los objetos tienen sus defectos, no es algo de lo que estar avergonzados, algún día podremos mostrarnos sin utilizar tantas máscaras. Oh, suelo filosofar un poco cuando diseño, mis disculpas...—
Expresó ante el último comentario, camuflando entre palabras sabias su visión del mundo como meros objetos. Continuó centrada en su cuaderno diseñando otras alternativas si su primer diseño el cual se encontraba sobre la mesa era rechazado, dsus diseños después de todo eran algo exóticos pero incluso ella creía que debían generar algún impacto pese a ser leve.
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Elaina asintió con la cabeza al escuchar que la herrera también tenía una situación complicada con su familia. Le preocupaba un poco que dijera tan abiertamente que lo mataría, pero sabiendo que ella probablemente haría lo mismo por el bien de su pueblo… Sería bastante hipócrita, la verdad. Tampoco intentó indagar más en su pasado. A fin de cuentas solo era una desconocida, y no era el momento.
La idea del kimono no sonaba mal. Le parecía un tanto agresivo todo lo de la luna roja, aunque había venido a descubrir cosas nuevas, ¿no? Aunque después de lo que habían hablado y el pequeño incidente en la taberna, estaba cada vez más segura de que tenía una extraña obsesión por la sangre, por decirlo de alguna manera. Un poco turbio para una costurera y herrera, pero bueno. Cosas más raras había visto en su vida.
“Suena bien, pero me gustaría que la luna de sangre no llamase tanto la atención… No quiero que la gente piense que soy una loca sangrienta ni nada de eso. Un poco raro cuándo eres médico, ¿no cree? Que a ver, no es como si lo fuese a llevar en público. No todavía…“ Evidentemente, no terminó la frase. No iba a decirle a una desconocida que no lo haría mientras su padre siguiese vivo. Las ideas de matar a la familia real no solían ser algo que contarle a cualquiera.
Elaina no pudo evitar alzar una ceja y ladear la cabeza cuándo Sowon se refirió a las personas cómo meros objetos. Que mujer más extraña, cada vez que abría la boca decía algo más raro y preocupante que lo anterior. Aunque tenía que reconocer que sus telas eran impresionantes. Y ya ni hablar de ese arma tan extraña que aún no había logrado descifrar. Tal vez si volvía a verlo más de cerca, en su laboratorio… Nah, tenía que ser otra cosa, ¿pero el qué?
“No creo que las personas seamos objetos, Sowon. Pero no soy nadie para intentar cambiar tu visión de la vida. No tengo ni idea de que clase de experiencia o pasado te ha llevado a estos pensamientos y no soy quien para juzgarte. Pero no se refiera a mí de esa forma, si me puede hacer el favor.“
Ni siquiera lo dijo en un tono demasiado molesto. Pero no le gustaban esas cosas. Ya tenía suficiente con que muchos le trataran especial solo por ser la princesa. Lo que le faltaba es que una herrera aleatoria del nuevo mundo la tratase como un objeto. Vale. Tal vez estaba exagerando un poco, pero aún le quedaban restos del enfado de antes.
“En cuánto a las capas, en esta zona hace bastante frío, pero Elyndor es una isla con muchos biomas y climas diferentes, no sabría muy bien por donde tirar. Aunque seguramente algo un poco más fresco estaría bien. Si no voy a sudar la gota gorda cuándo baje a palacio y me lo pruebe en secreto en mi habitación. Si no vienen los lamebotas de mi padre a molestar, claro… En fin, me las apañare, no quiero aburrirte con mis problemas. ¿Necesitas medidas, algo en especial?“ Dijo llevando una mano a su cintura. “Ah, y si puedes echarle un ojo a mi ropa y repararla… Si mi padre se entera de esto va a ser complicado vivir normal por unos cuántos meses”
La idea del kimono no sonaba mal. Le parecía un tanto agresivo todo lo de la luna roja, aunque había venido a descubrir cosas nuevas, ¿no? Aunque después de lo que habían hablado y el pequeño incidente en la taberna, estaba cada vez más segura de que tenía una extraña obsesión por la sangre, por decirlo de alguna manera. Un poco turbio para una costurera y herrera, pero bueno. Cosas más raras había visto en su vida.
“Suena bien, pero me gustaría que la luna de sangre no llamase tanto la atención… No quiero que la gente piense que soy una loca sangrienta ni nada de eso. Un poco raro cuándo eres médico, ¿no cree? Que a ver, no es como si lo fuese a llevar en público. No todavía…“ Evidentemente, no terminó la frase. No iba a decirle a una desconocida que no lo haría mientras su padre siguiese vivo. Las ideas de matar a la familia real no solían ser algo que contarle a cualquiera.
Elaina no pudo evitar alzar una ceja y ladear la cabeza cuándo Sowon se refirió a las personas cómo meros objetos. Que mujer más extraña, cada vez que abría la boca decía algo más raro y preocupante que lo anterior. Aunque tenía que reconocer que sus telas eran impresionantes. Y ya ni hablar de ese arma tan extraña que aún no había logrado descifrar. Tal vez si volvía a verlo más de cerca, en su laboratorio… Nah, tenía que ser otra cosa, ¿pero el qué?
“No creo que las personas seamos objetos, Sowon. Pero no soy nadie para intentar cambiar tu visión de la vida. No tengo ni idea de que clase de experiencia o pasado te ha llevado a estos pensamientos y no soy quien para juzgarte. Pero no se refiera a mí de esa forma, si me puede hacer el favor.“
Ni siquiera lo dijo en un tono demasiado molesto. Pero no le gustaban esas cosas. Ya tenía suficiente con que muchos le trataran especial solo por ser la princesa. Lo que le faltaba es que una herrera aleatoria del nuevo mundo la tratase como un objeto. Vale. Tal vez estaba exagerando un poco, pero aún le quedaban restos del enfado de antes.
“En cuánto a las capas, en esta zona hace bastante frío, pero Elyndor es una isla con muchos biomas y climas diferentes, no sabría muy bien por donde tirar. Aunque seguramente algo un poco más fresco estaría bien. Si no voy a sudar la gota gorda cuándo baje a palacio y me lo pruebe en secreto en mi habitación. Si no vienen los lamebotas de mi padre a molestar, claro… En fin, me las apañare, no quiero aburrirte con mis problemas. ¿Necesitas medidas, algo en especial?“ Dijo llevando una mano a su cintura. “Ah, y si puedes echarle un ojo a mi ropa y repararla… Si mi padre se entera de esto va a ser complicado vivir normal por unos cuántos meses”
Sowon

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Akuma no mi
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La mujer dedicó una risa sutil ante la confusión de una luna echa loteralmente de sangre, para luego extender otra de las telas sobre la cama proyectando un cielo nocturno y la luna teñida de un color carmesí a causa de un eclipse. Era un diseño que en cierta medida le recordaba a noches importantes de su vida y uno que adoraba implementar en sus diseños. La señaló indicando con sus dedos las partes que cortaría para el diseño final, poniendo junto a luna una tela que emulaba la arena, corriendo lentamente como un pequeño caudal de agua descendente a través del cielo.
—Disculpe el malentendido, me refería más a este tipo de Luna roja, creo que un diseño sangriento no se vería bien en ninguna persona a no ser que fuese ceremonial. Y aunque fuese para llevar en privado tampoco me daría buena fama, por lo tanto ahora que puede observar las telas en conjunto le será más sencillo proyectarse en ellas.—
La mujer detalló un poco más el boceto antes de centrar su mirada en la joven, sus ojos grises parpadearon al escuchar la primer frase, como si algo en su interior se encendiera. ¿Objetos? Derivó por su mente un buen rato, tratando de arraigar un concepto o definición de las personas que se apartase de su idea inicial, recorriendo las torturas, la sangre, el asesinato, el como le obligaron a mantener unas normas que no le representaban solo para cuidar un estatus que ni ella llegó a gozar. Si ella era un simple objeto para su familia, si todo era cuestión de dinero, si incluso el placer se contaba en billetes. ¿Por qué los otros no lo serían?
—Lamento mi pequeño desliz, sepa que no fue mi intención tratarle de esa manera. Y agradezco que sepa respetar una tamizada versión de lo que muchas veces escapa de mi cerebro, supongo que no todos podemos ver las cosas de la misma manera, pero la vida sería aburrida de no existir el debate ¿No cree?—
Sonrió mientras trataba de volver a centrarse en el tema de las telas, para su fortuna no era complicado, el ser impaciente le solía facilitar olvidarse de ciertos temas y focalizarse en lo verdaderamente importante. Comenzó a rebuscar en la pequeña mesa de sastrería las lineas métricas para tomar las medidas, a la par que memorizaba lo dicho por la joven sobre un bioma tan variado como único en una isla.
—Puedo ofrecerle una tela con un diseño que se adapte al clima, puede ser más fresco en el verano y proteger bien del frío. No será tan eficaz para un clima extremo pero podrá usarlo sin preocuparse del lugar. Además pensaba en darle una resistencia algo inusual dado lo que presencié en ese incidente, pero eso ya es un secreto.—
Volvió a tomar las medidas necesarias en la cintura, brazos, piernas y demás medidas. Se notaba el poco o ningún pudor que la mujer tenía en tomar medidas de lugares algo más vergonzosos con tal de crear una prenda que se adaptase perfectamente al cuerpo de su clienta. Tras volver a la mesa y anotar los números, alzó su mirada ante la sugerencia de también reparar las prendas.
—Oh, eso no me será problema, puedo hacerlo de inmediato. Solo deja las prendas sobre la cama y puedes buscar algo para ponerte en la otra habitación. Solo ten cuidado de no cortarte con alguna daga o espada que suelo transportar para vender, son muy filosas y un simple roce puede cortar un dedo limpiamente. Las prendas están en el bolso rojo, alguna puede que te quede bien mientras reparo las que traes, o puedes no usar nada, no me opongo ante la comodidad de mis clientes.—
Llevó su mano a su cabello mientras lo ataba en un moño tradicional y buscaba entre las agujas una para comenzar el labor de reparar las prendas. Era mejor iniciar con la tarea de cerrar y reemplazar ciertos espacios de tela para luego concentrarse en la confección desde cero. Después de todo, por la urgencia en que Elaina lo había requerido era evidente que ansiaba más su ropa reparada que una nueva prenda.
—Disculpe el malentendido, me refería más a este tipo de Luna roja, creo que un diseño sangriento no se vería bien en ninguna persona a no ser que fuese ceremonial. Y aunque fuese para llevar en privado tampoco me daría buena fama, por lo tanto ahora que puede observar las telas en conjunto le será más sencillo proyectarse en ellas.—
La mujer detalló un poco más el boceto antes de centrar su mirada en la joven, sus ojos grises parpadearon al escuchar la primer frase, como si algo en su interior se encendiera. ¿Objetos? Derivó por su mente un buen rato, tratando de arraigar un concepto o definición de las personas que se apartase de su idea inicial, recorriendo las torturas, la sangre, el asesinato, el como le obligaron a mantener unas normas que no le representaban solo para cuidar un estatus que ni ella llegó a gozar. Si ella era un simple objeto para su familia, si todo era cuestión de dinero, si incluso el placer se contaba en billetes. ¿Por qué los otros no lo serían?
—Lamento mi pequeño desliz, sepa que no fue mi intención tratarle de esa manera. Y agradezco que sepa respetar una tamizada versión de lo que muchas veces escapa de mi cerebro, supongo que no todos podemos ver las cosas de la misma manera, pero la vida sería aburrida de no existir el debate ¿No cree?—
Sonrió mientras trataba de volver a centrarse en el tema de las telas, para su fortuna no era complicado, el ser impaciente le solía facilitar olvidarse de ciertos temas y focalizarse en lo verdaderamente importante. Comenzó a rebuscar en la pequeña mesa de sastrería las lineas métricas para tomar las medidas, a la par que memorizaba lo dicho por la joven sobre un bioma tan variado como único en una isla.
—Puedo ofrecerle una tela con un diseño que se adapte al clima, puede ser más fresco en el verano y proteger bien del frío. No será tan eficaz para un clima extremo pero podrá usarlo sin preocuparse del lugar. Además pensaba en darle una resistencia algo inusual dado lo que presencié en ese incidente, pero eso ya es un secreto.—
Volvió a tomar las medidas necesarias en la cintura, brazos, piernas y demás medidas. Se notaba el poco o ningún pudor que la mujer tenía en tomar medidas de lugares algo más vergonzosos con tal de crear una prenda que se adaptase perfectamente al cuerpo de su clienta. Tras volver a la mesa y anotar los números, alzó su mirada ante la sugerencia de también reparar las prendas.
—Oh, eso no me será problema, puedo hacerlo de inmediato. Solo deja las prendas sobre la cama y puedes buscar algo para ponerte en la otra habitación. Solo ten cuidado de no cortarte con alguna daga o espada que suelo transportar para vender, son muy filosas y un simple roce puede cortar un dedo limpiamente. Las prendas están en el bolso rojo, alguna puede que te quede bien mientras reparo las que traes, o puedes no usar nada, no me opongo ante la comodidad de mis clientes.—
Llevó su mano a su cabello mientras lo ataba en un moño tradicional y buscaba entre las agujas una para comenzar el labor de reparar las prendas. Era mejor iniciar con la tarea de cerrar y reemplazar ciertos espacios de tela para luego concentrarse en la confección desde cero. Después de todo, por la urgencia en que Elaina lo había requerido era evidente que ansiaba más su ropa reparada que una nueva prenda.
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