El ocaso del North Blue

Aquél que me llamó, un capitán, no había venido solo, sino que había venido con un chico, no era ni marine, no entendía a qué diantres me había traído un civil. De pronto lo entendí. Se trataba del compañero que tenía que presentarme, un civil iba a pelear conmigo. No lo comprendía del todo bien.

Pero no era lo peor del todo, quería llevarme en dirección contraria hacia donde yo mismo tenía intención de ir. Hacia el sur, donde está acercándose todo el caos, donde puede encontrarse el principal foco de hostilidad. No soy muy experimentado, y por lo que podía contemplar ante el tembleque de mi "compañero", él tampoco.

Con la mano todavía en la frente realizando el saludo militar, comencé a hablar con el capitán.

-Con todos mis respetos señor. No soy un soldado especialmente experimentado ante un gran conflicto masivo, no tengo mucha experiencia en combate. Y si me permite el comentario mi compañero parece estar en peores condiciones que yo mismo. -le lancé una mirada de reojo y continué- Si puedo opinar señor, creo que seríamos más útiles en las islas pequeñas, donde la guardia sea más reducida y no sean capaces de alcanzar un gran número de piratas señor. Ambos creo que somos un blanco fácil y podemos distraer o entretener a los enemigos para tenderles emboscadas, pero eso solo funcionaría si se trata de un número relativamente reducido de enemigos. Señor.

Esperaba que ese capitán, que tenía un aspecto bastante desarrapado para tratarse de un capitán, no se tomase mi comentario a mal, no iba con ninguna intención de escaquearme, pero en mitad de todo en gran conflicto sería realmente complicado sobrevivir, y por lo que podía observar, mi compañero estaba algo asustado.

A decir verdad sería muy estúpido e ingenuo si no estuviera asustado, nos enfrentamos a una invasión pirata en todo el mar. No se trata de un juego militar. Y él no se si se trata de un recluta nuevo que todavía no tiene uniforme a qué. Aguardaría a la respuesta del capitán para presentarme formalmente.

Al fin llegó hasta la isla. La maldita bandera de aquel rey diabólico se alzaba en una enorme fortaleza que le recordaba a los castillos de los señores feudales de Wano... o a los cuarteles marines. De hecho, había banderas en cada rincón, adornando todo el edificio. Casi parecía que lo hubiesen empapelado con los símbolos de la casa Markov y el Imperio de Hallstat. "Ni siquiera los más ególatras de los daimyos de Wano tienen tan mal gusto" pensó con desaprobación el samurai. Algo no le gustaba en todo aquello. Sin embargo, antes de que pudiera pararse a reflexionar sobre ello, se fijó en algo que nubló su juicio con rabia. En los exteriores del edificio había soldados llevando a gente con pinta de campesinos, mercaderes y civiles desarmados en general a plataformas de ejecución. Su mirada se tiñó de ira, y su mano derecha se cerró sobre la empuñadura de Meiyo. Durante un instante estuvo a punto de descender sobre el patio y comenzar a destrozar a todos aquellos desalmados, pero respiró hondo y se calmó. Soltó la katana y metió la mano en el interior de su kimono, sacando una flauta de bambú.

- Seréis castigados por vuestros crímenes contra inocentes - murmuró, mientras se llevaba el instrumento a los labios.


Comenzó a tocar una melodía, imprimiendo sus emociones en esta. El sonido de su canción comenzó a resonar por todo el lugar, grandioso y sobrecogedor. De repente una brisa comenzó a levantarse, que pronto se convirtió en un fuerte viento y pocos segundos después en un poderoso huracán que azotaba el lugar. Las tejas volaban, los cristales de las ventanas estallaban, y múltiples objetos salían por los aires. Y sin embargo, ninguno de los "inocentes" parecía verse afectado por el viento, ni ninguno de los diferentes proyectiles arrastrados por este les tocaban. En cambio, estos iban contra los soldados con puntería sobrenatural, y algunos de estos eran afectados por extrañas corrientes de viento cortante que intentaban cortar sus cuellos. Y mientras tanto, la canción seguía sonando de fondo. Shun observó con una expresión seria y cruel cómo el justo castigo caía sin vacilación sobre aquellos que se habían atrevido a traer la desgracia a la vida de otros.

Algo menos rabioso, retomó el pensamiento inicial. Sí, había algo raro en todo aquello. ¿Por qué ejecuciones en masa a plena luz del día en mitad de un lugar claramente marcado como territorio del ejército de Hallstat? ¿No era algo absurdo? Ni siquiera era una base secreta (ni lo intentaba, más bien lo contrario) y dado que su rey había declarado en público que las acusaciones del Gobierno eran falsas, aquello era cuanto menos estúpido. Sí, algo fallaba allí... todo aquello beneficiaba más al Gobierno que a Derian. Más aun, ¿atraer al miembro de la tripulación de un Shichibukai, para que pueda informar sobre el mal causado por su monarca y enemistar totalmente a Byakuro con el Rey Nigromante? Aquello era muy raro... ¿se trataría de alguna facción rebelde que pretendía desacreditar al vampiro mediante cualquier medio posible? Iba a averiguarlo, eso por descontado. Su mantra le decía que Kazuo estaba bien, al menos por el momento. Podía esperar un poco más si había sobrevivido hasta ahora. Si notaba que era atacado o que se aproximaban presencias a él... se apuraría. Por ahora tenía cosas que hacer. Empleando sus poderes, generó una cárcel de viento pseudo-sólido en torno de uno de los oficiales del ejército y trató de levantarlo en el aire hasta su altura. Una vez ahí, lo interrogaría apuntándole con Yu. Si no le contestaba, le reventaría el brazo izquierdo con un disparo de aire de la wakizashi.

- Tú... cuéntame todo lo que sepas sobre este lugar. Y no me cuentes la mentira que os hayan dicho que me digáis. Tu vida depende de si tu respuesta me parece satisfactoria o no. Y ten en cuenta esto - su mirada se volvió más intimidante - Se que no sois del ejército de Hallstat. Ahora responde sinceramente.