El ocaso del North Blue

Las palabras de mi compañero fueron justo lo que esperaba escuchar. Pero fue sorprendente su revelación de que él no era ningún tipo de marine, ni siquiera un recluta, el era un simple civil. Ahora si que no podía ir hacia aquél lugar, teniendo a un civil a mi cargo no puedo llevarlo a todo el foco de la hostilidad. Un simple chico sin experiencia militar y que no tiene ninguna obligación. Llevarle allí sería llevarle a una muerte segura.

Su nombre era Shirahama Kenichi, y parecía que ya había dejado de temblar, tal vez por que ese capitán ya se había largado o tal vez por que pensaba que no le iba a llevar a la guerra directa. Pero no sabía que hacer. Sería duramente castigado si simplemente desobedezco una orden. No sería peor que aquellos que reniegan de su deber o que tan solo buscan salvar su propia vida sin preocuparle el resto. Pero por otro lado el resto de islas estarían desprotegidas.

Tenía un profundo dilema moral. En este momento desearía no haberme alistado en la marina, habría preferido el mero hecho de haber permanecido en mi hogar y haber seguido practicando allí. ¿Porqué diantres decidí salir a la mar? Sabía que tomara la decisión que tomara, estaría actuando erróneamente. Por un lado podría desobedecer a la marina, a mis superiores, por otro lado traicionaría mis propios principios. No sabía qué hacer.

-Vamos Kenichi.

Le hice un gesto con la cabeza y comencé a caminar a paso ligero hacia el puerto, directo a los muelles. Esperaba no encontrarme con nadie que supiera mi destino, eso haría más fácil el querer llegar hasta mi isla natal, y tal vez incluso tomar una decisión. No quería tomar la decisión más erronea, y el mero hecho de sentir que mi familia pueda estar en apuros seguramente interferirá en mi criterio. Pero por más que sea consciente de dicho hecho no puedo evitar sentir que me necesitan allí... ¿Qué barco debería tomar?

- Me abuuuurro. ¿No hay manera de hacer que esto vaya más deprisa?

La euforia inicial del marine había desaparecido rápidamente al llegar al barco. Aunque rápido, iba demasiado lento para el impaciente Kai. Sólo quería llegar ya para empezar a apalizar gente y tener un poco de acción. Quería desentumecer un poco los músculos... aquella espera era aburrida. En aquel momento estaba tirado boca abajo sobre el palo de una de las velas, observando lo que ocurría bajo sus pies. Nada más subir al barco, Jack había desaparecido de su vista. Seguramente estaría durmiendo en algún rincón donde nadie le obligaría a trabajar. Suspiró, y siguió procrastinando mientras veía a los reclutas afanándose en mantener a la nave en rumbo. Menudos bríos se daban... casi hasta le daban ganas de ayudarles. Casi, claro. "Alguna ventaja tenía que tener ser oficial para compensar el papeleo." Papeleo... aun tenía que terminar de redactar su carta de disculpa por el escándalo público de Lvneel. Parecía que a los altos rangos no les había sentado bien enterarse de que un oficial había participado en un concurso de beber.

Finalmente, llegaron a tierra. Emocionado, Kai sonrió y se levantó de un salto. Con agilidad felina, se mantuvo en equilibrio sobre la vela unos instantes, para luego saltar a cubierta y caer a cuatro patas. Recogió su chaqueta de comodoro y se la echó sobre los hombros para tapar un poco su torso desnudo. Frente a ellos tenían una imagen ominosa e increíble. Un gigantesco ser del tamaño de un gigante destrozaba un pueblo. Tenía un aspecto extraño... parecía un hombre con alas de dragón y tentáculos en la cara, y toda su piel tenía un tono verdusco. Parecía increíblemente poderoso y fuerte. Parecía un hombre calamar. ¿O un hombre pulpo? El monje no tenía muy clara la diferencia, y de hecho le daba más bien igual. Sólo le importaba una cosa.

- Es... es... - dijo, con la boca abierta de la impresión - ¡ES PERFECTO! ¡Me lo pido!

Spoiler:

Comenzó a correr por la cubierta y de un salto bajó a tierra. Entonces inició una desaforada carrera hacia el pueblo, metiéndose de inmediato en la primera casa que encontró. Por suerte, parecía vacía. Comenzó a abrir puertas al azar buscando las escaleras, cuando encontró en primer plano la cara de Derian.

- ¡Ya eres mío, vampiro! - exclamó, entusiasmado.

Contento por el hallazgo del general enemigo en mitad de una casa aleatoria, no reparó en la situación y lanzó un puñetazo envuelto en llamas contra el peligroso enemigo. Al hacerlo, prendió fuego al periódico y se lo arrancó de las manos a un asustado aldeano. Kai comprendió tarde en su error, y se dio cuenta en ese momento de que estaban en el baño. Musitó un lo siento, y cerró la puerta al tiempo que de la estancia salía un sonoro "prrrtchoff". En la siguiente atinó a encontrar las escaleras al fin, y pudo subir al segundo piso. Ahí asomó por la ventana y en una exhibición de agilidad y destreza propia de un simio con alzheimer, el monje logró subir al tejado tras llevarse un tortazo en la cabeza contra el marco de la ventana y tirar una maceta a la calle. Esperaba no darle a nadie por error. Una vez allí, buscó con la mirada a la bestia, que en ese momento devoraba un puesto de carne del mercado (tal vez con tendero incluido) ignorando los intentos de Kodama de entablar una conversación civilizada con él. Suspirando, comenzó a saltar de casa en casa hasta llegar a una un poco más alta cercana al monstruo. Entonces señaló con pose chulesca a su enemigo y dijo:

- ¡Ey tú, cara de calamar! ¡Quedas arrestado en nombre de la Marina! ¡Tienes derecho a ser pateado en el culo!

Don calamar se giró hacia él y se quedó mirándole. Por un momento Kai creyó ver soledad y dignidad en aquella gran bestia, un ser incomprendido que tan sólo buscaba comida y amigos. Llegó a entenderle y desear apoyar la mano sobre su gigantesco hombro y decirle que ya tenía un colega de juergas. Por un instante, justo antes de que el gigantesco puño del gigante lo mandara volando pueblo adelante. Lo siguiente que sintió fue un intenso dolor en la espalda, y al momento siguiente estaba tirado sobre una cama, junto a una mujer semidesnuda que lo miraba con estupefacción con un pitillo en la mano y frente a un enorme boquete en la pared con aproximadamente su forma. El marine se levantó atontado, y caminó hacia el agujero entre tambaleos.

- Yo... yo creí en ti.. pensé que podíamos ser amigos.

- ¿Qué? - preguntó la mujer, cada vez más extrañada.

- ¡YA NO PODEMOS SER AMIGOS, DON CALAMAR! - exclamó Kai, ofendido y señalando a su "ex-compañero" - ¡AHORA ERES MI RIVAL!

Un montón de llamas comenzaron a brotar de su cuerpo, al tiempo que sus pupilas se volvían doradas y su musculatura aumentaba de tamaño. Se coló por el hueco de la pared, y saltó al vacío. La sensación de estar en el aire era maravillosa... ¿eso era volar? Increíble. "Espera... yo no se volar" recordó. Dio un grito de terror, y comenzó a enviar cañonazos de fuego por sus puños hacia el suelo, impulsándose hacia el siguiente tejado. Una vez allí, suspiró aliviado y comenzó a correr hacia el ser con una mirada de determinación.

- ¡Kodama! ¡Compañeros! ¡El grandote es mío! Es algo personal - exclamó, saltando nuevamente por las alturas.

Una vez llegó hacia la casa más cercana a don Calamar, se impulsó hacia él con una nueva explosión de llamas, y echó su puño derecho hacia atrás. Notó toda su energía concentrándose en su brazo. "Esto va a doler" pensó, con cierta resignación. El fuego que recorría su cuerpo se concentró en aquella extremidad. Pronto comenzó a perder impulso, y en cualquier momento empezaría a caer. Debía calcular bien y golpear con fuerza. Colocando la palma izquierda hacia delante a modo de contrapeso y mira improvisada, apuntó hacia la "barbilla" del inmenso monstruo marino, y entonces liberó todo su poder en un único puñetazo al aire. Durante una fracción de segundo no pasó nada. Casi parecía que el ataque había sido fingido. Fue en ese momento cuando un poderoso estallido resonó por todo el pueblo y una fortísima onda de choque envuelta en llamaradas salió disparada hacia la cara de su rival, en un movimiento ascendente con el que esperaba noquearlo.

- ¡Supreme Flaming Cannon! - exclamó, mientras caía.