[22M] Asalto al tren de Benny D. Souto, último gran pirata del West Blue

Puede que fuera el efecto de la droga o puede que fuera realidad, pero la locomotora comenzó a sacudirse y a pararse repentinamente. No, Goldy también lo había notado y esto lo había sacado del trance en el que estaba entrando, sabía lo que eso significaba y parecía alarmado. Entonces lo noté, al principio no mucho, pero cuando los colores comenzaban a cambiar en mi visión periférica sabía que, aunque poco, este humo me estaba haciendo efecto. Aunque con una exposición como esta podía comenzar a aislar los síntomas de la exposición y trabajar en mi metabolismo para contrarrestarlos lo antes posible. Al fin y al cabo una exposición controlada a un patógeno era la base de una vacuna.

Pero esto era el menore de mis problemas, Goldy parecía querer llevarme a un lugar seguro, y esa estridente música que no hacía más que volverse más y más fuerte por momentos se acercaba según avanzábamos. Era demasiado arriesgado, una cosa era tener bajo control a uno de los tres monstruosos y otra diferente era intentarlo con los dos. Si llegaba el caso me comprometía a, o estar inactivo para no romper mi mascarada y perder una oportunidad de oro, o esperar a que otros los sacasen de ahí para que yo pudiera actuar. No, eso dependía demasiado del azar, y aunque no me importaba apostar de vez en cuando, esa mala jugada podía significar muerte segura, si no por parte de ellos por parte de alguien que intentase asaltar la locomotora.

Lo había estado pensando un tiempo, pero el efecto de la droga podía excusar que se me alineasen las ideas. No era raro que se usasen con fines medicinales, o por lo menos otras más débiles. Pero tenía que parecer creíble, tenía que hilar las palabras como siempre lo hacía, sino mejor, para que localizase su atención en otro punto y algo más por el camino.

- ¡Un momento! - Me paré y me llevé la mano a la frente. - Creo... creo que acabo de recordar algo. - Le agarré del chaleco y lo miré a los ojos con una mirada alterada. - Lo último que vi antes del golpe en la cabeza. Malcom... Fui a avisarle de la batalla en el segundo vagón. Él estaba en la locomotora, delante de esa puerta que tenéis siempre cerrada murmurando algo antes de que me viera... - Aparté la mirada, mirando al suelo. - Me preguntó si había venido sólo... Entonces noté el golpe y todo se volvió negro... Cuando desperté encontré esto en el suelo. - Me llevé la mano al bolsillo y saqué el papelito con el polvo blanco que le había robado, acercándoselo a la cara un poco para que lo viera mejor.

Entonces me centré en provocar un picor en mi nariz, uno que crease una respuesta natural, un reflejo que todos teníamos y que era normal si al abrirlo un poco de eso se me había metido en las fosas nasales. Estornudé, intentando que pareciera lo más accidental posible, esparciendo el polvo en la cara de Goldy. Si tenía éxito lo pondría bajo los efectos de un relajante y de un excitante al mismo tiempo... o por lo menos esperaba que este polvo fuera lo que yo creía que era. Eso era impredecible, pero mejor que nada, además un agente caótico en la locomotora era lo mejor que podía esperar. Si no funcionaba esperaba que se tragase mi historia. O puede que ocurrieran ambas cosas a la vez... Era una apuesta, no tan arriesgada como subir a la locomotora, pero arriesgada. Y si salía bien podía tener una alta recompensa.

Resumen:

Ejercía mi fuerza contra los acoples pero aún que conseguí que se moviera no pude llegar a soltar dicho vagón, tenía toda la intención de volver a intentarlo pero de pronto una voz conocida hizo que un escalofrío junto a un mal recuerdo me viniera a la mente. Me giré rápidamente apuntando con el fusil a todos lados, esa voz era la de Oz, la recordaba grabada a fuego en mi cabeza pues fue cuando conseguí mis poderes y cuando todo empezó a ir mal, hasta tal punto que acabé "muerto" para los mandamases de Dark Dome. Apunté frenéticamente, no lo encontraba, tampoco me di cuenta que salía de mi sombra, eso no era ni una posibilidad remota, pensé que se me había ido la olla por el estrés... O quizás no fue casualidad, pues cuando me giré para apuntar a la voz, observé como unos siete personajes empezaron a disparar hacia mi posición. La decisión fue rápida,  disparé un proyectil con mi fusil con el cual acabé con uno de los siete antes de que disparase, luego me cubrí fácilmente de los demás disparos, pasando entre el hueco de vagones, para proporcionarme cobertura, solo esperé el momento indicado...

Cuando frenaron los disparos, asomé el pescuezo y disparé solamente dos balas, acabando con dos más, eran muy simples estos desgraciados, los demás ni intentaron cubrirme, avanzaban disparando como locos, cuando escuché un par de chasquidos, me arriesgué y al suponer que se habían quedado sin balas, salí dejando la cobertura y acabé con el resto, un par de balas pasaron rozando pero no me dio ninguna...
Desistí de intentar separar los vagones al no entender bien como estaban anclados y no tener el suficiente poder destructivo para hacerlo pedazos, por lo que sería más simple. Cerré la puerta de entre los vagones, agarré los fusiles que tenía cerca y los puse entre las "Agarraderas, asas o mangos" como queráis llamarlo y entonces nuevamente ejercí mi poder para doblar los cañones entorno la puerta y la pared, bloqueando así que pueda entrar nadie por la espalda. Habría sido mejor separar los vagones pero con un fallo había que ser más "creativo" a la hora de hacerlo. Tras finalizar me giré y seguí atacando a todo dios mientras buscaba cobertura...

Se notaba que el tren se había parado por lo que algo estaba pasando, eso más el ruido de explosiones y de arrastre, no significaban nada bueno -¡Hay que darse prisa!- Avisé para luego echar a correr hacia el vagón cuatro, no quería que una detonación acabara volando el vagón...

Resumen:

El tren se elevó por la parte de atrás, eso se podía notar a la legua, los bruscos movimientos que hizo el vagón fueron de lo más notorios pero Matt no se movió ni un centímetro de donde estaba (Ventaja de ser una araña, que es fácil mantenerse pegado a suelos, paredes, techos...). El agente aprovechó que muchos de los piratas sin importancia ni fuerza perdieron el equilibrio, cayeron al suelo y acabaron muriendo por ello, un enemigo que no puede defenderse es el mejor para acabar, por no decir que ante un desastre como el de los movimientos tan erráticos del tren, la confusión de no saber que esta pasando y que ese puto bicho asqueroso que se ha comido la cabeza de un compañero no se detiene ante los movimientos del suelo y sigue matando, es un buen punto de disuasión, dudo que, aparte de que todos quieren ir hacia los primeros vagones, alguno se quiera quedar con ese monstruo cerca.

Casi no quedaba nadie en el vagón cinco o mejor dicho nadie vivo, todos pasaron al cuatro corriendo en manada, como un montón de hormigas entrando en el hormiguero. Matt recibió la orden de acabar con los demás piratas mientras Rokuro se encargaba de el líder, por lo que no iba a dejar escapar a nadie con vida. Se dirigió con sus cuatro patas hacia la puerta que daba al vagón cuatro y pudo ver como el último pirata que cruzaba grito -¡Y una mierda!- y cerró la puerta con ganas, el hombre araña (Spiderman... Spiderman... ¿También lo has cantado?) Intentó abrirla con las manos, con dos de ellas, las del lado izquierdo pero no lo consiguió, estaba bloqueado. Caminó hacia atrás como solo una máquina con cuatro patas en forma de... Pues eso, patas de bicho puede hacer y usando dos de las paticas delanteras lanzó una hoz de energía cortante directa a la puerta bloqueada para partirla abriendo un boquete en ella

No pensaba en nada más que en mattar pero es culpa de Rokuro por no especificar las ordenes, hasta recibir otra diferente de cualquier superior seguiría en sus trece de acabar con todo lo que se mueva...
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Si consigue pasar al vagón cuatro:

Si lo único que descubre es que todos los npc de mala muerte estos tan molestos oponen resistencia empezaría a espadazos hasta que el último de ellos acabase gritando por su madre y maldiciendo al médico que los trajo al mundo...

Resumen:

La mujer marine, el pollo, hombre pato, no podía despistarme. Hacía mucho tiempo que no trabajaba a contrareloj, pero las mañas no se pierden, simplemente se obvian detalles. No debía ser bonito no debía ser una obra maestra, solo era chatarra que había que hacer funcionar. Fuerte, resistente y con aguante a la torsión.

“Aguantad la respiración hijos de puta, un mal traqueteo y nos iremos a la puta.”, gritaste mientras te descolgaste por un hueco de suelo hasta tener a mano los ejes.

Gracias a mi fruta siempre tenia la herramienta adecuada en la mano, brotando de la palma y firmemente sujeta. Lancé unas cuantas púas de ámbar como puntos de anclaje y dejé su unión con mi cuerpo liquida evitando gran parte de las vibraciones del vagón. Hacerme un amortiguador no era en lo que había pensado cuando desarrollé esta técnica, pero era cuanto menos efectiva.

“Solo una oportunidad, sin titubeos, pero sin dudar.”, me repetía para mis adentros mientras recitaba como un mantra todos los pasos, “Chatarra fijadora del punto de corte soldada y asegurada con bloques de ámbar, corte del eje, rápido sin dudar y cerca de los puntos de anclaje al vagón para reducir la torsión.”, Cuando cayó el trozo de eje vi como el ámbar de refuerzo comenzaba a descascarillarse por el traqueteo y la torsión. “Sin prisa, pero sin pausa. Saco el diferencial listo para soldar y lo posicionamos en la zona de soldadura.”, dije encendiendo mis dedos cual soplete mientras un trozo de ámbar estaba a punto de caer, “Puntitos de soldadura, centramos y dejamos que el movimiento del eje haga el resto.”, terminé de soldarlo cuando los trozos de ámbar estallaban y caían sobre las arenas. Gracias a mi previsión la chatarra que había soldado como segundo seguro aun aguantaba, aunque sin el ámbar comenzaba a retorcerse. Con una maza libere las soldaduras temporales y de pronto todo se puso a girar. Estaba ¿Estable? Al menos lo suficiente para llegar a la locomotora y si me apuras hasta Alubarna.

Salí de agujero y con un par de tuercas fije un rudimentario volante de chapa mugrienta a la pieza recién ensamblada.

Escuché un estruendo delante, algo había pasado, pero no iba a quedarme a comprobar el que. Mi puta locura se había hecho realidad y avanzábamos sobre las arenas del desierto dejando el tren a la derecha y enfilando directamente la locomotora.

“Por cierto pollo, si vuelves a meterme prisa mientras trabajo me hago una funda para armas con tu pellejo”, dije mirando a Claude con una sonrisa que en mi deforme cara se volvía imposible de discernir entre sarcasmo o una amenaza en toda regla.

Resumen:

Si bien Prometeo cocinaba para todo el mundo, no iba a negar que realmente lo hacía por motivos egoístas: tenía resaca y quería recuperarse cuanto antes. Por alguna extraña razón, se encontraba en un tren pirata que arrasaba con todo a su paso, por lo que seguramente había gente herida y otros tantos más que necesitaban la ayuda de la Revolución y, en ausencia del Comandante, nadie más que el fénix estaba facultado para llevar el puño de hierro a los delincuentes de agua salada. Esto significaba que cocinaba para recuperar las energías y ayudar al resto, así que tampoco era tan egoísta…

De pronto, escuchó un sonido estridente y enseguida sintió el impacto. Las ollas, los cubiertos y el montón de ingredientes frescos y sabrosos que estaban en el mesón quedaron suspendidos durante unos breves segundos en el aire. Producto del choque, y por cuestiones completamente físicas, la olla con el estofado incipiente en su interior se debió haber volteado y las verduras aún sin cocinar desparramado por todo el vagón. Sin embargo, la olla dio un giro en 360° y quedó exactamente en la misma posición, incluso las verduras quedaron ordenadas en función de su densidad. Prometeo, sorprendido de lo que acababa de presenciar y pensando en lo suertudo que era, continuó cocinando.

-Por supuesto qué hay comida para todos -aseguró el revolucionario, una sonrisa sincera dibujada en su rostro-. Lo que necesitamos hacer es reunir a los heridos aquí y tratarlos con cuidado: salvar vidas y mantener los estómagos llenos es nuestra prioridad, ¿entendido? Luego quemaremos banderas y alzaremos pancartas -agregó Prometeo, sacando a relucir las habilidades que obtuvo del curso de liderazgo revolucionario.

El plan de quemar banderas sonaba maravilloso, y hubiera sido una idea fantástica, de no ser por el individuo que acababa de irrumpir en la habitación. Tal vez por suerte o por el destino, ninguna de las balas impactó en Prometeo ni en Elaina, pero sí en los piratas que solo querían una buena cena. Seguramente muchos de ellos caerían sin vida y otros tantos malheridos. La situación era espantosa y difícil de manejar, pues Prometeo sabía mejor que nadie que esos piratas causarían tanto dolor y daño como libres permanecieran. Quizás permitirles la muerte supondría salvar vidas futuras, pero como médico de guerra tenía un juramento con el que cumplir.

-Prometeo, Teniente del Ejército Revolucionario -devolvió la presentación, el ceño fruncido y una mirada de desaprobación al agente del Gobierno Mundial-. La señorita aquí presente se ha esforzado por montar un campamento médico y agradecería que continuara de esa manera; no lo convirtamos en otro vagón de la muerte. Dicho esto, lleva a los heridos a las camillas y ocúpate de ellos, Elaina. Estaré contigo una vez termine de cocinar.

Resumen:

Miré orgulloso como el tío del peto azul caía por fin, mirándome el puño durante unos momentos un tanto incrédulo de que por fin hubiera funcionado. No me duró mucho el ensimismamiento ya que de golpe el vagón entero decidió volcar sin previo aviso. Fui lo suficientemente rápido de reflejos como para detener el rocío de veneno a mi alrededor, el vagón con la tontería se había llenado de gente que no conocía y tampoco era plan de ganarme más enemigos en este tren; además, Hikari parecía conocer a unos cuantos.

Acabé debajo de unas cuantas cajas y demás cosas, no me había dolido tanto gracias a mi forma zoan, pero desde luego esto me estaba desorientando mucho. ¿Qué era este tren? ¿Merecía realmente la pena llegar hasta el final? Bueno, ya había invertido mucho tiempo y esfuerzo en esta aventura, así que de todos modos llegaría hasta el fondo del asunto. Me quité las cosas de encima a la par que me incorporaba, viendo como una especie de bicho rojo estaba empezando a tirar fuego a todas partes. Menos mal que eso a mí, hablando mal y pronto, me la pelaba.

Entonces escuché la voz de mi herrera, haciendo que toda la niebla de pensamientos se esfumara y me levantara de golpe, buscándola con la mirada. Finalmente dí con ella y de un impulso con las alas me puse cara a cara con ella. Antes de hacer nada miré cómo se encontraba, estaba herida, pero parecía poder mantenerse en pie. Por ello, sin dudarlo ni un segundo, le di un fuerte abrazo, levantándola del suelo. Por supuesto, tuve cuidado de no presionar demasiado donde estaba más dañada.

-¡Hikari! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo has estado? ¿Te has divertido? Yo me peleé con un mimo y un payaso, fue divertido. Me tienes que presentar a tus nuevos amigos, aunque igual ahora no es el mejor momento y…

No pude terminar la frase ya que una pelirroja que parecía bastante enfadada de golpe hizo crecer su puño en un amalgama de fuego y piedra, como si fuera lava. Aprovechando que la tenía cogida en brazos, de un salto me llevé conmigo a mi tripulante al costado del vagón, saliendo por una de las ventanas. Nos coloqué en el techo del vagón 9, mirando con atención que el 10 no explotara de golpe o algo por el estilo. En ese momento me percaté de que Judy estaba saltando entre vagones un poco más adelante, mejor no molestarla, seguramente tuviera algo importante que hacer si llevaba tanta prisa.

-Bueno, yo voy a ver que hay al final del tren, ¿tú qué haces aquí? ¿Te importa si me lo dices por el camino?

Tras decir aquello empecé a caminar hacia la parte delantera del tren sobre los vagones, si este armatoste había parado, algo tenía que haberle pasado al motor. Supongo.

Resumen:

Elaina tenía miedo. La situación se estaba saliendo demasiado de control, y cualquier error podría acabar con ella bien muerta. ¿Quién le mandaba meterse en este puto tren del demonio? Por ahora los hermenegildos estaban se organizaron bien, pero estaban haciendo demasiadas preguntas. Y algunas no estaba segura de cómo responderlas.

Aunque claro, no hizo falta, porque de repente el tren pegó un frenazo, mandando todo por los aires. De alguna forma que no entendía, las ollas y verduras de prometeo cayeron en perfecta armonía. ¡Y pensaba que ella tenía que jugar la lotería por acertar unos nombres tontos! Pero ella no corrió la misma suerte. Elaina y su super pato perdieron el equilibrio, cayendo de culo al suelo. Por suerte, pudo agarrar las riendas de patito antes de que se fuese corriendo asustado. Cuando se reincorporó, le acarició la cabeza tranquilamente.

“Todo está bien, no pasara nada.”

Mentira. Un segundo después, una… ¿mujer? entró por la ventana cómo una loca, disparando a todo quisqui. Al verla abrió la boca sorprendida, si que iba bien equipada la desgraciada. Casi parecía un maldito robot. ¿Y refuerzos de qué? No entendía una mierda, este tren era un maldito desastre. Pero le estaban cabreando, y su personalidad estaba amenazando con cambiar.

“¡A ver, nos relajamos! Acabo de limpiar, ordenar y barrer. ¡Dejad de hacerlo todo un desastre, hay gente que necesita ayuda médica!”

Bufó molesta, y se puso a recoger sus cosas del suelo, que se habían desperdigado con el frenazo. Ante las palabras de Prometeo, simplemente asintió con la cabeza. Y se puso a observar el caos. Muchos muertos. No podía hacer nada por esos. Y otros tantos que no iba a poder salvar. No iba a gastar camillas en falsas esperanzas, no era idiota. Aunque eso no quitaba esa presión tan dolorosa de su pecho al dejarlos a su suerte. Pero un médico de guerra tenía que saber ordenar sus prioridades. Así que rápidamente identificó a los heridos de urgencia que sí que tenían esperanzas viables de sobrevivir. Y los puso en las camillas que improvisó con palos y telas de las cajas, llevándolos a una zona apartada del vagón, con su equipo médico. Y se puso manos a la obra, iba a ser un día largo. No sabía sobre los conocimientos médicos de Prometeo, pero esperaba que al menos fuesen suficientes para hacerle de ayudante.

resumen:

Esto parecía una de las salas de jigoku, aquella en la que los animales atacaban a los que los habían maltratado, aunque yo no recordaba haber tratado mal a ningún animal. Entre perros, lobos y leones había más animales que personas metidas en la batalla. El perro que me atacó no era ordinario, desde luego, un poco más y me hubiera dejado la pierna inutilizada, pero por fortuna o por desgracia tenía buenos instintos. Había evitado el golpe en el último momento, sólo para girar la cabeza e ir hacia otro sitio.

Me sentía ignorado ¿Por qué lo había hecho? ¿Por orden de su amo? ¿Por una amenaza mayor? No. Por una chuleta, una maldita chuleta valía más la pena que yo. Era una buena chuleta, todo sea dicho, la carne tenía buen color y un aroma que abría el apetito con la cantidad justa de grasa, pero no podía evitar sentirme un poco ofendido. Alice ¿Cuándo había llegado? se tomó la libertad de quitar la chuleta de la cara de un chica que no había visto y ponérsela en la cara de un duelo que parecía tener bastantes problemas con otros animales. El perro había salido disparado hacia ella y el plan de la rubia parecía bastante claro aunque un poco cruel. Otro de los animales parecía tener intenciones de ir a por el perro, así que ¿Por qué no facilitarles el trabajo?

- ¡Eh! ¡Que sigo aquí! - Grité saltando con todas mis fuerzas detrás del perro.

Clavé los pies en el suelo mientras tomaba aire para luego soltar un poderoso golpe con mi arma en dirección a sus cuartos traseros. Exhalé en el momento del golpe para darle más fuerza e incrementar el impulso ¿Quería matar al chucho? No, si tanto quería la chuleta o a su dueño que fuera con ellos.

- Pareces hambriento ¡Abre grande y que aproveche!

Así si se lo pensaba dos veces e intentaba frenar antes de llegar, le daría un pequeño, no tan pequeño empujón para que no se quedase con hambre. Faltaría más.

- Y si te quedas con hambre... Te frío un huevo.

Resumen:

"Pero qué demonios!", el vagón en el que ibas daba vueltas de campana, tú volando y chupando arena hasta por el ojete y de pronto la zorra de Berry de nuevo.

Bueno, al menos te había recogido en un ¿vehículo? La zorra estaba en la mierda, bueno, y el tritón al que había subido a la nube parecido.

“Aquí nadie tiene permiso para morirse hasta que yo lo diga, ¿queda claro?”, grité a mis compañeros de nube, mientras comenzaba a sacar metralla de Berry. Reconozco que soy habilidoso, reconozco que podría quitar metralla de un hígado en mitad del campo de batalla, pero aquello era culpa de la marine. Así que me recreé mientras limpiaba las heridas. ¿Un cristal roto dentro de una herida que tengo que buscar con mis garras por delante? “Vaya… qué lástima, hurgar con un dedo más de lo necesario debe doler... mierda, ¿estoy sonriendo? Pon cara de preocupado…”, pensé mientras remendaba su costado.

Cuatro cauterizaciones con los cuchillos al rojo y 20 suturas después, la zorra estaba apañada.

El tritón fue bastante más sencillo. “Es alucinante lo rápido que soy capaz de coser a alguien cuando no me entretengo para engordar la factura”, pensé.

“Bueno, par de dos, reposo, sopita y pirulas para dormir. Cuando acabemos este cristo, te pasaré la factura, Berry, que lo sepas”, dije en un tono más calmado mientras me lamía las manos, limpiándolas de sangre y se recostaba para el viaje.

“¿Por cierto donde te has dejado tu gabardina de fascista?”, pregunté.

Resumen:

Berry se sentía mejor, Anagumitsu como siempre era un médico milagroso pero todavía faltaba tiempo, en el último llamado algo le dijo que había dado con Ely. Intuición o el hecho de recordar el número de algún lado, tal vez en sus múltiples noches de castigo en el cuartel mientras ordenaba papeles. El tejón le preguntó por su capa y Bartolomeo por agua, era complicado si ella estaba intentando comunicarse con alguien. Los disparos seguían en la distancia, tal vez Elyria no le respondería al instante tal y como Alice.

—¡No voy a traer algo tan valioso como mi capa para que se arruine! ¿Agua? Hmm, algodón de azucar lanza agua... pero solo obedece a ¡Alpha! ¡Cielito!—

La mink saludó e hizo señas a su capitán que había llegado con Iulia, para ponerlos rápidamente en situación, ahora que el pequeño había llegado algodón de azucar no sería tan rebelde y podrían avanzar todos a la locomotora.

—Bien estoy tratando de comunicarme con Alice y Ely, así nos reunimos todas en la locomotora y la volamos por los aires. Ahora que estás aquí no me debo preocupar por guiar a algodón de azucar. Bartolomeo necesita agua y tal vez Iulia, aprovechemos a descansar hasta llegar. ¡Anagumitsu sigue tranquilo no pienso moverme!—

La zorra se recostó dejando que su amigo médico le tratase con gran comodidad, manteniendo al Den Den Mushi cerca de su boca para grabar más mensajes a Elyria. Su voz se notaba completamente calmada y con gran emoción al pensar en destruir completamente aquel tren para que dejase de avanzar, a este ritmo podrían abordarlo en cuanto avanzaran un poco más.

—¡Ely! Estoy de camino, vamos a volar esa locomotora y exterminar a todos estos asesinos de civiles. ¡Tal vez haya perros del gobierno para matar como esa vez! Es muy emocionante volver a trabajar juntas... oh y si ves a una chica rubia dile que le estuve llamando.—

Expresó la mink antes de colgar y esperar, al menos estar acostada sobre algodón de azucar a una altura tan alta y con el viento de frente no era tan malo.

Resumen:

¡Pleno! fue lo que pensé en mi cabeza al acertar con el chucho en su dueño. Aunque la emoción me duró poco, quizás me había pasado con la fuerza, quizás no, la cara y el tono de Alice a veces eran tan confusos, especialmente cuando decía que no era Alice. Espera, creo que lo entendía "no era Alice" guiño, guiño, codo, codo. Entonces otro personaje de aspecto más extraño que el anterior entró en escena, por su mirada estaba claro que era todavía más inestable que el dueño del perro. Soltó algo que se dirigió hacia mí, era pequeño, pero no parecía amenazador.

- ¿Un ratón de juguete? - Dije cogiéndolo. - Por un momento me llevé un sus- Y entonces estalló en mi cara. Cuando el humo se dispersó me costaba mantener una cara serena entre el dolor, el olor a pelo quemado y la humillación. - Persona que "no es Alice"- Le guiñé el ojo al no recordar el nombre que me había dicho. - Yo me encargo de él.

Me sacudí los restos de ratón de la mano y vi cómo se reía como un maníaco mientras se ponía a esparcir algo por todas partes. Olía a pólvora y él se acercaba portando cartuchos de dinamita ¿Un suicida? No podía dejar que llegase al grupo. Di unos pasos al frente para encararlo sin perderlo de vista, respiré y moví con fuerza mi espada, procurando que el arco fuera lo más amplio posible para volar con una fuerte corriente de aire la pólvora que había esparcido hacia su dirección, dejando mi arma sobre mi hombro.

Tras eso di otro paso al frente, plantando con fuerza los pies en el suelo y soltando el aire de mis pulmones con un poderoso  grito a la vez que hacía descender mi tsurugui con todas mis fuerzas apuntando hacia él. Lo golpeara o no, la fuerza del impacto sonaría como un trueno, dañando todo alrededor un par de metros y, con suerte, apartando aún más la pólvora que había esparcido para que no llegase a los que tenía a mis espaldas. Si quería hacerles algo tendría que pasar sobre mí, y un par de petardos no bastarían para hacerme retroceder, lo juraba por mi honor.

Resumen:

Definitivamente, Von Appetit necesitaba ayuda urgente. En una de estas le iba a entrar un dinosaurio en la plancha de metal que se encontró por la playa a la cuál llamó su barco, y lo iba a hacer de su tripulación. Solo para descubrir que no era particularmente fácil convencer a un triceratops de unirse al grupo de criminales de un gallo roba concursos de bañadores.

Pudo ver cómo le atacaban cuándo le llamaron al DDM. Al escuchar la voz de Berry, suspiró cabreada. “¡Mejor quédate quietecita y deja de explotar cosas como la imbécil, imprudente e irresponsable que eres, traidora!” Y colgó.

En cualquier caso, tenía que hacer algo. Esos cañonazos no serían un problema particularmente preocupante, pero no pensaba permitir que dañaran al pobre super pato. Se llamaba Jose Luis, y sus amigos más cercanos le llamaban Quackinson. Así que apretó con sus piernas, agarrándolo con sus muslos antes de tocar el suelo con los pies. Entonces saltó, dando un mortal en el aire, esquivando las balas en una floritura totalmente innecesaria. Pero increíblemente épica. Tenía que impresionar a Quackinson. Pero claro, igual el pobre se asustó un poco, y al aterrizar, la tiró al suelo y se fue a toda velocidad. Sin ella. Hoy había perdido a un amigo.

Vió a Nia y Seth corriendo. ¿Estaba borracho ese pez? Y más seco que la mojama. Y Nia parecía estar un poco cabreada. En cualquier caso, el tren comenzó a moverse de nuevo, no tenía tiempo para ir atrás. Así que creó una bola bastante grande de hielo en la punta de Khione, lanzándosela al Gyojin en una parábola casi perfecta. No había pensado en el viento.

“¡Chicos, a la locomotora, vamos, vamos, rápido, nos quedamos sin tiempo!”

Tenía que darse prisa. Así que saltó al techo del vagón, con un poco de estrés postraumático. Aunque se tranquilizó al ver que no volvió a explotar bajo sus pies. Fue esprintando por encima de los vagones, en dirección a la locomotora. Había perdido demasiado tiempo por culpa de esa puta zorra y tenía que hacer algo.

Pasaron varias cosas por su camino. Al pasar por encima del vagón cuatro, puedo sentir una presencia maligna, el aura de alguien muy picante. No entendía nada, pero era una sensación de cómo si le estuviesen robando una clara victoria. Debía ser su imaginación. El vagón dos… Pues bueno. Parecía cómo si algo hubiese chupado desde dentro con mucha fuerza, aunque al menos estaba en mejor estado que el once…

Pero le daba curiosidad, así que se colgó con los pies del borde del techo, asomándose boca abajo por la ventana. Menuda fiesta se estaban montando. Un momento, ¿esa era Christa? ¿Qué hacía aquí? Siempre se la encontraba en los lugares más extraños. Y en los más violentos. ¡Y ese era Miles, que demonios! Incluso iba con su cosplay de pirata rarito. Así que abrió la ventana, tenía que saludar.

“¡Miles, Chris! Acabad con estos inútiles y uníos a mí en la locomotora, tenemos que detener a ese hijo de puta de Benny.” Y sin perder más tiempo, se volvió a subir, terminando de correr hasta la locomotora y abrir la puerta de una patada.

“¡Buenas tardes!” Tal vez les despistaría unos segundos.

resumen:

Las cosas estaban siendo, catastróficas. De hecho, bastante catastróficas. Tu hermana estaba herida, aunque no de gravedad. Tú por tú parte, tenías los pies algo quemado y la cabeza dándote vueltas. Respirabas profundamente, buscando mantener el control. No querías mandar tu desayuno al diablo después de todo.  Por suerte, ya había localizado a todos, ahora solo tocaba llegar hasta ellos. Ojeaste a Logi por un momento, quien al parecer finalmente había terminado de tener problemas gástricos.

¿Curioso, verdad?

-Vamos. – Suzaku da un salto y se monta sobre el elemental de fuego, tomando asiento sobre él. Tú aun con Iulia en brazos. Observas a Iulia y su expresión. Su cara te dice mil cosas. – Iulia, respira. Hermana… - Ves algo que te destroza un poco. Ella comienza a llorar, la comienzas a escuchar maldecir mil cosas, entre ella su debilidad.  Puedes sentir su dolor y frustración. Eres empático después de todo. No puedes evitar sentir en parte que esto es tu culpa. Ella ha salido herida por ti. Y aunque conozcas su potencial y lo grande que ella llegara a ser, no puede evitar sentirte muy enfadado.

Demasiado… enfadado.

Secas sus lágrimas y la abrazas aún más fuerte. No había palabras que pudieran aliviar, solo querías que ella supiera que tú estabas allí. Que no la dejarías sola. Que ella era tu familia hoy, mañana y siempre. Llegaron donde el resto. Tu chica te saluda con mucho cariño. Solo le arrojas una mirada, más que suficiente para que ella entendiera tu emoción actual. – Perdona la tardanza, amor. – Respondes a Berry. – Doctor, necesito ayuda. – Le dices a Anagumitsu. – Una herida de bala en la pierna y quemaduras en los pies. Yo necesito algo para las quemaduras, me puedo atender yo mismo, por favor.

Bueno, no es que fueses el mejor medico de todos, pero tenías conocimientos de medicina los cuales eran de ayuda. Saltas con tu hermana en brazos hacia la suave nube. – Le echare una mano doctor, tengo conocimientos médicos. Dígame en que le asisto. – Curiosamente… ¿Estabas actuando con cabeza incluso en un escenario donde estabas enojado? Eso es algo curioso en ti… Alpha. Claramente estabas enojado, pero no querías estarlo al mismo tiempo. Entiendo el por qué lo estas, pero ahora sabes que las prioridades son las prioridades. En el pasado, no te fuera importado nada ni nadie.

Pero ahora, es diferente.

- Suzaku…

- ¿Si?

- Intenta despertarlo. Usa el radio homie.

- De acuerdo.

- Thor, a la maquinaria.

- ¡Sí!

Luego de aquello estabas terminando de ayudar al doctor a tratar a todos. – A los que estén sedientos, solucionare eso pronto. Thor puede crear una agradable lluvia y podrán hidratarse de ella.

Suzaku no puede evitar observarte. – Alpha ¿Estas enojado?

-¿Se me nota mucho?

- Lo suficiente, aunque intentes ocultarlo.

- Han hecho llorar a mi hermana. – Dices mientras aprietas los puños. – Lo cazare. Lo cazare y hare explotar este tren en mil pedazos.

- Con cabeza, Warchief. Primero vemos si podemos quedarnos el armatoste. Si no, explotara ¿Vale? – Te responde ella.

- De acuerdo…

Y luego, llegaron al techo de la locomotora.

Resumen:

Revolucionarios, era lo último que esperaba encontrarme dentro, y eso que me esperaba cosas. Habían montado una especie de hospital de campaña improvisado mezclado con un comedor, sus estupideces nunca dejarían de sorprenderme. Y ahora yo era la mala de la película por mi entrada.

- Si se os ocurre una manera mejor de entrar en un tren que lleva disparándote con cañones y carabinas los últimos minutos me gustaría saberla. - Dije apuntando con la escopeta a Prometeo para luego bajarla a ver que no planeaban interferir. Conocía su cara de las listas de prioridad del CP, pero no estaba tan alto como para justificar un desvío de la misión, no si no interfería. - Mi trabajo es detener este tren, si queríais ayudar pudisteis haberos quedado en Nanohana, allí sí que hay gente que necesita cuidados médicos urgentes. - Miré al resto y les dirigí una mirada amenazadora, tratando de intimidarlos para que no hicieran nada estúpido. - No voy a decir que voy a intentar detener este tren, voy a hacerlo y punto. Tenéis dos opciones, intentar impedírmelo... o hacer lo correcto y no morir de forma estúpida. Y Prometeo, niña, parece que les caéis bien, depende de vosotros que esto no escale.

Decía eso mientras caminaba por el vagón, atenta a las "miradas" de todos para evitar un ataque por sorpresa, de todas formas Matt y Omega me estaban cubriendo, pero nunca estaba de más asegurarse. Pulsé un botón en la máscara y los ojos brillaron con luz verde, las lentes con virutas de metal polarizadas respondían a los campos magnéticos de los metales, resaltándolos en mi campo de visión aunque estuvieran debajo de la cubierta. No había escasez de metal en el vagón, pero tres grandes líneas destacaban por debajo de la cubierta, la primera el eje de transmisión, que recorría el compartimento de adelante a atrás. Las dos siguientes eran los ejes de las ruedas, en los cruces entre estas se notaban manchas más grandes que serían los engranajes.

Me puse a calcular, era un eje de metal notablemente más grueso que el de las ruedas, un disparo normal del cañón no bastaría. Necesitaba una fuerza más focalizada. Abrí el cañón y expulsé el casquillo del disparo anterior, llevando la mano a las cartucheras de la pernera y sacando uno más extraño que los otros, uno con forma de reloj de arena del que salía la punta de un dardo en el extremo. El ángulo tenía que ser lo más perpendicular posible, pero no podía apuntar el cañón directamente abajo, era imposible dada su longitud. Suspiré y miré al techo.

- Si sale bien no será un frenazo, el tren se detendrá lentamente. - Comenté mancando una X en la madera del suelo con la escopeta y guardándola tras uno de los escudos. - De todas formas os recomiendo taparos los oídos y abrir la boca.

Dicho esto lancé ambos ganchos a la pared, una vez impulsada hacia esta los lancé al techo para quedar justo encima de la marca que había hecho. Una señal del implante y los pernos de las pernos de las perneras se hundieron en el techo, proporcionando, junto con los cables, un anclaje de cuatro puntos. Aguanté la respiración, haciendo cálculos mentalmente y usando los cables y los pernos para calibrar el ángulo de tiro. La gravedad ayudaba a mantener el cañón recto, pero tenía que considerar el traqueteo del tren. Tenía a lo sumo dos disparos con esta munición, no podía permitirme fallar. Velocidad de salida 1700m/s, distancia 15 metros, el tiempo de vuelo es inferior a una centésima de segundo. Ángulo de impacto 90 grados, munición de aleación perforante. Tenía todos los datos en la cabeza, sólo me quedaba disparar.

- No pienso fallar. - Entonces, si nadie me lo impedía apretaría el gatillo. Si salía bien el proyectil atravesaría limpiamente la madera de la cubierta y el eje de metal, partiéndolo con la fuerza que llevaba. Si lograba seccionarlo todos los vagones por detrás de este se quedarían sin potencia, volviéndose anclas. también cabía la posibilidad que lo que había visto fuera una estructura completamente diferente, pero no se me ocurría otra maquinaria más lógica que esa.

Resumen:

Mientras RAL hacía maniobras a velocidad de vértigo para evitar ser aplastado por el tren, Atsu se debatía en una lucha interna de voluntades. Las dos otras conciencias con las que compartía cuerpo habían comenzado un combate de voluntades por intentar imponerse a la otra y los resultados no eran buenos para él. Se agarró a la barandilla con ambas manos, en un intento por mantener el equilibrio mientras el Kataphractos se movía y sus fuerzas y consciencia le fallaban por momentos. "Deteneos..."

- ¡DETENEOS! - su grito fue ahogado por los estruendos de la batalla, pero no pasó desapercibido - Haré un pacto con uno de vosotros - aquellas palabras fueron suficiente. Las dos voces se detuvieron y por un momento sólo hubo silencio. Este es un cambio de actitud inesperado, pero bienvenido. ¿Qué tenías en mente?" preguntó la Voz Pragmática. Atsu centró sus pensamientos en aquello que deseaba. El poder de su akuma no mi, la misma que no recordaba haber consumido pero que ahora sabía poseer. Ellos eran la clave para dominarla. "Ten cuidado con lo que pides respondió la Voz Ética "Esta akuma no mi es traicionera y peligrosa. Cuando empecé a dominarla, apenas podía liberar su poder unos segundos antes de caer en su influjo y entrar en un frenesí de combate." Aquella respuesta era desalentadora, pero no lo suficiente. Aquella situación pintaba cada vez peor y necesitaba poder. "Si uno de nosotros dos te prestase su poder y controlase la akuma por ti, sería distinto, sin embargo. Y creo que más allá de nuestras discusiones, a los tres nos conviene sobrevivir a esto y salir beneficiados. La pregunta es, ¿con quién de los dos pactarás?"


Cuando RAL salió del vehículo, Omega había cambiado. Dos poderosas alas negras habían brotado de su espalda, mientras que sus ojos eran ahora dorados con la esclerótida negra y dos cuernos gris ceniza adornaban su frente. Su expresión era adusta y amarga. Al ver al... a la agente, mostró cierta sorpresa por un momento. Una parte de él, una de sus identidades, estaba genuinamente aturdida por la revelación, pero en aquel momento no era más que una voz en su subconsciente. Omega se limitó a asentir a las palabras de RAL y cuando se adelantó con su extraño equipo de maniobras, desplegó las alas y voló tras ella.

En el vagón les esperaba algo muy diferente a lo que había imaginado. Un grupo de gente había montado una especie de enfermería y estaban atendiendo a los heridos. El agente examinó aquel espectáculo con una mirada severa. Había un aroma agradable que despertaba el apetito, pero que no lograba apagar el férreo olor a sangre y las quejas de los heridos. El agente permaneció en silencio mientras RAL y el revolucionario, que se presentó como el teniente Prometeo. Escuchó en silencio mientras ambos intercambiaban palabras y una chica intervenía para quejarse. Mientras tanto se fijó en MATT, el proyecto del Cipher Pol que había tenido el placer de enviar a una primera prueba de campo. Le saludó con la cabeza, dudando si le reconocería. Cuando los otros hubieron terminado, se acercó a RAL y le susurró - Me encargaré del siguiente vagón mientras tanto - entonces se giró hacia Prometeo y le dijo, con voz grave pero pacífica - Tal vez hayáis salvado algunas vidas, pero pregúntate, ¿es esta la manera de hacer un impacto real? Para salvar el mayor número de vidas, quiero decir - le midió con la mirada - Perdona, olvídalo. Estamos en bandos distintos. Cualquier cosa que diga será interpretada como un sermón. Suerte con vuestra tarea - se despidió con un gesto y se dirigió apresuradamente al tercer vagón.

Tal vez no debería haberse quedado escuchando la conversación. Se encontró con un vagón en proceso de vaciarse de piratas y sonido de pelea proveniente del siguiente coche del tren. Frunció el ceño. Aunque no lo había expresado, Émile simpatizaba con aquel joven revolucionario. Sus objetivos y su lucha eran encomiables, aunque sus métodos carecían del impacto necesario. Por algo en sesenta y cinco años no había visto a la Revolución progresar. Por desgracia, para realmente cambiar el mundo hacía falta ser despiadado. Había que mancharse las manos.

- Soru.

Se desplazó a grandes zancadas por el vagón y se situó al final del vagón. Trazando un arco con su brazo derecho, lanzó un chorro de llamas rojas y negras que cubrieron la puerta hacia el segundo vagón. Tras eso se giró hacia los piratas que aún quedaban de aquel lado del fuego, dirigiéndoles una mirada fría, cargada de todo su odio y resentimiento. Alzó la mano derecha y una energía verde la envolvió.

- Es hora de que afrontéis el juicio. Podéis escoger: rendid las armas y entregaos pacíficamente. La alternativa será afrontar vuestro castigo a mis manos. Y no dudaré en ser vuestro torturador y verdugo.

Sus ojos comenzaron a brillar siniestramente. Era hora de la decisión, y no aguardaría a los indecisos.

resumen:

De repente, observaste cómo la capitana salía corriendo con un superpato. “¿Qué se proponía? ¡Van a matarla!”, pensaste. De pronto, el vagón al que estabas agarrada comenzó a traccionar y salió de la línea de vagones como si intentara dar caza al tren. Viste los vagones haciendo movimientos extraños y mucha gente corriendo en su interior. Te centraste en tratar de usar tu haki de observación para tener vigilados a tus aliados y entonces salvas de cañón.

Presenciaste cómo la capitana, con una pirueta, se libró y consiguió subirse al tren, que tras estar a punto de volcar, volvía a tomar velocidad.

“No puedo quedarme atrás”, te afirmaste, aprovechando que el vagón en el que ibas estaba borda con borda con el tren. Te dejaste fluir como una exhalación. Aquella fruta era maravillosa, no solo evitabas fastidiar la situación con tu peso, sino que estabas a punto de alcanzar a Elyria. Todo ese estallido eléctrico, seguro que a más de uno se le erizaron los pelos, pero, “¿Dónde estaban los otros dos compañeros?”, no podías sacarlos de tu cabeza.

Cuando finalmente estabas a punto de alcanzar a la capitana, te diste cuenta de que el tren se acababa, acababais de llegar a la locomotora. Ella bajó corriendo al interior y tú, tratando de mantener el factor sorpresa, dejaste correr algo de electricidad por las viguetas y columnas metálicas del vagón desde fuera. Esperabas que eso fuera suficiente para que Elyria supiera que le cubrías las espaldas. Agarraste con fuerza tu escudo con la mano izquierda y con la derecha te asiste al tren como habías hecho antes en el vagón número 12.

Resumen:

Llevabas varios días de patrulla en los alrededores de Nanohana en busca de actividades sospechosas cuando lo viste, “Que era eso? Una actividad sospechosa desde luego.” Reportaste por DDM a la base la situación y que pasabas a la acción.

“Vehículo sin identificar anfibio, con aspecto de tren gigante, dirigiéndose a gran velocidad hacia Alubarna, preparen contramedidas. Me pongo en persecución para realizar inspección y limpieza.”, dijiste mientras salias a gran velocidad montado en tu superpato. La conversación terminó con un, “Ok 810, tiene vía libre, puede haber otros agentes a bordo. Respecto a los criminales que encuentre sabe lo que hacer.”

Tardé mas de la cuenta en siquiera acercarme, el gran tamaño del vehículo daba una idea errónea de a la distancia a la que se encontraba. Mientras me acercaba mi DDM iba tratando de hacer contacto con cualquiera de las comunicaciones seguras habituales del CP. Vi violencia a bordo, tal vez mis compañeros ya estuvieran tomando control de la situación, un vagón se desacopló, parte del tren volcó deteniéndolo unos instantes, debía llegar ya o podría ser demasiado tarde.

Otro más volcó y vi la ocasión perfecta, espolee al superpato y me encaminé hacia el tercer vagón, el tren comenzaba a coger velocidad de nuevo así que ahora o nunca. Hice que el pato esprintase todo lo posible directo hacia el tren, debía garantizarme una buena velocidad para ayudarme con el salto, y entonces a escasos metros del mismo salté con todas mis fuerzas a través de la ventana mientras me transformaba en mi forma α, lo que unido a la velocidad del salto hizo que entrase como un obús peludo en el vagón. Los cristales saltaron por doquier, di un par de vueltas y me estabilicé clavando mis garras en el suelo.

“Agente 810 reportándose al servicio”, dije para evitar ser atacado por un compañero, “Si tras esa presentación me atacaban, es que eran hostiles y no tendría ningún problema en matarlos uno por uno”, pensé valorando la situación del vagón a mi alrededor.

Resumen:

Estaba remendando a Berry y Bartolo en la nube; no eran heridas graves, pero sí muchas. Me faltaban manos y, de pronto, ¿un niño? con otra enferma en brazos, pero que me tratase como doctor, con respeto y valorándome. Uf, cómo me gusta cuando suplican...

"¿Sabes suturar?" No esperé a que respondiera si tenía conocimientos médicos; la respuesta era sí. Al fin y al cabo, hasta un simio con pulgares oponibles puede cerrar heridas con aguja e hilo de forma más o menos decente. "Lo más grave de Berry y Bartolo está hecho. Ponte a suturar los pequeños cortes. Sutura de guerra, sin florituras, solo que sujeten. No tienen que ser bonitas", dije al crío.

Me puse a observar la herida de la pierna de la muchacha. Con lo de los pies, poco había que hacer: pomada y reposo con friegas para estimular la regeneración. Así que a lo siguiente. Entrada de bala, sin salida. Saqué uno de mis cuchillos y rasgué la ropa de la paciente para tener buena visual. "Esto te va a doler más a ti que a mí, pero no creo que anestesiarte en una zona de guerra sea lo adecuado. Estate muy quieta y habré acabado lo antes posible", le dije sin esperar su respuesta.

Palpé la bala; parecía que no había seccionado ninguna arteria. Todo bien. Sin aviso previo, realicé una incisión rápida y profunda hasta que noté con la punta del cuchillo la bala. Luego, introduje mis garras a modo de pinza y la extraje antes de que terminase de gritar. Comenzaba a sangrar profusamente, así que reintroduje mi cuchillo y, canalizando electro y argón en su interior, fui sacándola, dejando que se fuera cauterizando de dentro a fuera. El sangrado se detuvo en un par de segundos y, una vez terminado, le di cuatro puntos de sutura para cerrar las capas superiores de la piel.

"Si no hace el bruto como para que se la abra, en 3 días a caminar. Para el dolor, tome esta pastilla. No le dolerá durante un rato, pero no piense que acelera la curación. Eso se lo dejo a su cuerpo", instruí a la paciente mientras le metía una píldora de mi botiquín en la boca.

"Por cierto, tome su bala. Se ha ganado este recuerdo", dije entregándole la bala extraída aún cubierta en coágulos de sangre.

Resumen:

Tras acceder al siguiente vagón, Matt observa a los presentes, capta con su lente en un color amarillento a dos agentes del gobierno, reconociendo a uno como "Agente al cargo" por lo que aún podía recibir ordenes de Omega, luego capta todos los presentes en el vagón los cuales, eran objetivos pues nadie le dijo lo contrario al pobre. Agarrando su espada, no dudó en atacar tanto a soldados armados como a heridos tumbados en el suelo con la cabeza vendada y diciendo "Me rindo" entre gritos desoladores, no pensaba desobedecer la orden de su superior "Kurokage" por lo que simplemente.. Pues eso, barrería a todo "Heimerdinger" presente, quizás el Revolucionario y la loca del mocho tendrían que apartarse del camino de la araña come cabezas...

Matt tras acabar con los que tenía cerca y escuchar los demás gritos, observó como Omega y Ral se separaban del suelo, por lo que rápidamente entendió que algo iba a pasar, invirtió unos segundos de tiempo para observar como Ral apuntaba al suelo, ¿quizás una munición incendiaria? Aún que no importaba si afectaría al robot, no iba a ser un obstáculo para sus compañeros, así que empezó a correr, agarrando a un "Herpendilgo" de la cabeza y "trepó" por la pared con este hasta quedar colgada del techo. Se limitó a dejar caer al hombre hasta un final muy "chof" y mirar como el agente del gobierno disparaba su arma. Acompañó a los pocos segundos con la mirada al ahora murciélago de su compañero para ver como salía hacia el otro vagón, pensó en acompañarle, pues aún que hace tiempo que no recibe una orden de él ni siquiera le acompaña en una misión, en su programa aún estaba como "agente al cargo", lo que quería decir que es aparte de "Kurokage" el otro agente que podía cambiar el proceder del cyborg, claro está que una orden directa por Den Den Mushi también, pero eso era otra cosa...Pero aquí aún quedaban objetivos que eliminar... Por lo que la orden de Rokuro prevalecía, acabar con todos los desgraciados que se interpusieran...

Esperaría en el techo hasta ver que efectos tenía la munición de su compañero para saltar al suelo y seguir cosechando almas

Spoiler:

Conseguí atravesar el vagón tras bloquearlo, ese "shinigami" estaba haciendo de las suyas, no quería molestar pero ya me conocía sus trucos, sabía lo peligroso que era y no pensaba ser un daño colateral más en su cruzada. Esta vez no estaba aquí por él, estaba por Christa y encima la había perdido de vista. Al avanzar me encontré con ese maldito dibujo [O eso creé él] del Shinigami, era más feo que pisar mierda descalzo, mira que llegué a creer que dibujaba bien, pero esto demuestra que no todo lo que reluce es oro... Me quedé tras el dibujo de aborto arácnido que sin dudarlo un segundo arremetió contra todo el que se le posaba en frente, simplemente me quedé agachado en un lado a esperar que alguien eliminase el dibujo o que los matar a todos pero algo llamó más la atención que una aberración asesina...

Dos personas alzaron el vuelo, una con cables y otra con alas, aquí cada uno las gasta como quiere, pero lo interesante fue lo que dijo la mujer "Taparos los oídos y abrir la boca" como experto en explosivos, sabía lo que significaba eso. Corrí hasta la esquina izquierda para cubrirme con lo primero que pillase, mientras observaba para no ser atacado a traición y apuntaba a todos con mi arma. Supuse que con la llamativa puesta en escena de tres personas yo estaría pasando desapercibido, esperaría a hablar con el soldado del gobierno una vez entre y me asegure que la araña no me ataca a mi, pero ahora había algo más apremiante, protegerse de lo que quiera que esté pensando la "colgá" de los cables...

Tenía que tener cuidado y llegar sano y salvo hasta Christa, si no, toda la información y ventajas prometidas se perderían pero ahora mismo no podía simplemente cruzar el ahora "Campo de batalla" pues me caería un disparo de a saber que tipo de arma pero que creía que sería explosiva, si no, no habría dicho lo de la boca. Pero sería algo difícil, sobre todo con ese dibujo soltando personas como si de simple lluvia se tratase, claramente poco a poco las misiones que le daban al "shinigami" le estaban trastocando la cabeza, Si no esta perturbado, ¿Qué mente crearía ese bicho?

No dudé en centrar el cañón de mi arma en la mayor amenaza [Matt], si venía hacia mi, convertiría el dibujo en una simple mancha de tinta en el suelo...

Spoiler:

Elaina estaba hasta el moño. Por no decir otras partes del cuerpo que también riman. Un monton de gente corriendo por el vagón en dirección a la locomotora, ya ni siquiera los hermenegildos. La chica semirobot entrando por la ventana liándose a tiros. ¡Y ahora un puto robot entero, al grito de los piratas de hojalata! ¡Pero si se lo había inventado, no jodas! Y encima estaba completamente loco. Otro asesino. La princesa no pudo más que tragar sali— ¿Ahora un puto demonio sacado de sus pesadillas? ¡Oh, venga ya!

“¡Hago lo que puedo! ¿Por qué coño iba a impediros parar el puto tren? No soy gilipollas, eso salvaría más vidas que nada. ¡Pero déjame hacer mi parte, por dios!” Gritó enfadada a RAL. Vale, su cabreo se estaba apoderando de ella, pero tenía que cuidar sus palabras. Y sí, esto probablemente haría pensar a algún que otro hermenegildo, pero tenía claro qué bando no quería en su contra ahora mismo. Bueno, prefería, no quería a ninguno de estos monstruos tras ella. Pero le había tocado elegir.

En cualquier caso, respiró profundamente, y siguió trabajando. Habían unos cuántos heridos, y estos locos solo estaban provocando un mayor destrozo. Al menos RAL parecía intentar algo un poco más útil que perder tiempo con unos idiotas mientras el tren seguía camino a la capital. Con un grupo así deberían poder abrumar las fuerzas enemigas, al contrario que ella y Prometeo. Solo esperaba que lo que fuera que planeaba la semi robot funcionase y la dejasen tranquila de una puta vez. Si le daba un ataque de ira, iba a acabar saliendo de allí sin cabeza. Eso le pasaba por meterse donde no le llaman, que ya tenía suficiente con sus problemas en Elyndor.

resumen:

El plan pareció funcionar parcialmente. Logré colocarle la chuleta, fui capaz de entorpecerlo y el lobo se lanzó con las ganas suficientes para derribar a su dueño -y a mí por el camino-. Me dejé caer de espaldas envolviéndome momentáneamente en oscuridad para evitar mayores daños, y mientras rodaba con cuidado para levantarme pude ver que el animal no había hecho en absoluto daño a su dueño. Esperable el hecho de que se contuviese, algo extraño que una bestia tan voraz se hubiese comportado de pronto de una manera tan cuidadosa. En realidad lo había visto sobrevivir a una caída que debía haberlo matado y correr detrás del tren llegando a superar su velocidad, que comiese sin herir a su compañero estaba lejos de ser la más atípica de sus habilidades. Si bien se trataba de la más irritante en ese momento.

- ¡Estamos ocupados, Ely! ¡¿Por qué no bajas y ayudas?!

El lobo se recompuso deprisa. El mendigo también. La bestia encaró al majestuoso grifo de la muchacha de cabello malva mientras el hombre mostraba unas grotescas uñas largas y robustas como garras... O lo más parecido que un humano podría tener a garras, al menos, y con el furioso frenesí de un lobo acorralado se lanzó al ataque aprovechando sus manos. El brillo presagió un desgarro peligroso si me dejaba dar, más allá del compresor, y una herida francamente fea en el brazo de no evitarlo. Pero el futuro que veía era uno que podía evadir:

Lo primero fue moverme hacia atrás, dando un pequeño salto para evitar el primer arranque, e interpuse el sable contra la otra mano sin pretender bloquearla, tan solo dejándolo moverse mientras yo rotaba bajo él hasta quedar a su lado. No mantuve la espada en mi mano, que cayó al suelo con un repiqueteo metálico justo en el momento en que yo juntaba las palmas para generar una densa nube de humo.

Sin esperar su reacción me moví rápidamente hasta su espalda, extendiendo los dedos de mi mano vacía para dejarlos hacerse zarcillos de oscuridad. Uno a cada extremidad, un quinto al cuello, y Cataclismo resurgiendo en mi mano hasta consolidarse como una larga lanza más alta que yo. Si conseguía atraparlo lo empujaría contra la pared apretando a cada instante más y más para cortarle la circulación. En cualquier caso, funcionase o no aquello cargaría contra él tratando de atravesar su corazón con el terrible filo del arma. Eso debía bastar.

Resumen:

La bestia derribó a Loki, al vagabundo del revólver y a la rubia, como si de pronto el combate se hubiese vuelto una partida de bolos. Christa observó desde una posición segura el caótico desenlace de la estrategia de su “salvadora” y, luego de desarmar al forajido, se ocupó de que no volviera a disparar esa arma. Se aseguró de estar dentro del rango de su habilidad con la intención de atraer el revólver a su mano, solo así reduciría considerablemente la peligrosidad de su enemigo.

En lo que intentaba atraer el arma, escuchó una voz familiar.

-¡¿Ely?! ¡¿Por qué siempre estás donde hay peligro?! -le preguntó sorprendida, aunque no tanto como el que la rubia conociese a Ely-. ¡¿Y cómo es que se conocen ustedes dos?!

Ya habría tiempo para responder; urgía atender ciertos asuntos.

En paralelo, Isara se preparaba para defenderse de los zarpazos del lobo. El animal no era lo suficientemente grande ni poderoso como para lastimar al imponente grifo, pero de alguna manera consiguió rasguñar la dura piel de la criatura alada. Respondiendo a las insolencias del lobo, Isara contraatacó con diez mortales zarpazos tan potentes como para echar abajo una casa. Y si la fuerza no fuera suficiente, las garras del grifo cortarían hasta los huesos.

La batalla entre el grifo y el lobo parecía, entre muchas otras cosas, salvaje e injusta. A primera vista, se alejaba del enfrentamiento entre dos seres humanos pues se asumía cierto grado de humanidad en el rival, algo de lo que carecían los movimientos de Isara. Era solo una bestia atacando a otra. Sin embargo, ¿cuán justos y civilizados eran los combates entre hombres? ¿Acaso había igualdad en los bandos involucrados? Además, por las decisiones de dos humanos es que un grifo y un león se enfrentaban a muerte, el que se atacasen con furia el uno al otro era por Christa y el forajido. La cazadora era consciente de la situación en la que colocaba a sus mascotas durante un combate, por lo que los evitaba dentro de lo posible, aunque el caso del tren -y muchos otros más- solo podía resolverse con violencia.

Christa pasó de la explosión que escuchó y se aprovechó del combate entre el espadachín y el minero adicto a la pólvora, de esa manera podría enfocarse en el forajido y su mascota.  La chica rubia volvió a generar esa sustancia negra y peligrosa, esta vez para capturar al forajido tras esquivarlo con soltura. Si el ataque de su inesperada compañera de batalla era letal, entonces se aseguraría de que diese en el blanco.

Al mismo tiempo que la chica rubia generaba la sustancia oscura, Christa intercambió la pistola por la Daga de la Verdad y se impulsó a ras de suelo hacia su objetivo, tirando con fuerza de las placas metálicas del otro lado. No utilizó la velocidad máxima, sino la suficiente para ubicarse rápidamente al alcance de las piernas del forajido. Sin conocimientos médicos, pero guiada por su instinto y con una precisión decente, Christa deslizó su arma con suavidad con la intención de cortar los tendones de ambas piernas ubicados en la parte posterior de la rodilla, y después haría lo mismo con los tobillos.

Si conseguía inutilizar las piernas del forajido, el ataque de su compañera sería más efectivo.

Resumen: