Festividad invernal libre de Copyright [Evento de navidad]

Ha sido un viaje largo esta última semana, pero por fin se puede ver en la distancia El Palo Norte. A medida que los barcos se aproximan a los puertos el olor a sal marina abandona el aire para ser reemplazado por un aroma lejano de chocolate y canela. Poco a poco, aunque cada vez más intensos, se pueden escuchar villancicos cantados a capella acompasados con una percusión lejana. La nieve va cayendo más copiosamente en las proximidades de la isla, atravesando incluso la copa del gigantesco árbol que ocupa toda su superficie. Hay diversas figuras, esferas y guirnaldas decorando su superficie, casi pequeñas en la distancia, si bien los más pequeños fácilmente serían grandes como un gigante. Hay hombres de jengibre, diamantes, velas encendidas (o parecen velas encendidas, aunque el viento no mueve su llama) y… ¿Eso de ahí al fondo es el pepinillo más grande que has visto en tu vida? No, eso no tendría sentido. Aunque explicaría por qué si olfateas un poco más a fondo el aire huele un poquito a salmuera.

Muy poca gente visita el Palo Norte cada año. Normalmente hace falta una invitación personal del Gran Padre León o estar en su lista de niños buenos, lo cual suele ser imposible, pero las grandes aves mensajeras han recorrido todo Grand Line llevando una carta muy especial a todos aquellos que aún conservan una chispa de ilusión en sus corazones escrita por el mismísimo Gran Padre en persona. Esta está escrita con elegante caligrafía en una finísima lámina de pan de oro y se dirige a cada destinatario personalmente con la calidez que solo se podría esperar del rey de la navidad… Aunque si viajáis en compañía y leéis varias cartas quizá hayáis notado un gran número de vaguedades e incluso, quizá, que el contenido es exactamente el mismo. ¿Pero a quién le importa? La carta dorada es una invitación a celebrar las fiestas junto a él, con suerte incluso a compartir mesa en su casita de Abelia desde la que todos los años emite un largo (que no aburrido) mensaje de navidad y esperanza por todo Grand Line recordando el valor de estas fechas y, no menos importante, que solo Palo Norte & Co. INC es un distribuidor autorizado de artículos navideños y cualquier disfrute festivo sin la autorización expresa de Palo Norte & Co. INC será perseguido y sancionado, quizá de manera desproporcionada, por los sicarios navideños de Palo Norte & Co. INC.

Sin embargo esta carta no esconde sino la creciente preocupación del Gran Padre León, temeroso de que su trono de caramelo sea usurpado. Si en los últimos meses has leído algún periódico probablemente te hayas percatado de algunas pistas si has estado lo bastante atento: Un anuncio por palabras de un tal SantaLover69 que rezaba “Hijo de [CENSURADO] te voy a meter un bastón de caramelo por el [CENSURADO]”, una carta al director de un tal Roland von Klauswitz en la que describe, con anatómico lujo de detalles, qué va a hacer con la Gran Madre León cuando despelleje al [CENSURADO] de Gran Padre León y, puede que más importante, la carta bastante tosca escrita sobre papel de regalo arrugado que también ha llegado a casi cualquier persona en la que se anima a asaltar el Palo Norte a cambio de una jugosa suma de dinero que pretende cobrar cuando el [CENSURADO] del Gran Padre León pague los royalties que le debe por usar sin su permiso las palabras “navidad”, “norte”, “regalos”, “fiesta” y “[CENSURADO]”. A pesar de que hay una gran cantidad de jerga legal a lo largo de su texto y hasta un mono podría sospechar que lo ha escrito borracho, cada carta es distinta a las demás, desde el corazón de ese tal Roland von Klawswitz. Aunque gran parte de lo que dice son insultos homófobos y machistas, varios de ellos comparándote con un tal Invitado.

Si la oportunidad de cenar con el Gran Padre León o de unir fuerzas con Roland (quien, al parecer, es un legendario mercenario del Bajo Mundo cuya seña de identidad son las cajas de regalo) no fuese suficiente parece que ha iniciado una guerra abierta de decoración navideña entre las villas de Abelia y Villa Pesci que ya se ha saldado con más de un millón de luces led reventadas, una noria que se ha salido de su eje y la manifestación antinavideña que jamás se ha visto en Crumpit. El ritmo de fabricación es tan rápido en estas semanas que un destacamento revolucionario ha tenido que presentarse en la isla porque han recibido un cargamento de juguetes en lugar de armas, lo cual puede entrañar un peligro para la seguridad pública una vez los más pequeños descubran que no tienen el nuevo muñeco de acción Turbo-man con brazos y piernas móviles y mochila propulsora a reacción y el disparador de boomerangs sino un rifle de asalto profesional. De hecho, Roland ha mencionado algo de eso en su carta también, aunque los llamaba “pequeños [CENSURADO]”.

Aun así es difícil pararse a pensar en problemas cuando las ramas del gran árbol comienzan a envolverte y tu barco se va acercando a los preciosos puertos tallados sobre las raíces del árbol. La música se escapa por todo el árbol y la luz a medida que te acercas a Abelia es casi cegadora… Aunque la de Villa Pesci, si has elegido ese puerto, tampoco está nada mal. En cualquier caso a cada barco lo recibe un pequeño grupo de extrañas criaturas: Conservan nada o casi nada de vello en sus cuerpos, pero mantienen orejas de animal y sus colas. Todos van vestidos de color verde con detalles rojos y dorados, aunque de vez en cuando alguno que otro parece haber elegido un traje azul en señal de rebeldía. La cantidad de tela, no obstante, resulta algo incoherente con la temperatura que hace. Especialmente en el caso de los hombres reno, que parecen resistir inusualmente bien el frío incluso para estándares del Palo Norte. Además todos llevan pajarita.

Entre halagos y unos presentes de bienvenida que incluyen ropa tradicional (un tanto indecorosa en algunos casos) el comité os da algunas instrucciones básicas, sencillas en general: No podéis acercaros a las factorías, aunque podéis pasear libremente tanto por los caminos como por las ciudades y aldeas del árbol. Os piden encarecidamente que si vais al club Jingle Heat llevéis billetes, no monedas, y que en caso de pasar por Crumpit intentéis no mencionar la navidad o la Montaña Quién, hogar de un extraño skypeiano que se asentó hace tanto tiempo que ni el Gran Padre recuerda. También mencionan algo sobre la fábrica de chocolate, pero tan pronto como lo mencionan parece que esas ideas abandonan vuestra mente.

Cabe una pequeña posibilidad de que hayas llegado a Larpeira. Ahí no hay comité de bienvenida, y la gente también viste con algo más de pudor. Huele a bizcocho y a crema pastelera, y a dulces que quizá solo hayas probado en tu imaginación. La gente es amable, aunque un poco más cerrada, y hacen bastantes bromas sobre la navidad de Abelia.

Por ahora, llegues por donde llegues, no hay ni rastro del Gran Padre León ni de Roland, pero seguro que si escuchas atentamente escuchas sus nombres una o dos veces en alguna de las conversaciones. Mientras tanto siempre puedes pasear por los talleres tradicionales de juguetes, las confiterías artesanas, o los diversos locales en los que parece que siempre es navidad… Salvo en Crumpit, claro.

Mapa:

1. Se realizará moderación global una vez por semana.
   
   
2. Los jugadores pueden interactuar libremente y crear cualquier NPC, a excepción de Roland, Gran Padre, Gran Madre, Rudolph y el Doctor.
   
   
3. Los premios y experiencia obtenidos serán secreto hasta el final del evento.
   
   
4. Se cobrará la totalidad de los premios de la lotería anterior al finalizar el evento.
   
   
5. Cada post debe superar las 250 palabras.
   
   
6. Aunque ya nadie se acuerde del chiste, el barco de los Sons of Anarchy será destruido en algún momento del evento.
   
   
7. Se puede postear tantas veces como uno quiera, siempre que haya al menos tres posts de otros usuarios (no personajes; usuarios) entre su último post y el siguiente.
   
   
8. Cualquier usuario puede moderar y manipular el entorno de la ciudad en que se encuentre, siempre que no haya una moderación en el post anterior.
   
   
9. Por lo que sea, un niño con un hacha puede talar el árbol, pero vosotros sois incapaces de hacer cualquier daño al árbol. Podéis rolear esto si queréis.
   
   
10. Habrá premios extra para los usuarios que moderen.
    
    
11. Si un personaje la lía, podría abrírsele un combate.
    
    
12. Si dos personajes se van a enfrentar, se les abrirá un tema de combate.
    
    
13. Podéis moveros libremente entre cualquier ciudad o fábrica (recordando que tenéis prohibido on rol entrar a ellas), pero llegar a un nuevo lugar implica mínimo dos posts: Uno abandonando el lugar donde estás y otro llegando. También puedes rolear por el camino, asaltando un tren, lo que quieras.
    
    
14. De der necesarias, podrían añadirse más reglas a esta lista.
    

Por alguna extraña razón siempre acaba en islas con climas helados, comenzaba a acostumbrarme e incluso a agarrarles cierto gusto. Desde lejos uno podía ver un árbol enorme y, cuando digo enorme, me refiero a genuinamente enorme, del tamaño de una gran montaña, al menos. No sólo eso, sino que además estaba tan adornado como si la casa de Santa Claus se tratara, parecía que un unicornio había vomitado sobre aquel árbol enorme: miles de lucecitas y esferas de todos los colores.

¿Que por qué estaba en la villa navideña? Bueno, la pregunta es sencilla y al mismo tiempo no tanto, de responder. Un par de cartas habían llegado a mis manos, la primera de ellas era una invitación de un "gran padre" o algo por el estilo a una cena elegante, creo. La segunda era de un tal Roland, él tenía unas intenciones más bien turbias en contra del remitente de la primera carta. No tenía bien claro la invitación de quién atender, probablemente aceptaría la de la parte que me ofreciera más o la de quién me cayera mejor.

En fin, después de unos minutos logramos llegar al puerto de una villa muy pintoresca y no tan adornada como el árbol principal. Como era costumbre, Kirara bajó feliz a jugar con la nieve mientras el mono se abrazaba con sus seis brazos para remediar un poco el frío que sentía. En cuánto puse un pie en la nieve pude capturar un olor tan dulce y tan delicioso que comencé a caminar en esa dirección casi sin pensarlo. Aquel dulce que estaban cocinando tendría que ser magnífico. Avancé hasta la plaza principal, donde una pequeña multitud se encontraba alrededor de ella y una chica que parecía tener rasgos atigrados, como si fuese una mink, pero sin tanto pelo, nos saludó cariñosamente. Vestía una falda un tanto corta para el clima, y una playera muy ligera, echando una mirada a todos los demás ,la mayoría parecía vestir como si de verano se tratase y tenía la misma pinta de mink sin pelo, vaya caso tan curioso.

-¿Has venido por el ponche, pelirrojo? -dijo la chica mink.

No me dio tiempo de contestar cuando escuché el grito desesperado de un hombre mientras se estampaba contra el suelo y quedaba hecho papilla.

-Ouch, ahí va otro retador -agregó la chica- ¿o más bien estás aquí por el concurso de la catedral? -sonrió.

-Creo que ahorita estoy bien con el ponche aunque me da curiosidad saber porqué ese sujeto quedó hecho papilla.

Odiaba el invierno, odiaba el frío y cuando de su nariz colgaban los mocos escarchados y su voz se volvía similar a alguien con una patata en la boca Berry odiaba todo. Caminaba junto a un grupo de marines por Larpeira o como se llamase aquel condenado lugar, apretujaba una caja de pastillas la cual comía como si fuesen caramelos en una mano y una carta en la otra.

—Juro que si encuentro a a ¡Achuuus! ¡Rwaaargh! ¡Condenada alergia!—

Y ahí iba el decimosexto muñeco de nieve decapitado de un fuerte golpe cuya cabeza se desplazó a toda velocidad hasta hacerse trizas contra una pared. La mink había acudido a esa ciudad por una carta que le prometía un lugar caliente, dulces y chocolate pero tan solo veía nieve, mocos y más nieve cosa que en su estado alérgico la ponían de muy mal humor.

—La teniente Berry se ve muy diferente a cuando salimos... hasta parece más peligrosa...—

—Grr... ¡¿Dijeron que estoy gorda?! ¡Achuuus! Malditas pastillas, creí que dijeron que terminaban la alergía en media hora llevo años esperando.—

—Solo llevamos diez minutos aquí Teniente...—

—¡Me da igua-a-Achuuus!—

Y la cara del pobre recluta se vio cubierta de mocos, babas y más fluidos que la mink producía dentro de su cuerpo, no tardaron en socorrerle antes de que la cara quedase petrificada en alguna mueca grotesca dado el veneno de la esfinge. La mink caminaba sonando su nariz con papeles y pañuelos enfadada al ver que esto solo empeoraba sus estornudos mientras alcanzaba el centro de la ciudad justo para ver caer a alguien frente a ella y por puro impulso atraparlo con su garra y lanzarlo hacia sus hombres.

—S-salvó mi vida... una ma-marine... e-esto...—

—Si, si soy hermosa bla bla ¡Achusss! La próxima no te trepes tan alto... sniff... es mi trabajo...—

La mink prosiguió su camino mientras los hombres a su mando examinaban al sujeto como un criminal buscado y lo terminaban esposando para cubrirle la boca.

—Shh si la teniente se entera desearías haberte muerto, ahora al barco...—

—¡¿Por qué tardan tanto?!—

Rugió la mink leyendo un cartel que anunciaba un premio por trepar un edificio, cosa sencilla de no ser porque en su estado actual y tras tragarse tres cajas de antialergicos no estaba en sus mejores condiciones. Ya lo intentaría otro día, por el momento buscó algo en que centrar su atención, solo deseaba un lugar caliente en donde pasar un rato hasta que sus ojos se cruzaron con un rostro conocido.

—¿Doble D?—

Preguntó haciendo que sus hombres se detuvieran tras ella temblorosos de lo que su superior podría hacer, la habían visto decapitar muñecos solo por su propia alergía a lo mejor estaba a punto de iniciar una locura. Analizar las intenciones de la mink con su pelaje erizado, sus veinte abrigos y su nariz moqueante era bastante complicado.

Luego de unos cuantos meses recluido en la isla prehistorica, tanto Sora como Ocho habian recibido unas cartas un tanto extrañas, sin sentido podria decirse, ¿Como es que aquellos dos remitentes sabian su ubicación, o mas bien, como sabian donde se encontraban? Sora no habia hecho ningun movimiento en mas de dos meses, ni la marina, ni sus amigos cercanos sabian donde se encontraba entranando, pero al final ¿Quien se resiste a una fiesta navideña?, no sabia el motivo, pero esos dos tenian algo de riña, pero navidad es navidad, tanto él como Ocho querian ver por si mismos el lugar, segun las descripciones era una isla digna de ver.

— ZARPAREMOS, ZARPAREMOS, ZARPAREMOS — Ocho sentia felicidad ya que por fin podrian salir de aquella isla despues de tanto tiempo, el fisico de Sora habia cambiado un poco, tenia un poco mas de musculos y se veia mas seguro de si mismo, estaba listo, se habia convertido segun él en una bestia prehistorica totalmente. Sin mas, se pusieron manos a la obra, unos pocos dias fueron suficiente para llegar a la dichosa isla, se podia ver aun desde lejos el gigantezco arbol.

— Sora-chi, ese arbol es gigantezco, vamos a subirnos en el — Exclamó la pequeña emocionada, aunque Sora al percatarse de que la isla era nevada ya tenia sus propias cosas en que pensar, como ¿ De que manera afectaria esto a Ocho? o ¿Que pasara si termina congelandose y despues tiene que ponerla cerca del fuego y termina secandose? habian demasiadas cosas en la que pensar pero no podia quitarle a una pequeña sus deseos de pasar la navidad. Aunque claro, ambos sabian que allí podria plantearse una guerra entre los remitentes de las cartas que habian recibido hace unos dias atras.

— A..bri..ga..te bi..en — Fueron las unicas palabras que salieron de la boca del chico, antes de que este fuera a su habitación para armarse con sus cosas, tomando su bolso, para posteriormente poner dentro del mismo dos cuadernos, uno de dibujo y uno de escritura, tres cremas hidratantes para Ocho, una docena de lapices, una hoja de mapa vacia, su ko denden mushi, algunas pastillas antialergicas y finalmente algo de fruta. Al final coloco su bolsa en su cintura y tomó su gran martillo para colocarlo en su espalda.

— Ya es..toy lis..to — Sora habló mientras esperaba afuera de la habitación de Sora, ya habian anclado el barco en el puerto, al cual claramente habian llegado mas personas, incluso pudo ver un barco de la marina. — Sora-chi, ya estoy lista, podemos bajar— La pequeña gyojin se habia vestido con 5 abrigos, realmente parecia mas un adorno navideño que una gyojin, pero era lo ideal para una isla como esta. Ambos se dispusieron a bajar del barco cuando vieron a unos marines escoltando a lo que parecia ser un delincuente hasta su barco.

— Algunos no tienen suerte, ¿verdad Sora-chi? — Preguntó con una sonrisa la pequeña al ver la acción de los marines.

— Mi..en..tras no se..a..mos no..so..tros, to..do bi..en — Sora habia bajado con su motoplegable sin embargo con toda esta nieve seria imposible manejarla, por lo que la volvió a lanzar hacia la cubierta de su barco y procedieron a caminar hacia el centro de la dichosa isla. Visualizaron la gran decoración del lugar y sobretodo un letrero que decia Larpeira, lo que Sora aprovechó para escribirlo en su cuaderno.

-¿Los violines están afinados? -preguntó Christa, sus ojos examinando otra vez la lista de tareas pendientes.

-Sí, señorita.

-¿Las baterías de los amplificadores están cargadas?

-Sí, señorita. Lo confirmamos hace una hora.

-¿Por qué huele a cigarro? ¿Trompeta de nuevo está fumando?

El hombre-pequeño, uno de los tantos trabajadores a bordo de La Ópera, se quitó el gorro navideño y agachó la mirada.

-Le dijimos que no lo hiciera, pero dijo que, si Tambor puede beber, él puede fumar.

-¿Qué? ¿Tambor está borracho? -preguntó, sus ojos posándose sobre el pobre trabajador de apenas un metro.

-Dice que odia los villancicos y el chocolate, que la Navidad es lo peor que le ha pasado a la gente y que tocará solo con veinte litros de vino en el cuerpo -contestó el hombre-pequeño.

Christa frunció el ceño y se quitó las gafas de examinadora como si eso le hiciera ver más imponente.

La Ópera era una de las compañías musicales flotantes más importantes del mundo y el Gran Padre del Palo Norte había convocado su presencia para endulzar aún más el ambiente navideño. Era un evento tan relevante que La Ópera no solo contaba con músicos experimentados y prolijos, sino que también había contratado a compositores reconocidos y artistas independientes. Christa había sorprendido a los directores de La Ópera cuando tocó el piano en frente de ellos con tan solo cinco años en Lëxius, cautivando sus corazones y acariciando sus oídos, por lo que se contactaron con ella y decidieron contratarle.

Tocar para el Palo Norte era uno de los conciertos más importantes para Christa, y en realidad no le molestaba que sus compañeros, como Trompeta o Tambor, no se tomasen en serio el trabajo. Lo que verdaderamente le molestaba era que hablasen mal de la Navidad porque, si algo le gustaba, eran los regalos y los villancicos.

-Tíralo por la borda -ordenó Christa, extralimitándose de sus facultades.

-Pero el agua está congelada…Tambor no…

-Me da igual. Nadie en este barco hablará mal de la Navidad -sentenció la pianista, el ceño fruncido y los ojos destellando chispas de furia-. Además, pronto llegaremos al puerto de Villa Albelia. Si tanto confía en el vino, seguramente le dará el calor y la fuerza necesarias para llegar a la costa.

De pronto, un hombre-pequeño sospechosamente parecido al que hablaba con Christa irrumpió en el despacho. Estaba sudando y lucía asustado como si fuera un niño a punto de ser castigado por su madre.

-¡Señorita, tenemos problemas!

-¿Y ahora qué?

-¡Timón perdió una apuesta con Tambor y está borracho! -Christa hizo un gesto para que siguiera hablando-. ¡Nos estamos acercando a las costas de Nueva Pesci, señorita!

-¿Cómo?

-Nos hemos equivocado de puerto, señorita.

 Esta Navidad, a Elyria le tocaba irse al Palo Norte. No podía evitar sentir algo de pena. Aun si ya estaba acostumbrada a trabajar en estas fechas, esta vez quería pasarlas con Anais. Por suerte Alvar se encargaría de la niña mientras ella estuviese fuera, y por suerte aún era demasiado pequeña cómo para ser consciente de todo esto. Pero bueno, no era momento para llorar, no ahora que estaban a punto de atracar en Nueva Pesci.

 El motivo de su visita era sencillo. Al parecer, varias personas en Grand Line, entre las que la marine estaba incluida, habían recibido una carta del Gran Padre León. Y también información que señalaba ciertas… tensiones con Roland von Klawswitz. Este último llevaba unos meses llamando la atención de Elyria. Y bueno, no solo de ella, no es como si la prensa no estuviese pesadísima con el tema. Y lo que le tocaba hacer a ella era sacar información del mercenario. Evidentemente, no iba a confrontarle directamente, no quería acabar en una caja de bombones. Pero en el caos de las fiestas, era mucho más fácil pasar desapercibido. Y si se armaba jaleo, pues también estaría allí para proteger a los civiles y a quien fuese necesario. Aunque esperaba que no se saliese demasiado de control, después de todo, ella era una sola persona, como tendía a ocurrir con el noventa y nueve por ciento de la población. Malditos siameses y centauros.

 Cuándo finalmente llegaron, un grupo de pequeñas criaturas con un sentido de la moda bastante cuestionable subieron al barco a darles la bienvenida. Incluso le regalaron algo de ropa, lo cual agradeció encarecidamente, aunque viendo como iban ellos, y lo poco que revelaba el plástico que envolvía el conjunto, ni se molestó en abrir el paquete, y solo esperó a que se alejasen para dejarlo en el camarote. No pensaba ponerse eso si no veía que era necesario para alguna infiltración. E incluso en ese caso, seguramente intentaría buscar alguna otra solución.

 Al menos, cuándo bajo a la ciudad, las vistas eran preciosas. Estaba todo lleno de nieve, y las calles llenas de luces, puestos y atracciones. Su conjunto chocaba un poco con la ropa de los locales, pero ahora mismo eso no le importaba demasiado. Ella estaba feliz con su abrigo y con su falda y botas altas, y aún no necesitaba disimular ni infiltrarse en ningún lugar extraño. Así que fue a dejar sus cosas en la posada que había reservado antes de venir, y fue a dar un pequeño paseo para conocer la ciudad. En parte por trabajo, era importante tener una mínima idea de la distribución de las calles y de la gente. Pero en otra parte por placer. Así que cuando pasó frente a un puesto de chocolate caliente con canela, chiles y nata, se puso a la cola para pedirse uno.

La chica me dio un vaso con ponche como cortesía de la fiesta, según había dicho. Fue amor a primer sorbo. Sabía que mi olfato no me había traicionado, era la bebida dulce más deliciosa que había probado en toda mi vida, ¿cómo era posible que hubiese pasado veintitrés años privándome de ese sabor? Una mezcla tan precisa y preciosa de todas las frutas y el piloncillo, mi paladar quedó totalmente complacido. Me sonrojé un poco y seguí tomando el vaso de ponche que quedaba perfecto con el clima de la villa.

-Lo que sucede es que cada año, en navidad, la villa de Larpeira alberga el concurso anual de escalar la catedral. Aunque no lo creas es muy famoso por estos lugares, incluso algunos extranjeros llegan al lugar para llevarse el gran premio.

Las palabras de la chica Mink comenzaron a interesarme, quizás era una suma generosa de dinero o mejor aún, postres tan deliciosos como el ponche.

-¿Y cuál es el increíble premio? -pregunté mientras le daba un sorbo al ponche.

-Bueno, este, a ciencia cierta nadie lo sabe -dijo un poco apenada- lo cierto es que nadie ha logrado subir hasta lo alto de la catedral y reclamarlo, además el premio lleva tanto tiempo en la punta de ese lugar que el alcalde que lo puso ha muerto y su contenido permanece siendo un misterio desde entonces -volteó a ver a otra dirección- pero, pero, pero estoy segura que es algo increíble, no cabe duda -lanzó una risita nerviosa.

Así que un regalo misterioso. Bueno, al menos sabía que si terminaba cayendo de la catedral no acabaría hecho papilla, podría usar mi Fly me to the moon para evitar una caída mortal. Volví a ver a la chica mink, mirándola bien era algo guapa: sus ojos afilados la hacían muy coqueta. Lo había decido, ¿qué podría perder?

-¿Si logro bajar el premio me darás más ponche y... -dije mientras tronaba mis dedos- me llevarías a conocer esta villa? -agregué sonriendo.

La chica se sonrojó un poco, sonrió y asintió con la cabeza. Me preparaba para subir por el premio y tener mi dotación ilimitada de ponche y una cita con aquella curiosa mink cuando escuché una voz que recordaba vagamente. ¿Doble D? ¡Claro! Aquella vez con el fotógrafo y la mink policía ella se llamaba...¡Berry! La chica mink esta vez no portaba su uniforme de policía sino que llevaba puesto uno de Marine. "Esto es malo" pensé, esperaba que la baja recompensa por mi cabeza aún no fuera muy conocida por el mundo de la marina y que su pequeño pelotón no se pusiera en mi contra porque realmente quería más ponche.

-¡Hey! Agente B, ¿cierto? -saludé con la mano y lancé una ligera sonrisa.

El pelotón tocó tierra, a Seth le daba igual donde estaba, con quien y como, simplemente siguió ordenes de su Teniente a la cual seguía bastante despreocupado de su estado. La vestimenta adecuada para esta isla, era el traje marine con su chaquetón y todo, pero por encima llevaba su capa larga y blanca con hombreras para cubrirse aún más del frío invernal. No estaba cómodo con este fresquito pero estaba mucho mejor que su superior quien no valía ni un duro oxidado.
Caminó detrás, era el encargado (Nombrado por sus compañeros quienes le tenían un miedo atroz a la Teniente) de cuidar que no se pasara de la linea y de momento así lo estaba haciendo. Le dio las cajas de pastillas cuando la pidió, llevaba una mochila llena de pañuelos para lo que fuera que salía de esa nariz y agarró al chaval que lanzó para que no le pasara nada, luego lo dejó con sus compañeros y siguió al lado de la Mink. -¿No crees que eres un poco exagerada? Hace frío pero tampoco es como para enfermar a los diez minutos de tocar tierra...- Sabía que eso podía acabar en un buen guantazo, pero poco a poco se acostumbraba al maltrato de la mujer.

A lo lejos vio a unos niños en un puesto improvisado "¡Limonada!" pensó. -Buenas niños, ¡una limonada!- Demandó con energía y una sonrisa, la cual fue devuelta con caras de entre miedo y hasta asco -¿Es usted tonto? Aquí no vendemos limonadas... Nadie quiere con el frío que hace... Son bolas de nieve ¡Redondas, lisas y del tamaño justo!- Dijo orgulloso mostrando lo que tenía encima del mostrador improvisado -¿Quien compra bolas de nieve?- Preguntó tocando una con el dedo indice -Son perfectas, tamaño perfecto, aerodinámicas y sin marcas que frenen o desvíen la trayectoria al ser lanzadas. Pero ahora tú tienes que comprar la que has tocado, le has dejado la huella, has roto lo lisa que era, quien lo rompe lo paga. Cien berries- Dijo sacando la mano y frunciendo el ceño. El tritón que no entendió muy bien la situación se defendió -Pues pon más nieve- El niño movió el dedo indice para negar -Tienen tiempo y dedicación, doscientos berries- Aumentó -¡Pero donde me vas pequeño estafador! ¡¡A que os detengo a todos!! ¿Este local tiene permiso de apertura?- Preguntó queriendo aprovecharse de la ley -¡Nos han pillado!- Gritó el niño que cogiendo tres bolas de nieve se las tiró a la cara a Seth, después los tres salieron corriendo -¡¡Malditos mocosos, como os pille!!- Gritó pero ya se habían ido...

 Aria estaba super contenta hoy. Había conseguido que le patrocinaran un viaje al Palo Norte, donde el Padre Leon daría una increíble fiesta de navidad. Además, en estas fechas, tanto los turistas cómo los propios locales se la pasaban comprando regalos. Y entre esos regalos estaba la ropa. Y evidentemente, eso le venía de luja a nuestra querida amiga la diseñadora de moda. Por lo que sea. Además de ayudar a su sueño de que su ropa se hiciese conocida por todo el mundo, y no solo en Water 7.

 En cualquier casó, finalmente desembarcó en Villa Abelia. Aria llevaba un vestido precioso, que había fabricado con telas que mantenían muy bien el calor corporal. Esa era su idea para este evento. Traer a la isla ropa cálida, pero estilosa, demostrando que se podía vestir con una reina sin pasar ni un ápice de frío. Ella no es que fuese especialmente fuerte, así que tuvo que pagar para que le llevasen todas sus cosas al local que había alquilado. Gracias al patrocinio, ni siquiera tenía que dormir en una posada cutre. Tenía un pequeño edificio para ella, la planta alta para vivir, y la planta baja para su negocio. Obviamente, una parte importante de los beneficios iría a los que le ayudaron a pagar todo esto, pero no le importaba, no lo hacía por el dinero. Aun si este le ayudaba a poder experimentar con nuevas telas y materiales.

 Al llegar al local, subió a dejar sus pertenencias personales, y sin molestarse demasiado aún en organizarlas, bajó a montar su pequeña tiendecita temporal. Con ayuda de los trabajadores que había contratado, montó y colocó las máquinas, puso las perchas, colgando los conjuntos que ya estaban fabricados, y preparó su zona de trabajo, donde seguiría diseñando y creando. Además de recibir peticiones más personalizadas, claro. Siempre le encantaba crear prendas que se ajustaran perfectamente a los gustos y necesidades de sus clientes.

 Finalmente, cuándo estaba satisfecha, montó el puestecito que pondría en la calle para llamar la atención, para ver como quedaría y que todo estuviese listo para el día siguiente. Acto seguido lo recogió, dejándolo cerca de la entrada para que fuese más fácil montarlo otra vez. Y solo entonces, cuándo todo estaba perfecto, subió al mini apartamento, donde viviría las próximas semanas. Y rápidamente, ordenó sus cosas y se puso a dormir, que estaba agotada, y tenía entendido que había varios barcos de camino a la isla, que llegarían pronto.

 Al día siguiente, muy emocionada, Aria bajó con un vestido celeste. Rápidamente, montó el puesto en la calle, preparó todo el interior para el primer día, y salió a intentar atraer a nuevos clientes.

 Elaina, por primera vez en muchos años, había salido de Elyndor. Había conseguido manipular a su padre para que este pensase que se estaba deshaciendo de ella, dándole una excusa para no tener todo el paripé de navidad con ella. Y claro, en su cabeza, libertad para hacer de las suyas. Eso era lo que menos le gustaba a la princesa, pero durante estas semanas, tenía que depender de sus aliados para mantener al rey bajo cierto control. Y sin estar ella en palacio, había muchas cosas que se complicaban. Pero bueno, ya se encargaría de arreglarlo todo cuándo volviese. Ahora tenía que disfrutar del Palo Norte, de esa cena con el Gran Padre Leon. Oficialmente, venía por razones diplomáticas. Y aunque ella tenía pensado hacer su trabajo, también quería, en gran parte, disfrutar.

 La princesa llevaba un abrigo por encima de la túnica blanca con detalles dorados y una capa azul. Al supuestamente venir por trabajo, tenía que venir con su conjunto real, representando a su reino. Aunque no se quejaba, era precioso y le tenía mucho cariño. Eso sí, hacía bastante frío, tendría que buscar algo más adecuado que ponerse por encima. O por debajo, no quería perder el estilo. Había recibido un conjunto un poco raro como bienvenida, pero era demasiado vergonzoso, y además se congelaría si salía con eso.

 Ya en Villa Abelia, llegó a la que sería su posada. Había conseguido venir con su propia escolta. Gente en la que confíaba, que sabía que no informarían a su padre. Parte de ellos se quedaron a vigilar el barco y hacer todo el papeleo. El resto fue con ella. Evidentemente, dado su estatus, y que supuestamente estaba en una misión diplomática, se hospedaba en una de las mejores zonas de la ciudad, en una suite enorme para ella sola. La guardia real se quedaría en el resto de habitaciones, por lo que pudiera ocurrir.

 Después de dejar sus cosas en la habitación, salió a dar un paseo, sola. Aún si confiaba en ellos, no le gustaba ir acompañada a todos lados. Y ahora que estaba en otra isla, quería que le tratasen cómo a cualquier otra turista, al menos fuera del trabajo. Ir por ahí con una escolta llamaría demasiado la atención, y no podría disfrutar de las fiestas y de la ciudad como ella quería.

Resumen:

Sora y la pequeña Ocho caminaban viendo una gran catedral, donde justamente se acercó una persona, ¿Acaso era una mink?, conocía a los minks, no de cerca, pero había visto la piel de Berry en el pasado, conocía de manera que se sentía extrañado ante la presencia de estos.

— Bienvenidos a Larperia — Comentó la chica, amablemente, tenia una sonrisa bastante radiante, al parecer este lugar hace que sus habitantes se encuentren bastante felices en esta época del año. Ocho de inmediato miró a la chica con una gran sonrisa, sin duda es una niña muy peculiar. — Holaaa, Soy Aqu… Soy Ocho, hace mucho frio aquí — La pequeña comentó mientras extendía su mano para saludar cordialmente a la chica que se encontraba en frente de ellos.

— Por supuesto, esta es una isla invernal, todo el año nuestra isla se encuentra en un proceso de nevada continua, pero si quieres puedo ofrecerte un poco de chocolate caliente y galletas. — Mencionó la chica mientras los guiaba por el camino hacia una caseta en donde estaban sirviendo vasos con chocolate y demás algunos dulces. Justo entonces una persona había caído como si de una fruta se tratase desde lo alto de la catedral, que por cierto parecía ser la única construcción de piedra de gran tamaño del lugar. — ¿ Que pa..sa a..qui ? ¿Es nor..mal que se lan..cen des..de la ca..te…dral? — Sora preguntaba con su lentitud habitual, era extraño, pero mientras ese se estrenó contra el suelo otros ya intentaban subir por el mismo sitio, han de estar locos.

— Cada año en estas épocas hay un concurso en donde los participantes tendrán que intentar subir la catedral con los ojos vendados, aunque creas que es una locura, es una actividad muy famosa por estos lugares, incluso han de venir desde otras islas para participar en el concurso. — La chica explicaba con bastante entusiasmo los detalles del acontecimiento anual.

— ¿Cuales son los premios para la persona que suba? — La pequeña Ocho miró con determinación la catedral como si ella quisiera intentarlo, cosa que obviamente Sora no permitiría, esos hombres de mala muerte tienen cuerpos esbeltos y fuertes, pueden resistir una caída, pero Ocho no tendría la misma suerte. Justo en ese momento Sora se percató de un olor particular, era el olor de Kiara, la tigresa de su buen amigo Prometio. No había duda, habían pasado bastante tiempo juntos como para no determinar a ciencia cierta quien era. Intentó buscar por todas partes con sus ojos pero no logró dar con la ubicación de la tigresa, era casi imposible no ver a una tigresa enorme como lo era Kiara, y si ella estaba en la isla significaba que el caballero de las promesas dudosas se encontraba en el mismo sitio.

Hace unos cuantos meses que no se encontraba con ninguna otra persona mas que Ocho, y demasiados dinosaurios, era el momento justo para conseguir información actual de las recompensas para denominar si Prometio ya superó al perezoso. Sora lo había decidido. Participaría en la escalada, probablemente allí encontraría a su amigo, quien siempre esta en busca de aventuras.

Al menos doble D le recordaba pese a lanzar un fuerte estornudo como presentación tras tanto tiempo y tomar algunos pañuelos. Tosió un par de veces para escupir el catarro y luego sin mucho pudor encima se sacudió los mocos del hocico de un lado al otro. Al menos las pastillas le hicieron algo de efecto, sentía su cabeza caliente y sus ojos pesados pero su nariz se había cerrado sin permitir que más mucosidad se escapase.

—Agh... es bueno ver a alguien conocido. Estas cartas me prometían galletas chocolate y café bien caliente pero solo me trajeron una alergia terrible. ¡Y dicen que exagero!—

La mink llevó su mano a su bolsillo pero solo sacó un pañuelo lleno de mocos en lugar de la carta. Al verlo la mink volvió a buscar entre los tantos bolsillos de su ropa y finalmente encontró la carta y la mostró a sus hombres, a doble D y a la mink presente reclamando por sus galletas y chocolate gratis.

—Debe haber un error, nada es grratis en...—

La mujer mink tragó saliva al ver el fuego en los ojos de Berry y como estrujaba la carta, era intimidante y más cuando se erguía con tanta ropa parecía mucho más robusta de lo que sus músculos ya exageraban.

—D-digo... seguramente estén encantados si va a esa posada.—

Berry sonrió y el ambiente se relajó de repente, la mink se giró y estornudó otra vez observando a Seth.

—Haberlo dicho antes, Seth estaré en la posada comiendo algo calentito cuando dejes de jugar con la nieve puedes seguirme. Doble D te recomiendo no tomar frío, estos estados gripales son Achusss... ¡Una maldita basura!—

Y con aquel grito lanzó un puñetazo al suelo que además de partir varias baldosas también hizo que los techos se sacudieran derrumbando bastante nieve al compás de los estornudos de la mink quien sin perder tiempo se apresuró a resguardarse del frío en la posada. Tal vez con algo caliente y un poco de mantas se le pasaba un poco, y su humor dejaba de ser tan explosivo.

—Espero que haya buen chocolate y café ya estoy harta de tragarme los mocos y tener mi boca como una crema rancia... ¡¿Y ustedes que andan mirando?!—

Gritó a unos muñecos de nieve que eran solo decoración, no estaba en sus cinco sentidos pero al menos tambaleante sabía donde dirigirse.

 Tras esperar unos minutos, Elyria compró su chocolate caliente con canela y se puso a caminar por las calles de la ciudad. No estaba nada mal, la verdad. Pero ahora tenía que ponerse a trabajar. Primero, cómo ya tenía pensado, a dar una vuelta por las calles de la ciudad, haciéndose un mapa mental. También pilló uno físico en la zona de turismo, pero siempre venía bien verlo en persona. Y bueno, desde que recuperó la vista le gustaba fijarse más en las cosas.

 Nissa iba a su lado, sentada en su hombro, cómo acostumbraba a hacer, moviendo las piernas alegremente. De vez en cuando volaba a uno u otro puesto, asombrada por las cosas tan chulas que vendían.

 “¡Elyyy, tienes que comprarte ese jarrón de cerámica azulita con tonos de piedra limónica!” Dijo super emocionada, señalando a uno de los artesanos, cambiando su forma de luz a la del objeto que observaba. Nissa era una criatura de luz azul que solía tomar la forma de una mujer joven en miniatura, y que podía hacerse visible y audible exclusivamente a quien ella quisiera. Normalmente solo Elyria, lo cuál significaba que el resto solo veían a la marine hablando sola.

 “¿Y qué hago yo ahora cargando con un jarrón por la ciudad? Hemos venido a trabajar,” respondió Elyria en un suspiro.

 “¡Pues bien que te pediste un chocolate! Y sin compartir ni nada,” dijo Nissa, inflando las mejillas.

 “Si Nissa, ahora te doy un poco.” Elyria acercó su vaso a la diminuta boca de su amiga. “Oh vaya, ¡pero si no puedes!”

 “¿Te has dado cuenta tu sola? Te daría un pin, pero tampoco podrías llevarlo, ¡ja!”

 “En fin.. Que no me voy a poner a hacer compras. Al menos no hasta que no nos vayamos, ni quiero ir cargada ni quiero llenar la habitación de tonterías.”

 “¡No son tonterías! Y podrías llevarlo al barco, idiota.”


 “¿Te has olvidado de que no tenemos barco de vuelta hasta dentro de unas semanas?”

 “N-no…”

 “Perfecto entonces. Vamos, estate atenta a lo importante. Nunca se sabe cuándo pueden haber problemas.” Elyria bajó un poco el tono de voz, para que solo pudiese escucharle Nissa. “Ese hijo de puta de Roland es muy peligroso. No solo podría lanzar un ataque en cualquier momento. Si por lo que sea descubre mi identidad y que estoy metiendo las narices en sus asuntos… La cosa podría ponerse un poco fea, cuánto menos. También quiero saber donde están las clínicas y hospitales. Y las zonas seguras, en caso de que haya que evacuar a los civiles en una emergencia.”

 “No va a pasar nada, Ely. Siempre piensas en lo malo, eres deprimente.”

 “No está de más ser precavida. Estos hijos de puta hacen cualquier cosa por poder.”

Resumen:

Cruzó a toda velocidad el pasillo principal de La Ópera, su capa siguiendo los movimientos apresurados pero gráciles, y luego subió a la cubierta. Un fuerte viento invernal recibió a Christa y sacudió con fuerza sus cabellos. A lo lejos podía ver las luces titilantes de Nueva Pesci, como si los focos difuminados parecieran cabezotas anaranjadas. Ante el escenario, Christa cayó sobre sus rodillas completamente derrotada y decepcionada. Había elegido Villa Abelia porque encarnaba a la perfección el espíritu de la Navidad: luces por todos lados, bastones de caramelo y villancicos en cada esquina. Sin embargo, un tonto adicto al vino se había encargado de arruinar los planes de Christa. La pianista barrió con furia la cubierta del barco y entonces encontró a Timón con su característica sonrisa despreocupada.  

Seguramente los pasos de Christa se escucharon como los de un ogro enfadado, y los marineros a bordo de La Ópera se limitaban a mirar de lejos. La pianista se detuvo justo frente a Timón. Era un tipo alto y escuálido con unos permanentes ojos celestes enrojecidos. Iba con un sombrero de Santa y con un chaleco navideño. A su lado estaba Tambor, el verdadero culpable. Era un hombre rebelde, gordo y fuerte como un rinoceronte y llevaba un mohicano rubio.  

-Tú y tú -los señaló con el dedo de señalar hombres en problemas-. Me acompañarán al despacho del Director y le informarán sobre este pequeño percance.  

-No es un percance, solo es un cambio de planes –repuso Timón y luego le dio otro sorbo a la botella de vino. Christa, enfadada por esa actitud despreocupada, le arrebató el vino y lo lanzó al mar-. ¡Oye, era de los buenos!  

-¡¿Pero qué e’ lo que tú está’ haciendo, loca?! -dijo Tambor y se quitó la chaqueta de cuero-. Tiene’ que aprender a respeta’ -le espetó y luego se lanzó directo al mar helado del Palo Norte con la esperanza de recuperar la botella.  

Christa parpadeó varias veces seguidas, incrédula ante lo que sus ojos acababan de presenciar. ¿En serio ese idiota se había lanzado al mar congelado solo por una botella de vino a medio vaciar? Vaya, eso sí que era compromiso.  

-Haré como si nada de esto pasó -dijo la pianista-. ¿Sabes cuánto tardaremos en llegar al Jingle Heat Club a dar nuestro concierto?  

-Pues no, la verdad es que no lo sé. Es una buena pregunta -contestó Timón, asintiendo a cada palabra de Christa-. ¿Cuánto es de viaje?  

-Yo tampoco lo sé, supongo que es harto. Debe ser más que desde Villa Abelia -aseguró sin estar segura de nada; cosas de filosofía-. Como dije, tenemos que ir a ver al Director antes que...  

-¿Estás segura de que quieres contarle? -le interrumpió Timón-. Es un tipo exótico, nadie sabe cómo puede reaccionar. ¿Y si se enoja y cancela el concierto? No, qué terrible. Tengo una idea, una de las buenas.  

Era cierto: el temperamento del Director era como el clima del Paraíso. Podía comportarse como un hombre tranquilo y empático que entendía sin problema cualquier eventualidad, así como también podía ser el perro más asqueroso de los cuatro mares. Algunos afirmaban que tenía trastorno de personalidad múltiple, pero otros pensaban que solo abusaba de las drogas.  

-Te escucho.  

-Estamos en Villa Abelia –dijo Timón.  

-No, esto es Nueva Pesci -corrigió Christa.  

-No, no, estamos en Villa Abelia -insistió Timón.  

-Oh... Ya, lo pillé. Sí, hagámosle creer al tipo más impredecible que estamos en la isla correcta -decidió Christa, dejándose llevar por las malas influencias de Timón-. ¿Qué es lo peor que puede pasar en esta Navidad?

Ya podía divisarse a través de su catalejo la pequeña villa de Larpeira, lo que provocó que sonriera de una manera un tanto macabra. No tardó en guardar el aparato mientras ajustaba la vela del pequeño bote donde iba. Había recibido noticias sobre una gran fiesta a la que llamaban "Navidad". Fiesta presidida por un señor gordo y de rojo que le llamaba mucho la atención. Estaba seguro de que aquella fiesta le iba a traer múltiples oportunidades, y de seguro podría "colaborar" con la fiesta a la manera del Crooked Man. Así que ajustados los aparejos bajó a las cubierta del bote en el momento en que el bote estaba a pocos metros del puerto.

Fue entonces cuando Dumah se llevó su huesuda mano a la cara, dándose cuenta de que había sido descortés con el capitán de aquel bote , el cual, le había permitido ir gratis hasta Larpeira en su embarcación. El capitán estaba inmóvil sentado junto al mástil, con una bolsa de caramelos entre sus manos ,sonriente e inmóvil. Dumah se sentó junto a él, le paso el brazo por la espalda, y con tono de pena habló con el capitán.

-Lo sé, lo sé Jimmy, yo también te voy a echar de menos, pero, el viaje ha concluído. Sabes, tengo bastante curiosidad por esto de la "Navidad" y por el gordo ese...umm, seguro tiene unos buenos tuétanos que probar. Da igual, me tengo que ir, así que no te comas todos los caramelos de golpe ¿Vale?.

El capitán seguía en la misma posición, sonriente.

-Ah cierto, que estás muerto. Bueno, al menos que no se diga que no soy generoso y solo te cogeré un caramelo- dijo Duma trincando uno con las dos puntas de sus dedos, el cual guardó en su bolsillo del chaqué, antes de saltar al muelle.

Tomado tierra, aquella villa le sorprendió, y mucho, tanto por la nieve como por la decoración, así mismo la gran torre de piedra, lo único rocoso que había en la zona aparte de las casas. Fuera como fuera se estiró el traje, agarró su paraguas por el mango y comenzó a caminar hacia la villa como si estuviera bailando, haciendo girar el paraguas en su mano como si estuviera desfilando, mientras susurraba una canción por lo bajo. La gente no tardó en girarse y mirarlo, pues bien era cierto que era la cosa más rara y peculiar viviente que había en la zona. Casi podía escucharse como una música en el ambiente cuando él caminaba, pues la gente solo se paraba por lo raro que era y murmuraba:




Dumah seguía caminando altanero, y cuando una de las mujeres de la villa dijo aquella última línea, se acercó a ella, y de su bolsillo sacó aquel caramelo, el cual le entregó con una sonrisa afilada. La mujer, confusa, lo acabó aceptando, antes de ver como el crooked man continuaba caminando por las calles, bajo la atenta mirada de sus habitantes.

Lo bueno de tener contactos es la información que transmiten, todo el mundo sabe eso y hasta en la isla remota que escogí de base para mis operaciones actuales, pude escuchar muchas cosas. No se como me llegó una petición de un trabajo, pues desde que "dejé" Dark Home no había recibido ninguna más, es más, al fingir mi muerte en esa isla, nadie sabía que yo seguía vivito y traicionando, a excepción del peligroso Meneror, pero ese tipo es un caso aparte, de los que tienen controlados a los mismisimos diablos del infierno. Pero por lo visto no era el único cuando se me entregó una carta pidiendo mi participación en un "concurso" El cual trataba de matar a cierta persona... No cogía estos trabajos, llaman demasiado la atención en el bajo mundo, pero al ver de quien venía la propuesta cambié de idea...

En el bajo mundo era conocido un criminal líder de una organización bastante influyente, su firma era una cajita envuelta con papel de regalo, intenté contactar con ellos para ofrecer mis servicios pero nunca llegué a estar ni cerca ¿Y ahora de pronto me envía una solicitud cuando en principio estoy muerto? Interesante, no pude simplemente negarme.
Y esta es la razón por la que estoy en la isla, justamente en Larpeira, en una pequeña panadería cerca de un taller de juguetes, no me interesaba nada la industria del juguete pero si la mecánica de estos, hay ideas muy interesantes. Conseguí hacerme amigo del dueño, un hombre mayor y mientras dejó al hijo trabajando le invité a almorzar, (Tengo que admitir que ese olor tan dulce y hechizante me había abierto el apetito hacía horas. Por lo que sentado en una pequeña mesa comiendo diferentes pastas artesanales increiblemente buenas estaba hablando con el hombre.

Como no estaba aquí por vacaciones o demás tonterías, había venido a lo que había venido, a conocer a uno de los grandes del bajo mundo y a cumplir un asesinato para ganarme un dinero más una reputación mientras mis semillas empezaban a crecer. Había traído dos bultos conmigo, una funda de guitarra donde estaba guardada el arma que yo mismo fabriqué y una maleta donde estaba el traje con el que iba a cometer mis asesinatos a partir de ahora, claro que también me traje la máscara de platino que tanto me gustaba. No hay que olvidar que dentro de mi americana habían tres cuchillos arrojadizos y en mi cintura llevaba mi revolver, había que ir siempre preparado.

Resumen:

Tras quitarse la nieve de la cara por las bolas de nieve de esos críos empezó con sus tareas... Su trabajo impuesto por los compañeros y en pocas palabras autoimpuesto por él de "mayordomo" empezó a notarse cuando de su bolsillo sacó dos guantes de vinilo color azul, se los colocó con toda la calma y metió la mano en los bolsillos de Berry para quitar todas esas toallas de papel llenas de mocos, los puso dentro de una bolsa de plástico que le dio a uno de sus compañeros ya que, si recordamos bien, esos mocos son tóxicos, no pueden permitirse ir entre civiles así y tras quitarse los guantes que depositó en la misma bolsa de desechos, sacó pañuelos limpios que dejó donde estaban los sucios, así la Teniente podía usarlos nuevamente, le reponía los bolsillos con cara de estar cuidando a un niño de cinco años constipado.
Luego, sin mucha energía, ya que Berry se la quitaba toda, miró al "amigo" de esta quien parecía llamarse "Doble D". Hizo un gesto con la cabeza como saludo y tras ver como se marcha su superior al local, todos los marines la siguieron a excepción de Seth, que se quedo mirando fijamente al chaval, como si sospechara que ya lo conocía... Quizás de... ¡¡Un Wanted!! Naa, es broma, Seth no reconocía esa cara de angelito por ninguna parte -Disculpe a la Teniente señor, el frío le afecta al humor, una vez se haya calentado y tomado algo caliente se le pasará- Comenta disculpando a la mujer mientras hacía una pequeña reverencia con la cabeza en forma de disculpa. Después de eso se puso a seguir el camino de sus compañeros y entró en el local...

Dios, calor, el frío le gustaba y estaba acostumbrado por las temperaturas del océano, pero eso no cambia que cuando está congelado, una buena hoguera le calentara hasta los huesos. -¡Chocolate caliente!- Dijo sentándose en un lugar de la barra tranquilamente -¡Y churros!- Agregó con una sonrisa pensando en que hoy merendaría o almorzaría, le daba igual, mientras no cocinase el... ¿Por cierto, que hora era? -Aquí tiene señor- Le dijo el hombre sirviendo al tritón -¿Que hacen unos marines en esta isla? Si se puede preguntar claro- Con un gesto de su mano, quitando importancia contestó -Nada, simple parada para reabastecernos- Esa no era el objetivo del pelotón pero no puedes ir por ahí diciendo los planes de la marina -¡Teniente que son muñecos de nieve! Buuajajajaja- Gritó ante el despiste de la Mink, a lo que todos los presentes se rieron de ell... Con ella.. Sí, con ella...

resumen:

Nota extra: Para volver a postear hacen falta TRES USERS, esta es una multicuenta de Mako, este post no cuenta para volver a postear

  Trás un buen rato haciéndose su mapa mental, Elyria se sintió finálmente satisfecha. Ahora tenía dos opciones. Podía moverse a otras ciudades y hacer más de lo mismo, o podía simplemente usar el resto del día para empezar la investigación. Aún no estaba muy segura de por dónde empezar. En el cuartel habían recibido información sobre gente sospechosa en Jingle Heat Club, pero no es que fuese especialmente fiable. Y según tenía entendido, el propio lugar siempre estaba lleno de gente extraña, así que a saber.

 Finalmente se decidió por hacer una pasada rápida antes de irse. Aunque sería terriblemente sospechoso ponerse a hacer preguntas peligrosas sobre el mercenario que amenazaba la isla. Así que se limitaría a enterarse de los rumores. Una turista un poco cotilla no era nada que fuese a llamar especialmente la atención. Y a la gente le encantaba contar sus dramas y supuestos secretos. La mayoría solo eran tonterías. Cosas exageradas, tergiversadas e inventadas. Pero entre rumor y rumor, con un poco de cabeza, podrías comenzar a sacar pistas e información.

 Había acabado en la zona del puerto después de su reconocimiento inicial, así que se decidió a empezar por allí. Turistas y comerciantes locales y de fuera, que venían ansiosos por conseguir información de lo que estaba pasando. Sobre todo con la cobertura que había tenido en el periódico estos últimos meses. Además de que saber lo que se cocía en la ciudad era importante para hacer negocios. Para aprovecharse del caos, del miedo y los dramas de la gente. Algo bastante acorde con el espíritu navideño.

 Así que se metió en un bar del área. No bebía alcohol estando de servicio, al menos no si no era total y absolutamente necesario. Y obviamente no era el caso. Y ni siquiera se vería tan raro. Siendo navidad, mucha gente se pedía un chocolate. Así que en un arrebato de originalidad, se pidió uno con canela. Evidentemente, Nissa se burló de ella por tomarse otro tan pronto, pero rápidamente se puso seria, moviéndose por la habitación para escuchar en la otra parte del local.

Resumen:

"Nueva Pesci" —pensó El Maravilloso Furia Flamígera (que no es Hayden) en su monólogo interno tal como había visto tantas veces en los cómics de Smiley-Man—". Lugar depravado y lleno de corrupción. Ciudad oscura y negra. Negra negra oscuridad. Pero es mi ciudad y la amo" —nunca había estado allí.

Saltó de tejado en tejado. Aquel día no era Hayden Ashworth, marine excepcional. Era El Maravilloso Furia Flamígera, defensor de los inocentes y azote de los criminales. Llevaba tiempo el traje que había improvisado con ropas y un casco que encontró en el cuartel marine cogiendo polvo en su alcoba, ahora por fin les daría uso. FF se había movido hasta la isla del Palo Norte, colándose en el barco de la capitana Ely, y cuando pudo se escabulló y subió a los tejados, donde nadie lo vería y podría patrullar las calles sin alertar a los transeúntes así como seguir la misión que se había apegado.

—¡Mira, mamá! ¡Es un superhéroe! —gritó un niño desde el suelo señalándolo.

—No te pares, Francisco. No hay que señalar a la gente que está malita de la cabeza —dijo su madre, llevándose al niño de tirones en el brazo.

Se había dado cuenta en el periódico que había tensiones en el Palo Norte. Y la carta de Ely, la cual leyó a escondidas y totalmente sin permiso, le hizo decidirse con su primera misión. Debía salvar la navidad, pero... ¿Cuál de los dos bandos era salvarla? ¿Roland o el señor de la isla? Eso es lo que tenía que decidir. Pero necesitaba aliados. Había pensado alejarse de la capitana, pero era la persona más capacitada que conocía. La siguió por las calles hasta que la vio entrar en un bar. Cuando entró, saltó del tejado y aterrizó justo delante de la puerta en una postura llamativa.

Se irguió y entró. La gente giró la cabeza y lo miró, tal vez asombrados por su maravilloso traje. Tal vez creían que estaban delante del legendario Smiley-Man, pero no. Era un nuevo nombre en el cielo superheroíco estrellado. Era El Maravilloso Furia Flamígera, protector de los inocentes y campeón de los desvalidos. Vio como la capitana Ely se pedía un chocolate y, poniéndose tras ella, llamó su atención.

—¡Capitana Elyria Priscraft! —gritó empezando su coreografía de presentación—¡Soy El Maravilloso Furia Flamígera, campeón de los inocentes y protector de todo lo que es justo! ¡Le conozco porque mi gran amigo Hayden, que no soy yo, me ha hablado de usted y creo que podría ser una maravillosa aliada para esta misión así como esparcir mi nombre para hacerme popular y que hagan cómics sobre mí igual que el gran Smiley-Man! Aunque eso es secundario.

Resumen:

Rumores y más rumores te llevan a este lugar, joven pirata. Pero al final puede que simplemente sean eso. Están en el polo norte, un lugar que creíste que solo formaba parte de los cuentos y fantasías del pasado. Y por ciertas cuestiones que te pueden incluso llegar a superar, al parecer la navidad puede llegar a ser amenazada este año. Aunque eso yo solo lo sé, tu simplemente tienes sospechas de tal hecho.

Hablando de ello, han pasado cincuenta años desde que fue la última vez que celebraste navidad. Aunque para ser exactos, cincuentas años para el resto de las personas, solo un par de meses para ti. Eso se te hacia un poco raro, prácticamente celebrar navidad dos veces seguidas.

Bueno, supongo que doble regalo ¿No?

Tú y tus homies se encuentran en Larpeira. Lo que primero que puedes admitir que sus casas son bastante… raras. Era de ayuda tener a Logi siempre cerca, quien siempre los ayudaba a liderar de manera tranquila. Mientras el este cerca, el frio nunca será un problema. Por otro lado, al parecer los lugareños no te prestaban mucha atención, joven pirata. Parecían están más en lo suyo que otra cosa. Bueno, no era de sorprenderse, si los rumores finalmente eran ciertos, tenían muchas cosa de las cuales preocuparse.

¿Tú serias una de esas cosas? Por suerte no. Después de todo, Roland supuestamente te había insultado.

Por ahora, pequeño tu objetivo solo es prepararte para lo que venga. Y antes de quedar noqueado por ti mismo, es momento de buscar cafeína. Muy amablemente preguntaste a uno de los lugareños donde poder encontrar un lugar donde poder tomar un café bien caliente. Te indicaron la direccion a la posada.

Es momento de ir y recargarse. La navidad te aguarda.

El encuentro con Berry fue más bien corto, seguía siendo tan atolondrada como la recordaba, pero... Bueno, era evidente que desde aquella vez que me nos habíamos encontrado su fuerza había aumentado considerablemente, la mink era una persona con la cuál no quería meterme, era mejor mantener una buena relación con ella.

-Mucho tiempo sin verte, Berry -parecía que el frío no era su clima favorito porque sus proyectiles de mocos casi caen sobre mi chamarra un par de veces- quizás te alcance en unos momentos, aún nos quedaron pendientes los tragos de esa vez -concluí alzando la mano.

El esbirro de Berry se disculpó por los mocos y la actitud de la mink. Lucía como un gyojin algo extraño, se parecía un poco a Maki, quizás... No lo sé, ¿qué tan comunes eran los gyojin con rasgos pegajosos? Al parecer mucho, tal vez eran familiares. Moví la mano de un lado a otro en señal de que no había problema y siguió su camino recogiendo los papeles con mocos de Berry. "Vaya trabajo" pensé.

La chica volvió a mirarme tras mi interacción con los marines y me enseñó la dirección a la catedral de piedra, presentándome con el anfitrión del concurso. Para ingresar a la competencia tenía que pagar una cuota de cinco mil duros, algo caro para que uno acabara cerca de la muerte si me lo preguntan, pero de todas maneras di mi cuota de admisión para ganar una cita con la chica y una buena dotación de ponche.

-¡Tenemos un nuevo contrincante! -dijo el presentador gritando a su micrófono- ¡De una isla muy lejana, este pelirrojo tratará de sortear la escalada que cada año cobra más víctimas! ¡¿Podrá hacerlo?! ¡No se lo pierdan, acérquense y disfruten de la competencia con un delicioso ponche!

La pequeña multitud gritaba eufórica ante mí. Me puse en la línea de salida y me dispuse a comenzar mi escalada cuando el presentador se acercó.

-Las letras pequeñas nos dicen que debes terminar en menos de cinco minutos para que tu premio se válido, además de que no puedes usar equipo de escalada, y debes tener los ojos cerrados ¿estamos de acuerdo?

¡¿Con los ojos cerrados?! A regañadientes tuve que aceptar sus condiciones porque al final del día ya había pagado mi cuota, así que no me quedaba de otra. Me  pusieron una venda sobre los ojos y el animador comenzó a contar: cinco, cuatro, tres, dos... Con la presión del tiempo en mente se me ocurrió utilizar mi fruta y transformarme en mi forma híbrida para utilizar mis garras y ayudarme en la escalada. ¡Uno!

Utilizar las garras para aferrarme a la pared era sin duda alguna una gran idea, sentía como poco a poco iba subiendo mientras el público seguía animando, la escalada frenética transcurría sin mayores complicaciones hasta que súbitamente sentí un pinchazo en mi mano que rompió mi concentración y casi me hacía soltarme, poco después sentí otro pinchazo, esta vez en el muslo.  Vaya, por eso es que era tan difícil acabar ese reto, seguramente los malditos habían preparado trampas para que uno no pudiese ganar.

-¡LLEVAS YA CUATRO MINUTOS! -gritó el animador.

Ahora bien, ¿cómo podría sortear ese camino lleno de pinchazos sin caer en el intento? Pudiera ser utilizando aquello... sí. Claro, con eso podría acabar en los tres minutos restantes.

  Elyria estaba escuchando un rumor sobre que el Gran Padre León realmente no era un león, si no un mink cerdo, disfrazado de humano, disfrazado de árbol de navidad, disfrazado de león. ¿Seguro que lo que estaban bebiendo era cerveza? O acaso le habían echado extracto de pingüino. Desde hace algo más de un año, se había hecho popular. Supongo que se habían reinventado después de todo lo que se lió con los pingüinos rellenos. Aunque bueno, nada de información que le sirviese de algo para su investigación.

 Y entonces, ocurrió. Hayden, quién se había colado en el barco y le había estado siguiendo por la ciudad, entró en el bar, armando un revuelo. Obviamente, con el disfraz que llevaba… Suerte tenía de que nadie se hubiera puesto a tirarle piedras. Lo peor es que de alguna manera, el chico pensaba que nadie se daría cuenta. Todos los marines del barco lo sabían, y en cuánto a saber que le estaba siguiendo… Pues a ver, ni haki de observación hacía falta. Por lo que sea, su disfraz llamaba un poquito la atención. Aunque esperaba que no le relacionasen con ella. La gente se acordaría, y podría causarle problemas en alguna infiltración futura, Elyria solo quería pasar cómo una turista cualquiera. Así que le siguió el juego por el momento.

 “¿C-cómo?” Dijo haciéndose la sorprendida. “¿Cómo sabe mi nombre, quién es usted?”

 Después de la coreografía y la presentación, que le pillaron parcialmente por sorpresa, la marine se llevó una mano a la cara en gesto de facepalm. Hasta ahí había llegado el no llamar la atención. Pero bueno, a ver qué salía de esto.

 La gente del bar comenzó a reírse, señalando al pobre Hayden, burlándose por el ridículo qué estaba haciendo en público. Por suerte, nadie tuvo el valor de intentar ponerse agresivo. Eso sí que podía volverse problemático en un momento, sobre todo con el… temperamento del chico. Pero bueno, aunque ya no serviría de mucho, le tocaba disimular un poco.

 “¿Smiley qué? Perdona, pero no tengo ni idea de quién eres, debes de haberme confundido con otra. Aunque me han dicho que hay un malo fuera, al norte,” dijo Elyria. Esperaba que el bar se lo tomase cómo que se lo estaba intentando quitar de encima. Y que Hayden le siguiese el rollo. Intentaría escaquearse del local y seguir al chico, no quería que causase problemas. Pero no iba a hacerlo aquí en medio.

Resumen:

-No, debes amasar con más fuerza, pero también con delicadeza.  

-Esta... masa... no... quiere... ¡Agh, no puedo! ¡Estúpida masa!  

Prometeo sonrió y continuó amasando. No iba a negar que ver a Amelia frustrada por no poder con un poco de masa resultaba divertido. La niña de diez años, blanca como los copos de nieve que caían fuera de la casa y pelirroja como de esos que se decía que no tenían alma, quería convertirse en una gran cocinera y trabajar en la fábrica de chocolate del Palo Norte. Prometeo, en vez de avanzar diligentemente con la misión de encontrar el destacamento de armas extraviadas, estaba compartiendo sus mejores secretos culinarios.  

-Recuerda: la comida tendrá el mismo sabor que tus sentimientos –le dijo Prometeo, jugando con la masa como si esta fuera una extensión de su cuerpo-. Si cocinas frustrada y enfadada, por mucho que sigas la receta al pie de la letra, tendrás un mal resultado.  

-Pero es que no me sale como a ti...  

-Cuando hayas hecho esto mil veces te prometo que serás incluso mejor que yo –le aseguró el fénix y luego dejó la masa sobre la mesa.  

-Está bien, seguiré practicando...  

Prometeo le dedicó una sonrisa amigable a Amelia y le dejó practicar en soledad. Caminó con paso sereno hasta la sala de estar y allí vio a Klauss, cuidando de los gemelos recién nacidos.  Klauss era un hombre robusto y de aspecto intimidante, aunque por dentro era tan dulce como un pastel después de almuerzo. Como intermediario entre el Ejército Revolucionario y el gobierno del Palo Norte, se ocupaba de que los destacamentos llegasen a buen puerto y no hubiese problemas, aunque últimamente había demasiado trabajo por hacer y las cosas no estaban saliendo del todo bien.  

-Parece que estos niños te están dando más trabajo que la Revolución -bromeó Prometeo, acercándose a la chimenea.  

-Uf, no sabes cuánto. Al menos como revolucionario puedo tener un par de días de vacaciones, pero ser padre es un trabajo a tiempo completo -contestó Klauss después de asegurarse de que los gemelos estaban durmiendo. Luego, sacó una cerveza de la nevera y se la lanzó a Prometeo-. Salud, camarada.

-Salud -respondió el fénix y le dio un buen sorbo a la cerveza-. Amelia me contó que quiere trabajar en la fábrica de chocolate cuando sea grande, tal vez yo pueda ayudarle con eso.  

-Bueno, sí... Ya sabes como son los niños: todos tienen sueños, pero entonces toca crecer. Me gustaría que se uniera al Ejército y luchara por la Causa, aunque un padre no debe imponerles sus deseos a sus hijos -se corrigió de inmediato, soltando una sonrisa irónica-. Si quieres ayudar a Amelia, ¿por qué no te la llevas a ver la fábrica?  

-Yo pensaba más bien en enseñarle a preparar un buen chocolate caliente, además ¿no que está prohibido entrar en las fábricas? -preguntó Prometeo, sus ojos inocentes sobre Klauss.  

-Eso es lo que dicen los jefes, pero somos revolucionarios. La rebeldía corre por nuestras venas -respondió Klauss.

-Touché.

Berry asintió ante las palabras de Doble D lo esperaría calentita en la posada luego de destrozar más muñecos de nieve por los estornudos. Al llegar a la dichosa posada tiritaba de frío aunque gracias al calor de la madera ardiendo y el aroma a chocolate lentamente comenzó a entrar en calor y debió quitarse algunos abrigos para no terminar derretida como un helado. Bebió el chocolate como un cachorro disfrutando sentir algo caliente en su cara mientras sus dientes despedazaban el chocolate amargo a mordiscos.

Las pastillas surtieron más efecto, los estornudos se reemplazaron por bostezos pero Berry seguía devorando chocolate, bollos y otros dulces como si fuesen agua mientras sus hombres hacían lo propio. El posadero señaló un cartel de que los animales no estaban permitidos haciendo a Berry reír ya que ella era una mink.

—¡No hay problema!—

Gruñó en un bostezo mientras su cuerpo tomaba una apariencia más humana y en cuestión de segundos lo único animal en Berry era su felpuda cola que facilmente se ocultó detrás de su capa y las orejas cuyo cabello tapaba con facilidad. Si bien el cambio a humana era algo natural para ella varios de los presentes se sorprendieron ante la belleza que esta forma dejaba lucir pese a su nariz parecer la de un payaso al estar roja e irritada debido a la alergia.

—¡Buaaah! Creo que tanto chocolate me dio algo de sueño...—

—¿No será que tomó tres cajas de ese medicamento Teniente?—

—¡Ñam... el chocolate he dicho!—

—¿Y cómo piensa pagar todo lo que tomó y bebió senorita?—

El posadero interrumpió señalando un cartel donde debía cantarse un "villanhocico" o lo que fuese eso para poder comer y beber gratis. La mink ahora en su forma humana volvió a bostezar y se encogió de hombros.

—No sé que es un villanhocico pero puedo cantar algo si eso le sirve... necesitaría algo de música por suerte esa rocola parece funcionar...—

—Una canción es una canción supongo... y esa cosa está rota desde hace...—

Pero Berry ya se había levantado y con un buen puñetazo la rocola comenzó a emitir luces y sonidos, inundando el lugar con un sonido vaporwave de la noche dónde dejó de emitir. La zorra se giró y tomó un microfóno lleno de polvo y lo sacudió lejos de ella para comenzar a cantar.

Canción:

Claro que la canción de Berry no era navideña, tampoco sus pasos de baile osados y seductores a más no poder cuyo cuerpo humanizado dotaba de un aura atrayente. Su voz pese a estar congestionada minutos antes era de esas melodías dulces pero con una intención lasciva. Por suerte solo había tomado chocolate caliente y el lugar no dejaba de ser frío o su performance hubiera pasado a mayores.

La mujer prosiguió con sus pasos de baile y dedicando la actuación a Seth, a sus hombres y al posadero mink que prefería no mirar. Al menos se merecían algo por soportarle tan arisca y con un humor tan explosivo dado lo mal que el frío le podía poner. Por fortuna para todos ya había recuperado su sonrisa, al menos mientras no tuviera que volver a salir al exterior.

Resumen: