Festividad invernal libre de Copyright [Evento de navidad]

Giré la cabeza, una silueta ágilmente había neutralizado todos los explosivos del gran padre. Creo que había sidi Berry, pero la nieve no me dejaba verla de manera clara. MI estómago rugía, moría de hambre, busqué entre mis cosas con la esperanza de aún cargar con un pa de dulces y ¡voilá! Un par de bizcochos rellenos de cajeta, algo viejos y aplastados. No les hice el feo y me los zampé para tener algo en la barriga, ya después me preocuparía por encontrar mi propia comida, no confiaba en las personas de esa villa.

Alcé un poco más la mirada, había algunas casas destruidas por los regalos del loco de Roland, algunos niños lloraban tirados de rodillas por las calles frente a cuerpos mutilados de sus familiares. Aquellas bombas ciertamente tenían una buena cantidad de pólvora imbuida, lo suficiente para matar y mutilar a personas normales. La villa de Larpeira estaba un poco devastada por el ataque de recién, pero no parecía que Roland fuese a atacar de nuevo, había seguido con su camino en su trineo.

-Kirara, ¿estás bien? -mi tigresa parecía algo aletargada, ¿sería el licor de la nieve? -bueno, vayamos a buscarte un buen almuerzo después de ver la situación de nuestro premio -le dije mientras la acariciaba.

Seguimos avanzando paso a pasito hasta el campanario de la catedral. Bueno, ya sabía que parte de la villa se había llevado la peor parte del ataque de Roland: al menos una decena de cuerpos se encontraban inertes sobre la plaza, mientras que otros más gritaban de dolor por las quemaduras o por haber perdido alguna extremidad. Moví la cabeza de lado a lado en búsqueda de la mink sin pelaje que me había ofrecido ponche, al parecer no había sido alcanzada por las detonaciones de Roland. La persona que sí había sido dañada por los bombardeos y se retorcía de dolor era el maldito presentador del concurso.

-vaya, vaya -dije mientras caminaba hacia él- al final del día te han puesto en tu lugar -agregué mientras pisaba su herida en su pierna faltante, al ritmo de sus alaridos por el dolor- bueno, ¿qué ha pasado con mi premio?

Ante la negativa del presentador a responderme volví a pisotear su herida una y otra vez hasta que terminó por escupir que la verdadera caja estaba oculta dentro de la catedral. En cuanto consiguiera hacerme con mi premio buscaría el almuerzo de mi tigresa y regresaría con Alpha.

Resumen:

La situación se ha salido de tus manos, joven pirata. Ahora te encuentras en el peor escenario posible. Por muy buenos que fueran los intentos de Berry por intentar ayudarte, al parecer han sido en vanos. Se ha tomado muy literal lo de darte cafeína,  y con un embudo te ha introducido incontable cantidades de café. Logras reaccionar por un momento, pero solo para escupir el artefacto y toser parte del polvo recién molido que tienes en la boca y en la garganta. Estas medio dormido, por suerte. Pero ahora no creo que sea el mejor momento para ir por Roland. Necesitas un lugar y tiempo para descansar.

Lamento yo tenerte que decir esto, pero es muy difícil que saques lo mejor de esto.

- ¡Alpha!- Grita preocupado Logi. – ¡Maldita sea! ¿Por qué no colaste el café? – Grito el fuego a la marine.

- ¡Vamos Alpha! ¡Reacciona! – Thor te grita esperando una respuesta de ti. Tu solo asientes un poco aun somnoliento. Intentas hacer emerger tus encarnaciones para que te ayuden… pero fallas. Ahora, no todo son malas noticias, Suzaku y Susanoo logran raccionar. Te miran en tu estado y se ponen al corriente de la situación.

- Susanoo, coge una botella de agua. Tenemos que ponemos a cubierto y colar café en otro lugar cuando este se encuentre mejor. Ustedes, suban a la nube y yo subiré con Alpha en el fuego. – Indico Susaku con calma. Por lo menos era la cabeza y la líder cuando el pequeño pirata caía en estos estados tan… raros.

Levantas el brazo y la plumífera te toma con el pico de él. Te sube en el fuego y luego ella lo hace. Antes de partir, Suzaku revisa las alforjas y comienza a colocarte ropas un poco mas adecuadas para el clima. Thor se coloca a la altura de los presentes para que todos puedan subir en él y salir de allí lo más rápido posible.

En las alturas Suzaku miraría en toda dirección buscando un sitio seguro, pero algo de ayuda no caería mal ¿No lo crees?

Spoiler:

El viaje en el trenecito había empezado bien, pero no había tardo en volverse un poco extraño. Illje, sola y acurrucada en una esquina, temblaba mientras aferraba fuertemente el cascanueces bajo su capa. Tendrían que quitárselo de las frías manos de su cadáver. Lobo, agazapado gruñendo frente a ella, parecía pensar lo mismo.

En realidad, nadie intentaba quitárselo. Pero todos los demás pasajeros parecían haberse puesto de acuerdo para empezar a cantar villancicos a una, en perfecto tono y sincronía. Illje estaba a un ‘’campanas de Abelia’’ más de empezar a echar ciudadanos por la borda.

Por suerte, no fue necesario. Oyeron un ruido y todos se distrajeron. La conejita no era inmune a la curiosidad, así que también ella miró por la ventana. Una enorme estela de humo recorría el cielo y había varias cajas de regalo cayendo. Un par aterrizaron en el tren y lo próximo que Illje supo es que estaba saltando por los aires.

-¡Oof! – Soltó al aterrizar sobre su culo en mitad de la nieve. El resto de pasajeros estaban desperdigados a su alrededor, quién más quien menos todos magullados. Oía trompetas a lo lejos, pero tenía cosas más importantes a las que prestar atención. Sus manos se habían hundido en la nieve y de repente todo a su alrededor parecía más brillante.

Pequeñas ondas que iban cambiando de color se aparecieron tenuemente en su campo de visión. Vio como el resto de pasajeros se arrejuntaban y volvían a estallar en cánticos y por un segundo se planteó unirse. La idea le generó tanto rechazo que en seguida se dio la vuelta y empezó a alejarse de ellos tan rápido como podía.

Resultó ser una buena decisión, porque no tan a lo lejos vio las luces brillantes de su destino: El Jingle Heat Club. Era enorme, más grande de lo que había anticipado. Estaba lleno de luces, se oía música saliendo de su interior y… había un par de columnas de humo alzándose al cielo. Los regalos no habían perdonado el edificio, pero por suerte parecía mayormente intacto.

Ah, su objetivo estaba cerca.

Se plantó en la entrada y se quitó la capa, revelando un kimono azul clarito con un estampado de flores. Una sonrisa fue suficiente para que el portero la dejara pasar y fue avanzando de sala en sala hasta localizar a una de las camareras.

- Disculpa, vengo a hablar con la Gran Madre.

- ¡Oh! Dos personas en un día, Rudolph estará encantado. Llegará en un rato. Por favor, ponte cómoda entre tanto.

Le señaló a una de las mesas, en donde había sentado un hombre calvo bebiendo whisky. Tras pedirse otro para ella, se sentó enfrente y le dedicó una sonrisa mientras acomodaba el enorme cascanueces en su regazo.

- ¡Buenas! ¿Entiendo que tú también vienes a hablar con la Madre? Si es así, lamento decirte que he de barrer el suelo con tu cara, cuando Rudolph aparezca. Lo lamento, no es algo personal, pero no puedo permitirme que nadie me robe la audiencia. He oído que la Gran Madre es una mujer muy ocupada.

Le dio un sorbo a su bebida. Se preguntaba dónde se celebraría el duelo; la sala en la que se encontraban estaba llena de mesas, pero no tenía un escenario ni espacio suficiente. Y estaba claro que era algo en lo que tenían que haber pensado. Qué emoción.

ResumenJingle Heat Club:

Ahí te encontrabas tú, un pirata medio estrangulado de café, la Teniente, unos bichos raros de cojones que esperabas fuesen alucinaciones y ¿Nieve tóxica?, "Porque siempre tiene que haber tanta mierda por medio? No podía simplemente ser una festividad tranquila con extraordinarios beneficios?", pensé.

Volando in extremis, logré agarrar varias botellas de bar, madera rota de mobiliario el maletín médico en el que había rebuscado para obtener un remedio eficaz para Berry. Cada vez me sentía más apabullado por lo que sentía y lo que estaba sucediendo así que mientras colocaba todo en el maletín pensé, "Espero que la marina siga usando la píldora de la concentración para reclutas. Gracias a dios está recua de incultos aún estaban dispuestos a sacrificar la salud de sus soldados para aumentar la efectividad.", tomé aquel par de píldoras de aquel pequeño estuche plateado y la primera fue directa por mi garganta con un trago de café de mi taza.

Tras colocarme gracias a la marina, me arrodille al lado del chaval. Le metí la mano por la garganta en forma de gas tratando de limpiarlo lo mas posible de posibles atascos por las acciones de la zorra. Una vez saqué todos los posos, el cabrón seguía medio dormido. "Narcolepsia o daño cerebral? Eso o las primeras etapas de alguna enfermedad tropical, joder!", dije entre dientes mientras trataba de concentrar la mayor cantidad de oxigeno fluyendo hacia sus pulmones. La ultrasaturación de O2 podía mejorar su aletargamiento, pero nada como una anfeta de la marina, la coloqué en la parte posterior de su garganta y dejé caer el cafe que me quedaba en el pote por su garganta. Mantuve sus vías respiratorias abiertas con oxigeno a presión hasta que fue el momento de hacerle tragar, que evité que nada se le metiese hacia los pulmones.

"Si tan solo tuviera más tiempo...", pensé mientras sentía como llegaba el subidón.

"Berry sujetale hasta que despierte, debería estar operativo una o dos horas, si no vuelve en si en 5 minutos, necesitaremos la farmacia de un barco de la marina para preparar algo más fuerte.", grité mientras metía nieve en distintas botellas y comenzaba un rudimentario análisis.

Resumen:

Elaina salió del hospital, tras reponer suministros y dejar al hombre herido por explosión, y rápidamente se montó en Stormrider para continuar con su deber. Fue buscando distintos grupos, atendiéndolos, cargando a quien lo necesita, intentando salvar al máximo de gente posible Si solo tuviese un mejor arsenal médico... Es imposible salvar a todo el mundo, ¡joder!

Para colmo, llevaba un buen rato con un cabreo de campeonato, y algún que otro paciente se le había asustado al verle la cara. Aunque ya se le estaba pasando, por suerte. Lo que no se iba de ninguna manera, sino que estaba volviéndose más y más molesto, era esa sensación de estar alucinando. Podía ver sonidos con una claridad sorprendente, y las potentes luces que tanto le molestaban ya no lo hacían. Pero Elaina pensó que estaba empezando a delirar. Veía y escuchaba a gente que no estaba ahí, y cada vez se sentía más mareada. Sin contar las voces y deseos extraños que le inundaban y eran cada vez más difíciles de ignorar. Y lo peor era que no tenía ni la más remota idea de como había acabado coj esos síntomas tán extraños. Había pensado que sería la nieve, ya que empezó a afectarle cuándo se tiró un buen rato tirada en el suelo con sus pacientes, pero claro, eso no tenía ningún tipo de sentido.

En cualquier caso, la princesa iba a lomos de su querido caballo Stormrider cuándo vió caer del cielo un gigantesco paquete de regalo en mitad de la ciudad. Era del tamaño de un edificio, y de un edificio grande además. ¿Qué demonios sería? Preocupada, Elaina cabalgó a toda velocidad por las calles de Villa Abelia, esquivando todo el caos en dirección a la zona donde había caído. Si había aplastado a alguien habría poco que hacer, pero tenía que ver que demonios había pasado. Alguien podría necesitar su ayuda, estaba segura. Además, las lineas de colores convergían en esa dirección, y había algo que la atraía con fuerza. No físicamente, estaba todo en su cabeza. Y la pobre ya tenía suficiente con su propia locura.

Cuándo llegó, pudo ver a varios civiles heridos, en el suelo. Trozos enormes de madera habían salido disparados por las casas aplastadas por la caja. Y claro, ser golpeado por algo así... Si no te daba mal y acababas muerto, al menos ibas a pasar un mal rato. Así que saltó de nuevo del lomo de Stormrider, evaluó a sus nuevos pacientes, cogió su material médico y se puso manos a la obra.

Resumen:

Elyria estaba hablando con Hayden sobre que demonios hacer sobre la situación. Habían varios frentes abiertos, cada uno más preocupante que el anterior. La lluvia de regalos pesados y bomba, el motorista en dirección a la fábrica de juguetes, la gente actuando de forma super extraña. Demasiado que hacer, y apenas eran dos personas por el momento. La situación era, cuanto menos, complicada de manejar. Pero bueno, a fin de cuentas era su día a día lidiar con estas cosas. Más o menos.

"Confío en tí, Furia Flamígera. Yo voy a ver si hay algo raro en dirección a la fábrica de juguetes. Puedes venir, o puedes quedarte a cuidar de la ciudad. No vendría nada mal, hay varios heridos... No perdonare a ese puto loco..."

Y entonces se puso a correr. Nissa volaba a su lado tranquilamente, y cuándo pasaron junto a una especie de orquesta, ambas se quedaron de piedra. Ya era lo suficientemente raro ver a una orquesta de gente... peculiar, por la calle con la que estaba callento—encima bombas, no lluvia—pero estaba ella.

"¡Ely! ¿Qué hace Chris por aquí? ¿Le habrá llegado la carta de Padre Leon y Rol—" Entonces, su amiga señalo al cielo super ansiosa. "¿¡Que es eso!? ¿¡Por qué hay un trineo volador tirado por rinocerontes?!"

"Son hipopo— ¿Espera qué? ¿Y ese no es el presentador rarito del concurso de bañadores en la Isla de Vacaciones? ¿Qué demonios pasa aquí? Solo falta que ahora lleguen Miles y Yor.

"El mundo es un pañuelo."

De cualquier forma, todo esto era demasiado para Elyria. Demasiadas cosas pasando demasiado rápido, sin darle tiempo a procesar nada. Ahora tenía a dos locos voladores—aunque al menos este no bombardeó la ciudad—, a Hayden disfrazado de colorines haciendo estragos y a Christa. Por ahora. ¿Que debía hacer?

Por ahora se quedó mirando a la última, agitando la cabeza antes de pararse a sí misma. Estaría trabajando, no debería molestarle ahora. Solo no... esperaba encontrarla aquí. No después de todo lo que había pasado. ¿Tenía eso algún sentido? La verdad es que no.

Resumen:

De pronto el estruendo, explosiones, gritos.

“Que estaba pasando?”, pensé, “Nos atacan y encima la comida esta pocha? No puede ser, sabe bien.”, reflexioné mientras dejaba de comer y beber por precaución.

Subí me embocé en mi ropa de invierno, cargué mis pertenencias en mi interior y por último mi abrigo vino a mi como mágicamente. Revisé que mis pistolas estuvieran cargadas y salí corriendo a la calle, debía valorar la situación y si los posibles beneficios compensaban el riesgo.

Parecía como si toda la ciudad estuviera sucumbiendo a algún tipo de locura transitoria y para colmo un tarado lanzaba bombas desde el cielo. Activé mi haki de observación para evitar ser tomado por sorpresa y me dirigí a toda velocidad a las afueras de la villa mientras trataba de contactar con la única persona en la que podía confiar. Hice aparecer mi den den mushi dentro de la capucha y le dije trata de llamar a Sowon, necesitaba saber donde estaba, si se encontraba tan cuerda como era lo habitual en ella y su posición.

En momentos de crisis, una de las pocas cosas que había aprendido de su madre, es que hacer piña con la gente de fiar es lo único a lo que puede atenerse uno.

Mientras el den den mushi trataba de establecer conexión salí del pueblo, tras comprobar que nadie estaba cerca, tras una gran roca nevada estallé en llamas para protegerme de lo que pudiera atacarme, desplegué mis alas y salí volando entre las nubes con mi sable en ristre, no para tener una mejor visión de la situación, de eso se encargaba mi haki, si no para estar a cubierto de miradas indiscretas mientras esperaba respuesta y una localización hacia la que dirigirme.

Resumen:

No sabía cómo, pero se había quedado dormido en los callejones de Larpeira por no se sabe cuanto. Quizás es que tenía sueño o simplemente se desvaneció por el duro clima, y aún así estaba totalmente perdido. ¿Qué venía a hacer? ¡Ah si! No tardó mucho en recordarlo y dibujársele una sonrisa un tanto macabra con todos sus dientes asomando por los labios. Se levantó de aquella esquina, sacudiéndose la nieve del traje, el cual se ajustó luego con un tirón de manos. Hecho esto echó una panorámica a la zona, y estaba un tanto preocupado.

Parecía que podían haber pasado muchas cosas como podía haber pasado ninguna. Así que ni corto ni perezoso comenzó a caminar nuevamente por Larpeira, y si bien la competición del campanario se la bufaba, guardó esa información en su cabeza. Estuvo buscando con la mirada alguna tienda que no fuera de souvenirs, hasta que dio con una que seguramente cumplía sus expectativas.

Una tienda de fuegos artificiales, perfecta. Así que caminó hasta entrar en ella, y sin decir palabra alguna entró en el local. La dependienta, tras el mostrador estuvo a punto de decirle "Feliz Navidad", pero se le cortaron las palabras al ver la figura creepy de aquel ser, el cual sonreía y se quitó el sombrero ante la dama mientras se reverenciaba. La mujer dio un gran alarido que se ahogó por el griterío de la competición de a fuera.

El ser no tardó en ir a la trastienda, a abrir cajas y a remover estanterías buscando algo en concreto, y al ver que no lo hallaba, comenzó a coger cohetes de mediano tamaño y a dejarlos sobre el mostrador. Finalmente pudo divisar uno bastante gordo, tan grande como un brazo en una caja embalado. Sonrió y lo adjuntó a la colección del mostrador. Una vez de vuelta a la parte delantera de la tienda comenzó a unir con celo los diferente cohetes, hasta hacer un autentico bote de metralla. La dependienta estaba allí, inmóvil, con los ojos en blanco y con un gesto de terror, de haberse muerto, literalmente de ello. Con una pose de lo más rara con el brazo echado sobre el mostrador, tenía varios trozos de celo pegados, que la criatura iba cogiendo mientras daba las gracias asintiendo con la cabeza. Una vez su juguete improvisado estaba listo, lo metió en una bolsa que había por allí emulando a un saco navideño y salió de la tienda, no sin antes hacer un gesto de agradecimiento a la dependienta antes de irse.

Como la calle estaba bastante agitada no sería muy difícil. Así que buscó una calle que estuviera lo suficientemente cerca de la torre, pero a la par que no tuviera mucha gente. colocó el saco en el suelo en una de estas calles, y él, tranquilo, se puso a hacer el mimo en mitad de esta, sin quitar vista de la torre, calculando.

Resumen:

Por mucho que observase a todos los presentes, ninguno era digno de llamar más mi atención que el echar una pasada rápida con los ojos, para sorpresa mía, a veces la vida te sorprende. De pronto se sienta una muchacha frente a mi, bastante hermosa pero por sus palabras ya pude intuir que no era de la isla, no cantaba villancicos ni parecía estar viviendo en los mundos de paz y amor, al contrario, querría destrozarme para tener ella la oportunidad de retar a ese don nadie, perfecto, no había podido tener más suerte en una situación así -Buenas, me llamo Alphonse- Quien golpeaba primero ganaba y había sido yo, lo más importante era educación, respeto y demostrarle a esta mocosa que yo soy un ser superior, ahora el teatro -Me gustaría decir que quiero ser el primero en tener el duelo con Rudolph, pero veo que usted está más interesada que yo en tenerlo, por qué no hacemos una cosa señorita. ¿Que tal si usted es la primera en tener el duelo y después voy yo? Estoy dispuesto, aún que he llegado primero a cederle mi posición, ya que soy un caballero y usted una bella dama. Si tanto lo desea puede ir delante- Con mi falsa educación ya que no soy de ese tipo, voy directo al grano. No sabía como peleaba pero si le veo antes contra la muchacha tendría más oportunidades de victoria, además mi objetivo no era matar a ese tipo, era encontrarme con la gran madre. Con ella llegaría al gran padre o como se llamara, lo mataría y hablaría con el desquiciado de las bombas... -¿Está de acuerdo?- Pregunté para confirmar mis tejemanejes.

Resumen:

Es interesante lo que se puede descubrir comiendo, fíjate tú, que caprichosa es el destino que justamente donde estaba comiendo Hikari, ¡Había un concurso de comida! Bueno, en ese mismo no, una vez sales, a mano derecha te encuentras con la calle principal, a cuatro calles de esta, giras a la derecha para luego a la segunda tirar por la izqueirda y finalmente tras cuatro calles encontrarte un restaurante en el centro de la plaza, con mesas fuera ofreciendo un premio por ganar en un concurso de comida, pero bueno, se puede decir que ahí mismo, estaba al lado.
Para sorpresa de todos, no era un concurso de comer salchichas, o chuletones, ¡Ni siquiera gambas! era un concurso de comer TURRONES! sí, pero no solo un tipo de turrón, si no de toda la variedad de turrones que existen, chocolate, limón, avellanas, y otros poco reconocidos como quicos, pasas, chorizo, altramuces, lentejas, de todo, hasta de cocido madrileño y anchoas, estaban buenisimos. Ante la duda, Hikari se quedó pensativa. Si ella entraba sería como hacer trampas, pero... ¿Quien puñetas se iba a enterar? Además, el premio para el ganador era bastante irresistible... ¡UNA CAJA SORPRESA! Nadie sabe lo que hay, pero todo el mundo lo quiere...

En el centro de la plaza hay un escenario donde está el presentador anunciando las novedades, frente a él, un montón de mesas con un número de participante, Hikari era el siete y estaba preparada para comer todo lo que le pusieran delante, total, ¿Que más tenía que hacer? El capitán estaba desaparecido desde que le dejó en tierra... Y la cantante más de lo mismo...

Cabe decir que Hikari pasó de todas aquellas cajas y el loco volador... Como a nadie pareció afectarle en demasía, pero ahora no le quitaba el ojo al cielo...

Resumen:

Flipando con las luces que salían del suelo, las lineas y notas musicales, sin poder parar de cantar aún estaba el tritón persiguiendo a aquellos mocosos quienes se habían atrevido a esconderse, Seth sin entender muy bien como, los había perdido de vista, no cayó en la cuenta que la mitad de la persecución se la pasó mirando alucinaciones por culpa de la "nieve" simplemente parecía tenerlo como algo normal, como si ver música fuera lo más común del mundo. Corriendo corriendo, acabó en uno de los acantilados al lado de los muelles, donde por el interior estaba un pequeño pero frondoso bosque y por el exterior... ¿Que crees que hay en uno de los lados de un acantilado? Pues el vacío... ¿De verdad no lo sabías? Idio... Inocente...

Tras darse cuenta del fuerte olor a mar, la brisa y el rumor de las olas, entendió que estaba más perdido que un capullo el día del padre. Desde ahí arriba podía ver el barco, si se tiraba al agua y evitaba las rocas puntiagudas y cortantes podría llegar nadando, pero hasta él sabía que era una mala idea... Por un momento, mientras caminaba maldiciendo a esos niños, escuchó un grito de uno de los niños, pensando que ya tenía a su victima, cuando llegó al lugar del grito, observó un árbol de navidad a punto de atacar al mocoso... Espera... ¿Eso es un árbol? -¡La ostia, un ciervo con luces!- Gritó el gyojin al darse cuenta que era un animal no un trozo madera. Ante ellos se había puesto un Ciervo brillante, con luces de navidad y resoplando por la nariz mientras tiraba la tierra hacia atrás con la pata delantera. Claramente quería envestir al muchacho...

Bueno, ¿Hace falta decir por qué Seth está corriendo por el bosque despavorido? sí, le persigue un ciervo alocado..

Resumen:

Me adentré en la catedral. Después de los bombardeos la catedral había quedado algo destruida y con varios huecos en los techos. Me fui haciendo espacio a través de los escombros y un par de cuerpos que yacían debajo de varias piedras grandes. Algún tipo de rencor debía tener aquel Roland en contra de esa ciudad porque vaya que había causado destrozos considerables.

La catedral, aunque parecía pequeña por fuera, tenía varios pasillos y salas dentro, como si de un laberinto se tratase. No importaba la puerta que abriera o el camino que tomara, finalmente siempre me encontraba con un cuarto vacío o con cosas sin mucha importancia. Comencé a desesperarme y a hacer un revoltijo en cada uno de los cuartos a los que entraba, movía, cortaba, lanzaba, pero no lograba encontrar el dichoso premio. ¡¿En dónde estaba la maldita caja!? Seguí recorriendo la catedral cuarto por cuarto, pasillo por pasillo hasta que me encontré a un par de feligreses, digamos no muy amistosos que alzaron sus armas y me apuntaron.

-¡¿Qué haces aquí!? ¡Seguro eres uno de esos terroristas que atacó la villa!

No les dejé terminar su pregunta, tomé mi espada y ágilmente realicé un iai para terminar con su existencia antes de que pudiesen darse cuenta. No me encontraba de muy buen humor como para lidiar con sus erradas suposiciones. Agité mi espada para limpiarle la sangre y seguimos con nuestro camino hasta llegar a las escaleras del campanario.Aquella torre no parecía tener nada extraordinario, algunas piedras estaban ya caídas por el bombardeo de recién por lo que se dificultaba un poco la subida al campanario. Finalmente llegamos al campanario, la campana sorprendentemente había quedado intacta, parecía como un símbolo de resistencia de la ciudad misma. Y fue ahí, entre algunas piedras sueltas, que había un pequeño cofre partido por la mitad debido a las piedras que le habían caído encima, en ese cofre estaba mi tan ansiado premio. Lo tomé victorioso y compartí mi alegría con mis bestias, sensación que duró más bien poco.

Desde el campanario se tenía uan vista de casi toda la villa y hubo algo, alguien muy inusual que llamó mi atención... ¡una maldita parka construyendo un cañón! Lo peor era que estaba apuntando a nuestra dirección.

-Vámonos de aquí -les dije apresurado a mis bestias.

Bajamos corriendo por las escaleras, era momento de regresar con Alpha.

resumen:

No había miedo alguno en aquella festividad o en aquella villa llamada Larpeira, y viendo como era esta fiesta de la navidad era totalmente comprensible. Pero bueno, el ser creía que era posible darle las vueltas a las tornas muy fácilmente. Lo bueno de que todo el mundo esté a lo suyo, es eso, que están a lo suyo; por lo que los ojos curiosos siempre están distraídos y lo que iba a hacer era, casi literalmente, como tirar un aguja en un pajar.....claramente hay que cambiar estas dos palabras por fuegos artificiales y torre.

¿Tenía algún especial interés por reventar la torre? No, realmente no, pero me hacía bastante gracia. Sobre todo ver como la codicia muchas veces gana a la razón. La última vez que la codicia había tocado al ser no le había propiciado buenos recuerdos, pero bueno, lo que si sabía es que crear el caos le alimentaría el miedo en el lugar, y eso para la criatura era como darse un buen atracón navideño.

Así que siguió haciendo el mimo, esperando a encontrar el momento oportuno para sacar los fuegos articiales unidos para dispararlos contra la torre, pero antes no dudó en crear una pequeña distracción, ya que hacer el mimo no le estaba funcionando precisamente bien, porque la gente estaba más pendiente de la torre que de las callles donde había alguien haciendo el payaso. Así que se metió en un callejón y vio unas lonas que tapaban varias cajas junto a la tienda de venta de leña y carbón. Tienda estúpida donde las haya, pero bueno. Así que sacó un pequeñp mechero de su traje raído y prendió fuego a parte de las cajas, lona y al marco de la ventana de la tienda con sumo disimulo.

El fuego no tardó en hacer tiro al estar en una zona más bien tapada gracias al callejón , donde corría aire, pero no caía demasiada nieve. Así que cuando aquello comenzó a coger cuerpo y a incendiar la tienda por el lateral , no fueron pocos los ojos que fueron a intentar apagar aquel fuego, sin demasiado éxito, pues la tienda era un polvorín en si. La criatura aprovechó la distracción para recoger su saco del suelo, preparar el "cohete" pirotécnico en una calle contraria al incendio donde focaliza a la torre. Apunta. Prende la mecha y hace ¡PUM!

Los fuegos artificiales impactan contra la base de la torre, mientras que al otro lado el fuego empezaba a extenderse a casas adyacentes a la tienda donde había comenzado aquellas llamas. Con la cantidad de fuegos artificiales atados, y dándole en la base a la torre esta no tardaría en crujir e irse hacia un lado hasta caer, o eso esperaba el ser.

Si todo salía bien se vería al ser por la avenida principal tarareando, mientras movía su paraguas en su muñeca girándolo altivamente. De fondo, las llamas de las casas y la torre cediendo eran su regalo.

Resumen:

Esa caja tampoco es el tesoro. Está llena de velas aromáticas con aspecto sospechosamente fálico.

En otro orden de cosas…

Los gritos de dolor se ven rápidamente sofocados por el cántico monocorde de los villancicos, que por todas partes se extienden como una letanía particularmente alegre, si bien igualmente perturbadora. Los coros caminan alegremente casi ajenos a la destrucción que, de alguna forma, parece que ha comenzado a extenderse por casi cada villa de forma irresponsable. Quizá ese sea el verdadero espíritu navideño, o que Roland parece especialmente dispuesto a aguar las fiestas a todos los presentes. Aun así, hay algún que otro suceso particularmente interesante por cada rincón.

Los que habéis comido… Escucháis de nuevo una voz en vuestra cabeza. Os advierte que si vais a salir os pongáis una Rebequita, que hace biruje. Seguís sin saber de dónde viene, pero parece cada vez más reconocible y podríais decir –aunque no asegurarlo– que se trata de una voz lejanamente femenina, aunque venerable. Una abuelita, vaya, o algo así. Ningún parroquiano parece alarmarse ante estas voces, aunque es posible que estén ya altamente perjudicados por ella y no sean capaces de darse cuenta, ¿no?

Quienes estáis por las calles de Larpeira probablemente os hayáis dado cuenta de que hay muchos estragos provocados por la ola de aguardiente caída del cielo, también muchos regalos sin abrir y que el cofre sobre el campanario sigue siendo perfectamente visible. Si alguien lo piensa a fondo, quizá se dé cuenta de que para verse tan fácilmente en una torre tan alta debe medir fácilmente varios metros de alto. Es probable que al subir con los ojos vendados los escaladores lo confundan con una parte más del edificio. Sin embargo lo más interesante en este momento es que… bueno… El cofre arde. La torre, en realidad. El fogonazo puede verse por un momento tan intenso que llega hasta lo más profundo de la isla y supera el irresponsable fulgor de Abelia. Y de golpe, una segunda explosión, esta de cerámica, mucho más potente.

Al derrumbarse la torre en llamas el fuego ha llegado fácilmente hasta el gigantesco cuenco de queimada. Y la torre, que ha caído de lleno en él haciendo que caiga al suelo, aunque tal vez no haya llegado a tocarlo. El alcohol se extiende tan rápido que se lleva por delante varios edificios, pero aun así no basta para que el fuego no se expanda y, bastante más pronto de lo que cualquiera podría procesarlo, toda la villa está en llamas. Con un delicioso olor a aguardiente y cítricos, eso sí, pero en llamas. Los que estáis en el pueblo tenéis dos problemas: La sordera temporal por el estruendo, que os hace escuchar un molesto pitido por ahora, y el fuego. Los supervivientes han entrado en pánico y huyen despavoridos, pero los más sensibles podéis oler carne quemada. Mucha carne quemada. El marine rarito que huye por el bosque por ahora se ha librado, pero el fuego está tan cerca que empieza a afectarle la deshidratación.

En villa Abelia semejante espectáculo no pasa desapercibido para el alcalde, que ni corto ni perezoso saca un mando a distancia y las luces suben en intensidad hasta ser difícilmente soportables. Él se pone unas gafas de sol, no os digo más. Pero seguramente lo que también acapare la atención de muchos es el monolítico envoltorio que ha caído en medio de la calle en Abelia, no rompiendo el alumbrado de pura casualidad. Pronto se cae y deja ver una muñeca gigante con proporciones arquetípicas y unos tacones que no parecen nada cómodos, mucho menos en un traje de señora León… Aunque esta muñeca rubia no parece ser una mink, sino un sueño de fascismo al que le falta por adueñarse de los medios de producción para estar completo. Ah, sí, y guiña un ojo antes de pasar a estar completamente inanimada.

En Nueva Pesci reina el caos. Los fanáticos del Krampus han tomado el ayuntamiento mientras una brigada terrorista que se hace llamar la Inquisición Navideña ha comenzado a robar todos los regalos a la gente. Alguna gente dice que hay tongos en el concurso de comer turrón, pero a pesar de que… ¿Qué? Ha caído un cofre gigante, del tamaño de una casa, encima de la mesa de turrón. Y ha matado a tres personas, pero ha caído abierto –roto, más bien–. En su interior hay cosas curiosas, cuanto menos, aunque muchas se han calcinado, claro.

En el Jingle Heat club todavía no sucede nada. Se ha anunciado que en un rato Rudolph bajará a recaudar propinas para reconstruir Larpeira por tercera vez este año y se ha anunciado un número muy sugerente llamado “Elfas malas”. Justo cuando las chicas empiezan su número al son de “Jingle Bell Rock” la puerta se abre y entra Roland en el club.

– Ho ho ho, feliz [CENSURADO] –El trombón otra vez.

Pequeño aviso

Cualquier objeto que se esté usando y no lo veamos en la ficha es susceptible de desaparecer en las próximas moderaciones

Mapa:

1. Se realizará moderación global una vez por semana, cuando el crono llegue a 0.
   
   
2. Los jugadores pueden interactuar libremente y crear cualquier NPC, a excepción de Roland, Gran Padre, Gran Madre, Rudolph y el Doctor.
   
   
3. Los premios y experiencia obtenidos serán secreto hasta el final del evento.
   
   
4. Se cobrará la totalidad de los premios de la lotería anterior al finalizar el evento.
   
   
5. Cada post debe superar las 250 palabras.
   
   
6. Aunque ya nadie se acuerde del chiste, el barco de los Sons of Anarchy será destruido en algún momento del evento.
   
   
7. Se puede postear tantas veces como uno quiera, siempre que haya al menos tres posts de otros usuarios (no personajes; usuarios) entre su último post y el siguiente. Al menos debe haber 2 usuarios diferentes posteando, no vale que lo haga un único usuario con 3 cuentas.
   
   
8. Cualquier usuario puede moderar y manipular el entorno de la ciudad en que se encuentre, siempre que no haya una moderación en el post anterior.
   
   
9. Por lo que sea, un niño con un hacha puede talar el árbol, pero vosotros sois incapaces de hacer cualquier daño al árbol. Podéis rolear esto si queréis.
   
   
10. Habrá premios extra para los usuarios que moderen.
    
    
11. Si un personaje la lía, podría abrírsele un combate.
    
    
12. Si dos personajes se van a enfrentar, se les abrirá un tema de combate.
    
    
13. Podéis moveros libremente entre cualquier ciudad o fábrica (recordando que tenéis prohibido on rol entrar a ellas), pero llegar a un nuevo lugar implica mínimo dos posts: Uno abandonando el lugar donde estás y otro llegando. También puedes rolear por el camino, asaltando un tren, lo que quieras.
    
    
14. Se debe añadir un resumen con localización en cada post. Se agradece que indiquéis en el título el nombre de quienes están cerca para que estos se percaten en caso de ser necesario.
    
    
15. De ser necesarias, podrían añadirse más reglas a esta lista.
    

Corriendo y corriendo, el pequeño tritón rosado va entre árbol y árbol sosteniendo en sus brazos al niño que lloraba asustado, pasaba cerca de los troncos más gordos con la esperanza de que aquél venado se chocase con ellos y eso fuera reduciendo su velocidad, pero aún que sus cuernos dejaban marca en cada corteza de cada árbol por el que pasaba, su velocidad no disminuía en absoluto. De pronto un fuerte estruendo, acompañado de un gran destello apareció tras el bosque, parecía una gran explosión acompañada de la exhalación de un dragón del tamaño de un rey marino puesto que el calor se hizo presente hasta en las distancias donde se encontraba el tritón. Anonadado observó la ciudad -¡Teniente!- Gritó, pero detenerse y preocuparse por otros no fue buena idea en su situación. Con ganas y resentimiento el reno le asestó tal ostia, pero tal guantazo, de esos que ves que alguien le da a otro y piensas "Sa matao"... Del cabezazo del venado salió disparado acantilado abajo. Antes del golpe, se pudo preparar para evitar que el niño sufriera daños, pero eso no evitó que al caer al mar aquél cachorro de humano acabara precipitado al vacío como el marine...

En medio de la caída, Seth observaba donde estaba cayendo, habían piedras y no podía ver su profundidad, pero sabía que cuanto más lejos mejor. Momentos antes de caer, se separó del crío y lo empujó lo más que pudo, luego impactaron contra el agua.
¿Minutos? ¿Horas? No pudo saber bien cuanto tiempo pasó. Para cuando el tritón abrió los ojos estaba bajo el agua, le dolía el cuerpo y un hilo rojo de sangre brotaba de su cabeza. Mareado, confuso y aturdido, pudo ponerse en "pie" (aún que estaba bajo el agua) y rápidamente recordó al chiquillo. Salió a la superficie y vio al niño, agarrado con fuerza a una de las rocas -¡Socorroco!- Gritó asustado. El gyojin avanzó hasta él y lo agarró -Ya estás a salvo- Cuando quiso cogerlo con las dos manos, observó que su brazo izquierdo estaba dañado, sangraba y no podía moverlo bien ¿Roto? a saber... También tenía un buen golpe en la cabeza que no permitía que centrara bien la vista, acompañado de una brecha. El golpe de la espalda que le regaló aquél endiablado animal no ayudó mucho pues el morado ya se hacía presente aún que la ropa lo tapaba... También se golpeó en las costillas y la rodilla derecha pero no era lo que más le preocupaba...

Con mucha dificultad, empezó a nadar hacia puerto, solo tenía que llevar al mocoso, quien no dudó en agarrarse al cuello por la espalda al Gyojin para que pudiera usar su mano buena, hacia el muelle y una vez ahí, otros se ocuparían de él, pero por desgracia... -¿Qué es eso?- Preguntó al muchacho al ver una silueta distorsionada en el agua...

silueta:

Asustado gritó -¡No me jodas hombre!- para luego nadar más rápido

Spoiler:

  Elyria seguía sin saber bien qué demonios hacer. ¿Debería saludarla? ¿Ir a la fábrica? ¿Quedarse a ayudar a Furia Flamígera? Se estaba haciendo un lío curioso. Y bueno, eso solo era el inicio. Porque al momento, pudo escuchar una potente explosión a la distancia. ¡Joder! Pensó, viendo como se levantaba una humareda, parece que había provocado un incendio. O al revés, a saber. Si se ha escuchado así desde aquí… Espero que no haya sido en una ciudad, pero por desgracia lo dudo…

  Cómo si fuese lo más normal del mundo, un cofre gigante sobrevoló la ciudad, cayendo al norte, haciendo un ruido horrible. Por el olor y las pintas que tenía en el instante en el que había podido verlo, parecía venir de la explosión. ¿Qué demonios? Era imposible que eso no hubiese matado alguien, tenía que ir a—

  Y antes de que le diera tiempo a ni siquiera reaccionar, un grupo de hombres pasó corriendo por la ciudad, robándole los regalos a la gente. Mas de uno cayo noqueado rápidamente, por culpa de coger una caja de carbomba por equivocación. Sí, carbomba era el nombre que le había dado a los regalos de carbón explosivos. Y bueno, eso sin contar lo que pesaban el resto. Vamos, que los pobres inquisidores de la navidad, llamados así por las pancartas que llevaban, tenían que ir recogiéndolos con carretillas.

  Como si eso no fuera poco, escuchó ruidos en dirección al ayuntamiento. No sabía qué, pero estaba pasando algo. Gritos que no lograba entender desde la distancia, y disparos con divertidos sonidos de navidad. Y polvora. Si no no se hubiese preocupado, claro. Pero joder, ¿no podían dejar de ocurrir desastres por más de dos segundos seguidos? Porque esto era un horror.

  En cualquier caso, tenía que hacer algo. La pregunta era a quién demonios ayudar ahora. Era una sola persona, y no podía multiplicarse. A ver, ¿Qué era lo más grave? Los ladrones de regalos no eran su mayor preocupación ahora mismo, no parecían estar hiriendo a nadie más que a sí mismos. Más bien, estaban salvando a varias víctimas de las peligrosas carbombas. ¿Tal vez debería ir a revisar donde cayó el cofre? ¿O en el ayuntamiento?

Resumen:

Los villancicos competían con la Orquesta que se infiltraba desvergonzadamente por las calles de Nueva Pesci, imponiendo su dramática y nada navideña música. Las trompetas del apocalipsis representaban la esencia de la destrucción, captaban la armonía de las explosiones que destrozaban sueños y esperanzas, y los violines acompañaban los dramáticos gritos de los ciudadanos que buscaban resguardo. En la impredecibilidad del campo de batalla, o lo que fuera la situación de Nueva Pesci, ni siquiera los músicos, inocentes y valientes, tenían la vida asegurada. Poco después de entrar al pueblo, la Orquesta sufrió las primeras bajas: Triángulo murió aplastado por un pilar y a Saxo le cayó una mink elefante encima, reventándole la cadera.

El Director, como capitán liderando a su pelotón, marcó el paso de la Orquesta y buscó las notas apropiadas para cada momento del bombardeo hasta que cesó. Sin embargo, el caos creció como el hambre de una bestia hambrienta y se propagó a todos sitios. Christa estuvo a punto de perder la caja de regalo, pequeña y envuelta en un bonito papel rosado, que le había dado una anciana amable. Había unos locos que robaban los regalos de la gente conocidos como la Inquisición Navideña. Por supuesto, que existiera gente así en el Palo Norte era inaceptable, un error asociado a la estructura más primaria de la realidad, un fallo que debía ser corregido.

Enaltecida por la indignación, intervino cuando vio que uno de los inquisidores navideños trataba de robarle el regalo a una elfa. La elfa daba igual, pero no iba a permitir que alguien estropease la esencia de la Navidad. Bastaron un par de golpes para reducir al ladrón y retenerlo en el suelo, mientras un grupo de la Orquesta se congregaba en torno a Christa para decorar la ambientación y darle mayor profundidad a la interrogación.

-¡Dime quién es el líder de la Inquisición, maldito amargado! -rugió después de varios intentos, sus ojos furiosos sobre el inquisidor.

-¡No traicionaré al Comandante! -se negó.

-¡Dime si no quieres pasar el resto de tus días comiendo galletas de jengibre y posando para revistas navideñas! ¡DIME SU NOMBRE!

La cara del inquisidor se transformó y el horror se apoderó de ella, su nariz arrugada y sus ojos vidriosos.

-¡Comandante Augustus Makintosh! -gritó el hombre tan asustado que empezó a derretir la nieve bajo sus pantalones.

-Augustus Makintosh… -replicó Christa en voz baja, su mirada puesta en el vacío-. Vete, maldito loco, y no vuelvas a pisar esta tierra sagrada. Si decidiste dañar la Navidad, no debes entender la esencia de esta celebración -le reprimió y volvió con la Orquesta.

Tenía un nombre grabado a fuego en su cabeza, un nombre propio de una criatura imponente y solemne, pero ¿por qué intentar destruir la Navidad? ¿Es que acaso no tenía corazón? Marchó sin rumbo y en compañía de la Orquesta por las destrozadas calles de Nueva Pesci, los gritos de auxilio y terror distantes. Atrapada en sus pensamientos, reflexionó sobre la Navidad. ¿Estaba mal robar los regalos, pero no un bombardeo durante la celebración? La respuesta era evidente: la pirotecnia estaba permitida ese día.

Alzó la mirada por un momento, solo por la casualidad de quien enciende un cigarro al revés, y entre nubes de humo y escombros la vio. Sus cabellos violetas solo se distinguían de los copos de nieve por las manchas de ceniza, pero su mirada seria y determinada era inconfundible.

-¡Ely, qué coincidencia! -la saludó con una sonrisa de oreja a oreja, olvidando el asunto de la Inquisición Navideña y acercándose a la marine para darle un cálido abrazo-. No esperaba encontrarte entre muertos y gente pidiendo ayuda como si el mundo se fuera a acabar, pero supongo que así es la vida -comentó, resignada y tras Ely vio a un inquisidor robándole el regalo a un hombre mayor-. Esos malditos… ¡Ayúdame, Ely! ¡Hay unos locos que se quieren cargar la Navidad y tenemos que detenerlos!

Christa era una chica con prioridades claras: la Navidad por sobre la Orquesta.

Resumen [Nueva Pesci:

Illje sonrió con inocencia al hombre que tenía delante. ¿Alphonse, había dicho? Lo importante era que salirse con la suya había sido bastante más sencillo de lo que creía.

- Muchas gracias. Si nos dan la oportunidad no tengo inconveniente en que el duelo sea a tres bandas. Compito sola, eso sí. Imagino que lo entenderás.

Bailar con un desconocido en un duelo era un riesgo que no estaba dispuesta a correr. Cuando había llamado para pedir una reunión le habían dicho lo que necesitaba hacer para hablar con Madre, pero no tenía ni idea de cómo se desenvolverían las cosas. No sabía si habría un escenario, si tendrían que improvisar… ni siquiera sabía qué tan bueno era Rudolph. Necesitaba toda la ventaja que pudiera obtener y depender de un desconocido no entraba en sus planes. Aún así, si tenía que derrotarle a él también, lo haría. Eso no era un inconveniente.

De repente sobre la música del club se impuso una voz anunciando que Rudolph bajaría en breves a recaudar propinas. ¿No le habían avisado? Quizá teníamos que retarle cara a cara. Oh, bueno. Tenían un rato. Le hizo una seña a una camarera.

- Tráenos dos chupitos, uno para mí y otro para… ¿Alphonse? – La conejita se encogió de hombros. – Nos vendrá bien para relajarnos.

Iba a decir algo más, pero no fue capaz. La puerta se abrió y un hombre enorme apareció gritando en el club. Le sonaba la voz, pero no terminaba de ubicarle. Decidió ignorarle por el momento y volvió a sacar su enorme cascanueces. Tenía forma de soldadito, estaba hecho de madera y pintado a mano. Cuando empezara la producción en masa no sería así, este era el prototipo. Pero era importante que dejara una buena impresión.

Los chupitos llegaron a la mesa. Illje alzó el suyo hacia Mako y sonrió:

-A tu salud. Y tú qué, ¿por qué estás aquí?

  De repente, mientras pensaba en cómo afrontar todos estos problemas, escuchó sonar su DDM. Verás… Cómo si no tuviera suficiente ya con lo mío, pensó desganada. Pero era su trabajo, así que tenía que coger.

 Lo que faltaba. Primero, ¿Qué demonios hacía Berry en la isla? Segundo, sus esperanzas de que la explosión no hubiese ocurrido en la ciudad… A la mierda. Y tercero, que no podía hacer nada para ayudar. Con un incendio así… En lo que tardase en llegar ya sería demasiado tarde para hacer mucho. Y si bien poder salvar a unas pocas personas hubiese sido suficiente motivo, ya habían suficientes problemas en Nueva Pesci. No podía abandonarlos y dejarlos a su suerte. Si se iba, caerían las dos ciudades, así que tenía que hacer lo que pudiese aquí. Le tocaría a Berry encargarse de Larpeira. Vale, dicho así, no se quedaba muy tranquila.

 Estaba tán en su nube, que ni se dió cuenta de cómo se le acercaba Christa. Aunque al recibir el abrazo, aún con todas sus preocupaciones, no pudo evitar sonreír. Siempre se alegraba de verla, y ahora que había venido no tenía que preocuparse de si la molestaba en el trabajo. Parece que se estaba empezando a preocupar por otro tipo de cosas.

 “Creo que aún no nos hemos encontrado sin gente muriendo, edificios ardiendo, sectas turbias, o locos siendo perseguidos por esas ratas, Chris. Pero sí… Esta es la vida que nos ha tocado vivir. La muerte es liviana como una pluma, pero el deber te aplasta cual montaña,” dijo mientras la miraba a los ojos. Christa era una de las pocas personas que podía mantener su mirada penetrante con esa intensidad en sus ojos. Y viceversa.

 “Menuda copiada a Robert Jordan, Ely… Inventate tus propios dichos y deja de copiarlos de tus libros para impresionar a Chris,” dijo Nissa en tono de burla, sacándole la lengua.

 Elyria suspiró. Aunque sí, menuda copiada tan poco original. Y todo para quedar guay. Luego escuchó a Christa, y giró la cabeza, viendo a los inquisidores en acción.

 “Joder Chris, si solo fuera eso. Tenemos una ciudad ardiendo, problemas en el ayuntamiento, ladrones de regalos, un cofre gigante que a saber a cuánta gente ha aplastado… Y bueno, eso sin contar el desastre de la lluvia de bombas y los misiles que casi aplastan a la gente. Y la gente está cómo poseída. No entiendo nada Chris, pasan demasiadas cosas y no se que hacer…” Dijo Elyria, empezando con energía, pero decayendo mientras describía todo lo que pasaba en la isla. Todo lo que sabía, al menos… Aunque en cierta manera le ayudaba soltarlo todo con ella. Podía quitarse las caretas por unos instantes.

 Pero ahora tocaba ponerse a trabajar. No había tiempo que perder, o vendrían aún más problemas. Primero se acercó al ladrón, y clavó su mirada penetrante en sus ojos, llevando la mano hacia Khione, cómo para sacarla de su saya. Evidentemente, no tuvo que hacer nada. Cómo sospechaba, no eran un grupo muy organizado, y el hombre se asustó y salió corriendo. Entonces, la marine cogió un regalo, que pesaba un quintal, y se lo llevó a Christa.

 “Mira,” dijo mientras lo abría. Dentro no había más que un bloque de roca pesada, perfectamente cúbico, con las paredes sorprendentemente lisas. “No se si son imbéciles, o si quieren construirse una casa sin pagar los materiales. En cualquier caso, hay asuntos más urgentes.

 Entonces, se escuchó a alguien hablar en dirección al ayuntamiento. Elyria no sabía qué clase de megáfono o altavoces estaban usando, pero se escuchaba absurdamente fuerte.

 “Atención, ciudadanos de Nueva Pesci. Nosotros, los gloriosos fanáticos del Krampus, hemos tomado el control de la ciudad. Toda persona que escuche esto deberá venir al ayuntamiento y jurar lealtad al grandísimo dios Krampus, que por cierto, no apesta a pescado. Son vuestros débiles olfatos, que no conocen la verdadera felicidad. Toda persona que no venga a jurar lealtad, o intente huir, será cazada y ejecutada públicamente por ir en contra de los deseos del Krampus. Ah, y feliz Navidad, que hay que ser educados.”

 Y reinó el caos. Lo que faltaba.

Resumen (IMPORTANTE NUEVA PESCI):

Mientras bebía un poco de agua sintió a la mink abrazarle o más bien estrujarle entre sus brazos, estaba por decirle de buena manera que no era una muñeca inflable cuando todo estalló en pedazos. Solo pudo sentir un fuerte estruendo ya que solo veía al tejón rebotar contra ella y una fusión entre carne y piedra alrededor. ¿Así era el otro mundo? Tardó en parar de rebotar antes de detenerse y ser soltada por la mink, al parecer habían volado alrededor de cien o doscientos metros desde su ubicación inicial dada la distancia de la ahora lejana catedral o lo que quedaba de ella. Era sorprendente como la mink seguía de una pieza y con heridas leves, incluso tenía la energía para ponerse de pie, al parecer el cargo no era por simple acomodo eso o su fruta le daba bastante resistencia aunque a juzgar por sus reacciones no era la primera vez que se quemaba o le cortaban.

El pitido en sus oídos fue leve, por suerte ninguna herida que no fuesen algunos moretones y raspones por rebotar contra la dura piel de la mink se encontraban en su cuerpo. Le había salvado dado que de ser alcanzada por el fuego hubiera ardido como los ciudadanos dado su armadura de telas, el fuego no le era un miedo para una herrera de su calibre pero si una desventaja para usar sus poderes con libertad.

Mientras Berry, teniente o eso decía ser, se encargaba de revisar la zona en busca de supervivientes la mujer recuperó la audición para encontrarse con el sonido de su propio den den mushi. No tardó mucho en tomarlo y suspirar al escuchar la voz de Vanko, tal vez al herrero le había ido mejor pero dado sus palabras estaban en condiciones similares.

—Oh, señor Vanko es agradable escucharle. Le tengo noticias, la buena es que encontré un médico bastante capaz y creo que puede interesarle para el negocio. La mala noticia es que me encuentro en Larpeira o lo que queda de ella. Por suerte una mink me ha salvado de morir calcinada, puedo deducir que hemos caido a doscientos metros de la catedral y en estos momentos nos encontramos rodeados de fuego y escombros, si desea venir tenga presente que también he visto a los deudores y si murieron por la explosión tendremos que recuperar las armas.—

Sowon no se cortó detalle alguno, si Vanko aparecía al menos podrían despejar la ciudad reduciendo un poco el fuego. Fue entonces cuando varias explosiones comenzaron a sonar a la distancia, cosa que el herrero pudo escuchar mientras la comunicación seguía abierta.

La mujer levantó la mirada y observó una gran bola de fuego elevarse desde la catedral y luego otras de similar tamaño por diferentes puntos alejados de la ciudad. Las explosiones retumbaban como fuegos de artificio pero hacían temblar las ya débiles estructuras causando derrumbes y haciendo que los gritos a la distancia solo amplificaran su sonido.

—Los regalos explosivos, señores, debemos actuar con prisa si no queremos que un edificio o una bomba nos explote en la cara. Si puede volar necesito ver la ciudad desde las alturas para darle un punto de encuentro seguro a mi contacto, luego de eso es prioridad registrar a los civiles supervivientes. Si algun arma se perdió no debe salir de esta ciudad. Además nada nos asegura que el terrorista  haya salido indemne de todo esto, si ven a alguien sospechoso corten su cabeza de inmediato, deberá rendir cuentas por el dinero que me hizo perder a raiz de un punto comercial importante en esta isla.—

La mujer habló poniendo calma a los instintos de la mink sobre evacuar a todos sin importar su condición, incluso el tonto que provocó tal desastre podría seguir escondido o herido simulando ser una víctima. Si llegaba a tenerlo entre sus manos disfrutaría arrancar su cabeza con sus propias manos y Vanko tal vez quisiera llenarle de ambar hasta verlo reventar como una piñata, su rostro era sereno, elegante pero su mirada se deleitaba con la escena de su mente. 

Las explosiones seguían replicandose por la ciudad, el fuego solo crecía y lentamente la ciudad se sumía en una melodía tortuosa de explosiones y luces junto a gritos, debían moverse rápido antes de que algún regalo pudiera explotar cerca y mandarles a volar nuevamente.

Resumen:

Prometeo se puso las gafas de sol que le dio el compañero Klauss cuando notó que las luces de Villa Abelia molestaban como los focos de un campo de fútbol iluminado a máxima potencia. Iba con un bonito gorro navideño acabado en un pompón blanco y suave como la cola de un conejo, un suéter de color rojo con una franja blanca y patrones de copos de nieve, y unos pantalones cómodos y más o menos anchos que le entregaban la soltura necesaria para moverse sin pasar riesgo de pasar vergüenza.

Le pidió a su camarada que buscara un lugar seguro en donde pasar un tiempo con su familia, pues las cosas se habían vuelto inesperadamente peligrosas como una navaja que miente sobre su filo. Klauss le encargó la seguridad de la isla a Prometeo y salió en busca del refugio, un edificio revolucionario subterráneo con un montón de alimento en conservas y agua para pasar varios años allí, o eso decía él.

Prometeo se dirigió raudamente al lugar donde había caído LA CAJA y entonces vio casi en cámara lenta como de esta aparecía una mujer. O más bien una muñeca gigante y atractiva con una vestimenta provocativa que enaltecía sus atributos femeninos. Sin embargo, haría falta más que solo plástico para despertar una emoción de esa índole en Prometeo, cuyo corazón todavía pertenecía a su difunta esposa. Como sea, el revolucionario creyó haber visto que la muñeca había guiñado un ojo, por lo que tal vez no era solo un objeto inerte exageradamente caro con el que habrían podido alimentar a cientos de niños.

Todos los que se encontraban cerca de LA CAJA, o incluso puede que no tan cerca, escucharon el sonido de una compuerta mecánica cuando libera gas comprimido. En el estómago de la muñeca aparecieron líneas que simulaban un rectángulo, y poco a poco la compuerta comenzó a descender para dejar ver un vacío oscuro y llamativo. Un tipo rubio, exageradamente hermoso y vestido con un costoso traje navideño surgió del estómago de la muñeca. Y enseguida apareció otro. ¡Y otro! Y pronto fueron decenas de hombres rubios exactamente idénticos los que se congregaban alrededor de la muñeca, distinguidos solo por el símbolo de su chaleco navideño: eran los muñecos de acción a prueba de balas y preparados para enfrentar todo tipo de terreno gracias a su tecnología militar ultra avanzada. O eso decía el comercial.

Los hombres rubios, todos de metro ochenta y cinco, comenzaron a correr por las calles de Villa Abelia como monos embravecidos que acababan de ser soltados del zoológico. Algunos golpeaban a la gente sin piedad; otros, solo se limitaban a robarles el chocolate caliente y vertérselos en la cara. Eran los muñecos más crueles que Prometeo había visto en la vida, pero tenía sentido puesto que eran muñecos de acción. Uno de ellos intentó golpear al fénix, pero acabó derrotado en cuestión de segundos y, luego de que Prometeo inspeccionase el cuerpo de plástico, notó una frase: hecho en Crumpit.

Resumen [Importante para todos los de Villa Abelia:

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Me encontraba tratando de despertar al crio y entonces algo paso, algo ruidoso, exotermico, doloroso, ardiente en mi culo. Posiblemente una explosión dado el pitido persistente en mis oídos, me abalancé sobre mi paciente y lo aprisione en una especie de capullo gaseoso, como un tumor en mi pecho.

Me vi arrastrado entre diferentes anatomías en dirección opuesta a la explosión, parece que la zorra se lo había visto venir y había usado su cuerpo de parapeto entre nosotros y la explosión. Aterrizamos a unos doscientos metros del lugar de incidente de forma bastante abrupta, mi puta consulta móvil estaba destruida por completo… al menos me quedaba la pipa y mi taza de zinc abollada, menos daba una piedra, ya compraría material nuevo.

Lo primero que hice al estamparnos fue recolocarme y recomponerme bien, solté al crio en el suelo y le metí mi cola transformada en gas en la boca tratando de despejarle la traquea y de aportar oxigeno suficiente, no teníamos daños físicos de importancia mas allá del pitido de oídos y mis daños emocionales, bueno… “Qué mas da uno mas a estas alturas?”, pensé mientras sonreía.

Tras el crío comencé a tratar a una belleza exótica contra la que había tenido el gusto de restregarme durante el vuelo sin motor. Quemaduras superficiales, nada grave, algunas luxaciones de articulaciones, pero sin instrumental quirúrgico ninguno poco podía hacer. Cautericé las heridas sangrantes usando pequeños arcos voltaicos de electro y plasma, derretí nieve en mi pote de agua para junto con carbón vegetal hacer unos emplastos básicos para las quemaduras, pero necesitaba instrumental y medicamentos o no íbamos a llegar muy lejos.

Para colmo al cabo de unos minutos la teniente vino con otra herida, la revisaste con un pronostico similar al de la belleza exótica y un brazo roto.

"Teniente, tenemos que incautarnos de un buen almacén médico si queremos atender todas las heridas adecuadamente. Mi equipo ha quedado inservible con la explosión y aunque no tengamos prisa excesiva si necesitamos una curas en profundidad. Sabe de algún barco que tenga este material?", pregunté con urgencia en la voz.

Resumen: